(Mt 12, 46-50)
Jesús no desprecia a su familia, pero quiere mostrar que la fe crea también lazos familiares, que se rompen las paredes del círculo familiar para abrir el corazón también a otros que pasan a ser verdaderamente hermanos.
El texto de Lucas 2, 41-51 muestra que Jesús respetaba a su madre María y a José, pero que también debía abandonar esa bella intimidad de su pequeña familia para abrirse en una misión a todo el pueblo, porque esa era la voluntad de su Padre celestial que él venía a cumplir.
La expresión «hermanos» designaba en el lenguaje de aquella época a cualquier pariente próximo: tíos, primos, etc. Por eso la expresión «tu madre y tus hermanos» indicaba al conjunto de su círculo familiar más cercano.
El evangelio de Juan indicará que su madre, que siempre lo buscaba, en realidad debía cumplir una misión suprema junto a él en la cruz. Allí sí Jesús volvería a la intimidad con su madre para realizar juntos la suprema voluntad del Padre. El entregándose hasta el fin, y ella ofreciéndolo como mujer y como madre.
Este texto, que nos hace descubrir que todos los que tratamos de cumplir la voluntad de Dios somos verdaderamente hermanos, nos invita a preguntarnos si no vivimos nuestra fe de una manera demasiado individualista, si no necesitamos crecer un poco más en esa convicción interior de ser parte de una gran familia; porque la fe y el deseo de cumplir la voluntad del Padre crean verdaderos lazos que son más importantes que nuestros intereses personales.
Oración:
«Señor, ayúdame a descubrir y valorar la nueva familia que me regalas, y concédeme que pueda vivir en familia mi relación contigo, que no me evada en una fe individualista, sino que reconozca a los hermanos que me has regalado».
VÍCTOR M. FERNÁNDEZ
El Evangelio de cada día