Comentario – Domingo XVII de Tiempo Ordinario

San Juan habla de los signos de Jesús como acciones que suscitaban la fe en él o contribuían a su seguimiento. Lo seguía mucha gente –precisa el evangelista- porque habían visto los signos que hacía con los enfermos. ¿Qué signos era esos? Las numerosas y extraordinarias curaciones con que obsequiaba a tantas personas. También en la extraordinaria comida con que Jesús había saciado el hambre de tantos con apenas cinco panes de cebada y un par de peces, vio la gente un signo que le acreditaba como profeta: el profeta que tenía que venir al mundo, por supuesto, de parte de Dios.

Sucede que ya otros profetas habían hecho cosas similares. Es el caso de Eliseo, discípulo y continuador del gran Elías, el profeta por excelencia. Según el libro de los Reyes, Eliseo manda a su criado dar de comer a la gente congregada en torno a ellos con los panes que llevaba en la alforja. Eran panes para su maestro y para él. El criado advierte la desproporción existente entre el comestible y los comensales: ¿Qué hago yo con esto para tanta gente? Y el profeta insiste: DáselosPorque esto dice el Señor: comerán y sobrará. Fiado en la palabra del Señor, le dice: DáselosPorque comerán y sobrará. Para que esto suceda, Dios tiene que multiplicar el pan, como multiplica la siembra en la cosecha, el oxígeno en la atmósfera o el agua en los pantanos.

Narraciones como la de Eliseo explican que la gente viera en aquella acción de Jesús un signo profético, ya prefigurado (o preanunciado) en los hechos de los profetas. Pero ¿de qué era signo esta extraordinaria multiplicación de panes y peces?

En primer lugar, de que el hombre que así obraba, es decir, que era capaz de alimentar a tanta gente con tan escasos recursos, era el profeta anunciado, el que había de venir de parte de Dios en los tiempos mesiánicos o, como dice san Pablo, en la plenitud de los tiempos: signo, por tanto, que le acreditaba como enviado de Dios, el Dios de la Alianza, para llevar a cabo sus designios. Y el que venía de parte de Dios no podía obrar sino con su consentimiento, con su poder y con su bondad. En el actuar de Jesús estaban presentes el poder y la bondad del mismo Dios. Por eso, vislumbrando esto, quieren proclamarlo rey, su rey. Pero Jesús entiende que éste no es el camino a seguir.

En el obrar de Jesús encontramos una de las claves de la donación cristiana, siempre ligada al poder y a la misericordia de Dios; pues la donación es la esencia de ese Dios que es amor. Lo propio de Dios es dar, o mejor, darse a sí mismo. Por ser donación de sí, Dios Padre puede darse a sí mismo en su Hijo, fuera de sí, en el mundo, en la historia, a los hombres: Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su propio Hijo… Dios se da fuera de sí en su Hijo encarnado y en las diferentes acciones humano-divinas de este Hijo hecho hombre: cuando cura a los enfermos y cuando sacia el hambre de los indigentes.

Si esto es así, el obrar cristiano no puede ser otro que el que lleva consigo donación: dar lo poco que tenemos para que Dios lo multiplique en bienes del mismo género o en bienes de otro género como el bien de la solidaridad, o de la benevolencia, o de la generosidad, que son aún más eficaces porque no se agotan en una sola acción, sino que nos mantiene con las manos abiertas (como a Dios) para saciar de favores a todo viviente. Se trata de dar, dándonos. Porque si cuando damos no nos damos a nosotros mismos, nuestro dar se vacía de nosotros mismos, se convierte en una acción impersonal. Dios nos ha creado para dar, pero para poder dar antes hemos tenido que recibir (de Él).

Todo lo que tenemos lo hemos recibido, pero lo hemos recibido para darlo, o para dar (de lo recibido). En el dar está nuestra satisfacción, a pesar de que el egoísmo o el miedo a la indigencia nos desaconsejen tantas veces realizar esta operación, sobre todo cuando tenemos la impresión de que dando perdemos lo que damos, como sucede con bienes materiales como el dinero. A veces nos sentimos tan pobres que creemos remediar nuestra pobreza poseyendo cosas. Pero el deseo de poseer siempre nos deja insatisfechos, pues siempre se desea tener más.

Para romper la opresión de este círculo hay que situarse en la perspectiva del dar, aunque ante las graves necesidades de nuestro mundo digamos: ¿Y qué hago yo con esto para tanta gente o para dar respuesta a tan enormes necesidades? Dios nos dice: Dales lo poco que tengas, y verás el resultado: Comerán y se saciarán. El que tiene poder creador, tiene también poder para multiplicar lo creado. Pero para esto Él pide nuestra colaboración: esos escasos panes y peces de los que disponemos. Hasta el mismo pan de la eucaristía que se multiplica para nosotros supone la colaboración humana, pues es un pan elaborado, ofrecido y repartido por mano de hombre.

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

Anuncio publicitario

Lectio Divina – Sábado XVI de Tiempo Ordinario

1.- Oración preparatoria.

Señor, hoy vengo a pedirte paciencia, esa paciencia que Tú siempre has tenido conmigo. Tú nunca te has cansado de llamarme, de esperarme, de perdonarme. Y lo que más me admira es que, después de mi pecado, jamás me has echado nada en cara, jamás has dejado de quererme. Me has perdonado sin exigirme nada a cambio. Haz que ese comportamiento tan fino, tan elegante que Tú has tenido conmigo, sea yo capaz de tenerlo con mis hermanos.

2.- Lectura reposada del evangelio: Mateo 13, 24-30

En aquel tiempo, Jesús les propuso otra parábola diciendo: El Reino de los Cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo. Pero, mientras su gente dormía, vino su enemigo, sembró encima cizaña entre el trigo, y se fue. Cuando brotó la hierba y produjo fruto, apareció entonces también la cizaña. Los siervos del amo se acercaron a decirle: «Señor, ¿no sembraste semilla buena en tu campo? ¿Cómo es que tiene cizaña?» Él les contestó: «Algún enemigo ha hecho esto.» Le dijeron los siervos: «¿Quieres, pues, que vayamos a recogerla?» Jesús le dijo: «No, no sea que, al recoger la cizaña, arranquéis a la vez el trigo. Dejad que ambos crezcan juntos hasta la siega. Y al tiempo de la siega, diré a los segadores: Recoged primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo recogedlo en mi granero.

3.- Qué dice el texto bíblico.

Meditación

Nosotros los hombres, enseguida dividimos, separamos, acusamos a los demás. Y no caemos en la cuenta de que en el campo de nuestro corazón no todo es trigo limpio. Hay trigo y también cizaña. No podemos presumir de nada. También me llama la atención la poca paciencia de aquellos siervos, es decir, de los humanos. ¿Quieres que arranquemos? La respuesta de Jesús es rotunda, contundente: ¡NO! Hay que tener paciencia y dejar que crezcan juntos. Juntos el bueno y el malo. Juntos el justo y el injusto. Juntos el inocente y el perverso. ¿No está anunciado por el profeta que, en los tiempos mesiánicos, “pacerán juntos el lobo y el cordero; el novillo y el león? (Is. 11,6-7). ¿Siempre ha de vencer el mal? ¿O llegará un día en que el mal será vencido a fuerza  de bien? (Ro. 12,21). Lo más importante es el argumento de Jesús: “No sea que al arrancar la cizaña, te lleves también el trigo”. Y lo más importante de la persona siempre es el trigo, ese haz de bondad que llevamos dentro. Conozco personas que, en un afán de celo por corregir a una persona, se la han cargado como persona. Los cristianos debemos tener “corrección fraterna”. Si se corrige sin fraternidad, sin delicadeza, sin amor, no hay corrección cristiana sino despellejamiento de las personas. Eso, ciertamente, no lo quiere Dios.   

Palabra del Papa

Jesús compara el Reino de los cielos con un campo de trigo para darnos a entender que dentro de nosotros se ha sembrado algo pequeño y escondido, que sin embargo tiene una fuerza vital que no puede suprimirse. A pesar de los obstáculos, la semilla se desarrollará y el fruto madurará. Este fruto será bueno sólo si se cultiva el terreno de la vida según la voluntad divina. Por eso, en la parábola de la cizaña, Jesús advierte que, después de la siembra del dueño, «mientras todos dormían», aparece «su enemigo», que siembra la cizaña. Esto significa que tenemos que estar preparados para custodiar la gracia recibida desde el día del bautismo, alimentando la fe en el Señor, que impide que el mal eche raíces. San Agustín, comentando esta parábola, observa que «primero muchos son cizaña y luego se convierten en grano bueno». Y agrega: «si éstos, cuando son malos, no fueran tolerados con paciencia, no lograrían el laudable cambio». Benedicto XVI, 17 de julio de 2011.

4.- Qué me dice hoy a mí esta palabra ya reflexionada. (Guardo silencio)

5.- Propósito:  Antes de intentar sacar la mota del ojo de mi hermano, debo fijarme si hay una viga en el mío.  Si tengo que corregir, corregiré con amor.

6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.

Señor, ¡qué bien nos conoces! Conoces la cizaña que hay en el corazón de cada uno, pero también conoces el trigo, las buenas intenciones, los buenos deseos, los propósitos sinceros. Lo más maravilloso es que, conociéndonos tan bien, nos sigues amando tal y como somos. Tienes una paciencia infinita y jamás te cansas de esperar. Haz, Señor, que no nos fijemos tanto en la cizaña que hay en nosotros, sino que miremos lo positivo: lo bueno, lo noble, lo sensato, es decir, el trigo que está ahí oculto en nuestro corazón. 

Santiago Apóstol

1.- Cuando vayáis a Tierra Santa, mis queridos jóvenes lectores, si disponéis de un poco de tiempo libre en Nazaret, no dejéis de desplazaros a un pueblecito, a sus afueras, que se llama Jaffa de Galilea. Si podéis entrar y miráis por la iglesia, os parecerá que estáis en España. Las mismas imágenes que las que veis por el Camino de Santiago adornan sus rincones. Allá dicen que fue donde nació el apóstol. También explican que, si en la Cruz Jesús encargó a Juan que protegiera a su Madre y añade el evangelio que desde aquel momento él la acogió en la suya, como Juan debería tener unos 13 o 14 años, no tenía domicilio propio y, por tanto, donde estuvo María, fue en casa de Santiago. (Los más entendidos dicen que nació en Betsaida, pero es una población cuyos restos no están todavía bien estudiados)

2.- Cuando un santo es muy santo y sus amigos, la comunidad que le tiene devoción también, surge la leyenda. La leyenda es tan auténtica como la historia, aunque carezca, muchas veces, de rigor. En España se admiró mucho a aquel Hijo del Trueno, impetuoso y espontáneo. Y en aquella larga etapa de su historia que llamamos Edad Media, en la que vivió aquella hazaña que llamamos Reconquista, sintió gran veneración y creyó recibir su ayuda, de aquí que su ímpetu fuera capaz de engendrar leyendas. No se sabe exactamente como ni cuando, surgen dos historias paralelas. Una, la del que llamamos Santiago-matamoros, el protector de la huestes cristianas (tened cuidado con el nombre y advertid, si habláis de ello, que vosotros no sentís odio por ningún norte africano, que ese nombre que se le dio estuvo condicionado por las vicisitudes de aquel tiempo pasado). En la provincia de Logroño es el lugar donde cuentan que ocurrió la batalla de Clavijo. Yo he ido a aquellas eras y me he emocionado, y he rezado devotamente en la iglesia del lugar, aunque no me creyera la historieta.

4.- El otro fenómeno es el centrado en Compostela. No se entiende la cultura europea sin conocer las grandes catedrales góticas y los grandes monasterios que por el continente están sembrados. No se entiende su vitalidad, sin el Camino de Santiago, por donde, como si se tratara de las arterias de un gran organismo, circularon las ideas estéticas, la espiritualidad, la caridad, los estilos arquitectónicos y la literatura. Desplazarse por el camino, siguiendo las huellas de sus santos, desde Santo Domingo de la Calzada a San Juan de Ortega y San Amaro, para citar sólo los de Burgos, es uno de los viajes más impresionantes que uno pueda emprender, comparable sólo con Roma y Tierra Santa. Yo he querido también, pues la importancia lo requiere, ir a Nôtre Dame, a Vezelay, a Arles y a Le Puy, cabeceras de origen del peregrinar en Francia, para soñar, en la lejanía, el prodigio de la devoción que movió a caminar, hacia una meta de ilusión y esperanza, a tantos hombres de bien y santos, (no puedo olvidar a San Francisco de Asís, que dejó un reguero de recuerdos por donde se supone pasó). La dimensión de la devota admiración por el Apóstol, se capta mejor por Centro-Europa que por la misma España.

5.- Os he escrito, mis queridos jóvenes lectores, del significado simbólico de la fiesta de Santiago, al que también podéis llamar San Jaime o, en algún lugar, San Diego. Jesús, en su lengua, le llamaría Ya’qob. La liturgia, en la primera lectura de hoy, nos habla de su martirio. Fue, pues, el apóstol un valiente héroe, como hace falta haya muchos en nuestra adormecida Europa. Y gracias a Dios no faltan. Ya lo sabréis seguramente, no hace mucho, un generoso sacerdote de Roma, se fue a testimoniar a Jesucristo en Turquía y un muchacho de 16 años, estúpidamente, lo mató, como le pasó a Santiago, que fue víctima del vil Herodes.

6.- La segunda lectura nos recuerda que todos los creyentes llevamos el tesoro de la Fe y la fortuna de la Gracia, en un recipiente frágil, como en una simple cazuela de barro. De aquí que, como lo valioso no es el recipiente, que somos nosotros, sino el contenido de nuestro espíritu, que es el Señor que nos acompaña, con facilidad nuestra presencia debe rezumar y enriquecer su entorno. El evangelio hasta resulta entretenido. Es curioso como la inspiración divina quiso que nos enteráramos de las pequeñas disputas internas del minúsculo equipo del Señor. Me figuro al Maestro que les está riñendo, mientras sonríe por sus adentros. Ellos tienen el orgullo de un jovenzuelo ignorante, pero con el tiempo, como les anuncia Jesús, serán capaces de dar la vida por su Fe. Y aprovecha la ocasión el Maestro para dar una lección de humildad, que es una virtud fundamental, de la que otro día hablaremos.

7.- Y, mis queridos jóvenes lectores de fuera de España, no olvidéis que los peregrino de aquel tiempo, impedidos de peregrinar, por la ocupación militar adversa de los Santos lugares, al santo Sepulcro del Señor, lo hicieron al que creían era el sepulcro del amigo del Señor. En Compostela, como en Betania, se rinde pleitesía a la amistad cristiana. Amor al Maestro y a la amistad, es lo que uno encuentra en la celebración del Boanerges, como le llamaban en su tiempo.

Pedrojosé Ynaraja

Comentario – Sábado XVI de Tiempo Ordinario

(Mt 13, 24-30)

Si Jesús ha venido a traernos el Reino de Dios, si él ha sembrado la buena semilla, ¿por qué en el mundo hay maldad, corrupción, injusticia, crueldad? ¿Significa que es muy débil la potencia del Reino, que la fuerza de esa buena semilla es muy pequeña?

En la parábola del sembrador, en el mismo capítulo 13, Jesús ha explicado que la semilla tiene poder, pero que su acción es mayor o menor de acuerdo a las disposiciones del que la recibe.

Eso significa que normalmente el Señor respeta la libertad del hombre, que puede rechazar su Palabra o encerrarse en sus propios proyectos.

Pero en esta parábola del trigo y de la mala hierba Jesús agrega algo más. Hay hombres, tomados por las fuerzas del mal, enfermos por la maldad, el egoísmo, el odio, que están sembrando mala semilla en el mundo.

Eso significa que, además de nuestra debilidad, nuestras malas inclinaciones y nuestras malas costumbres, hay personas interesadas en sembrar el mal, y a veces se produce un contagio dañino.

Así, el Señor nos invita a ser realistas y astutos, a estar atentos para reconocer cuando en medio de la buena semilla de Dios se hace presente la mala semilla de los que no quieren el reinado de Cristo y de su Palabra.

Jesús pide a sus discípulos que tengan paciencia con los que están tomados por la mala semilla, porque el discernimiento no es fácil, y queriendo arrancar las cosas malas se corre el riesgo de arrancar también lo bueno. Jesús nos pide que seamos tolerantes, para que en lugar de empeñarnos en arrancar de golpe todo lo malo, sigamos sembrando el bien. Porque la semilla de Dios tiene verdadero poder, y actuará más allá de lo que podamos ver o comprobar.

Oración:

«Concédeme Señor, un espíritu positivo, más empeñado en sembrar que en hacer la guerra. Dame el entusiasmo por llevar tu Palabra y una gran confianza en el poder del bien, para que no me llene de deseos de destrucción y para que sepa luchar con las armas del amor».

 

VÍCTOR M. FERNÁNDEZ
El Evangelio de cada día

Luz de Europa

1.- El Camino de Santiago supuso, durante toda la Edad Media y no poco de la Moderna, el segundo punto obligado de peregrinación en Europa. El primero era Roma. Al amparo de ese recorrido se fue consolidando la realidad europea y bien puede decirse que la corriente espiritual cristiana –espacio permanente de conversión a la Palabra del Señor Jesús– más densa, laica y culturalmente más fuerte salió de dicho camino y de sus caminantes: los peregrinos. El Apóstol Santiago se iba a convertir en el autentico faro, en la luz guiadora de Europa y de su pujante cristianismo. Es indudable que la celebración litúrgica de hoy tiene ese sentido especial que le da la propia historia del enterramiento en tierras de Galicia del Apóstol Santiago. No hay referencias claras a las tumbas de los Apóstoles. Es obvio que bajo la Basílica de Roma, junto a la sede del Vicario de Cristo, reposa el primer Papa: San Pedro. Y luego Santiago en tierras de Galicia. La importancia de esa presencia da un contenido permanente a la Historia de España y no por exclusivas razones políticas o civiles. Santiago es origen de la fe católica en España.

2.- Es muy atractivo pensar en esa estancia española de Santiago. Es cierto que no está acreditada históricamente, pero no es difícil pensar, sin gran margen de error, que el Apóstol estuviese en el actual territorio español, entonces llamado Hispania y provincia importante del Imperio romano. Como se sabe, se ha especulado mucho también sobre un viaje –o viajes– del Apóstol Pablo a la península ibérica. El mismo anuncia en sus cartas la cercanía de tal visita. Luego, asimismo, no hay constancia del viaje, pero eso no quiere decir que no se hubiera producido. Las referencias a la actividad apostólica son muy escasas. Solo están los Hechos de los Apóstoles y las Cartas de Pablo. De ellas se sabe que solo han llegado a nosotros unas pocas. La secuencia histórica de tal actividad está más que incompleta. Y en ese sentido lo mismo puede ocurrir con Santiago. Y se dice todo esto porque hay muchos detractores respecto a la veracidad del trabajo pastoral de Santiago en España. Poco importa. Desde el punto de vista documental ninguna de las dos posiciones puede ser confirmada, pero la herencia de muchos años y los frutos de fe ahí están. Consideramos –y nos sentimos felices por eso– que el Apóstol Santiago es el padre de la fe de los españoles y, por ende, el origen primero de la fe de los Iberoamericanos.

3.- La Misa de la Solemnidad de Santiago es de una gran belleza litúrgica. Los Hechos de los Apóstoles narran brevemente la ejecución a espada de Santiago por orden de Herodes. El texto habla de la detención de Pedro y Juan. Y en su defensa, Pedro va a expresar una de las frases más radicales y ciertas del pensamiento cristiano universal. Dice: «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis, colgándolo de un madero. La diestra de Dios lo exaltó haciéndole jefe y salvador, para otorgarle a Israel la conversión con el perdón de los pecados. Testigos somos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que le obedecen». San Pablo con su prodigiosa expresividad va a condensar mucho de lo que ocurre con el difícil camino de seguimiento de Jesús. «Nos aprietan por todos los lados –dice Pablo–, pero no nos aplastan; estamos apurados, pero no desesperados; acosados, pero no abandonados; nos derriban, pero no nos rematan; en toda ocasión y por todas partes, llevamos en el cuerpo la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo». ¿No es así desde entonces? Confesar a Jesús no es un camino de rosas, ni antes, ni ahora. En nuestro mundo actual la condena de las actitudes de la Iglesia y de sus fieles es permanente. Se ejerce una persecución más sutil que es el ataque indirecto o la condena secreta.

4.- El Evangelio de San Mateo de hoy contiene uno de los episodios más hermosos y densos de la Escritura. Es la madre de los Zebedeos quien pide para sus hijos el mejor puesto en el futuro Reino del Mesías. Jesús responde: «No sabéis lo que pedís. ¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber?» Y añade: «Mi cáliz lo beberéis; pero el puesto a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mi concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre». Estaba profetizando sobre la cruz que tendrían que vivir y que se iguala con la de Cristo. El martirio de Santiago, El Zebedeo, a manos de Herodes es lo que celebramos hoy.

5.- Y, en fin, continuamente los apóstoles están en la espera del reino material. Se lo iban a preguntar –«vas a restablecer ahora el Reino de Israel”– poco antes de la Ascensión, sin que todavía se hubieran dado cuenta de la naturaleza profunda del Reino de Dios. La proposición de la madre de Juan y Santiago iba a producir el resquemor de los otros apóstoles, que, tal vez, ellos esperaban lo mismo, pero no se habían atrevido a pedirlo. El Señor Jesús sabe lo que hay en sus corazones y, entonces, les dice: «Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros; el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo. Igual que el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos». Es una enseñanza clara y diáfana, sin lugar a interpretaciones. Pero, sin embargo, los cristianos dentro y fuera de la Iglesia seguimos atesorando puestos y buscando el poder sobre los demás, porque el matiz de mandar sirviendo es muy difícil. Una autoridad ejercida desde el principio de relación entre amo y esclavo, siendo el esclavo quien tiene la responsabilidad de las decisiones, es una gran paradoja.

Pero el mensaje de Cristo esta lleno de estas paradojas que nos sirve para pensar sobre nuestra relación con los hermanos. Una de las divisas del Romano Pontífice es el «Siervo de los Siervos de Dios» y surge de esa doctrina. Debemos desactivar imperio y poder. Servir a los demás de tal manera que nuestro servicio se traduzca en decisiones comunitarias que marque el camino de todos. Un buen comienzo sería iniciar en nuestra mente el pensamiento que somos el menor y el menos preparado de todos. Y que sirviendo a los demás no hacemos otra cosa que cumplir con nuestro deber. Al final la entrega total de los mártires es algo como eso: con su radical servicio dirigen la vida de la Iglesia.

Ángel Gómez Escorial

Compañeros de Jesús

1. – Hoy hacemos memoria de Santiago, apóstol y heraldo del Evangelio, quien movido por la fuerza del Espíritu peregrinó a Occidente enseñándonos el camino de Cristo a través del mensaje del Evangelio.

Él había acompañado a Jesús por Galilea con el grupo de los doce, viajó por Samaria hacia Jerusalén, contempló la resurrección de la hija de Jairo en Cafarnaún, fue testigo de la Transfiguración del Señor en el Tabor, asistió angustiado al sufrimiento de Jesús en Getsemaní, y en el Cenáculo estando con los once a la mesa recibió el mandato del Resucitado de ir por todo el mundo proclamando la buena noticia a toda la humanidad para ser testigos del Salvador hasta el fin del mundo. A través del Apóstol nos ha llegado una visión de la vida desde la fe, basada en un testimonio histórico concreto donde Jesús es el camino y en él encontramos la verdad que buscamos y la vida que deseamos.

2.- Esta experiencia de fe le lleva a escribir a san Pablo: «Creí por eso hablé, sabiendo que quien resucitó al Señor Jesús, también con Jesús nos resucitará y nos hará estar con vosotros. Todo es para vuestro bien». Aquí radica la innovación y la originalidad del discernimiento cristiano.

La inserción de Dios en la historia, la unión del Verbo divino con la condición humana, la redención y el comienzo de una nueva era, la plenitud de la revelación, la nueva visión de Dios y del hombre en su relación con él. Todo eso es una radical novedad, una variación de un orden de magnitud incomparable con cualquier otro. El hombre, única criatura capaz de preguntarse por el mundo, por la realidad o simplemente de hacerse preguntas, desde la orientación cristiana es contemplado de una manera nueva. Creado porque la vida le ha sido dada, es un ser inestimablemente libre que no se basta a sí mismo. Es imagen de Dios y es amado por El para siempre.

3.- Para el hombre la vida es algo que acontece, que se va haciendo instante tras instante, modificando las circunstancias, aprovechando sus posibilidades, intentando superar tos riesgos y las amenazas del mal para colmar las aspiraciones más nobles del corazón humano con la gracia de Dios.

«Nos aprietan por todos los lados, pero no nos aplastan; estamos apurados pero no desesperados; acosados pero no abandonados; nos derriban pero no nos rematan; en toda ocasión y por todas partes llevamos en el cuerpo la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo». En este acontecer dramático en que se entreteje la vida humana con un instante último en el tiempo, mantenemos la esperanza de seguir viviendo después de la muerte corporal y biológica porque ésta no es la extinción de la persona humana. No podemos perder esta perspectiva en el conocimiento, relativamente descuidado, de lo que significa ser persona.

Nuestra fe en la resurrección, contenido estrictamente religioso cristiano, nos lleva a la expectativa de la vida perdurable donde se espera salvar todo lo auténtico y donde todo lo oculto aparecerá, adquiriendo en presencia de Dios un valor incomparable. Si la relación con Dios se limitara a la vida terrenal, la religión misma perdería su sentido. La vida perdurable es lo más importante, justificación de todo lo demás, orientado hacia esa esperanza. Nuestra atención se ha concentrado en esta vida y sus afanes, y la vida eterna ha quedado relegada a una calidad bastante inerte.

Sin embargo de nuestro interior surge la conciencia de estar llamados a ser no algo sino alguien, esperando al término de nuestra peregrinación alcanzar la plenitud de nuestras posibilidades. El amor y la fidelidad de Dios no nos abandonarán a la oscuridad de la falta de sentido, del vacío y de la muelle. «Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor con mucho valor y hacían muchos signos y prodigios en medio del pueblo». Éste es el testimonio que debemos dar también hoy en nuestra civilización, en la que los valores evangélicos son motivo de esperanza.

4.- Hoy es necesario un nuevo impulso apostólico que sea vivido como compromiso cotidiano de las comunidades y de los grupos cristianos. Sin embargo, esto debe hacerse respetando debidamente el camino siempre distinto de cada persona y atendiendo a las diversas culturas a las que ha de llegar el mensaje cristiano, de tal manera que no se nieguen los valores peculiares de cada pueblo, sino que sean purificados y llevados a su plenitud.

Antonio Díaz Tortajada

Santiago aprendió la lección de Jesús

1.- A nuestro santo patrono le llamó el Señor, hijo del trueno… Y nosotros le hemos montado a caballo y le hemos puesto una espada en la mano y le hemos llamado Santiago Matamoros. Título bien poco cristiano, por cierto.

En el evangelio que acabamos de leer, San Mateo, piadosamente, mete en la escena a la madre de Santiago y Juan. San Marcos no se anda con paliativos y pone directamente a los dos apóstoles haciendo uso de influencias para pedir las mejores carteras ministeriales del Reino. Como en otra ocasión, cuando pedían que cayera del cielo sobre la aldea que no quiso recibir al Señor, éste les podía haber dicho “no sabéis de que espíritu sois”

Como a nuestro santo patrono, nos gusta ser protagonistas de grandes cosas. No nos gusta el callado protagonismo de las cosas pequeñas, de cada día. O los primeros puestos o nada.

Cuando el color que más abunda en la vida humana en la vida humana es el gris, siempre nos empeñado nosotros en dividirlo en blanco o negro, sin términos medios y hemos nuestras aquellas palabras: “el que no esté conmigo está contra mi”.

2.- El optimismo cristiano no se funda en el rodar de cabezas de enemigos por el suelo, ni en espadas en alto, ni en grandes manifestaciones esplendorosas de fe, ni en trompetas del juicio final.

Jesús lo puso en otra cosa:

–en la seguridad que el Reino de los Cielos está ya en medio de nosotros.

–en que es una semilla tan fuerte que aunque el sembrador esté dormido, ella va desarrollando el corazón aun de aquellos –hombres y mujeres—que nosotros consideramos fuera del Reino y un día saldrá la espiga.

–que el Reino de los Cielos es tan pequeño como el grano de mostaza, pero que crecerá sin medida.

–que aunque los enemigos son muchos y poderosos el Señor nos ha prometido que el infierno no podrá con la Iglesia.

–que cuando nos consideramos más solos y abandonados tenemos la promesa del Señor de que está con nosotros hasta la consumación de los siglos.

–que, precisamente, como nos ha dicho san Pablo, cuando la vasija es más despreciable y frágil en que llevamos la fe, más se manifiesta que esa fe no depende de nosotros sino sólo de Dios.

3.- Santiago, fogoso y violento, al fin aprendió la lección de su Señor, de que en el fracaso de la muerte, precisamente siendo vencido, estaba el triunfo de Dios y su propio triunfo. Seamos triunfalistas en el sano sentido de la palabra, sabiendo que nuestro poder esta en nuestra humilde fe, y no en el dominar de los demás, sino en el pasar por este mundo sirviendo a los demás haciendo el bien a los demás.

4.- Santiago, quieras que no, es patrón de España, de toda España. No hace mucho tiempo nos daban la noticia de que un porcentaje de españoles se sentían más europeos que españoles. Si somos cristianos nos deberíamos sentir ciudadanos del mundo porque todos somos hijos de un mismo Padre Dios.

Y sin embargo ese mismo Jesús que nos hizo a Dios Padre sentía amor a su patria, se sentía judío y por eso lloró profetizando la destrucción de tan hermosa ciudad y de su templo. Hoy alguno le llamaría despectivamente “patriota”

Pues la verdad es que yo me siento patriota como el Señor. Por mis venas corre toda España. Madrileño desde las abuelas, gallego por un abuelo, vasco por el otro abuelo, valenciano por una bisabuela. Y unido a una muy estrecha amistad con toda clase de personas, especialmente andaluces y catalanes. Y no me remonto a Europa, porque hasta donde sé, una tatarabuela, o algo así, fue una señorita de vida alegre de Paris. Y dejémoslo ahí…

José Maria Maruri, SJ

Donde hay experiencia de cielo, hay felicidad

1.- Celebramos, en medio de una situación un tanto delicada en nuestra nación, la Solemnidad de Santiago Apóstol. Digo delicada porque expresar “Patrón de España” tiene una serie de connotaciones que, tal vez a alguno, le pueda herir en su sensibilidad o, incluso, otros puedan pensar que este título ya no tiene sentido o que responde a épocas pasadas.

Pero, la figura de Santiago Apóstol, va mucho más allá de los esquemas –a veces simples e interesados- que podemos tener sobre este día. El gran calado de esta fiesta es el tesoro que nos trajo en sus manos: Jesucristo

El sentido, primero y último de esta efemérides, es el homenaje a una persona que fue grande porque enorme fue su empeño por llevar el Evangelio hasta los últimos confines de la tierra, hasta el final de la tierra. Hasta lo que hoy seguimos conociendo como España.

Su presencia, su historia, su huella ha ido entretejiendo “haciendo de patrón” a la hora de entender el arte, la familia, las relaciones entre las personas, el trabajo, el amor, la encrucijada de caminos, los pueblos, la poesía, la música o la misma iglesia. Su Patronazgo es en definitiva un esquema por el que, durante siglos, nuestra tierra ha intentado asemejarse y vivir con lo que fue decisivo en Santiago: CRISTO.

Santiago, y así nos lo demuestra el sentimiento de miles y miles de peregrinos, es experiencia de Dios. Cuando uno se adentra en el Apóstol de Cristo, llega a entender que cuanto más cerca se está y se vive de Dios, más feliz se es. Cuando uno abre las páginas y la historia de este hijo de los Zebedeos (pretencioso y vanidoso a la vez) llega a concluir que el mejor camino que uno puede escoger para ser feliz, es Cristo.

2.- Es fácil identificarnos con este hombre que pasa del trabajo en el lago, de un trabajo infructuoso y de esa noche deprimente, al trabajo en la orilla, reparando las redes; de la decepción por no tener pescado alguno para la venta, a la escucha de palabras que hacían arder su corazón; de ser un curioso observador de la aventura de Pedro, de adentrarse inútilmente al lago, para lanzar nuevamente las redes precisamente donde no se hallaban los cardúmenes, a colaborar con todas sus fuerzas en sacar tal cantidad de peces, que las redes amenazaban romperse

Al recordar al Apóstol en su primer encuentro con Jesús, no podemos dejar de identificarnos con él y de pedirle: Santiago apóstol, mira a los habitantes de esta tierra, que pasan por alegrías y por pesares, por agotadores jornadas y por decepciones, por rivalidades y por esperanzas, por incertidumbres y nubarrones ideológicos y mueve sus corazones a sentir una profunda admiración por Jesucristo, a escuchar sus palabras de vida eterna, también en medio de las labores cotidianas, a creer en su palabra y en sus peticiones, a remar mar adentro en este milenio, a echar con confianza y audacia las redes de la evangelización misionera, a colaborar con el fruto de sus obras milagrosas, y enséñanos a creer en Él y a seguirlo, dejando lo que sea, para ser más fieles a El.

3.- ¿Qué experiencia nos transmite para ello el apóstol Santiago en su fiesta? En un momento de gloria en el Tabor (donde estaba presente Santiago) se abrieron las ventanas del corazón para mirar a lo alto y compartir la conversación del cielo. Es cierto, nunca seremos muy felices si nuestra convivencia no abre su espacio a la presencia de quien nos promete la felicidad y la paz, de Nuestro Señor. Por otra parte, ¡cuánto gozo experimentamos cada vez que escuchamos la voz del Padre, que nos presenta a quienes encontramos en la calle, en la casa o en el trabajo, recordándonos: estos son mis hijos muy amados, tratadlos conforme a su dignidad, escuchadlos!

Y, entonces, en esta festividad de Santiago nos acordamos de la familia (no dignamente valorada), de la clase de religión (no dignamente situada), de la iglesia (no respetuosamente tratada) o, incluso, de esta tierra donde vivimos que, lejos de buscar signos de unidad, de concordia o de convergencia, corre el serio peligro de deslizarse hacia un viaje con incierto final y de difícil retorno.

¿Santiago Patrón de España? Ojala, que además de Patrón, sea un buen sastre que nos ayude a remendar y arreglar tantas prendas rotas y tanto descosido suelto.

ORACIÓN A SANTIAGO APÓSTOL

Tú que fuiste hombre, de carácter y ambicioso,
ayúdanos a ser fuertes en la fe y en ambicionar los bienes del cielo
Tú, el primero en derramar la sangre por Cristo,
ayúdanos con más radicalidad, a volcarnos por el Evangelio
Tú, predilecto del Señor,
enséñanos a vivir unidos a Jesús.
Tu, que valientemente te acercaste hasta España,
empújanos para llevar el mensaje de salvación
a todos los rincones de nuestra patria.
Tú, que en el camino hacia el corazón de los hombres,
encontraste la ayuda prodigiosa de Santa María,
que sea Ella, también, el pilar para fortalecer nuestra fe.
Tú, que te aventuraste a sembrar en el final de la tierra,
haz que no tengamos miedo
para seguir siendo portadores y anunciadores de Cristo.
Tú que dejaste caer la semilla en el surco de nuestra tierra
sé nuestro patrón para desarrollar y dejar
la huella de Jesús en los hombres y mujeres de nuestro tiempo.
Tú, que en el Campo de las Estrellas de Galicia
sigues brillando con singular fuerza,
ayúdanos a brillar por la fuerza de nuestras palabras
por el testimonio de nuestras obras
y por la grandeza de nuestra fe.
Tú, que bebiste el trago amargo del cáliz del Señor,
levántanos cuando, en el afán evangelizador,
nos asolen las pruebas o pesen las cruces.
Tú, que eres punto final de un camino;
conviértenos en puentes entre Dios y los hombres
en estrellas que iluminen la noche oscura
en senderos que lleven al encuentro con Jesús
en posadas donde los corazones descansen
en horizonte de un mañana mejor
En palabra oportuna frente al desaliento y la desesperanza.
Y, si en los atajos inciertos y traicioneros de la vida,
nos perdemos, confundimos o nos aturdimos
cógenos con tu mano y, con el Espíritu,
e intercede para que volvamos a la amistad con Jesucristo.
Amén.

Eucaristía y crisis económica

Todos los cristianos lo sabemos. La eucaristía dominical se puede convertir fácilmente en un «refugio religioso» que nos protege de la vida conflictiva en la que nos movemos a lo largo de la semana. Es tentador ir a misa para compartir una experiencia religiosa que nos permite descansar de los problemas, tensiones y malas noticias que nos presionan por todas partes.

A veces somos sensibles a lo que afecta a la dignidad de la celebración, pero nos preocupa menos olvidarnos de las exigencias que entraña celebrar la cena del Señor. Nos molesta que un sacerdote no se atenga estrictamente a la normativa ritual, pero podemos seguir celebrando rutinariamente la misa sin escuchar las llamadas del evangelio.

El riesgo siempre es el mismo: comulgar con Cristo en lo íntimo del corazón sin preocuparnos de comulgar con los hermanos que sufren. Compartir el pan de la eucaristía e ignorar el hambre de millones de hermanos privados de pan, de justicia y de futuro.

En los próximos años se van a ir agravando los efectos de la crisis mucho más de lo que nos temíamos. La cascada de medidas que se nos dictan de manera inapelable e implacable irá haciendo crecer entre nosotros una desigualdad injusta. Iremos viendo cómo personas de nuestro entorno más o menos cercano se van empobreciendo hasta quedar a merced de un futuro incierto e imprevisible.

Conoceremos de cerca inmigrantes privados de asistencia sanitaria, enfermos sin saber cómo resolver sus problemas de salud o medicación, familias obligadas a vivir de la caridad, personas amenazadas por el desahucio, gente desasistida, jóvenes sin un futuro nada claro… No lo podremos evitar. O endurecemos nuestros hábitos egoístas de siempre o nos hacemos más solidarios.

La celebración de la eucaristía en medio de esta sociedad en crisis puede ser un lugar de concienciación. Necesitamos liberarnos de una cultura individualista que nos ha acostumbrado a vivir pensando solo en nuestros propios intereses, para aprender sencillamente a ser más humanos. Toda la eucaristía está orientada a crear fraternidad.

No es normal escuchar todos los domingos a lo largo del año el evangelio de Jesús sin reaccionar ante sus llamadas. No podemos pedir al Padre «el pan nuestro de cada día» sin pensar en aquellos que tienen dificultades para obtenerlo. No podemos comulgar con Jesús sin hacernos más generosos y solidarios. No podemos darnos la paz unos a otros sin estar dispuestos a tender una mano a quienes están más solos e indefensos ante la crisis.

José Antonio Pagola

Comentario al evangelio – Sábado XVI de Tiempo Ordinario

Terminamos la semana escuchando otra de las llamadas parábolas del Reino que el evangelista Mateo ofrece agrupadas. En los próximos días, fortalecidos ya por la celebración del domingo, se nos proclamarán más.

Nos encontramos hoy ante el trigo y la cizaña, que crecen mezclados en el campo; en un campo en el que los enemigos del Reino han ido haciendo también su trabajo. Muchos de nosotros pertenecemos a generaciones educadas en la contemplación de la misericordia de Dios, en la conciencia de su deseo de salvar a todos y de su infinita paciencia. Corremos el peligro (y a veces hemos caído en él) de minusvalorar la fuerza del mal, del que está sembrado en el campo del mundo y del que anida dentro de cada uno de nosotros. Con frecuencia, con el paso de los años, hemos ido poniendo palabra a esta experiencia: el mal existe; el mal tiene fuerza; el mal pelea dentro de cada uno de nosotros, a veces incluso con procedimientos muy sibilinos; el Reino tiene enemigos, y nosotros a veces bailamos a su ritmo.

Por eso la parábola suena tan bien y nos invita gozosa y confiadamente a la esperanza. La fe nos invita a ser lúcidos, a vivir en sencillez, pero también en astucia, a calcular bien el peso, la medida y el coste de la torre antes de edificarla. Hay cizaña; y de vez en cuando colaboramos con ella. No caigamos en ingenuidades que Dios no desea.

Pro al tiempo se nos ofrecen mil ayudas para que el trigo termine con la cizaña en nosotros, para que el bien venza claramente la batalla al mal, para que el Reino pueda seguir abriéndose camino con nuestra ayuda.

Hoy es sábado. María de Nazaret camina con nosotros todos los días del año, pero hoy podemos invocarla de modo especial, unidos a los millones de creyentes que lo hacen: María, madre y hermana, ayúdanos a dar buen fruto, a acoger mejor la Palabra, a proclamar con nuevo entusiasmo que viviremos como quiere el Señor. Santa María, ruega por nosotros.

¡Buen fin de semana, hermanos! ¡Que el Señor os conceda un buen domingo!