Vísperas – Miércoles XVII de Tiempo Ordinario

VÍSPERAS

MIÉRCOLES XVII DE TIEMPO ORDINARIO

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Amo, Señor, tus sendas, y me es suave la carga
(la llevaron tus hombros) que en mis hombros pusiste;
pero a veces encuentro que la jornada es larga,
que el cielo ante mis ojos de tinieblas se viste.

que el agua del camino es amarga…, es amarga,
que se enfría este ardiente corazón que me diste;
y una sombría y honda desolación me embarga,
y siento el alma triste hasta la muerte triste…

El espíritu débil y la carne cobarde,
lo mismo que el cansado labriego, por la tarde,
de la dura fatiga quisiera reposar…

Mas entonces me miras…, y se llena de estrellas,
Señor, la oscura noche; y detrás de tus huellas,
con la cruz que llevaste, me es dulce caminar.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Amén.

SALMO 26: CONFIANZA ANTE EL PELIGRO

Ant. El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?+

El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
+ El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar?

Cuando me asaltan los malvados
para devorar mi carne,
ellos, enemigos y adversarios,
tropiezan y caen.

Si un ejército acampa contra mí,
mi corazón no tiembla;
si me declaran la guerra,
me siento tranquilo.

Una cosa pido al Señor,
eso buscaré:
habitar en la casa del Señor
por los días de mi vida;
gozar de la dulzura del Señor,
contemplando su templo.

Él me protegerá en su tienda
el día del peligro;
me esconderá en lo escondido de su morada,
me alzará sobre la roca;

y así levantaré la cabeza
sobre el enemigo que me cerca;
en su tienda ofreceré
sacrificios de aclamación:
cantaré y tocaré para el Señor.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?

SALMO 26: CONFIANZA ANTE EL PELIGRO

Ant. Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro.

Escúchame, Señor, que te llamo;
ten piedad, respóndeme.

Oigo en mi corazón: «Buscad mi rostro.»
Tu rostro buscaré, Señor,
no me escondas tu rostro.

No rechaces con ira a tu siervo,
que tú eres mi auxilio;
no me deseches, no me abandones,
Dios de mi salvación.

Si mi padre y mi madre me abandonan,
el Señor me recogerá.

Señor, enséñame tu camino,
guíame por la senda llana,
porque tengo enemigos.

No me entregues a la saña de mi adversario,
porque se levantan contra mí testigos falsos,
que respiran violencia.

Espero gozar de la dicha del Señor
en el país de la vida.

Espera en el Señor, sé valiente,
ten ánimo, espera en el Señor.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro.

CÁNTICO de COLOSENSES: HIMNO A CRISTO, PRIMOGÉNITO DE TODA CRIATURA

Ant. Él es el primogénito de toda criatura, es el primero en todo.

Damos gracias a Dios Padre,
que nos ha hecho capaces de compartir
la herencia del pueblo santo en la luz.

Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas,
y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido,
por cuya sangre hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.

Él es imagen de Dios invisible,
primogénito de toda criatura;
porque por medio de él
fueron creadas todas las cosas:
celestes y terrestres, visibles e invisibles,
Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades;
todo fue creado por él y para él.

Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él.
Él es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia.
Él es el principio, el primogénito de entre los muertos,
y así es el primero en todo.

Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud.
Y por él quiso reconciliar consigo todos los seres:
los del cielo y los de la tierra,
haciendo la paz por la sangre de su cruz.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Él es el primogénito de toda criatura, es el primero en todo.

LECTURA: St 1, 22.25

Llevad a la práctica la ley y no os limitéis a escucharla, engañándoos a vosotros mismos. El que se concentra en la ley perfecta, la de la libertad, y es constante, no para oír y olvidarse, sino para ponerla por obra, éste será dichoso al practicarla.

RESPONSORIO BREVE

R/ Sálvame, Señor,  y ten misericordia de mí.
V/ Sálvame, Señor,  y ten misericordia de mí.

R/ No arrebates mi alma con los pecadores.
V/ Y ten misericordia de mí.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Sálvame, Señor,  y ten misericordia de mí.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. El Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo.

PRECES

Que en todo sea glorificado el nombre del Señor, que atiende a su pueblo elegido con infinito amor. A él suba nuestra oración:

Muestra, Señor, tu caridad.

Acuérdate, Señor, de tu Iglesia:
— guárdala de todo mal y haz que crezca en tu amor.

Que todos los pueblos, Señor, te reconozcan como el único Dios verdadero,
— y a Jesucristo como el Salvador que tú has enviado.

A nuestros parientes y bienhechores concédeles tus bienes,
— y que tu bondad les dé la vida eterna.

Te pedimos, Señor, por los trabajadores que sufren:
— alivia sus dificultades y haz que todos los hombres reconozcan su dignidad.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

En tu misericordia, acoge a los que hoy han muerto
— y dales posesión de tu reino.

Terminemos nuestra oración con la plegaria que nos enseñó el Señor:
Padre nuestro…

ORACION

Señor, Dios salvador nuestro, danos tu ayuda, para que siempre deseemos las obras de la luz y realicemos la verdad: así los que de ti hemos nacido como hijos de la luz seremos tus testigos ante los hombres. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

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Lectio Divina – Miércoles XVII de Tiempo Ordinario

1.- Introducción.

Señor, estas pequeñas parábolas siempre me han entusiasmado. Me han dado la clave para entender el evangelio. Es muy arriesgado vender nada sin antes haber encontrado el tesoro. Y encontrar el tesoro es encontrar la ilusión, la alegría, las ganas de trabajar, las ganas de vivir. Yo no puedo entender el cristianismo como un peso, una obligación o una ascética. Quiero vivirlo como una “mística”, como una atracción, como una seducción.

2.- Lectura reposada del evangelio: Mateo 13, 44-46

En aquel tiempo dijo Jesús a la gente: El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra, lo vuelve a esconder, y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo. El Reino de los Cielos se parece también a un comerciante en perlas finas, que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra.

3.- Qué dice el texto.

Meditación-reflexión

No es fácil, ni tiene aliciente para nosotros, salir a buscar tesoros materiales escondidos en alguna parte del mundo. Pero todos somos testigos de haber encontrado personas que han sido y son “verdaderos tesoros”. Una buena familia es un tesoro; un buen amigo es un tesoro; una pareja de enamorados es un tesoro; un matrimonio ilusionado es un tesoro. Estas personas nos ayudan a crecer, a ver la vida de otra manera, a saber disfrutar de esta vida. Y, como cristiano, me pregunto. ¿Ha sido Jesucristo para mí un verdadero tesoro?  ¿Lo es hoy día? Jesucristo, ¿me ha ayudado a cambiar? ¿He pasado horas felices con Él? El evangelio dice que, una vez descubierto el tesoro, por el gozo que siente, vende todo. Mi pertenencia a Jesús, ¿está motivada por el gozo? ¿Me siento feliz por la alegría de haberle conocido? ¿Me cuesta vender mi dinero, mi comodidad, mi prestigio, mi instalación? ¿De verdad que le creo a Jesucristo capaz de hacerme plenamente feliz? O, de otra manera, ¿Qué pasaría en mi vida si me quitaran a Jesucristo? ¿Sería un verdadero trauma? ¿O seguiría mi vida sin más?

Palabra del Papa

Es importante que se creen en la Iglesia las condiciones favorables para que puedan aflorar tantos «sí», en respuesta generosa a la llamada del amor de Dios. Será tarea de la pastoral vocacional ofrecer puntos de orientación para un camino fructífero. Un elemento central debe ser el amor a la Palabra de Dios, a través de una creciente familiaridad con la Sagrada Escritura y una oración personal y comunitaria atenta y constante, para ser capaces de sentir la llamada divina en medio de tantas voces que llenan la vida diaria. Pero, sobre todo, que la Eucaristía sea el «centro vital» de todo camino vocacional: es aquí donde el amor de Dios nos toca en el sacrificio de Cristo, expresión perfecta del amor, y es aquí donde aprendemos una y otra vez a vivir la “gran medida” del amor de Dios. Palabra, oración y Eucaristía son el tesoro precioso para comprender la belleza de una vida totalmente gastada por el Reino. Benedicto XVI, 13 de febrero de 2012.

4.- Qué me dice hoy a mí este texto ya meditado. (Silencio)

5.- Propósito. Hoy voy a estar contento pensando en que Jesús es mi amigo, me quiere y se fía de mí.

6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.

Señor-Jesús, te quiero agradecer estas parábolas que son auténticas perlas que me llevan a descubrir mis motivaciones más profundas a la hora de decirte que sí. Creo que soy sincero al decirte que, a pesar de mis muchas limitaciones y pecados, he podido mantener a lo largo de mi ya larga vida, un amor apasionado a tu persona. He sido muy feliz contigo y, cuando me he apartado de ti, me he sentido muy triste y solo; la vida se me hacía insoportable. Gracias, Señor. Porque he experimentado una bonita manera de decirte que sí: el no poder ya decirte que no.  

Comentario – Miércoles XVII de Tiempo Ordinario

(Mt 13, 44-46)

Al igual que el domingo anterior, año A, se nos ofrecen dos pequeñas parábolas unidas: la del tesoro y la de la perla fina. Parecen iguales, y a simple vista el mensaje de las dos es el mismo, pero en realidad no es así, porque cada una muestra un aspecto diferente de nuestra relación con Dios.

Miremos con atención. Se está hablando del Reino de Dios, que en realidad es Dios mismo reinando con su presencia en este mundo.

La primera parábola dice que Dios es como algo muy valioso que nosotros podemos encontrar. Haberlo encontrado a él, por pura gracia, porque él se dejó encontrar, es hallar un tesoro; y si verdaderamente lo hemos encontrado, eso nos llena de gozo, y nos damos cuenta que vale la pena entregarlo todo por ese tesoro. Está escondido, pero escondido en medio de las cosas de nuestra vida. Parece oculto, pero está a mano.

La segunda parábola, en cambio, dice que Dios es como un comerciante. Él no es la perla fina, sino un comerciante que anda buscando perlas finas. Pero ¿cuáles son las perlas finas? Evidentemente somos nosotros, que para sus ojos de Padre tenemos un inmenso valor. Por eso nos busca.

Nos queda otra pregunta. ¿Qué es lo que él puede vender para comprarnos? La respuesta está en varios textos de la Biblia que lo expresan con claridad (Hch 20,28; 1Cor 6, 20; 1Pedro 1, 18-19). El Padre Dios nos ha comprado con un alto precio, la sangre preciosa de su propio Hijo. Y eso debe hacernos descubrir que no podemos vendernos a cualquier cosa.

Vemos entonces que las dos parábolas unidas nos invitan a dos actitudes diferentes: por una parte, a reconocer a Dios como el mayor tesoro y a amarlo con gozo y con todo el ser, y por otra parte, a dejarnos amar por él, a dejarnos encontrar, a experimentar con gozo su mirada de amor que nos valora tanto, que entregó a su propio Hijo amado por nosotros.

Oración:

«Padre Dios, ayúdame a sacar mis ojos de las cosas que me absorben y dominan, para que pueda reconocerte a ti como el mayor tesoro; y enséñame a reconocer el valor que tiene mi vida, mirada y valorada con tanto amor».

 

VÍCTOR M. FERNÁNDEZ
El Evangelio de cada día

¿Qué me quiere decir hoy Jesús?

En la sinagoga de Cafarnaún – Juan 6, 24-35

En aquel Tiempo, cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban alli, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron: -Maestro, ¿cuándo has venido aquí? Jesús les contestó: -Os lo aseguro: me buscáis no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura, dando vida eterna; el que os dará el Hijo del hombre, pues a éste lo ha señalado el padre Dios. Ellos le preguntaron: -¿Cómo podremos ocuparnos en los trabajos que Dios quiere? Respondió Jesús: – Este es el trabajo que Dios quiere: que creáis en el que él ha enviado. Ellos le replicaron: -¿Y que signo vemos que haces tú para que creamos en ti? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: «Les dio a comer pan del cielo». Jesús les replicó: – Os lo aseguro que no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre quien os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo. Entonces le dijeron: – Señor, danos siempre de ese pan. Jesús les contestó: Yo soy el pan de vida. El que viene a mi no pasará hambre, y el que cree en mí no pasará nunca sed.

Explicación

Después de la multiplicación de los panes, la gente al día siguiente se puso a buscar a Jesús y no lo encontraron y atravesaron el lago. Al verlo a la otra orilla, le preguntaron como había llegado allí. Pero Jesús se puso a decirles que se preocupasen más por el pan que baja del cielo. Ellos se creían que hablaba del maná, pero Jesús les aclaró que el se refería a él mismo y dijo: «Yo soy el pan vivo que ha descendido del cielo».

Evangelio dialogado

Te ofrecemos una versión del Evangelio del domingo en forma de diálogo, que puede utilizarse para una lectura dramatizada.

DECIMOOCTAVO DOMINGO ORDINARIO – CICLO “B” – (JUAN 6, 24-35)

NARRADOR: En aquel tiempo, cuando la multitud se dio cuenta de que Jesús y sus discípulos no estaban allí, subieron a las barcas y fueron a Cafarnaúm en busca de Jesús.
Al encontrarlo en la otra orilla, le preguntaron:

NIÑO 1: «Maestro, te estábamos buscando, ¿cuándo llegaste?».

JESÚS: Os lo aseguro, no me buscabais a mí por los signos que habéis visto, sino porque comisteis pan hasta saciaros.

NIÑO 2: Maestro ¿crees que somos egoístas?

JESÚS: Trabajad, no por el alimento que caduca, sino por el alimento que dura para siempre, el que da vida eterna; ese es el que dará el Hijo del Hombre; pues a éste lo ha sellado el Padre, Dios.

NIÑOS: ¿Cómo podremos ocuparnos de los trabajos que Dios quiere?

JESÚS: Este es el trabajo que Dios quiere: que creáis en el que él ha enviado?

NIÑO 1: ¿Y qué signos vemos que haces tú, para que creamos en ti?

JESÚS: ¡Qué poca confianza tenéis en mí y en mi Padre!

NIÑO 2: Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: “Les dio de comer el pan del cielo”.

JESÚS: Os aseguro que no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre quien os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da la vida al mundo.

NIÑOS: Señor, queremos que nos des siempre de ese pan.

JESÚS: Yo soy el verdadero pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí no pasará nunca sed.

Fr. Emilio Díez Ordóñez y Fr. Javier Espinosa Fernández

Comentario al evangelio – Miércoles XVII de Tiempo Ordinario

Las parábolas del evangelio de este día, el tesoro escondido y la perla fina, ponen en evidencia el valor absoluto del Reino de Dios anunciado por Jesús, por el cual vale la pena venderlo todo. Esta fue la experiencia que tuvo Jesús cuando descubrió la gratuidad y belleza del Reino de su Padre, por eso afirmó: ¡Donde esté tu tesoro estará tu corazón! Y es que el Reino de Dios exige una completa dedicación a su causa.

Este Reino no es cualquier cosa, es alguien, es haber encontrado la persona de Jesús en el campo de la vida. Y es tanta la alegría que nos produce el horizonte de sentido que le abre a nuestra existencia ese encuentro con él, que dejamos todo lo que considerábamos importante hasta ese momento. De este modo le damos lugar a la novedad de lo que hemos encontrado, no porque haya que pagar nada por lo que hemos encontrado. Al contrario, es su absoluta gratuidad la que nos lleva a querer venderlo todo para tener espacio donde recibirlo.

Por otra parte, la parábola nos presenta la radicalidad en la elección por el Reino de Dios. El Reino se convierte en el único valor absoluto para quien recibe el don de descubrirlo; es la mayor riqueza para el seguidor de Jesús. A los que han sido afortunados con su hallazgo les queda una tarea para toda la vida, la de ir subordinando (vende todo lo que tiene, señala Jesús) todo a causa del Reino.

Pidamos al Señor que nos dé la gracia que nuestra vida sea unificada entorno al Reino de Dios. Que estemos atentos a no dejarnos seducir por las cosas vanas de este mundo como el poder, el prestigio, el placer. Ayúdanos Señor ha descubrir cada día la novedad de tu llamada, que como tus discípulos podamos experimentar que nos miras a nuestros ojos y nos dices: «¡Sígueme!».

Edgardo Guzmán, cmf

Meditación – Miércoles XVII de Tiempo Ordinario

Hoy es miércoles XVII de Tiempo Ordinario.

La lectura de hoy es del evangelio de Mateo (Mt 13,44-46):

En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente: «El Reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo que, al encontrarlo un hombre, vuelve a esconderlo y, por la alegría que le da, va, vende todo lo que tiene y compra el campo aquel.

»También es semejante el Reino de los Cielos a un mercader que anda buscando perlas finas, y que, al encontrar una perla de gran valor, va, vende todo lo que tiene y la compra».

Hoy escuchamos de Jesús —por enésima vez— que el Reino de los Cielos «es semejante a…». En efecto, Dios y su Reino son realidades muy ricas, muy grandes y, para aproximarnos a ellas con palabras humanas, Jesucristo se sirve de un amplio abanico de comparaciones. Sólo aceptando todo el conjunto de comparaciones podemos acercarnos al mensaje de Cristo.

La «soberanía de Dios» es una realidad «misteriosa». Se presenta discretamente (como la «levadura») ante la historia, pero es determinante y de gran valor: vale la pena dejarlo todo por este Reino. Es el tesoro enterrado en el campo: quien lo encuentra lo vuelve a enterrar y vende todo lo que tiene para poder comprar el campo, y así quedarse con el tesoro. Una parábola paralela es la de la perla preciosa: quien la encuentra también vende todo para hacerse con ese bien, que vale más que todos los demás.

—Señor, Rey mío, ayúdame a desprenderme de «cosas» para dar espacio a tu soberanía.

REDACCIÓN evangeli.net

Liturgia – Miércoles XVII de Tiempo Ordinario

MIÉRCOLES DE LA XVII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO, feria

Misa de la feria (verde)

Misal: Cualquier formulario permitido, Prefacio común.

Leccionario: Vol. III-impar

  • Éx 34, 29-35. Vieron a Moisés la piel de la cara y no se atrevieron a acercarse a él.
  • Sal 98. ¡Santo eres, Señor, nuestro Dios!
  • Mt 13, 44-46.Vende todo lo que tienes y compra el campo.

Antífona de entrada          Sal 53, 6. 8
Dios es mi auxilio, el Señor sostiene mi vida. Te ofreceré un sacrificio voluntario dando gracias a tu nombre, que es bueno.

Monición de entrada y acto penitencial
Hermanos, comencemos, la celebración de la Eucaristía, en la que Cristo se hará presente con la por medio de su palabra y de su Cuerpo y de su Sangre, recogiéndonos en unos momentos de silencio, reconociendo ante Él nuestra debilidad y pecado, y pidiéndole su gracia salvadora.

• Tú que eres la luz que brilla en la tiniebla. Señor, ten piedad.
• Tú que eres la luz que alumbra a todo hombre. Cristo, ten piedad.
• Tú que eres la luz que da la vida al mundo. Señor, ten piedad

Oración colecta
O
H, Dios,
tu providencia nunca se equivoca en sus designios;
te suplicamos con insistencia
que apartes de nosotros todo mal
y nos concedas todo lo que nos sea conveniente.
Por nuestro Señor Jesucristo.

Oración de los fieles
Oremos confiadamente, hermanos, a Dios Padre, rogándole que el mundo conozca el valor de la perla del Evangelio.

1.- Por la Iglesia; para que sea siempre un signo transparente de la Buena Noticia de Dios. Roguemos al Señor.

2.- Por las vocaciones sacerdotales; para que los jóvenes se dispongan a arriesgar su vida en la construcción del Reino de Dios. Roguemos al Señor.

3.- Por todos los que, en cualquier lugar del mundo, trabajan al servicio de la justicia y la igualdad entre los hombres; para que sus esfuerzos sean eficaces, y den fruto para el bien de todos. Roguemos al Señor.

4.- Por los enfermos de nuestras familias y de nuestra comunidad; para que experimenten la fortaleza y el gozo del Espíritu. Roguemos al Señor.

5.- Por todos nosotros; para que sepamos perdonar como Dios mismo nos perdona. Roguemos al Señor.

Escucha, Dios de bondad, las peticiones de tu pueblo, y concédenos mentalizarnos de que merece la pena dejarlo todo por encontrar el tesoro del reino que nos tienes preparado. Por Jesucristo nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
OH, Dios, que has llevado a la perfección del sacrificio único
los diferentes sacrificios de la ley antigua,
recibe la ofrenda de tus fieles siervos
y santifica estos dones como bendijiste los de Abel,
para que la oblación que ofrece cada uno de nosotros
en alabanza de tu gloria,
beneficie a la salvación de todos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona de comunión          Sal 110, 4-5
Ha hecho maravillas memorables, el Señor es piadoso y clemente. Él da alimento a los que lo temen.

Oración después de la comunión
GUÍANOS, Señor, con tu Espíritu,
a los que alimentas con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo,
para que, alabándote no solo de palabra y con los labios,
sino con las obras y el corazón,
merezcamos entrar en el reino de los cielos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Laudes – Miércoles XVII de Tiempo Ordinario

LAUDES

MIÉRCOLES XVII DE TIEMPO ORDINARIO

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Señor, ábreme los labios.
R/. Y mi boca proclamará tu alabanza

INVITATORIO

Se reza el invitatorio cuando laudes es la primera oración del día.

Ant. Venid, adoremos al Señor, fuente de la sabiduría

SALMO 23: ENTRADA SOLEMNE DE DIOS EN SU TEMPLO

Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos.

— ¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?

— El hombre de manos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso.
Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.

— Éste es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob.

¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.

— ¿Quién es ese Rey de la gloria?
— El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra.

¡Portones!, alzad los dinteles,
que se alcen las antiguas compuertas:
va a entrar el Rey de la gloria.

— ¿Quién es ese Rey de la gloria?
— El Señor, Dios de los ejércitos.
Él es el Rey de la gloria.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

HIMNO

Buenos días, Señor, a ti el primero
encuentra la mirada
del corazón, apenas nace el día:
tú eres la luz y el sol de mi jornada.

Buenos días, Señor, contigo quiero
andar por la vereda:
tú, mi camino, mi verdad, mi vida;
tú, la esperanza firme que me queda.

Buenos días, Señor, a ti te busco,
levanto a ti las manos
y el corazón, al despertar la aurora:
quiero encontrarte siempre en mis hermanos.

Buenos días, Señor resucitado,
que traes la alegría
al corazón que va por tus caminos,
¡vencedor de tu muerte y de la mía!

Gloria al Padre de todos, gloria al Hijo,
y al Espíritu Santo;
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos te alabe nuestro canto. Amén.

SALMO 35: DEPRAVACIÓN DEL MALVADO Y BONDAD DE DIOS

Ant. Tu luz, Señor, nos hace ver la luz

El malvado escucha en su interior
un oráculo del pecado:
«No tengo miedo a Dios,
ni en su presencia».
Porque se hace la ilusión de que su culpa
no será descubierta ni aborrecida.

Las palabras de su boca son maldad y traición,
renuncia a ser sensato y a obrar bien;
acostado medita el crimen,
se obstina en el mal camino,
no rechaza la maldad.

Señor, tu misericordia llega al cielo,
tu fidelidad hasta las nubes;
tu justicia hasta las altas cordilleras,
tus sentencias son como el océano inmenso.

Tú socorres a hombres y animales;
¡qué inapreciable es tu misericordia, oh Dios!,
los humanos se acogen a la sombra de tus alas;

se nutren de lo sabroso de tu casa,
les das a beber del torrente de tus delicias,
porque en ti está la fuente viva,
y tu luz nos hace ver la luz.

Prolonga tu misericordia con los que te reconocen,
tu justicia con los rectos de corazón;
que no me pisotee el pie del soberbio,
que no me eche fuera la mano del malvado.

Han fracasado los malhechores;
derribados no se pueden levantar.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Tu luz, Señor, nos hace ver la luz

CÁNTICO de JUDIT: DIOS, CREADOR DEL MUNDO Y PROTECTOR DE SU PUEBLO

Ant. Señor, tú eres grande, tu fuerza es invencible.

¡Alabad a mi Dios con tambores,
elevad cantos al Señor con cítaras,
ofrecedle los acordes de un salmo de alabanza,
ensalzad e invocad su nombre!
Porque el Señor es un Dios quebrantador de guerras,
su nombre es el Señor.

Cantaré a mi Dios un cántico nuevo:
Señor, tú eres grande y glorioso,
admirable en tu fuerza, invencible.

Que te sirva toda la creación,
porque tú lo mandaste y existió;
enviaste tu aliento, y la construiste,
nada puede resistir a tu voz.

Sacudirán las olas los cimientos de los montes,
las peñas en tu presencia se derretirán como cera,
pero tú serás propicio a tus fieles.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Señor, tú eres grande, tu fuerza es invencible.

SALMO 46: EL SEÑOR ES REY DE TODAS LAS COSAS

Ant. Aclamad a Dios con gritos de júbilo.

Pueblos todos, batid palmas,
aclamad a Dios con gritos de júbilo;
porque el Señor es sublime y terrible,
emperador de toda la tierra.

Él nos somete los pueblos
y nos sojuzga las naciones;
él nos escogió por heredad suya:
gloria de Jacob, su amado.

Dios asciende entre aclamaciones;
el Señor, al son de trompetas:
tocad para Dios, tocad,
tocad para nuestro Rey, tocad.

Porque Dios es el rey del mundo:
tocad con maestría.
Dios reina sobre las naciones,
Dios se sienta en su trono sagrado.

Los príncipes de los gentiles se reúnen
con el pueblo del Dios de Abrahán;
porque de Dios son los grandes de la tierra,
y él es excelso.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Aclamad a Dios con gritos de júbilo.

LECTURA: Tb 4, 16-17.19-20

No hagas a otro lo que a ti no te agrada. Da tu pan al hambriento y tu ropa al desnudo. Pide consejo al sensato y no desprecies un consejo útil. Bendice al Señor Dios en todo momento, y pídele que allane tus caminos y que te dé éxito en tus empresas y proyectos.

RESPONSORIO BREVE

R/ Inclina, Señor, mi corazón a tus preceptos.
V/ Inclina, Señor, mi corazón a tus preceptos.

R/ Dame vida con tu palabra.
V/ Mi corazón a tus preceptos.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Inclina, Señor, mi corazón a tus preceptos.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Ten misericordia de nosotros, Señor, y recuerda tu santa alianza.

Benedictus. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR. Lc 1, 68-79

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por la boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Ten misericordia de nosotros, Señor, y recuerda tu santa alianza.

PRECES

Demos gracias a Cristo con alabanzas continuas, porque no se desdeña de llamar hermanos a los que santifica con su gracia. Por tanto, supliquémosle:

Santifica a tus hermanos, Señor.

Concédenos, Señor, que con el corazón puro consagremos el principio de este día en honor de tu resurrección,
— y que santifiquemos el día entero con trabajos que sean de tu agrado.

Tú que, para que aumente nuestra alegría y se afiance nuestra salvación, nos das este nuevo día, signo de tu amor,
— renuévanos hoy y siempre para gloria de tu nombre.

Haz que sepamos descubrirte a ti en todos nuestros hermanos,
— sobre todo en los que sufren y en los pobres.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Haz que durante este día estemos en paz con todo el mundo,
— y a nadie devolvamos mal por mal.

Tal como nos enseñó el Señor, terminemos nuestra oración diciendo:
Padre nuestro…

ORACION

Señor, Dios salvador nuestro, danos tu ayuda, para que siempre deseemos las obras de la luz y realicemos la verdad: así los que de ti hemos nacido como hijos de la luz seremos tus testigos ante los hombres. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.