Lectio Divina – Miércoles XVIII de Tiempo Ordinario

1.- Oración Introductoria.

Señor, ayúdame a mirar a las personas en profundidad, por encima de credos, razas, sexo o situación social. Que mi experiencia de tener a un Dios-Padre me lleve a mirar a los hombres y mujeres de este mundo como a mis hermanos y hermanas.

2.- Lectura reposada del evangelio: Mateo 15, 21-28

En aquel tiempo saliendo de Genesaret, Jesús se retiró hacia la región de Tiro y de Sidón. En esto, una mujer cananea, que había salido de aquel territorio, gritaba diciendo: «¡Ten piedad de mí, Señor, ¡hijo de David! Mi hija está malamente endemoniada». Pero Él no le respondió palabra. Sus discípulos, acercándose, le rogaban: «Concédeselo, que viene gritando detrás de nosotros». Respondió Él: «No he sido enviado más que a las ovejas perdidas de la casa de Israel». Ella, no obstante, vino a postrarse ante él y le dijo: «¡Señor, socórreme!» Él respondió: «No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos». «Sí, Señor – repuso ella -, pero también los perritos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos». Entonces Jesús le respondió: «Mujer, grande es tu fe; que te suceda como deseas». Y desde aquel momento quedó curada su hija.

 
3.- Qué dice el texto.

Meditación-reflexión

Aunque en este evangelio hay algunas frases duras de Jesús, propias de los judíos de su tiempo, sin embargo debemos ir a  las actitudes profundas del Señor en este  evangelio:

+ Jesús provocó el encuentro, tomó la iniciativa de salir fuera del territorio de Israel.

+ Jesús dedica tiempo a esta mujer, no tiene prejuicios, ni prisa cuando está con ella, y  actúa con total  libertad, a sabiendas de que se trata de una mujer, y ésta extranjera. 

+ El relato pretende romper con los esquemas estereotipados que algunos cristianos pretendían mantener: judío=creyente y extranjero=pagano.

+ Gracias a que en Jesús la religión no era una programación, sino una vivencia, fue capaz de responder vivencialmente ante situacio­nes nuevas.

+ Su experiencia de Dios, su Padre,  y las circunstancias concretas (en este caso la petición de la cananea) le hicieron ver que sólo puede uno estar con Dios si está con el hombre. También con la mujer.

Palabra del Papa

La fe auténtica, todo lo puede.

Es conmovedor el contemplar la escena que presenta este Evangelio. Aunque más que la presentación de una escena es el retrato de un corazón. Es como una pintura del corazón del Señor. Caminaba Cristo, se encontraba en el tiempo de su vida pública, visitaba gente, se movía de un pueblo a otro. En un traslado más en que su mente se hallaría en el Padre, en la misión, en las almas, llega una mujer que le «interrumpe». Y Él comienza a escucharla gritar. Una persona que había sufrido, una persona que imploraba compasión, una que a muchos seguramente había molestado ya, era una mujer despreciada, pero no vencida: pues no descansaba y no descansaría hasta alcanzar la bendición de Dios para su hija a quien tanto amaba. Hasta tal punto llega el amor de una madre, hasta el punto de olvidar su propia imagen, olvidar el “qué dirán” con tan sólo conseguir aquello que sus hijos necesitan y que sin duda llegaría más lejos si fuese necesario. Y, finalmente, una mujer así conmovió un corazón… ¿Qué puedo aprender de este Evangelio? Tengo tres modelos: tengo a los apóstoles, que aún no comprendían en qué consistía extender tu Reino. Tengo a una mujer cuyo amor el mismo Cristo enalteció. Y tengo tu corazón, Señor, del que nunca alcanzaré a aprenderlo todo, pero el cual puedo imitar también el día de hoy.  (Homilía de S.S. Francisco, 15 de enero de 2016).

4.- Qué me dice hoy a mí este evangelio ya reflexionado. (Guardo silencio).

5.- Propósito. Intentar descubrir que, debajo de cada persona, sea de la condición que sea, hay un corazón, amado por Dios.

6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.

Dios mío, hoy me quedo fascinado por  un Jesús tan sensible, tan abierto a todos, tan dispuesto a ver a las personas en profundidad por encima de dogmas y creencias,  un Jesús al que no le importa lo que diga la gente, lo que digan los fariseos de turno. Un Jesús que admite fe en otras personas que no son del pueblo judío, incluso que llega a sorprenderse de la fe de una mujer extranjera.

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Comentario – Miércoles XVIII de Tiempo Ordinario

(Mt 15, 21-28)

Jesús sigue molestando a los fariseos fanáticos, porque además de querer modificar sus normas, se atreve a entrar en un territorio pagano. Este trato con paganos era considerado como una contaminación.

Jesús pone a prueba la confianza de la mujer cananea, pero se deja vencer por su humilde convicción y la sana. Y no solamente la sana, sino que además elogia a la mujer por su gran fe, porque ella es capaz de ver más allá de las palabras aparentemente indiferentes de Jesús, y expresa una inmensa confianza en su misericordia.

Jesús se deja cautivar por esa confianza y parece como si no pudiera resistirse a los deseos de los que se acercan a él con esa actitud. Es la actitud de los que, por la gracia de Dios, pueden descubrir serenamente su verdadero lugar ante Dios, ya que si tenemos al menos una lejana intuición de su infinita grandeza, no podemos más que sentirnos pequeños e indignos delante de él. Sin embargo, esa profunda humildad no disminuye la fortaleza ni el empeño de la persona, sino que le dan un coraje y un espíritu de iniciativa superior, como puede advertirse en la mujer cananea.

La expresión «perros» era comúnmente usada por los judíos para referirse a los paganos. Jesús la suaviza diciendo «perritos», pero no deja de mostrar la predilección por el pueblo judío; sin embargo, ya queda claro que el poder de Jesús comienza a romper las fronteras y su misión se abre al mundo pagano, a pesar del rechazo que esto provocaba en los poderosos judíos más fanáticos.

Oración:

«Señor, no permitas que la soberbia y la vanidad se apoderen de mí; no quiero sentirme digno de tus dones, sino acercarme a ti con la simple confianza de la mujer cananea, con un corazón humilde y pequeño ante tu grandeza».

VÍCTOR M. FERNÁNDEZ
El Evangelio de cada día

¿Qué me quiere decir hoy Jesús?

Discurso en la sinagoga de Cafarnaún – Juan 6, 41-52

En aquel tiempo criticaban los judíos a Jesús porque había dicho «yo soy el pan bajado del cielo», y decían: -¿No es éste Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo dice ahora que ha bajado del cielo? Jesús tomó la palabra y les dijo: -No critiquéis. Nadie puede venir a mí si no lo trae el Padre que me ha enviado. Y yo lo resucitaré el último día. Está escrito en los profetas: «Serán todos discípulos de Dios». Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende, viene a mí. No es que nadie haya visto al Padre, a no ser el que viene de Dios: ése ha visto al Padre. Os lo aseguro: el que cree tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron; éste es el pan que baja del cielo para que el hombre coma de él y no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo: el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.

Explicación

En una ocasión Jesús dijo a quienes le escuchaban: “ Yo soy el pan que viene de Dios. Comed, porque el que coma de este pan vivirá para siempre. El pan que yo doy es mi vida, que os la entrego, para que crezcáis y tengáis fuerza”.

Evangelio dialogado

Te ofrecemos una versión del Evangelio del domingo en forma de diálogo, que puede utilizarse para una lectura dramatizada.

DECIMONOVENO DOMINGO ORDINARIO – CICLO “B” – (JUAN 6, 41-52)

NARRADOR: En aquel tiempo, criticaban los judíos a Jesús porque había dicho «yo soy el pan bajado del cielo», y decían:

JUDÍOS: ¿No es éste Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre?, ¿cómo dice ahora que ha bajado del cielo?

NARRADOR: Jesús tomó la palabra y les dijo:

JESÚS: No critiquéis: Nadie puede venir a mí, sino lo trae el Padre que me ha enviado. Y yo lo resucitaré el último día. Está escrito en los profetas: «Serán todos discípulos de Dios.»

JUDÍO 1: ¿Pretendes darnos lecciones, cuando todos te conocemos?

JESÚS: Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende, viene a mí. No es que nadie haya visto al Padre, a no ser el que viene de Dios: ése ha visto al Padre. Os lo aseguro: el que cree en mí tiene vida eterna.

JUDÍO 2: ¿Nos quieres decir que tú eres el que ha visto al Padre? Demuéstranos que tú eres el que viene de Dios y no seas tan engreído.

JESÚS: Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron: éste es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera.

JUDÍOS: ¿Acaso tú eres más que Moisés y que nuestros padres?

JESÚS: Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo: el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne, para la vida del mundo.

Fr. Emilio Díez Ordóñez y Fr. Javier Espinosa Fernández

Comentario al evangelio – Miércoles XVIII de Tiempo Ordinario

La compasión que no conoce fronteras

El cuadro que presenta hoy el evangelio de Mateo es una acción profética, no exenta de paradojas, pero impregnada de un profundo sentido pedagógico para sus discípulos, para todos nosotros. El primer momento de esta acción profética consiste en salir de los territorios del pueblo de Israel al país de Tiro y Sidón. Jesús no se cierra en determinadas fronteras nacionales y culturales. Allí, en Fenicia, el actual Líbano, una mujer cananea le importuna a gritos con sus ruegos. La compasión no sabe de aduanas. El sufrimiento humano es digno de lástima independientemente de la procedencia, la condición social, la confesión religiosa o la calidad moral del que sufre. Todo el que sufre es digno de compasión y de ayuda. Por eso, nos choca la reacción de Jesús, que da la callada por respuesta. Algo que nos da pie a reflexionar sobre el silencio de Dios a nuestros ruegos y peticiones. Puede ser que, como en esta ocasión, Dios calla para provocar la reacción de sus discípulos. De hecho, el silencio de Jesús provoca que estos intercedan a favor de la mujer. Posiblemente, ellos eran partidarios de la doctrina más tradicional, que reservaba el favor de Dios sólo para Israel. Por eso, es muy probable que su motivación no fuera totalmente pura: querían, sencillamente, quitársela de encima. Pero ya el silencio de Jesús les obligó a mirarla y sentir una primera forma de compasión. Que sus motivaciones no fueran perfectas nos habla de la necesidad de ese proceso pedagógico que ha de conducirlos a la comprensión de la universalidad de la salvación. Cuando, ante la insistencia de una y los otros, Jesús se dirige por fin a la mujer, parece espetarle los prejuicios nacionales judíos, cargados no sólo de exclusivismo, sino también de desprecio (como, por lo demás, es propio de los prejuicios de toda forma de nacionalismo, también de los actuales). Pero, una vez más, debemos ver aquí el sentido profético y pedagógico de Jesús. Con su peculiar mayéutica, provoca que la mujer complete la confesión de fe contenida en su petición (ten compasión de mí, Señor, Hijo de David) con una súplica confiada y humilde: la salvación prometida a los judíos puede y debe alcanzar también a los que no lo son, siquiera sea como migajas. Así Jesús nos enseña que no es la nación, la raza o la cultura lo que establece los límites de la salvación que Él ha venido a traernos, sino una fe viva y confiada.

Ahora bien, aquí tenemos que advertir que en toda esta escena no se está diciendo que lo único importante es el aspecto subjetivo de la fe, que lo que vale es creer y confiar, no importa en qué ni en quién. Hoy existe una fuerte tendencia al subjetivismo, que pretende que todas las religiones y “fes” son exactamente iguales. Sin negar la dignidad propia de cada religión y forma de fe, es necesario subrayar también los aspectos objetivos, los contenidos de fe, que Jesús en ningún momento niega. En la afirmación de Jesús sobre el pan de los hijos se contiene la afirmación implícita de que la revelación plena de Dios (eso sí, para todos los hombres sin excepción) se da en el seno de Israel y, más en concreto, en Él mismo. La mujer cananea también lo ha reconocido al confesar que Jesús, hijo de David, es Señor, Mesías. Así pues, Jesús con su respuesta final (“Mujer, qué grande es tu fe”) realiza lo que simbólicamente significaba aquel “salir” de las fronteras nacionales: la verdadera frontera es la fe, pero no una fe cualquiera, sino la fe en el Dios Padre de todos, Padre de Jesucristo, el Hijo de David, la fe que es además apertura y confianza, la fe confiada que pide compasión y que mueve a compasión hacia todo sufrimiento humano, un fe, en definitiva, que no conoce fronteras.

Ciudad Redonda

Meditación – Miércoles XVIII de Tiempo Ordinario

Hoy es miércoles XVIII de Tiempo Ordinario.

La lectura de hoy es del evangelio de Mateo (Mt 15, 21-28):

En aquel tiempo, Jesús se retiró hacia la región de Tiro y de Sidón. En esto, una mujer cananea, que había salido de aquel territorio, gritaba diciendo: «¡Ten piedad de mí, Señor, hijo de David! Mi hija está malamente endemoniada». Pero Él no le respondió palabra. Sus discípulos, acercándose, le rogaban: «Concédeselo, que viene gritando detrás de nosotros». Respondió Él: «No he sido enviado más que a las ovejas perdidas de la casa de Israel». Ella, no obstante, vino a postrarse ante Él y le dijo: «¡Señor, socórreme!». Él respondió: «No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos». «Sí, Señor -repuso ella-, pero también los perritos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos». Entonces Jesús le respondió: «Mujer, grande es tu fe; que te suceda como deseas». Y desde aquel momento quedó curada su hija.

Hoy debemos aprender de la actitud de esa mujer cananea, es decir, no judía: se postra ante la Verdad. «¿Qué es la verdad»?, expresado en un tono despectivo, es lo que escuchó Jesús mientras se le juzgaba injustamente. La cananea, en cambio, se inclinó ante la Verdad no solo físicamente, sino también intelectualmente: «Es verdad, Señor», afirmó.

El Ser de Dios es lo más verdadero: es lo eterno, el origen y el fundamento de todo. Y Cristo es la imagen encarnada de esa Verdad, el espejo en el que nosotros podemos contemplarla. Jesucristo no dijo «Yo soy la costumbre», sino «Yo soy la Verdad». Cristo no sanciona simplemente la costumbre; al contrario, Él nos arranca de las costumbres («todos lo hacen…», solemos aducir). Él desea que las abandonemos y nos exige que busquemos la verdad, lo que nos introduce en la realidad del Creador, de nuestro propio ser.

—Señor, yo contigo no discuto porque Tú eres la Verdad y me rindo ante ti.

REDACCIÓN evangeli.net

Liturgia – San Juan María Vianney

SAN JUAN MARÍA VIANNEY, presbítero, memoria obligatoria

Misa de la memoria (blanco)

Misal: 1ª oración propia y el resto del común de pastores (para un pastor), o de un domingo del Tiempo Ordinario. Prefacio común o de la memoria.

Leccionario: Vol. III-impar

  • Núm 13, 1-2. 25 – 14, 1. 26-29. 34-35. Despreciaron una tierra envidiable.
  • Sal 105. Acuérdate de mí, Señor, por amor a tu pueblo.
  • Mt 15, 21-28. Mujer, qué grande es tu fe.

Antífona de entrada (Cf. Lc 4, 18)
El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar a los pobres y curar a los contritos de corazón.

Monición de entrada y acto penitencial
Celebramos hoy la memoria de san Juan María Vianney, presbítero. Nació en Lion el año 1786. Durante más de cuarenta años se entregó de una manera admirable al servicio de la parroquia que le fue encomendada en la aldea de Ars, en Francia, con asidua predicación, oración y ejemplos de penitencia. Diariamente catequizaba a niños y adultos, reconciliaba a los arrepentidos y con su ardiente caridad, alimentada en la eucaristía, brilló de tal modo a lo largo y a lo ancho de toda Europa; con su sabiduría llevó a Dios a muchísimas almas. Murió el año 1859.

Yo confieso…

Oración colecta
DIOS de poder y misericordia,
que hiciste admirable a san Juan María Vianney, presbítero,
por su celo pastoral, concédenos,
por su ejemplo e intercesión,
ganar para Cristo nuevos hermanos en el amor
y poder alcanzar con ellos la gloria eterna.
Por nuestro Señor Jesucristo.

Oración de los fieles
Al celebrar estos sagrados misterios, pidamos al Dios de la salvación que escuche misericordiosamente nuestras plegarias.

1.- Para que conceda a la Iglesia la libertad y la paz. Roguemos al Señor.
2.- Para que se digne establecer y conservar la justicia en todas las naciones. Roguemos al Señor.
3.- Para que descubra a los poderosos que mandar es servir. Roguemos al Señor.
4.- Para que dé a los súbditos una obediencia sin servilismo. Roguemos al Señor.
5.- Para que perdone a los pecadores, proteja a los justos, consuele a los que sufren y dé la salud a los enfermos. Roguemos al Señor.
6.- Para que despierte en nosotros el amor a los pobres y el deseo del cielo. Roguemos al Señor.

Oh, Dios, que derramas sobre los corazones de tus fieles el don de la caridad; concede a tus siervos la salud del alma y del cuerpo para que vivan en tu amor, cumpliendo tus mandatos. Por Jesucristo nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
DIOS, todopoderoso,
humildemente imploramos de tu Divina Majestad que,
así como estos dones ofrecidos en honor de san Juan María Vianney,
manifiestan la gloria de tu poder divino,
del mismo modo nos alcancen el fruto de tu salvación.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona de comunión          Mt 28,20
Sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos, dice el Señor.

Oración después de la comunión
SEÑOR,
que los sacramentos que hemos recibido
nos preparen a los gozos eternos que mereció san Juan María Vianney,
tu servidor fiel.
Por Jesucristo, nuestro Señor.