Vísperas – Jueves XVIII de Tiempo Ordinario

VÍSPERAS

JUEVES XVIII TIEMPO ORDINARIO

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. 
Como era en el principio, ahora y siempre, 
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Tras el temblor opaco de las lágrimas,
no estoy yo solo.
Tras el profundo velo de mi sangre,
no estoy yo solo.

Tras la primera música del día,
no estoy yo solo.
Tras la postrera luz de las montañas,
no estoy yo solo.

Tras el estéril gozo de las horas,
no estoy yo solo.
Tras el augurio helado del espejo,
no estoy yo solo.

No estoy yo solo; me acompaña, en vela,
la pura eternidad de cuanto amo.
Vivimos junto a Dios eternamente.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu,
por los siglos de los siglos. Amén.

SALMO 71: PODER REAL DEL MESÍAS

Ant. Te hago luz de las naciones, para que seas mi salvación hasta el fin de la tierra.

Dios mío, confía tu juicio al rey,
tu justicia al hijo de reyes,
para que rija a tu pueblo con justicia,
a tus humildes con rectitud.

Que los montes traigan paz,
y los collados justicia;
que él defienda a los humildes del pueblo,
socorra a los hijos del pobre
y quebrante al explotador.

Que dure tanto como el sol,
como la luna, de edad en edad;
que baje como lluvia sobre el césped,
como llovizna que empapa la tierra.

Que en sus días florezca la justicia
y la paz hasta que falte la luna;
que domine de mar a mar,
del Gran río al confín de la tierra.

Que en su presencia se inclinen sus rivales;
que sus enemigos muerdan el polvo;
que los reyes de Tarsis y de las islas
le paguen tributo.

Que los reyes de Saba y de Arabia
le ofrezcan sus dones;
que se postren ante él todos los reyes,
y que todos los pueblos le sirvan.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Te hago luz de las naciones, para que seas mi salvación hasta el fin de la tierra.

SALMO 71

Ant. Socorrerá el Señor a los hijos del pobre, rescatará sus vidas de la violencia.

Él librará al pobre que clamaba,
al afligido que no tenía protector;
él se apiadará del pobre y del indigente,
y salvará la vida de los pobres;
él rescatará sus vidas de la violencia,
su sangre será preciosa a sus ojos.

Que viva y que le traigan el oro de Saba;
que recen por él continuamente
y lo bendigan todo el día.

Que haya trigo abundante en los campos,
y susurre en lo alto de los montes;
que den fruto como el Líbano,
y broten las espigas como hierba del campo.

Que su nombre sea eterno,
y su fama dure como el sol;
que él sea la bendición de todos los pueblos,
y lo proclamen dichoso todas las razas de la tierra.

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
el único que hace maravillas;
bendito por siempre su nombre glorioso;
que su gloria llene la tierra.
¡Amén, amén!

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Socorrerá el Señor a los hijos del pobre, rescatará sus vidas de la violencia.

CÁNTICO del APOCALIPSIS: EL JUICIO DE DIOS

Ant. Ahora se estableció la salud y el reinado de nuestro Dios.

Gracias te damos, Señor Dios omnipotente,
el que eres y el que eras,
porque has asumido el gran poder
y comenzaste a reinar.

Se encolerizaron las gentes,
llegó tu cólera,
y el tiempo de que sean juzgados los muertos,
y de dar el galardón a tus siervos, los profetas,
y a los santos y a los que temen tu nombre,
y a los pequeños y a los grandes,
y de arruinar a los que arruinaron la tierra.

Ahora se estableció la salud y el poderío,
y el reinado de nuestro Dios,
y la potestad de su Cristo;
porque fue precipitado
el acusador de nuestros hermanos,
el que los acusaba ante nuestro Dios día y noche.

Ellos le vencieron en virtud de la sangre del Cordero
y por la palabra del testimonio que dieron,
y no amaron tanto su vida que temieran la muerte.
Por esto, estad alegres, cielos,
y los que moráis en sus tiendas.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Ahora se estableció la salud y el reinado de nuestro Dios.

LECTURA: 1P 1, 22-23

Ahora que estáis purificados por vuestra obediencia a la verdad y habéis llegado a quereros sinceramente como hermanos, amaos unos a otros de corazón e intensamente. Mirad que habéis visto a nacer, y no de una semilla mortal, sino de una inmortal, por medio de la palabra de Dios viva y duradera.

RESPONSORIO BREVE

R/ El Señor es mi pastor nada me falta.
V/ El Señor es mi pastor nada me falta.

R/ En verdes praderas me hace recostar.
V/ Nada me falta.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ El Señor es mi pastor nada me falta.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. A los hambrientos de justicia, el Señor los sacia y colma de bienes.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. A los hambrientos de justicia, el Señor los sacia y colma de bienes.

PRECES

Elevemos nuestros corazones agradecidos a nuestro Dios y Salvador, que ha bendecido a su pueblo con toda clase de bienes espirituales, y digámosle con fe:

Bendice a tu pueblo, Señor.

Dios todopoderoso y lleno de misericordia, protege al papa y a nuestro obispo,
— a los que tú mismo has elegido para guiar a la Iglesia.

Protege, Señor, nuestros pueblos y ciudades
— y aleja de ellos todo mal.

Multiplica, como renuevos de olivo alrededor de tu mesa, hijos que se consagren a tu reino,
— siguiendo a Jesucristo en pobreza, castidad y obediencia.

Conserva el propósito de las que han consagrado a ti su virginidad,
— para que sigan al Cordero divino adondequiera que vaya.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Haz que los difuntos descansen en tu paz eterna
— y que se afiance nuestra unión con ellos por la comunión de los santos.

Ya que por Jesucristo hemos llegado a ser hijos de Dios, acudamos confiadamente a nuestro Padre:
Padre nuestro…

ORACION

Al ofrecerte, Señor, nuestra alabanza vespertina, te pedimos humildemente que, meditando tu ley día y noche, consigamos un día la luz y el premio de la vida eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

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Lectio Divina – Jueves XVIII de Tiempo Ordinario

1.- Oración introductoria.

         Señor, tu pregunta es directa, personal, intransferible. Hoy me preguntas a mí y debo dar una respuesta concreta. No basta una respuesta aprendida, meramente teórica. Necesitas saber lo que Tú supones en mi vida. Yo me identifico con la respuesta de Pedro, pero no con la que da hoy sino aquella que dio después del discurso sobre la Eucaristía. Todos te  abandonan cuando dices que debemos comer tu cuerpo y beber tu sangre. Pero Pedro, en nombre de todos, dijo: Señor ¿a quién iremos?  Es bonito sentirse uno totalmente perdido sin Jesús. ¿Qué sería de mí si Tú desaparecieras de mi vida? No lo quiero ni pensar.

2.- Lectura reposada del evangelio. Mateo 16, 13-23

Llegado Jesús a la región de Cesárea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?» Ellos dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas». Él les dijo: «Y vosotros ¿quién decís que soy yo?» Simón Pedro contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo». Replicando Jesús le dijo: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Infierno no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos». Entonces mandó a sus discípulos que no dijesen a nadie que Él era el Cristo. Desde entonces comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que Él debía ir a Jerusalén y sufrir mucho de parte de los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, y ser matado y resucitar al tercer día. Tomándole aparte Pedro, se puso a reprenderle diciendo: «¡Lejos de ti, Señor! ¡De ningún modo te sucederá eso!» Pero Él, volviéndose, dijo a Pedro: «¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Escándalo eres para mí, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres!

3.- Qué dice el texto.

Meditación-reflexión

A primera vista, la respuesta de Pedro parece la correcta: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo”. Pero siguiendo el texto descubrimos que Pedro no había entendido nada del mensaje de Jesús. Él era el Mesías, el Ungido del Señor, pero las ideas  de Pedro sobre el Mesías no coinciden con las de Jesús. Pedro sueña con un Mesías triunfalista, que expulsaría a los romanos y levantaría la choza caída de David. Pedro sueña con un Mesías al estilo del rey David, con poder, con ejércitos, con fama. Y Jesús piensa en un Mesías que iba a morir en una Cruz. San Pedro se había hecho ilusiones. Lo mismo que nosotros. También la Iglesia a lo largo de su historia, se ha dejado seducir por el poder, el dinero, el prestigio. Jesús le da a Pedro una respuesta durísima: le llama Satanás. Pedro le quiere poner obstáculos en el camino que le ha marcado el Padre. No podemos pensar en un cristianismo sin Cruz. Jesús ha ido a la cruz por amor. Jesús ha soñado en un mundo maravilloso, un mundo de hermanos, donde los bienes de este mundo fueran bien repartidos: un mundo donde hubiera agua para todos, pan para todos, escuelas para todos, hospitales para todos, casas para todos. Pero la envidia y la ambición de unos se oponen al proyecto de Dios. Jesús morirá pero su proyecto deberá seguir adelante. Y esta es la tarea de los cristianos: hacer que se cumpla ese maravilloso proyecto de Jesús.

Palabra autorizada del Papa

Es un don de Dios: «¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos». Tiene su origen en la iniciativa de Dios, que nos desvela su intimidad y nos invita a participar de su misma vida divina. La fe no proporciona solo alguna información sobre la identidad de Cristo, sino que supone una relación personal con Él, la adhesión de toda la persona, con su inteligencia, voluntad y sentimientos, a la manifestación que Dios hace de sí mismo. Así, la pregunta de Jesús: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?», en el fondo está impulsando a los discípulos a tomar una decisión personal en relación a Él. Fe y seguimiento de Cristo están estrechamente relacionados. Y, puesto que supone seguir al Maestro, la fe tiene que consolidarse y crecer, hacerse más profunda y madura, a medida que se intensifica y fortalece la relación con Jesús, la intimidad con Él. También Pedro y los demás apóstoles tuvieron que avanzar por este camino, hasta que el encuentro con el Señor resucitado les abrió los ojos a una fe plena. (Benedicto XVI, 21 de agosto de 2011.)

4.- Qué me dice hoy a mí esta palabra ya reflexionada. (Guardo silencio)

5.-Propósito: Renunciar a algo que me cuesta mucho y ofrecerlo a Dios por aquellas personas que han perdido su fe.

6.- Dios me ha hablado hoy a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.

Señor, me encanta tu pregunta a los apóstoles. Hoy me la haces a mí. Y tú, ¿qué dices de mí? Ya por el hecho de preguntar significa que yo te intereso, yo soy importante para ti, ocupo un lugar en tu corazón. ¿Qué más quiero? Tú eres ese amigo maravilloso que me miras, me llamas, me atraes, me seduces. Realmente el que te ha encontrado ha encontrado un “tesoro” maravilloso. Sin ti, Señor, yo no soy nada. Tú, Señor, eres mi mejor yo. ¡Gracias! 

Comentario – Jueves XVIII de Tiempo Ordinario

(Mt 16, 13-23)

Jesús hace un alto en su actividad entre la gente para dirigirse a los discípulos y hacerles descubrir algo más sobre los planes del Padre. Comienza preguntando qué decía la gente sobre él, quién era él para la gente. Ellos responden indicando que la gente en general estaba admirada con su persona, que lo consideraban un gran profeta. Pero el interés de Jesús estaba en la siguiente pregunta: «Y ustedes ¿quién dicen que soy yo?». Es la misma pregunta que vuelve a dirigir a cada uno de nosotros muchas veces, para que advirtamos qué lugar está ocupando en nuestras vidas.

Pedro toma la iniciativa, y es lo que Jesús estaba esperando. Y Pedro, iluminado por el Padre celestial, responde con una hermosa y profundísima confesión de fe: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo». Jesús elogia a Pedro por haberse dejado iluminar de esa manera y le hace notar que su respuesta no viene de su inteligencia humana o de sus luces naturales. Pero al mismo tiempo, el Señor anuncia el lugar particular que ocupará Pedro en su Iglesia. El nombre de Pedro en griego (Pétros) significa una piedra que se usa para arrojar, pero Jesús lo convierte en «petra», que es una roca donde puede construirse un edificio firmemente asentado. Y para que quede claro que Jesús quiere que haya alguien en su Iglesia con ese lugar especial que los demás apóstoles no tienen, continúa diciéndole: «Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos, lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo». Los judíos usaban esta figura de las llaves en varios sentidos, pero significaba sobre todo la autoridad para juzgar y conceder perdón, y para aclarar discusiones en torno a la Ley de Dios.

Pero a continuación Pedro actúa de una manera reprochable, porque se deja llevar por sus criterios humanos. Y así se muestra con claridad que Pedro no cumplirá esa función porque sea perfecto, sino porque tendrá una asistencia especial de Dios para conducir a la Iglesia.

 

Oración:

«Señor, que fundaste la Iglesia y pusiste en ella pastores, porque quieres obrar a través de instrumentos humanos, pobres y limitados, ayúdame a confiar en tu acción a través de ellos y bendícelos para que sean dóciles a la acción de tu Espíritu».

VÍCTOR M. FERNÁNDEZ
El Evangelio de cada día

¿A quién vamos a ir?

1.- «Continuó él por el desierto una jornada de camino, y al final se sentó debajo de una retama, y se deseó la muerte…» (1 R 19, 5) Israel estaba dominado por la reina Jezabel que, con toda la malicia de su corazón de mujer perversa, perseguía con saña a Elías. El profeta de Yahvé la dejó en ridículo ante todo el pueblo, demostró con hechos contundentes que sólo Yahvé era el Dios verdadero y que Baal, el dios de la reina, no era más que una pantomima, un ídolo monstruoso. Aquella humillación la colma de rabia y despecho, y jura que Elías pagará con creces su atrevimiento.

Ya hacía tiempo que el profeta era perseguido, que andaba escondido por las montañas, para defenderse del odio de quienes no le perdonaban su fidelidad a Yahvé. Por eso esta última persecución le llena de cansancio y hastío, harto de tanto sufrir injustamente. «Basta ya, Señor, quítame la vida» -exclama lleno de amargura y angustia.

En él vemos cómo, a veces, ser fieles a Dios significa lucha, un combate continuo, una guerra sin cuartel. Ya lo ha dicho Jesús: “Quien quiera ser mi discípulo que se niegue a sí mismo, que tome su cruz y que venga en pos de mí…” Qué claro es el Señor. Él no engaña, no dora la píldora, sino que manifiesta con franqueza las dificultades que implica el seguirle. Por otro lado es un camino evidente, marcado sin ambigüedades por los pasos del mismo de Jesucristo.

«Se levantó Elías, comió y bebió, y con la fuerza de aquel alimento caminó cuarenta días…» (1 R 19, 8) Dios tiene exigencias totales para quienes le siguen. El negarse a sí mismo es lo que más cuesta al hombre, dado su egoísmo congénito, su egolatría innata. Además hay que cargar con la cruz de cada día; es decir, hay que cogerla siempre, llevarla continuamente sobre nuestros hombros, tan habituados a escurrir la carga. Con ella a cuestas hay que ponerse en camino, andar por una senda estrecha y en ocasiones muy empinada, tratando de superar nuestra tendencia a la quietud y al descanso, al reposo y al no complicarnos la vida.

Después de comer Elías vuelve a sonreír. Una fuerza renovada le anima. Se siente capaz de continuar su rudo camino, recorrer la distancia que le separa del monte de Dios, el Horeb. Ha desaparecido su angustia y su miedo, ese cansancio y tedio de muerte que le atormentaba. Aquel alimento que Elías comió es figura de otro alimento mucho más rico y poderoso, el Pan de Vida. El Señor dijo que estaría con los suyos hasta el fin de los tiempos y, a través de la Eucaristía, cumple su promesa de continuo. Convencidos de esta realidad, hemos de continuar nuestro camino, cargados con la cruz, olvidados de nosotros mismos, con la mirada y la esperanza puesta siempre en Dios.

2.- «Bendigo al Señor en todo momento» (Sal 33, 2) «Su alabanza está siempre en mi boca -dice el cantor del salmo-. Mi alma se gloría en el Señor: que los humildes lo escuchen y se alegren. Proclamad conmigo la grandeza del Señor, ensalcemos juntos su nombre. Yo consulté al Señor y me respondió, me libró de todas mis ansias…». Esa liberación parece ser la causa del gozo que reflejan estos versos inspirados por Dios, la ocasión que provoca esas palabras llenas de entusiasmo y de optimismo. No obstante, el texto sacro nos invita y nos exhorta a tener esa actitud esperanzada y jubilosa de modo permanente.

En efecto, en todo momento hay que bendecir al Señor, siempre hemos de tener en nuestros labios, en nuestra mente y corazón, alabanzas de gratitud rendida ante los beneficios divinos. Sí, también cuando todo se ponga en contra, también en el dolor y en el quebranto hemos de sentirnos -porque lo sabemos- hijos de Dios. Él, como Padre bueno que es, en todo busca nuestro bien. Por eso a veces nos castiga, o nos corrige. Pero siempre nos fortalece con la prueba, siempre nos asocia con la Cruz redentora de Cristo Jesús, para que también nosotros, como María, seamos corredentores con él.

«Contempladlo y quedaréis radiantes» (Sal 33, 6) «Vuestro rostro no se avergonzará. Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha y lo salva de sus angustias». Así en todas las encrucijadas de nuestra vida -encrucijada viene de cruz-, hemos de levantar el corazón hacia Dios, besar con devoción la mano que nos hiere amorosamente, y creer firmemente en el valor precioso de ese sufrimiento, que nos libera y nos purifica, nos eleva y enaltece, nos glorifica lo mismo que la cruz y la muerte exaltó a Jesucristo.

Por otra parte, tengamos en cuenta que, según nos dice este salmo, el ángel del Señor acampa en torno a sus fieles, y los protege. Gustad y ved qué bueno es el Señor. Realmente es algo maravilloso, algo formidable, algo que sólo Dios nos puede dar. Vivir siempre contentos, serenos, pletóricos de paz y esperanza. Si todo va bien, porque todo va bien. Y si todo va mal, porque ese mal es el precio nimio del mayor bien que jamás podamos soñar, un mal pasajero que nos ha de reportar un bien que nunca cesará.

3.- «Hermanos: no pongáis tristes el Espíritu Santo. Dios os ha marcado con él para el día de la liberación final» (Ef 4, 30) Al hablar de Dios casi no hay otro medio que usar un lenguaje antropomórfico. Sólo aplicándole nuestras categorías mentales podemos entender algo. Es verdad que ese lenguaje aplicado a Dios será siempre analógico, aproximado. Y es que Dios no es sólo aquello que nos dice la Biblia, es eso y muchísimo más, infinitamente más.

Hoy San Pablo nos dice que no pongamos triste al Espíritu Santo, que no pongamos triste a Dios… Misterio hondo este de que el hombre pueda entristecer a Dios. Pero ahí están esas palabras que contienen la verdad. Por otro lado no es difícil imaginar que, si Dios nos ama ilimitadamente, su corazón se llene de pena al ver lo mal que correspondemos a su amor. Dios triste, Dios llorando. He visto llorar a Dios, decía una canción. Lágrimas de Dios porque sus hijos no correspondemos a sus desvelos, lágrimas de Padre que ve cómo sus hijos le vuelven la espalda y se pelean entre sí. Misterio y realidad, tristeza de Dios.

3.- «Desterrad de vosotros la amargura, la ira, los enfados e insultos y toda maldad» (Ef 4, 31) «Sed buenos, comprensivos, perdonándoos unos a otros, como Dios os perdonó en Cristo. Sed imitadores de Dios como hijos queridos y vivid en el amor como Cristo os amó y se entregó por vosotros como oblación y víctima de suave olor».Así Dios cambiará las lágrimas por una sonrisa. Sí, sonreirá al vernos sin amargura en el alma, sin ira en el corazón, sin enfado en los gestos, sin insultos en la boca, sin malicia en los ojos…Todos sonreiremos entonces, y todos dejaremos de llorar.

Imitadores de Dios, hijos queridos, hermanos bienaventurados que se ayudan y se quieren mutuamente. Una vida hecha de espíritu de entrega y de servicio, un paraíso en la tierra…No pongáis triste al Espíritu Santo, y tampoco vosotros estaréis tristes. Alegrad con vuestra vida el corazón de Dios y también vosotros os llenaréis de paz y de gozo.

4.- «Los judíos criticaban a Jesús porque había dicho: ‘Yo soy el pan bajado del cielo’…» (Jn 6, 41)

Seguimos contemplando el pasaje evangélico que San Juan recoge en el capítulo sexto de su Evangelio. Fue un acontecimiento que suscitó polémica, y también una ocasión para que Jesús expusiera una doctrina tan importante como la referente a la Sagrada Eucaristía. Sus palabras son claras y contundentes, expresión meridiana de la realidad inefable que constituye el augusto Sacramento del Altar. Su carne es verdadera comida, alimento espiritual que transmite la vida eterna y alienta en cierto modo la vida terrena del hombre. Pan vivo bajado del Cielo que, más aún que el maná, fortalecerá a quienes caminamos por este desierto que es la vida misma.

Pero aquellos hombres, lo mismo que ocurre hoy con tantos otros, no entendieron a Jesús; o, mejor dicho, no quisieron comprenderle. Le criticaron abiertamente y le abandonaron. Este momento, después de los discursos de Cafarnaún, fue uno de los más decisivos en la vida de Jesús. A punto estuvo de quedarse solo, abandonado incluso de los más íntimos. Sólo Pedro, siendo el portavoz de los demás apóstoles, hizo un acto de fe al exclamar: ¿a quién vamos a ir, si tú tienes palabras de vida eterna?

Las mismas críticas de entonces, de una u otra forma, se repiten en cierto modo a lo largo de los tiempos. Hoy también surge la incomprensión y la incredulidad, la actitud crítica ante las exigencias de la fe que tratan de obstaculizar la marcha del Reino de Dios. Sin embargo, el daño que causen será siempre periférico, por muy hondo que pueda parecer. Siempre quedará un pequeño resto tan encendido y vibrante, que consiga mantener el fuego sagrado y hacerlo prender una y otra vez en el mundo entero.

Dios está empeñado en que la salvación se lleve a cabo. Él sigue tocando el corazón de los hombres, atrayéndolos de forma irresistible. La gracia divina actúa de forma dinámica y moviliza de mil maneras el corazón humano. Podrá parecer en ocasiones que Dios está ausente, pero no es verdad. El está cerca de nosotros, atento a nuestras necesidades, pronto a socorrernos a pesar de no merecerlo. Dios Padre nos habla a cada uno, y de cada uno espera una respuesta que nos lleve a vivir siempre muy próximo a Jesús, el único que tiene palabras de vida eterna.

Antonio García Moreno

Soy lo que me han hecho

Señor, son muchos los que han dejado huella en mí;
muchos los que me han ayudado a descubrirme,
a despertar, cambiar y enriquecerme.

He aquí una letanía de personas
que recuerdo con agradecimiento.

Aquel que, inesperado y oportuno,
supo escucharme comprensivo.

Aquel que, aun estando lejos,
experimenté cerca.

Aquel que, con su gran bondad,
me hizo ser sencillo.
Aquel que, corrigiéndome con cariño,
me hizo caminar.
Aquel que, experimentando su debilidad,
hizo que me sintiera pobres.

Aquel que, con su experiencia de gratuidad,
me abrió un mundo de relaciones fraternales.
Aquel que, con su vida incansable,

me invitó a luchar.

Soy lo que soy gracias a muchas personas
pequeñas y grandes, amigas y anónimas.
Aquel que siempre esperó de mí

la transparencia de mi yo.
Aquel que siempre me enseño
a ver lo positivo.
Aquel que me quiso como soy animándome a crecer.
Aquel que con su expresividad
me hizo más transparente.
Aquel que con su vida profunda
me hizo más libre.
Aquel que con su desacuerdo
me ayudó a descubrir la verdad.

Déjame darte gracias por quienes me han marcado,
para siempre, con su vida y frescura.

Aquel que libremente cambió su vida
creándome interrogantes.
Aquel que me ayudó a desvelar

mi riqueza ignorada.
Aquel fortuito que descubrí un día
y se quedó en mí.
Aquel que por necesitarme
hizo que yo me sintiera “único”.
Aquel que se atrevió a decirme

“te quiero mucho”.
Aquel que desde su duda profunda
alimenta mi felicidad.

Aquel que anunció en mí la buena noticia
de que Tú me quieres.

Déjame darte gracias, cantarte y alabarte
por todos ellos, hijos tuyos y hermanos míos.

Florentino Urribarri

Notas para fijarnos en el Evangelio

• «Los judíos» (41)

— Aquí, Juan utiliza la expresión «los judíos» en lugar de «la gente» como hasta ahora. Eso indica que el contexto de la polémica es la sinagoga de Cafarnaún —adonde todos se han desplazado (Jn 6, 17. 24).

— La expresión «los judíos» sale muchas veces en Juan. Nunca se le da un sentido étnico (el pueblo judío como tal) sino religioso: son los representantes del pueblo de Israel que se oponen a la comunidad a la que pertenece el evangelista y a su fe en Jesús. Pero también expresa la oposición que el mismo Jesús halló en los dirigentes judíos. El marco de la confrontación, aunque es la sinagoga, a menudo es el templo (Jn 2, 13-22; 5, 10-18; 10. 22-39).

• «Criticaban» (41). ES u na crítica o murmuración que recuerda la que hacían contra Moisés los que recibieron el maná en el desierto: La comunidad de los israelitas protestó contra Moisés y Aarón en el desierto diciendo: «¡Ojalá hubiéramos muertos a manos del Señor en Egipto, cuando nos estábamos alrededor de la olla de carne y comíamos pan hasta hartarnos! Nos habéis sacado a este desierto para matar de hambre a toda la comunidad» (Ex 16, 2-3). Allá, como aquí, la murmuración expresaba una falta de fe, negarse a aceptar lo que viene de Dios. Y lo que viene de Dios pasa por Moisés, en un caso, y es Jesús mismo, en el otro. No aceptarlo es no admitir que la fe es gratuita, que no se puede controlar, que es sorprendente. Y que, al mismo tiempo, compromete a asumir la propia responsabilidad para atravesar «el desierto» -la dureza de la vida para ganarse el pan-.

«¿No es éste Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre? (42). También en la escena del reparto de los panes y los peces, la gente pretendía dominar a Jesús encasillándolo en los esquemas que tenían: «Éste sí que es el Profeta que tenía que venir al mundo2 (Jn 6, 14), y lo querían tentar y retener proclamándolo rey (Jn 6, 15). Ahora pretenden conocer el origen de Jesús (42). Es otra manera de dominarlo, de encasillarlo. Si aceptan que «ha bajado del cielo» (41), tienen que aceptar que no pueden dominarlo. Está en juego la acogida o el rechazo del Evangelio: «La Palabra se hizo carne, y acompañó entre nosotros» (Jn 1, 14).

• «Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me ha enviado» (44). La fe también es don de Dios, tiene el origen el Padre, como el «enviado», Dios, del mismo modo que tiene la iniciativa de salvarnos, tiene la iniciativa en nuestra respuesta, acoger la persona de Jesús. Eso es la fe -acoger la persona de Jesús-, no las creencias que nosotros mismos nos podamos construir.

• «Atraer», en este versículo (44), no tiene nada que ver con un posible juego caprichoso del Padre, que atraía a unos y no a otros. La cita (45) del profeta Isaías (Is 54, 13) ha sido corregida por Jesús, precisamente poniendo el «todos» y no «los hijos», para evitar interpretaciones exclusivistas: la llamada de Dios es universal, no hay excepciones.

• Por otro lado, ni este «atraer» ni la respuesta de fe es una experiencia interiorista. La fe, fruto de la atracción del Padre, es entrar en la vida de Dios. Pero consiste en «escuchar» acoger la enseñanza (45) de la Escritura transmitida a Israel. «Escuchar» una voz que viene de fuera, no de dentro de uno mismo. Otra vez podemos tener presente que en Jesús la Palabra se ha hecho carne, se ha hecho hombre (Jn 1, 1. 14).

• Jesús se presenta Él mismo como «el pan de vida» (35. 48), el pan de Dios, el verdadero alimento. Si para los judíos el verdadero alimento era la Ley, ahora tienen el alimento verdadero en la palabra que se ha hecho carne (Jn 1, 1. 14). Es decir, el verdadero alimento se ha comprometido en la vida de quienes lo reciben. El verdadero alimento se ha hecho hombre de modo que compromete a quienes lo quieren recibir. La Ley, la Palabra, no es ideología: es una vida concreta. No se queda lejos, en el cielo, de manera que se le pueda hacer decir lo que convenga (=manipular): está con nosotros y dice lo que hace.

• «Mi carne» (51). «Carne» es la misma palabra que en el capítulo 1 de Juan se suele traducir por hombre (Jn 1, 14). Por tanto, no se debe entender como la sustancia del organismo humano. Su significado apunta a la naturaleza humana, a la humanidad. Aquí, puesta en labios de Jesús, es para hablar de sí mismo en su condición mortal. ES decir, el que da la vida -muerte y resurrección- por todos (50-51). La adhesión a su persona -«comer»- es nuestra vida, «la vida del mundo» (51).

Comentario al evangelio – Jueves XVIII de Tiempo Ordinario

Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia

Si habéis visitado la basílica de San Pedro en el Vaticano habréis observado que alrededor de la cúpula, por su parte interna, están escritas en latín las palabras centrales del evangelio de hoy: «Tu es Petrus et super hanc petram aedificabo ecclesiam meam» (Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi iglesia). Hace falta subir al deambulatorio para caer en la cuenta del descomunal tamaño de estas letras hechas en mosaico. No es necesario decir por qué se han puesto estas palabras en este preciso lugar. Pero lo que sí nos interesa es preguntarnos qué pueden significar para nosotros hoy.

Caigamos en la cuenta de que estas palabras que Jesús dirige a Pedro sólo se encuentran en el evangelio de Mateo. En ellas se ha fundamentado bíblicamente la autoridad del Papa en cuanto sucesor de Pedro. Según el Código de Derecho Canónico, esta autoridad es «suprema, plena, inmediata y universal» (canon 331). Estas palabras resultan tan solemnes que cuesta relacionarlas con el apóstol Pedro, hombre vulnerable. Por eso necesitamos una y otra vez beber en el sentido más genuino de lo que el evangelio nos quiere transmitir.

Lo primero que me llama la atención es que Jesús no elige a Pedro en virtud de sus cualidades personales sino por su fe en él como Hijo de Dios. Pero se trata de una fe que Pedro no se puede adjudicar como una conquista «porque eso no te lo ha revelado ningún mortal sino mi Padre que está en el cielo». Por tanto, Pedro es, sobre todo, un hombre agraciado con el don de la fe. Sobre este don reposa el sentido de su ministerio en la comunidad. Sin esa fe, la autoridad se convierte en mera dominación.

Pero hay un segundo aspecto que quiero subrayar. La potestad de «atar y desatar» consiste en la potestad de «interpretar la ley» para adaptarla a las nuevas situaciones. De hecho, Pedro así lo hizo. Pensemos en las decisiones que tomó en la asamblea de Jerusalén, tal como se nos narra en el capítulo 15 de los Hechos de los Apóstoles.

¿No sería deseable que esto sucediera hoy de una manera más audaz, de una manera parecida a como Jesús interpretaba la ley? Él siempre buscaba liberar a las personas, encontrar salidas donde la rigidez sólo veía puertas cerradas. Si el ministerio de Pedro fuera más en esta línea, ¿no sería un punto de encuentro en el camino ecuménico más que un obstáculo como, de hecho, lo es hoy para muchos hermanos de otras iglesias?

Ciudad Redonda

Meditación – Jueves XVIII de Tiempo Ordinario

Hoy es jueves XVIII de Tiempo Ordinario.

La lectura de hoy es del evangelio de Mateo (Mt 16, 13-23):

En aquellos días, llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?». Ellos dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas». Díceles Él: «Y vosotros ¿quién decís que soy yo?». Simón Pedro contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo». Replicando Jesús le dijo: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos». Entonces mandó a sus discípulos que no dijesen a nadie que Él era el Cristo.

Desde entonces comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que Él debía ir a Jerusalén y sufrir mucho de parte de los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, y ser matado y resucitar al tercer día. Tomándole aparte Pedro, se puso a reprenderle diciendo: «¡Lejos de ti, Señor! ¡De ningún modo te sucederá eso!». Pero Él, volviéndose, dijo a Pedro: «¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Escándalo eres para mí, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres!»

Hoy Jesús proclama afortunado a Pedro por su atinada declaración de fe: «Simón Pedro contestó: ‘Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo’. Replicando Jesús le dijo: ‘Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos’» (Mt 16,16-17). En esta felicitación Jesús promete a Pedro el primado en su Iglesia; pero poco después ha de hacerle una reconvención por haber manifestado una idea demasiado humana y equivocada del Mesías: «Tomándole aparte Pedro, se puso a reprenderle diciendo: ‘¡Lejos de ti, Señor! ¡De ningún modo te sucederá eso!’. Pero Él, volviéndose, dijo a Pedro: ‘¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Escándalo eres para mí, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres!’» (Mt 16,22-23).

Hay que agradecer a los evangelistas que nos hayan presentado a los primeros discípulos de Jesús tal como eran: no como unos personajes idealizados, sino gente de carne y hueso, como nosotros, con sus virtudes y defectos; esta circunstancia los aproxima a nosotros y nos ayuda a ver que el perfeccionamiento en la vida cristiana es un camino que todos debemos hacer, pues nadie nace enseñado.

Dado que ya sabemos cómo fue la historia, aceptamos que Jesucristo haya sido el Mesías sufriente profetizado por Isaías y haya entregado su vida en la cruz. Lo que más nos cuesta aceptar es que nosotros tengamos que continuar haciendo presente su obra a través del mismo camino de entrega, renuncia y sacrificio. Imbuidos como estamos en una sociedad que propugna el éxito rápido, aprender sin esfuerzo y de modo divertido, y conseguir el máximo provecho con el mínimo de labor, es fácil que acabemos viendo las cosas más como los hombres que como Dios. Una vez recibido el Espíritu Santo, Pedro aprendió por dónde pasaba el camino que debía seguir y vivió en la esperanza. «Las tribulaciones del mundo están llenas de pena y vacías de premio; pero las que se padecen por Dios se suavizan con la esperanza de un premio eterno» (San Efrén).

Rev. D. Joaquim MESEGUER García

Liturgia – Jueves XVIII de Tiempo Ordinario

JUEVES DE LA XVIII SEMANA DE TIEMPO ORDINARIO, feria

Misa de la feria (verde).

Misal: Cualquier formulario permitido, Prefacio común.

Leccionario: Vol. III-impar.

  • Núm 20, 1-13. Brotó agua abundante.
  • Sal 94. Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: «No endurezcáis vuestro corazón».
  • Mt 16, 13-23. Tú eres Pedro, y te daré las llaves del reino de los cielos.

Antífona de entrada          Cf. Jr 31, 3; 1Jn 2, 2
Con amor eterno nos amó Dios; envió a su Hijo único como víctima de propiciación por nuestros pecados, no solo por los nuestros, sino también por los del mundo entero.

Monición de entrada y acto penitencial
Hermanos, al comenzar la celebración de los sagrados misterios dispongamos nuestro corazón para participar en este encuentro de salvación al que nos invita el Señor. Pidamos pues, desde el fondo de nuestro corazón, perdón a Dios por nuestros pecados.

• Tú que eres misericordioso y compasivo. Señor, ten piedad.
• Tú que cargaste con el pecado de todos. Cristo, ten piedad.
• Tú que nos devuelves la alegría perdida. Señor, ten piedad.

Oración colecta
OH Dios,
que quisiste dar pastores a tu pueblo,
derrama sobre tu Iglesia el Espíritu de piedad y fortaleza,
que suscite dignos ministros de tu altar
y los haga testigos valientes y humildes de tu Evangelio.
Por nuestro Señor Jesucristo.

Oración de los fieles
Suba nuestra oración a Dios Padre todopoderoso, que quiere iluminar y salvar a todos los hombres.

1.- Por nuestro santo padre el papa N. y por todos los obispos, para que guíen fielmente al pueblo de Dios. Roguemos al Señor.
2.- Por los que rigen los destinos de los pueblos: para que protejan la libertad de los ciudadanos y gobiernen con rectitud y justicia. Roguemos al Señor.
3.- Por los hambrientos y los enfermos, por los emigrantes y los que no tienen trabajo, por todos los que sufren: para que sean aliviados en su necesidad. Roguemos al Señor.
4.- Por los que estamos aquí reunidos: para que vivamos en amor fraterno y formemos una comunidad de fe, esperanza y amor en el seno de la Iglesia. Roguemos al Señor.

Escucha, Dios todopoderoso, las súplicas de tu pueblo; y concédenos lo que te pedimos, confiados en tu bondad. Por Jesucristo nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
CONCÉDENOS, Dios misericordioso,
que, alimentados con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo,
bebamos con fe en la fuente de la misericordia
y nos mostremos cada vez más misericordiosos con nuestros hermanos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona de comunión          Sal 102, 17
La misericordia del Señor dura desde siempre y por siempre para aquellos que lo temen.

Oración después de la comunión
SEÑOR,
alimentados con el pan de la mesa celestial te pedimos que,
por este sacramento de amor,
germinen las semillas que esparces
generosamente en el campo de tu Iglesia,
de manera que sean cada vez más numerosos
los que elijan el camino de servirte en los hermanos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Laudes – Jueves XVIII de Tiempo Ordinario

LAUDES

JUEVES XVIII TIEMPO ORDINARIO

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Señor, ábreme los labios.
R/. Y mi boca proclamará tu alabanza

INVITATORIO

Se reza el invitatorio cuando laudes es la primera oración del día.

Ant. Entrad en la presencia del Señor con vítores.

SALMO 94: INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

Entrad, postrémonos por tierra,
bendición al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y me tentaron, aunque habían visto mis obras.

Durante cuarenta años
aquella generación me asqueó, y dije:
«Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso».»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

HIMNO

Alfarero del hombre, mano trabajadora
que, de los hondos limos iniciales,
convocas a los pájaros a la primera aurora,
al pasto, los primeros animales.

De mañana te busco, hecho de luz concreta,
de espacio puro y tierra amanecida.
De mañana te encuentro, Vigor, Origen, Meta
de los sonoros ríos de la vida.

El árbol toma cuerpo, y el agua melodía;
tus manos son recientes en la rosa;
se espesa la abundancia del mundo a mediodía,
y estás de corazón en cada cosa.

No hay brisa, si no alientas, monte, si no estás dentro,
ni soledad en que no te hagas fuerte.
Todo es presencia y gracia. Vivir es este encuentro:
Tú, por la luz, el hombre, por la muerte.

¡Que se acabe el pecado! ¡Mira que es desdecirte
dejar tanta hermosura en tanta guerra!
Que el hombre no te obligue, Señor, a arrepentirte
de haberle dado un día las llaves de la tierra. Amén.

SALMO 79: VEN, SEÑOR, A VISITAR TU VIÑA

Ant. Despierta tu poder, Señor, y ven a salvarnos.

Pastor de Israel, escucha,
tú que guías a José como a un rebaño;
tú que te sientas sobre querubines, resplandece
ante Efraín, Benjamín y Manasés;
despierta tu poder y ven a salvarnos.

Oh Dios, restáuranos,
que brille tu rostro y nos salve.

Señor, Dios de los ejércitos,
¿hasta cuándo estarás airado
mientras tu pueblo te suplica?

Les diste a comer llanto,
a beber lágrimas a tragos;
nos entregaste a las contiendas de nuestros vecinos,
nuestros enemigos se burlan de nosotros.

Dios de los ejércitos, restáuranos,
que brille tu rostro y nos salve.

Sacaste una vid de Egipto,
expulsaste a los gentiles, y la trasplantaste;
le preparaste el terreno, y echó raíces
hasta llenar el país;

su sombra cubría las montañas,
y sus pámpanos, los cedros altísimos;
extendió sus sarmientos hasta el mar,
y sus brotes hasta el Gran Río.

¿Por qué has derribado su cerca
para que la saqueen los viandantes,
la pisoteen los jabalíes
y se la coman las alimañas?

Dios de los ejércitos, vuélvete:
mira desde el cielo, fíjate,
ven a visitar tu viña,
la cepa que tu diestra plantó,
y que tú hiciste vigorosa.

La han talado y le han prendido fuego;
con un bramido hazlos perecer.
Que tu mano proteja a tu escogido,
al hombre que tú fortaleciste.
No nos alejaremos de ti:
danos vida, para que invoquemos tu nombre.

Señor, Dios de los ejércitos, restáuranos,
que brille tu rostro y nos salve.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Despierta tu poder, Señor, y ven a salvarnos.

CÁNTICO de ISAÍAS: ACCIÓN DE GRACIAS DEL PUEBLO SALVADO

Ant. Anunciad a toda la tierra que el Señor hizo proezas.

Te doy gracias, Señor,
porque estabas airado contra mí,
pero ha cesado tu ira
y me has consolado.

Él es mi Dios y Salvador:
confiaré y no temeré,
porque mi fuerza y mi poder es el Señor,
él fue mi salvación.
Y sacaréis aguas con gozo
de las fuentes de la salvación.

Aquel día diréis:
«Dad gracias al Señor,
invocad su nombre,
contad a los pueblos sus hazañas,
proclamad que su nombre es excelso.

Tañed para el Señor, que hizo proezas,
anunciadlas a toda la tierra;
gritad jubilosos, habitantes de Sión:
«Qué grande es en medio de ti
el Santo de Israel.»»

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Anunciad a toda la tierra que el Señor hizo proezas.

SALMO 80: SOLEMNE RENOVACIÓN DE LA ALIANZA

Ant. Aclamad a Dios, nuestra fuerza. +

Aclamad a Dios, nuestra fuerza;
+ dad vítores al Dios de Jacob:
acompañad, tocad los panderos,
las cítaras templadas y las arpas;
tocad la trompeta por la luna nueva,
por la luna llena, que es nuestra fiesta.

Porque es una ley de Israel,
un precepto del Dios de Jacob,
una norma establecida para José
al salir de Egipto.

Oigo un lenguaje desconocido:
«Retiré sus hombros de la carga,
y sus manos dejaron la espuerta.

Clamaste en la aflicción, y te libré,
te respondí oculto entre los truenos,
te puse a prueba junto a la fuente de Meribá.

Escucha, pueblo mío, doy testimonio contra ti;
¡ojalá me escuchases, Israel!

No tendrás un dios extraño,
no adorarás un dios extranjero;
yo soy el Señor, Dios tuyo,
que te saqué del país de Egipto;
abre la boca que te la llene.»

Pero mi pueblo no escuchó mi voz,
Israel no quiso obedecer:
los entregué a su corazón obstinado,
para que anduviesen según sus antojos.

¡Ojalá me escuchase mi pueblo
y caminase Israel por mi camino!:
en un momento humillaría a sus enemigos
y volvería mi mano contra sus adversarios;

los que aborrecen al Señor te adularían,
y su suerte quedaría fijada;
te alimentaría con flor de harina,
te saciaría con miel silvestre.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Anunciad a toda la tierra que el Señor hizo proezas.

LECTURA: Rm 14, 17-19

No reina Dios por lo que uno come o bebe, sino por la justicia, la paz y la alegría que da el Espíritu Santo; y el que sirve así a Cristo agrada a Dios, y lo aprueban los hombres. En resumen: esmerémonos en lo que favorece la paz y construye la vida común.

RESPONSORIO BREVE

R/ Velando medito en ti, Señor.
V/ Velando medito en ti, Señor.

R/ Porque fuiste mi auxilio.
V/ Medito en ti, Señor.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Velando medito en ti, Señor.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Anuncia a tu pueblo, Señor, la salvación, y perdónanos nuestros pecados.

Benedictus. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR. Lc 1, 68-79

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por la boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Anuncia a tu pueblo, Señor, la salvación, y perdónanos nuestros pecados.

PRECES

Bendito sea Dios, nuestro Padre, que mira siempre con amor a sus hijos y nunca desatiende sus súplicas; digámosle con humildad:

Ilumina nuestros ojos, Señor.

Te damos gracias, Señor, porque nos has alumbrado con la luz de Jesucristo;
— que esta claridad ilumine hoy todos nuestros actos.

Que tu sabiduría nos guíe en nuestra jornada;
— así andaremos en una vida nueva.

Que tu amor nos haga superar con fortaleza las adversidades.
— para que te sirvamos con generosidad de espíritu.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Dirige y santifica nuestros pensamientos, palabras y obras en este día,
— y danos un espíritu dócil a tus inspiraciones.

Dirijamos ahora, todos juntos, nuestra oración al Padre, y digámosle:
Padre nuestro…

ORACION

Humildemente te pedimos, a ti, Señor, que eres la luz verdadera y la fuente misma de toda luz, que, meditando fielmente tu ley, vivamos siempre en tu caridad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.