Lectio Divina – Miércoles XIX de Tiempo Ordinario

1.- Introducción.

Señor, te doy gracias por tu gran generosidad frente a nuestra flaqueza. Tú sabías lo difícil que es para nosotros la “convivencia”. Por eso nos dejaste tu presencia a la hora de rezar juntos. “Yo estoy en medio”. Si Tú estás en medio de nosotros, nuestra oración será auténtica. No nos limitaremos a estar juntos físicamente, sino que trataremos de vivir unidos y expresar nuestra unión a través de la oración.  

2.- Lectura reposada de la Palabra del Evangelio: Mateo, 18, 15-20

Os aseguro que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo. Os aseguro, además, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.

3.- Qué dice el texto.

Reflexión-Meditación

Hoy nos invitas a rezar en común. Si Tú estás ahí en medio de nosotros, no te podemos engañar. Rezar en común no es simplemente estar físicamente juntos en un mismo lugar y tener el corazón lejos de los hermanos. Los primeros cristianos rezaban juntos y tenían “un solo corazón y una sola alma, ponían los bienes en común, estaban alegres, no había entre ellos ninguna necesidad”. Una oración en común nos compromete a estar no sólo juntos sino unidos por dentro. Y ésta es la oración que agrada al Padre. Lo decía muy bien San Ignacio, camino del martirio. “Vosotros estáis unidos al Obispo como las cuerdas a  la lira. Este es el himno que agrada al Padre”. La Iglesia del Vaticano II ha restaurado el gesto hermoso de la paz. Se da antes de la Comunión y nos recuerda que, antes de entrar en comunión con Dios, debemos entrar en comunión con los hermanos. De lo contrario haremos una “masticación” pero no una comunión. Esto es tan importante que el mismo Señor nos dice: “Si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda”. (Mt 5, 23-24) El texto hila fino. No dice: si tú tienes algo contra tu hermano, sino si tu hermano tiene algo contra ti. No podemos pasar a comulgar si no hemos intentado antes reconciliarnos con el hermano.

Palabra del Papa. Oración con los cinco dedos.

1. El dedo pulgar es el que está más cerca de ti. Así que comienza orando por aquéllos que están más unidos a ti. Son los más fáciles de recordar. Orar por los que amamos es «una dulce tarea.»

2. El próximo dedo es el índice: Ora por los que enseñan, instruyen y curan. Ellos necesitan apoyo y sabiduría al conducir a otros por la dirección correcta. Mantenlos en tus oraciones.

3. El siguiente dedo es el más alto. Nos recuerda a nuestros líderes, a los gobernantes, a quienes tienen autoridad. Ellos necesitan la dirección divina.

4. El próximo dedo es el del anillo. Sorprendentemente, éste es nuestro dedo más débil. Él nos recuerda orar por los débiles, enfermos o atormentados por problemas. Ellos necesitan tus oraciones.

5. Y finalmente tenemos nuestro dedo pequeño, el más pequeño de todos. El meñique debería recordarte orar por ti mismo. Cuando hayas terminado de orar por los primeros cuatro grupos, tus propias necesidades aparecerán en una perspectiva correcta y estarás preparado para orar por ti mismo de una manera más efectiva.

4.- Qué me dice hoy a mí esta palabra ya meditada. (Guardo silencio)

5.- Propósito: Si hoy tengo que llamar la atención a un hermano, lo haré con mucha humildad y mucho amor.

6.- Dios  me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.

Señor, te doy gracias porque hoy he aprendido a rezar comunitariamente. Yo me creía que, por el hecho de  ir al Templo a Misa, ya tenía suficiente. Ahora sé que el ir a Misa me compromete a saludar al hermano, a perdonarle. Haz, Señor, que los que nos juntamos en un mismo templo vivamos unidos. Tú nos sales al encuentro de todos y nos dices: Vosotros habéis venido aquí para tener un solo corazón y una sola alma dentro de casa.

Comentario – Miércoles XIX de Tiempo Ordinario

(Mt 18, 15-20)

Jesús invita a expresar nuestro amor al hermano corrigiéndolo. Pero no se trata aquí de corregirlo por un error o por una falta ocasional; se trata de un pecado persistente y público, cuando el hermano está cayendo reiteradamente en una falta grave y visible. Por eso, si es necesario, se pueden buscar testigos que hayan visto esos pecados y nos ayuden a convencer al hermano descarriado. Pero el primer paso es siempre una corrección en privado, íntima, personal y directa, cara a cara.

Es importante leer esta invitación a la corrección en el contexto de lo que sigue. Por ejemplo, en los versículos 21-22 se invita a perdonar al hermano todas las veces que sea necesario. Por lo tanto, la corrección no se refiere a ofensas personales. Luego, en los versículos 23-35 se invita a una actitud de compasión, la misma que desearíamos que el Padre Dios tuviera ante nuestros pecados.

Si el hermano pecador, luego de hablarlo entre dos o tres, y después de haber orado por él (18, 19-20), tampoco quiere reconocer su pecado y se obstina en ese mal comportamiento público, se puede hacer un planteo en la comunidad más amplia, para tratar de ayudarlo entre todos; pero si aún así se empecina en mantener su opción por el mal, la comunidad no puede identificarse con él y debe dejar en claro cuál es el estilo de vida que en ella se propone.

La comunidad, en ese caso, al considerarlo como un pagano o un pecador público, no lo desprecia ni lo declara muerto, sino que comienza a verlo como alguien que debe ser nuevamente evangelizado, alguien a quien se debe hacer llegar una vez más el anuncio del Señor que lo invita a la conversión. Pero si al corregirlo advertimos que lo hacemos sin amor sincero, y más bien estamos descargando nuestro rencor e incomprensión, tendríamos que seguir el consejo de San Agustín: «reconocer nuestra propia miseria, abrazarnos a él, y llorar juntos la miseria de los dos».

Oración:

«Señor, ayúdame a tomar en serio la vida de mi hermano, a no desentenderme cuando veo que se hunde en el mal y arruina su vida. Dame el amor necesario y la palabra justa para poder ayudarlo, pero ayúdame a hacerlo con humildad, reconociendo mi propia miseria».

VÍCTOR M. FERNÁNDEZ
El Evangelio de cada día

¿Qué me quiere decir hoy Jesús?

La verdadera dicha – Lucas 11, 27-28

En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba a las turbas, una mujer de entre el gentío levantó la voz diciendo: – ¡Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron! Pero él repuso: – Mejor: ¿Dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen!

Explicación

Jesús, cuando hablaba con su Padre Dios le daba gracias, porque era muy agradecido y además valoraba mucho todo lo bueno que Dios hace en favor de sus hijos, que somos todos. Hoy, unidos a Jesús, damos gracias a Dios Padre, porque María, la madre de Jesús, ha pasado de estar en la tierra acompañada por los amigos de su Hijo, a la Casa del Padre en el cielo, participando de la vida feliz y plena de Jesús.

Fr. Emilio Díez Ordóñez y Fr. Javier Espinosa Fernández

Comentario al evangelio – Miércoles XIX de Tiempo Ordinario

El texto evangélido de hoy va dirigido a una comunidad cristiana en la que existen problemas de convivencia. Si decimos pertenecer y trabajar por el Reino debemos abordar el pecado de un hermano a la luz del interés del Padre porque nadie perezca. Nuestro objetivo en las relaciones con nuestros prójimos, es recuperar al hermano para que no tropiece ni haga tropezar a otros. Consiguientemente, movido por el amor y la solicitud, ha de hablar a solas con el otro (Lv 19,17-18). Si no hace caso se nos invita a buscar a «uno o dos», no como testigos de un juicio, que es la acción que aplicamos (Dt 17,6; 19,15), sino para urgirle a volver a la fidelidad. Si el hermano sigue sin querer escuchar, el discípulo debe decírselo «a la Iglesia»: la comunidad de quienes pertenecen al Reino. la finalidad de esta actuación no es otra que eliminar toda piedra de escándalo, traer de vuelta al descarnado a la cornu­ nión con toda la comunidad.

De esta manera es como los que nos llamamos y somos hijos de Dios, debemos ejercitar la responsabilidad de las llaves del Reino. Las palabras dirigidas a Pedro (en 16,19) y a toda la comunidad, convocada por Jesús (v. 18). Con esto se nos anima a experimentar el respaldo de la autoridad divina en ciertas actuaciones realizadas por la comunidad a través de sus jefes, cuando éstos «excluyen» e «incluyen», imponen obligaciones y liberan de ellas, o declaran la culpa y el perdón.

Ciudad Redonda

Meditación – Miércoles XIX de Tiempo Ordinario

Hoy es miércoles XIX de Tiempo Ordinario.

La lectura de hoy es del evangelio de Mateo (Mt 18, 15-20):

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Si tu hermano llega a pecar, vete y repréndele, a solas tú con él. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano. Si no te escucha, toma todavía contigo uno o dos, para que todo asunto quede zanjado por la palabra de dos o tres testigos. Si les desoye a ellos, díselo a la comunidad. Y si hasta a la comunidad desoye, sea para ti como el gentil y el publicano. Yo os aseguro: todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo. Os aseguro también que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, sea lo que fuere, lo conseguirán de mi Padre que está en los cielos. Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos».

Hoy consideramos que la fe no es únicamente una opción individual, no es una relación exclusiva entre el “yo” del fiel y el “Tú” divino, entre un sujeto autónomo y Dios. Por su misma naturaleza, se abre al “nosotros”, se da siempre dentro de la comunión de la Iglesia.

Esta apertura al “nosotros” eclesial refleja la apertura propia del amor de Dios, que no es sólo relación entre el Padre y el Hijo, entre el “yo” y el “tú”, sino que en el Espíritu, es también un “nosotros”, una comunión de personas. Quien cree nunca está solo, porque la fe tiende a difundirse, a compartir su alegría con otros. Quien recibe la fe descubre que las dimensiones de su “yo” se ensanchan, y entabla nuevas relaciones que enriquecen la vida.

—El catecúmeno, tras el nacimiento nuevo por el bautismo, es recibido en la casa de la Madre para alzar las manos y rezar, junto a los hermanos, el Padrenuestro, como signo de su pertenencia a una nueva familia.

REDACCIÓN evangeli.net

Liturgia – Santa Clara

SANTA CLARA, virgen, memoria obligatoria

Misa de la memoria (blanco)

Misal: 1ª oración propia y el resto del común de vírgenes (para una virgen) o de santos (para una monja), o de la feria; Prefacio común o de la memoria.

Leccionario: Vol. III-impar

  • Dt 34, 1-12. Allí murió Moisés como había dispuestos el Señor, y no surgió otro profeta como él.
  • Sal 65. Bendito sea Dios, que me ha devuelto la vida.
  • Mt 18, 15-20.Si te hace caso, has salvado a tu hermano.

Antífona de entrada
Ven, esposa de Cristo, recibe la corona que el Señor te ha preparado desde la eternidad.

Monición de entrada y acto penitencial
Hacemos hoy memoria de santa Clara, virgen. Nació en Asís, en Italia, el año 1193. Siguió a san Francisco en su camino de pobreza evangélica, llevando en su ciudad natal una vida austera pero rica en obras de caridad y de piedad. Amante de Cristo pobre, no consintió ser apartada de esa vida de pobreza ni siquiera en la más extrema indigencia y en la enfermedad. Entregó su alma a Dios el año 1253.

            Yo confieso…

Oración colecta
OH, Dios,
que guiaste misericordiosamente a santa Clara
hacia el amor a la pobreza,
concédenos, por su intercesión, que,
siguiendo a Cristo en la pobreza de espíritu,
merezcamos llegar a contemplarte en el reino celestial.
Por nuestro Señor Jesucristo.

Oración de los fieles
Oremos a Dios nuestro Padre, que quiere que le sirvamos con un corazón sencillo y humilde.

1.- Por toda la Iglesia, por nuestra comunidad parroquial y todas las comunidades cristianas en el mundo. Roguemos al Señor.

2.- Por las vocaciones sacerdotales, a la vida religiosa y al laicado cristiano. Roguemos al Señor.

3.- Por todos los gobernantes y sus ministros, encargados de velar por el bien común. Roguemos al Señor.

4.- Por todos nuestros difuntos; para que Dios los reciba en su reino de luz y de paz. Roguemos al Señor.

5.- Por nosotros y por los que no han podido venir a esta celebración. Roguemos al Señor.

Dios de bondad, que no te cansas de buscar la oveja perdida, atiende las súplicas que te hemos presentado, y haz que tengamos siempre las mismas actitudes de humildad y sencillez de Jesucristo. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.

Oración sobre las ofrendas
RECIBE,  Señor,
la ofrenda de nuestra humildad,
en la memoria de la virgen santa Clara,
y concédenos, por esta ofrenda inmaculada,
consumirnos constantemente en ferviente
y santo amor delante de ti.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona de comunión          Cf. Lc 10, 42
Esta virgen prudente ha escogido la parte mejor y no le será quitada.

Oración después de la comunión
RECONFORTADOS con el Pan del cielo,
invocamos humildemente tu misericordia, Señor,
para que concedas el perdón de los pecados,
la salud del cuerpo, la gracia del alma
y la gloria eterna a cuantos nos llena de alegría
la conmemoración de santa Clara.
Por Jesucristo, nuestro Señor.