Vísperas – Viernes XIX de Tiempo Ordinario

VÍSPERAS

VIERNES XIX de TIEMPO ORDINARIO

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

¿Quién es este que viene,
recién atardecido,
cubierto con su sangre
como varón que pisa los racimos?

Éste es Cristo, el Señor,
convocado a la muerte,
glorificado en la resurrección.

¿Quién es este que vuelve,
glorioso y malherido,
y, a precio de su muerte,
compra la paz y libra a los cautivos?

Éste es Cristo, el Señor,
convocado a la muerte,
glorificado en la resurrección.

Se durmió con los muertos,
y reina entre los vivos;
no le venció la fosa,
porque el Señor sostuvo a su Elegido.

Éste es Cristo, el Señor,
convocado a la muerte,
glorificado en la resurrección.

Anunciad a los pueblos
qué habéis visto y oído;
aclamad al que viene
como la paz, bajo un clamor de olivos. Amén.

SALMO 134: HIMNO A DIOS, REALIZADOR DE MARAVILLAS

Ant. El Señor es grande, nuestro dueño más que todos los dioses.

Alabad el nombre del Señor,
alabadlo, siervos del Señor,
que estáis en la casa del Señor,
en los atrios de la casa de nuestro Dios.

Alabad al Señor porque es bueno,
tañed para su nombre, que es amable.
Porque él se escogió a Jacob,
a Israel en posesión suya.

Yo sé que el Señor es grande,
nuestro dueño más que todos los dioses.
El Señor todo lo que quiere lo hace:
en el cielo y en la tierra,
en los mares y en los océanos.

Hace subir las nubes desde el horizonte,
con los relámpagos desata la lluvia,
suelta a los vientos de sus silos.

Él hirió a los primogénitos de Egipto,
desde los hombres hasta los animales.
Envió signos y prodigios
—en medio de ti, Egipto—
contra el Faraón y sus ministros.

Hirió de muerte a pueblos numerosos,
mató a reyes poderosos:
a Sijón, rey de los amorreos,
a Hog, rey de Basán,
y a todos los reyes de Canaán.
Y dio su tierra en heredad,
en heredad a Israel, su pueblo.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. El Señor es grande, nuestro dueño más que todos los dioses.

SALMO 134

Ant. Casa de Israel, bendecid al Señor; tañed para su nombre, que es amable.

Señor, tu nombre es eterno;
Señor, tu recuerdo de edad en edad.
Porque el Señor gobierna a su pueblo
y se compadece de sus siervos.

Los ídolos de los gentiles son oro y plata,
hechura de manos humanas;
tienen boca y no hablan,
tienen ojos y no ven,

tienen orejas y no oyen,
no hay aliento en sus bocas.
Sean lo mismo los que los hacen,
cuantos confían en ellos.

Casa de Israel, bendice al Señor;
casa de Aarón, bendice al Señor;
casa de Leví, bendice al Señor.
fieles del Señor, bendecid al Señor.

Bendito en Sión el Señor,
que habita en Jerusalén.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Casa de Israel, bendecid al Señor; tañed para su nombre, que es amable.

CÁNTICO del APOCALIPSIS: HIMNO DE ADORACIÓN

Ant. Vendrán todas las naciones y se postrarán en tu acatamiento, Señor.

Grandes y maravillosas son tus obras,
Señor, Dios omnipotente,
justos y verdaderos tus caminos,
¡oh Rey de los siglos!

¿Quién no temerá, Señor,
y glorificará tu nombre?
Porque tú solo eres santo,
porque vendrán todas las naciones
y se postrarán en tu acatamiento,
porque tus juicios se hicieron manifiestos.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Vendrán todas las naciones y se postrarán en tu acatamiento, Señor.

LECTURA: St 1, 2-4

Hermanos míos: Teneos por muy dichosos cuando os veáis asediados por toda clase de pruebas. Sabed que, al ponerse a prueba vuestra fe, os dará constancia. Y si la constancia llega hasta el final, seréis perfectos e íntegros sin falta alguna.

RESPONSORIO BREVE

R/ Cristo nos amó y nos ha librado por su sangre.
V/ Cristo nos amó y nos ha librado por su sangre.

R/ Nos ha convertido en un reino y hecho sacerdotes de Dios.
V/ Por su sangre

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Cristo nos amó y nos ha librado por su sangre.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. El Señor nos auxilia a nosotros, sus siervos, acordándose de su misericordia.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El Señor nos auxilia a nosotros, sus siervos, acordándose de su misericordia.

PRECES

Invoquemos confiados a Cristo, pastor y guardián de nuestras vidas, y digámosle:

Favorécenos, Señor, por tu bondad.

Buen Pastor del rebaño de Dios,
— ven a reunir a todos los hombres en tu Iglesia.

Ayuda, Señor, a los pastores, de tu pueblo peregrino,
— para que apacienten sin desfallecer a tu grey hasta que vuelvas.

Escoge de entre nosotros pregoneros de tu palabra,
— para que anuncien tu Evangelio hasta los confines del mundo.

Ten compasión de los que en su trabajo desfallecen a mitad del camino;
— haz que encuentren un amigo que los levante.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Muestra tu gloria en el gozo de tu reino
— a los que en este destierro escucharon tu voz.

Con el gozo que nos da el saber que somos hijos de Dios, digamos con plena confianza:
Padre nuestro…

ORACION

Señor, Padre santo, que quisiste que Cristo, tu Hijo, fuese el precio de nuestro rescate, haz que vivamos de tal manera que, tomando parte en sus padecimientos, nos gocemos también en la revelación de su gloria. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

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Lectio Divina – Viernes XIX de Tiempo Ordinario

1.- Oración Introductoria.

Hoy, Señor, quiero pedirte por tantas parejas que fracasan; por tantos hombres y mujeres que se quisieron mucho y, con el paso del tiempo, llegan a odiarse, incluso a matarse. Los sueños de Dios sobre el matrimonio eran bellísimos, las intenciones no podían ser mejores: ponerles en un Jardín de delicias.   ¿Qué ha pasado? ¿Qué está pasando? Te pido que ayudes a tantas parejas malogradas, a tantos niños que, sin ninguna culpa, tienen que pagar muy caro los errores de sus padres.

2.- Lectura reposada del evangelio Mateo 19, 3-12

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos fariseos y le preguntaron para ponerlo a prueba: ¿Es lícito a uno despedir a su mujer por cualquier motivo?Él les respondió: ¿No habéis leído que el Creador en el principio los creó hombre y mujer, y dijo: «Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne»? De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Pues lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre. Ellos insistieron: ¿Y por qué mandó Moisés darle acta de repudio y divorciarse? Él le contestó: Por lo tercos que sois os permitió Moisés divorciaros de vuestras mujeres; pero al principio no era así. Ahora os digo yo que si uno se divorcia de su mujer –no hablo de prostitución- y se casa con otra, comete adulterio. Los discípulos le replicaron: Si ésa es la situación del hombre con la mujer, no trae cuenta casarse. Pero Él les dijo: No todos pueden con eso, sólo los que han recibido ese don. Hay eunucos que salieron así del vientre de su madre, a otros los hicieron los hombres, y hay quienes se hacen eunucos por el Reino de los Cielos. El que pueda con esto, que lo haga.

3.- Qué dice el texto.

Meditación-reflexión.

Jesús, en este texto, quiere luchar contra distintos frentes:

  1. Quiere dejar bien clara la intención de Dios al comienzo de la Creación. El paraíso, el hecho de  no encontrar Adán a nadie que le arrancara de su soledad, el sueño profundo por parte de Dios (como diciendo que en este asunto Adán no interviene, sino que es obra directa de Dios). El asombro y fascinación de Adán ante Eva, indica que la intención de Dios y el sueño de Dios es que los matrimonios fueran plenamente felices. A ese sueño nunca se puede renunciar.
  • La ley de Moisés permitiendo el divorcio es por la “dureza de corazón”. Notemos que Jesús no recrimina nada a Moisés sino que trata de comprenderlo al verse obligado a dar una solución ante problemas concretos que se le presentan; pero mantiene en pie la voluntad del Creador.
  • En lo que Jesús no puede estar en absoluto de acuerdo es en el modo de promulgar una ley donde sólo el varón tiene derecho a divorciarse y nunca la mujer. “Si uno se casa con una mujer y… descubre en ella “algo vergonzoso” le escribe el acta de divorcio, se la entrega y la echa de casa” (Dt. 24,1). Por eso, en el lugar paralelo de Marcos 10,12 se dice: “y si ella repudia a su marido y se casa con otro comete adulterio”.  Está hablando a paganos y Marcos descubre muy bien la intención de Jesús.
  • Tampoco Jesús está de acuerdo en la interpretación laxista de la escuela de Hillel, donde se podía despedir a la mujer por cualquier motivo: porque se le había quemado la comida, o simplemente se había cansado de ella y ya no le gustaba. (La otra   escuela de Sammai era más rigurosa). Por tanto, Jesús quiere reconducir al matrimonio a su prístina pureza, como corresponde a los “hijos del reino”, trata de comprender a los de “corazón duro”, y aprovecha la ocasión para hablar en contra de un “machismo escandaloso” y de una ley injusta en relación con la mujer.

          Palabra del Papa.

“Cuando imagino un corazón, lo imagino siempre de carne, rojo, palpitante,   sano, fuerte, vigoroso, y transmitiendo vida. Pero podría también imaginar cómo es la imagen que representa a los fariseos el día de hoy: un corazón de     piedra. Es un corazón muerto, grisáceo, seco, inmóvil, resistente, es un corazón que pesa, que causa dolor y transforma todo en muerte… «Nosotros debemos caminar con estas dos cosas que Jesús nos enseña: la verdad y la comprensión. Y esto no se resuelve como una ecuación matemática, sino con la propia carne: es decir, yo cristiano ayudo a esa persona, a aquellos matrimonios que atraviesan una dificultad, que están heridos, en el camino de acercamiento a Dios. Permanece el hecho que la verdad es aquella, pero esta es otra verdad: todos somos pecadores, en camino. Y siempre está este trabajo por hacer: cómo ayudar, cómo acompañar, pero también cómo enseñar a aquellos que se quieren casar, cuál es la verdad sobre el matrimonio.»(Homilía de S.S. Francisco, 20 de mayo de 2016, en santa Marta).

          4.- Qué me dice hoy a mí este texto. (Guardo silencio)

          5.-Propósito. A la luz de este texto intentaré conciliar el capítulo cuarto y el   octavo de “Amoris laetitia” del Papa Francisco.

          6.- Dios me ha hablado hoy a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.

Señor, tengo dentro de mí dos sentimientos encontrados: Me encanta tu plan, tu proyecto original sobre el matrimonio. Le dotaste de los elementos necesarios para que las parejas fueran felices. Pero la historia es tozuda y cada día nos encontramos con escenas muy desagradables y que a tantas personas les hacen sufrir mucho. Ayuda, Señor, a tantas parejas en situaciones conflictivas.

Comentario – Viernes XIX de Tiempo Ordinario

(Mt 19, 3-12)

Jesús afirma que la práctica del divorcio no era una ley de Moisés, sino una permisión (permitió), como una tolerancia frente a una costumbre y una debilidad. Pero para Jesús eso no corresponde al plan original de Dios, que une a los esposos como una sola carne para que nunca se separen.

Por eso Jesús reafirma el rechazo al adulterio, pero con una característica destacable: el varón no tiene derecho a repudiar a la mujer, y si lo hace no tiene derecho a una nueva unión. El texto antiguo (Deut 24, 1-3) daba amplios poderes al varón para liberarse de la mujer si luego de casado descubría en ella algo que no le agradara, y así dejaba a la mujer a merced de los caprichos del varón. De hecho, la pregunta que le hacen a Jesús es si el varón puede repudiar a la mujer «por cualquier cosa» (v. 3). Jesús elimina esa superioridad despótica y arbitraria del varón y coloca las cosas en su lugar. Las exigencias son las mismas para los dos.

El matrimonio para Jesús no es un simple acuerdo de dos que alegremente deciden convivir por una conveniencia egoísta y para satisfacer sus necesidades primarias; es mucho más que eso, porque es hacerse «una sola carne», y en el matrimonio es Dios mismo el que sella la unión.

Al percibir en las palabras de Jesús la tremenda seriedad del matrimonio los discípulos se asombran, habituados como estaban a la realidad social de su época, donde el varón tenía amplias libertades para cambiar de mujer. Y llegan a decir que, si es así, es mejor no casarse. Pero Jesús responde que eso, que humanamente es difícil de comprender -una fidelidad para toda la vida puede vivirse gracias a un «don de Dios» (v. 11). Y completa su explicación mostrando que esa fidelidad es posible puesto que también es posible que algunos renuncien a la sexualidad por el Reino de Dios, aunque también eso parezca difícil de aceptar (v. 12).

Oración:

«Señor, otorga la gracia de la fidelidad a los que se han unido en matrimonio; concédeles que se sientan realmente una sola carne, que vivan el gozo de pertenecerse el uno al otro a pesar de todo y sepan superar las dificultades que amenazan al amor».

VÍCTOR M. FERNÁNDEZ
El Evangelio de cada día

La misa del domingo

San Juan refiere una visión, un fenómeno cósmico extraordinario (1ª. lectura): «una Mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza». También aparece la figura de un gran dragón rojo, símbolo de un poderoso imperio antagónico a Dios (ver Jer 51,34; Is 51,9-10; Ez 29), que desencadena su furia contra «los astros del cielo» (ver Dan 8,10), es decir, contra los elegidos.

El dragón se detiene delante de la Mujer con la intención de devorar al Niño que ella está a punto de dar a luz. Esta actitud de agresión, de oposición y confrontación trae a la memoria un antiguo pasaje del Génesis, llamado ‘protoevangelio’: «Enemistad pondré entre ti y la Mujer, y entre tu linaje y su linaje» (Gén 3,15).

El hijo de la Mujer es arrebatado y llevado junto al trono de Dios, hecho partícipe de su mismo poder y gloria. Aquel niño simboliza a Cristo, Aquel a quien la muerte no pudo retener en su dominio. Resucitado de entre los muertos ascendió victorioso a los Cielos. Su triunfo es total, un triunfo que anuncia y garantiza la salvación para toda la humanidad.

San Pablo (2ª. lectura) explica la íntima conexión que existe entre la resurrección de Cristo y la futura resurrección de los creyentes. Si por Adán vino la muerte, por Cristo viene la resurrección. Su Victoria sobre el mal y la muerte es también la victoria de la humanidad entera. Él ha resucitado como primicia, y en Cristo y por Él también los creyentes resucitarán para la Vida cuando Él vuelva glorioso al final de los tiempos.

Mas esta resurrección gloriosa ha sido ya anticipada en el caso de aquella Mujer, la Madre de Jesús. La Asunción de la Santísima Virgen «constituye una participación singular en la Resurrección de su Hijo y una anticipación de la resurrección de los demás cristianos» (Catecismo de la Iglesia Católica, 966).

María es la Mujer anunciada desde el principio, Mujer cuya descendencia pisaría la cabeza de la serpiente como signo de triunfo sobre el poder del mal y de la muerte. Ella es llamada dichosa no sólo por haber sido elegida por Dios y regalada con gracias especiales para realizar su vocación y llevar a cabo su misión de ser la Madre del Señor, sino también por su libre cooperación y respuesta generosa a Dios y a sus designios reconciliadores.

En su favor el Poderoso ha hecho grandes maravillas. También ha obrado esas maravillas en favor de toda la humanidad por medio de María. Es por ello que todas las generaciones la llamarán bienaventurada, rindiéndole agradecidas un filial y amoroso homenaje.

LUCES PARA LA VIDA CRISTIANA

Santa María, asunta a los Cielos, es para nosotros, hijos de la Iglesia peregrinante, un signo de esperanza que brilla intenso en el horizonte, signo que nos atrae, nos alienta, nos anima y estimula a seguir sus huellas y caminar confiadamente hacia donde Ella se encuentra gloriosa junto a su Hijo resucitado.

¡El triunfo de María nos llena de esperanza! Sí, al mirarla gloriosa tenemos la confianza de que también nosotros, bajo su guía y cuidado maternal, avanzamos hacia la transfiguración gloriosa de nuestras existencias, hacia la plena participación del amor y comunión de Dios, hacia la gloria definitiva y máxima felicidad que sólo Dios puede dar al ser humano.

Nos acompaña la certeza de que Santa María, asunta a los Cielos, no se desentiende del destino terreno y eterno de sus hijos e hijas. ¡Todo lo contrario! Ella, desde el Cielo, ejerce activamente su misión maternal: «¡Mujer, he allí a tu hijo!». Enaltecida y glorificada al lado de su Hijo, como Madre nuestra que es, nos sigue acompañando y sigue intercediendo por nosotros, continúa alentando nuestra esperanza y confianza en las promesas de su Hijo, no cesa de invitarnos a vivir con visión de eternidad, cuidándonos, protegiéndonos, educándonos con sus palabras y el ejemplo de su vida entregada al amoroso y servicial cumplimiento del Plan divino.

Finalmente, la Mujer que ahora y por toda la eternidad ve plenamente colmada las esperanzas de su terreno peregrinar, nos invita también a nosotros a ser hombres y mujeres de esperanza para tantos que en el mundo de hoy carecen de esperanza. De este modo, todo hijo e hija de María está llamado a ser signo de esperanza para muchos, apóstol que lleve a cuantos más pueda al encuentro con el Señor resucitado.

Rasgos de María

La visita de María a Isabel permite al evangelista Lucas poner en contacto al Bautista y a Jesús, antes incluso de haber nacido. La escena está cargada de una atmósfera muy especial. Las dos van a ser madres. Las dos han sido llamadas a colaborar en el plan de Dios. No hay varones. Zacarías ha quedado mudo. José está sorprendentemente ausente. Las dos mujeres ocupan toda la escena.

María, que ha llegado aprisa desde Nazaret, se convierte en la figura central. Todo gira en torno a ella y a su Hijo. Su imagen brilla con unos rasgos más genuinos que muchos otros que le han sido añadidos a lo largo de los siglos a partir de advocaciones y títulos alejados de los evangelios.

María, «la madre de mi Señor»
Así lo proclama Isabel a gritos y llena del Espíritu Santo. Es cierto: para los seguidores de Jesús, María es antes que nada la Madre de nuestro Señor. De ahí arranca toda su grandeza. Los primeros cristianos nunca separan a María de Jesús. Son inseparables. «Bendecida por Dios entre todas las mujeres», ella nos ofrece a Jesús, «fruto bendito de su vientre».

María, la creyente
Isabel la declara dichosa porque «ha creído». María es grande no simplemente por su maternidad biológica, sino por haber acogido con fe la llamada de Dios a ser Madre del Salvador. Ha sabido escuchar a Dios; ha guardado su Palabra dentro de su corazón; la ha meditado; la ha puesto en práctica cumpliendo fielmente su vocación. María es Madre creyente.

María, la evangelizadora
María ofrece a todos la salvación de Dios, que ha acogido en su propio Hijo. Esa es su gran misión y su servicio. Según el relato, María evangeliza no solo con sus gestos y palabras, sino porque allá a donde va lleva consigo la persona de Jesús y su Espíritu. Esto es lo esencial del acto evangelizador.

María, portadora de alegría
El saludo de María comunica la alegría que brota de su Hijo Jesús. Ella ha sido la primera en escuchar la invitación de Dios: «Alégrate… el Señor está contigo». Ahora, desde una actitud de servicio y de ayuda a quienes la necesitan, María irradia la Buena Noticia de Jesús, el Cristo, al que siempre lleva consigo. Ella es para la Iglesia el mejor modelo de una evangelización gozosa.

José Antonio Pagola

Masticando tus palabras de vida

 
 

Para creer en ti
hay que tener hambre,
pues vives en el pan tierno
que se rompe y comparte
en cualquier casa, mesa y cruce,
entre hermanos, desconocidos y caminantes.

Para creer en ti
hay que tener hambre,
pues tú eres banquete de pobres
y botín de mendigos,
que vacíos, sin campos ni graneros,
descubren que son ricos.

Para creer en ti
hay que tener hambre,
hambre de vida y justicia
que no queda satisfecha
con vanas, huecas, lights palabras,
pues aunque nos sorprendan y capten,
no nos alimentan ni satisfacen.

Para creer en ti
hay que tener hambre,
pues sin ella olvidamos fácilmente
a los dos tercios que la tienen,
entre los que tú andas perdido
porque son los que más te atraen.

Para creer en ti
hay que tener hambre,
y mantener despierto el deseo
de otro pan diferente al que nos ofrecen
en mercados, plazas y encuentros
donde todo se compra y vende.

Para creer en ti
hay que tener hambre
y, a veces, atragantarse al oírte
para descubrir la novedad
de tu presencia y mensaje
en este mundo sin ilusiones.

Florentino Ulibarri

Comentario al evangelio – Viernes XIX de Tiempo Ordinario

El proyecto de Dios era bello: en el Paraíso, el amor haría encontrarse en plenitud al hombre y a la mujer. Ese amor era, debería ser, un reflejo del  mismo amor de Dios. Pero ese proyecto quedó destrozado por el pecado. Ahora vivimos en un esfuerzo continuo y dificil por reconstruir aquel sueño. Por eso cada pareja que se casa nos permite ilusionarnos de nuevo y soñar que el amor es posible. Y cada fracaso de una pareja en su amor se convierte en una pesadilla. No se trata sólo de su fracaso como personas. Su fracaso es nuestro fracaso. Su dolor es nuestro dolor.

Una vez más el sueño de Dios se ha visto frustrado. Pero la voz de Jesús nos sigue invitando a soñar, a ilusionarnos, a volver a intentarlo, aunque el fracaso esté delante de nosotros como una posibilidad, Por que el amor entre el hombre y la mujer será siempre uno de los signos más bellos del amor con el que Dios nos ama.

Ciudad Redonda

Meditación – Viernes XIX de Tiempo Ordinario

Hoy es viernes XIX de Tiempo Ordinario.

La lectura de hoy es del evangelio de Mateo (Mt 19, 3-12):

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos fariseos que, para ponerle a prueba, le dijeron: «¿Puede uno repudiar a su mujer por un motivo cualquiera?». Él respondió: «¿No habéis leído que el Creador, desde el comienzo, los hizo varón y hembra, y que dijo: Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos se harán una sola carne? De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Pues bien, lo que Dios unió no lo separe el hombre».

Dícenle: «Pues ¿por qué Moisés prescribió dar acta de divorcio y repudiarla?». Díceles: «Moisés, teniendo en cuenta la dureza de vuestro corazón, os permitió repudiar a vuestras mujeres; pero al principio no fue así. Ahora bien, os digo que quien repudie a su mujer -no por fornicación- y se case con otra, comete adulterio».

Dícenle sus discípulos: «Si tal es la condición del hombre respecto de su mujer, no trae cuenta casarse». Pero Él les dijo: «No todos entienden este lenguaje, sino aquellos a quienes se les ha concedido. Porque hay eunucos que nacieron así del seno materno, y hay eunucos que se hicieron tales a sí mismos por el Reino de los Cielos. Quien pueda entender, que entienda».

Hoy, con el Evangelio, contemplamos la sexualidad como una realidad central de la creación. La diversidad sexual y el matrimonio (donde los esposos se regalan mutuamente su distinción sexuada) son algo sagrado. No es casual que: 1. Dios cambie su lenguaje («habla» en primera persona del plural) cuando se dispone a crear al hombre («Hagamos al hombre semejante a nosotros»); 2. Cristo dignifique el matrimonio con la categoría de sacramento y asista a una boda al comienzo de su ministerio.

La Palabra de Dios respalda esta tradición de la Iglesia. En el «Génesis» leemos, además, que Dios nos creó a su imagen, haciéndonos «varón» y «mujer». Cuando dos personas se entregan mutuamente y, juntas, dan vida a los hijos, también lo sagrado queda afectado: cada persona alberga el misterio divino. Así, la convivencia de hombre y mujer también se adentra en lo religioso, en lo sagrado, en la responsabilidad ante Dios.

—Dios-Creador: tú eres el «nosotros divino» que inspira y guía el «nosotros humano» (matrimonio).

REDACCIÓN evangeli.net