Lectio Divina – Sábado XIX de Tiempo Ordinario

1.- Oración Introductoria.

Jesús, este texto donde Tú apareces defendiendo a los niños y acariciándoles, siempre me ha conmovido.   Tu vista siempre se va detrás de lo pequeño, lo que no cuenta, lo que la gente desprecia. Y así, acariciando a un niño, quieres acariciar a todos los niños del planeta donde todavía no se les reconoce sus derechos. Hazme sensible a tantos niños del mundo que son explotados, vendidos, exiliados.

2.- Lectura reposada del evangelio. Mateo 19, 13-15

En aquel tiempo, le presentaron unos niños a Jesús para que les impusiera las manos y rezara por ellos, pero los discípulos les regañaban. Jesús dijo: Dejadlos, no impidáis a los niños acercarse a mí; de los que son como ellos es el Reino de los Cielos. Les impuso las manos y se marchó de allí.

3.- Qué dice el texto.

Meditación-reflexión

La cercanía de Jesús con los niños es una de las estampas más bellas del Evangelio. Los niños, con los ojos bien abiertos, van descubriendo la vida con sorpresa, con admiración. Por aquello de que no tienen pasado, tampoco tienen prejuicios ni con animales ni con las personas. Si un niño entra en un autobús, como pronto se cansa, salta al pasillo y, en unos momentos, se ha ganado a todos: de unos recibe un caramelo, de otro una sonrisa, o una caricia. Para él todos son de casa, todos son sus “tatos”. El niño es como el “Icono” de un paraíso perdido. El mismo Isaías, dirá: “el niño jugará en la hura del áspid, la criatura meterá la mano en lo escondrijo de la serpiente” (Is. 11,8). Para los niños el mundo es un juego. Los niños nos aportan transparencia, frescura, sencillez. Pero, en este texto concreto, probablemente Jesús habla de los niños como representación de las personas sin derechos. En el siglo primero las personas marginadas eran “los esclavos, las viudas y los niños”. El hecho de que Jesús acariciara a un niño tiene un valor simbólico. En ese gesto quiere acariciar a todas las personas marginadas de la sociedad, a todos aquellos a quienes no se les reconocen sus derechos.  

          Palabra del Papa.

“Pequeños grandes maestros de la vida. Como los niños es el Reino de los cielos. ¿Qué pasaría si hiciera de mi vida una continua imitación de los niños? Todos ellos nacen sencillos, sin malicia. Ciertamente no son siempre sonrisas, pero incluso en su llanto conservan sencillez. Son recipientes de amor y dispensadores de confianza; y colocan simplemente su corazón en su madre, en su padre, en aquél que les ofrezca una atención… Hoy quisiera pedirte un corazón como el tuyo, que sepa mirar más allá, siempre más allá, para detenerme ante las «minuciosidades» y aprender a conocerte. Enséñame a mirar con tus ojos a los niños, enséñame a maravillarme en ellos, enséñame a cuidar de ellos, quiero ver tu rostro en cada uno y aprender de estos «maestros de la vida» que me muestran cómo caminar en ella, siendo recipientes de tu amor y donadores de confianza, como fuiste Tú también (Catequesis de S.S. Francisco, 8 de abril de 2015).

4.- Qué te dice hoy a ti este texto ya meditado. (Guardo silencio).

5.-Propósito. Hoy voy a acercarme a una persona que viva marginada y le voy a regalar mi compañía.

6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.

Señor, después de este rato de oración, quiero pedir por la cantidad de niños que, actualmente, viven solos o abandonados; por todos los niños marcados para siempre con la huella de una violación; por tantos niños huérfanos a causa de las guerras. Que yo vea en ellos también a tantas personas, muy queridas por Dios, y muy amenazadas por los hombres.

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La dormición de María

1.- Las Iglesias Orientales hablan de la Dormición de María como titularidad de la presente fiesta. Es, tal vez, más completa la nomenclatura eclesial de Occidente que habla de asunción: de subida al cielo. Pero la Dormición –el plácido sueño– como tránsito de esta vida a su presencia eterna en la Gloria de Dios es algo muy bello. En la Liturgia de las Horas, en las Completas, todas las noches, antes de rezar la última antífona que está dedicada a la Virgen, se repite: «El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una muerte santa». El sueño parece una antesala de la muerte cuando los cristianos despegamos del hecho de morir todo lo truculento o desagradable que culturalmente hemos añadido y la fe nos lleva a considerarlo como una Dormición.

Sabemos que la Virgen María está, junto a Jesús, en el cielo y en cuerpo y alma. Esos dos cuerpos gloriosos, no sometidos –ya– a mutación alguna son la promesa de lo que ocurrirá después de nuestra resurrección. Y en la esperanza gloriosa de la vida eterna hay mucha fuerza para seguir nuestro camino, acompañando a Jesús, a la Virgen, a la Iglesia. Es cierto que hay una tendencia a amortiguar lo maravilloso que encierra el mundo futuro del que nos habla Cristo. Da un cierto vértigo pensar en la forma de nuestro futuro cuerpo glorioso. Y, sin embargo, va a ser real. Jesús, en su conversación con un grupo de saduceos, quienes le planteaban la trampa de la viuda, sucesivamente casada con varios hermanos, habló de que «seremos como ángeles». No, ángeles. Y esa es una alusión muy directa a la glorificación de nuestra humanidad.

2.- Hemos repetido varias veces que algo que nos produce estupor es que las iglesias llamadas protestantes -su gran mayoría- han prescindido de dos ayudas fundamentales para la vida del cristiano: la Eucaristía y el culto a la Virgen. Los católicos encontramos en esos dos caminos una fuerza enorme para continuar todos los días la senda de seguimiento de Cristo. No establecemos comparación –ni competición– entre ambas. En la Eucaristía está Jesús y es, fehacientemente, alimento espiritual. La devoción a María es para la mayoría un camino amable –y entrañable– de devoción popular. Muchos los han experimentado como un remedio «in extremis» para sus dolencias espirituales. Ocurre, entonces, que sin contar con la ayuda de la Eucaristía tiene que ser más difícil y más lejana la vivencia de la amistad, de la proximidad de Cristo. Y algo parecido puede decirse de la ausencia de la devoción mariana, aunque como decíamos sin comparaciones entre ambos caminos.

3.- En las lecturas de la Misa del 15 de Agosto tenemos el relato impresionante del libro del Apocalipsis. Aparece en el cielo una imagen portentosa, el de una mujer encinta. Y el dragón está presto a devorar al niño que va a nacer. Los tratadistas ven en esa mujer a la Iglesia y, sin embargo, nada puede estar mejor dibujado en la alegoría de San Juan como la irrupción de María en la acción salvadora de Cristo. Y el relato del Apocalipsis enlaza directamente con la Epístola de Pablo. Se refiere a la victoria final, a la derrota de la muerte y al establecimiento del reino del futuro.

San Lucas nos va a traer el episodio de la visitación de María a su prima Isabel que termina con el rezo ilusionado del Magnificat, una de las páginas más bellas de los Evangelios. El Himno del Magnificat está presente en la Liturgia de las Horas, en el rezo de las Vísperas y tiene especiales resonancias para muchos. Es la contribución diaria a ese culto hermoso y sereno a la Madre de Dios.

Ángel Gómez Escorial

Comentario – Sábado XIX de Tiempo Ordinario

(Mt 19, 13-15)

Este texto sobre los niños nos indica dos cosas; por un lado la mirada de amor que Dios dirige a los niños. No olvidemos que en aquella época se decía «tantas personas, sin contar las mujeres y los niños»; parecía como si no fueran plenamente seres humanos. No era así para Jesús, que no sólo se detenía a acariciarlos y a bendecirlos, sino que además decía que el Reino de Dios pertenece a los que son como ellos.

Esta actitud de Jesús es importante, ya que lo diferencia de las autoridades religiosas de su época, preocupadas por su poder y su prestigio social. A ellos no podían interesarles los niños, porque ellos no contaban a nivel social, no opinaban, no tenían dinero, no eran consultados, no tenían peso político. Detenerse ante un niño era perder el tiempo. Pero Jesús prefería precisamente a los que no cuentan.

En el evangelio de Marcos dice que se los llevaban a Jesús «para que los tocara» (Mc 10, 13); y como eso suena a magia o superstición, aquí Mateo prefiere aclarar que se los llevaban «para que les impusiera las manos e hiciera una oración por ellos» (v. 13), es decir, para que los bendijera. Y Jesús los bendijo con sus manos (v. 15). Pero por otra parte el evangelio nos invita a recuperar la actitud de humilde confianza que caracteriza a los niños (Sal 131); el Reino de Dios debe ser recibido con esa confianza, propia del que sabe que solo no puede.

Así como un niño que en los momentos de temor reclama sinceramente la presencia de su padre, porque sin su padre no se siente seguro, de la misma manera el corazón tocado por Dios ha renunciado a su autonomía, sabe que necesita del poder de Dios, experimenta que sin el Señor no tiene fuerza ni seguridad. Pero los que han aprendido a acumular cosas, bienes, reconocimientos sociales, aplausos, logros mundanos, tienen una gran dificultad para apoyarse en Dios, porque ya han encontrado muchas falsas rocas donde sostenerse.

Oración:

«Señor, ayúdame a depender de ti como un niño, liberado de la soberbia y de las falsas seguridades; ayúdame a descubrir que sólo en ti está mi fortaleza, que sin ti no puedo, que sólo en tu poder mi vida se hace firme».

VÍCTOR M. FERNÁNDEZ
El Evangelio de cada día

Triunfo de la mujer, triunfo de María

1.- «Una gran señal apareció en el cielo: una Mujer, vestida de sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas en su cabeza» (Ap 12,1). San Juan habla con frecuencia de los signos. Incluso, a diferencia de los Sinópticos, llama a los milagros que Jesús realiza con ese término. Así al milagro de Caná le llama “el primero de los signos”. De esa forma ve en los prodigios que el Señor realiza una manifestación de su poder y su gloria, una revelación del Misterio de Cristo. Así al narrar el milagro de la multiplicación de los panes y los peces acaba diciendo que Jesucristo es el Pan de vida.

Es curioso y significativo que en el último de los signos joánicos aparezca, como en el primero, la figura de la Mujer. En Caná intercediendo por aquellos jóvenes esposos y en el Apocalipsis enfrentada al Dragón rojo que intenta matar al hijo que va a nacer. En ambos casos su intervención es providencial. Y lo mismo que consiguió que Jesús convirtiera el agua en vino, de la misma forma conseguirá vencer al Demonio y salvar a sus hijos.

2.- «Cristo resucitó de entre los muertos como primicia de los que durmieron» (1 Co 15,20). Jesús abatió a la muerte. Su poder divino devolvió la vida a su cuerpo muerto. Se iniciaba así el desfile triunfal de los vencedores. Es cierto que cuantos van tras de él, han de esperar aún al último día, cuando el Señor vuelva glorioso a juzgar vivos y muertos, para alcanzar la plenitud del triunfo con la participación en la gloria del propio cuerpo. Sin embargo, hay una excepción que confirma esa regla, María Santísima.

En efecto, lo mismo que nadie como ella participó de los sufrimientos del Redentor, de la misma forma nadie como ella debía participar de la victoria de Cristo. Por otra parte, ella fue concebida sin pecado y, por tanto, era lógico que no sucumbiera al poder de la muerte como los demás hombres. Así lo reconocieron los cristianos desde los primeros tiempos. Por fin, la Iglesia se pronunció solemnemente y por medio del Papa Pío XII declaró el dogma de la Asunción de María en cuerpo y alma a los cielos.

3.- «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre…» (Lc 1,42) Isabel exclama gozosa ante la presencia de la Virgen María. Tan sólo llegar y ya ha brotado el alborozo del niño que late en sus entrañas desde hace seis meses, los suficientes para hacerse sentir ante la cercanía de la Madre del Señor. El Hijo de Dios, ya en el seno virginal de María, permanece silencioso y escondido… Misterio profundo que sólo mediante la fe podemos comprender un poco y aceptar rendidos.

Cercanía de la Virgen que suscita admiración y gozo, cantos de amor y de esperanza a nuestra Madre y Señora. También nosotros hemos de unir nuestras voces al coro de las alabanzas que todas las generaciones cantan a la Bienaventurada Virgen María. Pero no olvidemos que nuestro mejor poema no se hace con palabras sino con obras, con una vida semejante a la de Santa María, «Maestra en el sacrificio escondido y silencioso», como gustaba recordar San Josemaría Escrivá.

Antonio García Moreno

La Asunción de María es su Resurrección

1. María es la madre de Jesús. María, por eso, es la madre de Dios-hecho-hombre. María es nada menos que la madre de Dios-hecho-hombre, y nada más que eso. Una mujer como todas las demás, lo que nos hace seguro el hecho de que Jesús era perfectamente hombre, realmente humano, y no un Dios disfrazado de hombre. Cuando Dios tomó la carne y la hizo suya lo hizo con todas las consecuencias.

Porque su carne iba a tener una unión íntima con la carne de Dios-hecho-hombre, María fue preservada de todo pecado desde su concepción, es decir, desde que ella fue concebida por sus padres. Pero todos los dogmas marianos son ejemplares y eclesiológicos: Nos revelan algo sobre la Iglesia y algo sobre cada uno de nosotros sus miembros. El dogma de la Inmaculada Concepción también nos revela algo sobre nosotros: Si nosotros no quedamos inmaculados (limpios de todo pecado o mancha) por nuestro bautismo, María tampoco lo fue desde su concepción. El bautismo nos hace miembros del cuerpo de Cristo, nos da esa unión íntima con la carne de Dios-hecho-hombre que tuvo María al concebir en su seno a Cristo.

2. Por haber sido concebida sin pecado María es, como nadie, la mujer nueva, la nueva Eva. Con ella comienza la nueva humanidad en la que el pecado no tiene derecho a existir, en donde debe llegar a ser (el pecado) sólo un mal recuerdo del pasado; el pecado y todas sus consecuencias: el dolor, la injusticia, la muerte.

La Asunción de Nuestra Señora expresa que María, por su íntima unión con Dios-hecho-hombre y por su fidelidad en el amor, está ya resucitada, está ya en plena posesión de Dios. El dogma de la Asunción nos revela lo que será nuestro fin, en qué acabará nuestra vida, en qué acabará la vida del hombre, la vida de los seres humanos. El dogma de la Asunción nos revela que toda nuestra persona está destinada a resucitar, a entrar en plena posesión de Dios. Prueba de ello es que un ser totalmente humano, un ser exactamente como el nuestro, el ser de María, está ya en plena posesión de Dios.

Cada uno de nosotros, como miembros del cuerpo de Cristo, está destinado a resucitar como Cristo, eso ya se ha efectuado en María, igualmente se efectuará en todos los miembros del cuerpo de Cristo, porque algún día la cabeza entera y el cuerpo entero estará resucitado y glorioso.

3. En la primera lectura sacada del libro del Apocalipsis, se nos dice que no nos desanimemos nunca. Que aunque el mal parezca hacer despliegue de su poder y fuerza, o de toda su malicia, Cristo acabará triunfando y el triunfo de Cristo es la primicia, el prólogo, del triunfo de cada uno de los seguidores de Cristo, porque donde esté el Señor allí estarán también sus servidores.

A través de la toda esta pirotecnia celestial que se nos describe simbólicamente en relato del Apocalipsis, se nos anuncia el triunfo de la Iglesia, cuerpo de Cristo.

San Pablo a los cristianos de Corinto, insiste en que no se puede hablar de María sin hacer referencia a Cristo. El triunfo de Cristo es el triunfo de su madre, María, y es como una prenda segura del triunfo definitivo de cada uno de nosotros. Lo que se afirma de María se afirma de toda la Iglesia, cuerpo de Cristo. La asunción de María es el triunfo anticipado de la Iglesia.

La visita de María a Isabel, que nos relata el Evangelio, es un episodio sencillo de una vida humilde al servicio de los que necesitan ayuda. Con la fiesta de la Asunción celebramos el triunfo grande que Dios reserva a las vidas humildes, a las vidas de los humildes que dedican su vida a servir por amor a sus semejantes.

Fijémonos en cómo María, con frases que hasta podrían parecernos duras, dice que se alegra de que Dios le “dé vuelta a la tortilla”, de que “los que siempre han estado” tengan que ceder su lugar acostumbrado a los que jamás soñaron sentarse en un trono u ostentar el poder. María dice que se alegra de que Dios llene de sus bienes a los pobres y despida con las manos vacías a los que siempre las han tenido llenas.

Al llevar a María a la plena posesión de Dios, por su asunción, Dios mismo hace triunfar al pueblo de los humildes. La Asunción de María es su resurrección, igual que al ascensión de Jesús no es sino el desenvolvimiento de la misma idea teológica encerrada en la verdad de su resurrección.

Antonio Díaz Tortajada

¡Qué bien! ¡Pero qué bien cumplió!

1.- Estamos celebrando una de las grandes fiestas de nuestra piedad mariana: la Asunción de Maria a los cielos. ¿Qué es lo que buscan o pretenden los atletas, los deportistas, los países que participan en diversas competiciones nacionales o mundiales?: rivalizar para ganar, conquistar el podium y, con cuantas medallas, más y mejor.

La festividad de la Asunción, me atrevería a decir, es la gran distinción que DIOS impone a la Virgen por haber estado ahí, por haber corrido hasta el final, por haber permanecido fiel, por no haber humillado al adversario –y esta es la diferencia con los juegos de los hombres- sino al revés: haberse humillado para que Dios hiciera aquello que tenia pensado

Hoy es el día en el que Dios eleva a la Virgen al podium del cielo; le abre sus puertas, la sienta a su lado por haber jugado limpiamente, con sencillez y obediencia, en pobreza y humildad, con pureza y desde la disponibilidad.

2.- No es extraño, por lo tanto, que miles de pueblos, ciudades, congregaciones, parroquias, diócesis, hermandades etc., la tengan como punto de referencia en sus vidas: la suerte que tuvo Ella la queremos tener nosotros.

-La lotería que le tocó a Ella, ser ascendida cerca del rostro de Dios, la añoramos, meditamos, cantamos y queremos para nosotros.

-Si Ella en este día subió a los cielos, nosotros también estamos llamados a juntarnos con la Madre en ese mismo lugar

-Si Ella permaneció hasta el final FIEL a sus principios, que nosotros no los olvidemos. La fiesta de la Asunción es precisamente eso: no perder el norte; no permitir que nadie vulgarice y adultere nuestra vida.

Una de las epidemias que nos asola, es la desmotivación general que existe en la juventud por superarse (¿ascender?) ¡Cómo se queman etapas antes de tiempo! ¿Qué pasará dentro de unos años ante la ausencia de ideales? Hay una respuesta y reto a la vez: llenar de nuevo el fondo de las personas; rearmarlas y rehacerlas de nuevo con la presencia de Dios.

Ante la presión sistemática, para que miremos exclusivamente a la tierra obviando esos otros valores que emergen del cielo, de esa fuente de felicidad y de fortaleza que nos viene de la fe en Dios, la Asunción es una invitación a elevar la cabeza, el espíritu y la mente.

A eso ha vino el Papa Benedicto a Valencia: .en la debilidad de la sociedad, DIOS nos da pistas para encarar de nuevo el futuro.

Por eso venimos aquí nosotros y honramos a la Virgen, la llevamos en procesión en este 15 a agosto o manifestamos públicamente nuestra adhesión a Ella.

3.- Fiesta de la Asunción. Llamada a mirar al cielo, a contemplar una vida ejemplar y valientemente vivida por Santa Maria.

Hoy Dios se la lleva a su lado, porque su cuerpo no puede corromperse en la tierra.

Mirar al cielo y tener fe como Ella, conlleva un triunfo. Una apoteosis que no son las medallas de oro y de plata que el azar o el mérito de la vida nos da, es la alegría de ver un día cara a cara a los nuestros y ver cara a cara el rostro de Cristo, el semblante de Dios, la fuerza viva del Espíritu, la figura que tanto hemos amado, mientras estábamos en la tierra, de Maria.

4.- Subes Maria

Subes, Santa María, Virgen y Madre
porque, mientras estuviste con nosotros en la tierra,
y te dejaste llevar por la Palabra que, suavemente, bajaba del cielo.
Subes, Santa María, porque Dios no puede permitir
que, tanta belleza, quede escondida y corrompida
por lo que, a los demás, un día nos ocurrirá.
Subes, Santa María, y se abren las puertas del cielo
con la misma rapidez, y de par en par,
como se abrieron las de tu corazón en aquel día de Nazaret.
Subes, Santa María, ¿subes o te llevan?
¡Te lleva, Virgen y Madre!
¡Te lleva el Dios que te enamoró!
¡Te lleva, a su lado, el Dios que cautivó tu corazón!
¡Te lleva, cerca de su trono, Aquel que por un Ángel te habló!
Subes, Santa María, para recibir el premio por tanta locura de amor
Subes, Santa María, para ser coronada por el mismo Dios
¿Subes, María, o te suben?
¡Te ascienden, María!
Te ascienden para que nos señales el camino a los demás
Para que, viendo el destello de tu gloria,
no olvidemos el sendero que une el cielo con la tierra
Para que, entrando Tú, como lo hizo el Hijo,
un día también nosotros podamos gozar, bailar,
festejar, cantar y saborear lo que, en este día,
Tú contemplas y sientes al ser elevada.
¡Felicidades, María!
¡Felicidades por este premio que Dios te concede!
¡Felicidades por estar tan cerca del trono de la Gloria!
¡Felicidades por haber cumplido tanto y tan bien!
¡Felicidades por ser referente en nuestra vida de fe!
¡Felicidades por no conocer la corrupción!
¡Felicidades por tanto amor en el cielo!
¡Felicidades por ser Madre en la tierra!
¡Felicidades, y no olvides, guiarnos desde el cielo!
Amén.

Javier Leoz

Comentario al evangelio – Sábado XIX de Tiempo Ordinario

Hoy miramos culturalmente a los niños con ternura. ¡Son tan indefensos, tan débiles! Y pensamos que lo que Jesús nos quiso decir fue que hay que protegerlos y cuidarlos. Nos sentimos tranquilos. Eso ya lo sabemos y lo hacemos.

Pero, en realidad, Lo que Jesús nos dice es más serio. Los niños, en aquella época, eran considerados simplemente como no personas. Carecían de cualquier derecho social hasta que llegaban a la mayoría de edad.

Como otros grupos en aquella sociedad estaban marginados. De ellos es el Reino de Dios, y de gente como ellos, es decir, de tos marginados, de los que son considerados como nada.

Para entrar en el Reino hay que hacerse como aquellos niños. De algún modo hay que marginarse de esta sociedad, salirse de sus carriles. No podemos jugar a dos barajas.

El que sigue a Jesús tiene que dejar este estilo de mundo. Hay que hacerse como los margina- dos, para allá. desde los márgenes y las fronteras, aprender otra forma de ser personas, un nuevo litise de vida más acorde con el Reino.

Ciudad Redonda 

Meditación – San Maximiliano Kolbe

Hoy celebramos la memoria de San Maximiliano María Kolbe.

La lectura de hoy es del evangelio de Juan (Jn 15, 12-16):

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Éste es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. No os llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca; de modo que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo conceda».

Hoy celebramos a san Maximiliano Mª Kolbe (1894-1941), franciscano que fue martirizado en el campo de exterminio de Auschwitz. Las palabras de Jesús que hoy escuchamos —«Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos» (Jn 15,13)— se aplican literalmente a este santo mártir. En efecto, diez prisioneros iban a ser ejecutados por los nazis como represalia por un fugado del campo de concentración. Maximiliano se ofreció voluntariamente para ocupar el lugar de uno de aquellos diez, que estaba casado y era padre de familia.

Maximiliano y los otros nueve condenados fueron encerrados en una celda, sin administrarles alimento para que murieran de inanición. Allí Maximiliano todavía les prestó otro servicio heroico: mientras pudo, continuó celebrando la misa y alimentando a sus compañeros con el Cuerpo de Cristo. Este hecho nos recuerda el gesto de Jesucristo agonizando en la Cruz, cuando desde allí Él se ocupó de nosotros, disculpándonos y pidiendo perdón al Padre de parte nuestra. Jesús nos trató verdaderamente como unos amigos (cf. Jn 15,14) a quienes —con toda naturalidad— se les perdona la ofensa cometida.

La fecha del martirio fue, precisamente, el 14 de agosto, es decir, prácticamente en la vigilia de la solemnidad de la Asunción de María Santísima. Es bonito que esta fiesta tan solemne de Santa María haya quedado precedida por el “dies natalis” de san Maximiliano Mª, ya que él fue un “alma mariana”. Entre los sermones que predicó Maximiliano encontramos una argumentación de suma audacia: dado que para la concesión de la gracia más grande jamás otorgada a una criatura (la maternidad divina, ser “madre” de Dios) el Altísimo le pidió permiso a María, entonces —concluye el padre Kolbe— «no se otorga ninguna gracia sin que Jesús le pida permiso a María». Y, puesto que Jesús nos dio a María por Madre, el “sí”, el permiso lo tenemos siempre asegurado. ¡Éste sí que es un Amigo!

Rev. D. Antoni CAROL i Hostench

Liturgia – San Maximiliano Kolbe

SAN MAXIMILIANO MARÍA KOLBE, presbítero y mártir, memoria obligatoria

Misa de la memoria (rojo)

Misal: Antífonas y oraciones propias. Prefacio común o de la memoria.

Leccionario: Vol. III-impar.

  • Jos 24, 14-29. Elegid hoy a quién queréis servir.
  • Sal 15. Tú, Señor, eres el lote de mi heredad.
  • Mt 19, 13-15. No impidáis a los niños acercarse a mí; de los que son como ellos es el reino de los cielos.

Antífona de entrada          Cf. Mt 25, 34. 40
Venid vosotros, benditos de mi Padre, dice el Señor. En verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis.

Monición de entrada y acto penitencial
Celebramos hoy la memoria de san Maximiliano María Kolbe, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores Conventuales y mártir. Nació en Polonia el año 1894. Misionero en Japón, fundó las escuelas de la Inmaculada para la educación de la juventud. A su vuelta a Polonia, en plena guerra mundial, fue detenido por las fuerzas del ejército nazi e internado en el campo de extermino de Auschwitz, donde, el año 1941, entregó su vida a cambio de un padre de familia condenado a muerte.

Yo confieso…

Oración colecta
OH, Dios,
que al presbítero y mártir san Maximiliano María,
inflamado de amor a la Virgen Inmaculada,
lo llenaste de celo por las almas y de amor al prójimo,
concédenos en tu bondad, por su intercesión,
trabajar generosamente por tu gloria
en el servicio de los hombres
y ser semejantes a tu Hijo
hasta la muerte.
Por nuestro Señor Jesucristo.

Oración de los fieles
Oremos al Señor nuestro Dios.

1.- Para que la Iglesia sepa anunciar a Cristo. Roguemos al Señor.

2.- Para que los políticos acierten en la solución de los graves problemas Roguemos al Señor.

3.- Para que crezca entre todos los ciudadanos el sentido de la solidaridad. Roguemos al Señor.

4.- Para que sepamos dar un buen testimonio cristiano. Roguemos al Señor.

Escúchanos, Señor, y concédenos lo que te pedimos. Por Jesucristo nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
TE presentamos, Señor, nuestros dones,
pidiéndote humildemente
que, a ejemplo de san Maximiliano María,
aprendamos a ofrecerte nuestra vida.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona de comunión          Cf. Jn 15, 13
Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos, dice el Señor.

Oración después de la comunión
ALIMENTADOS con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo,
te pedimos, Señor,
ser inflamados con aquel fuego de amor
que recibió san Maximiliano María
en este convite sagrado.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Laudes – San Maximiliano Kolbe

LAUDES

SAN MAXIMILIANO KOLBE, presbítero y mártir

(1894-1941) natural de Polonia, ingresó en la Orden de los Hermanos Menores Conventuales. Fundó la “Milicia de María Inmaculada” y fue misionero en el Japón. Entregó su vida en el campo de concentración de Auschwitz.

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Señor, ábreme los labios.
R/. Y mi boca proclamará tu alabanza

INVITATORIO

Se reza el invitatorio cuando laudes es la primera oración del día.

Ant. Venid, adoremos al Señor, rey de los mártires

SALMO 99: ALEGRÍA DE LOS QUE ENTRAN EN EL TEMPLO

Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con vítores.

Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.

Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre:

«El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades».

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

HIMNO

«Quien entrega su vida por amor,
la gana para siempre»,
dice el Señor.

Aquí el bautismo proclama
su voz de gloria y de muerte.
Aquí la unción se hace fuerte
contra el cuchillo y la llama.

Mirad cómo se derrama
mi sangre por cada herida.
Si Cristo fue mi comida,
dejadme ser pan y vino
en el lagar y en el molino
donde me arrancan la vida.

SALMO 62: EL ALMA SEDIENTA DE DIOS

Ant. Te alabarán mis labios, Señor, porque tu gracia vale más que la vida.

Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.

¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.

Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré como de enjundia y de manteca,
y mis labios te alabarán jubilosos.

En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Te alabarán mis labios, Señor, porque tu gracia vale más que la vida.

CÁNTICO de DANIEL: TODA LA CREACIÓN ALABE AL SEÑOR

Ant. Mártires del Señor, bendecid al Señor por los siglos.

Criaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
Ensalzadlo con himnos por los siglos.

Ángeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.

Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor, bendecid al Señor.

Sol y luna, bendecid al Señor;
Astros del cielo, bendecid al Señor.

Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
Vientos todos, bendecid al Señor.

Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.

Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.

Escarchas y nieves, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor.

Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.

Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.

Montes y cumbres, bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.

Manantiales, bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor.

Cetáceos y peces, bendecid al Señor;
aves del cielo, bendecid al Señor.

Fieras y ganados, bendecid al Señor;
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Hijos de los hombres, bendecid al Señor;
bendiga Israel al Señor.

Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor.

Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.

Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Bendigamos al Padre y al Hijo con el Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.

Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.

Ant. Mártires del Señor, bendecid al Señor por los siglos.

SALMO 149: ALEGRÍA DE LOS SANTOS

Ant. «Al vencedor lo pondré de columna en mi santuario», dice el Señor.

Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles,
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey.

Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.

Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca
y espadas de dos filos en las manos:

para tomar venganza de los pueblos
y aplicar el castigo a las naciones,
sujetando a los reyes con argollas,
a los nobles con esposas de hierro.

Ejecutar la sentencia dictada
es un honor para todos sus fieles.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. «Al vencedor lo pondré de columna en mi santuario», dice el Señor.

LECTURA: 2Co 1, 3-5

¡Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordia y Dios del consuelo! Él nos alienta en nuestras luchas hasta el punto de poder nosotros alentar a los demás en cualquier lucha, repartiendo con ellos el ánimo que nosotros recibimos de Dios. Si los sufrimientos de Cristo rebosan sobre nosotros, gracias a Cristo rebosa en proporción nuestro ánimo.

RESPONSORIO BREVE

R/ El Señor es mi fuerza y mi energía.
V/ El Señor es mi fuerza y mi energía.

R/ Él es mi salvación.
V/ Y mi energía.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ El Señor es mi fuerza y mi energía.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. El que se aborrece a sí mismo en este mundo se guardará para la vida eterna.

Benedictus. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR. Lc 1, 68-79

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por la boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El que se aborrece a sí mismo en este mundo se guardará para la vida eterna.

PRECES

Celebremos, amados hermanos, a nuestro Salvador, el testigo fiel, y, al recordar hoy a los santos mártires que murieron a causa de la palabra de Dios, aclamémoslo, diciendo:

Nos has comprado, Señor, con tu sangre.

Por la intercesión de los santos mártires, que entregaron libremente su vida como testimonio de la fe,
— concédenos, Señor, la verdadera libertad de espíritu.

Por la intercesión de los santos mártires, que proclamaron la fe hasta derramar su sangre,
— concédenos, Señor, la integridad y la constancia de la fe.

Por la intercesión de los santos mártires, que, soportando la cruz, siguieron tus pasos,
— concédenos, Señor, soportar con generosidad las contrariedades de la vida.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Por la intercesión de los santos mártires, que lavaron su manto en la sangre del cordero
— concédenos, Señor, vencer las obras del mundo y de la carne.

Terminemos nuestra oración diciendo juntos las palabras del Señor y pidiendo al Padre que nos libre de todo mal:
Padre nuestro…

ORACION

Oh Dios, que al mártir san Maximiliano María Kolbe, apóstol de la Inmaculada, le llenaste de celo por las almas y de amor al prójimo, concédenos, por su intercesión, trabajar generosamente por tu gloria en el servicio de los hombres y tener el valor de asemejarnos a tu Hijo, incluso hasta en la muerte. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.