Abrirse a la vida

De Jesús se dijo que “pasó por la vida haciendo el bien” (Hech 10,38). Defendió siempre a la persona –frente a tiranías de la autoridad, de normas y tradiciones–, apostando por su dignidad. En el encuentro con él, muchas personas se sintieron reconocidas –él sabía mirar al corazón–, liberadas de esclavitudes de todo tipo y animadas a vivir, saliendo de su letargo.

Por diferentes motivos –algunos de ellos muy arraigados y dolorosos–, a veces vivimos encerrados en nuestro pequeño mundo, en la capa más superficial de nuestra persona, conformándonos con “ir tirando” en una actitud defensiva, que busca simplemente amainar el malestar. Pero esa misma aparente “protección” se convierte en nuestra tumba.

La palabra de Jesús ­–“Effetá”: ábrete– es una invitación a salir de esa “zona de confort” que pudimos fabricarnos y en la que corremos el riesgo de terminar asfixiados, para abrirnos a la vida en profundidad.

Necesitamos abrirnos a nuestro mundo interior para poner luz en él. Eso significa mirar, reconocer, nombrar y aceptar todo lo que se mueve en el campo de los sentimientos y las emociones. Implica también abrirnos a reconocer nuestra sombra y abrazarla. Porque solo el encuentro real con todo ello hará posible que vivamos de manera integrada, unificada, armoniosa, serena y creativa.

Necesitamos abrirnos también a nuestra dimensión profunda (espiritual) donde, más allá de nuestra personalidad, entramos en contacto con nuestra verdadera identidad y nos descubrimos en “casa”. Porque solo cuando nos abrimos y permanecemos en conexión con ese “lugar”, todo se ilumina y se llena de sentido.

Desde ahí, necesitamos abrirnos a los otros, a quienes ahora veremos de un modo nuevo, como hermanos y hermanas, con quienes, más allá de las diferencias, compartimos la misma identidad. Jesús decía: “Lo que hacéis a cada uno de ellos, me lo estáis haciendo a mí”. Y casi dos siglos antes, el filósofo romano Terencio dejó dicho: “Soy humano y nada de lo humano me es ajeno”.

Y también desde ahí nos abrimos al mundo entero, a todos los seres, al planeta, desde una actitud de empatía, complicidad y cuidado, es decir de comunión. Porque la apertura genuina no es sino consecuencia de la unidad que somos.

¿Vivo en actitud de apertura? ¿Cómo se manifiesta?

Enrique Martínez Lozano

Sentir el texto y la realidad

Al texto de hoy le precede la curación de la hija de la Siro-fenicia. Una mujer potente, no muda, porque no está alienada por el sistema religioso y político judío.

No muda, porque está en contacto con su tripa, con su vida, con su hija. Es el sistema quien propicia demonios que representan la violencia e injusticia de una leyes religiosas que oprimen, sobre todo a la mujer, tanto es así que tenemos niñas, en los evangelios, que no quieren hacerse mujeres. ¿Y en Afganistán, y en África con el tema de la ablación?

¿Qué pasará con nuestras hermanas de Afganistán? Ellas viven algo así como “el horror de ser mujer”. Una dosis de la misma medicina en la cultura del tiempo de Jesús, que perdura en las mentes violentadas por el ansia de poder y de control.

También presente en nuestra tradición católica: a mujeres que querían seguir a Jesús se les imponían unos hábitos donde sólo se les veía un poco de cara, rejas, disciplina férrea, control de obispos y curas y confesores, hoy todavía vigente, más solapado, en algunos países, pero horrible: por ejemplo en India, donde una joven religiosa encuentra en posición comprometida a su superiora con el cura, y la matan, y la echan a un pozo… y siguen rezando.

No está libre nuestra historia. De ahí la fuerza del evangelio de este domingo:

La tartamudez es consecuencia de la sordera. ¿Cómo aprender a hablar si no oye?

“Jesús le separa de la multitud y se lo lleva aparte” y ahí se comunica con él de modo que le pueda comprender: con gestos.

Le mete los dedos en los oídos, y con su saliva le toca la lengua. Es un diálogo intenso, físico y espiritual, fuerte. Jesús le transmite su energía, su deseo de abrirle los oídos para que pueda escuchar la Palabra y sentir su presencia, y así, que su lengua se desate impregnándose de la energía vital de Jesús. Todo básico: sus manos, su saliva, su oración. Toque personal e íntimo, aparte, sin público, en lo recóndito de cualquier esquina de nuestra vida.

De pronto un día nos atrevemos a pedir o alguien nos lleva y Jesús se acerca y nos indica cómo puede abrirse nuestro oído y liberarse nuestra mudez para poder comunicar vida, su Vida.

Los sordos somos los seguidores y discípulos. Si oyéramos, todo sería diferente. La frescura del evangelio tocaría la vida que nos envuelve y oiríamos el clamor del que necesita ser oído, hoy además de tantas personas, hay un gemido que parte el alma, es el de nuestra Tierra. La violación continúa, y esto no se alivia con vacunas. Nosotros sí vamos recibiendo dos y tal vez tres vacunas, pero los pobres y el Planeta…

Si oyéramos los sonidos de la vida en la naturaleza y que de pronto todo se para, se hace el silencio más profundo, el silencio de muerte, ahí nos daríamos cuenta, de la tragedia que está ocurriendo y hablaríamos, y buscaríamos soluciones.

Te invito a sentir el texto. A ir a un rincón apartado y visualizar a Jesús acercándose y metiendo los dedos en nuestra vida, donde está inerte-muerto, donde no queremos que nadie entre y además, nos unta con su saliva para sanar nuestra herida. Todos lo hemos hecho cuando un crío se cae y llora y no tenemos nada más cerca, le ponemos un poco de nuestra saliva, y el niño se calma.

Es la fuerza de ser tocado por la misma esencia de la Palabra. Por la misma saliva que posibilita su comunicación. ¡Ábrete!

Abrirme ¿para qué? para escuchar más desgracias, más dolor, más inmediatez de un final catastrófico planetario, irreversible si no actuamos más y mejor…

No. No en ese orden. Claro que todo eso y mucho más está ahí, pero nos agobia, nos encoge, nos asusta y da rabia.

Reconocerlo es sano. La oferta del evangelio de hoy es ir a un lugar apartado y dejarnos “invadir por su presencia potente y cercana expresada tan gráficamente con sus dedos en mis oídos y su saliva en mi lengua” y dejarme reconstruir: mi modo de escuchar que ya no se consolidará en una tartamudez insegura, medio escondida porque todavía hay maridos y eclesiásticos de los que imponen sus puntos de vista …pero también hay mucha ignorancia manifestada en personas que al no conocer a Jesús nos ridiculizan porque creemos, porque le seguimos, porque luchamos por un cambio de mente, que empieza en el oído.

Hoy, mucha gente que oye mal habla sin parar, porque les es más fácil hablar que oír.

En Jesús se da lo contrario. No hablar si no te han abierto el oído interno. Y si esto ocurre, nuestro hablar tendrá la fuerza del Espíritu.

“El efecto mariposa: un aleteo de una mariposa en Brasil provoca una tormenta en Nueva York”, si se aplica al Evangelio, es fenomenal el cambio que puede producirse.

El susurro de unas palabras creadoras de vida y de bondad en el que escucha, puede producir que cambie la condición de vida de personas y naturaleza, que yo no veré, pero el Espíritu obrará.

Evitar la crítica y fomentar el silencio para recuperar la escucha profunda y de ahí dejar emerger su Vida.

Así lo hace la siro-fenicia, no se calla, no se amedrenta ni ante la persona y autoridad de Jesús. Y ella le cambia el modo de ver.

Esa señora además de valiente y rotunda con lo que quiere, es un modelo de discipulado que clama al cielo ser imitado, en casi todos los estamentos religiosos, políticos y sociales.

Parece que ella le mete los dedos a Jesús. ¡Inaudito!

Magda Bennásar Oliver, sfcc
Espiritualidadintegradoracristiana.es

II Vísperas – Domingo XXIII de Tiempo Ordinario

II VÍSPERAS

DOMINGO XXIII de TIEMPO ORDINARIO

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme. 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

¿Qué ves en la noche,
dinos, centinela?

Dios como un almendro
con la flor despierta;
Dios que nunca duerme
busca quien no duerma,
y entre las diez vírgenes
sólo hay cinco en vela.

¿Qué ves en la noche,
dinos, centinela?

Gallos vigilantes
que la noche alertan,
Quien negó tres veces
otras tres confiesa,
y pregona el llanto
lo que el miedo niega.

¿Qué ves en la noche,
dinos, centinela?

Muerto le bajaban
a la tumba nueva.
Nunca tan adentro
tuvo al sol la tierra.
Daba el monte gritos,
piedra contra piedra.

¿Qué ves en la noche,
dinos, centinela?

Vi los cielos nuevos
y la tierra nueva.
Cristo entre los vivos
y la muerte muerta.
Dios en las criaturas,
¡y eran todas buenas! Amén.

SALMO 109: EL MESÍAS, REY Y SACERDOTE

Ant. Oráculo del Señor a mi Señor: «Siéntate a mi derecha». Aleluya.+

Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies.»
Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.

«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora.»

El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec.»

El Señor a tu derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.
En su camino beberá del torrente,
por eso levantará la cabeza.

Señor, mis ojos están vueltos a ti,
en ti me refugio, no me dejes indefenso;
guárdame del lazo que me han tendido,
de la trampa de los malhechores.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Oráculo del Señor a mi Señor: «Siéntate a mi derecha». Aleluya.

SALMO 110: GRANDES SON LAS OBRAS DEL SEÑOR

Ant. El Señor, piadoso y clemente, ha hecho maravillas memorables. Aleluya.

Doy gracias al Señor de todo corazón,
en compañía de los rectos, en la asamblea.
Grandes son las obras del Señor,
dignas de estudio para los que las aman.

Esplendor y belleza son su obra,
su generosidad dura por siempre;
ha hecho maravillas memorables,
el Señor es piadoso y clemente.

Él da alimento a sus fieles,
recordando siempre su alianza;
mostró a su pueblo la fuerza de su obrar,
dándoles la heredad de los gentiles.

Justicia y verdad son las obras de sus manos,
todos sus preceptos merecen confianza:
son estables para siempre jamás,
se han de cumplir con verdad y rectitud.

Envió la redención a su pueblo,
ratificó par siempre su alianza,
su nombre es sagrado y temible.

Primicia de la sabiduría es el temor del Señor,
tienen buen juicio los que los practican;
la alabanza del Señor dura por siempre.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. El Señor, piadoso y clemente, ha hecho maravillas memorables. Aleluya.

CÁNTICO del APOCALIPSIS: LAS BODAS DEL CORDERO

Ant. Reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo. Aleluya.

Aleluya.
La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios,
porque sus juicios son verdaderos y justos.
Aleluya.

Aleluya.
Alabad al Señor, sus siervos todos,
los que le teméis, pequeños y grandes.
Aleluya.

Aleluya.
Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo,
alegrémonos y gocemos y démosle gracias
Aleluya.

Aleluya.
Llegó la boda del Cordero,
Su esposa se ha embellecido.
Aleluya.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo. Aleluya.

LECTURA: 1P 1, 3-5

¡Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en su gran misericordia, por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza vida, para una herencia incorruptible, pura, imperecedera, que os está reservada en el cielo. La fuerza de Dios os custodia en la fe para la salvación que aguarda a manifestarse en el momento final.

RESPONSORIO BREVE

R/ Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo.
V/ Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo.

R/ Digno de gloria y alabanza por los siglos.
V/ En la bóveda del cielo.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Todo lo ha hecho bien, ha hecho oír a los sordos y hablar a los mudos. Aleluya.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Todo lo ha hecho bien, ha hecho oír a los sordos y hablar a los mudos. Aleluya.

PRECES

Invoquemos a Dios, nuestro Padre, que maravillosamente creó al mundo, lo redimió de forma más admirable aún y no cesa de conservarlo con amor, y digámosle con alegría:

Renueva, Señor, las maravillas de tu amor.

Te damos gracias, Señor, porque, a través del mundo, nos has revelado tu poder y tu gloria;
— haz que sepamos ver tu providencia en los avatares del mundo.

Tú que, por la victoria de tu Hijo en la cruz, anunciaste la paz al mundo,
— líbranos de toda desesperación y de todo temor.

A todos los que aman la justicia y trabajan por conseguirla,
— concédeles que cooperen, con sinceridad y concordia, en la edificación de un mundo mejor.

Ayuda a los oprimidos, consuela a los afligidos, libra a los cautivos, da pan a los hambrientos, fortalece a los débiles,
— para que en todo se manifieste el triunfo de la cruz.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Tú, que al tercer día, resucitaste gloriosamente a tu Hijo del sepulcro,
— haz que nuestros hermanos difuntos lleguen también a la plenitud de la vida.

Concluyamos nuestra súplica con la oración que el mismo Señor nos enseñó:
Padre nuestro…

ORACION

Señor, tú que te has dignado redimirnos y has querido hacernos hijos tuyos, míranos siempre con amor de padre y haz que cuantos creemos en Cristo, tu Hijo, alcancemos la libertad verdadera y la herencia eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

No te quedes en el milagrito, descubre el símbolo

El episodio que nos narra hoy Marcos no tiene localización precisa como casi siempre. Solo dice que vuelve de Tiro al lago de Galilea, pasando por Sidón, atravesando la Decápolis. Podemos suponer que estamos en la Decápolis, tierra de paganos. Si alguno intentara marcar un recorrido geográfico lógico de los itinerarios de Jesús en el evangelio de Marcos, se encontraría con un galimatías indescifrable. Para Marcos la geografía no tiene ninguna importancia. Coloca a Jesús en cada momento donde más le interesa teológicamente.

En el AT, los tiempos mesiánicos se anunciaron como salvación para los marginados, los pobres, los que no tenían valedor en este mundo injusto. Seguramente hemos entendido demasiado literal­mente el anuncio hecho por los profetas de que, los sordos oirán, los mudos hablarán, los ciegos verán, los cojos saltarán… En realidad nunca se dice en toda la Biblia que el Mesías tuviera esa misión. También dicen los textos que nacerán fuentes en la estepa, que el león pacerá con el buey, que el niño cogerá la serpiente en la mano etc. y nadie espera que eso vaya a suceder en la realidad. Todo es signo del Reino, no el Reino.

Para aquella cultura el hecho de que una persona fuera sorda o muda o ciega, no era un problema de salud sino un problema religioso. Esa carencia era signo de que Dios le había abandonado. Si Dios lo había abandonado, la institución religiosa estaba obligada a hacer lo mismo. Eran por tanto, marginados por la religión, que era la mayor desgracia que podía recaer sobre una persona. Jesús, con su actitud, manifiesta que Dios está más cerca de los marginados, de los que sufren. Al curar, Jesús les está sacando de su marginación religiosa, demostrando que Dios no margina a nadie y que la religión no actúa en su nombre.

El relato está plagado de simbolismos que hacen imposible interpretarlo como crónica de unos hechos. En el capítulo siguiente se narra la curación del ciego de Betsaida, utilizando el mismo cliché: Es presentado por otros, le piden que lo toque (le imponga las manos), lo separa de la multitud, hace un tocamiento con su saliva, y les manda que guarden silencio. En los profetas, la ceguera y la sordera son símbolos de resistencia a la palabra de Dios. En el evangelio son símbolos de la incomprensión y resistencia al mensaje de Jesús. Los discípulos de Jesús no comprenden el mensaje y, por lo tanto, no pueden trasmitirlo.

Sordo y mudo en el AT era, simbólicamente, el que no quería escuchar la palabra de Dios, y por lo tanto, tampoco podía cumplirla o proclamarla. Si tenemos en cuenta que la religión judía está fundamentada en el cumplimiento de la Ley, descubriremos que, el que no puede oírla ni proclamarla queda totalmente excluido. La imposición de manos era signo de la comunicación del Espíritu. La mirada al cielo era signo de relación íntima con Dios. Apartarlo de la gente era separarlo del mundo. El dedo hace referencia al dedo de Dios que actúa con fuerza. La saliva se consideraba como vehículo del Espíritu. Aparentemente Jesús actúa como cualquier sanador de la época. Pero los taumaturgos hacían sus curaciones con la máxima ostentación posible. Jesús quiere hacer ver a todos que su objetivo es muy distinto.

Jesús nunca identifica el Reino de Dios con una supresión de las limitaciones. Las bienaventuranzas dejan claro que el Reino de Dios está abierto a todos, a pesar de las circunstancias personales. Él dice expresamen­te que el Reino de Dios está dentro de vosotros. El Reino de Dios es una actitud vital de cada persona. Es un descubrimien­to de Dios en lo hondo del ser. Claro que una vez que la persona entra en esa dinámica, tiene que manifestarse después en la manera de actuar. La atención a los marginados no es el Reino de Dios, sino la manifesta­ción de que está presente y visible a todo el que lo quiera ver.

Si queremos llevar a los marginados el Reino de Dios, antes de haber entrado nosotros en él, caemos en la trampa de la programación. Mientras no cambiemos nosotros, por mucha atención que reciban los que sufren, no ha llegado el Reino de Dios, ni para nosotros ni para ellos. Para el mismo Jesús, desde una perspectiva del AT, la señal de que el Reino de Dios ha llegado, es que los sordos oyen, los cojos andan, los ciegos ven, y los pobres son evangelizados. Aquí encontramos la clave de interpretación del relato.

El Reino consiste en que los que excluimos dejemos de hacerlo, y los excluidos dejen de sentirse marginados a pesar de sus limitaciones. El objetivo de Jesús no es erradicar la pobreza o la enfermedad, sino hacer ver que hay algo más importante que la salud y que la satisfacción de las necesidades más perentorias. Sacar al pobre de su pobreza no garantiza que lo hemos introducirlo en el Reino. Pero salir de nuestro egoísmo y preocuparnos por los pobres sí garantiza la presencia del Reino y puede hacer que el pobre lo descubra.

No podemos pensar en un Reino de Dios puramente espiritual. Hemos dicho muchas veces que una relación auténtica con Dios es imposible al margen de una preocupación por los demás. Creer que podemos servir una relación con Dios al margen de los demás es ilusión. No hemos aprendido la lección, ni como individuos ni como iglesia. El ejemplo de Santiago, dentro de su simplicidad, es esclarecedor. ¿Quién de los aquí presentes aprecia más a un andrajoso que a un rico? ¿Qué sacerdote, incluyéndome a mí, trata mejor la los pobres que a los ricos? La conclusión es clara: el Reino de Dios aún no ha llegado a nosotros.

El mensaje de Jesús tendría que operar en nosotros los mismos efectos que tuvieron su saliva y su dedo en el sordomudo. Escuchar el mensaje de Jesús es la clave para descubrir cuál debe ser la trayectoria de mi vida. La postura de cerrarse a la Palabra es mucho más común de lo que solemos pensar. El miedo a equivocarnos nos paraliza. Un proverbio oriental dice: si te empeñas en cerrar la puerta a todos los errores, dejarás inevitablemente fuera la verdad. El episodio de hoy nos debe hacer reflexionar. Tenemos que abrirnos a la verdad y tratar de comunicarla a todos, llevándoles un poco de esperanza e ilusión.

Jesús dijo en (Jn 10, 9): “Yo soy la puerta, el que entre por mí quedará a salvo, podrá entrar y salir y encontrará pastos”. Pero, “puerta” se puede entender como el hueco que permite el acceso a una estancia o el elemento material que girando sobre unos goznes puede permitir o impedir el paso. El contexto de la cita deja claro que se trata de la apertura para entrar y salir. Pero por desgracia utilizamos a Jesús como el elemento giratorio que nosotros utilizamos para dejar entrar o para impide el paso a la intimidad de Dios. Con mucha frecuencia, hemos cerrado la puerta y nos hemos guardado la llave.

No nos salva escuchar la palabra de Dios, pero es el instrumento que nos permite descubrir dentro de nosotros la salvación. Las frutas defienden la vida que está latente en la semilla de dos maneras: rodeándola con gran cantidad de pulpa o con un caparazón duro que la aísla del entorno. En los dos casos, lo aparente, que es lo que parece importante, no es más que un medio para conservar la semilla hasta la primavera siguiente. Entonces la cáscara desaparecerá para germine la semilla. En el caso de la manzana o el melón, pudriéndose. En el caso de la almendra o la nuez, separándose las dos partes para dejar paso al germen.

Meditación

La clave de toda vida espiritual es la apertura.
Como una esponja debes dejarte empapar.
Para ello, no tienes más remedio que exprimirte.
Si te vacías de todo lo terreno que hay en ti,
Lo divino que también está en ti, te inundará.
En la medida que te vacíes te llenarás.

Lous Evely: nuestros mayores creyeron gracias a los milagros. Nosotros creemos a pesar de ellos.

Rousseau: El apoyo que se quiere dar a la fe con los milagros, es el mayor obstáculo contra ella. Quitad del evangelio los milagros, y toda la tierra quedará a los pies de Jesucristo.

Baruc Spinoza: «Si se admitiese que Dios actúa en contra de las leyes de la naturaleza, sería preciso admitir también que actúa en contra de su propia naturaleza, lo cual sería totalmente absurdo». 

Voltaire: contar milagros es «transcribir tonterías injuriosas a la divinidad»; creer en ellos es demostrar que uno es un imbécil».

Considerar el milagro como una excepción de las leyes de la naturaleza resulta anacrónico si se aplica a los milagros de los evangelios. En tiempos de Jesús no se cuestionaba la posibilidad del milagro ni se conocían las leyes -tampoco hoy- de la naturaleza para poder determinar lo que las sobrepasa o las viola.

Fray Marcos

¿Es Jesús un mago o el Mesías?

La dificultad de curar a un sordo

Cuando llegamos al final del capítulo 7 del evangelio de Marcos, Jesús ha curado ya a muchos enfermos: un leproso, un paralítico, uno con la mano atrofiada, una mujer con flujo de sangre; incluso ha resucitado a la hija de Jairo, aparte de las numerosas curaciones de todo tipo de dolencias físicas y psíquicas. Ninguno de esos milagros le ha supuesto el menor esfuerzo. Bastó una palabra o el simple contacto con su persona o con su manto para que se produjese la curación.

Ahora, al final del capítulo 7, la curación de un sordo le va a suponer un notable esfuerzo. El sordo, que además habla con dificultad (algunos dicen que los sordos no pueden hablar nada, pero prescindo de este problema), no viene por propia iniciativa, como el leproso o la hemorroisa. Lo traen algunos amigos o familiares, como al paralítico, y le piden a Jesús que le aplique la mano. Así ha curado a otros muchos enfermos. Jesús, en cambio, realiza un ritual tan complicado, tan cercano a la magia, que Mateo y Lucas prefirieron suprimir este relato.

Conviene advertir cada una de las acciones que realiza Jesús: 1) toma al sordo de la mano; 2) lo aparta de la gente y se quedan a solas; 3) le mete los dedos en los oídos; 4) se escupe en sus dedos; 5) toca con la saliva la lengua del enfermo; 6) levanta la vista al cielo; 7) gime; 8) pronuncia una palabra, effetá (se discute si hebrea o aramea), misteriosa para el lector griego del evangelio.

Desde el punto de vista de la medicina de la época, lo único justificado sería el uso de la saliva, a la que se concede poder curativo. El gemido y la palabra en lengua extraña recuerdan al mundo de la magia.

Sin embargo, los espectadores no piensan que Jesús sea un mago. Se quedan estupefactos, pero no relacionan el milagro con la magia sino con la promesa hecha por Dios en el libro de Isaías, que leemos en la primera lectura: «Entonces… las orejas de los sordos se abrirán… y la lengua del mudo lanzará gritos de júbilo.» La curación demuestra que con Jesús ha comenzado la era mesiánica, la época de la salvación.

La dificultad de curar a un ciego

Si la selección de los textos litúrgicos hubiera estado bien hecha, dentro de dos o tres domingos habríamos leído un milagro parecido, de igual o mayor dificultad, y fundamental para entender el evangelio de hoy: la curación de un ciego. Como no se lee, recuerdo lo que cuenta Marcos en 8,22-26. Le presentan a Jesús un ciego y le piden que lo toque. Exactamente igual que ocurrió con el sordo.

Jesús: 1) lo toma de la mano; 2) lo saca de la aldea; 3) le unta con saliva los ojos; 4) le aplica las manos; 5) le pregunta si ve algo; el ciego responde que ve a los hombres como árboles; 6) Jesús aplica de nuevo las manos a los ojos y se produce la curación total. Los relatos no coinciden al pie de la letra (aquí falta el gemido y la palabra en lengua extraña) pero se parecen mucho. No extraña que Mateo y Lucas supriman también este episodio.

La sordera y ceguera de los discípulos

¿Por qué detalla Marcos la dificultad de curar a estos dos enfermos? La clave parece encontrarse en el relato inmediatamente anterior a la curación del ciego, cuando Jesús reprocha a los discípulos: «¿Tenéis la mente embotada? Tenéis ojos, ¿y no veis? Tenéis oídos, ¿y no oís?» (Mc 8,17-18).

Ojos que no ven y oídos que no oyen. Ceguera y sordera de los discípulos, enmarcadas por las difíciles curaciones de un sordo y un ciego. Ambos relatos sugieren lo difícil que fue para Jesús conseguir que Pedro y los demás terminaran viendo y oyendo lo que él quería mostrarles y decirles. Pero lo consiguió, como veremos el domingo 30, cuando Jesús cure al ciego Bartimeo.

Las maravillas de la época mesiánica (Isaías 35,4-7)

Este texto ha sido elegido por la promesa de que «los oídos de los sordos se abrirán», que se ve realizada en el milagro de Jesús. De hecho, el poema del libro de Isaías se centra en la situación de los judíos desterrados en Babilonia, sin esperanza de verse liberados. Y, aunque se diese esa liberación, tienen miedo de volver a Jerusalén. Se consideran una caravana de gente inútil: ciegos, sordos, cojos, mudos, que deben atravesar un desierto ardiente, sin una gota de agua y con guarida de chacales. El profeta los anima, asegurándoles que Dios los salvará y cambiará esa situación de forma maravillosa. Estas palabras terminaron convirtiéndose en una descripción ideal de la época del Mesías y fueron muy importantes para los primeros cristianos.

Un milagro más difícil todavía (Santiago 2,1-5)

Aunque sin relación con el evangelio, este texto puede leerse como una visión realista, nada milagrosa, de la época mesiánica. Aquí el pueblo de Dios no está formado por gente que se considera inútil y débil. Al contrario, está dividido entre personas con anillos de oro, elegantemente vestidas, y pobres con vestidos miserables. Y lo peor es que el presidente de la asamblea concede a los ricos el puesto de honor, mientras relega a segundo plano a los pobres. Como en el fastuoso funeral de Juan Pablo II, con tantas personalidades famosas en primer plano, mientras los fieles cristianos llenaban la plaza y la Via della Conciliazione. El nuevo milagro, la nueva época mesiánica, será cuando los cristianos seamos conscientes de que «Dios ha elegido a los pobres para hacerlos ricos en la fe».

Reflexión final

Tomado por sí solo, en el evangelio de hoy destaca la reacción final del público: «Todo lo ha hecho bien». Recuerda las palabras que pronunciará Pedro el día de Pentecostés, cuando dice que Jesús «pasó haciendo el bien». El público se fija en la promesa mesiánica; Pedro, en la bondad de Jesús. Ambos aspectos se complementan.

Pero quien desea conocer el mensaje de Marcos no puede olvidar la relación de este milagro con la curación del ciego. Debe verse reflejado en esos discípulos con tantas dificultades para comprender a Jesús, pero que siguen caminando con él.

La segunda lectura, en la situación actual de la Iglesia, cuando tantos escándalos parecen sumirla en un desierto sin futuro, supone una invitación a la esperanza. Pero el milagro será imposible mientras las personas que tienen mayor responsabilidad en la Iglesia sigan luchando por los primeros puestos, los anillos de oro y los capelos cardenalicios.

José Luis Sicre

Comentario – Domingo XXIII de Tiempo Ordinario

(Mc 7, 31-37)

Esta curación del sordomudo, donde se ve a Jesús dando varios pasos para poder curarlo, presenta visos de ser una narración histórica, ya que este procedimiento no sirve para resaltar el poder de Jesús, que se manifestaría mejor si lo hubiera curado sólo con una palabra.

Pero estos detalles indican que Jesús prefería curar contando con la cooperación y la aceptación de la persona. Por su gran amor y delicadeza, él prefiere siempre obrar con nosotros, y no sin nosotros.

Como el sordo no podía escuchar sus palabras, Jesús se comunica con él a través del tacto, tocando sus oídos y su lengua. Los dedos de Jesús expresaban la cercanía del amor que se hace íntimo. La saliva es expresión de gran ternura, porque normalmente limpiamos con nuestra saliva las cosas que amamos, las personas (los niños) que son parte de nuestra vida.

Al levantar los ojos al cielo Jesús expresa que su poder viene del Padre.

La expresión de la gente «todo lo hizo bien» muestra que en Jesús se manifiesta el poder creador de Dios, que al crear el mundo veía que «era bueno». Así se quería indicar que la obra de Jesús restauraba la bondad de la creación. Dios creó con mucha generosidad y creatividad un mundo bello para que el hombre habitara en él, le preparó al hombre un hogar fascinante. Pero es el hombre lo que a él más le interesa. Eso se manifestaba en todo lo que Jesús hacía, sanando y liberando al ser humano.

También hoy Jesús puede restaurar nuestras vidas con su gracia, especialmente nuestra capacidad para escuchar, de manera que sepamos abrir nuestros oídos a su Palabra, y también nuestra capacidad de expresarnos, para que podamos decir palabras de amor, de aliento, de verdad.

Oración:

«Toca mis oídos, Señor, para que pueda escucharte; toca mi lengua para que pueda hablar de ti y comunicar tu amor a los demás; porque todo mi ser está hecho para el encuentro contigo y para reflejar tu amor».

VÍCTOR M. FERNÁNDEZ
El Evangelio de cada día

Feliz quien pueda

1.- La lectura que ocupa el segundo lugar, la de Santiago, debería leerse al principio y saborear y analizar con radicalidad, su contenido. Esta epístola, como la predicación de Juan, el bautista, no se entretiene en frivolidades. Es dura y exigente. Hecha la transposición histórica, entre nosotros, gente que pisa la península Ibérica, deberíamos cambiar lo accesorio, para mejor captar su mensaje. Se me ocurre pensar que tal vez Jaime lo explicaría así. Un día, alguien que acaba de bajar de un moderno deportivo, os pide una información. Se expresa con dificultad, pero, dada su apariencia y la del vehículo, nos esforzamos en entenderle y hasta en balbucear algún término que recordamos de su idioma. Satisfechos, nos apresuramos a acompañarle y le dejamos en el lugar que buscaba. Una vez solos, nos hacemos el firme propósito de aprender idiomas, para poder, otro día, entenderse mejor con estos hombres importantes a los que llamamos turistas extranjeros. En otra ocasión, al cabo de poco, se nos acerca una mujer menudita, cargada de bártulos y con un bebe a cuestas, acompañada de unos chiquillos, que sin duda son hijos suyos. Se expresa en lengua que entendemos perfectamente, que delata su procedencia. Interiormente ya la ha clasificamos y la llamamos con enojo: emigrante, sudaca o mora. Siempre quieren lo mismo, pensamos, y con displicencia se la atiende, sin mirarla a la cara, sin sonreír, sin acompañarla a ningún sitio, ¡quien sabe a donde nos llevaría! pensamos.

2.- Pues no, no debe ser este el comportamiento de un cristiano. Es preciso estar preparado para el encuentro, haber escuchado con emoción música andina, tal vez “El cóndor pasa”, a los Quilapayun, a Cafrune, o a Joan Baez. Y apreciar la timidez de la mujercita, o el pasmo del hombrecito moreno que la acompaña, también cargado. Y atender a su solicitud con agradecimiento, porque se ha dignado pedirnos algo. Ver en su rostro el de Jesús, en su prole, al Niño de Belén y en su mirada, la expresión de la esperanza en la vida, el deseo de un porvenir próspero para su familia, avergonzados de que entre nosotros sea tan rehusada la fecundidad, no engendrando hijos o destruyéndolos antes de nacer… Y si al despediros, mis queridos jóvenes lectores, sois capaces de abrazarla sonriendo, estad seguros que, desde el Cielo, la sonrisa de Jaime, acompañada de la del Maestro, desciende suavemente sobre vosotros (sin que, por otra parte, a ninguno de los dos, les disguste que hayáis atendido con cortesía al forastero rico, llegado del centro de nuestro continente. Si vuestra mirada hacia ellos, Señor y discípulo, les interroga, os sugerirán que os apuntéis a una ONG de las que organizan campos de trabajo en el Tercer Mundo. Los métodos de los nativos, comprobareis que son ingeniosos, sus recetas sencillas, los exóticos tejidos, os alegrarán y os serán tan útiles como una cuantas clases académicas de inglés. Viviréis, sin duda una aventura fascinante y seréis felices.)

3.- ¡Que triste resulta estos días escuchar en nuestras iglesias nombres evangélicos como Tiro y Sidón, cuando los noticiarios nos hablan de la destrucción que sufren estos parajes! Pues sí, por estos horizontes, hoy sembrados de bombas y ruina, por estos caminos, por territorios hoy disputados, entre países rivales, se desplazaba el Señor haciendo el bien, en tiempos que se gozaba de alguna calma. Curando enfermos y destapando oídos sordos. El Evangelio de Marcos nos ha conservado una de aquellas pocas palabras que sabemos fueron exactamente pronunciadas por el Señor. Mis queridos jóvenes lectores, os recomiendo que vayáis repitiendo por lo bajo, una y otra vez: effata, effata, effata. A ver si se os contagia algo del Maestro. No olvidéis que el Señor se llevó a un lugar solitario, para poder hablarle confidencialmente y con tranquilidad, a aquel buen hombre. Su mente no estaba contaminada como la de muchos de vosotros, del estilo de los mensajes que enviáis con vuestros móviles: frases estrictas, resumidas, con palabras mutiladas, con las que difícilmente germina una amistad nueva, tal vez algo de compañerismo si que trasporten, pero poco más. Y no olvidéis que el hombre precisa cariño y este solo se puede dar en encuentros sin prisas ni agobios. Después de pronunciar aquellas palabras el Maestro hizo el bien y dejo contenta a la gente del lugar, que no paraba de proclamar, agradecida y contenta, la bondad de Jesús. ¡Atrévete tu también, díselo a tantos de tus amigos decepcionados, amargados, faltos de ilusión, sumergidos en el vicio o la droga: Diles que no es preciso todo esto, para aguantar, arrastrándose, la existencia. Que unidos y aceptando su amistad, la de Jesús, se vive feliz y se hace felices a los demás, el colmo de la dicha.

Pedrojosé Ynaraja

Lectio Divina – Domingo XXIII de Tiempo Ordinario

Hace oír a los sordos y hablar a los mudos

INTRODUCCIÓN

“Para los judíos, el hecho de que una persona fuera sorda o muda o ciega o coja, no era solo un problema de salud sino, sobre todo, un problema religioso. Esa carencia era signo de que, en él, las fuerzas del mal prevalecían sobre las del bien, que Dios le había abandonado. Ahora bien, si Dios lo había abandonado, la institución religiosa estaba obligada a hacer lo mismo. Eran, por tanto, marginados por la religión, que era la mayor desgracia que podía recaer sobre una persona. Jesús, con su actitud, manifiesta que Dios está más cerca de los marginados. Al curarlos, Jesús les está sacando de su marginación religiosa, demostrando que Dios no margina a nadie y que, a veces, la religión no ha obrado en su nombre.” (Fray Marcos).

TEXTOS BÍBLICOS

1ª Lectura: Is. 35,4-7ª             
2ª Lectura:
Sant. 2,1-5.

EVANGELIO

Marcos 7,31-37

En aquel tiempo, dejó Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón, camino del lago de Galilea, atravesando la Decápolis. Y le presentaron un sordo que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga las manos. Él, apartándolo de la gente a un lado, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua. Y, mirando al cielo, suspiró y le dijo: «Effetá», esto es: «Ábrete.» Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba sin dificultad. Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto más se lo mandaba, con más insistencia lo proclamaban ellos. Y en el colmo del asombro decían: «Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos.»

REFLEXIÓN

Esta curación como la anterior, la de la hija de la mujer siro-fenicia, tienen lugar fuera del territorio de Israel. Y suceden después de aquellas largas y agobiantes disputas con los fariseos de cosas superficiales. Jesús sale de su territorio a respirar otros aires más sanos.  Y se encuentra con gente pagana que no tiene los prejuicios de los judíos. Ahí obra esos milagros.

1.– UN SORDOMUDO. Un sordo es una persona cerrada al mundo exterior. No le llegan noticias de lo que se vive por fuera en el mundo de la ciencia, el arte, la música o la religión. Está totalmente incomunicado. Si el hombre es diálogo, apertura, comunicación, este hombre vive en soledad.  Por otra parte, es mudo, es decir, no puede expresar su mundo interior: sus pensamientos, sus sentimientos, sus emociones. Es un hombre totalmente disminuido. Se podría decir de él: “Un hombre que no era hombre”. Jesús, al curarle, nos está diciendo que no está de acuerdo con esa situación. Por eso le cura y, al curarlo, lo inserta en la corriente de la vida. Es como decirle:  Ve, mira, contempla, escucha, dialoga, comunica, ¡sé persona!Sería un grave error el pensar que los milagros de Jesús sólo los hacía para aquella generación que convivió con Él durante su vida mortal. Los milagros de Jesús tienen un significado permanente para todos los que, a través de los siglos, escuchemos esos hechos. Hoy yo también puedo ser sordo cuando no escucho a Dios y a mis hermanos. Hoy yo también puedo ser mudo, cuando no me comunico con Dios ni con mis hermanos. Es verdad que estanos en la era de la comunicación. Todos, desde niños, ya llevamos un móvil en el bolsillo. Las noticias las podemos recibir en el instante que se producen. ¿Eso quiere decir que estemos ahora más comunicados? No. Estamos más informados, pero no más comunicados. Incluso podemos vivir por dentro una amarga soledad. Hoy, más que nunca, necesítanos ser curados, pues somos auténticos “sordomudos”.

2.– Los signos también hablan.  Hay unos cuantos en este evangelio. Veamos:

  1. Miró al cielo. Habla con su Padre en quien confía plenamente y dialoga con Él porque Jesús está asustado de la imagen que los “hombres de la institución religiosa” están dando de Dios. Dios es Padre y sólo desea el bien y la felicidad de sus hijos.
  2. Puso saliva. Según aquella mentalidad de entonces, la saliva era “concentración del aliento”, aliento que es vitalidad de la persona.
  3. Dio un gemido. Es la pena, la consternación de Jesús ante el hombre que sufre y no se puede realizar ni vivir en plenitud.
  4. Effetá: Es una orden severa para que se abran los oídos a la fe, y toda la persona al amor.

3.– Todo lo ha hecho bien. Recuerda el relato de la Creación (Gn. 1,31). Cristo, luchando contra el sufrimiento y el mal, eliminando todos los “deterioros del hombre” devuelve a la Creación el esplendor original. “El Creador todo lo hizo bueno. El Redentor restaura la bondad” (P. Alonso Schökel).  Esto nos obliga a mirar a las personas en lo bueno y positivo que tienen. Es verdad que todos tenemos nuestros “charcos” pero no nos quedemos en ellos, pues nos “encharcaremos”. Miremos lo bueno, lo positivo que Dios ha puesto en el corazón de cada uno. Hay dentro de nosotros playas inéditas, jardines sin explorar. “La expresión “hablaba correctamente” va más allá del hecho de que ese hombre pronunciase bien. Indica la renovación del cuerpo y del alma de la humanidad sin Dios” (G. Dehn).

PREGUNTAS

1.- ¿Caigo en la cuenta de mi sordera interior al no escuchar a Dios y a mis hermanos? ¿Estoy dispuesto a que Jesús me cure?

2.- ¿Uso el lenguaje de los signos? ¿Tengo detalles con las personas con quienes convivo? ¿Me duele en carne viva el sufrimiento de las personas?

3.– No limitarme a no hacer el mal sino hacer siempre el bien, ¿No me parece un programa bonito? ¿Por qué no me apunto a él? 

ESTE EVANGELIO, EN VERSO, SUENA ASÍ:

Los judíos religiosos
no compartían su casa,
ni su mesa. Ni tocaban
a las personas “extrañas”.
Tú, Señor, no fuiste así.
No te importaban las razas.
Anuncias al “extranjero”
el Mensaje de tu gracia.
Abres, Señor, sus oídos
para escuchar tu Palabra.
Despegas, Señor, su lengua
para cantar tu alabanza
Tú deseas que la gente
no se sienta marginada.
Quieres que todos formemos
una familia hermanada.
Señor, en el “sordomudo”
nuestra imagen se retrata:
Despierta nuestros oídos
y nuestra lengua desata.
Así podremos salir
a las calles y a las plazas,
para proclamar tu Reino
de paz,  de  amor y esperanza
Disfrazado en los hermanos,
a nuestro lado, Tú pasas.
Señor, que sepamos darte
amor, comprensión, posada.

(Estos versos los compuso José Javier Pérez Benedí)

La esperanza de las curaciones

1. – Acostumbrados a oír desde que éramos pequeños los relatos evangélicos de los milagros y, sobre todo, de las curaciones, no le damos demasiada importancia y lo asumimos como un hecho «corriente», porque ya sabemos de sobra que Jesús hacía milagros. Pero, si por un momento, nos metemos dentro de la piel de los sanados, de quienes han recuperado la salud o la normalidad corporal en unos instantes ya la cosa suena de otra manera. Es decir, si lo sacamos del contexto de una historia repetida y muy conocida y la situamos con acentos de realidad próxima, el respingo que podemos dar en enorme. Si cualquiera de nosotros está enfermo –o lo ha estado– puede entender la ansiedad que da ese estado y como piensa con nostalgia en los tiempos es los que se estaba sano. Pero, si, además, puede imaginarse la curación inmediata iremos entendiendo el efecto impresionante que producirían en las gentes de la Palestina de entonces estos hechos. Y de ahí se entiende la admiración y júbilo de quienes asistieron a la liberación de la traba de la lengua del sordomudo de este pasaje del Evangelio de San Marcos.

2. – El versículo que se reza en el aleluya de esta misa de este 23 Domingo del Tiempo ordinario está sacado del Evangelio de San Mateo (Mt 4,23) y dice: «Jesús proclamaba la Buena Noticia del Reino, y curaba de toda enfermedad en el pueblo». También nos ayuda a recrear ese clima de admiración en torno a Jesús de Nazaret y, por tanto, ayuda a no hacer habitual la lectura escuchada y dar la exacta dimensión a esas curaciones. Por otro lado, el pasaje de este domingo tiene todos los detalles de su forma de curar e, incluso, da noticia del suspiro de Jesús. ¡A qué es fácil imaginar la escena! De la contemplación –de ver todas estas escenas con la imaginación, con el ojo interior– de los pasajes del Evangelio se saca mucha luz y mucha cercanía con el Señor.

3. – El apóstol Santiago, ya en los primeros años de la Iglesia, refleja la tendencia a valorar al rico y a despreciar al pobre, incluso dentro de la celebración litúrgica. Y sin embargo bien dice que los pobres son los elegidos de Dios como herederos del Reino. La cuestión iba a seguir así casi siempre. Y, está claro, no podemos juntar la fe en Jesús con la acepción de personas, ni convertir nuestra presencia en la Iglesia de una ampliación de nuestras preferencias sociales. Esto parece claro, pero sigue igual que hace dos mil años, en los tiempos de la Jerusalén de Santiago.

La primera lectura, muy bella como la mayoría de los textos de Isaías guarda su relación con el Evangelio como suele ser muy habitual en la liturgia. Y así sabemos que Dios Padre había prometido que los oídos del sordo de abrirán y que la lengua del mudo cantará. Hay, de todos modos, un detalle interesante. La profecía que hace Isaías está dirigida a los cobardes de corazón. Hoy, también, hay muchos cobardes de corazón. Son aquellos que transigen con un mundo injusto y violento, que se no atreven a proclamar que Jesús de Nazaret ha traído al mundo la luz y el sonido, que ha abierto nuestros ojos y oídos para que conociendo mas y mejor a Dios Padre le amemos y que ese amor se expanda hacia todos los hermanos y hermanos para lograr un mundo de paz y concordia. El salmo 145 explica muy bien como Dios se alinea con los más marginados, con los más débiles, con los enfermos. No hay duda que hemos podido apreciar en el conjunto de las lecturas de hoy una clara definición de lo que es el Reino de Dios. Merecerá la pena, hermanas y hermanos, que llegados a nuestra casa releamos esas lecturas para mejor entender el mensaje que nos traen. Os lo aconsejo de todo corazón.

Ángel Gómez Escorial

¡Effetá: abríos!

1- El texto de Isaías de la primera lectura fue el mismo que leyó Jesús allá en la sinagoga de su pueblo. Todos los judíos conocían este texto que anunciaba la liberación de Israel. Estaban ya cansados de tanta opresión. Se anuncia la vuelta de los desterrados con imágenes muy palpables: «se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán, saltará como un ciervo el cojo, la lengua del mudo cantará». Es la victoria sobre todo los impedimentos físicos y el resurgir de la naturaleza: «han brotado aguas en el desierto, torrentes en la estepa; el páramo será un estanque; lo reseco un manantial». Pero hay una frase que omititá Jesús. El no anunciará «el desquite» de Dios, pues Jesús, en cambio, anunciará «el año de gracia». He aquí la diferencia: en las palabras de Jesús no hay anuncio de venganza, sino de reconciliación y salvación para todos. Por eso su mensaje es una Buena Noticia.

2.- Jesús hace realidad las palabras del salmo 145: «El Señor abre los ojos al ciego, el Señor endereza a los que ya se doblan, el señor ama a los justos, el Señor guarda a los peregrinos. Hace justicia a los oprimidos, da pan a los hambrientos, liberta a los cautivos. El Señor sustenta al huérfano y a la viuda y trastorna el camino de los malvados». Esta es la Gran Noticia: Dios está a favor de los débiles, de los pobres y necesitados. En aquella época los pobres eran los huérfanos y las viudas, que no tenían ninguna pensión para mantenerse. ¿Quiénes son hoy día los pobres y oprimidos?… Pensemos en los inmigrantes que llegan en cayucos y después son «repartidos» por diversos lugares de nuestro país. Pensemos en los ancianos que viven solos. Pensemos en las mujeres y los hombres víctimas de la «violencia de género». Pensemos en los enfermos del sida. Pensemos en los niños de familias desestructuradas que tienen de todo menos lo que necesitan de verdad. ¡Hay tantos pobres y oprimidos a nuestro alrededor! Sin embargo, Dios ha elegido a los pobres del mundo para hacerlos ricos en la fe y herederos del reino que prometió a los que le aman.

3.- No sabemos si el sordo que apenas podía hablar era judío o pagano. Probablemente era pagano, pues dice el evangelio de Marcos que recorrió el territorio de Tiro y Sidón y atravesó la Decápolis. Si bien ambos territorios estaban habitados por paganos, Jesús no rehúsa hacer un milagro allí también, pues el anuncio de su salvación es universal, sin distinciones. Se presenta a Jesús como una especie de taumaturgo o mago que realiza curaciones. Pero Jesús no es eso: mira al cielo antes de ayudar a aquel pobre hombre. Realiza la curación en nombre de Dios y movido por el poder de la oración. Le dice con fuerza: ¡Ábrete! Le pide que se abra a la fe. También nosotros necesitamos abrir nuestros ojos y nuestro corazón a Dios y a los hermanos. Abrete a los que necesitan tu amistad, ábrete al que necesita tu cariño, ábrete al que necesita que alguien le escuche, ábrete a ese hermano que te resulta tan pesado, ábrete al enfermo que espera tu visita en el hospital, ábrete a aquél que no te saluda, ábrete a aquél que está llorando con lágrimas de desaliento y soledad. También te dice: escucha los gemidos del triste, escucha los lamentos de aquél que la vida trata injustamente, escucha a aquél que ya no puede ni hablar, pero te está diciendo todo con sus gestos. No seas mudo ni sordo, deja que el Señor abra tu boca y tus oídos. ¡Danos, señor, oídos atentos y lenguas desatadas!

José Maria Martín, OSA