Lectio Divina – Jueves XXV de Tiempo Ordinario

1.- Introducción.

Señor, en este rato de oración, yo también quiero verte, estar contigo, gozar de tu presencia y compañía. Pero no quiero verte como pretendía Herodes, desde la curiosidad, desde la frivolidad. Quiero verte desde mi indigencia, desde mi incapacidad para llenar de sentido mi vida si Tú no te haces presente.

2.- Lectura sosegada del evangelio. Lucas 9, 7-9

En aquel tiempo se enteró el tetrarca Herodes de todo lo que pasaba, y estaba perplejo; porque unos decían que Juan había resucitado de entre los muertos; otros, que Elías se había aparecido; y otros, que uno de los antiguos profetas había resucitado. Herodes dijo: A Juan, le decapité yo. ¿Quién es, pues, éste de quien oigo tales cosas? Y buscaba verle.

3.- Qué dice el texto.

         Meditación-reflexión.

A Jesús se le quiere ver encarnado en uno de los personajes famosos del A. T. Aquí Herodes está perplejo porque la gente lo considera como Elías o un profeta. Todos los profetas y personajes famosos de la Antigua Alianza apuntan a Jesús, pero Jesús no se identifica con ninguno de ellos. Jesús no cabe en ellos. Es mucho más. Cuando nos empeñamos en querer realizarnos en la posesión de las criaturas o identificarnos con personajes importantes, dentro del corazón se oye una voz íntima: “no saben decirme lo que quiero”.  Por eso, un camino para ir a un encuentro con Jesús puede ser el del descontento, la frustración, el vacío del corazón, la insatisfacción existencial. Alguien tiene que haber que pueda llenar mi vacío, que pueda saciar mi sed, que pueda calmar mis aspiraciones. La respuesta a estas preguntas tan inquietantes, tan punzantes, no la pueden dar unos libros, unas charlas, unas ideas. Tiene que ser un encuentro con la persona de Jesús. Para eso se necesitantestigos y no simples maestros; gente que no sólo nos hable de Dios, sino que haya estado con Él. La gente de hoy ya no nos pregunta sobre lo que sabemos de Dios, sino que quiere que les digamos a qué sabe Dios, es decir, a qué sabe la vida cuando Él ha irrumpido en nuestras vidas. Herodes buscaba a Jesús por frivolidad, por entretenimiento, por pasatiempo. Quería verle hacer algún milagro. Jesús no le dijo ni una sola palabra.  A Jesús no hay que buscarlo por curiosidad, sino por necesidad.

Meditación del Papa Francisco

 “Queremos ver a Jesús”: estas palabras, al igual que muchas otras en los Evangelios, van más allá del episodio particular y expresan algo universal; revelan un deseo que atraviesa épocas y culturas, un deseo presente en el corazón de muchas personas que han oído hablar de Cristo, pero no lo han encontrado aún. “Yo deseo ver a Jesús”, así siente el corazón de esta gente. Respondiendo indirectamente, de modo profético, a aquel pedido de poderlo ver, Jesús pronuncia una profecía que revela su identidad e indica el camino para conocerlo verdaderamente: “Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre”. ¡Es la hora de la Cruz! Es la hora de la derrota de Satanás, príncipe del mal, y del triunfo definitivo del amor misericordioso de Dios. […] La hora de la Cruz, la más oscura de la historia, es también la fuente de salvación para todos los que creen en Él”. (Homilía de S.S. Francisco, 22 de marzo de 2015).

4.- Qué me dice hoy a mí este texto que he meditado. (Silencio).

5.-Propósito Darme un tiempo para estar con Jesús no por curiosidad sino por necesidad.

6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración. Al terminar esta oración te quiero agradecer, Señor, los deseos de verte, de buscarte, de estar contigo, que has puesto en mi corazón. Y te pido que estos deseos se cumplan, estas inquietudes se calmen, estos anhelos terminen en un encuentro al vivo contigo.

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Comentario – Jueves XXV de Tiempo Ordinario

(Lc 9, 7-9)

En el relato de su evangelio, Lucas hace una interrupción para hablar de Herodes. No se trata de Herodes el grande, que aparece en la época del nacimiento de Jesús y en la matanza de los niños, sino de su hijo Herodes Antipas.

Este Herodes Antipas era amigo de Juan el Bautista y lo escuchaba admirado; pero eso no impidió que lo encarcelara cuando la presencia del Bautista comenzaba a afectar sus intereses personales (Lc 3, 19-20).

Ahora, por lo que escuchaba decir acerca de Jesús, Herodes no podía evitar asociarlo con Juan el Bautista, y quería verlo. Pero esto no significa que hubiera nacido en él algún arrepentimiento o que su corazón se estuviera abriendo a la invitación a la conversión, de Juan y de Jesús. De hecho Lucas nos cuenta que buscaba a Jesús para matarlo (13, 31-32); y luego nos narra (23, 8) que Herodes se alegró mucho cuando le llevaron a Jesús, pero el motivo de su alegría se debe a que «esperaba verlo hacer algún milagro». Como Jesús no accedió a sus deseos y ni siquiera contestó sus preguntas, comenzó a tratarlo con desprecio y burlas (23, 11). Así se manifiesta que su interés por Juan el Bautista y por Jesús sólo consistía en su afán de conocer gente interesante y presenciar prodigios, pero sólo en la medida en que no contrariaran sus intereses personales y no cuestionaran su vida.

Lucas evita narrar detalladamente la historia de la muerte de Juan el Bautista, pero no quiere dejar de mencionar a Herodes en estos textos. Esta presencia de Herodes nos invita a pensar si nuestro corazón está verdaderamente abierto a Jesús, permitiéndole que cuestione nuestra vida, o si nuestra fe consiste sólo en un deseo de ver maravillas, pretendiendo que Jesús esté al servicio de los propios caprichos.

Oración:

«Jesús, no quisiera que tú, mi Señor y mi Salvador, seas sólo un apéndice en mi vida, una figura llamativa, un profeta milagroso al servicio de mis caprichos. Ayúdame a abrir mi corazón a tu Palabra para que me deje interpelar por ella y acepte cambiar mi vida».

VÍCTOR M. FERNÁNDEZ
El Evangelio de cada día

Las piedras de molino

1.- “Dijo Jesús: Al que escandalice a uno de estos pequeñuelos, más le valiera que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar”. San Marcos, Cáp. 9. Podríamos dividir las teologías en dos grandes grupos: Unas son moralistas, recelosas, colmadas de amenazas y pesadumbre. Otras en cambio rebosan alegría, comunican entusiasmo, ganas de vivir y esperanza. Para leer el Evangelio hemos de situarnos siempre en las segundas. Aun cuando Jesús hable del mal y nos advierta sus peligros. El Maestro ha colocado a un niño en medio del grupo. Una escena que tentaría los pinceles de Murillo. Pero añade una dura amenaza, ponderando la gravedad del escándalo: “Quien escandalice a uno de estos pequeñuelos, más le valiera que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar”.

2.- Los judíos obtenían la harina de molinos caseros, fabricados con dos piedras superpuestas. Mediante un manubrio se hacía girar la superior, unida a la inferior por un eje central. La gente acomodada poseía molinos mayores, que para su tarea necesitaban la fuerza de un asno. Con una piedra circular de casi un metro de diámetro al cuello, no sería fácil flotar sobre el mar de Galilea. Lo indica el Señor en forma pintoresca. Literalmente, escándalo significó algo que nos hacer tropezar. Pero hoy, en sentido figurado, quiere decir todo aquello, propio o ajeno, que nos empuja al mal. El Señor dijo: “Si tu mano te hacer caer en pecado, córtala. Si tu pie te hace caer, córtalo. Si tu ojo te hace caer, sácalo”. Es preferible llegar manco, cojo o tuerto en la vida, que ser echado con tu cuerpo ileso al abismo. Aunque tal mutilación no puede entenderse a la letra. Apunta a la superación de todo obstáculo en el seguimiento de Jesús. En anteriores épocas, el escándalo se situaba ante todo en el área sexual. Ahora lo entendemos también en otros terrenos, donde impide nuestro proceso vital, o el de aquellos prójimos más débiles.

Asoma entonces, bajo la luz del Evangelio, una amarga lista de actitudes del hombre escandaloso: Defrauda el erario público. Ejerce la política en beneficio personal. Difunde ideas falsas para engañar a los ingenuos. Altera pesas y medidas y también la calidad de los productos. Contamina el medio ambiente. Incumple los compromisos con la empresa que lo ha contratado. Es irresponsable en el hogar o en el estudio. Emplea de modo egoísta la propia preparación académica, o su posición social. No atiende oportunamente a los clientes. Evade los tributos. Retrasa sin causa justa el salario de los trabajadores.

3.- El apóstol Santiago, hombre práctico en su enseñanza, nos dice: “Habéis amontonado riquezas. Habéis vivido en este mundo con lujo y entregados al placer. El jornal defraudado a los obreros que han cosechado vuestros campos esta clamando contra vosotros. Y los gritos de los segadores han llegado hasta el oído del Señor”. Cabría además en aquella serie otros ítems: Mantiene en la sociedad o en la Iglesia, estructuras de poder y ostentación. Presenta, como si fuera el Evangelio, una teología moralista, recelosa, colmada de amenazas y pesadumbre. Si alguno de nosotros se siente señalado por estas formas de escándalo, le sugerimos muy respetuosamente, alejarse de las ruedas de molino.

Gustavo Vélez, mxy

La entrada en la vida

Muchos quieren entrar en la vida
por la puerta ancha,
bien vestidos y bien calzados,
rodeados de comodidades,
de fama y de honor,
sin el más pequeño rasguño o herida
en el cuerpo ni en el espíritu.
De esta forma
casi nunca se entra en la vida.

En la vida se entra normalmente
con la fama destrozada,
con el traje roto,
muchas veces desnudo
y sin zapatos en los pies.

En la vida se entra
con rasguños en el cuerpo,
y faltos de una mano,
de un pie o de un ojo.

En la vida se entra
con el espíritu roto,
con el alma dolorida
y con el corazón sangrando.

La vida no es la meta de la comodidad.
La vida es un don de Dios
para los humildes,
para los esforzados,
para los pecadores,
para los valientes,
para los débiles,
para los que tienen corazón,
para los que luchan por al vida,
para los que quieren la verdad,
para los que gozan con su presencia,
para los que lloran cuando se va.

La vida nunca entrará en los cómodos,
con los apáticos, con los aburridos,
con los “tanto-da”, con los “que-más-da”.

La vida es un regalo de Dios,
que se trabaja día a día.

M. Regal

Notas para fijarnos en el Evangelio

• El personaje al que se refiere el discípulo Juan, diciendo que «no es de los nuestros» (38), es uno que no formaba parte del grupo de los discípulos o seguidores de Jesús. Aunque actúa «en nombre de Jesús».

• Por tanto, se pone de manifiesto que los discípulos de Jesús -como muchos grupos, por otro lado- tienen una tendencia al sectarismo, a creerse los únicos que pueden hacer el bien, que pueden «echar demonios» (38).

• Jesús aprovecha la ocasión para enseñar -precisamente Juan lo llama «Maestro» (38)-. Y el evangelista Marcos aprovecha la escena para recoger varias enseñanzas de Jesús.

• La primera enseñanza es que haber recibido la misión y el poder sobre los espíritus malignos (Mc 3,15; 6,7) no supone que nadie más pueda «echar demonios». Toda persona que hace el bien está en la dinámica del Reino, «no se quedará sin» el Reino (41). Ser de los que van con Jesús (38) se concreta en vivir lo que Él vive, en hacer lo que Él hace: Jesús echa demonios (Mc 1,34.39; 3,22; 16,9). Por otro lado, echar demonios en nombre de Jesús será uno de los signos que acompañarán a los que crean, según dice el Resucitado (Mc 16,17).

• Jesús relaciona esta enseñanza con el tema del escándalo: «el que escandalice a uno de estos pequeñuelos que creen» (42). «Escandalizar» quiere decir poner obstáculos a la fe, provocar que tropiecen, alejarlos de Dios.

* Los «pequeñuelos» (42) son no sólo los pobres con los que se encontró Jesús en su camino, sino también los miembros de la comunidad (también los hallamos en Mt 10,42) que son más frágiles y débiles; también aquella gente

sencilla que no se atrevía a seguir a Jesús por miedo de los escribas. Jesús -y san Marcos- pretenden recordarnos (42-48) que todos so- mos responsables de la fe de los otros. Sobre todo cuando esos otros son «pequeñuelos».

* Jesús no propone nada similar a la mutilación del cuerpo como solución para nada. Ni nos quiere asustar con el «infierno» (42-48). Utiliza, eso sí, imágenes duras, impactantes, y que los oyentes podían entender, para hacer caer en la cuenta de la gravedad del escándalo de los pequeños.

Un par de notas «técnicas»

• «Una piedra de molino» (42) es una piedra grande y pesada movida por un animal, que la hacía rodar sobre otra piedra plana, puesta debajo.

• La palabra traducida por «infierno» (43.45.47) – la Gehenna-, se refiere a un valle que limitaba la ciudad de Jerusalén y que había sido un lugar de culto idolátrico a Moloc, con práctica ocasional de sacrificios humanos; de ahí el nombre de Tófet o «quemador» (2 Re 23,1; Jr 7,31-32). Posteriormente, se convierte en imagen del lugar de castigo definitivo de los pecadores, lleno de gusanos y fuego (1s 66,22-24).

Comentario al evangelio – Jueves XXV de Tiempo Ordinario

Lo menos que nos podemos preguntar es para qué quería Herodes conocer a Jesús. ¿Estaría interesado por su mensaje? La respuesta más posible es que no. Herodes era el que era. Estaba en el poder. Recibió las críticas de Juan Bautista. Hasta se dice que lo apreciaba pero eso no le contuvo a la hora de ordenar que le llevasen su cabeza en una bandeja. Todo por el que dirán. Porque en un momento de juerga, de banquete, quizá de demasiado alcohol, había prometido a su bailarina preferida que le daría cualquier cosa que le pidiera. Era rey. Tenía el poder. Pero no era muy prudente. Ni siquiera era verdaderamente fuerte. No se atrevió a reconocer su error y a desdecirse de aquella barbaridad. Prefirió matar al profeta.

Quizá también era que ni le apreciaba mucho ni atendía sus palabras. Para nada. No era más que un objeto curioso de su corte. Y una vez que lo perdió de aquella manera tan tonta, pensó que necesitaba otro profeta, otro juguete, otro milagrero. 

Pero Jesús nunca se plegó a los deseos del poder. Lo suyo fueron los caminos, los lugares alternativos. No frecuentó ni la corte de Herodes ni el Templo de los Sumos Sacerdotes. Se movió como en su casa entre la gente sencilla y humilde, entre los pecadores, entre los publicanos y las prostitutas. Frecuentó los lugares marginales y oscuros de su mundo. Allí habló del reino de Dios. Para Herodes, como para los representantes oficiales de la religión judía, sólo tuvo palabras de desprecio. Los que pensaban que tenían el poder y la fuerza, los que se creían cerca de Dios por su actitud religiosa, los que se sentían por encima de los demás, son los que se quedan fuera del Reino. 

Mientras tanto, por la puerta grande, entran los pobres, los humildes, los que tienen hambre y sed de justicia, los enfermos, los que sufren. Ellos acogen en su corazón la buena nueva y se llenan de esperanza. Jesús no es para ellos un juguete de feria ni el enano de la corte que distrae el aburrimiento del soberano. Jesús es vida y salvación, amor y esperanza, luz y reconciliación.

Ciudad Redonda

Meditación – San Pío de Pietrelcina

Hoy celebramos la memoria de san Pío de Pietrelcina.

La lectura de hoy es del evangelio de Mateo (Mt 11, 25-30):

En aquel tiempo, tomando Jesús la palabra, dijo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce bien al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce bien nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.

»Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera».

Hoy escuchamos con gusto estas palabras de Jesús tan oportunas para nuestros tiempos: «Venid a mí todos (…) y yo os daré descanso» (Mt 11,28). ¡Cuánta necesidad tenemos de este descanso! Ya desde muy joven el Padre Pío experimentó el deseo de “descansar en el Señor”. En 1903, a los dieciséis años, realizó su deseo ingresando en el orden de los Capuchinos.

El descanso de Jesús —de entrada— nos sorprende: Él habla de “su yugo” y de “su carga” (cf. Mt 11,30). ¿Qué yugo y qué carga son esos? ¡Es el amor! Sí, el Amor que Dios nos manifiesta hasta el extremo, hasta el fin… entregándose en la Cruz. Y nos preguntamos: ¿era necesario llegar hasta la Cruz? La única respuesta segura es que, de hecho, el Señor quiso llegar a la cruz, dando cumplimiento a su profecía: «Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos» (Jn 15,13). Con su entrega hasta el fin, Jesucristo deja claro que no se puede amar sin esfuerzo. San Agustín afirmó que «mi amor es mi peso». Así son las cosas: los amores “sin peso” no son amores y, a la vez, los pesos sin amor son insoportables. El Hijo de Dios no vino a quitarnos —sin más— los sufrimientos; más bien vino a “educarnos” en el sufrimiento…, en el amor.

El 20 de septiembre de 1918 el Padre Pío experimentó un don singular: recibió los estigmas de Cristo. San Pío de Pietrelcina llevó esas heridas durante 50 años no como una desgracia, sino todo lo contrario: como una gracia de Dios, pues —decía— «para alcanzar nuestro último fin hay que seguir al divino Jefe, que quiere llevar al alma elegida al camino que Él siguió: el de la abnegación y la Cruz».

Su estilo de vida se ajustó a esa realidad: el Padre Pío se hizo siervo del sacramento de la Penitencia —tarea a la que dedicó muchísimas horas— y del Sacrificio del altar —tarea que realizó siempre con detenimiento: «Antes se acabaría el mundo si se dejara de celebrar misa que si se apagara el sol».

Rev. D. Antoni CAROL i Hostench

Liturgia – San Pío de Pietrelcina

SAN PÍO DE PIETRELCINA, presbítero, memoria obligatoria

Misa de la memoria (blanco)

Misal: 1ª oración propia y el resto del común de pastores (para un pastor) o de santos (para religiosos), o de un domingo del Tiempo Ordinario; Prefacio común o de la memoria.

Leccionario: Vol. III-impar

  • Ag 1, 1-8. Construid el templo, y me complaceré en él.
  • Sal 149. El Señor ama a su pueblo.
  • Lc 9, 7-9. A Juan lo mandé decapitar yo. ¿Quién es este de quien oigo semejantes cosas?

Antífona de entrada
El Señor lo eligió sumo sacerdote y derramó sobre él todos los bienes.

Monición de entrada y acto penitencial
Hacemos memoria en esta celebración de san Francisco Forgione, conocido popularmente como san Pío de Pietrelcina, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos. Nació en Pietrelcina (Italia), el año 1887. En el convento de San Giovanni Rotondo, en la región italiana de Apulia, se dedicó a la dirección espiritual de los fieles y a la reconciliación de los penitentes, mostrando una atención particular hacia los pobres y necesitados. Tal día como hoy del año 1968 terminó su peregrinación terrena, configurándose con Cristo crucificado.

Yo confieso…

Oración colecta
DIOS todopoderoso y eterno,
que concediste a san Pío, presbítero,
la gracia singular de participar en la cruz de tu Hijo,
y por su ministerio renovaste las maravillas de tu misericordia,
concédenos, por su intercesión,
que, asociados siempre a los sufrimientos de Cristo,
lleguemos felizmente a la gloria de la resurrección.
Por nuestro Señor Jesucristo.

Oración de los fieles
Dirijamos nuestras preces suplicantes a Dios Padre, pidiéndole que nos transforme en testigos valientes del evangelio.

1.- Por la Iglesia, por todos los que la formamos. Roguemos al Señor.

2.- Por las vocaciones a la vida sacerdotal y religiosa. Roguemos al Señor.

3.- Por todos los que trabajan por la paz y la justicia. Roguemos al Señor.

4.- Por los que matan, secuestran, destruyen. Roguemos al Señor.

5.- Por nosotros, aquí reunidos. Roguemos al Señor.

Atiende complacido, Señor, las oraciones de tu pueblo, y haz que, por la fuerza de tu Espíritu, sepamos vivir, como Juan el Bautista, asumiendo los riesgos de nuestra fe. Por Jesucristo nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
ACEPTA complacido, Señor, nuestras ofrendas
y concédenos que, dóciles a las enseñanzas de san Pío de Pietrelcina
celebremos con dignidad estos divinos misterios
y los recibamos con espíritu de fe.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona de comunión          Cf. Jn 15, 9
El buen pastor dio la vida por las ovejas.

Oración después de la comunión
AL celebrar la fiesta de san Pío de Pietrelcina,
te rogamos, Señor Dios nuestro,
que por la eficacia de la mesa celestial
seamos constantes en la fe
y vivamos concordes en tu amor.
Por Jesucristo, nuestro Señor.