Lectio Divina – Jueves XXVII de Tiempo Ordinario

1.- Oración introductoria.

Hoy, Señor, te pido más que nunca que me envíes tu Espíritu Santo.  Es verdad que en este día nos hablas de la necesidad que tenemos de rezar; pero déjame que te agradezca especialmente el detalle que has tenido de dejarnos esa maravillosa oración del Padre Nuestro. Es el compendio de la vida cristiana. Lo que caracteriza nuestra vida de cristianos es el sentirnos  amados, atraídos, abrazados, envueltos en la ternura de un Dios que es Amor. Gracias, Señor, por tu desmedida, por tu despilfarro.

2.- Lectura reposada del evangelio: Lucas 11, 5-13

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Si uno de vosotros tiene un amigo y, acudiendo a él a medianoche, le dice: «Amigo, préstame tres panes, porque ha llegado de viaje a mi casa un amigo mío y no tengo qué ofrecerle», y aquél, desde dentro, le responde: «No me molestes; la puerta ya está cerrada, y mis hijos y yo estamos acostados; no puedo levantarme a dártelos», os aseguro, que si no se levanta a dárselos por ser su amigo, al menos se levantará por su importunidad, y le dará cuanto necesite. Yo os digo: Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿Qué padre hay entre vosotros que, si su hijo le pide un pez, en lugar de un pez le da una culebra; o, si pide un huevo, le da un escorpión? Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan!

3.- Qué dice el texto.

Meditación-reflexión

Es interesante conocer los tres verbos que usa Jesús para la oración. El que ora pide, busca y llama. En este pasaje no se dice qué es lo que se pide, qué es lo que se busca, por qué y dónde se llama. Lo importante es la actitud de pedir, de buscar, de llamar. El hombre recurre a Dios como un pobre, que necesita de la riqueza de Dios; como extraviado, que necesita volver al verdadero camino; como un descartado, sin techo y sin hogar, que necesita volver a la casa del Padre donde encuentra: comprensión, ternura, y lo que no podía imaginar: banquete, alegría, música, fiesta. Notemos la diferencia de este evangelio con relación a la versión de Mateo. Aquí se dice: “Cuanto más el Padre dará cosas buenas a los que se lo pidan” (Mt. 7,11). Lucas, ha cambiado el “cosas buenas” por el Espíritu Santo. La comunidad de Lucas ha descubierto que, entre las cosas buenas que el Padre nos puede dar, nada mejor que el Espíritu Santo. Hay una verdadera unión entre el Espíritu Santo y la auténtica oración. Nosotros no sabemos pedir. Es el Espíritu de Jesús, que habita dentro de nosotros, el que clama desde nuestro interior y nos ayuda a decirABBA-PAPA (Ro. 8,15). Es el Espíritu Santo el que nos lleva a la auténtica y verdadera oración: la de sentir el gozo, el estremecimiento, de poder hablar con Dios como un niño pequeño con su papá. Sin la ayuda del Espíritu Santo, incluso la oración del Padre Nuestro se puede convertir en una oración más, sin profundizar en la novedad que le dio Jesús.

Palabra del Papa

“Porque todo el que pide recibe, y el que busca encuentra y al que llama, se le abrirá’. Pero se necesita, buscar y tocar a la puerta. Nosotros, ¿nos involucramos en la oración? ¿Sabemos tocar el corazón de Dios? En el evangelio Jesús dice: ‘Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más su Padre celestial dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan!’ Esto es algo grande. Cuando oramos valientemente, el Señor nos da la gracia, e incluso se da a sí mismo en la gracia: el Espíritu Santo, es decir, ¡a sí mismo! Nunca el Señor da o envía una gracia por correo: ¡nunca! ¡La lleva Él mismo! ¡Él es la gracia! Lo que pedimos es un poco como el papel en que se envuelve la gracia. Pero la verdadera gracia es Él que viene a traérmela. Es Él. Nuestra oración, si es valiente, recibe lo que pedimos, pero también aquello que es lo más importante: al Señor”. (Cf. S.S. Francisco, 10 de octubre 2013, homilía en Santa Marta).

4.- Qué me dice hoy a mí este texto que acabo de meditar. (Silencio)

5.- Propósito: Hoy rezaré un Padre Nuestro, como si fuera la primera vez que lo hago. Y para ello, invocaré antes al Espíritu Santo.

6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.

Hoy, Señor, te quiero agradecer el haber entendido la necesidad que tengo del Espíritu Santo para rezar. Los judíos no se atrevían a rezar el Padre Nuestro. Esa familiaridad con Dios, era inaceptable para ellos. Fue necesaria  la fuerza del Espíritu Santo para poder hablar con Dios como un niño: con esa sencillez, con esa cercanía, con ese encanto. Nunca te daremos gracias suficientes por el inmenso regalo de habernos revelado el verdadero rostro de Dios.

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Comentario – Jueves XXVII de Tiempo Ordinario

(Lc 11, 5-13)

Es verdaderamente consolador escuchar estas promesas luminosas: «Pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá», sobre todo porque estas promesas están fundadas en el amor del Padre Dios, que no puede desear el mal para sus hijos. Si un padre de esta tierra tiene compasión de sus hijos, no se puede pensar que el Padre Dios tenga menos capacidad de amor y de ternura.

Otros textos bíblicos invitan también a esta súplica liberadora (1 Ped 5, 7; Stgo 5, 13; Flp 4, 6) y sin dudar (Mc 11, 24; Sant 1, 7-8). La oración de súplica no es sólo la expresión de nuestras necesidades, no es sólo una oración interesada; es también un culto a Dios. Porque cuando nos detenemos a pedir estamos expresando que solos no podemos, que necesitamos de Dios, y así reconocemos que el puede actuar, que él puede auxiliarnos con su poder y su amor.

¿Por qué entonces muchas veces nuestras súplicas no son escuchadas y Dios parece dejarnos solos con nuestras angustias? La Palabra de Dios nos indica que puede haber motivos que hacen que no consigamos lo que pedimos en la oración: cuando el que pide está obsesionado por sus necesidades pasionales (Sant 4, 2-3), o porque tiene un corazón cerrado a las necesidades ajenas (Is 1, 15-17; 58, 9-10), o porque Dios, el Padre bueno, tiene un plan mejor para él (2 Cor 12, 8-9). Leyendo este texto podríamos agregar otro motivo: a veces la súplica no es escuchada porque pedimos sin fuerza, sin ganas, sin verdaderos deseos; porque si recibiéramos eso que pedimos nuestra vida cambiaría y no estamos dispuestos al cambio, porque si Dios nos escuchara eso nos desinstalaría. Muchas veces pedimos, pero sin insistencia, sin poner nuestro corazón entero en la súplica. Cuando alguien está convencido de lo que necesita, golpea y golpea hasta que la puerta se abre. Lo más importante que tenemos que pedir al Padre, el don que nunca es negado, es el Espíritu Santo. Con él todo es posible.

Oración:

«Padre Dios, quiero presentarme ante ti lleno de confianza, sabiendo que deseas mi bien como un padre bueno. Pongo en tus manos, Padre, todas mis preocupaciones, mis inquietudes, mis necesidades más profundas; pero te ruego sobre todo que no me dejes faltar la fuerza y la luz de tu Espíritu Santo».

VÍCTOR M. FERNÁNDEZ
El Evangelio de cada día

¿Tenemos interés por la vida eterna?

1.- En el Día del Señor, tenemos un recuerdo muy especial –no podía ser de otra manera- por Santa Teresa de Jesús:

Vuestra soy, pues me criaste;
Vuestra, pues me redimiste;
Vuestra, pues que me sufriste;
Vuestra, pues que me llamaste;
Vuestra, pues me conservaste;
Vuestra, pues no me perdí.
¿Qué mandáis hacer de mí?
¿Qué mandáis, pues, buen Señor?

2.- El joven rico, del cual nos habla el evangelio, tuvo una desgracia: toparse frente a frente con Jesús, y pensar, que Jesús era ajeno a lo que existía detrás de su perfecto y cuadrado comportamiento religioso: cumplía todo…pero estaba demasiado apegado a un capital que le impedía de lleno optar y entrar a formar parte del Reino de Dios. ¡Qué desazón y tristeza produjo la respuesta de Jesús a este joven! ¡No lo esperaba!

Santa Teresa de Jesús, si algo tuvo, fue despego. Vivió como si nada tuviera, y cuanto tuvo, lo brindó al servicio de la causa de Jesús. Como diría ella “todo paréceme poco para mi Amado”.

3.- Aquel joven rico, por lo menos, tenía curiosidad y preocupación en el cómo alcanzar el cielo. Hoy, jóvenes y no tan jóvenes (ricos a raudales, con fondos de inversión y bien protegidos por el bienestar material) no se plantean demasiado el qué hacer o del qué deshacerse para heredar la vida eterna. En todo caso ¡Qué hacer para llevar una vida padre! Y, cuanto mejor, mejor.

El afán de tener, la seducción que produce el dinero nos ha aislado de tal manera de la ganancia de Dios que, sinceramente, preferimos ofrecer al Señor –como mucho- un poco de nuestro tiempo o, de vez en cuando y en según qué campañas cuando la iglesia llama, un puñado de monedas. Pero ¿Existe interés por la vida eterna? ¿Qué aspiraciones presentamos los cristianos de hoy? ¿Seríamos capaces de preguntarnos, con la radicalidad de Santa Teresa de Jesús?: ¿Qué mandáis hacer de mí? “.

Somos tan ingeniosos y tan habilidosos que, incluso presentando la mismas aspiraciones que el joven rico, pensamos que si Dios es tan bueno (y nosotros acaudalados) no puede dejarnos a la deriva o cerrarnos definitivamente “por este detalle” sus puertas.

4.- Los radicalismos, a la hora de vivir el evangelio, nos asustan. En otros tiempos, cristianos convencidos, eran capaces de dejar tiempo, vida, hacienda, testamento y dinero, porque estaban convencidos que, abrazarse al Señor, era la mejor herencia, el gran festín, la riqueza que nunca se apolillaría. ¿Y nosotros? Todos, en el fondo, somos un poco como el joven rico: cumplidores…pero adheridos a esos bienes que nos seducen, que nos otorgan prestigio o poder.

Para alcanzar el Reino, no es cuestión de reunir una serie de requisitos, sino de ser exquisitos y transparentes en el trato con Jesús y, por lo tanto, distantes y relativizando todo aquello que nos pueda restar fuerzas, coherencia e ilusión en el vivir como hijos de Dios.

Para alcanzar el Reino de Dios, no pensemos que funciona nuestra matemática y nuestro sistema de “oferta y demanda”. Los valores del Reino no se compran a golpe de talón bancario. La posibilidad de disfrutar la eternidad, viene determinada por el buen uso que demos a nuestra riqueza; por el hacer partícipes de lo poco o mucho que tengamos, a los más pobres; por no llevar “doble contabilidad” entre lo que realizamos ante Dios y lo que escondemos ante los hermanos.

5.- Una vez, un sacerdote, cantaba con su guitarra, el evangelio de hoy: “vende todo lo que tienes, y si quieres tener más, da tu dinero a los pobres y yo te doy mi amistad”. Un cristiano, que no debía tener las ideas muy claras sobre lo que comportaba ser amigo de Jesús, le contestó: “¡Tú estás loco o qué! ¿Pero qué tonterías estás cantando?”.

Y hoy, recordando esta anécdota, concluía que muchos cristianos, lo vamos a tener muy difícil eso de entrar en el Reino de los cielos. Tanto como un camello el pasar por el agujero de una aguja. Aunque con lo artistas que somos…igual hasta reducimos el camello a la mínima expresión para lograrlo.

Terminemos, esta breve reflexión, como la hemos iniciado, con una frase de Santa Teresa de Jesús: «Juntos andemos Señor; por donde fuisteis, tengo que ir; por donde pasaste, tengo que pasar»

6.- ¿SOY JOVEN RICO?

Mírame, Señor, y dime si es cierto:
¿Cumplo contigo, pero me reservo parte de mi gran capital?
¿Vivo en tu amor, pero tengo otros cariños que tienen ruido material?
¿Pregunto por Ti, pero a continuación, miro en otra dirección?
Mírame, Señor, y dime si es cierto:
¿Te miro, y por momentos, siento que algo no funciona en mí?
¿Tengo más de lo que necesito?
¿Añoro más de lo que tengo?
¿Vivo demasiado pendiente de lo que nunca podré obtener?
Acaso, Señor ¿no es eso riqueza también?
Mírame, Señor, y dime si es cierto:
¿Soy rico o pobre?
¿Tengo interés por el cielo o simple curiosidad?
¿Te pregunto por saber o…tal vez por quedarme tranquilo?
¿Me acerco por quererte o, porque he oído algo de Ti?
Mírame, Señor, y muéstrame la exigencia de la fe
El ser libre para caminar junto a Ti
Y, sobre todo, Señor,
ayúdame a descubrir “esa cosa” que me falta
para que pueda entrar por esa puerta estrecha
que conduce a ese lugar de inmenso espacio de alegría y de eternidad.
¿Lo harás, Señor?
Y, si por lo que sea, Señor, tu respuesta no me gusta o me sorprende,
no dejes que me pierda en la riqueza que,
cuando muera, será pobreza incapaz de ganar tan divina riqueza.

Javier Leoz

Al cabo de unos años

Y al cabo de unos años, más o menos,
tras una buena dosis
de aventura y desengaño,
volvemos a encontrarnos cara a cara,
porque queremos y aún soñamos,
con el Maestro que nos miró con cariño
aunque no seguimos su camino.

Y es que sus cuatro palabras
tan claras, suaves e imperativas
-ve, vende, da, sígueme-
se nos quedaron tatuadas en el alma
y no hemos podido borrarlas,
a pesar de sumergirnos en otras ofertas y baños,
después de tantas etapas vividas.

Volvemos, nos acercamos, soñamos.
Y el Maestro, que no acostumbra a cambiar,
nos mira con viva esperanza,
y nos presenta nuevamente su alternativa
a contrapelo de la cultura que se estila:
vender, dar, no almacenar, vaciarse…
y seguirle olvidándose de ser héroes.

Tantas heridas y marcas portamos ya
que, aunque sea a regañadientes,
le damos crédito y le aceptamos.
Y, al fin, empezamos a vivir la vejez,
a pesar de las pérdidas y disminuciones,
como un camino de vida plena,
confiando a fondo perdido en su propuesta.

Y es que, según la sabiduría evangélica,
Él no nos salvó por su poderío y fuerza
sino por su vaciamiento y pobreza.
Por eso, en este momento de decrecimiento
le dejamos a Él el volante y la brújula,
el mapa de carreteras y las preguntas,
para ver cumplido nuestro sueño y su promesa.

Hoy, Señor, nos fiamos
y no oponemos resistencia.

Florentino Ulibarri

Notas para fijarnos en el Evangelio

• La posición ante los bienes materiales no es un aspecto más en la enseñanza de Jesús. Es una cuestión que lo define a Él mismo y define a sus discípulos. En el mundo judío del tiempo de Jesús, tener riqueza material era un signo de la bendición de Dios. Jesús cambia este enfoque y se pone, por tanto, en contradicción, como es contradictorio que “un camello” pueda pasar “por el ojo de una aguja” (25).

• En este pasaje, como los de los últimos domingos, Marcos nos hace caer en la cuenta de que después del hecho -en este caso, el diálogo con el hombre rico (1 7-22) -, Jesús habla del mismo con el grupo de discípulos (23- 30). Revisan los hechos de vida para sacar enseñanzas y consecuencias. Esta segunda parte tiene hoy dos momentos: la enseñanza sobre el peligro de las riquezas (23-27) y el diálogo sobre la recompensa de los que han renunciado a ser ricos (26-31).

• El hombre que se acerca a Jesús (17) busca normas de comportamiento —“¿qué haré?”— para así merecer — “heredar”— “la vida eterna”. Quiere ser amo de la vida eterna del mismo modo que es amo de muchos bienes al ser “muy rico” (22).

• Posiblemente ese hombre ha trabajado mucho y los bienes que tiene son fruto de su esfuerzo. Marcos lo presenta como alguien con ganas de ser fiel a la voluntad de Dios (20). Jesús lo valora. Pero le hace ver que fuera de Dios nadie es bueno (18) por más que haya sido “cumplidor desde pequeño” (20). Ni el mismo, Jesús, se sitúa entre los buenos (16). “Los mandamientos” (19) que ese hombre “ha cumplido” (20) son pistas que conducen a la vida eterna (Ex 20,12; Dt 5,16), pero no para merecer nada.

• Jesús “se le quedó mirando con cariño” (21).Y le hace el mayor regalo que le pueda hacer: le invita a “seguirle”, a ir con Él (21). Si los Mandamientos no llevan a seguir una Vida, a vivir como Jesús, nos llevan al legalismo. Seguir a Jesús nos hace descubrir que la relación con Dios es relación con una Persona y con las personas. Y una relación que es gratuita y confiada.

• El seguimiento de Jesús no es un mandamiento que se añade a los demás, ni un mandamiento nuevo que supera a los anteriores. Jesús invita a pasar de la Ley al Amor, del hacer —“¿qué haré?” (17)— al ser — “sígueme” (21)—.

• Jesús invita al rico a desprenderse de todos sus bienes. Y el hombre “frunció el ceño” (22). Seguir a Jesús no se puede hacer si no se rompen las cadenas de las riquezas que nos atan. Sobre las riquezas, Jesús enseña que el mejor uso que podemos hacer de las mismas es dárselas a los pobres. Pero, cuidado: no por dárselas a los pobres se gana la vida eterna, que siempre es un don de Dios. Hay que dárselas porque son suyas. Y porque cuando se acumulan se convierten en un ídolo que exige culto: estar siempre pendiente de ganar más y no perderlas. Las riquezas ocupan fácilmente el lugar de Dios: “Nadie puede estar al servicio de dos amos. Porque despreciará a uno y querrá al otro; o, al contrario, se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero” (Mt 6,24).

• La actitud de presentarse ante Dios bien cargado de riquezas y de méritos es como decirle a Dios que no lo necesitamos. Dios no me hace falta porque ya lo tengo todo, todo me lo he ganado: me he ganado bien la vida en este mundo y me he ganado la vida eterna. Me lo merezco: he trabajado mucho y he sido fiel cumplidor de la religión, incluso dando limosna. Dios no me hace falta. En el fondo, esta actitud es una especie de ateísmo práctico, no reconocido como tal, Y la figura de un “dios”, que no es el Padre de Jesucristo, tapa la autosuficiencia sobre la que he montado mi vida.

• La salvación no se compra, es incompatible con la riqueza (23-25); es un regalo de Dios, gratuita, por tanto. A nosotros nos es imposible salvarnos. Pero para Dios “es posible” (Mc 10,27; Gn 18,14; Jr 32,17.27; Za 8,6; Jb 42,2; Lc 1,37). Nosotros estamos llamados a acoger la vida eterna que nos es dada y sólo lo podremos hacer con las manos vacías. Si tenemos las manos llenas, si vamos por la vida demasiado hartos, si estamos llenos de nosotros mismos… no podremos acogerla.

• Renunciar a todo (21.28), se hace “por Jesús y por el Evangelio” —es decir, por anunciar el Evangelio— (29). Se hace por un “tesoro” (21). Quien así lo deja todo, recibe ahora el regalo que es la Iglesia —“casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras” (30)-. y no se ahorrará dificultades, “persecuciones” (30), las mismas que vivió Jesús. Pero también, como el Resucitado, recibirá el regalo —no el premio— de la “vida eterna”.

NOTA: En la mentalidad bíblica riqueza y bienestar son signos de bendición divina; pero ya en el Deuteronomio (8,11-18), se ve su peligro de autosuficiencia y olvido de Dios. Los pobres de Yahvé comprenden que no dependen de sí, sino de Dios. Jesús invita a la desposesión absoluta: sólo Dios es el único absoluto. Los bienes terrenos están al servicio de todos los hombres. Este principio lo admiten todos en teoría; pero la práctica lo desmiente: “algunos países, generalmente los que tienen una población cristiana sensiblemente mayoritaria, disfrutan de la opulencia, mientras otros se ven privados de lo necesario para la vida y viven atormentados por el hambre, las enfermedades y toda clase de miserias” (GS 88).

Comentario al evangelio – Virgen María del Rosario

Hoy es la Virgen del Rosario, tan popular. Había una coplilla que decía: “La cuentas del rosario son escaleras, para subir al cielo las almas buenas”. Al margen de la ingenuidad, en el rezo del rosario, vamos desgranando, al pasar las cuentas, los misterios de Cristo, a la luz del misterio de María, su Madre. Y, a la vez, presentamos a Dios el misterio del hombre; una veces lleno de dolor, otras, colmado de gozo, siempre con la esperanza de la luz y la gloria. A la hora del atardecer, en cuántas familias, en cuantos templos se reza el rosario. El pequeño instrumento para rezar el rosario cuelga de la cabecera de la cama, se anuda a las manos de los que mueren o lo vemos en la delantera del coche. Así de querida es esta devoción.

La oración de petición de gracias parece que pasa también por una crisis. Es necesario elevar un elogio de la oración de petición. Es connatural al hombre sentirse débil, necesitado, finito. Me siento enfermo y acudo al médico; me siento indigente y vuelvo los ojos a Dios Padre. Cuántas veces repetimos con la liturgia cristiana: “Señor, ten piedad de mí”. No seamos tiquismiquis tildando de egoísmo este modo de orar. Pero si muchas veces lo que pedimos es para los demás.

El evangelio se llena hoy de parábolas e imágenes. La insistencia en la oración del amigo que llega a medianoche; la bondad de los bienes de Dios que nunca se parecerá al que da una serpiente si se le pide un pez. La comparación con el hombre que sabe dar cosas buenas. ¡Cuánto más el Padre!

En resumen, el hombre “indigente, perdido y en la calle”, “pide, busca y llama”. Al final, el Padre Dios “nos dará, nos ayudará a encontrar y nos abrirá”. No somos amigos impertinentes, somos sus hijos.

El mismo Jesús nos da ejemplo. En Getsemaní y en la hora suprema, suplica: “Pase de mí este cáliz”, “Padre, tengo sed”. Con el salmista, y con Jesús, exclamamos, llenos de confianza: “Cuando te invoqué me escuchaste”.

Es cierto que Dios conoce nuestras necesidades, pero le gusta que se las presentemos. No pedimos para que Dios se entere sino porque, así, nos lo creemos más, nos colmamos de confianza, y hasta se nos cambia el corazón. Acaso, sentimos también el silencio de Dios ante nuestra petición. “Dios no me escucha”, decimos. Pero no perdemos la paciencia. Lo apunta el Evangelio: al menos, siempre nos dará el Espíritu Santo, “Don en tus dones espléndido”.

Ciudad Redonda

Meditación – Jueves XXVII de Tiempo Ordinario

Hoy es jueves XXVII de Tiempo Ordinario.

La lectura de hoy es del evangelio de Lucas (Lc 11, 5-13):

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Si uno de vosotros tiene un amigo y, acudiendo a él a medianoche, le dice: ‘Amigo, préstame tres panes, porque ha llegado de viaje a mi casa un amigo mío y no tengo qué ofrecerle’, y aquél, desde dentro, le responde: ‘No me molestes; la puerta ya está cerrada, y mis hijos y yo estamos acostados; no puedo levantarme a dártelos’, os aseguro, que si no se levanta a dárselos por ser su amigo, al menos se levantará por su importunidad, y le dará cuanto necesite.

»Yo os digo: Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿Qué padre hay entre vosotros que, si su hijo le pide un pez, en lugar de un pez le da una culebra; o, si pide un huevo, le da un escorpión? Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan!».

Hoy, el Evangelio es una catequesis de Jesús sobre la oración. Afirma solemnemente que el Padre siempre la escucha: «Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá» (Lc 11,9).

A veces podemos pensar que la práctica nos muestra que esto no siempre sucede, que no siempre “funciona” así. ¡Es que hay que rezar con las debidas actitudes!

La primera es la constancia, la perseverancia. Hemos de rezar sin desanimarnos nunca, aunque nos parezca que nuestra plegaria choca con un rechazo, o que no es escuchada enseguida. Es la actitud de aquel hombre inoportuno que a medianoche va a pedirle un favor a su amigo. Con su insistencia recibe los panes que necesita. Dios es el amigo que escucha desde dentro a quien es constante. Hemos de confiar en que terminará por darnos lo que pedimos, porque además de ser amigo, es Padre. 

La segunda actitud que Jesús nos enseña es la confianza y el amor de hijos. La paternidad de Dios supera inmensamente a la humana, que es limitada e imperfecta: «Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo…!» (Lc 11,13).

Tercera: hemos de pedir sobre todo el Espíritu Santo y no sólo cosas materiales. Jesús nos anima a pedirlo, asegurándonos que lo recibiremos: «…¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan!» (Lc 11,13). Esta petición siempre es escuchada. Es tanto como pedir la gracia de la oración, ya que el Espíritu Santo es su fuente y origen.

El beato fray Gil de Asís, compañero de san Francisco, resume la idea de este Evangelio cuando dice: «Reza con fidelidad y devoción, porque una gracia que Dios no te ha dado una vez, te la puede dar en otra ocasión. De tu cuenta pon humildemente toda la mente en Dios, y Dios pondrá en ti su gracia, según le plazca».

Fray Josep Mª MASSANA i Mola OFM

Liturgia – Virgen María del Rosario

BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA DEL ROSARIO, memoria obligatoria

Misa de la memoria (blanco)

Misal: Antífonas y oraciones propias, Prefacio I de la BVM (en la fiesta) o II-IV.

Leccionario: Vol. III-impar

  • Mal 3, 13-20a. He aquí que llega el día, ardiente como un horno.
  • Sal 1. Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor.
  • Lc 11, 5-13. Pedid y se os dará.

Antífona de entrada          Cf. Lc 1, 28. 42
Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo: bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre.

Monición de entrada y acto penitencial
Se celebra hoy la memoria de la bienaventurada Virgen María del Rosario. En este día se pide la ayuda de la santa Madre de Dios por medio del Rosario, meditando los misterios de Cristo bajo la guía de aquella que estuvo especialmente unida a la Encarnación, Pasión y Resurrección del Hijo de Dios.

Yo confieso….

Oración colecta
DERRAMA, Señor, tu gracia en nuestros corazones,

para que, quienes hemos conocido, por el anuncio del ángel,
la encarnación de Cristo, tu Hijo,
lleguemos, por su pasión y su cruz,
y la intercesión de la bienaventurada Virgen María,
a la gloria de la resurrección.
Por nuestro Señor Jesucristo.

Oración de los fieles
Oremos, hermanos, a Dios nuestro Padre, a fin de que todos los hombres experimentemos su bondad y misericordia.

1.- Por la Iglesia, para que sea signo de paz y reconciliación entre los hombres. Roguemos al Señor.

2.- Por los pueblos de la tierra, para que superen todo lo que los desune y promuevan todo cuanto los acerca. Roguemos al Señor.

3.- Por los que odian, por los resentidos y amargados, para que descubran que la felicidad se encuentra en el perdón. Roguemos al Señor.

4.- Por todos nosotros, para que sepamos perdonar como Dios mismo nos perdona. Roguemos al Señor.

Padre nuestro, que nos has enseñado a perdonar para recibir tu perdón. Haz que siempre observemos esta ley y así merezcamos ser llamados y ser, en verdad, hijos tuyos. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
HAZ,  Señor, que nos preparemos dignamente

con estos dones presentados,
y que celebremos de tal modo los misterios de tu Unigénito
que merezcamos ser dignos de sus promesas.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio I de la bienaventurada Virgen María: en la fiesta, o II-IV.

Antífona de comunión           Lc 1, 31
Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús.

Oración después de la comunión
TE rogamos, Señor y Dios nuestro,
que quienes anunciamos en este sacramento
la muerte y resurrección de tu Hijo,
asociados a su pasión,
merezcamos participar del gozo y de la gloria.
Por Jesucristo, nuestro Señor.