(Lc 11, 42-46)
Jesús sigue recriminando a los fariseos su cuidado de las normas exteriores sin estar atentos a lo esencial. Esa apariencia interior podía hacer que la gente se confundiera y los creyera santos hombres de Dios, y así terminara cayendo en sus redes y entrando en esa misma actitud hipócrita. Por eso Jesús los define como esos sepulcros que no se ven, y uno pasa por encima sin darse cuenta que está pisando huesos de un muerto (Lc 42, 44).
No es que Jesús rechazara las costumbres, las tradiciones o el cuidado de los cumplimientos externos. Si leemos bien el texto, dice «sin descuidar lo otro» (v. 42). Eso significa, por ejemplo, que no está mal preocuparse por pagar el diezmo de todo sin olvidar nada. El problema para Jesús consistía en que algunos fariseos se obsesionaban y se enredaban tanto en el cumplimiento de preceptos secundarios que olvidaban lo principal, lo que más le agrada a Dios: que lo amen y que practiquen la justicia.
Ya los profetas se habían preocupado por sintetizar la ley de Dios recordando lo esencial: Por una parte, amar y adorar a Dios, sin poner la confianza en otros poderes e ídolos. Por otra parte, ser justos y misericordiosos con el prójimo. Esta doble síntesis aparece, por ejemplo, en Miqueas 6, 8; Oseas 2, 21-22. Pero también es interesante leer Is 58, 1-12 para descubrir cómo la misericordia con el prójimo vale más que cualquier cumplimiento o sacrificio externo.
Aquí Jesús se dirige a un maestro de la ley (v. 46), dedicado al estudio de la ley para enseñar lo que hay que hacer y lo que hay que evitar, y le hace notar que en realidad ni él mismo cumplía todo lo que sus detalladas normas le dictaban, y entonces pretendía hacer cumplir a los demás lo que tampoco para él era posible. Porque sabemos que las tradiciones de los maestros de la ley y fariseos se habían multiplicado y complicado tanto que ya ni siquiera era posible recordarlas a todas.
Oración:
«Señor Jesús, ayúdame a simplificar mi vida. No dejes que me complique con mis propias tradiciones y costumbres y ayúdame a estar más atento al bien de los demás. No permitas que desgaste mis energías en las cosas secundarias y ayúdame a recordar siempre lo que más te agrada».
VÍCTOR M. FERNÁNDEZ
El Evangelio de cada día