Lectio Divina – Miércoles XXX de Tiempo Ordinario

1.- Oración introductoria.

Señor, la lectura de hoy me parece muy difícil. No la puedo entender. ¿Cómo dices que hay que entrar por la puerta estrecha? ¿Acaso no has rezado tú mismo el salmo que dice: “Tú que en el aprieto, me diste anchura?” (Sal. 4,2). Angustia viene de angosto y Tú quieres que vivamos con el alma “ensanchada” y no “angustiada”. Dame tu luz para descubrir, en esta oración, el profundo significado de tus palabras.

2.- Lectura reposada del evangelio: Lucas 13, 22-30

En aquel tiempo Jesús atravesaba ciudades y pueblos enseñando, mientras caminaba hacia Jerusalén. Uno le dijo: «Señor, ¿son pocos los que se salvan?» Él les dijo: «Luchad por entrar por la puerta estrecha, porque, os digo, muchos pretenderán entrar y no podrán. «Cuando el dueño de la casa se levante y cierre la puerta, os pondréis los que estéis fuera a llamar a la puerta, diciendo: «¡Señor, ábrenos!» Y os responderá: «No sé de dónde sois.» Entonces empezaréis a decir: «Hemos comido y bebido contigo, y has enseñado en nuestras plazas»; y os volverá a decir: «No sé de dónde sois. ¡Retiraos de mí, todos los agentes de injusticia!» «Allí será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abraham, Isaac y Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, mientras a vosotros os echan fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se pondrán a la mesa en el Reino de Dios. Y hay últimos que serán primeros, y hay primeros que serán últimos.

3.- Qué dice el texto.

Meditación y reflexión

El famoso especialista en Lucas, François Bovon comienza el comentario a este texto, diciendo: “Si este pasaje se nos hubiera transmitido en un solo fragmento de un papiro, nos daría una imagen muy severa del mensaje de Jesús”. Por eso, él mismo nos advierte de la necesidad de mirar el evangelio en su conjunto y en su contexto. No olvidemos que es precisamente Lucas el evangelio de la bondad y de la misericordia de Jesús, el único que nos trae la más maravillosa de las parábolas: “la del Padre bueno a quien le traiciona el corazón” (Lc.15,11-32). Esto no quita el que debamos tener muy presentes las serias advertencias de Jesús sobre la exigencia de su seguimiento. Por otra parte, la doctrina de los fariseos dominantes en la época de Jesús, decía: “Todo Israel tiene participación en el mundo venidero” (Mishna, Sanhedrin 10,1). Tal vez estas palabras de Jesúsvayan dirigidas a los fariseos de todos los tiempos que se creen “raza escogida” y por el hecho de pertenecer al pueblo de Dios, a la Iglesia, a la institución clerical etc, uno ya está salvado. El único que nos puede salvar es Jesús. Y el único que nos puede decir cuál es el camino seguro para salvarse, es Jesús. Nos podemos preguntar: ¿De verdad dijo Jesús esas palabras? Algunos quieren matizarlas al hablar de unas puertas estrechas, que apenas podían pasar los camellos cuando no llevaban carga, y que les era imposible cuando estaban cargados. Dejemos las palabras como aparecen en el evangelio: “es más fácil que un camello pase  por el agujero de una aguja que entre un rico en el reino de los cielos” (Mc. 10,25). Entonces, ¿Quién puede salvarse? Y dice el evangelio: ¡Nadie! si se trata de salvarse el hombre por sus solas fuerzas. “Pero lo que es imposible a los hombres es posible para Dios” (Lc. 18,27). Por el hecho de ser libres, tenemos muchas puertas delante de nosotros. Pero la puerta de la salvación es una: “Yo soy la puerta” (Juan 10,9). Y la puerta de Jesús es “la puerta del amor”. Esta puerta del amor, para la mayoría de las personas es ancha, muy ancha, porque a cualquier cosa llaman “amor”. Pero esta puerta se va estrechando a medida que ese amor va ganando en calidad y sublimidad. “Nadie ama más que aquel que da la vida por los amigos” (Juan 15,13).Jesús nos invita a pasar por la “puerta estrecha” del amor auténtico, del amor gratuito, de amor sacrificado, del amor que realiza y hace crecer a las personas, del amor que nos hace plenamente felices, del amor de Jesús.

Palabra del Papa. .

“Jesús, sé bien que la puerta es estrecha, que el camino es difícil. Veo mi vida y me entra un poco el miedo porque muchas veces prefiero mi comodidad. Muchas veces me conformo con una vida mediocre. Tantas veces me olvido de Ti. Y otras tantas no vivo el mandamiento del amor. Y sé bien que eres justo y me reconozco pecador, ¿qué puedo hacer? ¿Qué puedo pensar al ver que cada día sigo siendo una oveja desobediente y perezosa? ¿Qué te puedo decir cuando Tú sabes bien que soy como ese hijo que se marcha de casa con la herencia y la despilfarra? Pues sí, soy así. Pero creo que Tú me puedes curar. Jesús, pongo en tus manos mi pecado, mi debilidad. Aquí me tienes. Quiero seguir luchando. Pondré todo lo que esté de mi parte para entrar por la puerta angosta. No me conformaré con vivir en la mediocridad. Creo que puedo cambiar, pero no puedo solo. Dame tu gracia y tu luz para que sepa dónde caminar. «La Iglesia no nace aislada, nace universal, una y católica, con una identidad precisa pero abierta a todos, no cerrada, una identidad que abraza al mundo entero, sin excluir a nadie. La madre Iglesia no le cierra a nadie la puerta en la casa. A nadie, ni siquiera al más pecador, a nadie, y esto por la gracia y la fuerza del Espíritu Santo. La madre Iglesia abre sus puertas a todos porque es madre.» (Homilía de S.S. Francisco, 24 de mayo de 2015).

4.- Qué me dice hoy a mí este texto ya meditado. (Silencio)

5.- Propósito. Hoy me comprometo a amar al estilo de Jesús, es decir, a fondo perdido.

6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.

Señor, al acabar este rato de oración debo agradecerte que me has aclarado todas mis dudas. La puerta estrecha es la puerta del amor. Y el amor es lo único que no cansa, no agobia, no esclaviza, con tal que sea verdadero amor. ¿Cómo poder ser felices sin amar y ser amados? Pero un amor egoísta nos envilece; en cambio un amor gratuito y sacrificado  como el de Jesús,  nos ennoblece, nos eleva, nos enriquece, nos hace felices. Señor, ¡danos siempre de ese amor!

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Comentario – Miércoles XXX de Tiempo Ordinario

(Lc 13, 22-30)

Alguien le hace a Jesús una pregunta que hoy no es muy frecuente: «¿son pocos los que se salvan? En la época de Jesús, en cambio, esta pregunta sobre la salvación era muy importante y frecuente. A cualquier persona religiosa le interesaba saber cómo alcanzar la salvación, como asegurar su entrada al cielo después de la muerte. Por eso en los evangelios se habla muchas veces sobre la salvación.

Hoy llevamos una vida acelerada, pendientes de muchas cosas, llenos de distracciones, y habituados al cambio permanente. Nos interesa vivir bien ahora y evitamos las preguntas sobre lo que pueda suceder cuando llegue nuestra muerte. Por eso la pregunta más frecuente que se hacen las personas suele ser: ¿Cómo puedo hacer para vivir bien? ¿Qué tengo que hacer para estar mejor? Pero no nos damos cuenta que es la misma la respuesta para la vieja pregunta, porque lo que Dios nos pide para que alcancemos la salvación es lo mismo que nos puede hacer sentir bien, lo único que puede darnos verdadera paz, lo único que puede hacernos sentir firmes, seguros, vivos (Deut 6, 24). Y lo que Dios pide es siempre que pongamos nuestra confianza en él y que tratemos de amar.

Pero la pregunta precisa que aparece en este texto es «¿son pocos los que se salvan?» Jesús prefiere no responder esa pregunta; más bien nos exhorta a no sentirnos tan seguros de que nuestra vida va por el camino correcto, y nos indica lo que podría suceder: que una multitud de patriarcas, profetas y gente de todas partes llegue a la mesa del Reino de Dios mientras nosotros no podamos entrar. Antes que estar haciéndonos esas preguntas nos conviene tratar de entrar por la puerta estrecha, no elegir el camino fácil de la gloria humana, del egoísmo, de la vanidad, creyendo que por esos caminos puede alcanzarse la verdadera vida.

Oración:

«Señor, yo sé que en el fondo de mi corazón está presente esa vieja pregunta por la salvación, pero mi vida está demasiado acelerada como para detenerme en ese planteo. Ayúdame a entrar por la puerta estrecha, para que en el fondo de mi corazón pueda sentirme seguro y viva en tu paz».

VÍCTOR M. FERNÁNDEZ
El Evangelio de cada día

¿Qué me quiere decir hoy Jesús?

El mandamiento principal – Marcos 12, 28-34

En aquel tiempo un letrado se acercó a Jesús y le preguntó: – ¿Qué mandamiento es el primero de todos? Respondió Jesús: – El primero es: «Escucha Israel: el Señor, nuestro Dios, es el único Señor; amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser». El segundo es éste: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo». No hay mandamiento mayor que éstos. El letrado respondió: – Muy bien, Maestro; tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo, vale más que todos los holocaustos y sacrificios. Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo: – No estás lejos del Reino de Dios. Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.

Explicación

Un hombre se acercó a Jesús para pedirle opinión sobre cuál era el mandato más importante de la Ley de Moisés que los buenos judíos debían cumplir. Muchos creían que era descansar el sábado, como día especial dedicado a Yavé Dios. Y Jesús le respondió: “Ama a Dios con todo tu corazón y al prójimo como a ti mismo. Eso es lo que Dios desea, y es lo más importante en la vida de un buen judío”.

Evangelio dialogado

Te ofrecemos una versión del Evangelio del domingo en forma de diálogo, que puede utilizarse para una lectura dramatizada.

NARRADOR: En aquel tiempo un letrado se acercó a Jesús y le preguntó:

LETRADO: Maestro, ¿qué mandamiento es el primero de todos?

JESÚS: El primero es: «Escucha Israel, el Señor nuestro Dios es el único Señor: amarás al Señor tu Dios con todo el corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser». El segundo es éste: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo»

NIÑO1: ¿Por qué dices dos mandamientos si sólo te ha preguntado uno?

JESÚS: No hay mandamiento mayor que estos…y no se pueden separar.

LETRADO: Pienso como tú y creo que estos dos mandamientos valen más que todas las ofrendas y sacrificios.

JESÚS: No estás lejos del Reino de Dios.

LETRADO: ¡Gracias, Maestro!

NIÑO2: Amar al prójimo, amar al prójimo…¡No sé por qué siempre estamos en lo mismo!

NIÑO1: Yo sí lo sé, ¡Porque es lo que más cuesta!

NIÑO2: ¿Y si yo amo mucho a Dios y no a los que me caen mal?

NIÑO1: Eso es imposible, ¿cómo vas a amar a Dios, al que no ves, y no amar a los que sí ves?

NIÑO2: Jesús dice que tengo que amar al prójimo, pero…¿quién es mi prójimo?

NIÑO1: Yo creo que mi prójimo es toda persona que necesita ayuda.

NIÑO2: ¡Pues no es difícil ni nada amar al prójimo como a uno mismo!

NIÑO1: Si nos quisiéramos todos así, no habría guerras, ni peleas, ni robos, ni envidias…¡El mundo parecería otro distinto!

NIÑO2: Sí, para que el mundo parezca otro…sólo tenemos que hacer dos cosas…

NIÑO1: Amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas…

NIÑO2: Y al prójimo como a uno mismo.

NARRADOR: Nadie se atrevió entonces a hacer más preguntas.

Fr. Emilio Díez Ordóñez y Fr. Javier Espinosa Fernández

Comentario al evangelio – Miércoles XXX de Tiempo Ordinario

¿Cuántas veces hemos escuchado frases del tipo: «Este no es de los nuestros» aplicada a inmigrantes que aparecen en nuestra ciudad, a cristianos que no son de nuestra parroquia o movimiento, a hombres y mujeres que escriben en periódicos que no son de nuestra devoción?

El «otro», en cuanto extraño, siempre nos produce desconcierto y a veces temor. Instintivamente tendemos a estar con «los nuestros», con los de nuestra cuerda. Pero eso, que es tan normal, ¿qué gracia tiene? Lo igual busca a lo igual. Pero el conocimiento y el amor sólo avanzan cuando se abren a lo desigual, a lo otro. Así ha hecho Dios queriéndonos a nosotros. Si no reflejamos esto mismos, vendrán «otros» que se sentará a la mesa en el Reino de Dios y nosotros seremos «echados fuera».

¿Serán pocos los que se salven? Jesús no responde a esta pregunta de un periodista aficionado que encontró de camino hacia Jerusalén. Quien se cierra en lo suyo, en lo seguro, se pierde a sí mismo, renuncia a aceptar la gracia que viene de fuera. Esta cerrazón es una condena.

Jesús, miembro de un pueblo que tendía a considerarse el elegido y a cerrarse en su propio orgullo, siempre invita a abrir las puertas. Los que se abren a lo nuevo, a veces, sin caer en la cuenta, pueden recibir a ángeles en su propia casa.

Ciudad Redonda

Meditación – Miércoles XXX de Tiempo Ordinario

Hoy es miércoles XXX de Tiempo Ordinario.

La lectura de hoy es del evangelio de Lucas (Lc 13,22-30):

En aquel tiempo, Jesús atravesaba ciudades y pueblos enseñando, mientras caminaba hacia Jerusalén. Uno le dijo: «Señor, ¿son pocos los que se salvan?». El les dijo: «Luchad por entrar por la puerta estrecha, porque, os digo, muchos pretenderán entrar y no podrán. Cuando el dueño de la casa se levante y cierre la puerta, os pondréis los que estéis fuera a llamar a la puerta, diciendo: ‘¡Señor, ábrenos!’. Y os responderá: ‘No sé de dónde sois’. Entonces empezaréis a decir: ‘Hemos comido y bebido contigo, y has enseñado en nuestras plazas’, y os volverá a decir: ‘No sé de dónde sois. ¡Retiraos de mí, todos los agentes de injusticia!’. Allí será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abraham, Isaac y Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, mientras a vosotros os echan fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se pondrán a la mesa en el Reino de Dios. Y hay últimos que serán primeros, y hay primeros que serán últimos».

Hoy, la mención que Jesús hace de la «puerta estrecha» cuestiona el «mito del progreso». Las ideologías —demolida la esperanza en el más allá— imponen el progreso como norma del obrar político y humano en general. Aunque en los últimos años se han logrado enormes progresos (tecnológicos, científicos), sigue siendo actual la ambivalencia de este progreso: éste empieza a amenazar a la creación, que es la base de nuestra existencia.

Es indispensable orientar el progreso según criterios morales. Ante todo, se debe considerar que el progreso se extiende a la relación del hombre con el mundo material, pero eso no da lugar —como el marxismo y el liberalismo habían enseñado— al hombre nuevo, a la nueva sociedad. El hombre como hombre sigue siendo igual, tanto en las situaciones primitivas como en las técnicamente desarrolladas. El ser hombre vuelve a comenzar de cero con cada ser humano.

—Jesús, tú nos has señalado el camino del crecimiento humano en lo alto de la Cruz y en el horizonte de la eternidad.

REDACCIÓN evangeli.net

Liturgia – Miércoles XXX de Tiempo Ordinario

MIÉRCOLES DE LA XXX SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO, feria

Misa de la feria (verde)

Misal: Cualquier formulario permitido. Prefacio común.

Leccionario: Vol. III-impar.

  • Rom 8, 26-30. A los que aman a Dios todo les sirve para el bien.
  • Sal 12. Yo confío, Señor, en tu misericordia.
  • Lc 13, 22-30.Vendrán de oriente y occidente, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios.

Antífona de entrada          Sal 26, 1-2
El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar? Ellos, mis enemigos y adversarios, tropiezan y caen.

Acto penitencial
Hermanos, con la certeza de que el Señor, nuestro Dios, es justo, y que sus mandamientos son rectos; comencemos la celebración de los sagrados misterios pidiéndole perdón por nuestros pecados y suplicándole que trate con misericordia a sus siervos.

Yo confieso…

Oración colecta
OH, Dios,
por ti nos ha venido la redención
y se nos ofrece la adopción filial;
mira con bondad a los hijos de tu amor,
para que cuantos creemos en Cristo
alcancemos la libertad verdadera
y la herencia eterna.
Por nuestro Señor Jesucristo.

Oración de los fieles
Después de haber escuchado la Palabra de Dios y antes de participar en el banquete de la eucaristía, máxima expresión de la caridad, dirijamos nuestras peticiones al Señor, nuestro Dios, pidiéndole que derrame sobre todos los hombres su Espíritu de caridad.

1.- Para que la Iglesia, dócil a la enseñanza del divino Maestro, viva en fidelidad el mandamiento nuevo de Jesús: «Amaos los unos a los otros como yo os he amado». Roguemos al Señor.

2.- Para que las leyes sociales defiendan siempre con justicia y lealtad los derechos de toda persona humana. Roguemos al Señor.

3.- Para que los pobres, los humildes, los marginados reciban la atención preferencial de la Iglesia en su servicio a los hombres. Roguemos al Señor.

4.- Para que quienes comemos el mismo pan de la caridad y nos llamamos discípulos de Cristo, pobre y humilde, demostremos con el testimonio de nuestras vidas la fidelidad a las enseñanzas de quien se inclinó para lavar los pies de sus discípulos. Roguemos al Señor.

Señor y Padre nuestro, inflama nuestros corazones con el Espíritu de tu amor, para que podamos amarte en los hermanos, con sinceridad de corazón. Por tu Hijo Jesucristo, nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
SANTIFICA por tu bondad, Señor,
nuestros dones y,
al aceptar la ofrenda del sacrificio espiritual,
concédenos llevar tu amor a todos los hombres.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona de comunión          Sal 17, 3
Yo te invoco porque tú me respondes, Dios mío; inclina el oído y escucha mis palabras.

Oración después de la comunión
CONCEDE, Señor, a tus fieles,
alimentados con tu palabra y vivificados con el sacramento del cielo,
beneficiarse de los dones de tu Hijo amado,
de tal manera que merezcamos participar siempre de su vida.
Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.