Lectio Divina – San Simón y san Judas

1.- Introducción.

Señor, que bonita lección me das en este fragmento del evangelio. Antes de llamar a tus discípulos, te has pasado una noche rezando en la montaña. En el silencio de la noche, escuchabas mejor la palabra del Padre. A todos llamabas por su nombre. A todos los querías con un amor particular y a todos los presentabas ante el Padre para que quedaran envueltos en su ternura. Haz, Señor, que yo no haga absolutamente nada sin antes contar contigo.

2.- Lectura reposada del Evangelio. Lucas 6, 12-19

Por aquellos días subió Jesús al monte a orar, y se pasó la noche en la oración de Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, y eligió doce de entre ellos, a los que llamó también apóstoles. A Simón, a quien llamó Pedro, y a su hermano Andrés; a Santiago y Juan, a Felipe y Bartolomé, a Mateo y Tomás, a Santiago de Alfeo y Simón, llamado Zelotes; a Judas de Santiago, y a Judas Iscariote, que llegó a ser un traidor. Bajando con ellos se detuvo en un paraje llano; había una gran multitud de discípulos suyos y gran muchedumbre del pueblo, de toda Judea, de Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón, que habían venido para oírle y ser curados de sus enfermedades. Y los que eran molestados por espíritus inmundos quedaban curados. Toda la gente procuraba tocarle, porque salía de él una fuerza que sanaba a todos.

3.- Qué dice el texto.

Meditación-reflexión

Estamos en unos tiempos en que se ha valorado tanto el hacer, el trabajar, el reunirse, que la oración al Padre ha quedado un tanto marginada. Incluso se ha buscado una salida airosa: «Toda la vida es oración». ¿Qué hacer en estos casos? Acudir al Evangelio y ver qué ha pasado con Jesús. La gente puede decir lo que quiera, pero lo que es evidente en el evangelio es que Jesús rezaba y rezaba mucho. Se nos habla de oración en el monte, de noches enteras en oración. La oración ha sido algo “esencial” en la vida de Jesús. El que “toda la vida es oración” es una frase bien lograda. ¡Ojalá fuera así! Pero debajo de esta frase puede esconderse una gran mentira. La experiencia nos dice que “es imposible hacer de la vida una oración cuando no se hace mucha oración en la vida”. Y es lo que hizo Jesús. Siempre que Jesús tenía que hacer algo importante, se retiraba a orar. Es lo que aparece en este evangelio. La elección de los doce significa que Jesús piensa en perpetuar su obra a través de los doce que van a ser los continuadores de las doce tribus de Israel. Jesús les llama por su nombre. Esos nombres los ha llevado antes a la oración. La oración nos prepara para la vida. Al final del relato se nos dice que “todos querían tocar a Jesús”. En la oración Jesús sacaba fuerza para curar las heridas de la humanidad. ¡Qué fuerza tienen para hacer el bien unas manos que, antes de tocar a nadie, han sido tocadas por Dios!

Palabra del Papa

“El evangelio de hoy muestra una multitud de gente que va a escuchar a Jesús y hay muchas personas enfermas que tratan de tocarlo, porque de Él salía una fuerza que sanaba a todos. Nuestra fe, la fe en el Señor resucitado es lo que  vence al mundo. Vayamos hacia Él y dejémonos, como estos enfermos, tocar por Él, por su fuerza, porque Él está en carne y hueso, no es una idea espiritual que flota… Él está vivo. Y está resucitado. Y así ha vencido al mundo. Que el Señor nos conceda la gracia de entender y vivir estas cosas”. (Cf Homilía de S.S. Francisco, 10 de septiembre de 2013, en Santa Marta).

4.- Qué me dice hoy a mí este texto. (Guardo silencio)

5.- Propósito. Por honradez, no haré nada sin antes orar.

6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.

¡Cómo te agradezco, Dios mío, este encuentro contigo! He caído en la cuenta de la importancia que dio Jesús a la oración. Fue algo esencial en su vida, hasta el punto de no hacer nada sin antes consultarlo con el Padre. Repaso mi vida y descubro que, en muchas ocasiones, he marginado a la oración o no le he dado el lugar que se merece. Perdón, Señor. Hoy te prometo cambiar de actitud.

Anuncio publicitario

Comentario – Jueves XXX de Tiempo Ordinario

(Lc 13, 31-35)

Jesús se lamenta por Jerusalén, la ciudad amada. En su corazón de judío Jerusalén no podía dejar de ocupar un lugar importante, porque Jesús es heredero de una larga tradición que le cantaba a Jerusalén y a su templo: «¡Grande es el Señor y muy digno de alabanza en la ciudad de nuestro Dios, su monte santo, su altura preciosa, la alegría de toda la tierra!» (Sal 48, 2-3). «Tus ojos verán a Jerusalén… Allí Yavé será magnífico para nosotros!» (Is 33, 20.21). «¡Vístete tus ropas de gala Jerusalén, ciudad santa!» (Is 52, 1). «¡Qué alegría cuando me dijeron: vamos a la casa de Yavé! Nuestros pies ya tocan tus umbrales, Jerusalén!» (Sal 122, 1-2).

Jerusalén era la ciudad amada (Sal 87, 2), la elegida por Dios (Sal 78, 68). Por eso Jesús defendió apasionadamente la santidad del templo de Jerusalén (Mc 11, 15-17; Jn 2, 17), y en este texto dice que «no corresponde que un profeta muera fuera de Jerusalén» (Lc 13, 33).

Precisamente por ser la ciudad amada, Jesús experimentaba un profundo dolor por su rechazo. Era la ciudad que desde niño él amaba con ternura, la que ahora lo despreciaba y lo llevaría a la muerte. Por eso, Jesús lloró contemplándola (Lc 19, 41), y aquí se presenta como una gallina que siente la irresistible necesidad de reunir a los polluelos bajo sus alas y sufre tremendamente cuando no logra hacerlo. Todo el corazón humano de Jesús vibra con fuerza apasionada en este lamento y en estas lágrimas de amor herido.

Esto debería invitarnos a amar también nosotros con ternura los lugares que son importantes para nuestra vida, la propia patria, que también es un don de Dios que no puede dejar de preocuparnos, un don de Dios que estamos llamados a cuidar y a mejorar, un regalo de su amor por el cual a veces deberíamos sufrir y llorar. La indiferencia no era la actitud de Jesús.

Sin embargo, aunque se lamenta por Jerusalén, Jesús parece anunciar que la ciudad amada no cerrará su corazón para siempre (13, 35).

Oración:

«Señor, quiero contemplar tu corazón humano, enamorado de tu tierra y de tu pueblo, enternecido y conmovido por la ciudad amada. Quiero contemplar esas lágrimas y ese lamento que nos revelan tu verdadera humanidad, capaz de sufrir por amor».

VÍCTOR M. FERNÁNDEZ
El Evangelio de cada día

Amar a Dios y al prójimo

1.- La primera lectura del Deuteronomio cita expresamente las palabras que todo israelita rezaba y reza actualmente todas las mañanas y todas las noches como una confesión de fe: “Escucha Israel: El Señor nuestro Dios es solamente uno. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas”.

Amar a Dios equivale a amar como Dios a los hermanos. El profeta Oseas es el que más ha influido en relacionar el amor a Dios con el amor al prójimo. La alianza de amor da sentido a la historia del pueblo.

Dios debe ser amado con entrega total de corazón y esto no es cuestión de sentimientos, sino de opción fundamental.

Tu Dios, dice la lectura, es uno y sólo uno. No puedes colocar en el lugar que sólo corresponde a Dios ninguna otra cosa. Es lo mismo que decir que el amor es el único Dios verdadero, que sólo el amor puede convertirse en el absoluto de tu vida, el criterio decisivo, el valor supremo, porque Dios es amor.

En la segunda lectura, de la carta a los Hebreos, se subraya que como Jesús permanece eternamente presente ante Dios como sacerdote, como víctima y como intermediario entre el pueblo y Dios, no hace falta ningún otro sacerdote, ningún otro sacrificio, ningún otro intermediario. Cristo vive siempre. Cristo intercede siempre. Cristo, por eso, salva siempre. Y nuestro sacerdote perpetuo es un hombre perfecto que es perfectamente hombre, que supera infinitamente a todo otro sacerdote que nosotros pudiéramos presentar, tanto en virtud personal, como en capacidad de intercesión. En Cristo Jesús, en el ungido Jesús, el hijo mismo de Dios ofrece a Dios su propia vida, su propia sangre, su propio amor.

El texto de hebreo conecta con el Evangelio, que propone el amor como superación de todos los ritos sagrados sacrificiales del Antiguo Testamento. Es el amor de cristo al Padre y a los hombres lo que da valor de perfecta expiación a su muerte sacrificial.

2.- En el Evangelio según san Marcos, oímos a Jesús mismo resumir para nosotros la esencia de la Ley. La esencia de la Ley está en el amor, en amar a Dios y al prójimo; en amar al prójimo por Dios, y en amar a Dios amando al prójimo. Nada está por encima del amar, porque si Dios es amor, el amor es Dios. San Pablo llegó a decir que el que ama ya ha cumplido la Ley, que el amor al prójimo resume toda la Ley. En la misma línea y comentando precisamente estas frases de Jesús, san Agustín dijo: “El primer precepto consiste en el amar a Dios, pero en tus actos debes comenzar por el amor del prójimo”. Si preguntamos por qué?, nos responde san Juan, en su primera carta: el que dice que ama a Dios (a quien no ve) y no ama a su prójimo (a quien sí ve), miente descaradamente.

Jesús ha unido al mandamiento de amar a Dios sobre todo, amar al prójimo como a sí mismo, porque para Jesús la medida del amor a Dios la da el amor que le tenemos al prójimo. Nadie está más cerca de Dios que lo que lo está de su prójimo.

Expresamente recalca el Evangelio que en el pensamiento religioso de Jesús el amor está por encima de todo acto ritual o de culto. Y eso, en realidad, es lo que está subrayando el texto de la segunda lectura: el amor es el culto definitivo, un amor que lleve a dar la vida por otros.

3.- Quien vive en el amor y con el amor como opción fundamental y primera de su vida interior y exterior está en el camino verdadero para formar parte del Reino de Dios. El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor. Haya estudiado teología o no, sólo el que ama conoce a Dios. Tenga un cargo o no en la Iglesia, sólo el que ama conoce a Dios. El que vive el amor como opción fundamental es un hombre en el que Dios reina, porque en donde reine el amor reina Dios.

Nada puede ser verdaderamente amor sin ser, al mismo tiempo, verdaderamente Dios. Se sea consciente de ello o no, se tiene a Dios sólo en la medida en que se tiene amor.

Las lecturas de la liturgia de este domingo son un magnífico pretexto para revisar nuestra escala de valores cristianos. Si el amor no está en la base, en el centro, y en la cumbre de nuestra escala, ella puede ser cualquier cosa menos una escala de valores cristianos.

Lo importante y definitivo para Jesús es entrar en el Reino de Dios que Él anuncia e inaugura. El escriba acepta la dinámica de ese reino: El amor al prójimo como garantía y contraste del amor a Dios y como clave del culto a ese Dios único.

Antonio Díaz Tortajada

¿Qué mandamiento es el primero de todos? (Mt 12, 28b-34)

Señor Jesús:
Un hombre culto, un intelectual, se acerca a Ti hoy.
Es un maestro de la ley que busca sinceramente la verdad.
¿Qué mandamiento es el primero de todos?, pregunta.

Era un necesidad sentida en el judaísmo de entonces.
El número exagerado de mandatos
y prohibiciones, la mayoría insignificantes,
imposibilitaba descubrir lo realmente importante.

Tú, Cristo Jesús, le ayudas a entender lo esencial:
“El primero es amarás al Señor tu Dios
con todo el corazón…
El segundo es amarás al prójimo como a ti mismo.
No hay mandamiento mayor que estos”.

Tu juicio soberano, Señor, ha dejado las cosas claras.
El propio letrado judío ha captado la trascendencia de tu decisión:
“Muy bien, Maestro, tienes razón cuando dices
que el Señor es uno solo, y no hay otro fuera de Él;
y que amarlo con todo el corazón,
con todo el entendimiento y con todo el ser,
y amar al prójimo como a uno mismo,
vale más que todos los holocaustos y sacrificios”.

Cristo Jesús:
Ilumina nuestra inteligencia con tu verdad soberana:
Que creamos que no hay más Señor
que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo,
que entendamos que todos somos hijos
del mismo Padre,
que vivamos como hermanos tuyos y de todos,
que adoremos al Espíritu Santo que habita en nosotros,
que sepamos que sólo el amor a Dios y al prójimo
hace verdadera nuestra vida,
que esta celebración sólo tenga sentido para vivir
y crecer en tu amor.

Ayúdanos, Señor, a expresar este amor
en toda circunstancia.

Rufo González Pérez

Notas para fijarnos en el Evangelio

• Las palabras de la Escritura que Jesús cita en su respuesta sobre «el primer mandamiento» (29-30) eran bien conocidas por todos los judíos, ya que formaban parte de la oración («SHEMA, Escucha, Israel»), que era recitada cada día por la mañana y por la tarde (Dt 6, 4-5; Js 22.5).

• Uno de los aspectos importantes a destacar del contenido del «primer» mandamiento es que describe la relación con Dios como una relación muy personal; «nuestro Dios», «tu Dios». Esta relación personal con Dios se basa en el amor agradecido: «amarás».

• Por otro lado, las palabras del mandamiento repiten cuatro veces la palabra «todo» o «toda» (30). Se quiere decir que a este Dios que Jesús muestra no se le puede amar a medias: o se le ama o no se le ama.

• Finalmente, las palabras del «primer» mandamiento describen a la persona —»corazón», «alma», «mente», «ser»— (30) según lo entendían los judíos. Se está diciendo, de esta manera, que es toda la persona la que queda marcada por este amor a Dios. No hay ninguna dimensión en la persona creyente que quede al margen. Todo lo que forma parte de nuestro ser, desde el centro, la intimidad, dónde se cuecen los sentimientos y los pensamientos, pasando por el principio de la vida psíquica, de las intenciones y de la responsabilidad, hasta todas las facultades que poseemos para realizar la propia naturaleza, todo se orienta hacia Dios y su amor sin límites.

• «El segundo» mandamiento (31) Jesús lo dice citando Lv 19, 18. Si vamos a este libro del Pentateuco, encontraremos que hace concreciones muy precisas de este mandamiento, por ejemplo, a propósito del inmigrante: «Ámale como a ti mismo, que también vosotros fuisteis inmigrantes en el país de Egipto» (Lv 19, 34).

• A pesar de ser segundo y, por lo tanto, en cierto modo, subordinado, para Jesus este mandamiento forma una unidad indisoluble con «el primero». Los dos mandamientos se dan contenido mutuamente: amar «al prójimo», sea quien sea —Amad a vuestros enemigos… (Mt 5, 44-45)—, sólo tiene sentido si se ama a Dios del todo y unitariamente; por otro lado, el amor «al prójimo» es lugar de encuentro con Dios y la única concreción y, por lo tanto, verificación posible del amor a Dios.

• Los escritos de los Apóstoles citan a menudo este segundo mandamiento: Am 13, 8-10; Ga 5, 13-15; Sant 2, 8-12. Encuentran en él la base de las relaciones comunitarias. También ven ahí el cumplimiento en plenitud de la Ley. Y la posibilidad de vivir con libertad: el Evangelio de Jesucristo, recibido y acogido por el creyente, libera a quienes lo aceptan (Am 8, 2; 1Pe 2, 16).

• «El prójimo» son los que tenemos cerca. Este mandamiento, por tanto, hace referencia a un amor concreto, no a un amor abstracto. Se trata de amar a personas de las cuales puedo conocer los defectos, que me pueden caer mal, que, incluso, pueden ser enemigos (Mt 5, 44-45), y no sólo a personas que me son simpáticas o personas que puedo idealizar porque están lejos. Podemos decir, entonces, que se trata de un amor que, sin ignorar ni despreciar los sentimientos y la psicología —dimensiones importantísimas de la persona—, va más allá. Un amor que nos acerca al «Reino de Dios» (34), nos conduce a ser perfectos como nuestro Padre celestial es perfecto (Mt 5, 48).

• Con el «como a ti mismo» la Biblia muestra un gran conocimiento del ser humano. Amarse a sí mismo es lo que permite luchar para continuar existiendo. Es la lucha por todo lo que es bueno y conveniente para ser feliz, para ser persona. El amor así mismo, por tanto, es totalmente imprescindible para vivir (y no lo tenemos que confundir con lo que llamamos egoísmo).

• De manera que el contenido de este «amor al prójimo», que es como «el amor a ti mismo», cada uno lo conoce por propia experiencia: hacer lo que esté en mis manos para que «el otro» también pueda continuar existiendo, para que tenga lo bueno que necesita para ser feliz, para ser persona. Se trata, entonces, de un amor activo y eficaz.

• Este doble mandamiento es puesto en relación con el culto (33), otro elemento básico de la religión. Así— «vale más…»— el culto es situado en su punto justo: al servicio del amor a Dios y a los demás, expresión gozosa y agradecida de la experiencia de amar y ser amado. El culto nunca puede ser un substituto del amor.

Comentario al evangelio – San Simón y san Judas

En la fiesta de estos dos apóstoles (muy desconocidos a pesar de la extendida fama que san Judas Tadeo tiene en América como patrono de las causas perdidas) resaltamos tres detalles del evangelio que hoy nos brinda la liturgia: Jesús sube a la montaña a orar (oración), elige a los doce apóstoles de entre sus discípulos (elección) y prosigue después su trabajo misionero (misión).

  • Jesús fue un hombre de oración. Era a la ver el hombre-para-los-demás y el hombre-para-Dios. Antes de sus acciones más importantes se retiraba a orar largamente. Es una buena costumbre, recomendada por muchos santos y cultivada por muchos cristianos, la de rezar antes de comenzar un trabajo, aunque sea con una breve jaculatoria o con una señal de la cruz. Con ello, se expresa la confianza en la protección de Dios al iniciar una obra. En efecto, Él bendice y sostiene toda buena obra humana… Pero, ¿cómo saber con seguridad si una obra es realmente buena o no? Es buena si concuerda con su plan de salvación. Pero no es algo que sepamos de antemano. Por eso los santos, al orar largamente antes de iniciar algo importante, buscaban ser iluminados en su decisión.
  • La elección de los apóstoles es uno de los momentos centrales de la historia. Casi nadie se enteró, pero aquel puñado de hombres normales fue la chispa que más tarde se convirtió en fuego que hizo arder al mundo. Elegir y llamar fue una importante praxis de Jesús. Pero ese servicio es hoy olvidado por muchos. Lo confunden con el proselitismo (propio de fariseos y no de seguidores de Jesús) y, además, resulta frustrante los frecuentes rechazos y resistencias que encuentra. Por esas y otras razones, muchos justifican su inhibición y no llaman a otros a encontrarse con Jesús. Muchos no serán sus discípulos si nadie se atreve humildemente y con mucha valentía a llamarles.
  • Observemos, finalmente que el ministerio apostólico de Jesús no fue, propiamente hablando, un “trabajo en equipo”: Ni planificaban juntos las acciones, ni acordaban a quiénes preferir ni a dónde ir; ni siquiera se distribuían cargos u oficios, ni votaban las decisiones, ni evaluaban… El ministerio apostólico de Jesús con los suyos era otra cosa. Se trataba de un grupo plural que acompañaba a un Maestro que enseñaba y curaba. Jesús, sólo Él, era el protagonista y agente único. Él mantenía unido al grupo, pero sin “socializar” y “democratizar”. Tal vez haya quien no lo llegue a entender. Pero cuando se olvida que Jesús es el centro, el sólo conseso pastoral o los acuerdos pactados pierden toda su garra. Sin Jesús –Palabra, Eucaristía, Comunidad, Pobres- no hay misión que valga.

Ciudad Redonda

Meditación – San Simón y San Judas

Hoy celebramos la fiesta de san Simón y san Judas.

La lectura de hoy es del evangelio de Lucas (Lc 6, 12-19):

En aquellos días, Jesús se fue al monte a orar, y se pasó la noche en oración con Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, y eligió doce de entre ellos, a los que llamó también apóstoles. A Simón, a quien llamó Pedro, y a su hermano Andrés; a Santiago y Juan, a Felipe y Bartolomé, a Mateo y Tomás, a Santiago de Alfeo y Simón, llamado Zelotes; a Judas de Santiago, y a Judas Iscariote, que llegó a ser un traidor.

Bajando con ellos se detuvo en un paraje llano; había una gran multitud de discípulos suyos y gran muchedumbre del pueblo, de toda Judea, de Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón, que habían venido para oírle y ser curados de sus enfermedades. Y los que eran molestados por espíritus inmundos quedaban curados. Toda la gente procuraba tocarle, porque salía de Él una fuerza que sanaba a todos.

Hoy celebramos a Simón el Cananeo y Judas Tadeo. En las listas de los Doce siempre aparecen juntos. Simón recibe un epíteto diferente en las cuatro listas: Mateo y Marcos lo llaman «Cananeo»; Lucas lo define «Zelota». En realidad, los dos calificativos significan lo mismo: «ser celoso, apasionado».

Es muy posible que este Simón, si no pertenecía propiamente al movimiento nacionalista de los zelotas, al menos se distinguiera por un celo ardiente por la identidad judía y, consiguientemente, por Dios, por su pueblo y por la Ley divina. Si es así, Simón está en las antípodas de Mateo que, por el contrario, como publicano procedía de una actividad considerada totalmente impura. Es un signo evidente de que Jesús llama a sus discípulos y colaboradores de los más diversos estratos sociales y religiosos, sin exclusiones. 

—El grupo de los Doce es la prefiguración de la Iglesia, en la que deben encontrar espacio todos los carismas, pueblos y razas que alcanzan su armonía en la comunión con Jesús.

REDACCIÓN evangeli.net

Liturgia – San Simón y San Judas

SAN SIMÓN Y SAN JUDAS, apóstoles, fiesta

Misa de la fiesta (rojo)

Misal: Antífonas y oraciones propias. Gloria. Prefacio de los apóstoles. Conveniente la Plegaria Eucarística I. No se puede decir la Plegaria Eucarística IV.

Leccionario: Vol. III-impar

  • Ef 2, 19-22. Estáis edificados sobre el cimiento de los apóstoles.
  • Sal 18. A toda la tierra alcanza su pregón.
  • Lc 6, 12-19. Escogió de entre ellos a doce, a los que también nombró apóstoles.

Antífona de entrada
Estos son los varones santos a quienes eligió el Señor amorosamente y les dio la gloria eterna.

Monición de entrada y acto penitencial
Hermanos, plenamente confiados en el perdón del Hijo de Dios, que vino a salvar a los pecadores, demos comienzo a la Eucaristía en la que celebraremos la fiesta de los santos Apóstoles san Simón y san Judas Tadeo, quienes formaban parte del grupo de los Doce, y que fueron testigos de Cristo resucitado y heraldos de la Buena noticia de la salvación, pidiendo al Señor compasión y misericordia para nuestros pecados y miserias.

• Tú que fortaleces a tu Iglesia con el testimonio de los Apóstoles. Señor, ten piedad.
• Tú que por medio de los Apóstoles nos has hecho llegar tu Buena Noticia. Cristo, ten piedad.
• Tú que resucitado de entre los muertos eres vida para todos los que te siguen. Señor, ten piedad.

Se dice Gloria

Oración colecta
OH, Dios,
que nos concediste llegar al conocimiento de tu nombre
por medio de los santos apóstoles,
te rogamos que, por intercesión de san Simón y san Judas,
la Iglesia siga creciendo siempre
por el incremento de los pueblos que crean en ti.
Por nuestro Señor Jesucristo.

Oración de los fieles
Hermanos, edificados sobre el cimiento de los apóstoles, oremos al Padre por su pueblo santo, diciendo:

1.- Por la Iglesia, una, santa, católica y apostólica, para que se edifique y crezca hasta llegar a la plenitud de Cristo. Roguemos al Señor.

2.- Por el papa, sucesor de Pedro, para que presida en la caridad las Iglesias de Oriente y Occidente. Roguemos al Señor.

3.- Por los marginados, por los encarcelados, por los que sufren a causa de la fe en Cristo o de sus convicciones religiosas, para que encuentren ayuda, consuelo y liberación. Roguemos al Señor.

4.- Por la paz y la solidaridad universales, para que se destierren las guerras, se acaben las discordias y reine la armonía entre los hijos de un mismo Padre. Roguemos al Señor.

5.- Por los que celebramos los misterios de la Pascua del Señor, para que nos alegremos de compartir su pasión para desbordar de gozo el día en que se manifestará su gloria. Roguemos al Señor.

Señor, Dios nuestro, tú has instruido a todos los pueblos con la predicación de los apóstoles san Simón y san Judas concede a cuantos celebramos hoy su fiesta ser como ellos fueron testigos de tu verdad ante el mundo. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
AL venerar la gloria eterna
de los santos apóstoles Simón y Judas,
te pedimos, Señor, que recibas nuestras súplicas
y nos dispongas para participar dignamente
en estos sagrados misterios.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio de los apóstoles.

Antífona de comunión          Cf. Jn 14, 23
El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él, dice el Señor.

Oración después de la comunión
DESPUÉS de participar en la comunión,
movidos por el Espíritu Santo
te pedimos, Señor, que cuanto hemos celebrado
en recuerdo del martirio de los apóstoles Simón y Judas
nos ayude a perseverar en tu amor.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Bendición sobre el pueblo
Dios todopoderoso,
que los estableció sobre el fundamento apostólico los bendiga
por la intercesión de los gloriosos apóstoles San Simón y San Judas
R. Amén.

Él, que quiso instruirlos
con la doctrina y los ejemplos de los apóstoles,
los ayude a ser ante todos los hombres
testigos de la verdad.
R. Amén.

Que la intercesión de los santos apóstoles,
que los instruyeron en la sólida doctrina de la fe,
os permita a todos vosotros, alcanzar la herencia eterna.
R. Amén.

Y la bendición de Dios todopoderoso,
del Padre, del Hijo + y del Espíritu Santo,
descienda sobre vosotros y permanezca para siempre.
R. Amén.