Mateo 11, 28-30
Venid a Mí todos los que andáis agobiados con trabajos y cargas…
Es una invitación.
En este tiempo de Adviento recibimos una invitación «¡Venid a mí!» ¿Acepto yo esta llamada? ¿Me dirijo hacia Él? En las frases precedentes a este pasaje, en San Mateo, Jesús nos ha dicho que el Padre se revelaba prioritariamente a los pequeñuelos» más que a los sabios y prudentes. «Los que andan agobiados con cargas» son los pobres, los humildes. Me pregunto: ¿Acepto yo francamente esta predilección de Dios, que se repite por doquier?
Y ¿que pasa con esos «pequeñuelos»… y con esos «agobiados’ … en nuestras comunidades que se dicen cristianas? Y ¿en nuestros propios corazones? ¿Les testimoniamos la misma estima y la misma predilección que Dios les tiene?
Que yo os aliviaré.
¡Señor, ayúdame a ver las «cargas» que pesan sobre los hombros de mis hermanos!
Señor, haznos lúcidos: que sepamos ver «lo que aplasta» a los demás, lo que aplasta a categorías enteras de hombres y de mujeres.
¿Qué carga, qué sobrecarga podría yo aliviar en el día de hoy?
Este es el trabajo de Dios: «Yo os aliviaré.»
¿Cómo participo yo en ello? ¿Cómo colaboro con Dios en el alivio, la promoción, la felicidad… de mis hermanos?
Tomad mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón.
La «misericordia» de Dios, sobre la que meditábamos ayer… ¡de ningún modo es insípida, sosa! Nos invita a comprometernos a nuestra vez en el ejercicio de esa bondad que es la de Dios. Hay que tomar el yugo de Dios, ponerse bajo su mismo yugo, para trabajar con El.
Evoco aquí la imagen de dos «bueyes atados al mismo yugo y tirando del mismo arado». Las dos gruesas cabezas, juntas una a la otra, que humilde y tenazmente tiran en la misma dirección.
«Tomad mi yugo, dice Dios.»
Manso y humilde.
Así se caracteriza Jesús. «Soy manso y humilde.»
Mi imaginación se entretiene en lo que esto significaba para Jesús: ¿qué actitudes, qué comportamientos, se seguían de ello?
Sí, mi yugo es suave y mi carga ligera.
En los tiempos/de Jesús algunos «yugos» eran rasposos y mal escuadrados y por lo tanto lastimaban el cuello de los animales.
El yugo de Jesús es agradable, no lastima.
Cuando Jesús anuncia un «yugo ligero», quiere introducir a los hombres en un nuevo tipo de religión. Una religión en la que no exista «el miedo». ¡Una religión «fácil de vivir»! ¿Quizá estas palabras me escandalizan? ¿No seré yo una de estas personas que todavía hoy atan cargas muy pesadas sobre los hombros de los demás?
¿Qué lugar le doy al amor, en mi religión?
Cuando se ama, resultan fáciles multitud de cosas que serían difíciles o insoportables sin el amor.
Noel Quesson
Evangelios 1