Lectio Divina – Viernes II de Adviento

¿Pero, con quién compararé a esta generación?

1.- Introducción.

Señor, quiero amarte y ser generoso en mi entrega diaria, pero muchas veces el miedo, las dudas, las inseguridades e incertidumbres, me cercan y me acosan.  Por eso, actúo como esos niños caprichosos que no se satisfacen con nada. Jesús, cuántas veces Tú, en persona, has venido en mis prójimos y yo te he rechazado, por no reconocerte. Haz que, en vez de jugar a caprichos, sea capaz de entrar en el juego de Dios.  

2.- Lectura reposada del evangelio:  Mateo 11, 16-19

¿Pero, con quién compararé a esta generación? Se parece a los chiquillos que, sentados en las plazas, se gritan unos a otros diciendo: «Os hemos tocado la flauta, y no habéis bailado, os hemos entonado cantos fúnebres, y no os habéis lamentado.» Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: «Demonio tiene.» Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: «Ahí tenéis un comilón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores.» Y la Sabiduría se ha hecho prestigiosa por sus obras.

3.- Qué dice el texto.

Meditación-reflexión

Juan ni comía ni bebía. Era un verdadero asceta. Vivía en el desierto y hacia grandes sacrificios. Jesús podía haber aceptado ese género de vida y ponerla como modelo para todos sus seguidores. Pero no lo hizo. El Hijo del Hombre come y bebe. Vive una vida normal y participa de los acontecimientos del pueblo. Llora con los que lloran porque han perdido un ser querido y se alegra y participa de las alegrías de una boda. Jesús es un místico. No pone la esencia de la religión en lo que el hombre hace y ofrece a Dios sino en el encuentro vivo con Dios su Padre en una íntima relación de amor y en el encuentro de amistad con los hombres, sus hermanos. No se cansa nunca de hablar de un Dios Padre que es maravilloso y que nos ama siempre, independientemente de lo que nosotros seamos. Podemos pecar una y mil veces y Él siempre está dispuesto a perdonarnos.  El sentirnos amados y perdonados por Dios, debe ser como una fiesta permanente entre nosotros. Pero hay algunos que no se deciden por nada. No quieren la ascética de Juan ni la mística de Jesús. Y así malogran su via.

Palabra autorizada del Papa.

“Pero yo no les entiendo, son como aquellos niños: hemos sonado la flauta y no han bailado; hemos cantado un lamento y no han llorado ¿Pero que quieren? ¡Queremos salvarnos como nos gusta! Es siempre este el cierre al mundo de Dios […] No confundamos ‘libertad’ con ‘autonomía’, elegir la salvación que consideramos sea aquella ‘justa’. ¿Creo que Jesús sea el Maestro que nos enseña la salvación? ¿O por el contrario voy por todas partes para alquilar a un gurú que me enseñe otra? ¿Un camino más seguro o me refugio bajo el techo de las prescripciones y de tantos mandamientos confeccionados por los hombres? Y así me siento seguro y con esta ‘seguridad’ -es un poco duro decirlo- seguridad con la que compro mi salvación, y que Jesús da gratuitamente con la gratitud de Dios. Hoy nos hará bien ponernos estas preguntas. Y la última: ¿yo me resisto a la salvación de Jesús?” (Cf Homilía de S.S. Francisco, 3 de octubre de 2014, en Santa Marta).

4.- Qué me dice a mí este texto ahora que he reflexionado sobre él. (Guardo silencio).  

5.-Propósito. Hoy me propongo ser decidido y valiente para tomar mi vida en serio.

6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.

Señor, quiero agradecerte todos los beneficios que tu inefable bondad me da cada día y en cada momento. Me siento abrumado por tanto derroche de amor. Yo quiero repartir con mis hermanos tu vida exuberante, tus detalles que tienes conmigo. Que yo sea detallista también con las personas con quienes convivo. Que mi vida sea sencilla, normal, sin milagros. ¿Puede existir milagro mayor que el milagro del amor?

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Comentario – Viernes II de Adviento

Mateo 11, 16-19

Jesús declaraba a las gentes: «¿a quién compararé esta raza de hombres? es semejante a los muchachos sentados en la plaza que interpelando a otros…»

Escena llena de vivacidad, observada por Jesús y hoy también observable por nosotros. Seguramente Jesús alguna vez debió pararse a mirar.

Grupos de muchachos jugando en la calle.

Os hemos entonado cantares alegres y no habéis bailado; cantares lúgubres y no habéis llorado.

Sí, he ahí como ve Jesús a las gentes de su tiempo. Esta «generación caprichosa e inestable que no sabe lo que quiere: son niños que juegan a «la boda’… y luego al entierro». Una de las bandas debuta con un canto alegre, pero a los otros no les hace gracia. Entonces comienza un canto triste, ¡pero la cosa tampoco marcha! Entre los niños, esto suele ser sólo un capricho pasajero, que no tiene consecuencias. Pero para los adultos del tiempo de Jesús —¿y del nuestro?—, no se trata ya de un juego… sino de su vida eterna!

«Esto no es serio» parece decir Jesús.

¿No somos quizá también nosotros gente caprichosa? ¿Tenemos el sentido de nuestras responsabilidades? ¿Somos adultos? ¿capaces de perseverar? En este tiempo de Adviento ¿»mantenemos’ las resoluciones tomadas? O bien ¿nos dejamos llevar por deseos caprichosos del momento? ¿Hemos conseguido una cierta firmeza en nuestras decisiones? O bien ¿capitulamos dando paso a posturas infantiles, pasajeras?

Porque vino Juan que casi no come, ni bebe, y dicen: Es un loco. Ha venido el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen » ¡Es un glotón y un bebedor, amigo de publícanos y de pecadores!

Sí, los contemporáneos de Jesús no han sabido leer los signos de los tiempos. Juan Bautista vivía como un asceta, llevando una vida rigurosa y penitente, con ayuno y abstención de alcohol: predicaba así la conversión: «haced penitencia»… En general, no se le escuchó. Su actitud no gustaba. Jesús en cambio, vive como un hombre corriente; come normalmente, bebe vino; predica el «festín mesiánico»… la era nueva del gozo con Dios… ¡y se le acusa de ser «un glotón y un bebedor»!

¡Se le acusa de ser «un amigo de los pecadores»!

Gracias, Señor Jesús, por permitir que te hicieran esta acusación. Gracias de haber venido a inaugurar el tiempo de la alegría, de habernos venido a ofrecer tu amistad a nosotros, que somos pecadores. Amigo de los pecadores… Amigo de los pecadores… Gracias.

Juan Bautista es un hombre de penitencia y se lo reprochan. Jesús es hombre de apertura, se lo reprochan también. ¡Cuan hábil es la humanidad para rehusar las llamadas de Dios! Encontramos siempre buenas razones para quedarnos con nuestra testarudez infantil. Sánanos, Señor, de nuestras ligerezas. Haz que tomemos en serio lo que Tú nos propones.

Pero, la sabiduría de Dios se revela «justa» a través de lo que hace.

Señor, enséñanos a juzgar «justo», juzgando «según tu sabiduría divina». Finalmente, Juan Bautista y Jesús eran ambos igualmente necesarios a la humanidad: a uno encargó Dios el invitar a la austeridad y a la penitencia… al otro encargó Dios el aportarnos la alegría del Reino… El tiempo de Adviento y de Navidad comporta esos dos aspectos.

Noel Quesson
Evangelios 1

Misa del domingo

El Adviento invita a todos los bautizados a la vigilancia, a preparar el camino al Señor, a una mayor conversión porque Él viene, porque «el Señor está cerca». La presencia ya cercana del Señor ha de ser al mismo tiempo la causa de una alegría creciente, de una alegría intensa para el creyente. Es a esa alegría a la que invita el apóstol Pablo cuando escribe a los filipenses: «Estén siempre alegres en el Señor; se lo repito, estén alegres… El Señor está cerca».

La invitación al gozo exultante por la presencia próxima de Dios la encontramos también en la primera lectura: «Regocíjate, hija de Sión; grita de júbilo, Israel; alégrate y gózate de todo corazón, Jerusalén… El Señor, tu Dios, en medio de ti, es un guerrero que salva» (Sof 3, 14.17). El profeta Sofonías invitaba a los habitantes de Jerusalén al júbilo exultante porque Dios mismo con su visita traería pronto la salvación a su pueblo. En este llamado la tradición cristiana reconoce el anuncio profético de una presencia y acción salvadora de Dios de muchísima mayor trascendencia. Se trata del anuncio de la Encarnación del Hijo de Dios, el Señor que viene a salvar y reconciliar a la humanidad entera. En la Virgen María, la hija de Sión por excelencia, encuentra especial eco aquella invitación de Sofonías, pues aquella misma invitación a exultar de gozo por la cercanía y presencia salvadora del Señor es la que ella escuchó al recibir el saludo del arcángel enviado por Dios en el momento de la Anunciación-Encarnación: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo» (Lc 1, 28).

Tomar conciencia de la venida y presencia ya cercana del Señor no sólo es causa de una alegría creciente, sino que mueve espontáneamente a la preparación: quien espera, al tiempo que se alegra pensando ya en el momento del encuentro, dispone todo para que ese encuentro se dé plenamente, para que sea un momento intenso. El Bautista era aquella “voz del desierto” que llamaba a sus contemporáneos a preparar el camino al Señor, a cambiar de conducta, a convertirse del mal. Con su predicación movía los corazones al arrepentimiento, suscitando el deseo de cambio en sus vidas. Muchos, al escuchar su encendida prédica, se acercaban a él para preguntarle: “¿Qué hemos de hacer?” (Lc 3, 10). ¿Qué acciones concretas debemos realizar? La conversión exige obras justas según la condición de cada cual, su propia función en la sociedad.

A “la gente” en general el Bautista recomienda compartir sus bienes con los necesitados, vestidos o alimentos. Era la misma antigua recomendación de los profetas (ver Is 58, 6-7). Es la exigencia de la caridad que lleva a vivir la solidaridad con quien carece de lo básico. Lleva a acciones concretas como partir el pan con el hambriento y a cubrir a quien ve desnudo. Todo aquel que quiere recibir adecuadamente al Señor debe obrar de este modo, debe vivir la solidaridad con el prójimo en necesidad, pues «si un hermano o una hermana están desnudos y carecen del sustento diario, y alguno de ustedes les dice: “Vayan en paz, caliéntense y hártense”, pero no les dan lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve? Así también la fe, si no tiene obras, está realmente muerta» (Stgo 2, 15-17; ver también: Mt 25, 34-36; 41-43).

A los publicanos les recomienda no exigir más de lo debido. Los publicanos eran los cobradores de impuestos. Los judíos que prestaban este servicio eran especialmente odiados por los suyos, puesto que trabajaban para los romanos, constituyéndose por ello en colaboradores de un pueblo pagano que tenía sometido al Pueblo de Dios. La gravedad de su pecado los hacía “impuros”. Los publicanos se enriquecían cobrando normalmente “más de lo establecido”, es decir, ellos cobraban más de la cantidad que los romanos les exigían para tener un margen de ganancia, muchas veces abusivo.

A los soldados les recomienda no abusar de su fuerza, tentación propia de aquellos que se apoyan en sus músculos y en el poder de las armas. Cada soldado es responsable de poner su fuerza al servicio del bien y de la justicia, no de la injusticia, de la extorsión, del chantaje, del mal. “Contentarse con su paga” puede acaso referirse también a aquellos soldados o elementos del orden que debido a una paga a veces insuficiente aceptan sobornos con el fin de encubrir, proteger o defender a quienes corrompen la sociedad.

El Bautista causó una fuerte conmoción en Israel con su figura profética así como por el anuncio de la cercanía del Reino de Dios. Su autoridad era grande, al punto que muchos se preguntaban si él no sería el Mesías (ver Lc 3, 5ss). Él responderá con toda humildad, muy consciente de su propia identidad y misión: «Yo los bautizo con agua; pero viene uno que puede más que yo… Él los bautizará con Espíritu Santo y fuego» (Lc 3, 16). No es Él el Mesías, sino el precursor, aquel que va preparando el camino a Aquel que viene.

LUCES PARA LA VIDA CRISTIANA

Juan llama a la conversión, al cambio de vida, a abandonar el sendero que conduce a la muerte y recorrer el camino que conduce a la Vida. Muchos al escucharlo se estremecen y profundamente cuestionados por su predicación acogen su llamado y le preguntan: “¿qué debemos hacer?”. El reconocimiento humilde de los pecados cometidos, el verdadero arrepentimiento lleva a un serio propósito de enmienda, a querer cambiar de conducta y poner medios concretos y proporcionados. Quien se toma en serio la invitación a la conversión se dispone con todo su ser a la acción en la línea del recto obrar, a procurar seriamente la adquisición de las virtudes que resplandecen en el Señor Jesús y en su Santa Madre.

“¿Qué debo hacer?”. Esa es también la pregunta que continuamente debemos dirigirle al Señor y a aquellos que el Señor pone en nuestro camino para ayudarnos a preparar el camino del corazón al Señor. ¡Qué importante es escuchar al Señor, sus enseñanzas! ¡Que importante también es buscar el consejo de personas experimentadas en el camino de la vida cristiana, de hombres o mujeres sabios y prudentes, llenos de Dios e inspirados por el Espíritu!

Recurrir a buenos consejeros es fundamental en el propio caminar para no tropezar o desviarnos del recto camino. Y es que muchas veces nuestras propias pasiones, afectos desordenados, caprichos, la soberbia de creer que “yo sé mejor qué camino debo recorrer”, la influencia de los criterios mundanos, los apegos a propios planes y demás, nos vuelven ciegos para reconocer y recorrer sin tropiezos el camino que conduce a la verdadera vida y felicidad. Para que eso no ocurra, son necesarios los guías que con sus consejos nos devuelven la vista y nos ayudan a caminar por el camino que conduce a la Vida.

Así, pues, el Evangelio de este Domingo nos deja como lección para la vida cristiana la necesidad de escuchar al Señor para hacer lo que Él nos diga, así como de buscar las orientaciones de un buen consejero a fin de obrar rectamente. De ese modo preparamos el camino al Señor para que venga y habite en nuestros corazones: «Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él» (Jn 14, 23).

Para preparar tu venida

 
 

¿Qué debo hacer para preparar tu venida, Señor?
¿Renunciar a los gozos de la vida?
¿Abajar montañas y rellenar valles?
¿Rectificar los caminos y sendas?
¿Superar pruebas y dificultades?
¿Realizar sacrificios costosos?
¿Hacer promesas extraordinarias?
¿Desprenderme de mis anhelos humanos?
¿Seguir en vela hasta la madrugada?

Para preparar tu venida, Señor,
yo sólo quiero y busco…
unas palabras claras para que se me entienda,
unos gestos apropiados para hacer agradable la jornada,
una mirada serena que infunda paz y ternura,
un momento de silencio para escuchar con el corazón,
unas gotas de rocío para alimentar las esperanzas,
un sueño ligero que capte los rumores
de las personas y de los ángeles.

Para preparar tu venida, Señor,
yo sólo necesito abrir mis entrañas
y dejarlas que se llenen con tu presencia,
como lo hizo Juan Bautista,
como los profetas de entonces y ahora,
como los pobres que nunca cuentan
pero tienen historias que nos golpean y penetran,
como María…

Florentino Ulibarri

Comentario al evangelio – Viernes II de Adviento

No hay peor sordo que el que no quiere escuchar. Y digo escuchar y no oír. El Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua define escuchar en su primera acepción como: prestar atención a lo que se oye. Y oír como: percibir con el oído los sonidos. Lo que quiero resaltar es que escuchar es un verbo mucho más activo que oír. Yo escucho a alguien y oigo llover. Pues bien, para ser un buen seguidor de Jesús, hay que escuchar. El Adviento nos invita a escuchar. Necesitamos reaprender el arte de la escucha. Escuchar los sonidos de la naturaleza, escucharnos a nosotros mismos, escuchar lo que nos dicen los otros con sus palabras y con su lenguaje no verbal (lo que no dicen con palabras pero expresan con distintas actitudes), escuchar los signos de los tiempos…

El hombre y mujer contemporáneo tiene una obsesión y justificación que lo persigue angustiosamente: “no tengo tiempo”. En una vida acelerada y estresada como la urbana se hace muy difícil la escucha; donde no hay escucha no puede haber una comunicación fluida, y donde la comunicación es pobre, suelen nacer la mayoría de nuestros conflictos, malentendidos con los demás, suspicacias y susceptibilidades. Si no hay tiempo para escucharnos, ¿cómo va a haber tiempo para escuchar a Dios? Creo que este es el drama de muchos hombres y mujeres, que no pueden encontrarse con Dios (tener experiencia de Él) porque no lo sienten, y no lo sienten porque no lo escuchan ni en sí mismos, ni en los demás, ni en los más pequeños, ni en la naturaleza,… ni en ninguna parte. Sin la escucha no puede nacer la acogida del mensaje, ni en consecuencia la fe.

La Palabra de hoy nos invita a escuchar, a practicar esta actitud tan sanadora y necesaria para vivir con más paz y apertura. El profeta Isaías se lamenta: Si hubieras atendido a mis mandatos… Y Jesús también se lamenta de que esa generación no escuchó a Juan el Bautista (el otro protagonista del Adviento) ni le escuchan a Él. Shesmá Israel (escucha Israel), escucha Pueblo de Dios, escucha. Escucha querido amigo/a. El Señor nos habla, nos llama constantemente. Habla a través de los acontecimientos cotidianos, también en los más extraordinarios; habla en la Palabra de cada día, habla en el interior de tu corazón, en tus pensamientos y sentimientos; habla a través de los otros, de los que te cruzas en tu jornada diaria; grita en los más necesitados, en los acontecimientos de la historia… Abre tus oídos. Estate atento. El Señor habla. Digámosle hoy en nuestra oración: ¡habla Señor que tu siervo escucha!

Ciudad Redonda

Liturgia – Viernes II de Adviento

VIERNES DE LA II SEMANA DE ADVIENTO, feria

Misa de feria (morado)

Misal: Antífonas y oraciones propias. Prefacio I o III de Adviento

Leccionario: Vol. II

  • Is 48, 17-19. Si hubieras atendido a mis mandatos.
  • Sal 1.El que te sigue, Señor, tendrá la luz de la vida.
  • Mt 11, 16-19.No escuchan ni a Juan ni al Hijo del hombre.

Antífona de entrada
El Señor vendrá con esplendor a visitar a su pueblo con la paz y comunicarle la vida eterna.

Monición de entrada y acto penitencial
“¡Ojalá hubieran prestado atención a lo que les dije!”, se queja el Señor por medio del profeta, porque Dios quiere nuestro bien. Jesús también se queja de que hay gente que se comporta de modo infantil, cuando Juan Bautista predica arrepentimiento y conversión en preparación para la venida del Mesías: Son como niñas que se niegan a bailar cuando la flauta toca melodías alegres, o como muchachos que rechazan llorar cuando la gente está llorando. El Señor está en medio de nosotros y pide que nos comprometamos seriamente para poder guiar a nuestro mundo hacia la vida, la justicia y la felicidad. ¿Para qué vale nuestra fe, si no la practicamos?

Yo confieso…

Oración colecta
DIOS todopoderoso,
concede a tu pueblo esperar vigilante la venida de tu Unigénito,
para que nos apresuremos a salir a su encuentro
con las lámparas encendidas,
como nos enseñó nuestro Salvador.
Él, que vive y reina contigo.

Oración de los fieles
Oremos al Señor, nuestro Dios, que tiene paciencia con nosotros.

1.- Para que la Iglesia sea, en medio del mundo, la luz que guía a los hombres por el camino de Cristo. Roguemos al Señor.

2.- Para que los corazones de todos se abran a la verdad de Cristo. Roguemos al Señor.

3.- Para que los que gobiernan los pueblos sean guiados en todo momento por la sabiduría de Dios. Roguemos al Señor.

4.- Para que todos nosotros, en este Adviento, sepamos meditar la Palabra del Señor y demos así frutos de buenas obras. Roguemos al Señor.

Guíanos tú, Señor, Dios nuestro, para que salgamos al encuentro de tu Hijo Jesucristo, nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
QUE los ruegos y ofrendas de nuestra pobreza
te conmuevan, Señor,
y al vernos desvalidos y sin méritos propios
acude, compasivo, en nuestra ayuda.
Por Jesucristo nuestro Señor.

Prefacio I o III de Adviento

Antífona de comunión Flp 3, 20-21
Aguardamos un Salvador: el Señor Jesucristo. Él transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso.

Oración después de la comunión
SACIADOS con el alimento espiritual
te pedimos, Señor,
que, por la participación en este sacramento,
nos enseñes a sopesar con sabiduría los bienes de la tierra
y amar intensamente los del cielo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.