Lectio Divina – Jueves III de Adviento

Entre los nacidos de mujer no hay nadie mayor que Juan. Aunque el más pequeño en el reino de Dios es mayor que él

1.- Oración introductoria.

Señor, la pregunta que Tú mismo hiciste a los mensajeros de Juan, me apetece hacerla hoy, respecto de ti. ¿Qué salisteis a ver? Hay hoy día gente que busca, que está inquieta, que no está conforme con su manera de vivir, en definitiva, que no es feliz. Si un día se deciden por ir a Jesús, hay que decirles que no van a ver a un hombre-caña; ni a un hombre bien vestido, que habita en palacios; ni siquiera a un profeta. Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios. Es  el hombre perfecto, el hombre ideal, el hombre cabal. El que llena todas nuestras aspiraciones, nuestros deseos, nuestras inquietudes. El día en que nos encontramos con Él es el más bonito de nuestra vida. Es hombre como nosotros; y es Dios por encima de nosotros. Con él podemos soñar.

2.- Lectura reposada del santo Evangelio según san Lucas 7, 24-30

Cuando se marcharon los mensajeros de Juan, se puso a hablar a la gente acerca de Juan: «¿Qué salisteis a contemplar en el desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? Pues ¿qué salisteis a ver? ¿Un hombre vestido con ropas finas? Mirad, los que se visten fastuosamente y viven entre placeres están en los palacios reales. Entonces, ¿qué salisteis a ver? ¿Un profeta? Sí, os digo, y más que profeta. Este es de quien está escrito: “Yo envío mi mensajero delante de ti, el cual preparará tu camino ante ti”. Porque os digo, entre los nacidos de mujer no hay nadie mayor que Juan. Aunque el más pequeño en el reino de Dios es mayor que él». Al oír a Juan, todo el pueblo, incluso los publicanos, recibiendo el bautismo de Juan, proclamaron que Dios es justo. Pero los fariseos y los maestros de la ley, que no habían aceptado su bautismo, frustraron el designio de Dios para con ellos.

3.- Qué me dice este texto.

Meditación-reflexión.

¿Qué salisteis a ver? En realidad, ¿qué ando buscando en mi vida? ¿Dinero, placer, honores, dignidades?  La experiencia me dice que nada de todo eso puede llenar mi corazón. Ni siquiera la doctrina de Juan Bautista puede satisfacer a uno que ha bebido en la copa del Señor. A pesar de que Juan ha recibido el mejor elogio del Señor: ”El mayor de los nacidos de mujer”, según el Señor, el más pequeño en el reino es mayor que él. El más pequeño que “ha experimentado” el gozo de seguir a Jesucristo, estar con Él, seguirle, amarle, sabe que Jesús es lo definitivo. Es el hombre de los dos caminos: el camino hacia Dios, donde nos descubre el verdadero rostro de Dios-Padre; y el camino hacia el hombre, donde nos  revela qué es el hombre, qué sentido tiene la vida. Con Jesús la vida tiene otro color y otro sabor. Con Jesús da gusto vivir. Con Jesús desaparecen los miedos, las angustias, las ansiedades, las preocupaciones. Vivir el estilo de Jesús es vivir colgado del cariño y cercanía del Padre. Y es experimentar el gozo de la auténtica fraternidad. Con Jesús la vida es una fiesta.

Palabra del Papa

“Buscar a Cristo debe ser el anhelo incesante de los creyentes, de los jóvenes y los adultos, de los fieles y sus pastores. Es preciso impulsar, sostener y guiar esta búsqueda. La fe no es simplemente la adhesión a un conjunto de dogmas, completo en sí mismo, que apagaría la sed de Dios presente en el alma humana. Al contrario, proyecta al hombre, en camino en el tiempo, hacia un Dios siempre nuevo en su infinitud. Por eso, el cristiano al mismo tiempo busca y encuentra. Precisamente esto hace que la Iglesia sea joven, abierta al futuro y rica en esperanza para toda la humanidad. […] El descubrimiento del «rostro de Dios» no se agota jamás. Cuanto más entramos en el esplendor del amor divino, tanto más hermoso es avanzar en la búsqueda, de modo que «en la medida en que crece el amor, crece la búsqueda de Aquel que ha sido encontrado». (Benedicto XVI, 28 de agosto de 2005).

4.- Qué me dice hoy a mí esta palabra que he meditado. (Silencio)

5.- Propósito: Buscaré un lugar apropiado y daré muchas gracias a Dios por haberme encontrado con Jesús.

6.- Dios me ha hablado hoy a través de su Palabra. Ahora yo le respondo con mi oración.

Señor, me siento feliz de haberme encontrado contigo. Todos mis deseos, anhelos, inquietudes, han desaparecido. Te tengo a ti y me basta. ¿Qué más puedo desear? Sí, todavía deseo una cosa: que todo el mundo te pueda encontrar; que todo el mundo pueda rehacer su vida, pueda saborear lo bueno de la vida; pueda descubrir la belleza y hermosura; pueda experimentar el amor: el beso, la caricia, el abrazo, el éxtasis de la unión de almas y corazones. Y todo, gracias a ti, que eres la fuente del verdadero amor y de la verdadera felicidad.

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Comentario – Jueves III de Adviento

Lucas 7, 24-30

Así que hubieron partido los enviados de Juan, Jesús se dirigió a la muchedumbre y les habló de Juan.

El punto de partida de los sermones de Jesús solía ser algo actual.

Vamos a tener aquí un ejemplo típico de su estilo.

«¿Qué salisteis a ver en el desierto?»

¿Siempre esta manera interrogativa, provocadora?

Jesús va directamente a las motivaciones profundas, como decimos hoy. Quiere que las gentes tomen conciencia del sentido de sus gestiones.

¿Por qué haces esto? ¿Cuál es el sentido que tú das a tal actitud?

Trato de oír a Jesús, que, hoy y a mí, me hace esta clase de preguntas.

¿Una caña sacudida por el viento?

Lenguaje a base de imágenes, enigmático que corresponde al modo de pensar de los pueblos de Oriente.

Lenguaje que, más que afirmar, sugiere. Juan Bautista ¿una caña que se dobla según el viento? ¡Vaya por Dios! ¿Un hombre que cambia de parecer y se pliega a todas las modas del día? Si está en la cárcel precisamente por su firmeza inflexible y por su valentía.

Jesús no aparenta estimar mucho la debilidad de carácter, Señor, ayúdanos a ser flexibles y firmes, acogedores y exigentes a la vez.

O ¿algún hombre vestido con ropas delicadas?

Esto tampoco parece ser muy del gusto de Jesús.

A través de ese tono, algo polémico y mordaz oigo y entiendo el juicio de Jesús sobre la riqueza y el lujo.

Pero, ya sabéis que los que visten ropas preciosas y viven entre deudas, están en los palacios de los reyes.

¡Esto es duro! Y a la vez refleja bien el juicio habitual de las gentes sencillas, sobre ciertos modos de malgastar el dinero, Juan Bautista, por lo contrario, vestía una simple piel de camello y no comía sino langostas y miel silvestre, alimentos pobres del desierto (Mateo 3-4).

Manifiestamente Jesús admira a ese tipo de hombre, capaz de vivir muy sobriamente como un asceta. ¿Me lleva esto a reconsiderar tal o cual aspecto de mi vida?

En fin, ¿qué salisteis a ver? ¿Un profeta? Sí, ciertamente yo os lo aseguro, y aún más que un profeta: pues él es de quién está escrito: «Mira que yo envío delante de ti a mi mensajero, para que vaya preparándote el camino.»

Ser «el que prepara un camino» para otro. (Malaquias 3-1) Tarea eminente de los padres y de las madres, respecto a sus hijos.

Tarea de los apóstoles.

Tarea de todos aquellos que quieren que algo o alguien progrese.

Entre los hombres, ningún profeta es mayor que Juan Bautista, sin embargo el más pequeño en el Reino de Dios, es mayor que él.

Jesús es verdaderamente consciente de la novedad absoluta que El aporta. Una nueva era comienza. El tiempo del Antiguo Testamento ha terminado.

Jesús, a la vez que rinde testimonio al valer de Juan Bautista, pone de relieve que se ha quedado en el umbral del Nuevo Testamento: ¿comprendió Juan que Jesús sobrepasaba todas las esperas y todas las profecías? No nos vanagloriemos de ser más lúcidos que Juan: ya que muy a menudo reducimos a Jesús a nuestras cortas esperanzas.

Noel Quesson
Evangelios 1

Comentario – Jueves III de Adviento

(Lc 7, 24-30)

Otra vez aparece la figura fuerte de Juan el Bautista. Llama mucho la atención el espacio importante que él ocupa en los evangelios. Y sabemos que en aquella época era un personaje admirado y respetado. Jesús destaca su austeridad, su sencillez y la grandeza de su misión. Juan no es una caña débil, agitada por el viento de un lugar para el otro (v. 24), sino un hombre grande y firme, un mensajero fiel; no es un amante de la opulencia, preocupado por los bienes, porque su vida está enteramente consagrada a su misión de mensajero (v. 25), ya que está dispuesto a desaparecer para que brille Jesús (Jn 3, 30).

Y Juan era más que cualquier profeta del Antiguo Testamento, porque no anunciaba de lejos la llegada del Mesías, sino que debía presentarlo al mundo como el mensajero que pasa antes de su señor para indicar que ya está llegando.

Sin embargo, justamente porque Juan era muy admirado, podía pensarse que él mismo era el Mesías esperado. De hecho, en el siglo primero surgió un grupo de seguidores de Juan el Bautista que lo consideraba más perfecto que Jesús.

Por eso es importante que en este texto aparezca Jesús aclarando que en el Reino que él trae, el más pequeño es superior a Juan el Bautista. Sólo Jesús, con el Reino que él trae, nos permite pasar a otro nivel, al Reino prometido. Juan el Bautista es sólo el que indica una nueva dimensión a la que debemos pasar, un mundo de vida nueva donde él también desea entrar para alcanzar la vida verdadera.

Y también hoy ningún instrumento, por más importante que sea, tiene el poder que sólo Cristo tiene: el poder de darnos la salvación.

Oración:

“Mi Señor, concédeme valentía y entrega para saber indicar a los demás que tú estás presente, que tú traes otra vida, que tú nos ofreces un Reino que lo supera todo. Y dame la gracia de ser un simple mensajero, que renuncie a ocupar el centro para que seas tú el que se destaque, el que reine glorioso en este mundo”.

 

VÍCTOR M. FERNÁNDEZ
El Evangelio de cada día

De visita a la tierra

1.- “En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá. Entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel”. San Lucas, Cáp. 1. Afirma un proverbio italiano que las visitas, al igual que el pescado, después de tres días apestan. Pero no todas merecen tal reproche. Existen otras, deseadas y añoradas, porque brotan de la necesidad de comunión que todos los mortales padecemos.

Cuando Dios se hizo hombre realizó una extraordinaria visita a nuestra tierra. “Bendito sea el Señor Dios de Israel porque ha visitado y redimido a su pueblo”, expresó Zacarías en el nacimiento del Bautista. Y en otras páginas de la Biblia, las intervenciones de Dios hacia nosotros también se denominan visitas. Así cuando el Señor se mostró a Abraham, junto a la encina de Mambré.

También cuenta san Lucas cómo Nuestra Señora fue en busca de su prima, próxima a dar a luz a pesar de sus años. Entonces Isabel la saludó con un bello cumplido: “Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre”. María le responde con una colección de alabanzas a Yahvé, que el evangelista resume en el Magníficat.

Ainkarim, una aldea “en las montañas de Judá” según apunta el Evangelio, distaba de Nazaret casi ciento cincuenta kilómetros. La Señora, no sabemos si en compañía de José o de algún otro pariente, haría ese trayecto en cuatro días, con escala devota en Jerusalén, para visitar el templo. En casa de Zacarías se quedó tres meses, ocupada en las faenas de casa. La imaginamos sentada en suelo, como se usa en oriente, mientras en un rudimentario molino, muele la harina para el pan cotidiano. Iría también con un cántaro al hombro, a la única fuente de la aldea, que allí sigue brotando. San Lucas recoge las palabras de Isabel a María: “En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura, (el niño Juan) saltó de alegría en mi seno”.

2.- Sin embargo todas estas visitas de Dios podríamos llamarlas virtuales, frente a la realizada por Dios cuando se hizo hombre, ya en tiempo real: “Al cumplirse la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer”, leemos en la carta a los Gálatas.

Durante aquella visita a Ainkarim, Jesús desde el seno materno habría dicho a su futuro precursor: Abrid las puertas al Redentor. Un eslogan que Juan Pablo II ha hecho famoso y es palabra que hoy nos golpea a las puertas del alma. Cabría entonces descubrir qué circunstancias nos impiden recibir, con gusto y atención, la visita de Dios hecho hombre.

Cuando alguien a quien amamos llega a casa, se estrechan los lazos de amistad y el corazón descansa en su presencia. Hay tiempo para largas conversaciones y empezamos a transfigurar nuestro entorno. Nos sentimos seguros, porque han huido todas las soledades.

Los autores del salterio, hombres de fe como quizás nosotros, consignaron con su lenguaje poético tales sentimientos: “Mi bien es estar junto a Dios, en él he puesto mi refugio”, dice el salmo 73. “Oh Dios, brille tu rostro entre nosotros y seremos salvos”, completa el 79. “El auxilio me viene del Señor que hizo el cielo y la tierra”, añade el salmo 121.

Gustavo Vélez, mxy

Danos la sencillez de María, Señor

Hoy, Señor, queremos cantarte
con nuestra voz humana,
con nuestras palabras torpes y libres
y nuestro lenguaje de calle,
que Tú tan bien entiendes,
porque la comunicación es posible.
Por tu presencia viva en esta aventura,
te damos gracias con fuerza y ternura.

Por todos los pequeños y grandes caminos de comunicación,
diálogo y encuentro: por la palabra
y el gesto con la mano abierta,
por la sonrisa, el guiño, el beso y
las lágrimas, por el abrazo redondo,
red de todas las comunicaciones,
te damos gracias con fuerza y ternura.

Por los ojos que saben decir
lo que llevan dentro,
por los pies que nos acercan a los demás,
por el cuerpo que expresa nuestros sentimientos,
por los corazones que laten al unísono,
por quien con su amor nos comunica vida,
te damos gracias con fuerza y ternura.

Porque nos hemos puesto en camino
a toda prisa,
porque hemos entrado en casa del pobre,
porque Tú estás con nosotros siempre,
como prenda y señal
de toda comunicación,
te damos gracias con fuerza y ternura.

Florentino Ulibarri

Notas para fijarnos en el Evangelio de hoy

• Isabel descubre el misterio que se ha realizado en María, quien visita a su prima.

• Es muy importante el tema del vientre (41.44). En Dt 7,13 y 28,4 “el fruto del vientre” es signo de bendición y de la promesa de Dios cumplida. En Isabel, ese fruto portador de la promesa “salta”, reacciona ante la visita de quien porta a Jesús, evidencia total de la promesa para la Historia (Dios ha tomado rostro en histórico).

• Los embarazos de Isabel y de María no son comunes. Isabel nos es presentada como una mujer de edad avanzada y estéril (Lc 1,7); y la esterilidad era vista como una vergüenza o como un castigo de Dios. María, por su parte, no conoce varón (1,34). María se identifica con las estériles. Aquello que parece imposible en un caso y en el otro, no lo es para Dios (1,37). Tampoco lo había estado en el caso del hijo de Abraham y Sara, el hijo que Dios había prometido (Gn 18,14). Y en tantas otras situaciones de la historia del pueblo de Dios, también en la historia actual (Mt 19,23-26).

• María tiene prisa: “se fue deprisa” a visitar Isabel (39). Una prisa debida a su obediencia al Plan de Dios. Por el Ángel ha sabido (1,36) que el embarazo de Isabel es parte del Plan de Dios al cual ella ha dado su sí: soy la esclava del Señor: que se cumplan en mí tus palabras (1,38). Y hace falta encontrarse, hace falta unirse en el proyecto del mundo nuevo que Dios tiene previsto.

• El saludo de Isabel: “eres bendita… y es bendecido el fruto de tus entrañas” (42), junto con la bienaventuranza: “feliz tú que has creído” (45), nos presenta María como discípulo de Jesús.

* Esto nos recuerda aquella otra escena del mismo Evangelio de Lucas (11,27) en la cual una mujer de entre la multitud profiere una bienaventuranza de alabanza a Jesús diciéndole: Dichosos el vientre que te llevó y los pechos que te criaron. En aquella ocasión Jesús responde diciendo otra bienaventuranza dedicada a quienes lo siguen, a los discípulos: Dichosos quienes escuchan la palabra de Dios y la guardan. Es decir, María es discípulo. Jesús nos enseña a contemplarla como la discípulo modelo, quien escucha la palabra de Dios y la guarda.

* Y también nos hace pasar a otro lugar del mismo Evangelio (Lc 8,21) en el que Jesús hace de los discípulos su familia: mi madre y mis familiares son estos que escuchan la palabra de Dios y la cumplen. Quienes lo seguimos estamos unidos a Él íntimamente.

• La “alegría” (44) que respira toda la escena es debido a la acción del “Espíritu Santo” (41), quien irá conduciendo todo el Plan de Dios en la persona de Jesús, el Hijo de Dios, el Hijo de María, y en todos quienes darán testimonio, como Isabel: “la criatura saltó de alegría” (41.44). Es el Espíritu Santo quien hace posible que tanto Isabel como nosotros descubrimos quien es Jesús: “mi Señor” (43).

• En el encuentro de María-Jesús e Isabel-Juan, se da el encuentro del Antiguo y el Nuevo Testamento: Dios siempre ha actuado a través de los pobres, y continuará actuando del mismo modo, con las mismas opciones, con el mismo estilo. Dios no tiene otra manera de llevar a término su Plan, su Proyecto. Otros modelos son estériles.

Comentario al evangelio – Jueves III de Adviento

¿Eres tú el que ha de venir?

¿Existes? ¿Te podemos encontrar? ¿Dónde estás? ¿Te podemos reconocer? ¿Eres tú la esperanza que no defrauda? ¿Eres tú la clave de las contradicciones? ¿Eres tú para todos? ¿Eres tú el que asombras y nunca decepcionas? ¿Eres tú asidero seguro para débiles e indefensos? ¿Eres tú consuelo para angustiados y deprimidos? ¿Eres Tú el Señor?
¿Eres tú, de verdad, hermano y amigo? ¿Eres tú el amor verdadero? ¿Eres tú justicia para los condenados? ¿Eres tú pan para hambrientos? ¿Eres tú gozo para los tristes? ¿Eres tú, en verdad, esperanza para los pobres? ¿Eres tú luz para los ciegos? ¿Eres tú salud para el enfermo? ¿Eres tú vida para el que muere? ¿Eres Tú el Señor?

¿Eres tú necesario? ¿Eres tú salud y vida? ¿Eres tú el camino y la fuerza para caminar? ¿Eres tú el sentido del sinsentido? ¿Eres tú luz entre nieblas y sombras? ¿Eres tú el que enjugas las lágrimas? ¿Eres tú quien unes a tu alrededor a los más diversos y distintos? ¿Eres tú el pobre que a todos enriqueces? ¿Eres Tú el Señor?

¿Eres tú real o sólo un sueño? ¿Eres tú un hombre de verdad? ¿Eres tú el amor desarmado? ¿Eres tú la alegría de vivir? ¿Eres tú el hálito que nos hace respirar? ¿Eres tú la fuerza que nos mantienes vivos y despiertos? ¿Eres tú el amigo del alma? ¿Eres tú el crucificado que no morirá más? ¿Eres tú una ingenua ilusión? ¿Eres, Tú, el Señor?

¿Eres tú esperanza contra toda esperanza? ¿Eres tú el Amor no amado? ¿Eres tú la belleza oculta? ¿Eres tú misterio que se aclara? ¿Eres tú Verdad que ilumina? ¿Eres tú Palabra en el silencio? ¿Eres tú pobreza que enriquece? ¿Eres tú la fuerza que destroza el miedo? ¿Eres tú el que fascinas y atraes? ¿Eres tú el que vive en la Iglesia? ¿Eres Tú el Señor?

¿Eres Tú el Señor o tenemos que seguir esperando?
¡No deseamos a otro, sino a Ti! ¡¡Ven pronto, Señor Jesús!!

Ciudad Redonda

Meditación – Jueves III de Adviento

Hoy es jueves III de Adviento.

La lectura de hoy es del evangelio de Lucas (Lc 7, 24-30):

Cuando los mensajeros de Juan se alejaron, Jesús se puso a hablar de Juan a la gente: «¿Qué salisteis a ver en el desierto? ¿Una caña agitada por el viento? ¿Qué salisteis a ver, si no? ¿Un hombre elegantemente vestido? ¡No! Los que visten magníficamente y viven con molicie están en los palacios. Entonces, ¿qué salisteis a ver? ¿Un profeta? Sí, os digo, y más que un profeta. Éste es de quien está escrito: ‘He aquí que envío mi mensajero delante de ti, que preparará por delante tu camino’. Os digo: Entre los nacidos de mujer no hay ninguno mayor que Juan; sin embargo el más pequeño en el Reino de Dios es mayor que él».

Todo el pueblo que le escuchó, incluso los publicanos, reconocieron la justicia de Dios, haciéndose bautizar con el bautismo de Juan. Pero los fariseos y los legistas, al no aceptar el bautismo de él, frustraron el plan de Dios sobre ellos.

Hoy, por tres veces, Jesucristo nos pregunta: «¿Qué salisteis a ver en el desierto?»; «¿Qué salisteis a ver, si no?»; «Entonces, ¿qué salisteis a ver?» (Lc 7,24.25.26).

Hoy parece como si Jesús quisiera deshacer de nosotros el afán por la curiosidad estéril, la suficiencia de los fariseos y maestros de la Ley que menospreciaban el plan de Dios sobre ellos, rechazando la llamada de Juan (cf. Lc 7,30). “Saber de Dios” solamente no salva; hay que conocerlo, amarlo y seguirlo; es necesaria una respuesta desde dentro, sincera, humilde, agradecida.

«Reconocieron la justicia de Dios, haciéndose bautizar con el bautismo de Juan» (Lc 7,29): viene ahora la salvación. Como predicaba san Juan Crisóstomo, ahora viene no el tiempo de ser examinados, sino el tiempo del perdón. Hoy y ahora es el momento, Dios está cerca, cada vez más cerca de nosotros, porque es bueno, porque es justo y nos conoce a fondo, y por eso lleno de amor que perdona; porque espera cada tarde nuestro retorno de hijos hacia el hogar, para abrazarnos.

Y nos regala su perdón y su presencia; rompe toda distancia con nosotros; llama a nuestra puerta. Humilde, paciente, ahora llama a tu corazón: en tu desierto, en tu soledad, en tu fracaso, en tu incapacidad, quiere que veas su amor.

Hemos de salir de nuestras comodidades y lujos para enfrentarnos con la realidad tal como es: distraídos por el consumo y el egoísmo, hemos olvidado qué espera Dios de nosotros. Desea nuestro amor, nos quiere para Él. Nos quiere verdaderamente pobres y sencillos, para podernos dar noticia de lo que, a pesar de todo, todavía esperamos: —Estoy contigo, no tengas miedo, confía en mí.

Entrando en nuestro interior, digamos ahora con voz reposada: —Señor, tú que conoces cómo soy y me aceptas, ábreme el corazón en tu presencia; quiero aceptar tu amor, quiero acogerte ahora que vienes, en el silencio y en la paz.

Rev. D. Carles ELÍAS i Cao

Liturgia – Jueves III de Adviento

JUEVES DE LA III SEMANA DE ADVIENTO, feria

Misa de feria (morado)

Misal: Antífonas y oraciones propias. Prefacio I o III de Adviento.

Leccionario: Vol. II

  • Is 54, 1-10. Como a mujer abandonada te llama el Señor.
  • Sal 29.Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.
  • Lc 7, 24-30.Juan es el mensajero que prepara el camino del Señor.

Antífona de entrada Cf. Sal 118, 151-152
Tú, Señor, estás cerca y todos tus caminos son verdaderos; hace tiempo comprendí tus preceptos, porque tú eres eterno.

Monición de entrada y acto penitencial
El Adviento significa salir al encuentro del mensajero que nos habla de Dios y acoger su mensaje recordando que el Señor está cerca y que todos sus caminos son verdaderos. Pidamos pues al Señor que nos ayude a tener una actitud abierta al mensaje de la Navidad que estamos a punto de celebrar, y supliquémosle ahora, al comenzar la Eucaristía, que tenga piedad y misericordia de nosotros.

• Tú que vienes a salvar al pueblo de sus pecados. Señor, ten piedad.
• Tú que eres el Santo, el Hijo de Dios. Cristo, ten piedad.
• Tú, el fruto bendito del vientre de María. Señor, ten piedad.

Oración colecta
TE pedimos, Señor, que nosotros, indignos siervos tuyos,
afligidos por las propias culpas,
nos alegremos en la venida salvadora de tu Unigénito.
Por nuestro Señor Jesucristo.

Oración de los fieles
Elevemos ahora nuestras peticiones por nosotros y por el mundo entero a Dios Padre, que por medio de Jesucristo nos ha otorgado la libertad.

1.- Para que el amor de Dios por su pueblo mueva a la Iglesia a preparar el camino de Cristo. Roguemos al Señor.

2.- Para que, con generosidad, los jóvenes sigan a Jesús en la vida sacerdotal y religiosa, y dejen que Él los guíe y actúe en sus vidas. Roguemos al Señor.

3.- Para que la venida del Salvador haga que se cambien en alegría las penas y los sufrimientos de la humanidad. Roguemos al Señor.

4.- Para que cuantos sufren en el cuerpo o en el alma experimenten el amor de Dios para con ellos. Roguemos al Señor.

5.- Para que cada uno de nosotros vivamos en continua alabanza a Dios, agradeciendo sus beneficios. Roguemos al Señor.

Señor Dios nuestro, que por medio de Cristo has sacado nuestra vida del abismo del pecado y has cambiado nuestro luto en danzas, escucha nuestras plegarias y concédenos prepararnos a recibir a quien Juan Bautista anunció y mostró ya presente en el mundo. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
ACEPTA, Señor,
los dones que te ofrecemos,
escogidos de los bienes que hemos recibido de ti,
y lo que nos concedes celebrar con devoción
durante nuestra vida mortal,
sea para nosotros premio de tu redención eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio I o III de Adviento

Antífona de comunión Tit 2, 12-13
Llevemos ya desde ahora una vida sobria, justa y piadosa, aguardando la dicha que esperamos y la manifestación de la gloria del gran Dios.

Oración después de la comunión
FRUCTIFIQUE en nosotros, Señor,
la celebración de estos sacramentos,
con los que tú nos enseñas, ya en este mundo que pasa,
a descubrir el valor de los bienes del cielo
y a poner en ellos nuestro corazón.
Por Jesucristo, nuestro Señor.