Comentario – 18 de diciembre

Mateo 1, 18-24

Ocho días antes de Navidad, la Iglesia nos propone «los evangelios de la infancia». Estas paginas tienen un carácter particular, bastante diferente al resto del Evangelio: los evangelistas no han sido testigos directos, como lo fueron de los sucesos que vivieron con Jesús, desde su bautismo hasta su ascensión. Recordemos que con estos acontecimientos comienza el relato de Marco.

Mateo y Lucas recogieron los datos y detalles que se nos dan sobre la infancia de Jesús; de las confidencias de María. Con este «dato histórico ‘ de base han elaborado una especie de «prólogo teológico», algo así como un músico compone una ‘obertura» donde esboza los temas esenciales que luego desarrollará. Mateo, por ejemplo, subraya todos los signos que muestran que Jesús ‘cumplió todas las promesas de Dios”: él considera los relatos de la infancia de Jesús como un enlace entre el Antiguo y el Nuevo Testamento… Jesús es verdaderamente aquel que Israel esperaba, el que fue prometido a Abraham y David, el nuevo Moisés. Lucas, por su parte, subraya que Jesús es el salvador universal, prometido también a los paganos, a los gentiles.

Veremos, en particular, que estos «evangelios de la infancia» remiten a menudo a textos y situaciones de la Biblia. Con su apariencia ingenua e infantil, son textos ricos en doctrina, que deben leerse con Fe.

Y el nacimiento de Cristo fue de esta manera: María…

María es la que está en el centro de los relatos que leeremos hasta Navidad.

María, su Madre, estando desposada con José, antes que hubiesen vivido juntos, se halló que había concebido en su seno por obra del Espíritu Santo.

En esta frase tan sencilla hay dos niveles de profundidad.

— Un acontecimiento humano, lleno de encanto, que contemplo en primer lugar: una muchacha, muy joven… entre 15 y 20 años, según costumbre de la época en Oriente… una joven prometida… una novia feliz… Para evocarlo pienso en mi propia experiencia —si he sido novia—: esos días de espera, de dicha. Observo a mi alrededor la alegría de las jóvenes parejas… que se tratan.

— Pero, otro acontecimiento misterioso interviene ya en esta pareja: sin haber tenido relaciones sexuales, están esperando un hijo. La fórmula es una fórmula teológica: «ella concibió por obra del Espíritu Santo». Este niño no es un niño ordinario. De El, se dirá más tarde que es «hombre y Dios». Pero ya está sugerido aquí, en este prólogo del evangelio.

José, su esposo, siendo como era justo y no queriendo denunciarla…

Todo lo que sigue está enunciado por Mateo siguiendo un esquema literario convencional, es una «anunciación» un anuncio de nacimiento, narrada como otras muchas anunciaciones a lo largo de la Biblia. En cada una se encuentra:

1ª La aparición de un ángel… 2ª La imposición de un nombre, característico de la función del personaje que nace… 3º. Un signo dado como prenda, a causa de una dificultad particular.

José, hijo de David, no tengas recelo… Le pondrás por nombre “Jesús” que significa “El Señor salva”, pues Él es el que ha de salvar a su pueblo. Todo lo cual se hizo en cumplimiento de lo que preanunció el Señor por el profeta Isaías.

Filiación davídica; una promesa de Dios se realiza.

Un salvador: una promesa de Dios.

Una nueva Alianza: «Emmanuel» Dios-con-nosotros… ¡Estaba prometido! Contemplo la delicadeza de José… este justo, capaz de entrar en los secretos de Dios. Dios necesita de los hombres. He aquí un matrimonio, marido y mujer, que recibe una responsabilidad excepcional.

¿No soy yo también responsable de un cierto «nacimiento» de Dios, hoy?

Noel Quesson
Evangelios 1