Un clásico de la literatura, sobre todo en estos días, es la novela “Cuento de Navidad”, de Charles Dickens. En ella, el avaro Sr. Scrooge, que odia la Navidad y todo lo que la rodea, recibe la visita de tres espíritus: el de las navidades pasadas, el de las navidades presentes y el de las navidades futuras. La visita de estos tres espíritus provoca en el Sr. Scrooge un cambio radical hasta el punto de que, como leemos al final de la novela, “se dijo de él, después, que sabía cómo celebrar la Navidad de la mejor manera”.
Hoy son muchas las personas que no soportan la Navidad ni todo lo que la rodea, y que desearían que ya hubieran pasado estos días. Quizá porque también han recibido la visita de tres “espíritus”:
Por una parte, estos días aparece, lo queramos o no, el “espíritu de las navidades pasadas”. Recordamos lo que sentíamos otros años y que hoy ya no podemos sentir. Recordamos a personas con las que compartimos estos días y que ya no están entre nosotros. Y esto nos provoca tristeza, desilusión, melancolía, mal humor… y que deseemos volver cuanto antes a la rutina diaria.
También, lo queramos o no, el “espíritu de las navidades presentes nos envuelve”: desde hace semanas han aparecido los adornos, turrones y dulces típicos, bombardeo de publicidad… Pero muchas veces la situación actual, ya sea personal, familiar, económica, laboral, política, social, educativa, eclesial… junto con los problemas y conflictos internacionales: guerras, crisis de refugiados y emigrantes, degradación medioambiental… provocan que “no estemos para fiestas”.
Y el “espíritu de las navidades futuras” se nos presenta, como en la novela, muy negro: las dificultades económicas hacen que muchas personas no puedan tener un proyecto de vida; tampoco se ven cauces efectivos de solución de los problemas del presente, más bien al contrario… Todo ello provoca incertidumbre porque nos hace prever que la situación irá a peor.
Así que no es de extrañar que, para muchos, la Navidad y todo lo que la rodea les resulte insoportable porque les suena a un “cuento”, en el peor sentido de la palabra.
Pero nosotros estamos celebrando la Nochebuena/Navidad. Como en la novela, esta noche/hoy, por medio de la Palabra de Dios, nos visitan el pasado, el presente y el futuro, pero de un modo muy diferente al de la novela, para que también nosotros los vivamos de otra manera.
Respecto al pasado, si sentimos añoranza por experiencias pasadas o personas fallecidas, las primeras lecturas nos recuerdan la promesa que Dios había hecho desde antiguo, su proyecto de salvación, que mantuvo la esperanza de su pueblo y que continúa vigente para nosotros. Y en el Evangelio de la Vigilia, san Mateo ha recordado los antepasados de Jesús, para que el recuerdo de nuestros seres queridos no sea triste sino agradecido, porque por ellos podemos estar hoy aquí.
Respecto al presente, si éste se nos presenta duro y difícil, el Evangelio de medianoche nos recuerda que Jesús nació en la pobreza, en un pesebre, en una región ocupada por el imperio romano, para que quienes tienen que sufrir circunstancias duras y difíciles puedan sentirle cercano, porque hoy, como entonces, sigue resonando el anuncio del ángel a los pastores: Os anuncio una Buena Noticia que será de gran alegría para todo el pueblo: hoy… os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor.
Y en cuanto al futuro, si éste se nos presenta incierto y muy negro, el Evangelio de la aurora nos pone de modelo a María, que conservaba todas estas cosas meditándolas en su corazón, para que no nos dejemos abrumar por lo que pueda pasar. Y las segundas lecturas nos han invitado a que llevemos ya desde ahora una vida sobria, justa y piadosa, aguardando la dicha que esperamos (medianoche), para que seamos, en esperanza, herederos de la vida eterna (aurora), y que esa esperanza anime nuestro día a día.
¿Qué sentimientos despierta en mí la Navidad? ¿Cómo ilumina la Palabra de Dios mi pasado, mi presente y mi futuro? ¿Confío en la promesa de Dios? ¿Qué cambios voy a introducir en mi vida?
La Navidad no es un cuento, es una realidad: Hoy nos ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor. Que nuestra vida lo manifieste, a pesar de todo lo negativo que el pasado, el presente y el futuro nos presentan. Meditemos todas estas cosas en nuestro corazón, como María, y así, como dice el final de la novela: “El Sr. Scrooge sabía cómo celebrar la Navidad de la mejor manera. Que se pueda decir esto, con razón, de nosotros, de todos nosotros. ¡Y que Dios nos bendiga a todos y cada uno de nosotros!”.