Lectio Divina – Día VI dentro de la Octava de Navidad

“Ana, no se apartaba del templo ni de día ni de noche”

1.- Oración preparatoria.

Jesús, yo en esta mañana quisiera pedirte el don de la constancia, la perseverancia, la fidelidad hasta la muerte. A esto me invita esta ancianita que ha pasado su vida en el Templo de día y de noche. Ella no tenía casa, Tu templo era su casa, su hogar, su vida. Ayuda a tantos cristianos de nuestro tiempo que nos cansamos de todo, también de servirte. Señor no consientas que nosotros nos sintamos defraudados por ti. Danos fidelidad, es decir, una fe mantenida a lo largo de toda la vida.

2.- Lectura reposada de la Palabra: Lucas 2, 36-40

En aquel tiempo, había una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana. De joven había vivido siete años casada y tenía ya ochenta y cuatro años de edad. No se apartaba del templo ni de día ni de noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Cuando José y María entraban en el templo para la presentación del niño, se acercó Ana, dando gracias a Dios y hablando del niño a todos los que aguardaban la liberación de Israel. Una vez que José y María cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y fortaleciéndose, se llenaba de sabiduría y la gracia de Dios estaba con él.

3.- Qué dice el texto.

Meditación-reflexión

Me llama poderosamente la atención esta ancianita que ha pasado toda la vida en el Templo. Una mujer que no se ha cansado de servir al Señor. El problema que tenemos hoy día en la sociedad es que “asustan los compromisos de por vida”. A los jóvenes de hoy, a pesar de sentirse enamorados,  les asusta el tener que vivir con un hombre o con una mujer “toda la vida”. Lo mismo diríamos de los seminaristas o de las novicias. Si a esta ancianita Ana, a los ochenta y cuatro años le preguntas: Tú. ¿qué haces aquí? Ella sencillamente te dirá: ¡Aquí estoy! Y estoy con la misma alegría y la misma ilusión que tenía cuando yo era joven. Su vida, como dice el salmo 1, se parece a un árbol plantado junto a la corriente de aguas. Mantiene sus hojas verdes, da buena sombra y  tiene frutos sazonados. Vidas llenas, vidas en plenitud, que acogen, cobijan y nutren a toda persona que se acerca a ellas. La razón de esas vidas tan llenas es que han crecido junto a la acequia. No les ha faltado el riego de la Palabra de Dios y de la oración. Por eso han podido llegar hasta el final de la vida sin cansarse. Yo sinceramente creo que los Papas de ahora lo tienen fácil a la hora de hacer santos. No hacen falta milagros. Sólo una pregunta: ¿Quién no se ha cansado en la Iglesia?   Si vives en matrimonio, ¿quién no se ha cansado de su esposo o de su esposa? Si eres sacerdote o religioso, ¿Quién no se ha cansado en su ministerio? ¿Quién ha mantenido su ilusión, su alegría, su actitud de servicio auténtico y desinteresado? Los que no se hayan cansado en la Iglesia, esos son santos.

Palabra autorizada del Papa Francisco

“Ana, a pesar de su avanzada edad, cobró nuevas fuerzas y se puso a hablar a todos del Niño. Es una hermosa estampa: dos jóvenes padres y dos personas ancianas, reunidas por Jesús. ¡Realmente Jesús hace que generaciones diferentes se encuentren y se unan! Él es la fuente inagotable de ese amor que vence todo egoísmo, toda soledad, toda tristeza. En su camino familiar, ustedes comparten tantos momentos inolvidables: las comidas, el descanso, las tareas de la casa, la diversión, la oración, las excursiones y peregrinaciones, la solidaridad con los necesitados… Sin embargo, si falta el amor, falta la alegría, y el amor auténtico nos lo da Jesús: Él nos ofrece su Palabra, que ilumina nuestro camino.» (Papa Francisco, 2 de febrero de 2014)

4.-Qué me dice hoy a mí esta palabra. Guardo silencio.

5.-Propósito Al presentarse un conflicto, seré el primero en ofrecer una disculpa o proponer una solución para construir la unidad, en mi casa o lugar de trabajo.

6.- Dios me ha hablado a través de su palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.

Señor, yo quiero darte gracias por haber nacido y vivido dentro de una familia cristiana. Gracias por haber tenido una madre que, al mismo tiempo que me enseñaba a andar y me daba de comer me enseñó también a rezar. Gracias por las virtudes de honradez, trabajo, sacrificio y amor desinteresado que siempre me dio mi padre.

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Comentario – Día VI dentro de la Octava de Navidad

Lc 2, 36-40

Vivía entonces una profetisa, llamada Ana… Vivió con su marido siete años y habíase mantenido viuda hasta los ochenta y cuatro de su edad. No salía del templo, sirviendo en él a Dios día y noche, con ayunos y oraciones. 

Pobreza.

Ana pertenece al grupo de los pobres de Yahvé los «anawim». No posee nada. Tampoco es muy alegre su vida. La desgracia entró en su hogar. Si permanecía en su pobre casa, ¡la de una anciana! estaría sola todo el día. Entonces encuentra una solución: pasa la mayor parte del tiempo en el templo, rezando «día y noche». Es tanta su edad, y quizá sus fuerzas físicas muy disminuidas por alguna enfermedad… que nadie le pide ni le encarga nada… por lo demás podría sentirse inútil. PERO, cerca de Dios ha hallado una solución: hace de su vida una «ofrenda», «sirve a Dios», «ayuna»: toda su vida es una especie de sacrificio, de holocausto, que sube al cielo como el humo del incienso en la oración y ofrenda de la tarde.

Y entonces, su vida, su pobreza son de un valor infinito; con lo que salva al mundo. Esta mujer es más importante a los ojos de Dios que todos los doctores de la Ley y los sacerdotes que ejercen sus funciones oficiales en el Templo.

Ella proclamaba las alabanzas de Dios, y hablaba del niño a todos aquellos que esperaban la liberación de Israel. 

Esta es la esperanza de los pobres, la humilde espera de los pobres: ¡ser liberados! Ana no se repliega en sí misma y ni su «ayuno» ni su «oración» son para sí misma. Ella no ofrece su vida en vista a su salvación personal. Lo que verdaderamente aporta es la «esperanza de Israel».

¿Cargo sobre mí a toda la humanidad? ¿Aporto la esperanza y la espera al mundo? En mi plegaria ¿está presente la Iglesia, pueblo de Dios? ¿Comparto mi esperanza con la de la Iglesia misionera? Y Ana, la ancianita, no está inactiva, pasiva, resignada, sin recurso… hace lo que puede: «hablaba… del niño a todos los que esperaban la liberación…»

…»proclamaba las alabanzas de Dios». Probablemente, en los oficios del Templo cantaría los salmos con toda su alma y con su cascada voz. Y al salir, hablaría de Dios a todos los que querían escucharla.

«Cumplidas todas las cosas ordenadas por la ley del Señor, regresaron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El Niño iba creciendo y fortaleciéndose lleno de sabiduría, y la gracia de Dios, estaba en El». 

Es preciso contemplar e imaginar largamente todo esto.

Jesús, a los tres años… está creciendo. A los seis años… su conciencia despierta con la educación y los buenos consejos de su madre y de José… va a la escuela, aprende a leer… va progresando…

Y no obstante, es Dios. Es un misterio.

Jesús sigue todas las leyes naturales del crecimiento humano, crecimiento físico, crecimiento intelectual (progresa en ciencia). Pasa por la pubertad y la adolescencia.

«Siendo como es el Hijo», acepta el no conocer su misión más que progresivamente, ha aprendido lo que es obedecer» (Hebreos, 5, 8).

Ha tomado para sí mucha condición de hombres en todo.

Realiza su fidelidad al Padre en una obediencia absoluta a su condición humana frágil y limitada.

Pobreza de Ana, la vieja pobreza de Jerusalén…

Pobreza de Dios «aquel que se ha despojado»…

Noel Quesson
Evangelios 1

Desde la aurora de los tiempos

Desde la aurora de los tiempos
se oye el clamor de los oprimidos,
clamor que grita con la voz de Dios.
Dios nos llama, interpela e implora,
desde la aurora de los tiempos,
con el clamor de los oprimidos.

La Palabra de Dios es la luz verdadera,
a cuantos se sienten interpelados y la reciben
les da la fuerza de vivir según Dios;

porque éstos han tenido esperanza
y han creído en el clamor
de los oprimidos,
gracias a que no han codiciado privilegios.

… ….
Con su Encarnación y entrega
nos ha liberado a todos de la opresión.
Porque las leyes han sido dictadas
por Moisés y Hammurabi,
Solón y Justiniano,
la ONU, la Dictadura y la Democracia,
pero la solidaridad con el oprimido
y el amor fraterno que anhelamos
vienen de Jesús, el Mesías.

Nadie conocía al Dios verdadero,
pero Jesús de Nazaret,
la Palabra del Padre
que clama desde la aurora de los tiempos,
Éste nos lo ha manifestado.
En Él, el amor y la lealtad
se han hecho realidad para todos.

(Puigdollers, R.)

Notas para fijarnos en el Evangelio

• San Juan parece que quiera empezar la Biblia: “Al principio creó Dos el cielo y la tierra” (Gn 1,1).

• Al final del prólogo se dice que la Palabra es Jesucristo (17-18). Y a lo largo de todo el Evangelio de Juan (3,13; 6,62; 8,58; 17,5.24) se irá repitiendo que ya “al principio”, “estaba junto a Dios” y “era Dios”.

• La “Palabra” tiene que ver con la realidad creada. Lo cantaba el libro de la Sabiduría: Dios de mis padres, Señor de misericordia, que todo lo creaste con tu palabra (Sab 9,1); y lo proclaman los Apóstoles: No hay más que un solo Señor, Jesucristo, por quien exis- te el universo (1 Co 8,6) (Col 1,16- 17; Heb 1,2-3; Ap 3,14). De manera que podemos hablar, con san Pablo, de una “creatura nueva” en aquellos que se dejan tocar por Jesucristo: el que vive con Cristo es una creatura nueva. Lo viejo ha pasados ha llegado lo nuevo (2Co 5,1 7).

• Por otro lado, hablar de Jesucristo como “Palabra” y de que Dios nos ha creado “con su palabra” nos hace caer en la cuenta de que Dios se comunica y de que estamos hechos para la comunicación: comunicación / diálogo / apertura de corazón / decir bien y comunicación de bienes.

• A Jesucristo, a quien Juan ha definido como “Palabra” y “Palabra creadora”, también lo define como “luz” (4.5.9). Más adelante abunda en el tema (Jn 8,12; todo el capítulo 9; 11,9; 12,46). Es “la luz” que viene al mundo y alumbra a todo hombre (9) que se le acerca.

•  La palabra “mundo” (10), sobre todo en los capítulos 13-17 del Evangelio según Juan, representa una oposición compacta y radical contra Jesús (Jn 14,17.19.27; 15,18.19; 16,8.20; 17,9.14.16.25). En este sentido, ni Jesús es del mundo (Jn 8,23) ni los discípulos lo son (Jn 17,14.16). Pero Dios ama mucho al mundo y le envía a su Hijo (Jn 3,16). También los creyentes serán enviados al mundo (Jn 17,18).

• Jesucristo “vino a su casa, y los suyos no lo recibieron” (11); según algunos se trata de una referencia a Israel, el pueblo que rechazó a su Mesías; pero otros dicen que es una referencia al conjunto de la humanidad que, como tal, no ha aceptado la Palabra hecha carne, persona humana (14). En cualquier caso, nos cuestiona a todos. Y nos anuncia la Buena Noticia:

• El nos hace “hijos de Dios” (12). Sólo hay que acogerlo, dejar que nos recree, que haga de nosotros una “creatura nueva” (2Cor 5,17).

• Esta cuestión de acoger o no acoger a Jesucristo nos da la pista sobre qué es, en el Evangelio, creer y no creer en Él. Ciertamente no vale un criterio grupal, étnico, familiar…: precisamente “los suyos no lo recibieron” (11).

• La palabra “carne” (14) traduce el vocablo griego “sarx”, que aquí significa la condición humana en su vertiente de debilidad y de limitación. Este es un tema central de los escritos de san Juan (Jn 6,53-55; 1Jn 4,2; 2Jn 7).

• Decir que “acampó entre nosotros” (14), o sea, que “plantó la tienda”, es una alusión al templo o tabernáculo donde Dios se manifestaba en el Antiguo Testamento (Ex 40,34-35; 1Re 8,1 0-13). Ahora Dios se manifiesta en la “carne” de este hombre, Jesús de Nazaret, el nuevo templo (2,21).

• La palabra “gloria” (14) acentúa el tema de la presencia de Dios (Ex 34,29- 35; Is 60,1-2). Por otro lado, este texto es un reflejo de la fe que profesa la comunidad de creyentes (“hemos contemplado”). La gloria de Dios la contemplamos en la vida de las personas.

• En Jesucristo, que se ha hecho como nosotros, podemos conocer a Dios (18). Y dejándonos tocar —re-crear— por Él, volveremos a ser “imagen y semejanza de Dios” (Gn 1,26), tal como nos creó al principio de la arcilla de esta tierra creada por Él (Gn 2,7).

Comentario al evangelio – Día VI dentro de la Octava de Navidad

¿Alguna vez has contemplado el crecimiento de una planta? En algún video se muestra ese crecimiento condensado en unos minutos, mediante la toma de imágenes a lo largo de varias semanas, meses y años… Lo que comienza siendo una semilla, casi imperceptible, termina siendo una planta, un árbol, que muchas veces da su fruto… para la vida de otros vivientes. Nos gusta comer el fruto, aunque a veces olvidamos que para llegar a ello hace falta plantar, regar, cuidar, esperar… La naturaleza tiene sus tiempos y sus ritmos. Y pretender otra cosa es violentar y asegurar un fracaso. 

También esto lo vivió Jesús. Su crecimiento fue progresivo. Quien le viera de un día para otro, no percibiría apenas ningún cambio externo. También fue recién nacido, tuvo cinco años, cumplió los doce, llegó a los dieciocho, a los veinticinco, a los treinta… En la esperanza de vida de aquella época, podemos decir que, aunque su vida fue interrumpida violentamente, Jesús pasó por todas las edades del ser humano: niñez, juventud y madurez. Y en ese crecimiento supo de la importancia del día a día, de cada palabra y cada gesto, de la perspectiva que dan los años… Y experimentó que el Padre estaba a su lado, en todo momento y circunstancia. “El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba”.

Así es nuestra vida. A veces quisiéramos crecer más rápido. A veces quisiéramos disfrutar de los frutos… sin haberlos plantado… o cuidado… o esperado a que estén en su sazón. Y nada hay más antinatural que querer saltarse etapas.

El Dios de la Vida, que conoce por experiencia lo que es el ritmo de las cosas desde su encarnación en la persona de Jesús, acompaña ese crecimiento, alentándolo desde dentro… en la espera de que cada cual dé los frutos esperados, para la vida del mundo.

Ciudad Redonda

Meditación – Día VI dentro de la Octava de Navidad

Hoy es 30 de diciembre, día VI dentro de la Octava de Navidad.

La lectura de hoy es del evangelio de Lucas (Lc 2, 36-40):

En aquel tiempo, había una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, ya muy avanzada en años. De joven había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones noche y día. Presentándose en aquel momento, alababa también a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén. Y, cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, Jesús y sus padres volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño, por su parte, iba creciendo y robusteciéndose, lleno de sabiduría; y la gracia de Dios estaba con él.

Queridos amigos, una vez más ¡Feliz Navidad! La vida ha venido y acampado en medio de nosotros; no es la muerte la angustia, sino la esperanza, la alegría y la vida plena que nos ha traído este Niño Dios en Belén. Nuestra vida ahora tiene sentido, Dios vive en medio de su pueblo. Qué lindo es escuchar la Palabra de Dios, la religiosidad de María y de José que llevaron al Niño al Templo, como hoy tantos padres cristianos acercan a los recién nacidos a bautizarse. Queremos ahora poner la mirada en esa mujer llamada Ana, que estaba en el Templo. Era viuda, desde hacía muchos años; vemos en ella a tantas mujeres y hombres viudos. Pensar que para muchos el estado de enviudes puede significar termino, angustia, dolor, depresión o fracaso ya de la vida, al haberse perdido el compañero o compañera de toda la vida. Qué hermoso, y esto solo lo posibilita la Navidad del Niño Dios recién nacido. Ana la mujer del Evangelio representa no algo acabado, derrumbado, sino, en el esplendor de la vida, dando gracias a Dios, no hablando del pasado añorado, sino del futuro, no encerrada en sus temores sino abierta a la vida naciente, con sentido solidario, de comunión, como tantas abuelas y abuelos llenos de alegría por la vida de sus hijos jugando y conteniendo a sus nietos, mirando el futuro y animando a los jóvenes a seguir construyendo un mundo mejor que el que ellos pudieron darles. Y allí están, el niño Jesús junto a María y a José que vuelven a lo cotidiano de Nazaret, no a vivir de éxitos o de cosas deslumbrantes, no. No les había nacido un mago, un adivino, les nació el Hijo de Dios que vivirá 30 años en lo escondido, en el estudio, en el trabajo, ayudando a su padre carpintero, anunciando al mundo la llegada del reino, un reino de justicia, de paz, de humildad y sencillez, de servicio y de amor; es el verdadero reino, el reino de Dios, la navidad que Dios quiera, amigos, la podamos vivir a lo largo de todo este año que vamos a comenzar. ¡¡¡FELIZ, FELIZ NAVIDAD!!! ¡¡¡FELIZ AÑO NUEVO QUE SE ACERCA!!!

Monseñor Luis Alberto Fernandez

Liturgia – Día VI dentro de la Octava de Navidad

DÍA VI DENTRO DE LA OCTAVA DE LA NATIVIDAD DEL SEÑOR

Misa del día VI dentro de la Octava (blanco)

Misal: Antífonas y oraciones propias. Gloria. Prefacio de Navidad, embolismos propios de la Octava en las Plegarias Eucarísticas. No se puede decir la Plegaria Eucarística IV.

Leccionario: Vol. II

  • 1Jn 2, 12-17. El que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.
  • Sal 95.Alégrese el cielo, goce la tierra.
  • Lc 2, 36-40.Hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén.

Antífona de entrada Cf. Sab 18, 14-15
Cuando un silencio apacible envolvía todo y la noche llegaba a la mitad de su carrera, tu Palabra omnipotente, Señor, se lanzó desde el cielo, desde el trono real.

Monición de entrada y acto penitencial
Hermanos, sed bienvenidos a la celebración eucarística del sexo día de la Octava de Navidad, en el que las lecturas nos siguen mostrando detalles de la infancia de Jesús. Con la alegría navideña en nuestros corazones, comencemos aclamando la gloria y el poder de su nombre y pidámosle humildemente perdón por todos nuestros pecados.

• Tú que eres Dios de Dios, y Luz de Luz. Señor, ten piedad.
• Tú que por nosotros y por nuestra salvación bajaste del cielo. Cristo, ten piedad.
• Tú que por obra del Espíritu Santo te encarnaste de María. Señor, ten piedad.

Se dice Gloria

Oración colecta
CONCÉDENOS, Dios todopoderoso,
que el renovado nacimiento de tu Unigénito encarnado
libere a quienes nos domina la antigua servidumbre del pecado.
Por nuestro Señor Jesucristo.

Oración de los fieles
Oremos, hermanos, por este nuevo nacimiento de tu Hijo en nuestra carne líbranos del yugo con que nos domina la antigua servidumbre del pecado.

1.- Por la Iglesia, para que se dilate por el mundo y arraigue en los pueblos, y en ella se congreguen los hombres de toda lengua y nación. Roguemos al Señor.

2.- Para que el Rey de reyes dirija la mente y la voluntad de los gobernantes, para que procuren la justicia y trabajen por la libertad y la paz de las naciones. Roguemos al Señor.

3.- Para que Dios dé la fortaleza de los frágiles, levante a los decaídos, proteja a los que están en peligro, consuele a los que se sienten decepcionados o desesperados y robustezca la confianza de los perseguidos. Roguemos al Señor.

4.- Para que Dios nos dé la fuerza y el coraje a toda esta comunidad reunida hoy, para llevar la Buena Nueva de salvación a todos aquellos que aún no han recibido su mensaje. Roguemos al Señor.

Oh Dios, Padre todopoderoso, que inspiraste a Ana a reconocer a tu Hijo alabarlo como el Salvador que ha traído la libertad y la vida a su pueblo; escucha nuestras oraciones y haz que nosotros también reconozcamos y acojamos a Jesús en nuestra vida y, con Él y como Él, crezcamos cada día en sabiduría y en gracia. Por Jesucristo nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
RECIBE, Señor, con bondad
las ofrendas de tu pueblo,
para que cuanto creemos por la fe
lo alcancemos por el sacramento celestial.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio de Navidad

Antífona de comunión   Jn 1, 16
De su plenitud todos hemos recibido gracia tras gracias.

Oración después de la comunión
OH, Dios,
que llegas hasta nosotros
al participar en tu sacramento,
realiza en nuestros corazones el efecto de su poder,
para que, al recibirlo, nos haga dignos del don que nos haces.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Bendición solemne
Dios, bondad infinita, que disipó las tinieblas del mundo con la encarnación de su Hijo y con su nacimiento glorioso iluminó esta noche santa aleje de vosotros las tinieblas del pecado y alumbre vuestros corazones con la luz de la gracia.

• Quien encomendó al ángel anunciar a los pastores la gran alegría del nacimiento del Salvador os llene de gozo y os haga también a vosotros mensajeros del Evangelio.

• Quien por la encarnación de su Hijo reconcilió lo humano y lo divino os conceda la paz a vosotros, amados de Dios, y un día os admita entre los miembros de la Iglesia del cielo.

• Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo † y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros y os acompañe siempre.

Despedida
Llevemos a todos la Buena Noticia: “Hoy os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor”. Podéis ir en paz.