Notas para fijarnos en el Evangelio

• Lucas no dice que Jesús recibe el bautismo de Juan; dice que “también fue bautizado” un día que “todo el pueblo se hacía bautizar” (21). En el fragmento que la liturgia omite (vv. 17-20) vemos que, de hecho, antes del bautismo de Jesús, Juan ha sido encerrado en la prisión (Lc 3,20).

• La situación de Juan en relación “al Mesías” (15) que “viene” (16) se expresa con la imagen de desatarle “las correas de las sandalias” (16), una de las tareas que debían hacer los esclavos cuando su amo volvía a casa. Juan, en relación a Jesús, “no es digno” ni de hacer esto que hacen los esclavos.

• Por otra parte, Jesús es el esclavo de todos, es quien sirve (Lc 22, 27). No está sometido a Juan en nada. Pero se pone por debajo de todos.

• Con Jesús empieza una cosa nueva. Con Juan Bautista acaba la Antigua Alianza y con Jesús empieza la Nueva y definitiva Alianza de Dios con su Pueblo: el Hijo de Dios vive la vida de su pueblo, totalmente inmerso: “todo el pueblo… Jesús también” (21).

• “El cielo se abre” (21): Dios entra en la historia humana. Es lo que pedía la liturgia de Adviento cuando con el profeta decíamos: “¡Oh, si rasgaras el cielo y bajaras!” (Is 63,19). Es lo que celebra la liturgia de Navidad: “Quien es la Palabra se ha hecho hombre y ha habitado entre nosotros” (Jn 1,14). Desde ahora ya no habrá separación entre el cielo y la tierra, entre Dios y la humanidad… entre nosotros tampoco, por lo tanto.

• “El Espíritu Santo bajó hacia él en forma visible” (22): con esta imagen Lc pretende expresar no una apariencia, no una cosa que viera alguien, sino la forma de bajar, “como una paloma” (22). Recuerda otras muchas páginas de la Biblia:

– Bajar para reponer: “El Espíritus del Señor se posará encima de él: espíritu de sabiduría y de entendimiento, espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de conocimiento y de reverencia por el Señor” (Is 11,2).

– Recuerda el primer relato de la Creación, cuando dice que el Espíritu de Dios estaba sobre las aguas (Gn 1,2) y que Dios dijo: “hacemos al hombre a imagen nuestra, parecida a nosotros” (Gn 1,26).

– También recuerda la paloma que llevaba en el pico una hoja de olivo indicando que las aguas del diluvio habían parado (Gn 8,6-12): era la firma de una nueva creación –siete días (Gn 8,12)–, la humanidad podía volver a empezar.

– Y, todavía, sobre la renovación de la creación: “cuando envías tu aliento, renace la creación y renuevas la vida sobre la tierra” (Sal 104 [103],30). Por el Espíritu, Dios nos re-crea, re-hace nuestra identidad según su plan de siempre (Gn 1,26).

• Las palabras que se oyen “desde el cielo” (22) tienen resonancias bíblicas: Ahora proclama el decreto del Señor. Él me ha dicho: «Tú eres mi hijo; hoy yo te he engendrado» (Sal 2,7); Aquí tenéis mi sirviente, que yo sostengo, mi elegido, en quien me he complacido. He puesto encima de él mi Espíritu porque traiga la justicia a las naciones (Is 42,1). Esta presentación de Jesús haciendo referencia al siervo sufriente (Is 42,1- 9; 49,1-6; 50,4-9; 52,13-53,12), lo sitúa como el Mesías que no vence por el poder sino por la entrega. A la vez, lo sitúa desde el comienzo como el servidor: “Porque, ¿quien es más importante, quien sienta a mesa o quien sirve? ¿No lo es quien sienta a mesa? Pues yo, en medio de vosotros, soy como quien sirve” (Lc 22,27).

• Hoy es ocasión para renovar nuestras promesas bautismales, nuestra militancia:

– Por el Bautismo–Confirmación fuimos unidos a Jesucristo, “el Hijo amado” (22).

– El Espíritus que recibimos nos dio la identidad de hijos amados de Dios, hermanos en la comunidad que es la Iglesia: Mi madre y mis hermanos son quienes escuchan la Palabra de Dios y la cumplen (Lc 8,21).

– Y recibimos el don del seguimiento con la misión de dar testimonio por la entrega y el servicio: “si alguien quiere venir conmigo, que se niegue a si mismo, que tome cada día su cruz y que me siga” (Lc 9,23); “el más importante entre vosotros ha de ocupar el lugar del más joven, y quien manda, el lugar de quien sirve” (Lc 22,26).

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