Hoy es lunes I de Tiempo Ordinario.
La lectura de hoy es del evangelio de Marcos (Mc 1, 14-20):
Después de que Juan fue entregado, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios; decía: «Se ha cumplido el tiempo y está cerca el reino de Dios. Convertíos y creed en el Evangelio». Pasando junto al mar de Galilea, vio a Simón y a Andrés, el hermano de Simón, echando las redes en el mar, pues eran pescadores. Jesús les dijo: «Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres». Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Un poco más adelante vio a Santiago, el de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca repasando las redes. A continuación los llamó, dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon en pos de él.
En el Evangelio de hoy escuchamos a Jesús que nos dice: ¨El tiempo se ha cumplido, el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia¨. A renglón seguido, se deja ver la respuesta inmediata y radical de los primeros discípulos que, dejándolo todo, siguen a Cristo. El primer llamado de Jesús, entonces, es a una profunda y radical metanoia, es decir, conversión. Jesús cuenta con que nosotros, a partir del encuentro con Él, cambiemos nuestra vida, transformemos nuestra biografía, y seamos hombres y mujeres que lo sigamos camino de la Buena Nueva, hombres y mujeres que lo ayudemos en la construcción del Reino que ya está cerca. A propósito de la conversión y el seguimiento de Cristo al que se nos llama, los primeros discípulos nos regalan hoy una clave esencial: dejarlo todo. Tanto en la vida de los primeros Apóstoles y discípulos como luego en la vida de los grandes Santos (pienso, entre otros, en Francisco de Asís, en Ignacio de Loyola), el encuentro con Jesús es, esencialmente, transformador.Nadie queda igual. Nadie sigue con su vida normal después de haberse encontrado con Cristo y haber comenzado, de su mano, un camino de conversión, un tiempo de metanoia. En este sentido, cito a Francisco de Asís y a Ignacio de Loyola porque, como Pedro y Andrés, como Santiago y Juan, supieron plasmar en hechos concretos y externos la conversión mas interior que estaban viviendo Los primero discípulos llamados por Cristo, dejan su antigua vida. Dejan las barcas, las redes, sus familias. Así demuestran con claros signos externos que la conversión interna, la conversión radical, la del corazón, va en serio. Así dan pruebas que en el seguimiento de Cristo están dispuestos a ir siempre más allá. El Santo de Asís, cuando entiende que es Cristo mismo quien lo llama al seguimiento y a la reconstrucción de la Iglesia, también se juega con un gesto externo. ¿Cómo no recordar aquel día en que se despojo de todo y entrego a su padre sus ropas y riquezas? Ignacio, por su parte, como signo de la conversión profunda que había vivido en su tiempo de reposo y oración en Loyola, parte en peregrinación a un santuario Mariano, a la Virgen de Monserrat. Y, delante de ella, hace ofrenda de su espada y su puñal, signos de su vida pasada.Así mismo, regala sus lujosas prendas a un pobre y se viste con un simple sayo de peregrino. De esta forma, también Ignacio muestra con signos externos que la conversión interna va en serio, que el seguimiento de Cristo será, de ahora en más, radical. El testimonio de estos Santos, sumado al Evangelio de hoy, donde contemplábamos a los primeros disípulos dejando todo por el Reino y convirtiendo su vida en seguimiento, nos interpela a nosotros, que estamos invitados a preguntarnos: ¿cómo va nuestra conversión?, ¿tenemos signos externos, palpables, concretos de que nuestra vida va en serio en la linea del Reino, en el camino del seguimiento? Pidamos esta gracia enorme, la gracia de reconocer el llamado de Cristo y ser capaces de dejarlo todo por Él. Que así sea.
P. Germán Lechini, SJ