Lectio Divina – Viernes I de Tiempo Ordinario

«Hijo, tus pecados te son perdonados»

1.-Oración Introductoria.

Señor, en este rato de oración quiero que me hagas comprender que nada de lo que tengo es mío. Todo es regalo tuyo:  la vida, la salud, el amor, la gracia. El hombre, todo hombre, no tiene donde reclinar la cabeza, es pura fragilidad. Pero Tú amas mi fragilidad. Enséñame a ser agradecido. En el día, deberían de faltarme horas para agradecerte los dones y favores que me haces. Yo sé que sin ti no puedo hacer nada. ¿Cómo me atrevo a recrearme en las obras de mis manos? ¿Por qué atribuirme algo que no me pertenece?  Hazme sencillo y humilde,

2.- Lectura sosegada del evangelio: Marcos 2, 1-12

Entró de nuevo en Cafarnaúm; al poco tiempo había corrido la voz de que estaba en casa. Se agolparon tantos que ni siquiera ante la puerta había ya sitio, y él les anunciaba la Palabra. Y le vienen a traer a un paralítico llevado entre cuatro. Al no poder presentárselo a causa de la multitud, abrieron el techo encima de donde él estaba y, a través de la abertura que hicieron, descolgaron la camilla donde yacía el paralítico. Viendo Jesús la fe de ellos, dice al paralítico: «Hijo, tus pecados te son perdonados». Estaban allí sentados algunos escribas que pensaban en sus corazones: «¿Por qué éste habla así? Está blasfemando. ¿Quién puede perdonar pecados, sino Dios sólo?» Pero, al instante, conociendo Jesús en su espíritu lo que ellos pensaban en su interior, les dice: «¿Por qué pensáis así en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: «Tus pecados te son perdonados», o decir: «Levántate, toma tu camilla y anda?» Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados – dice al paralítico -: «A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.»» Se levantó y, al instante, tomando la camilla, salió a la vista de todos, de modo que quedaban todos asombrados y glorificaban a Dios, diciendo: «Jamás vimos cosa parecida». 

3.- Qué dice el texto.

Meditación-reflexión.

Qué atrayente es la persona de Jesús. Impresionan las palabras del Evangelio: ¡Se juntaron tantos que ni aún junto a la puerta cabían! Por supuesto que fascinaba su figura, pero ante todo, “sus palabras”. Como diría Santa Teresa,  son “palabras heridoras”. Son como flechas de amor. Los milagros de Jesús son importantes no sólo por lo que son en sí, sino también por lo que “significan”. Detrás de cada milagro hay un “corazón compasivo” lleno de ternura. Lo más importante del milagro del paralítico no es la curación externa sino la interior. El milagro que es algo visible,  sirve para caer en la cuenta  del  milagro invisible que se ha realizado en el  corazón. Jesús no sólo cura la parálisis del cuerpo sino la interior, la parálisis del pecado,  raíz de todos los males. Por eso dirá San Agustín: “Son más importantes los milagros que no se ven”. Y sigue: “Para la Iglesia fue mucho más importante la conversión de Pablo que la resurrección de Lázaro”. A veces nos quejamos de que ahora no hay milagros. En el mundo de la ciencia, de la tecnología, tal vez no se vean cosas maravillosas, pero en el mundo de la gracia en el que nos movemos los cristianos, lo que sucede en el corazón de cada uno de nosotros, sólo Dios y nosotros lo sabemos.

Palabra del Papa 

Jesús podía decir: ‘Yo te perdono. ¡Vete!’, como le ha dicho a aquel paralítico que le habían bajado desde el techo: “¡Tus pecados te son perdonados!” Aquí dice: ‘¡Vete en paz!’ La misericordia va más allá y transforma la vida de una persona de tal manera que el pecado sea dejado de lado. Es como el cielo. Nosotros miramos al cielo, tantas estrellas, tantas estrellas; pero cuando llega el sol, por la mañana, con tanta luz, las estrellas no se ven. Y así es la misericordia de Dios: una gran luz de amor, de ternura. Dios no perdona con un decreto, sino con una caricia, acariciando nuestras heridas del pecado. Porque Él está involucrado en el perdón, está involucrado en nuestra salvación. Y así Jesús hace de confesor: no humilla, no dice ‘Qué has hecho, dime ¿Y cuándo lo has hecho? ¿Y cómo lo has hecho? ¿Y con quién lo has hecho?’ ¡No! ‘Vete, y de ahora en adelante ¡no peques más!’. Es grande la misericordia de Dios. ¡Nos perdona acariciándonos! (Cf. S.S. Francisco, 7 de abril de 2014, homilía en Santa Marta).

4.- Qué me dice hoy a mí este texto ya comentado. Silencio.

5.-Propósito. Con la mirada del corazón, estaré atento a tantas gracias que Dios me envía a lo largo de todo un día.

6.- Dios me ha hablado hoy a través de su Palabra. Ahora yo le respondo con mi oración.

Sólo Tú puedes devolver a nuestras vidas el estado de gracia. Sólo Tú curas nuestras heridas con el bálsamo de tu amor. ¡Qué afortunados somos, pues no tenemos que quitar tejas de los  tejados para encontrarnos contigo y  obtener tu perdón! Basta con que nosotros iniciemos el primer paso para encontrarnos con ese Padre maravilloso que  había madrugado más que nosotros y nos había tomado la delantera.

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Comentario – Viernes I de Tiempo Ordinario

Mc 2, 1-12

Entrando de nuevo en Cafarnaúm, se supo que estaba en casa, y se juntaron tantos que ni aun en el patio cabían.

Por más que Jesús se esfuerza en restablecer la calma y recomendar la discreción, la muchedumbre le acosa. No hay nada que hacer. Esto subraya toda la ambigüedad de la espera mesiánica. No olvidemos que de vez en cuando surgían iluminados que decían ser el Mesías esperado y que unían a algunos partidarios. Esto nos ayuda a comprender mejor el por qué Jesús no quería que se hablase de El antes de tiempo. Se hubiera buscado presentarle como un libertador temporal.

Contemplo a Jesús empujado, apretado, en una casa de Cafarnaúm.

Jesús les predicaba la palabra de Dios.

Esto era lo esencial, para Él. Incluso si las gentes iban a Él para ver «el milagro», «lo sensacional», «lo sorprendente»… Jesús permanece imperturbable en su papel, que es ante todo religioso: proclamar ¡la Palabra de Dios!

Vinieron y le trajeron a un paralítico que llevaban entre cuatro. No pudiendo presentárselo a causa de la muchedumbre, descubrieron el terrado por donde Él estaba, y hecha una abertura, descolgaron la camilla en que yacía el paralítico.

Los tres evangelistas, Marco, Mateo, Lucas relatan esta escena. Es de las que no se olvidan. Esto, por lo menos, pone de manifiesto, ¡que las gentes se empeñaban en acercarse a Jesús por cualquier medio! ¿Tengo yo este empeño y tenacidad? O bien, ¿lo abandono todo ante el primer obstáculo?

Viendo Jesús la fe de ellos, dijo: «Hijo, tus pecados te son perdonados.»

De nuevo, lo que es esencial para Jesús.

En lugar de dejarse llevar por el papel del Mesías taumaturgo, del ‘ Mesías-milagrero», Jesús valora la Fe y realiza una obra mesiánica completamente interna: perdona. ¿Qué pido yo, en primer lugar a Cristo? ¿A la Iglesia? Quiero contemplar lo que pasa en el corazón de Jesús: —Ve la Fe… admira a esos hombres que se han afanado tanto. Jesús, un hombre que sabe maravillarse, un hombre que descubre lo esencial en un alma, más allá de las apariencias ambiguas. Iban a Él en busca de una curación material y Jesús, en el corazón de esos hombres contempla su Fe.

—Perdona… es bueno. Jesús es este Dios que ve el pecado, pero que no condena, podría decirse que no juzga… pero que perdona.

Nos encontramos tan sólo en el segundo capítulo de la «Buena nueva», según san Marcos, pero todo lo esencial ha sido dicho ya.

Estaban allí algunos escribas que pensaban entre sí: ¿Cómo habla así, éste? Blasfema. ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?

Es la Pasión que se está perfilando desde el comienzo del evangelio: Jesús será condenado por esos mismos escribas, especialistas de la religión, y por la misma razón de «blasfemo» (Marcos, 14, 64). A Jesús le rodean los adversarios desde el principio: el contexto de su vida cotidiana será dramática, cada día. Una razón de más para mostrarse lo más discreto posible.

Para que sepáis que el «Hijo del hombre» tiene poder en la tierra para perdonar los pecados, Yo te lo ordeno: Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.

Es la primera vez que Marcos utiliza ese título de «Hijo del hombre». Jesús usará a menudo esta expresión, sacada de Daniel (7, 13-14).

Noel Quesson
Evangelios 1

Misa del domingo

El episodio relatado en el pasaje del evangelio de este Domingo se sitúa al inicio de la actividad pública del Señor. Se inicia así el llamado “tiempo ordinario”, en el que Domingo a Domingo se va avanzando ordenadamente (de allí el término “ordinario”) en la lectura del Evangelio con el fin de proponer a la meditación de los fieles las enseñanzas y obras del Señor Jesús desde el inicio hasta el final de su vida pública. Aunque este año se leerá el Evangelio según San Lucas, el pasaje de este Domingo esta tomado del Evangelio de San Juan, único que narra el episodio de las bodas de Caná.

El Bautismo del Señor marca el inicio de su ministerio público. Al ser bautizado por Juan en el Jordán el Espíritu Santo desciende sobre Jesús en forma de paloma y se oye la voz del Padre presentándolo ante el pueblo de Israel como “el Hijo predilecto”, a quien hay que escuchar (ver Mt 3, 13-17). «Es la manifestación (“Epifanía”) de Jesús como Mesías de Israel e Hijo de Dios» (Catecismo de la Iglesia Católica, 535).

Al día siguiente, cuenta Juan en su Evangelio, el Señor atrae a sus primeros discípulos cuando el Bautista lo señala como «el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo» (Jn 1, 29). Andrés y probablemente el mismo Juan, hasta entonces discípulos del Bautista, son los primeros en seguirlo. Luego se unen al grupo Simón Pedro, Felipe y Natanael, con quienes el Señor se dirige a Caná de Galilea, distante aproximadamente unos 110 km de la parte baja del Jordán, donde se encontraba predicando y bautizando Juan.

En Caná el Señor y sus primeros discípulos asisten a una boda. Observa el evangelista que «estaba allí la madre de Jesús». Es por intercesión suya que el Señor obrará allí su primer milagro o “signo”, como llama San Juan a los milagros obrados por el Señor. La conclusión del Evangelista es muy importante: «Así, en Caná de Galilea Jesús comenzó sus signos, manifestó su gloria, y creció la fe de sus discípulos en Él».

Las bodas en Israel y en Oriente se iniciaban al oscurecer el día. Se conducía a la novia a la casa del esposo, acompañada de un cortejo de jóvenes doncellas, familiares y amigos. A ellos se sumarían seguramente los vecinos de los villorrios, pudiendo la fiesta prolongarse hasta por una semana. No todos los invitados estaban presentes desde el inicio, iban llegando con el paso de los días, desfilando por la casa y gozando de la hospitalidad y alegría de los nuevos esposos y sus familias.

El vino en la boda era un elemento esencial. “Donde no hay vino, no hay alegría”, refiere el Talmud. En la Escritura la felicidad prometida por Dios se expresaba no pocas veces bajo la forma de la abundancia de vino. El vino era signo de prosperidad debido a las bendiciones de Dios. Por tanto, podía tomarse como un mal signo el que en la celebración de una boda llegase a faltar el vino.

Esto es lo que sucede en la celebración de la boda que se llevaba a cabo en Caná: el vino se ha acabado. María, atenta, se percata de esta ausencia y pronta acude a quien sabe que puede remediar tal situación. «No les queda vino», le dice a su Hijo, insinuándole a que haga un milagro. La respuesta de Jesús puede parecer hostil, y puede tomarse como un rechazo: «Mujer, déjame, todavía no ha llegado mi hora». María, en cambio, sabe comprender lo que nosotros no y le dice a los sirvientes: «hagan lo que Él les diga». Entonces, por intercesión de María y por la obediencia y cooperación de algunos siervos, el Señor realiza su primer milagro: la transformación del agua en vino.

La cantidad de vino producido por aquel milagro es más que abundante. Una tinaja de piedra contenía entre 80 y 120 litros. Siendo seis las tinajas que le trajeron, sumaban unos 600 litros en total. ¿Por qué tanto vino, y mejor al anterior? El vino superior y abundante quería ser una señal de la sobreabundancia de las bendiciones divinas que Dios ofrece a su pueblo en el tiempo mesiánico inaugurado ya por su Hijo.

Esta sobreabundancia está íntimamente vinculada a “la hora de Jesús”, que según el Evangelio de Juan, es la hora de su pasión y glorificación en la Cruz (ver Jn 12, 23; 13, 1; Catecismo de la Iglesia Católica, 730), la hora en que llevará a término la obra de la reconciliación de la humanidad. Ese es precisamente el segundo momento en que aparece nuevamente, en el Evangelio de Juan, la Madre de Jesús: «Junto a la Cruz de Jesús estaba su madre» (Jn 19, 25). La respuesta del Señor a su Madre, «todavía no ha llegado mi hora», permite intuir que Él quiso darle al episodio de Caná un significado simbólico de lo que realizaría al llegar “su hora”: en la transformación del agua en vino anuncia el paso de la antigua Alianza a la Nueva. En Caná el agua de las tinajas, destinada a la purificación de los judíos y al cumplimiento de las prescripciones legales (ver Mc 7, 1-15), se transforma en el vino nuevo del banquete nupcial, símbolo de la unión definitiva entre Dios y la humanidad.

LUCES PARA LA VIDA CRISTIANA

Santa María, que percibe la falta de vino en una boda en Caná, ve también lo que nos hace falta en nuestras vidas, sabe de las virtudes que necesitamos para asemejarnos cada vez más a su Hijo, el Señor Jesús: más fe, más caridad, más esperanza, más paciencia, más alegría, más pureza, más humildad. Ayer como hoy, Ella intercede también ante su Hijo para que transforme el agua de nuestra insuficiencia o mediocridad en el “vino nuevo” de una vida santa, plena de caridad, rebosante de alegría.

Al aspirar a conformarnos con el Señor Jesús, el Hijo de Santa María, hemos de tener muy presente que sólo Él puede ayudarnos a cambiar nuestros vicios por virtudes. Así como Jesús transformó el agua en vino, Él puede también transformar nuestros corazones endurecidos por nuestros pecados y opciones contra Dios en corazones “de carne”, capaces de amar como Él nos ha amado (ver Ez 36, 26-27).

Para que se dé esta transformación interior en nuestras vidas Santa María intercede incesantemente por cada uno de nosotros, sus hijos e hijas, ante el Señor, al tiempo que nos urge a nosotros: «¡hagan lo que Él les diga!» (Jn 2, 5). Si bien el Señor realiza el milagro de la transformación del agua en vino gracias a la intercesión de su Madre, lo hace también en la medida en que los siervos cooperan haciendo lo que Él les indica, obedeciendo a su palabra. Del mismo modo, el Señor obrará nuestra conversión y santificación sólo en la medida en que prestemos nuestra decidida cooperación desde el recto ejercicio de nuestra propia libertad. Si cooperamos con el Señor cada día, obedeciéndole, procurando poner por obra lo que Él nos dice, Él realizará en nosotros por el don de su Espíritu el milagro de nuestra progresiva santificación, hasta que podamos también nosotros afirmar como el Apóstol Pablo: «vivo yo, más no yo, sino que es Cristo quien vive en mí» (Gál 2, 20).

¿Pero cómo me habla el Señor, de modo que pueda “hacer lo que Él me diga”, cada vez que descubra que me “falta el vino” de alguna virtud? Cuando te falte fe, escucha al Señor que te dice: «No se turbe tu corazón. Crees en Dios: cree también en mí» (Jn 14, 1); si te falta la esperanza y resistencia en las tribulaciones, Él te dice: «¡ánimo!: yo he vencido al mundo» (Jn 16, 33); si te falta caridad: «ámense los unos a los otros como yo los he amado» (Jn 15,12); si te falta la humildad, y pretendes dar frutos de santidad por ti mismo, Él te dice: «El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no pueden hacer nada» (Jn 15, 5); si te falta paciencia: «aprende de mí que soy manso y humilde de corazón»; si te falta capacidad de perdón y consientes resentimientos, rencores, deseos de venganza, Él te dice: perdona «hasta setenta veces siete» (Mt 18, 22); si te falta generosidad, te dice: «A todo el que te pida, da» (Lc 6, 30); si te falta la perseverancia en la oración, Él te dice: «es preciso orar siempre sin desfallecer» (Lc 18, 1). Ante todo lo que nos hace falta, acudamos al Señor y escuchemos reverentes aquellas enseñanzas a las que María nos invita a adherirnos de mente, corazón y acción: «¡hagan lo que Él les diga!»

Hagamos lo que Él nos dice

Señor, si consiguiéramos vivir
haciendo siempre lo que tú nos propones,
nuestra vida sería una fiesta,
el cansancio y la rutina
desaparecerían de nuestra historia
y sabríamos volcarnos del todo
en el momento presente,
viviendo el aquí y el ahora,
con toda intensidad
y total dedicación,
dejando el pasado en tus manos
y el futuro abandonado en ti.

Ayúdanos a vivir casa momento,
entregándonos del todo,
sin escatimar una atención,
una caricia,
un estímulo,
una palabra amable,
el descubrimiento de lo mejor del otro.

Ayúdanos a disfrutar,
a vivir con pasión,
a gozar con intensidad,
a comunicarnos con sinceridad,
a relacionarnos con complementariedad,
a saborear la variedad,
a enriquecernos con nuestras diferencias,
a descansar en ti
y a sabernos facilitar la vida unos a otros.

Queremos ir a ti cansados y agobiados,
recordar que cada día trae su afán,
que los pajarillos no se preocupan
y nuestro Padre les da su alimento diario,
que las flores del campo no van de compras
y Dios las viste como el mejor modisto,
que ni un pelo de nuestra cabeza
se cae sin tu permiso.

Mari Patxi Ayerra

Comentario al evangelio – Viernes I de Tiempo Ordinario

Ya lo dijo el apóstol: “todo es gracia”. Lo más importante se nos da gratuitamente. La vida misma, las personas, los acontecimientos, la fe… Todo es recibido. Pero como al que se le da no es una piedra ni una inteligencia artificial, sino un ser humano con capacidad de respuesta libre, todo es –a la vez- tarea.

Esa es la dinámica creyente: recibir vida para entregarla. Recibir a las personas para crear fraternidad. Recibir los acontecimientos para ir haciendo con ellos camino. Recibir la fe para vivirla y comunicarla. Lo que hemos recibido quiere hacerse en nosotros respuesta. En esto no hay rebajas.

En el evangelio, el ponerse en pie y el perdón están ahí esperando, gratuitos. Pero el paralítico debe ponerse a tiro. Otros le ayudan y le llevan ante Jesús. Una bonita escena sobre la gracia y la tarea.

Entiendo que ésta sería la invitación de la Palabra de hoy: abre los ojos. Mira todo lo bueno que hay creado para ti. Te está esperando. Sólo falta que te pongas en camino. Que te pongas a tiro. De Dios y de los demás. Que respondas a lo recibido. Porque si todo fuera tarea, la vida sería como una dura escalada sin llegar a ninguna cumbre. Pero si todo fuera gracia que no pidiera respuesta, Dios nos habría creado inútiles.

Todo es gracia-para-corresponder. Ahí está la gracia. ¿Te convence?

Ciudad Redonda

Liturgia – Viernes I de Tiempo Ordinario

VIERNES DE LA I SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO, feria

Misa de la feria (verde)

Misal: cualquier formulario permitido. Prefacio común.

Leccionario: Vol. III-par

  • 1Sam 8, 4-7. 10-22a. Os quejaréis a causa del rey, pero el Señor no os responderá.
  • Sal 88. Cantaré eternamente tus misericordias, Señor.
  • Mc 2, 1-12. El Hijo del hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados.

Antífona de entrada             Cf. Sal 77, 23-25
El Señor abrió las compuertas del cielo; hizo llover sobre ellos maná, les dio un pan del cielo; y el hombre comió pan de ángeles.

Monición de entrada y acto penitencial
Hemos comenzamos un nuevo año con sus esperanzas y temores, sus proyectos y preocupaciones, con sus interrogantes e incógnitas. Pongámonos en manos de Dios y, con confianza de hijos, dejémonos llevar por la providencia del Padre, que nos ama y quiere siempre nuestro bien.

• Tú, que eres nuestro escudo. Señor, ten piedad.
• Tú, que perdonas nuestros pecados. Cristo, ten piedad.
• Tú, que eres la vida en plenitud. Señor, ten piedad.

Oración colecta
TEN misericordia de tu pueblo, Señor,
y perdónale todos sus pecados,
para que tu misericordia perdone
lo que nos merecieran nuestras ofensas.
Por nuestro Señor Jesucristo.

Oración de los fieles
Nos hemos reunido aquí, hermanos, para conmemorar el misterio de nuestra redención; rogamos, por lo tanto, a Dios todopoderoso, para que todo el mundo se llene de bendiciones y de vida.

1.- Por todos los consagrados a Dios, para que con su ayuda puedan cumplir fielmente su propósito. Roguemos al Señor.

2.- Por la paz de los pueblos, para que, sin ninguna perturbación, puedan servirle en libertad de espíritu. Roguemos al Señor.

3.- Por los ancianos que viven en soledad o enfermedad, para que sean confortados por nuestra fraternal caridad. Roguemos al Señor.

4.- Por nosotros, aquí congregados, para que sepamos usar de tal modo los bienes presentes, con los que Dios no deja de favorecernos, que merezcamos alcanzar los eternos. Roguemos al Señor.

Sé propicio, Señor, con tu pueblo suplicante, para que reciba con prontitud lo que te pide bajo tu inspiración. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
AL celebrar el memorial de nuestra salvación,
suplicamos, Señor, tu clemencia,
para que este sacramento de piedad sea para nosotros
signo de unidad y vínculo de caridad.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona de comunión          Cf. Jn 6, 51-52
Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo, dice el Señor; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.

Oración después de la comunión
CONCÉDENOS, Dios misericordioso
a quienes, por este sacrificio,
hemos recibido el perdón de nuestros pecados,
que con tu gracia podamos evitarlos de ahora en adelante
y servirte con sincero corazón.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Meditación – Viernes I de Tiempo Ordinario

Hoy es viernes I de Tiempo Ordinario.

La lectura de hoy es del evangelio de Marcos (Mc 2, 1-12):

Cuando a los pocos días entró Jesús en Cafarnaún, se supo que estaba en casa. Acudieron tantos que no quedaba sitio ni a la puerta. Y les proponía la palabra. Y vinieron trayéndole un paralítico llevado entre cuatro y, como no podían presentárselo por el gentío, levantaron la techumbre encima de donde él estaba, abrieron un boquete y descolgaron la camilla donde yacía el paralítico. Viendo Jesús la fe que tenían, le dice al paralítico: «Hijo, tus pecados te son perdonados». Unos escribas, que estaban allí sentados, pensaban para sus adentros: «¿Por qué habla éste así? Blasfema. ¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo uno, Dios?». Jesús se dio cuenta enseguida de lo que pensaban y les dijo: «¿Por qué pensáis eso? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: “Tus pecados te son perdonados” o decir: “Levántate, coge la camilla y echa a andar”? Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados -dice al paralítico-: “Te digo: levántate, coge tu camilla y vete a tu casa”». Se levantó, cogió inmediatamente la camilla y salió a la vista de todos. Se quedaron atónitos y daban gloria a Dios, diciendo: «Nunca hemos visto una cosa igual». 

¡Qué bien nos viene el Evangelio de hoy para rezar durante estas vacaciones! Les invito, a la luz de la Palabra de Dios a dar gracias por lo vivido y proyectar con ánimo el año que estamos comenzando. Lo haremos meditando los tres elementos centrales de la lectura de hoy.

  1. Jesús perdona los pecados.
  2. Jesús sana las parálisis.
  3. Jesús nos envía a casa.

Lo primero, entonces, es que Jesús “perdona pecados” y tiene, por tanto, el poder de ayudarnos a dar vuelta las páginas más oscuras de nuestro pasado. Muchas veces nuestras mayores parálisis tienen relación directa con esto de no haber dado vuelta la página de nuestro pecado, con no habernos dejado misericordiar por Dios. Una imagen es más que elocuente en este sentido. En el capítulo 19 del Génesis, se cuenta cómo la mujer de Lot, invitada junto como su esposo y Abraham a salir de Sodomo y Gomorra (lugar de pecado), miró hacia atrás y se convirtió en una estatua. Notable la escena bíblica, porque acierta con una gran verdad: cuando nos pasamos mirando nuestro pecado, cuando una y otra vez volvemos la vista atrás, sin dejarnos misericordiar, acabamos convertidos en estatuas, esto es, acabamos paralizados, petrificados, sin poder avanzar. Cristo, en este tiempo de comienzo de año, con su perdón, con su misericordia, viene entonces a llamarnos a mirar hacia adelante, viene entonces a regalarnos un tiempo nuevo, viene entonces a librarnos de la parálisis que supone quedarnos mirando siempre hacia atrás, siempre hacia el pecado del pasado. La segunda Buena Nueva del Evangelio de hoy, que va justamente en la línea de lo que venimos diciendo, es que Jesús no sólo perdona pecados sino que también sana parálisis. Les invito, entonces, a poner delante del Señor todas aquellas parálisis que llevamos arrastrando por años en nuestras vidas, todas aquellas cosas que nos hemos convencido que no podemos, todas aquellas situaciones en las que nos sentimos petrificados y estáticos. Pidamos la Gracia de que este año nos encuentre sacudiéndonos de nuestras viejas ataduras, saliendo de nuestros esclavizadores “no puedo”. Como el Ángel le recordó a María en la Anunciación, para Dios “nada hay imposible”, pues bien, al despuntar este 2015, Cristo renueva esa apuesta y nos invita a salirnos de nuestras parálisis, a encarar incluso esas situaciones donde creemos que ya nada puede cambiar… Porque, repito: “para Dios nada hay imposible”. Finalmente, el Evangelio de hoy nos desafía, nos lanza en Misión, nos recuerda que una vez perdonados y sanados, se trata entonces de “levantarnos y tomar nuestra camilla” para ir con ella a ser “camilleros de nuestros hermanos”. Cuando Jesús invita al paralítico de hoy a que se lleve con él su camilla, lo que está haciendo realmente es comenzar con este hombre lo que podríamos una “cadena de favores”. Cristo le recuerda al paralítico, con este gesto, que su curación fue posible porque otros se hicieron cargo de él, de su camilla y de su parálisis; pues bien, ahora su Misión será ir y hacer con otros paralíticos lo mismo. También nosotros somos llamados por Dios hoy a sumarnos a esta “cadena de favores”, también nosotros que hemos sido sanados tantas veces estamos invitados a sanar a nuestros hermanos. También nosotros tantas veces perdonados, estamos ahora llamados a ir por el mundo misericordiando a quienes nos rodean. La camilla, entonces, recordará al paralítico que su Misión es ahora sanar y perdonar a otros; quiera Dios que tampoco nosotros olvidemos que hemos sido sanados y perdonados por Dios, por ese Dios que ahora nos invita a vivir en consecuencia, sanando y perdonando a nuestros hermanos. ¡Que así sea!

P. Germán Lechini SJ

Martirologio 14 de enero

ELOGIOS DEL 14 DE ENERO

 

Conmemoración de san Potito, mártir, que, después de padecer tormentos en la ciudad de Sárdica, en la antigua provincia romana de Dacia, hoy Bulgaria, alcanzó finalmente el martirio al ser ejecutado por la espada. (s. inc.)

2. En Antioquía de Siria, en la actual Turquía, san Glicerio, diácono y mártir. (s. inc.)

3. En la ciudad de Nola, en la región italiana de Campania, san Félix, presbítero, el cual, según cuenta san Paulino, mientras arreciaba la persecución fue encarcelado y sometido a crueles tormentos. Restablecida la paz, pudo reintegrarse a los suyos y vivió en la pobreza, hasta una venerable ancianidad, como invicto confesor de la fe. (s. III/IV)

4. Conmemoración de lossantos monjesque en Raití y en el monte Sinaí, lugares del actual Egipto, fueron martirizados por su fe en Cristo. (c. s. IV)

5. En la región de los Iberos, hoy Georgia, al otro lado del mar Negro,santa Nino, quien, siendo cristiana, fue llevada a aquel país, donde por su vida santa suscitó la reverencia y admiración de todos, hasta el punto de abrazar la fe cristiana la misma reina, cuyo hijo fue curado con sus oraciones, y también el rey y todo el pueblo. (s. IV)

6*. En la región de Gévaudan, actual Francia, san Fermín, obispo. (s. V)

7*. En Clermont-Ferrand, en Aquitania, también en la Francia actual, san Eufrasio, obispo, cuya hospitalidad alaba san Gregorio de Tours. (515/516)

8. En Milán, en la región italiana de Liguria, sepultura de san Dacio, obispo, que en la controversia de los Tres Capítulosdefendió los criterios del papa Vigil, a quien acompañó a Constantinopla, donde murió. (552)

9*. En la ciudad de Écija, en la provincia romana de Bética, actualmente en la región española de Andalucía, san Fulgencio, obispo, hermano de los santos Leandro, Isidoro y Florentina. Su hermano Isidoro le dedicó su tratado De los oficios eclesiásticos. (c. 632)

10*. En Tagliacozzio, en la región italiana de los Abruzos, beato Odón de Novara, presbítero de la Orden de Cartujos. (c. 1200)

11*. En la ciudad de Udine, en la región hoy italiana de Venecia, beato Odorico Mattiuzzi de Pordenone, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores, que viajó por las regiones de los tártaros, de los indios y de los chinos hasta la principal ciudad de China llamada Kambalik. En todas esas regiones convirtió a muchos a la fe de Cristo con su predicación del Evangelio. (1331)

12*. En Batavia, lugar de Surinam, beato Pedro Donders, presbítero de la Congregación del Santísimo Redentor, que se entregó con caridad desbordante a atender tanto a los cuerpos como a las almas de los leprosos. (1887)

– Beata Alfonsa Clerici (1860- Vercelli, Italia 1930). Virgen, religiosa de la Congregación de las Hermanas de la Preciosísima Sangre de Monza, que desarrolló su apostolado como maestra de jóvenes.