Alegría

“La alegría es señal inequívoca de que la vida triunfa”, escribía el filósofo Henri Bergson. Y no parece casual que el “primer signo” que el evangelio de Juan atribuye a Jesús tenga que ver justamente con esa actitud vital.

La alegría es el primer fruto natural de la vida que no ha sido bloqueada, porque es una con ella. Sin negar nuestra vulnerabilidad, que explica los altibajos emocionales y condicionamientos de todo tipo con los que nos vemos obligados a lidiar en nuestra existencia cotidiana, la alegría se sitúa en un “lugar” que se halla siempre a salvo. Porque es una realidad transpersonal.

Ello significa que no se trata de “algo” que podemos (o no) tener; no es una “cualidad” que hayamos de conquistar. Es lo que somos en nuestra identidad profunda. Y podemos experimentarla como un anhelo que busca fluir a través de nuestra persona.

Puede ocurrir, sin embargo, que nos vivamos desconectados de ella, debido a dos factores que se alimentan mutuamente. Por un lado, hemos podido crecer con carencias o dolencias de todo tipo -físicas, económicas, psicológicas, relacionales…- que siguen pesándonos y, en mayor o menor medida, nos mantienen atrapados en la tristeza, la decepción, la angustia, el enfado, el resentimiento o incluso la apatía. Por otro, en relación con lo vivido, nuestra mente ha podido generar un modo de funcionar alejado de la vida y de la verdad de lo que somos, dando lugar a patrones de pensamiento erróneos y a creencias irracionales que, en última instancia, son la fuente de nuestra desdicha.

Redescubrir la alegría que somos y reconectar con ella requiere un trabajo de “limpieza” o “higiene mental”, que no consiste únicamente en modificar unas creencias (irracionales) por otras (más ajustadas), sino en tomar distancia de la mente porque aprendemos a vivir en “otro lugar”: en la atención. en el no-pensamiento (el «no-saber», del que han hablado siempre los sabios), en el no-juicio, en el silencio de la mente…, en el Testigo.

Así como la mente es el lugar del razonamiento y necesitamos utilizarla para desenvolvernos adecuadamente en nuestra vida cotidiana, el Testigo es el lugar de la Comprensión que, más allá de los recurrentes y cansinos mensajes mentales, nos permite entrar en contacto y vivir en conexión con lo que realmente somos. Con lo cual, venimos a descubrir que el camino para descubrir y vivir nuestra verdad pasa por el silencio de la mente.

Cuando la mente se silencia, fluye la alegría, de la misma manera que fluye la gratitud. Es por esto que, tal como reza el dicho, no necesitas nada para ser feliz; en cambio, necesitas algo para estar triste.

¿Qué me da resultado para conectar con la alegría?

Enrique Martínez Lozano

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El poder de la transformación

El evangelio de este domingo nos regala un texto extremadamente simbólico, muy propio de Juan; un episodio considerado como bisagra que permite un giro entre la introducción del Evangelio y el ministerio público de Jesús. No es muy justo hacer responsable al Evangelio de la historicidad de los acontecimientos, pero sí de lo esencial de su mensaje, más allá de los elementos periféricos que nos pueden enredar en inútiles reflexiones. Este pasaje podría considerarse como una reseña de la gran obra del cristianismo según la perspectiva de Juan.

La escena comienza en Caná, una ciudad pequeña, de gente humilde y agobiada por impuestos. Estamos en la segunda fase de una boda cuando ya la mujer se va a vivir a casa del novio. Solían durar mucho tiempo, tal vez una semana. El detonante de esta historia es que les falta vino, por lo visto muy habitual en estas fiestas y que, en este caso, adquiere una importancia capital. Que se acabara el vino era una prueba de vergüenza y de situación precaria. En cualquier caso, nos encontramos ante un texto que revela un gran poder de transformación en diferentes planos.

El primer plano: del rol a la identidad; Podemos ver claramente el protagonismo que adquiere María en esta historia. María, la madre de Jesús, en un primer momento, aparece separada del grupo de Jesús y sus discípulos. A ella se hace referencia primero, lo que nos puede llevar a suponer que el texto tiene una clara intención inclusiva y de integración de la mujer en el movimiento de Jesús. De hecho, termina el pasaje dejando claro que se fueron todos juntos a Cafarnaúm. Ha llegado, por tanto, el signo de la unidad, todos incluidos y anclados en el nuevo tiempo de Dios.

Es María-mujer la primera que toma la palabra en la escena. No usa su palabra para juzgar, para condenar, para explicar nada. María ejerce su liderazgo personal de una manera libre, con firmeza y proactivamente: “No tienen vino”. Se limita a hacerse cargo de una situación a través de una nueva mirada, una mirada integradora, más desarrollada en lo femenino, nada egocéntrica, vislumbrando una realidad de carencia para conducirla a la plenitud-ABUNDANCIA. La confianza en su hijo, creer en su capacidad de transformación, en su talento, en su potencial, hace que la situación cambie por completo.

Jesús se dirige a su madre denominándola como “mujer”, igual que en el momento de la cruz. Sin duda, María no es reconocida por su rol sino por su identidad…¡¡cuánto hay que aprender de esta escena!! …y su rol queda redefinido, “transformado” no ya por la maternidad biológica sino por su función profética, histórica, social, al servicio de un nuevo modo de existir. María empuja hacia la transformación desde una osadía extraordinaria, empoderada y consciente de su papel en la historia; arraigada en la historia humana introduce los nuevos tiempos y una nueva visión de la humanidad.

El segundo plano: de la carencia a la abundancia; sería el milagro de Jesús en sí mismo como signo de transformación. Supone una ruptura clara del movimiento de Jesus con respecto al judaísmo; un judaísmo en decadencia y radicalizado hasta el extremo. Vuelve la fuerza de la palabra de María para contribuir a esta transformación que cambia el curso de la historia: “haced lo que él os diga”. Las 6 tinajas eran un símbolo del carácter judío de la población de Galilea. Puesta ya la confianza en Jesús, nos introduce a todos los oyentes en la nueva ruta del cristianismo como una nueva forma de vivir en la que la “abundancia” no es solo un sentimiento sino una manera de situarnos ante la vida.

Vivir anclados en la carencia, en lo que nos falta, en lo que no somos, nos convierte en personas frustradas, ansiosas por completar lo que no tenemos o no creemos ser; nos lleva a colocar la referencia en otras realidades-personas para compensar ese vacío existencial. María nos vincula a Jesús para que avancemos desde lo que realmente somos en nuestro plano más profundo. En realidad, el verdadero milagro no es tanto transformar nada sino conectarnos a nuestra verdadera naturaleza donde todo es abundancia y plenitud.

El tercer plano: del tiempo humano al tiempo de Dios. Ya aparece en las primeras palabras del texto al situar este pasaje al “tercer día”. Sabemos que esta expresión bíblica es un signo pascual, es decir, nos ubica en el tiempo de la trascendencia de la historia. Cuando Jesús entiende que ha llegado su “hora” nos introduce en el tiempo de Dios fluyendo la auténtica vida simbolizada en el mejor vino que se podría tener. Ahora es la abundancia, la plenitud, la alegría de encontrar el verdadero sentido y significado de la vida, lo que se convierte en signo de nuestro vínculo con la Divinidad; la conexión entre el Cielo y la Tierra sincroniza la humanidad y la Divinidad generando un derroche de Amor que justifica el valor de lo que somos.

Ser conscientes de nuestra dignidad y conectar con la dignidad de todos los seres humanos tiene unas tremendas consecuencias éticas que serían la verdadera transformación de nuestro planeta: la consecuencia de leer la realidad personal, social, eclesial, con anchura, sin egos, con altura, sin sesgos, con hondura, sin ligerezas; la consecuencia de hacer posible, de una vez, que las mujeres dejemos de ser las “mujeres de” para ser “mujeres con” en conexión con el liderazgo de María; la consecuencia de aprender a mirar, por dentro y por fuera, desde la posibilidad, la abundancia, y no desde los límites y los vértices de la vida.

FELIZ DOMINGO

Rosario Ramos

II Vísperas – Domingo II de Tiempo Ordinario

II VÍSPERAS

DOMINGO II TIEMPO ORDINARIO

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Nos dijeron de noche
que estabas muerto,
y la fe estuvo en vela
junto a tu cuerpo

La noche entera
la pasamos queriendo
mover la piedra.

Con la vuelta del sol,
volverá a ver la tierra
la gloria del Señor.

No supieron contarlo
los centinelas:
nadie supo la hora
ni la manera.

Antes del día.
se cubrieron de gloria
tus cinco heridas.

Con la vuelta del sol,
volverá a ver la tierra
la gloria del Señor.

Si los cinco sentidos
buscan el sueño,
que la fe tenga el suyo
vivo y despierto.

La fe velando,
para verte de noche
resucitando.

Con la vuelta del sol,
volverá a ver la tierra
la gloria del Señor.

SALMO 109: EL MESÍAS, REY Y SACERDOTE

Ant. Cristo, sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec. Aleluya.

Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies.»
Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.

«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora.»

El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec.»

El Señor a tu derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.
En su camino beberá del torrente,
por eso levantará la cabeza.

Señor, mis ojos están vueltos a ti,
en ti me refugio, no me dejes indefenso;
guárdame del lazo que me han tendido,
de la trampa de los malhechores.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Cristo, sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec. Aleluya.

SALMO 113B: HIMNO AL DIOS VERDADERO

Ant. Nuestro Dios está en el cielo, y lo que quiere lo hace. Aleluya.

No a nosotros, Señor, no a nosotros,
sino a tu nombre da la gloria,
por tu bondad, por tu lealtad.
¿Por qué han de decir las naciones:
«Dónde está su Dios»?

Nuestro Dios está en el cielo,
lo que quiere lo hace.
Sus ídolos, en cambio, son plata y otro,
hechura de manos humanas:

Tienen boca, y no hablan;
tienen ojos, y no ven;
tienen orejas, y no oyen;
tienen nariz, y no huelen;

Tienen manos, y no tocan;
tienen pies, y no andan;
no tiene voz su garganta:
que sean igual los que los hacen,
cuantos confían en ellos.

Israel confía en el Señor:
él es su auxilio y su escudo.
La casa de Aarón confía en el Señor:
él es su auxilio y su escudo.
Los fieles del Señor confían en el Señor:
él es su auxilio y su escudo.

Que el Señor se acuerde de nosotros y nos bendiga,
bendiga a la casa de Israel,
bendita a la casa de Aarón;
bendiga a los fieles del Señor,
pequeños y grandes.

Que el Señor os acreciente,
a vosotros y a vuestros hijos;
benditos seáis del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.
El cielo pertenece al Señor,
la tierra se la ha dado a los hombres.

Los muertos ya no alaban al Señor,
ni los que bajan al silencio.
Nosotros, sí, bendeciremos al Señor
ahora y por siempre.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Nuestro Dios está en el cielo, y lo que quiere lo hace. Aleluya.

CÁNTICO del APOCALIPSIS: LAS BODAS DEL CORDERO

Ant. Alabad al Señor, sus siervos todos, pequeños y grandes. Aleluya.

Aleluya.
La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios,
porque sus juicios son verdaderos y justos.
Aleluya.

Aleluya.
Alabad al Señor, sus siervos todos,
los que le teméis, pequeños y grandes.
Aleluya.

Aleluya.
Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo,
alegrémonos y gocemos y démosle gracias
Aleluya.

Aleluya.
Llegó la boda del Cordero,
Su esposa se ha embellecido.
Aleluya.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Alabad al Señor, sus siervos todos, pequeños y grandes. Aleluya.

LECTURA: 2Ts 2, 13-14

Debemos dar continuas gracias a Dios por vosotros, hermanos amados por el Señor, porque Dios os escogió como primicias para salvaros, consagrándoos con el Espíritu y dándoos fe en la verdad. Por eso os llamó por medio del Evangelio que predicamos, para que sea vuestra la gloria de nuestro Señor Jesucristo.

RESPONSORIO BREVE

R/ Nuestro Señor es grande y poderoso.
V/ Nuestro Señor es grande y poderoso.

R/ Su sabiduría no tiene medida.
V/ Es grande y poderoso.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Nuestro Señor es grande y poderoso.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. En Caná de Galilea, Jesús comenzó sus signos, manifestó su gloria, y creció la fe de sus discípulos en él.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. En Caná de Galilea, Jesús comenzó sus signos, manifestó su gloria, y creció la fe de sus discípulos en él.

PRECES

Demos gloria y honra a Cristo, que puede salvar definitivamente a los que, por medio de él, se acercan a Dios, porque vive siempre para interceder a favor nuestro, y digámosle con plena confianza:

Acuérdate de tu pueblo, Señor.

Señor Jesús, Sol de justicia que ilumina nuestras vidas, al llegar al umbral de la noche, te pedimos por todos los hombres;
— que todos lleguen a gozar eternamente de tu luz, que no conoce el ocaso.

Guarda, Señor, la alianza sellada con tu sangre,
— y santifica a tu Iglesia, para que sea siempre inmaculada y santa.

Acuérdate de esta comunidad aquí reunida,
— y que tú elegiste como morada de tu gloria.

Que los que están en camino tengan un viaje feliz
— y regresen a sus hogares con salud y alegría.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Acoge, Señor, las almas de los difuntos
— y concédeles tu perdón y la vida eterna.

Terminemos nuestra oración con las palabras del Señor:
Padre nuestro…

ORACION

Dios todopoderoso, que gobiernas a un tiempo cielo y tierra, escucha paternalmente la oración de tu pueblo y haz que los días de nuestra vida se fundamenten en tu paz. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

El agua-ley limpia por fuera. El vino-amor vivifica desde dentro

Celebramos hoy la tercera manifestación de Jesús que, junto a las otras dos durante siglos, se celebraban el día de Epifanía. El evangelio que hemos leído, entendido literalmente, no tiene ni pies ni cabeza. Es absurdo que Jesús saque de la chistera un regalo para los novios. No, como todos los “milagros” narrados por este evangelista se trata de un signo que nos lleva a realidades profundas y decisivas para nuestra verdadera trasformación interior.

Es impensable que el mayordomo no hubiera previsto el vino suficiente, cuando era su principal cometido. Es difícil de entender que fuera una invitada la que se diera cuenta y se preocupara por solucionar el problema. Tampoco es lógico que sea Jesús el que solucione el problema. No es normal que en una casa particular hubiera seis tinajas de cien litros, dedicadas a las purificaciones. No tiene sentido que el maestresalas increpe al novio por haber dado el vino malo al principio. Era él quien ordenaba qué vino se servía.

El relato no es una crónica de lo sucedido. Es fruto de una minuciosa y larga elaboración. No nos dice ni quiénes eran los novios ni qué relación tienen con Jesús. Lo que normalmente llamamos “el milagro” pasa casi desapercibido. Ni siquiera nos dice cuándo se convierte el agua en vino. Sería imposible separar lo que pudo suceder realmente de los símbolos que envuelven el relato. Pero lo que hoy nos cuenta Juan es teología. La clave para entenderlo es el trasfondo, la “hora” de la glorificación de Jesús en la cruz.

La boda era, desde Oseas, el signo más empleado por los profetas para designar la alianza de Dios con su pueblo. La idea de Dios novio y el pueblo novia se repite una y otra vez en el AT. La boda lleva inseparablemente unida la idea de banquete; símbolo de tiempos mesiánicos. El vino era un elemento inseparable del banquete. En el AT era signo del amor de Dios a su pueblo. La abundancia de vino era la mejor señal del favor de Dios.

La Mujer es un misterio en este relato. Nos aporta un poco de luz la segunda carta del Tarot: la Sacerdotisa. Un mujer madura, pero en plenas facultades, que simboliza lo nuevo, la sabiduría. María no le llama hijo, ni Jesús le llama Madre. María, símbolo de la Alianza que está ya caducada. Jesús y los discípulos son el nuevo pueblo, que están allí de paso. Es completamente inverosímil que María pidiera a Jesús un milagro y menos aún que adelantara la hora de hacerlo. La hora para Juan es siempre la hora de la muerte de Jesús.

El vino es símbolo del amor entre el esposo y la esposa. En la boda, (Antigua Alianza) no existe relación de amor entre Dios y el pueblo. La Madre, por pertenecer a la boda se da cuenta de la falta. María representa al Israel fiel que espera en el Mesías. Jesús nace del verdadero Israel y va a dar cumplimiento a las promesas. El primer paso es mostrarle la carencia: «No tienen vino». No se dirige al presidente, ni al novio. Se dirige a Jesús, que para Juan es el único que puede aportar la salvación que Israel necesita y espera.     

Jesús invita a su madre a desenten­derse del problema. No les toca a ellos intervenir en la alianza caducada. Está indicando la necesidad de romper con el pasado. Ella espera que el Mesías arregle lo ya existente, pero Jesús le hacer ver que aquella realidad no se puede rehabilitar. Jesús aporta una novedad radical. Juan está haciendo referencia a la «hora» (la cruz). Jesús invita a la esperanza, pero la realización no va a ser inmediata. El vino nuevo depende de aquella hora. Anunciar la hora significa que la salvación está cerca.

Haced lo que él os diga. Solo en el contexto de la Alianza, la frase puede cargarse de sentido. El pueblo en el Sinaí había pronunciado la misma frase: «Haremos todo lo que dice el Señor». También el Faraón dice a los servidores: haced lo que él (José) os diga. Se ve con claridad el trasfondo del relato y lo que quiere significar. Como en el AT, el secreto de las relaciones con Dios está en descubrir su voluntad y cumplirla.

Las tinajas estaban allí colocadas, inmóviles. Se ve el carácter simbólico que van a tener en el relato. El número 6 es signo de lo incompleto. El número de la perfección era el 7. Es el número de las fiestas que relata este evangelio. La séptima será la Pascua. Eran de piedra, como las tablas de la ley. La ley es inmisericorde, sin amor. La ley (imposible de cumplir) es la causa del pecado (falta de amor-vino). Jesús les hace tomar conciencia de que están vacías; es decir, que el sistema de purificación era ineficaz.

Jesús ofrece la verdadera salvación, pero ésta no va a depender de ninguna ley (tinajas). El agua se convertirá en vino fuera de ellas. «Habían sacado el agua». La nueva purificación no se hará con agua que limpia el exterior, sino con vino que penetra dentro y transforma el interior del hombre. Solo después de beberlo se da cuenta el mayordomo de lo bueno que es. Esta presencia de Dios dentro de uno es la oferta original de Jesús.

Lo que sacan los criados de las tinajas es agua. El mayordomo (clase dirigente) no se enteró de la falta de vino. Significa que los jefes se despreocupan de la situación del pueblo. Les parece normal que no se experimente el amor de Dios, porque esa es la base de su poder. No conoce el don mesiánico, los sirvientes sí. El vino-amor, como don del Espíritu, es el que de verdad purifica, lo único que puede salvar definitivamente.

El vino es de calidad. “Kalos” indica siempre excelencia. El maestresala reconoce que el vino nuevo es superior al que tenían antes. Pero le parece irracional que lo nuevo sea mejor que lo antiguo. Por ello protesta. Lo antiguo debe ser siempre lo mejor. Esta actitud es la que impidió a los jefes religiosos aceptar el mensaje de Jesús. Para ellos la situación pasada era ya definitiva. Toda novedad debe ser integrada en el pasado o aniquilada.

El último versículo es la clave para la interpretación de todo el relato. Nos habla del “primer signo” de una serie que se va a desarrollar durante todo el evangelio. Además, como signo, va a servir de prototi­po y pauta de interpretación para los que seguirán. El objetivo de todos los signos es siempre el mismo: manifestar “su gloria”. Ya sabemos que la única gloria que Jesús admite es el amor de Dios manifestado en él. La gloria de Dios consiste en la nueva relación con el hombre, haciéndole hijo, capaz de amar como Él ama.

Dios se manifiesta en todos los acontecimientos que nos invitan a vivir. Dios no quiere que renunciemos a nada de lo que es verdaderamente humano. Dios quiere que vivamos lo divino en lo que es cotidiano y normal. La idea del sufrimiento y la renuncia como exigencia divina es antievangélica. El mensaje para nosotros hoy es muy simple, pero demoledor. Ni ritos ni abluciones pueden purificar al ser humano. Solo cuando saboree el vino-amor, quedará todo él limpio y purificado. Cuando descubramos a Dios dentro de nosotros seremos capaces de vivir la inmensa alegría que nace de la unidad-amor. Que nadie te engañe. El mejor vino está sin escanciar, está escondido en el centro de ti.

Fray Marcos

En vez de ayuno, banquete de bodas

El domingo pasado leímos el relato del bautismo de Jesús. Si hubiéramos seguido el orden del evangelio de Lucas (base de este ciclo C), hoy deberíamos leer el ayuno de Jesús en el desierto y las tentaciones. Sin embargo, con un salto imprevisible, la liturgia cambia de evangelio y nos traslada a Caná. ¿Por qué?

Las tres epifanías (o “manifestaciones”)

Para la mayoría de los católicos, solo hay una fiesta de Epifanía, la del 6 de enero: la manifestación de Jesús a los paganos, representados por los magos de oriente. Sin embargo, desde antiguo se celebran otras dos: la manifestación de Jesús en el bautismo (que recordamos el domingo pasado) y su manifestación en las bodas de Caná.

Los grupos de peregrinos que van a Israel, cuando llegan a Caná tienen dos focos de interés: la iglesia, en la que bastantes parejas suelen renovar su compromiso matrimonial; y la tienda en la que venden vino del lugar. La boda y el vino son los dos grandes símbolos del evangelio de este domingo.

Un comienzo sorprendente

Si recordamos lo que ha contado hasta ahora el cuarto evangelio, el relato de la boda de Caná resulta sorprendente. Juan ha comenzado con un Prólogo solemne, misterioso, sobre la Palabra hecha carne. Sin decir nada sobre el nacimiento y la infancia de Jesús, lo sitúa junto a Juan Bautista, donde consigue sus primeros discípulos. ¿Qué hará entonces? No se va al desierto a ser tentado por Satanás, como dicen los otros evangelistas. Tampoco marcha a Galilea a predicar la buena noticia. Lo primero que hace Jesús en su vida pública es aceptar la invitación a una boda.

¿Qué pretende Juan con este comienzo sorprendente? Quiere que nos preguntemos desde el primer momento a qué ha venido Jesús. ¿A curar a unos cuantos enfermos? ¿A enseñar una doctrina sublime? ¿A morir por nosotros, como un héroe que se sacrifica por su pueblo? Jesús vino a todo eso y a mucho más. Con él comienza la boda definitiva de Dios y su pueblo, que se celebra con un vino nuevo, maravilloso, superior a cualquier otro.

El simbolismo de la boda: 1ª lectura (Is 62,1-5)

Para los autores bíblicos, el matrimonio es la mejor imagen para simbolizar la relación de Dios con su pueblo. Precisamente porque no es perfecto, porque se pasa del entusiasmo al cansancio, porque se dan momentos buenos y malos, entrega total y mentiras, el matrimonio refleja muy bien la relación de Dios con Israel. Una relación tan plagada de traiciones por parte del pueblo que terminó con el divorcio y el repudio por parte de Dios (simbolizado por la destrucción de Jerusalén y la deportación a Babilonia).

Pero el Dios del Antiguo Testamento no conocía el Código de Derecho Canónico y podía permitirse el lujo de volver a casarse con la repudiada. Es lo que promete en un texto de Isaías:

“El que te hizo te tomará por esposa:

su nombre es Señor de los ejércitos.

Como a mujer abandonada y abatida te vuelve a llamar el Señor;

como a esposa de juventud, repudiada –dice tu Dios–.

La primera lectura de hoy, tomada también del libro de Isaías, recoge este tema en la segunda parte. Para el evangelista, la presencia de Jesús en una boda simboliza la boda definitiva entre Dios e Israel, la que abre una nueva etapa de amor y fidelidad inquebrantables.

El simbolismo del vino

En el libro de Isaías hay un texto que habría venido como anillo al dedo de primera lectura:

“El Señor de los ejércitos prepara para todos los pueblos en este monte

un festín de manjares suculentos, un festín de vinos de solera;

manjares enjundiosos, vinos generosos”.

Este es el vino bueno que trae Jesús, mucho mejor que el antiguo. Además, este banquete no se celebra en un pueblecito de Galilea, con pocos invitados. Es un banquete para todos los pueblos. Con ello se amplía la visión. Boda y banquete simbolizan lo que Jesús viene a traer e Israel y a la humanidad: una nueva relación con Dios, marcada por la alegría y la felicidad.

El primer signo de Jesús, gracias a María    

A Juan no le gustan los milagros. No le agrada la gente como Tomás, que exige pruebas para creer. Por eso cuenta muy pocos milagros, y los llama “signos”, para subrayar su aspecto simbólico: Jesús trae la alegría de la nueva relación con Dios (boda de Caná), es el pan de vida (multiplicación de los panes), la luz del mundo (ciego de nacimiento), la resurrección y la vida (Lázaro).

Pero lo importante de este primer signo es que Jesús lo realiza a disgusto, poniendo excusas de tipo teológico (“todavía no ha llegado mi hora”). Si lo hace es porque lo fuerza su madre, a la que le traen sin cuidado los planes de Dios y la hora de Jesús cuando está en juego que unas personas lo pasen mal. Jesús dijo que “el hombre no está hecho para observar el sábado”; María parece decirle que él no ha venido para observar estrictamente su hora. En realidad no le dice nada. Está convencida de que terminará haciendo lo que ella quiere.

Juan es el único evangelista que pone a María al pie de la cruz, el único que menciona las palabras de Jesús: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”, “Ahí tienes a tu madre”. De ese modo, Juan abre y cierra la vida pública de Jesús con la figura de María. Cuando pensamos en lo que hace en la boda de Caná, debemos reconocer que Jesús nos dejó en buenas manos.

La tercera Epifanía

El final del evangelio justifica por qué se habla de una tercera manifestación de Jesús. “Así, en Caná de Galilea Jesús comenzó sus signos, manifestó su gloria, y creció la fe de sus discípulos en él.” Ahora no es la estrella, ni la voz del cielo, sino Jesús mismo, quien manifiesta su gloria. Debemos pedir a Dios que tenga en nosotros el mismo efecto que en los discípulos: un aumento de fe en él.

José Luis Sicre

Comentario – Domingo II de Tiempo Ordinario

(Jn 2, 1-11)

Este episodio de la boda de Caná abre una sección del evangelio donde se narran los signos más maravillosos que Jesús realizó. Esta sección terminará en el capítulo 12, donde se muestra la incredulidad de aquellos que viendo tantas señales rechazaron a Jesús (12, 37).

Se destaca aquí la intervención de la Madre del Señor que intercede indicando a Jesús que se acabó el vino. A pesar del aparente reproche de Jesús, él escuchó la súplica de María, resolvió el problema de los novios que se habían quedado sin vino para ofrecer, y así “manifestó su gloria y creyeron en él sus discípulos”. Esto indica que la intervención de María tuvo finalmente un efecto positivo.

Cuando Jesús explica a María que todavía no ha llegado su hora, se refiere a la cruz, donde María deberá ejercer una función destacada (Jn 19, 25-27), mucho más importante que interceder por los novios que no tienen vino. Junto a la cruz ella será la Madre de una nueva humanidad, redimida por Jesús; junto a la cruz ella aportará el aspecto femenino de la nueva creación, porque del costado abierto de Jesús nace una humanidad purificada, fortalecida, allí brotan las fuentes que nos pueden hacer renacer para una vida eterna.

Y en todo nacimiento hay una madre. Ella no es la redentora, pero es la que Jesús, el único salvador, ha querido regalarnos como madre, para que nos acompañe con su fuerza materna y compadezca de cada uno de nosotros como mostró su compasión en las bodas de Caná.

Ella es la primera redimida por su propio hijo, porque él la preparó con su poder divino para acompañarlo siempre en su obra redentora, desde que fue engendrado hasta que entregó su sangre por nosotros.

Oración:

“Te doy gracias María por tu presencia de Madre, atenta a mis necesidades y problemas. Te ruego hoy que hagas presente ante Jesús lo que más me preocupa, y consigas de su misericordia lo que más necesita mi corazón”.

VÍCTOR M. FERNÁNDEZ
El Evangelio de cada día

Boda en Caná de Galilea

1.- Que el simpático evangelio de hoy nos enseñe que Jesús no es un aguafiestas, sino alguien que ha venido a procurar la felicidad del hombre y que Santa María, su madre, es una excelente cooperadora en este propósito de salvación de la humanidad, es, sin duda alguna, mis queridos jóvenes lectores, su mensaje fundamental. Pero quiero sacarle más jugo al fragmento de San Juan.

En primer lugar situaré el acontecimiento. Cana de Galilea corresponde, con mucha probabilidad, a la actual población de Kafr Kanna, a pocos kilómetros de Nazaret. Tal vez, dicen algunos, se trate de otro lugar, situado un poco más lejos, pero, como en aquel tiempo no existían ni los rótulos de carretera ni, mucho menos los GPS, que pudieran darnos las coordenadas, no hay duda que, en ciertos casos como en el de hoy, no se puede precisar, con seguridad y exactitud, donde ocurrió un hecho.

2.- Se celebraba una boda, dice el evangelio, no un matrimonio. Vale la pena un pequeño análisis sobre el particular. Hoy en día parece que el camino hacia el estado matrimonial empieza en el “flechazo”, el apasionado atractivo físico entre un hombre y una mujer, seguido de una satisfactoria experiencia de simpatía emotiva y, pasado el tiempo, llegará el día que decidan casarse, cosa supeditada, según esta manera de ver las cosas, a una serie de condicionantes de orden económico. Calculan unos a quien invitarán, calculan otros que regalarán, a que lista acudirán para acertar en el obsequio, en algunos casos se les ofrecerá un número de cuenta corriente donde ingresar dinero. No hace falta que explique el desarrollo de una boda. Hay lugares reservados para el banquete, y el menú y la música que pueda entretener, están minuciosamente contratados.

3.- En tiempos de Jesús, y en su país, la cosa no era así. Reunidas las dos familias establecían una condiciones, unos proyectos, unos lugares para la vida en común y, en este marco familiar, aquella chica de no mucho más de doce años, acordaos de que no existía la etapa de la adolescencia, y aquel chico de sus quince cumplidos, se comprometían entre sí. Eso de comprometerse es un acto genuinamente humano. Por muy semejante que sea nuestro código genético al de los animales, no oiréis nunca que dos de estos se han comprometido entre ellos. En este clima y terreno del compromiso, nacía y crecía el amor matrimonial, mientras se preparaban los utensilios y espacios necesarios para la vida familiar. Al cabo de unos meses, seguramente nunca más de un año, se celebraba la boda. Era una fiesta con invitados, pero abierta a muchas personas. Aquello de que los amigos de mis amigos, son mis amigos, era auténtica realidad. Si en este caso la invitada era María o lo fue el Hijo, no importaba, se presentó con sus discípulos y se incorporaron a la fiesta, siendo aceptados. Las bodas tenían su ritual. La novia se había reunido con sus amigas previamente, el novio con sus amistades y, en un determinado momento, ambos grupos se encontraban, pasando unos días alegremente juntos, hasta que el chico era arrebatado por un compañero y llevado a la cámara nupcial, finalizando con ello la fiesta. (Mt 9,15)

Primera sugerencia que deseo os hagáis. Pensad si un tal planteamiento matrimonial existe entre vosotros. Examinad qué valor se da al compromiso con respecto al puro atractivo y goce en común. Calculad qué resultados se conseguirían si amor, conocimiento personal y aprendizaje del compromiso, se cultivasen y creciesen juntos. Tal vez el fracaso de tantas parejas de hoy en día, proceda de un mal planteamiento del matrimonio.

Segunda cuestión. Estas listas de regalos, estos cálculos de a cuantos se invitarán y donde se situará cada uno, ¿son ingredientes que faciliten la feliz convivencia? ¿son criterios cristianos? ¿podría presentarse de improviso alguien allí, Jesús de Nazaret, por ejemplo, con sus amigos y ser aceptados todos con naturalidad y sin ningún reproche? Una boda a la que no se haya invitado a Dios no será boda cristiana, no tendrá el apoyo sacramental.

Asistía María, mujer detallista y Jesús, recién iniciado en sus proyectos de futuro, idealista y audaz dispuesto al sacrificio, como después bien se supo. El amor del hombre es el mundo, el mundo de la mujer es el amor. En Caná se cocinaba un buen cariño. María estaba a sus anchas, en su mundo, de aquí que descubriera con antelación lo que ni los responsables del servicio habían sido capaces de observar. Es inconcebible que en una mesa mediterránea pueda faltar vino. No hay duda que María sabía muy bien que Jesús siempre estaba dispuesto a ayudar en lo que fuera necesario. Se les está acabando la bebida, dice ella, no me toca a mí solucionarlo, dice Él. Haced lo que os sugiera, indica la mujer a los sirvientes. Pues, llenad los depósitos de agua, manda Él. El “maître” se asombra al comprobar el cambio de calidad del caldo, la pareja sin notarlo continúa su fiesta. Mas tarde ellos, sus vecinos y sus parientes, reconocerán que esta visita de Jesús, no fue un encuentro fortuito, el milagro de convertir el agua en excelente vino no fue sólo un gesto de delicadeza generosa. La asistencia de Jesús, se dieron cuenta después, implicaba dar un mayor rango a la boda, una categoría superior a la unión de aquella pareja, elevar la calidad del compromiso. Aquel encuentro en Caná, mis queridos jóvenes lectores, estaba anunciando que, llegado el momento, y dándole la categoría merecida, el matrimonio se convertiría en sacramento. Una realidad sublime que nadie imaginaba. Un acontecimiento que trasformaba el encuentro matrimonial, el simple beso, en un don de Gracia. A los esposos se les concede, a partir de ese momento, ser concesionarios de la Gracia, dadores de santidad, con solo amarse.

4.- Si no hay que olvidar la intercesión valiosa de Santa María al meditar el relato proclamado hoy, también hay que reconocer que tiene más sustancia. Deben cambiar muchas cosas en las celebraciones actuales del matrimonio, para que podamos pensar que ella, la Virgen, se haga presente. Puedo imaginarme una aparición mariana en una gruta, en una encina, en la tilma de buen hombre. Lo que soy incapaz de imaginar es que se pueda hacer presente, para solucionar problemas, en las actuales fiestas nupciales.

Mis queridos jóvenes lectores, os urge introducir modalidades en este y en otros terrenos. La actualidad os necesita para que se efectúen cambios, como los que en otros terrenos y otros tiempos, ocasionaron gente semejante a vosotros, gente joven, que se llamaron Francisco de Asís o Juana de Arco, entre otros, que citar más alargaría excesivamente este mensaje.

Pedrojosé Ynaraja

Lectio Divina – Domingo II de Tiempo Ordinario

Haced lo que Él os diga

INTRODUCCIÓN

“Contemplamos a María, su sensibilidad para descubrir lo que necesitan los otros y su libertad de corazón para proponer y esperar. Ella nos hace caer en la cuenta de las posibilidades de nuestras tinajas y de lo que Alguien quiere ir transformando en ellas si le dejamos actuar… Caná es para nosotros el lugar donde aprendemos de María. Ella nos enseña una mirada transformadora sobre el potencial que esconde cada persona y nos invita a hacer lo que Jesús nos dice; pues sabe por experiencia que Dios da en abundancia, que Jesús da siempre más. Tenemos tendencia a idealizar el pasado, pero el evangelio nos muestra que lo mejor está aún por acontecer” (Mariola López Villanueva)

TEXROS DE LA MISA

1ª lectura: Is. 62,1-5.          2ª lectura: 1Cor. 12,4-11.

EVANGELIO

Jn. 2,1-11

A los tres días había una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda. Faltó el vino, y la madre de Jesús le dice: «No tienen vino». Jesús le dice: «Mujer, ¿qué tengo yo que ver contigo? Todavía no ha llegado mi hora». Su madre dice a los sirvientes: «Haced lo que él os diga». Había allí colocadas seis tinajas de piedra, para las purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada una. Jesús les dice: «Llenad las tinajas de agua». Y las llenaron hasta arriba. Entonces les dice: «Sacad ahora y llevadlo al mayordomo». Ellos se lo llevaron. El mayordomo probó el agua convertida en vino sin saber de dónde venía (los sirvientes sí lo sabían, pues habían sacado el agua), y entonces llama al esposo y le dice: «Todo el mundo pone primero el vino bueno y, cuando ya están bebidos, el peor; tú, en cambio, has guardado el vino bueno hasta ahora». Este fue el primero de los signos que Jesús realizó en Caná de Galilea; así manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en él.

REFLEXIÓN

1.- EL PRIMER SIGNO DE JESÚS: LA CELEBRACIÓN DE UNAS BODAS. Sabemos que San Juan, a los milagros de Jesús, les llama “signos”. Son señales que nos apuntan hacia un mundo invisible pero maravilloso de Dios.  Para San Juan, más importante que el milagro de la conversión del agua en vino, es su profundo significado. En todas las culturas, la boda es una manifestación de gozo. El que el primer signo de Jesús sea una boda significa el gozo y la alegría de Dios al poder hacernos felices. Jesús es la alegría de la vida. Es imposible estar con Jesús y no estar en fiesta. Lo decía Él mismo en su evangelio: “¿Pueden acaso estar tristes los invitados a una boda mientras el novio está con ellos?” (Mt. 9,15). Lo más opuesto a un cristiano es un cristiano triste. Y esto precisamente es el evangelio: “La experiencia gozosa que tuvieron aquellos primeros discípulos que se encontraron con Jesús, y más intensa todavía después de Pascua. Y, esto que les había sucedido a ellos ya no fueron capaces de encerrarlo bajo llave en su corazón. Sintieron la necesidad de comunicarlo.

2.– SEIS TINAJAS DE AGUA CONVERTIDAS EN VINO EXCELENTE Y SUPERABUNDANTE. Las seis tinajas de agua eran para “las purificaciones de los judíos”.  En ellas cabían 600 litros de agua. ¡Demasiada agua! Para el evangelista significa la cantidad de ritos, normas, leyes, tradiciones judías. Una religión ya vieja y separada de la vida. En el contexto de boda, significaba que el matrimonio quedaba atado y bien atado. Pero ¿atado a qué? ¿A ritos y ceremonias? Por ese camino no se va a ninguna parte. De hecho, en tiempos de Jesús, el divorcio estaba a la orden del día, pero sólo lo podían solicitar los hombres y nunca las mujeres. ¿Qué hace Jesús?  Cambiar el agua en vino. Cambiar las normas por amor. Notemos que en esa boda estaba invitada la Virgen. Y cae en la cuenta de que “se está acabando el vino”.  Eso no sólo era algo bochornoso para los esposos, sino que significaba la caída de la fiesta. Por eso le dice a Jesús: “No tienen vino”.   Palabra de mujer. Sólo una mujer cae en la cuenta de los detalles. Y la petición es de una gran elegancia. No pide nada. Una persona que ama mucho, no necesita pedir nada a la persona que ama. Le basta con exponer, con presentar la petición. Él sabrá lo que tiene que hacer. Jesús le dice que “todavía no ha llegado la hora”.  Ella no presta demasiada atención a esas palabras y les dice a los sirvientes: Haced lo que Él os diga. María se fía plenamente de su Hijo. Si no ha llegado la hora, que la adelante. Pero, con esas palabras, nos va a decir en qué va a consistir la verdadera devoción mariana de todos los tiempos: llevarnos al evangelio donde se encuentran las palabras de Jesús. El milagro no se hizo esperar. Y Jesús regaló a aquellos esposos 600 litros de un vino excelente.  Nadie piensa que aquel vino era para beberlo en esa ocasión. Está hablando de un vino excelente y superabundante. Se trata de manifestar el amor derrochador de Dios.  La fiesta del amor tiene que continuar a través de los tiempos. Ya Isaías nos había hablado de un amor loco de Dios. Nos había hablado de un amor nupcial: “La alegría que tiene el esposo con su esposa la tendrá tu Dios contigo”. (1ª lectura).  Eso que en el A.T había sido una promesa, ahora se cumple con Jesús.

3.– LA SEPTIMA TINAJA. Sabemos que el evangelio de Juan es simbólico. Las tinajas eran seis, número imperfecto. Y le va bien para hablar de la imperfección de la ley y de la religión judía. Pero el número que indica perfección es el siete. Por eso, de tantos milagros que ponen los evangelios sinópticos, Juan sólo elige siete. ¿Dónde está la séptima tinaja? La séptima tinaja es Jesús. De esta séptima tinaja se llenarán las otras seis. Él nos asegura un nuevo vino que no faltará nunca. “Yo estaré todos los días con vosotros hasta el fin del mundo”.  ¿Para qué esta presencia de Jesús hasta el fin del mundo? Para llenar de vino nuestras tinajas de agua. Para recordarnos que Dios es amor y que viviendo en este amor, podemos vivir siempre en fiesta.

PREGUNTAS

1.- ¿Estoy convencido de que Dios me ha creado para ser plenamente feliz?  ¿Por qué no lo soy?

 2.- ¿Estoy persuadido de que sólo el amor derrochador de Jesús me puede hacer feliz?  ¿Por qué no lo intento?

3.– Jesús ha venido a traernos la fiesta y la alegría de vivir.  ¿Crees que los cristianos estamos más alegres que los demás?  ¿Ponemos la esencia del evangelio en ser felices y hacer felices a otros?

Este evangelio, en verso, suena así:

El relato de esta «boda»
es, simplemente, un pretexto
para anunciarnos preciosos
mensajes del Evangelio.
En la narración destaca
el color del «VINO BUENO»,
un símbolo de JESÚS,
nuestro amor, nuestro Maestro.
Las tinajas representan
al Antiguo Testamento.
Están vacías. No sirven
sus ritos y mandamientos.
A los sirvientes, María
les comunica en secreto:
«Haced siempre lo que Él diga».
Cumplid con fe sus deseos.
Dios, por medio de Jesús,
inaugura un «orden nuevo»:
Cambia el «agua de la Ley»
por «vino de amor añejo».
Llegará, en la cruz, la «hora»
de amarnos hasta el extremo.
Con el vino de su Sangre
Jesús salvará a su Pueblo.
Al comulgar hoy, Señor,
con tu Sangre y con tu Cuerpo,
brindamos con fe sincera
por tu «gloria» y por tu Reino.

(Estos versos los escribió José Javier Pérez Benedí)

Los dones del Espíritu Santo

1.- Voy a referirme hoy, principalmente, en este comentario homilético a la segunda lectura. Pero ello no es óbice para pasar por alto uno de los relatos más significativos y más bellos de los Evangelios. Naturalmente, me refiero a la historia de las Bodas de Caná. Y tiene muchos matices que son dignos de estudiarse y meditarse. Por un lado habrá que decir que Jesús adelanta el “debut” de su vida pública por indicación de su Madre, Maria. La Virgen hace eso con una frase que es toda una gran catequesis para todos: “Haced lo que Él os diga”. Nosotros, en todas las etapas de nuestra vida, hemos de seguir los consejos de María y hace que lo que nos dice Jesús. Parece claro, ¿no? Por otro que ese comienzo de la vida pública se hace en una boda y por un asunto aparentemente fútil, como puede parecer la falta de vino en una boda. Aunque no es así. La especial sensibilidad femenina de la Virgen entiende que sin vino el día más feliz de dos esposos puede convertirse en un gran problema y quedar negativamente en la memoria histórica de los desposados. Y es más que oportuno evitar ese fiasco, si podía evitarse.

Pero, a mi juicio, el hecho más notable es que dicho debut llegue en una fiesta de alegría y concordia como es una boda. Jesús no abre su vida pública mediante un solemnísimo discurso ante los doctores del templo. No lo hace en medio de un ambiente festivo y aporta, gracias a su fuerza y poder, una enorme cantidad de vino de muy buena cantidad. No podemos negar pues que siempre Jesús tuvo esa cercanía a la alegría y a la cordialidad, como lo demuestran las numerosas comidas a las que asistía y que fueron falazmente criticadas por los permanentes aguafiestas de los fariseos. Y en fin, el resumen bien puede ser: Actúa porque su Madre se lo pide, lo cual demuestra la importancia –simbólica y real—del papel de María en obra de Jesús, en la Redención. Inicia esa obra, de manera pública, en un ambiente de fiesta y de felicidad, lo que, asimismo, nos demuestra ese aprecio de Jesús por los momentos felices, basados, en este caso, en el amor de dos esposos. Sinceramente creo que son buenos argumentos sobre los que debemos reflexionar.

2. -. Y, como decía al principio, la lectura de la Primera Carta a los Corintios que hemos proclamado hoy hace Pablo una enumeración de lo que el Espíritu de Dios puede hacer con nosotros y así llegar incluso a acometer milagros. En los primeros tiempos del cristianismo la presencia del Espíritu Santo era visible en quienes lo recibían. La imposición de las manos cambiaba el talante de los fieles. ¿Está hoy el Espíritu más lejano de nosotros? Sinceramente, no. Lo que ocurre es que tenemos que aprender a mirar lo que hacemos con ojos espirituales. Tal vez, hagamos algún milagrito sin saberlo y, asimismo, sean signos que sirven a los demás, sin que nosotros lo apreciemos.

En muchas de nuestras crisis espirituales, en momentos un tanto oscuros, cuando parece que las cosas han cambiado o van a cambiar hasta lo desastroso, aparece, de pronto, una idea clara, inequívoca, plena de contenido sobre lo que tenemos que hacer. Es obvio que por ahí ha pasado el Espíritu. Y si la homilía de un cura cualquiera en no importa que lugar conduce directamente a un «pecador de larga duración» al confesionario, ¿no es eso un milagro? Lo que si debemos de tener claro es que cada uno tiene una misión dentro del Cuerpo Místico y que tales misiones solo llegan por el influjo del Espíritu Santo.

Tendemos a «desespiritualizar» todo y así podemos ver a un colaborador de Cáritas que se entrega a los pobres de su parroquia, como un hombre de mucha bondad personal y de una gran capacidad organizativa. También, a una catequista que educa maravillosamente los niños de su entorno como una mujer abnegada y de gran capacidad como enseñante. Pero sin más. Sin la trascendencia divina de su propio trabajo. Y se nos olvida el influjo del Espíritu que es quien está haciendo posible esos «milagritos» cotidianos. Deberíamos leer hoy el pasaje de la Primera Carta a los Corintios con una mayor literalidad, buscando más su significado concreto y abandonando una cierta tendencia al simbolismo. El Espíritu nos manda su Fuerza y con ella podemos hacer muchas cosas que nosotros solos no podríamos acometer.

3. -Y es bueno recordar al Espíritu Santo de Dios en este domingo segundo del tiempo ordinario, en el comienzo de tanta actividad “normal”, tras las Fiestas de la Navidad, para que Él nos ayude. Os propongo que recitemos juntos el Himno del Espíritu. Tal vez, podría sustituir a las preces de la Oración de los Fieles. Este precioso texto se lee en secuencia en la Misa de Pentecostés. Es, también, himno repetido en la Liturgia de las Horas. Además, es interesante meditar sobre él, tras la lectura del fragmento de la Primera Carta del Apóstol San Pablo a los Corintios. No es muy fácil hacer más comentarios al respecto, pero emociona eso de «dulce huésped del alma». En fin, que no se nos olvide invocar al Espíritu todos los días de este año y dedicarle un tiempo de nuestras oraciones. Ahora lo que le estamos pidiendo es apoyo y conocimiento para ser mejores en este “año ordinario” que hoy iniciamos. Tiempo de trabajo habitual y cotidiano, que ha de servir para dar gloria a Dios y amor para nuestros hermanos ¡Qué Él nos ayude!

Ángel Gómez Escorial

¿Nos falta algo o alguien?

1.- Con San Juan, los milagros de Jesús, toman una palabra: signos. Con ellos se nos va revelando la riqueza y la grandeza que existe en el Señor. Quien quiera descubrir la personalidad de Jesús no tiene más que acercarse al lenguaje y al fondo de sus signos. Comprobaremos, entre otros aspectos, que su misión tiene un objetivo: la felicidad de las personas. Hoy, poniendo en marcha los motores del tiempo ordinario, arrancamos con las Bodas de Caná.

2.- Las Navidades no pueden quedar en el olvido. ¿Para qué ha venido Jesús? ¿Por qué ha nacido Dios en un pobre portal de Belén? Dios, ha nacido, para que los hombres reconozcamos su presencia, su amor y su poder en Jesús. Lo hemos entonado en villancicos, lo hemos formulado y expresado en belenes, estrellas, comidas familiares o luces; pero, ahora, nos espera lo más importante: ¡despegar con El para meternos de lleno en su misión!

La Navidad ha sido un aeropuerto donde Dios ha aterrizado en forma de Niño. Pero, Dios, nos invita a despegar. A dejarnos conducir por Jesús y, con El, y de primera mano, meternos de lleno en ese inmenso horizonte –que es el cielo- donde late el corazón de Dios (en el corazón de Cristo), donde habla Dios (por los labios de Jesús) o donde se ve la mano de Dios (en los signos de Jesús).

¿Seremos capaces de despegar? ¿No nos pesarán demasiado los kilos de consumo que en estos días de fiesta hemos echado al cuerpo pero no al alma?

Con el Bautismo de Jesús nos colocábamos en pista con El. En las Bodas de Caná empezamos a divisar todo un paisaje en el que, Jesús, comienza a regalarnos un suculento vino de primera, que el mundo nos arrebata o que en la sociedad no se encuentra.

Con San Juan, el signo de las Bodas de Caná, tiene completa vigencia y actualidad. ¿En dónde echamos en falta la felicidad? ¿Qué banquetes serían más completos si dejásemos convertir el agua insípida de nuestra existencia, en licor bueno por el encuentro personal con Jesús?

3.- La fama de Jesús no puede quedarse relegada a un “niñito” nacido entre pajas. Ese NIÑO ha crecido, ha sido bautizado y, en el presente, si lo miramos como si fuese una radiografía, comprobamos que los rasgos de su persona nos muestran profundidades cuyos fondos están en Dios.

La popularidad de Jesús la podemos seguir proyectando nosotros cuando, al analizar la pobre o rica fiesta de nuestra vida, nos interpelamos en qué debemos cambiar o qué podemos transformar, desde nuestro testimonio convencido y vivo de que el Señor nos acompaña.

Y sino, al final, miremos a Jesús y como María…digamos: ¡hagamos lo que Tú nos digas o nos sugieras!

4.- ¿FALTA ALGO?

Si Dios ha aterrizado en el mundo
es porque quiere elevar al hombre al mismo cielo
Si Dios ha bajado al mundo
es porque quiere compartir con la tierra el regocijo del cielo
Si Dios habla por Jesús
es porque Dios quiere ser, además de escuchado, contemplado

Si Dios se involucra en la fiesta del mundo
es porque sabe que le falta alegría al hombre.
Si Dios pone vino bueno al final de una fiesta
es porque nosotros solemos ofrecer
de aquel otro que pronto se acaba
Si Dios tarda en transformar algunas cosas de la tierra
es porque el hombre se resiste a ofrecer sus manos
Si Jesús no es invitado a muchas fiestas
es difícil que llegue el vino para todos
Si Jesús no es acogido desde la libertad
El no se va a imponer por la fuerza
Si Jesús no es invitado a las bodas de la fiesta del mundo
siempre diremos aquello de: ¡falta algo! ¡falta alguien!

Por ello mismo, porque queremos que todo este a punto,
¡Ven Señor a nuestra fiesta!
¡Cambia el agua de nuestra tristeza en vino de eterna alegría!
¡Transforma la fiesta postiza en alegría auténtica de corazón!

Javier Leoz