Buena noticia

Si el cuarto evangelio presenta a Jesús como fuente de alegría (relato de las “bodas de Caná”), para Lucas es el portador de la “Buena Noticia”, la “respuesta” de Dios a los pobres, a todos los que se reconocen necesitados: “libertad para los cautivos, vista para los ciegos, liberación para los oprimidos”.

Tal presentación de la figura de Jesús contiene una sabia intuición atemporal -válida para todo tiempo- y una forma de expresión particular, condicionada por el momento histórico en que se escribe.

La intuición es que la realidad se halla definitivamente a salvo. Que, más allá de las apariencias y de las limitaciones de todo tipo, en el nivel profundo, en nuestra identidad última, somos plenitud. El horizonte y el fondo de lo real no es frustración, sino liberación radical. La realidad -nosotros incluidos- es necesidad e incluso carencia en el nivel aparente, pero es, al mismo tiempo, respuesta definitiva. Es otro modo de hablar de la paradoja que nos constituye: somos cautivos y somos libertad; somos ciegos y somos luz; nos experimentamos oprimidos y somos liberación.

La forma de expresión, nacida en un momento histórico determinado y condicionada por un determinado nivel de consciencia, coloca esa respuesta en un ser particular, considerado como “salvador celeste” que, desde “fuera”, vendría a saciar plenamente toda nuestra búsqueda.

El teísmo -un modo específico en el que se plasmó el anhelo espiritual y la vivencia religiosa de una gran parte de la humanidad durante unos milenios- ve al ser humano en su carencia e incluso en su pecado. Y cree que la salvación ha de llegar de “fuera”, de parte de un dios que contiene todas las respuestas a nuestras necesidades. Podría decirse que, en cierto modo, la visión que el teísmo tiene del ser humano es radicalmente parcial, ya que parece ver solo nuestra forma aparente. Sin embargo, si bien nuestra forma visible es carencia, nuestra profundidad última es plenitud, una con el fondo de todo lo que es, Vida o Consciencia.

A partir de esta comprensión, se nos regala un doble reconocimiento: por un lado, nuestra identidad no es el yo particular con el que fácilmente hemos vivido identificados -eso es únicamente nuestra personalidad-; por otro, todo lo que en el cristianismo se dice de Jesús puede decirse con toda razón de todo ser humano. Porque todos somos uno en nuestra identidad profunda: siendo diferentes, somos lo mismo.

¿Reconozco y vivo armoniosamente esa doble dimensión?

Enrique Martínez Lozano

Hoy se cumple esta escritura

La fe en Jesús entraña creer como él creyó, afiliado enteramente a su Abbá, con quien se identifica desde su entrega a la realización del Reino de Dios. Consecuencia de ello es el hecho del seguimiento. Creer en Jesucristo es seguirle. En otras palabras: tiene fe quien cree en el Dios de Jesús o en el Jesús de Dios.

Jesús se sitúa en la tradición de los profetas. Le preocupa el cambio de la persona y de la sociedad para que reine la justicia o el reinado de Dios. La consecuencia es obvia: está cerca de Dios y de la conversión quien rompe un pasado o un presente de injusticia y vuelve a Dios o al reino de justicia. Lo esencial es descubrirlo implicado en el proceso transformador de la persona y de la sociedad.

Convertirse no es simplemente renunciar, hacer sacrificios, disponerse a recibir la gracia de un sacramento, ni siquiera equivale a creer en Dios desde lo más propio de la conciencia, ni se da sólo en el interior del corazón, sino que se enraíza, como la fe, la esperanza y la caridad, en la conciencia madura, adulta.

Nadie se convierte por imposición, sino por invitación del Espíritu de Jesús. Esta invitación exige una respuesta que se traduce en la ruptura de un pasado y un presente de injusticia, de relaciones desiguales, de superioridad y subordinación y vuelve a Dios o al reino de justicia.

Nada más profético en el contexto de un Sínodo que lleva por lema: “Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión”, a convocatoria del papa Francisco, que la primera lectura de Pablo a los Corintios (12,12-30) en la que se nos dice que la Iglesia es como el cuerpo humano: debe haber diversas funciones y ministerios, pero ninguno puede funcionar sin los otros. Es más, aquellos que implican autoridad (no autoritarismo), son los que menos pueden funcionar aisladamente, ya que deben servir a la base. En la Iglesia no se puede mandar sin dejarse impactar o conmover por la base; todos somos Pueblo de Dios que camina.

En el evangelio, Jesús expone claramente en la sinagoga de su pueblo, su programa mesiánico: dar una buena noticia a los pobres, a los condenados la libertad, a los ciegos la vista, a los oprimidos la liberación. Lucas se lo transmite con entusiasmo a su joven amigo Teófilo “para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido” y “mantener siempre viva la verdad de las cosas en las que ambos fueron enseñados”. También hoy a nosotros, hombres y mujeres del siglo XXI.

Jesús proclama que la unción que recibimos en el Bautismo, no separa del mundo, sino que compromete con el mundo en el sentido de la liberación de toda opresión. “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque Él me ha ungido”. Todo cristiano debería ser el primero en la lucha contra toda clase de opresión y discriminación. Con más razón quienes ostentan la autoridad, que no es sino el servicio, ejercido sin prejuicios ni estereotipos, para que “todos seamos Uno en Cristo Jesús” (Gal 3,28).

La autoridad en la Iglesia no puede separar y dividir a unos de otros, clérigos y laicos, hombres y mujeres. Esto es, clérigos que mandan y mujeres y hombres que obedecen; sacerdotes que predican en virtud de un “poder sagrado” y laicos eternamente callados, que escuchan y no tienen su palabra. Clérigos que celebran, enseñan, ejercen el poder poniéndose por encima de la Comunidad, dictan las normas morales favoreciendo la pasividad del Pueblo de Dios, que pese a todo, sigue trabajando y dando razón de su fe en todas las tareas eclesiales sin reconocimiento de la autoridad competente.

Si la base de la Iglesia es ser todos seguidores de Jesús, todos somos sinodales, compañeros de camino; todos consagrados, ungidos por el Espíritu para realizar nuestra misión en el mundo. Todos laicos, Pueblo de Dios consagrado por el Bautismo en el Espíritu.  

La Iglesia discrimina por razón de sexo. Tampoco las mujeres ni los varones casados podemos representar a Cristo en la Iglesia occidental. El sexo y el celibato se han convertido en voluntad del Espíritu de Jesús. Y todo ello con un argumento engañoso de consecuencias desastrosas que descuida las necesidades de las comunidades cristianas, mina la debilitada autoridad de la Iglesia y provoca la desobediencia a las normas eclesiásticas del estamento clerical. ¿Dónde queda la verdad y la libertad evangélica?

Me conmueven hoy, especialmente las palabras de Jesús:

El Espíritu del Señor está sobre mí, sobre ti, porque te ha ungido.

Te ha enviado a dar la Buena Noticia a los pobres, a los descartados, a los sencillos, te ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos. Cautivos de sus prejuicios, de sus estereotipos, de su terquedad, de su prepotencia, de sus miedos, de sus recelos.

Y te ha enviado a anunciar el año de gracia del Señor, con audacia y con esperanza.

Todos tenían los ojos fijos en Él. Y añadió:

Hoy se cumple el pasaje de la Escritura que acabáis de escuchar.

La movilización feminista católica en Europa y Latinoamérica es un signo de los tiempos incuestionable. Anhelamos cambiar la estructura eclesial medieval por una Iglesia de corte profético, liberadora, valiente, circular, peregrina, que camina junto a todos los que creen y siguen a Jesús, el Señor. La reforma de la Iglesia es la vuelta a la fuente, a Jesucristo.

Hoy, laicos, pastores, obispo de Roma, comunidad de personas bautizadas con la misma dignidad, conscientes de estar llamadas con otros para seguir a Jesucristo y ser testigos creíbles del Evangelio, nos ponemos en camino en este Sínodo, que es “acontecimiento de gracia, proceso de sanación guiado por el Espíritu Santo”.

Shalom!

Mª Luisa Paret

II Vísperas – Domingo III de Tiempo Ordinario

II VÍSPERAS

DOMINGO III de TIEMPO ORDINARIO

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme. 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

¿Qué ves en la noche,
dinos, centinela?

Dios como un almendro
con la flor despierta;
Dios que nunca duerme
busca quien no duerma,
y entre las diez vírgenes
sólo hay cinco en vela.

¿Qué ves en la noche,
dinos, centinela?

Gallos vigilantes
que la noche alertan,
Quien negó tres veces
otras tres confiesa,
y pregona el llanto
lo que el miedo niega.

¿Qué ves en la noche,
dinos, centinela?

Muerto le bajaban
a la tumba nueva.
Nunca tan adentro
tuvo al sol la tierra.
Daba el monte gritos,
piedra contra piedra.

¿Qué ves en la noche,
dinos, centinela?

Vi los cielos nuevos
y la tierra nueva.
Cristo entre los vivos
y la muerte muerta.
Dios en las criaturas,
¡y eran todas buenas! Amén.

SALMO 109: EL MESÍAS, REY Y SACERDOTE

Ant. Oráculo del Señor a mi Señor: «Siéntate a mi derecha». Aleluya.+

Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies.»
Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.

«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora.»

El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec.»

El Señor a tu derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.
En su camino beberá del torrente,
por eso levantará la cabeza.

Señor, mis ojos están vueltos a ti,
en ti me refugio, no me dejes indefenso;
guárdame del lazo que me han tendido,
de la trampa de los malhechores.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Oráculo del Señor a mi Señor: «Siéntate a mi derecha». Aleluya.

SALMO 110: GRANDES SON LAS OBRAS DEL SEÑOR

Ant. El Señor, piadoso y clemente, ha hecho maravillas memorables. Aleluya.

Doy gracias al Señor de todo corazón,
en compañía de los rectos, en la asamblea.
Grandes son las obras del Señor,
dignas de estudio para los que las aman.

Esplendor y belleza son su obra,
su generosidad dura por siempre;
ha hecho maravillas memorables,
el Señor es piadoso y clemente.

Él da alimento a sus fieles,
recordando siempre su alianza;
mostró a su pueblo la fuerza de su obrar,
dándoles la heredad de los gentiles.

Justicia y verdad son las obras de sus manos,
todos sus preceptos merecen confianza:
son estables para siempre jamás,
se han de cumplir con verdad y rectitud.

Envió la redención a su pueblo,
ratificó par siempre su alianza,
su nombre es sagrado y temible.

Primicia de la sabiduría es el temor del Señor,
tienen buen juicio los que los practican;
la alabanza del Señor dura por siempre.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. El Señor, piadoso y clemente, ha hecho maravillas memorables. Aleluya.

CÁNTICO del APOCALIPSIS: LAS BODAS DEL CORDERO

Ant. Reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo. Aleluya.

Aleluya.
La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios,
porque sus juicios son verdaderos y justos.
Aleluya.

Aleluya.
Alabad al Señor, sus siervos todos,
los que le teméis, pequeños y grandes.
Aleluya.

Aleluya.
Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo,
alegrémonos y gocemos y démosle gracias
Aleluya.

Aleluya.
Llegó la boda del Cordero,
Su esposa se ha embellecido.
Aleluya.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo. Aleluya.

LECTURA: 1P 1, 3-5

¡Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en su gran misericordia, por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza vida, para una herencia incorruptible, pura, imperecedera, que os está reservada en el cielo. La fuerza de Dios os custodia en la fe para la salvación que aguarda a manifestarse en el momento final.

RESPONSORIO BREVE

R/ Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo.
V/ Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo.

R/ Digno de gloria y alabanza por los siglos.
V/ En la bóveda del cielo.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír.

PRECES

Invoquemos a Dios, nuestro Padre, que maravillosamente creó al mundo, lo redimió de forma más admirable aún y no cesa de conservarlo con amor, y digámosle con alegría:

Renueva, Señor, las maravillas de tu amor.

Te damos gracias, Señor, porque, a través del mundo, nos has revelado tu poder y tu gloria;
— haz que sepamos ver tu providencia en los avatares del mundo.

Tú que, por la victoria de tu Hijo en la cruz, anunciaste la paz al mundo,
— líbranos de toda desesperación y de todo temor.

A todos los que aman la justicia y trabajan por conseguirla,
— concédeles que cooperen, con sinceridad y concordia, en la edificación de un mundo mejor.

Ayuda a los oprimidos, consuela a los afligidos, libra a los cautivos, da pan a los hambrientos, fortalece a los débiles,
— para que en todo se manifieste el triunfo de la cruz.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Tú, que al tercer día, resucitaste gloriosamente a tu Hijo del sepulcro,
— haz que nuestros hermanos difuntos lleguen también a la plenitud de la vida.

Concluyamos nuestra súplica con la oración que el mismo Señor nos enseñó:
Padre nuestro…

ORACION

Dios todopoderoso y eterno, ayúdanos a llevar una vida según tu voluntad, para que podamos dar en abundancia frutos de buenas obras en nombre de tu Hijo predilecto. Él, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

El Espíritu libera y capacita para liberar

Este ciclo (C) toca leer el evangelio de Lucas, que empieza con un paralelismo de la infancia entre el Bautista y Jesús en los dos primeros capítulo. A partir de aquí, se olvida de todo lo dicho y comienza solemnemente su evangelio: “En el año quince del gobierno de Tiberio Cesar… vino la palabra de Dios sobre Juan… Después del bautismo y las tentaciones, propone un nuevo comienzo con un resumen: Regresó a Galilea con la fuerza del Espíritu, enseñaba en las sinagogas y su fama se extendió.

No es la primera vez que entra en una sinagoga pues dice: “como era su costumbre”. Y “haz aquí lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaúm. El texto de Isaías es el punto de partida. Pero más importante aún que la cita, es la omisión voluntaria de la última parte que decía: “… y un día de venganza para nuestro Dios” (estaba expresamente prohibido añadir o quitar un ápice del texto). Los que escuchaban se dieron cuenta de la omisión. Atreverse a rectificar la Escritura era inaceptable.

Isaías habló en metáforas, no habla de curación física. Jesús se niega a entrar en la dinámica que ellos esperan. Ni la misión de Elías ni la de Eliseo fue remediar necesidades materiales. Continúa Lucas con un texto en que Jesús realiza toda clase de curaciones, ahora en Cafarnaúm. Pero termina orando en descampado y diciendo a los que le buscan: Vámonos a otros pueblos a predicar, que para eso he venido.

No comenta un texto de la Torá, que era lo más sagrado para el judaísmo sino un texto profético. El fundamento de la predicación de Jesús se encuentra más en los profetas que en el Pentateuco. Para los primeros cristianos estaba claro que el mismo Espíritu, que ha inspirado la Escritura, unge a Jesús a ir mucho más allá de ella, superando el carácter absoluto que le habían dado los rabinos. Ninguna teología,  ninguna norma tiene valor absoluto. El ser humano debe estar siempre abierto al futuro.

Al aplicarse a sí mismo el texto, está declarando su condición de “Ungido”. Seguramente es esta pretensión la que provoca la reacción de sus vecinos, que le conocían de toda la vida y sabían quién era su padre y su madre. En otras muchas partes de los evangelios se apunta a la misma idea: La mayor cercanía a la persona se convierte en el mayor obstáculo para poder aceptar lo que es. Para un judío era impensable que alguien se atreviera a cambiar la idea de Dios de la Escritura.

Partiendo de Isaías, Jesús anuncia su novedoso mensaje. A las promesas de unos tiempos mesiánicos por parte de Isaías, contrapone Jesús los hechos: “hoy se cumple esta Escritura”. Toda la Biblia está basada en una promesa de liberación. No debemos entender literalmente el mensaje y seguir esperando lo que ya nos han dado. Dios no nos libera, Dios es la liberación. Soy yo el que debo tomar conciencia de ello.

La libertad es el estado natural del ser humano. La “buena noticia” de Jesús va dirigida a todos los que padecen cualquier clase de sometimiento, por eso tiene que consistir en una liberación. No debemos caer en una demagogia barata. La enumeración que hace Isaías no deja lugar a dudas. En nombre del evangelio no se puede predicar la simple liberación material, pero tampoco podemos conformarnos con una salvación espiritual, desentendiéndonos de las esclavitudes materiales.

Oprimir a alguien, o desentenderse del oprimido, es negar el Dios de Jesús. El Dios de Jesús no es el aliado de unos pocos. No es el Dios de los buenos, de los piadosos ni de los sabios; es, sobre todo, el Dios de los marginados, de los excluidos, de los enfermos y tarados, de los pecadores. Solo estaremos de parte Dios si estamos con ellos. Una religión, compatible con cualquier clase de exclusión, es idolátrica.  “Id y contarle a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan…”

Hoy el ser humano busca con ahínco la liberación de las opresiones externas, pero descuida la liberación interior que es la verdadera. Jesús habla de liberarse antes de liberar. En el evangelio de Juan, está muy claro que tan grave es oprimir como dejarse oprimir. El ser humano puede permanecer libre a pesar de los sometimientos externos; hay una parte de su ser que nadie puede doblegar. La primera obligación del hombre es no dejarse esclavizar y el primer derecho, verse libre de toda opresión.

¿Cómo conseguirlo? El evangelio nos lo acaba de decir: Jesús volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu. Ahí está la clave. Solo el Espíritu nos puede capacitar para cumplir la misión que tenemos como seres humanos. Tanto en el AT como en el NT, ungir era capacitar a uno para una misión. Pablo nos lo dice con claridad meridiana: Si todos hemos bebido de un mismo Espíritu, seremos capaces de superar el individualismo, y entraremos en la dinámica de pertenencia a un mismo cuerpo.

La idea de que todos formamos un solo cuerpo es genial. Ninguna explicación teológica puede decirnos más que esta imagen. La idea de que somos individuos con intereses contrapuestos es tan demencial como pensar que una parte de nuestro cuerpo pueda ir en contra de otra parte del mismo cuerpo. Cuando esto sucede le llamamos cáncer. El individualismo solo puede ser superado por la unidad del Espíritu.

Pablo nos invita a aceptarnos los unos a los otros como diferen­tes. Esa diversidad es precisamente la base de cualquier organismo. Sin ella el ser vivo sería inviable. Tal vez sea una de las exigencias más difíciles de nuestra condición de criaturas, aceptar la diversidad, aceptar al otro como diferente, encontrando en esa diferencia, no una amenaza sino una riqueza. Es fácil descubrir que estamos en la dinámica opuesta. Seguimos empeñados en rechazar y aniquilar al que no es como nosotros.

Lo único que predicó Jesús fue el amor, es decir, la unidad. Eso supone la superación de todo egoísmo y toda conciencia de individuali­dad. Los conocimientos científicos adquiridos en estos dos últimos siglos vienen en nuestra ayuda. Somos parte del universo, somos parte de la vida. Si seguimos buscando el sentido de mi existencia en la individualidad terminaremos todos locos. El sentido está en la totalidad, que no es algo separado de mi individualidad, sino que es su propio constitutivo esencial.

El Espíritu no es más que Dios presente en lo más hondo de nuestro ser. Eso que hay de divino en nosotros es nuestro verdadero ser. Todo lo demás, no solo es accidental, transitorio y caduco, sino que terminará por desaparecer. No tiene sentido que sigamos potenciando aquello de lo que tenemos que despegarnos. Querer poner en lo caduco el sentido a mi existencia es ir en contra de nuestra naturaleza más íntima.

Fray Marcos

Jesús en Nazaret (1ª parte)

Después de celebrar las tres epifanías (a los magos, en el Jordán, en Caná), volvemos al evangelio de Lucas. Cuando lo escribió tomó como punto de partida el de Marcos. Incluso lo copió a veces al pie de la letra. Pero, en bastantes ocasiones, lo cambia y completa. Uno de los casos más curioso de cambio y añadido lo tenemos en el evangelio de este domingo.

La liturgia ha complicado las cosas al unir dos textos muy distintos: la introducción de Lucas a su evangelio (1,1-4) y la actuación de Jesús en Nazaret (4,14-21). Quien pretenda tratar los dos temas en la homilía puede provocar que sus oyentes terminen con la cabeza caliente y los pies fríos. Aconsejaría limitarse al segundo. Dejo el comentario a la introducción para un apéndice.

Actuación de Jesús en Nazaret (Lc 4,14-21)

Marcos cuenta que Jesús, cuando metieron en la cárcel a Juan Bautista, se dirigió a Galilea y proclamaba: “Se ha cumplido el plazo y está cerca el reinado de Dios. Convertíos y creed la buena noticia”.

Lucas también dice que Jesús se dirigió a Galilea y predicaba en las sinagogas, pero no dice qué predicaba. Las primeras palabras públicas las pronunciará en la sinagoga de Nazaret, y no hablan del plazo que se ha cumplido ni de la cercanía del reinado de Dios; tampoco piden la conversión y la fe.

El reinado de Dios no está cerca, se ha hecho presente en Jesús

Lo primero que hace Jesús es leer un texto de Isaías que pretende consolar a los pobres, los cautivos, los ciegos, los oprimidos. Son imágenes que no debemos interpretar al pie de la letra. No se trata de ciegos físicos ni de presos. Este texto, escrito probablemente en el siglo VI o V a.C., describe la triste situación en la que se encontraba por entonces el pueblo de Israel, sometido al imperio persa. Una situación bastante parecida a la de los judíos del tiempo de Jesús, sometidos al imperio romano. Los presentes en la sinagoga de Nazaret podían verse reflejados perfectamente en esas palabras del libro de Isaías. Pero lo importante es lo que Jesús añade: “Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír”.

Cuando se comparan las primeras palabras de Jesús en Marcos y Lucas se advierte una interesante diferencia. En Marcos, lo esencial es el reinado de Dios y la actitud que debemos adoptar ante su cercanía (convertirnos y creer). En Lucas, la fuerza recae en el personaje sobre quien Dios ha enviado su Espíritu: Jesús. No se trata de que el reinado de Dios esté cerca, se ha hecho ya presente en Jesús.

¿Qué se cumple hoy?

El texto de Isaías se puede interpretar, a la ligera, como si el personaje del que habla (para nosotros, Jesús) fuese a llevar a cabo la mejora social de los pobres, la liberación de los cautivos, la curación de los ciegos, la libertad de los oprimidos. Sin embargo, el texto no pone el énfasis en la acción, sino en el anuncio. La traducción litúrgica usa tres veces el verbo “anunciar” (en griego sería una vez “evangelizar” y dos “anunciar”). Este matiz es importante, porque coincide con lo que hizo Jesús. Es cierto que curó a algún ciego, pero no liberó de los romanos ni mejoró la situación económica de los pobres. Lo que hizo fue “anunciar el año de gracia del Señor”, hablar de un Dios Padre, que nos ama incluso cuando las circunstancias de nuestra vida siguen siendo muy duras.

Un optimismo desafiante

La liturgia ha dividido el relato de Lucas en dos domingos. Con ello, nos quedamos sin saber cómo reaccionará el auditorio a lo que ha dicho Jesús. La sabremos el próximo domingo. Lo que hoy debe quedarnos claro es el profundo optimismo del mensaje de Isaías, que, al mismo tiempo, supone un desafío para nuestra fe. ¿Se ha cumplido realmente esa Escritura que anuncia la mejora y la salvación a pobres, ciegos, cautivos y oprimidos? Una rápida lectura del periódico bastaría para ponerlo en duda. Cuando Lucas escribió su evangelio, cuarenta o cincuenta años después de la muerte de Jesús, también tendría motivos para dudar de esta promesa. Sin embargo, no lo hizo. Jesús había cumplido su misión de anunciar el año de gracia del Señor, había traído esperanza y consuelo. Había motivo más que suficiente para creer que esa palabra se había cumplido y se siguen cumpliendo hoy.

La 1ª lectura (Nehemías 8, 2-4a. 5-6. 8-10)

Este episodio se interpreta generalmente como el punto de partida histórico de la lectura pública de los textos sagrados judíos y ayuda a comprender lo ocurrido en la sinagoga de Nazaret. La escena se sitúa en la segunda mitad el siglo V a.C., en tiempos de Esdras, y representa una gran novedad. Hasta entonces, quienes hablaban en público eran los profetas. Ahora se lee el libro de la Ley de Moisés (quizá alguna parte del Deuteronomio), de acuerdo con un ritual muy preciso, que se mantuvo parcialmente en las sinagogas: Esdras se sitúa en un púlpito, la gente se pone en pie, Esdras bendice al Señor y todos adoran. Según otra versión, quienes leen son los levitas, que, al mismo tiempo, explican el sentido de lo que han leído.

La introducción al evangelio (Lc 1,1-4)

Ya que el ciclo C está dedicado al evangelio de Lucas, se recoge el prólogo, en el que Lucas ofrece cuatro datos esenciales: a) por qué escribe la obra; b) a quién la dedica; c) qué método usa; d) qué pretende. [La traducción litúrgica ha cambiado el orden, colocando el primer lugar al destinatario].

Justificación. Llama la atención la referencia a esos muchos que emprendieron la tarea de contar lo sucedido. Si Lucas escribe en la década de los años 80-90, ¿quiénes son esos muchos? Podemos citar con seguridad el evangelio de Marcos, que usará como punto de partida, y el documento con dichos de Jesús conocido como «fuente Q». También otra serie de documentos menores, fragmentarios, utilizados por Lucas en la redacción de su evangelio. Más importante es que los califica de «testigos oculares», convertidos más tarde en «servidores de la Palabra».

Destinatario. ¿Quién es Teófilo? Normalmente se ha pensado en un pagano convertido al cristianismo, de buena posición social y económica, dispuesto a costear los gastos que suponen viajes, investigación y redacción de la obra. Otros no ven claro que se trate de un pagano convertido; podría ser un judío.

Método. Volviendo a los precursores, Lucas no se siente satisfecho con su labor. Encuentra que no han escrito «desde el principio» (a;nwqen), «todo» (pa/sin), «exactamente» (avkribw/j) y «por orden» (kaqexh/j). Estas cuatro deficiencias son las que pretende mejorar. En un breve resumen, podemos decir que «desde el principio» lo lleva a comenzar por la infancia; «todo», a incluir en el relato de Marcos la gran aportación de los Dichos (Q) y de otras tradiciones que él ha descubierto; «exactamente», a situar los hechos en su contexto histórico preciso: censo de Quirino (2,1-2), actividad de Juan Bautista (3,1-2); «por orden», a componer la obra de forma coherente, cuidando al mismo tiempo su calidad literaria.

Finalidad. Se indica claramente: «para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido». Esto sugiere que Teófilo ha sido «catequizado» (kathch,qhj) solo oralmente. La obra de Lucas servirá para dar autoridad y solidez a esa enseñanza, confirmando y ampliando lo aprendido anteriormente. Este dato es fundamental para no extrañarse de ciertas «incongruencias» de Lucas. Por ejemplo, en 5,3 habla de Simón como si fuera conocido para el lector, aunque es la primera vez que lo nombra. De hecho, un lector que ya ha sido catequizado sabe muy bien quién es Simón Pedro.

Quien desee completar estas ideas puede consultar J. L. Sicre, El evangelio de Lucas. Una imagen distinta de Jesús. Verbo Divino. Estella 2021, pp. 63-67.

José Luis Sicre

Comentario – Domingo III de Tiempo Ordinario

(Lc 1, 1-4; 4, 14-21)

Al comenzar el evangelio, Lucas quiere dejar en claro que él no improvisa, que él ha sido un instrumento responsable en las manos de Dios y se ha dedicado a investigar diligentemente para escribir una narración ordenada sobre Jesús, basándose en el testimonio de los testigos. Así Lucas muestra que estas narraciones no son producto de la fantasía o de la mitología, sino que se refieren a hechos que verdaderamente han ocurrido en la historia. La segunda parte de este texto nos muestra a Jesús predicando en la sinagoga. Allí Jesús, luego de leer el texto de Isaías 61, 1-2 afirma “esta Escritura, que acaban de oír se ha cumplido hoy”. Jesús se presenta así como el ungido del señor, el Mesías que viene a anunciar la buena noticia a los pobres, a devolver la vista a los ciegos, a liberar a los cautivos.

Pero es sumamente interesante advertir que en este texto la cita del profeta Isaías está modificada. Porque el texto original dice al final “a proclamar un año de gracia del Señor, día de venganza de nuestro Dios”, pero el evangelio sólo dice “un año de gracia del Señor” y omite “día de venganza”. Jesús nos libera de la ira de Dios, de su justa venganza, nos libera de lo que mereceríamos en justicia por nuestro pecado, nuestra mediocridad, nuestro olvido de Dios, y viene a proclamar que Dios siempre nos da una nueva oportunidad. Con la venida de Jesús se inaugura un tiempo de gracia, de misericordia, y se nos ofrece una buena noticia que es luz para nuestros ojos y liberación de nuestras esclavitudes. Pero cabe recordar que este triunfo de la misericordia ya aparecía anunciado en varios textos proféticos, como el de Oseas 11, 1-9 donde en la lucha entre la misericordia y la justicia que se libra en el corazón de Dios, termina triunfando la misericordia: “Porque soy Dios, no un hombre; contigo soy el Santo, y no vendré con ira” (11, 9). Jesús es la manifestación de ese triunfo de la misericordia en el corazón de Dios.

Oración:

“Te doy gracias Jesús, que anunciaste la buena noticia a los pobres, que nos trajiste la verdadera libertad. Gracias porque en ti se manifiesta el rostro misericordioso del Padre, que ofrece gracia y perdón, que da una nueva oportunidad”.

VÍCTOR M. FERNÁNDEZ
El Evangelio de cada día

Semana de oración por la unidad de los cristianos

DÍA 7

“Sacaron luego los tesoros que llevaban consigo y le ofrecieron oro, incienso y mirra” (Mt 2, 11)

Los dones de la comunión

Lecturas:

Os 6, 1-6: Porque quiero amor y no sacrificio
Sal 100: Cruzad sus puertas dando gracias, sus atrios con alabanzas
Hch 3, 1-10: No tengo plata ni oro, pero te daré lo que poseo
Mt 6, 19-21: Pues donde tengas tu riqueza, allí tendrás también el corazón

Reflexión

En nuestro camino a Belén, la ciudad del pan, podemos ver a los Sabios que peregrinan para adorar al Niño Dios. Al encontrarlo abrieron los cofres de sus tesoros y ofrecieron al rey recién nacido sus dones de oro, incienso y mirra.

Nuestras divisiones históricas, nuestras posturas erróneas consolidadas, reglamentadas y ritualizadas, y nuestra preocupación por asuntos mundanos, han destruido la comunión y nos han distanciado. Podríamos preguntarnos, ¿cuáles son los dones que hemos preparado para ofrecer al rey que viene a iluminar nuestra vida y a traernos el regalo de la unidad? Sabemos que Dios no quiere nuestras riquezas ni nuestras ofrendas vacías, sino que ejerce su poder sirviéndose de nuestra pobreza.: “No tengo plata ni oro”. El Señor desea un corazón apasionado y enamorado: corazones repletos de amor hacia él y hacia nuestros hermanos y hermanas en Cristo de quienes vivimos separados; corazones de los que manan obras de misericordia; y corazones verdaderamente arrepentidos y deseosos de conversión.

Preparemos para Dios el don de un corazón rebosante de amor. Arrodillarse en adoración requiere un corazón contrito por el pecado que nos divide y obediente al Señor, a quien servimos. Esta obediencia revive, sana y reconcilia todo lo que está roto o herido en nosotros, a nuestro alrededor y entre los cristianos.

Cristo ya le ha otorgado el don de la unidad a su Iglesia. Crecemos en comunión en la medida en que compartimos los dones recibidos en nuestras diversas tradiciones eclesiales, reconociendo que la fuente de todos estos dones es el Señor.

Oración

Toda alabanza, gloria y acción de gracias a ti, oh Dios. Tú te has revelado en la epifanía de tu Hijo al pueblo que esperaba tu venida desde antiguo, y a aquellos que no te esperaban. Tú, Señor, conoces el sufrimiento que nos rodea y el dolor causado por las divisiones. Contemplas este mundo en lucha y ves la penosa situación del Próximo Oriente, el lugar donde escogiste nacer, el lugar santificado por tu presencia. Te pedimos, Señor, que permitas que nuestro corazón y nuestra mente lleguen a conocerte. Y al unirnos a los Reyes Magos en su peregrinación desde tierras lejanas, oramos para que se abran nuestros corazones al amor por los hermanos y hermanas que nos rodean. Concédenos la determinación y los medios para trabajar en la transformación de este mundo, y para estar dispuestos a compartir nuestros dones para crecer en comunión. Regálanos, Señors, tus infinitos dones y bendiciones. Acoge nuestra oración en el nombre de tu Hijo Jesucristo que vive y reina contigo y con el Espíritu Santo. Amén.

Lectio Divina – Domingo III de Tiempo Ordinario

Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír

INTRODUCCIÓN.

“En Nazaret se encontraron, frente a frente, dos maneras de entender a Dios y su acción en la historia, de entender la fe y la religión. La primera, la de los nazarenos, busca la acción espectacular de Dios y olvida las responsabilidades históricas del ser humanas; cree en un Dios paternalista y nacionalista; y es una religión deshumanizada, milagrera y vengativa. La segunda, la de Jesús, subraya la acción de Dios, pero de un Dios encarnado en el ser humano, al punto que el hombre se transforma en sujeto de su propia liberación, consciente de la presencia del Espíritu dentro de él; y es una religión liberadora, universalista, anunciadora de la gracia y guiada por el Espíritu, que logra cambiar a cada uno y cambiar las estructuras”. (F. Ulibarri)

TEXTOS DE LA MISA

1ª lectura: Neh. 8,2-10; 2ª lectura: 1Cor. 12,12-30.

EVANGELIO

Lc. 1,1-4; 4,14-21)
Puesto que muchos han emprendido la tarea de componer un relato de los hechos que se han cumplido entre nosotros, como nos los transmitieron los que fueron desde el principio testigos oculares y servidores de la palabra, también yo he resuelto escribírtelos por su orden, ilustre Teófilo, después de investigarlo todo diligentemente desde el principio, para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido. Jesús volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu; y su fama se extendió por toda la comarca. Enseñaba en las sinagogas, y todos lo alababan. Fue a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el rollo del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista; a poner en libertad a los oprimidos; a proclamar el año de gracia del Señor». Y, enrollando el rollo y devolviéndolo al que lo ayudaba, se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos clavados en él. Y él comenzó a decirles: «Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír»

REFLEXIÓN

1.– En este sermón programático de Jesús en la sinagoga de Nazaret, es bueno lo que nos anuncia: AÑO DE GRACIA. En el texto de Is. 61.1 al que se refiere Jesús, aparece un Dios desplegando todas las posibilidades del hombre: capacidad de ver, capacidad de sanar, capacidad de liberar, capacidad de dar buenas noticias a los pobres. El Año de Gracia se refiere al Jubileo que los judíos celebraban cada cincuenta años y donde los pobres podían recuperar sus antiguas posesiones y, con ellas, el derecho a ser personas. Se perdonaban las deudas y los esclavos recuperaban su libertad (Lev. 25,10). Jesús, al elegir este texto como programa de su vida nos está indicando el deseo que tiene de que no vivamos esclavizados, de que los bienes de este mundo estén bien repartidos, de que cambie la situación de los pobres y oprimidos. La razón última es porque el Dios que nos revela Jesús es un Dios Padre de todos y quiere que todos sus hijos vivan felices. Mientras sigamos pensando que Dios me ama porque soy bueno, nadie nos convencerá de que debemos amar al que no lo es. Si llego a descubrir que Dios me ama sin merecerlo, y a pesar de lo que soy, y que no me tiene en cuenta mis pecados ya perdonados, tal vez podríamos entrar en la dinámica del amor que Jesús predicó, cuya misión consiste en ser «buena noticia» para todos. Qué bien describe y resume el libro de los Hechos (10,38) el paso de Jesús por este mundo: “pasó por la vida haciendo el bien” No dijo pasó sin hacer mal a nadie, sino “haciendo el bien a todos”. Y éste debe ser el programa de todo cristiano.

2.– En este sermón programático de Jesús en la sinagoga de Nazaret, es todavía mejor lo que deja por decir. El texto de Is. 61, 1-2 termina así: “Año de gracia y año de venganza de nuestro Dios”. Pero Jesús, intencionadamente, al leer año de gracia, hace un corte y entrega el libro al sacristán. Los oyentes que se saben el texto de memoria, protestan. Al final del capítulo aparece que lo querían despeñar (Lc. 4,29). Este corte es tan importante que nos va a dar la pauta para entender el Antiguo Testamento a partir de Jesús. Los paisanos no pueden aceptar un Dios que no hable de ira, de castigo, de venganza. ¿Adónde vamos con un Dios que sólo habla de amor, de gracia y de misericordia? Es la línea del recalcitrante Jonás que desea que Nínive quede destruida después de su predicación. Pero “los pensamientos de Dios no son como los nuestros” (Is. 55,8). En el A.T. hay dos líneas: una convergente y otra divergente. Todo lo que converge a Cristo y pasa por el Monte de la Bienaventuranzas, sea bien venido. Pero la línea divergente de odios, muertes, violencias, ley de talión, debe desaparecer. El A.T. debe ser “cristianizado”. Habéis oído que se dijo, pero Yo os digo.

3.– La importancia del “hoy” en San Lucas. Se repite a lo largo de todo el evangelio: «Hoy os ha nacido un Salvador» (2,11). Tras la curación de un hombre paralítico, símbolo de la humanidad aplastada, la gente proclama: «Hoy hemos visto cosas extraordinarias» (5,26). En el encuentro con el publicano Zaqueo, Jesús le dice: » Hoy ha llegado la salvación a esta casa» (19,9). Finalmente, ya en la cruz, al compañero de suplicio que le pide compasión, Jesús le responde con una palabra esperanzadora y cargada de vida: «Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso» (23,43). La Palabra de Dios la debemos celebrar con el gozo que lo hicieron los judíos en el descubrimiento de la Ley después del exilio. “Se ponen de pie, aplauden, se llenan de gozo y preparan una buena comida” (1ª Lectura). La Palabra de Dios se hace presente HOY. Y hay que cumplirla, es decir, no hay que limitarse a escucharla, sino hay que llevarla al corazón y ponerla en práctica. Bellos los versos de Lope de Vega: “Cuantas veces mi ángel me decía: alma, asómate ahora a la ventana/ verás con cuanto amor llamar porfía/ y cuantas, hermosura soberana/ mañana le abriremos, respondía/ para lo mismo responder mañana/. La Palabra de Dios hay que cumplirla HOY Y NO MAÑANA.

PREGUNTAS

1.- ¿Es Jesús para mí una buena noticia? ¿Por qué?

2.- ¿Creo que yo soy una buena noticia para los demás? Piensa en datos concretos: ¿Cuándo? ¿Cómo?

3.- ¿Qué idea de Dios domina en mí? ¿La de un Dios Padre que me ama, me perdona y no tiene en cuenta mi vida anterior? ¿O la de un Dios a quien temo que me mande al infierno?

Este evangelio, en verso, suena así:

En Nazaret, hoy, Jesús,
por el Espíritu ungido,
presenta con claridad,
su “PROGRAMA”, a sus vecinos.
Jesús no habla de pecados,
de oraciones, sacrificios…
Jesús se fija en el hombre
humillado y dolorido.
Él anuncia libertad
a los ciegos y cautivos,
ofrece un “Año de Gracia”
a los pobres y oprimidos.
A todos sus seguidores
Jesús nos marca el camino:
La Iglesia tiene su puesto
donde sufre el hombre herido.
En los que no tienen pan,
trabajo, techo o vestido,
en los pobres, nuestro Dios
quiere ser siempre servido.
Dios se esconde en el hermano
olvidado y deprimido.
Quien lo sirve con amor,
le da a su vida sentido.
Señor, que, como Jesús,
vivamos el compromiso
de anunciar la libertad
a los pobres y mendigos.

(Compuso estos versos José Javier Pérez Benedí)

Discurso inicial de campaña

1.- Es posible, mis queridos jóvenes lectores, que hayáis oído, o leído, historias fantásticas que quieren explicarnos lo que pudo estar haciendo el Señor Jesús, durante los años que trascurren entre su viaje a Jerusalén, a los 12 años, y el inicio de la vida apostólica, cuando ya tendría sus treinta años bien cumplidos. Se fantasea, a quien más, inventando permanencias en lejanos países, donde adquirió conocimientos exotéricos. Tradicionalmente se llama a esta etapa “la vida oculta”. A mi me parece desafortunada la expresión. No sé de qué debía ocultarse Él, si uno piensa en que hubo de trabajar para subsistir. Si hubiera permanecido enclaustrado en la población de Nazaret, que en aquellos días no contaba ni con medio millar de habitantes, resultaría difícil imaginar que pudiera conseguirlo, como lo resulta pensar que hubiera dejado a Santa María y a su esposo, solos en la población, para irse a India o a la mismísima China, como algunos dicen. Aprendió a trabajar y trabajó, con José y, más tarde, lo haría por su cuenta y riesgo. Atendió a los pequeños menesteres que le propondrían sus vecinos y acudió a poblaciones próximas, para ganarse la vida, ejerciendo su oficio. Porque, lo que está claro, es que no se dedicó ni al cultivo de la tierra, ni al pastoreo.

2.- Lo que no explican los textos, nos lo puede aclarar la arqueología. Muy cercana a Nazaret, por aquellos años, se estaba edificando, en un núcleo ya habitado con anterioridad, que se llamaba Séforis, una población, destinada a ser la capital de la alta Galilea y que recibiría el pomposo nombre de Diocesarea. Las ruinas, puestas al descubierto no hace demasiados años, nos muestran una ciudad de elegancia singular. Si el diseño del trazado obedece a los criterios propios de las poblaciones clásicas, el ornamento, los mosaicos encontrados, son de una belleza extraordinaria. Vaya un ejemplo, a la preciosa representación de una dama, en un mosaico, la llaman la “gioconda galilea” . A esta elegancia urbanística acompañaría, como es obvio, una sociedad culta, con comercios y academias de su mismo rango. Con toda seguridad Jesús, que ejercería lo que hoy llamaríamos de “autónomo de la construcción”, más que carpintero a nuestro modo, acudiría ejerciendo allí su oficio. Aprendería el hebreo, lengua culta, en la que estaban escritos la mayoría de los textos bíblicos, que en su sinagoga enseñarían. En esta institución, o en el trato con los notables que dirigirían las obras, también aprendería algo de lengua griega. Porque en la pequeña Nazaret, poco podría ilustrarse. Seguramente fue esto lo que le proporcionó que le reconocieran después como rabí , maestro. No vemos hoy los restos de esta sinagoga de la villa de su juventud. Suponen los arqueólogos, que han trabajado con ahínco y acierto, que se encontrará debajo de la actual mezquita. Cosa que, por ahora, impedirá hacer excavaciones. Ya que no puede situarse uno en la misma planta donde sucedió la escena evangélica, se ha edificado, en un lugar próximo, una iglesia, que acertadamente llaman de la sinagoga. Y basta ya de explicaciones previas.

3.- Israel tenía centralizado el culto en el Templo de Jerusalén y había sinagogas diseminadas por donde hubiera una comunidad judía, eran estos, lugares especialmente dedicados a la oración y a la enseñanza elemental de la Ley y los otros escritos, no a la práctica de sacrificios. En ellas no existían altares, por ejemplo. A la sinagoga los judíos acudirían, acuden todavía hoy, los sábados. El responsable del recinto, no necesariamente rabino, podía ofrecer la lectura de la Ley o los profetas, y su traducción e interpretación, a quien considerase la persona más idónea. Persona masculina, ya que las mujeres asistían en un lugar a ellas destinado, sin participación activa en estas reuniones.

Gran expectación habría aquel sábado cuando se le ofreció ejercer de maestro a Jesús. En acabando la lectura, se sentaría en la llamada Cátedra de Moisés, un sitial solemne, como el que se conserva de Corozaín. Hubo silencio. Había empezado solemnemente, su ministerio como profeta y maestro, escogiendo un texto de Isaías. Trataba de un personaje al que se le atribuían misiones especiales: dar esperanza a los marginados, libertad a los oprimidos, visión a los que carecían de ella, amnistía a los condenados. Con soltura y firmeza, pero sin orgullo ni vanidad, dijo Él, convencido: este soy yo, esto a mí me toca hacer.

4.- Mis queridos jóvenes lectores, durante su vida histórica fue cumpliendo lo que hoy en día, en lenguaje político, llamaríamos discurso electoral. No engañó a nadie y, si a alguien pudo defraudar posteriormente, fue a ambiciosos y traidores. La Santa Madre Iglesia, en la que Él reside, a quien se lo tiene encomendado, lo va cumpliendo con el paso de los siglos. A nosotros en particular, como fieles, como Iglesia que somos, igualmente se nos confía. Nos toca ahora asimilar el mensaje, meditarlo, estudiar cual es su aplicación concreta y, sin pensarlo demasiado, valientemente, ponerlo en práctica. Pensadlo bien, mis queridos jóvenes lectores: ¿Quién en vuestro entorno sufre? ¿Cómo le ayudáis? ¿Quién entre vuestros compañeros es despreciado, burlado u ofendido? ¿Quién entre vuestros maestros, vecinos, sean originarios del país en el que estáis o venido de fuera, es marginado?

Y acordaos, hoy y siempre, que el Espíritu del Señor, reposa sobre Jesucristo. Que no se puede hablar de Él como de un cualquiera, que en su Palabra, en la Biblia que debéis conservar con veneración, está su enseñanza, que debéis conocerla y aplicarla. Es vuestro responsable honor.

Pedrojosé Ynaraja

La libertad del hombre

1.- Lo más sorprendente de la relación del hombre débil con el Dios omnipotente es que ese ser comparativamente tan débil pueda oponerse a la voluntad del Ser tan poderoso. La mayoría de los humanos somos transgresores de la Ley de Dios. Algunos lo son muy gravemente con daño a terceros. Otros enarbolando su soberbia se enfrentan y oponen a Dios. Y este Dios lo tolera y diríamos que lo respeta. Entonces se encuentra que la libertad viene de Dios y que es esencia de Dios. El don más grande del hombre es su libertad. Pero el hombre tiende a olvidarla y, despreciando la libertad que Dios le da, se deja oprimir. Muchos de nuestros pecados graves son una forma de opresión. Hemos querido ser libres y nos encontramos amarrados por lo que parecía un buen uso de nuestra libertad. La mayor opresión se produce con la soberbia y con el dinero. Y, sin embargo, vivimos en la época del uso loco de la soberbia y se adora al dinero hasta niveles clínicamente demenciales. Tras consagrar Dios el principio de la libertad absoluta del hombre y ser despreciada por el genero humano y aceptar la opresión ejercida por el Demonio, envío a su hijo para «liberar a los cautivos». Y cuando él, Jesús, esta leyendo en la sinagoga el texto de Isaías está señalando que pretende hacerles libres de verdad, liberarles de la esclavitud del engaño, de la falsa libertad.

2. – Igual que la bondad que reina en el mundo es un reflejo de Dios, la libertad que poseen los hombres también son espejo de la mirada divina. Cuando un régimen político oprime a sus ciudadanos está en contra de Dios. Los enemigos de la libertad vienen de cualquier parte. Hay dictadores de derechas y de izquierdas. La aplicación práctica del marxismo-leninismo ha sido un ejercicio violento contra la libertad. Pero desde los nacionalismos o desde los dictados de clases dominantes también se usa la violencia contra la libertad del hombre. La mejor arma para liberar a los oprimidos es la paz. Puede que sea un camino más lento, pero es muy seguro. Los «libertadores» de la violencia solo engendran más violencia. Y de estos violentos liberticidas, en muy pocos casos han actuado en legítima defensa, y si lo han hecho enseguida han abusado de su fuerza.

Jesús, en la sinagoga de Nazaret, anunció el principio de una liberación pacifica, del reinado del amor. Lo hemos dicho un poco más arriba. Y lo hemos oído en el canto del aleluya que acabamos de proclamar:

El Señor me ha enviado a dar la Buena Noticia

a proclamar la liberación de los cautivos

Y es un muy breve texto que debe servirnos para la meditación, durante esta semana que empieza. Tal vez no haga falta más. Pero, claro, siempre hay más.

3. – Pero siempre hay algo más para nosotros y nuestra vida mejor. Así en el final de fragmento de Nehemías que hemos escuchado se dice: “No estéis tristes, pues el gozo del Señor es vuestra fortaleza”. La consagración del templo, la vuelta al camino marcado por Dios produce una enorme emoción en el pueblo de Israel. Y esa emoción trae lágrimas. Y, entonces, se dice que nuestra alegría viene de Dios, “pues el gozo del Señor es vuestra fortaleza”. La cercanía de Dios y las obras que están cerca de Él dan alegría como símbolo de que estamos en el camino adecuado. Y además el gozo del Señor ante nuestro trabajo bien hecho es, precisamente, nuestra fortaleza. Y de ahí es de donde puede llegar la mejor recompensa para nuestro esfuerzo. Y da igual cual sea nuestra ocupación en el trabajo para Dios y los hermanos. San Pablo en su Primera Carta a los Corintios explica magistralmente esa organización jerárquica –al mismo tiempo igualitaria—de la Iglesia de Dios. La semejanza a un cuerpo humano con el trabajo interrelacionado de todas las partes de ese cuerpo y la misión principal de la cabeza, pues es un atajo para mejor entender nuestra labor.

Hemos de hacer uso de nuestra libertad absoluta para emprender caminos de santificación y de vida en común con los hermanos. Nadie nos debe empujar hacia donde no queramos, pero una vez que en uso de nuestra libertad estamos dentro de la Iglesia hemos de comprender que existe un gran número de misiones y que todas ellas son importantes para el desarrollo del Reino de Dios. Y ahí hemos de aceptar el trabajo designado. Hemos recibido muchos puntos para la reflexión. Ahora, cuando volvamos a nuestras casas y tengamos un momento de quietud deberíamos releer todos estos textos del presente Tercer Domingo del Tiempo Ordinario e iniciar nuestra meditación. Y hacerlo como seres, libres, alegres y solidarios con nuestros hermanos. Y no olvidemos que el gozo de Dios es nuestra fortaleza.

Ángel Gómez Escorial