Lectio Divina – Lunes III de Tiempo Ordinario

“Pero Él miraba a su alrededor” (Mc 5, 32)

1.- Introducción.

Señor, al comienzo de esta oración, quiero escuchar las palabras de confianza de aquella mujer enferma que decía: “Si logro tocar, aunque sea sólo la orla de sus vestidos, me salvaré”. Llevo muchos años tocando no digo tus vestidos sino tu cuerpo en la Eucaristía y, sin embargo, no logro tener esa fe.  Al recibirte hoy en la Eucaristía, dame la fe de esta mujer. Yo también necesito ser curado de mis enfermedades del alma.

2.- Lectura sosegada del evangelio.  Marcos 5, 21-43

Jesús pasó de nuevo en la barca a la otra orilla y se aglomeró junto a él mucha gente; él estaba a la orilla del mar. Llega uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verle, cae a sus pies, y le suplica con insistencia diciendo: «Mi hija está a punto de morir; ven, impón tus manos sobre ella, para que se salve y viva». Y se fue con él. Le seguía un gran gentío que le oprimía. Entonces, una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años, y que había sufrido mucho con muchos médicos y había gastado todos sus bienes sin provecho alguno, antes bien, yendo a peor, habiendo oído lo que se decía de Jesús, se acercó por detrás entre la gente y tocó su manto. Pues decía: «Si logro tocar, aunque sólo sea sus vestidos, me salvaré». Inmediatamente se le secó la fuente de sangre y sintió en su cuerpo que quedaba sana del mal. Al instante, Jesús, dándose cuenta de la fuerza que había salido de él, se volvió entre la gente y decía: «¿Quién me ha tocado los vestidos?» Sus discípulos le contestaron: «Estás viendo que la gente te oprime y preguntas: «¿Quién me ha tocado?»». Pero él miraba a su alrededor para descubrir a la que lo había hecho. Entonces, la mujer, viendo lo que le había sucedido, se acercó atemorizada y temblorosa, se postró ante él y le contó toda la verdad. Él le dijo: «Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y queda curada de tu enfermedad». Mientras estaba hablando llegan de la casa del jefe de la sinagoga unos diciendo: «Tu hija ha muerto; ¿a qué molestar ya al Maestro?» Jesús que oyó lo que habían dicho, dice al jefe de la sinagoga: «No temas; solamente ten fe». Y no permitió que nadie le acompañara, a no ser Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegan a la casa del jefe de la sinagoga y observa el alboroto, unos que lloraban y otros que daban grandes alaridos. Entra y les dice: «¿Por qué alborotáis y lloráis? La niña no ha muerto; está dormida». Y se burlaban de él. Pero él después de echar fuera a todos, toma consigo al padre de la niña, a la madre y a los suyos, y entra donde estaba la niña. Y tomando la mano de la niña, le dice: «Talitá kum», que quiere decir: «Muchacha, a ti te digo, levántate». La muchacha se levantó al instante y se puso a andar, pues tenía doce años. Quedaron fuera de sí, llenos de estupor. Y les insistió mucho en que nadie lo supiera; y les dijo que le dieran a ella de comer.

3.- Qué dice el texto.

Meditación-reflexión La hemorroisa es una mujer que no puede dar vida. Además, está contagiada de impureza legal y puede contagiar a los demás.   Por eso ella se acerca con precaución, ya que no quiere contagiar a Jesús. “Pero Él miraba a su alrededor” (v.32) Es una mirada “circular” de Jesús. La mirada que busca, elige, saca fuera de la multitud. En medio de tanta gente Jesús tiene necesidad de un rostro. Pretende un contacto personal. “No ha pasado nada importante en la vida hasta que no se llega a un contacto personal con Jesús” (Schweizer).  Es curioso que Jesús se deja tocar por ella y, en contra de su costumbre de exigir silencio, como ocurre en el caso de la niña resucitada, aquí hace un despliegue publicitario: ¿Quién me ha tocado?  Que se entere todo el mundo que a mí no me ha contagiado y ella ha sido curada. Jesús lucha contra el tabú de la sangre. En el caso de la niña, tiene importancia la edad.  Los “doce años” es la edad de la primera menstruación y posibilidad de tener hijos. Diríamos que los padres habían engendrado a esta niña para la muerte. Jesús le dice: ¡levántate! Se durmió niña y se levantó mujer.  A estas dos mujeres Jesús les dice ¡QUE VIVAN! Por encima de leyes que las esclavizan.

Palabra del Papa

Una oración valiente, que lucha por conseguir tal milagro; no esas oraciones gentiles: ´Ah, voy a orar por ti´, y digo un Padre Nuestro, un Ave María y me olvido. No, sino una la oración valerosa, como la de Abraham, que luchaba con el Señor para salvar la ciudad, como la de Moisés, que tenía las manos en alto y se cansaba, orando al Señor; como la de tantas personas que tienen fe y con la fe oran y oran. La oración hace milagros, ¡pero tenemos que creer! Creo que podemos hacer una hermosa oración… y decirla hoy, todo el día: «Señor, creo, ayuda a mi incredulidad» …y cuando nos piden que oremos por tanta gente que sufre en las guerras, por todos los refugiados, por todos aquellos dramas que hay en este momento, rezar, pero con el corazón al Señor: «¡Hazlo!», y decirle: «Señor, yo creo. Ayúdame en mi incredulidad» Hagamos esto hoy. (Cf Homilía de S.S. Francisco, 20 de mayo de 2013, en Santa Marta).

4.- Qué me dice este texto hoy a mí. (Guardo silencio)

5.- Propósito
Al acercarme hoy a la comunión haré un acto de fe diciendo: creo, Señor, que estás ahí y me quieres tocar para sanarme.

6.- Dios me ha hablado hoy a través de su Palabra. Ahora yo le respondo con mi oración.

Señor, tú te has manifestado hoy como el “Dios de la vida”. Quieres que tengamos vida, pero vida en plenitud. Quieres que vivamos y disfrutemos de la vida. Quieres que no vivíamos con miedos o esclavitudes. Quieres que vivamos felices. Nuestra religión no es la religión del miedo, de la tristeza, de las esclavitudes. En la religión de la vida, la libertad, la alegría. ¡Gracias, Señor!

Anuncio publicitario

Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba

Para comprender el evangelio de hoy hay que comenzar por recordar el evangelio del pasado domingo. Jesús, en la Sinagoga de Nazaret, lee un texto del profeta Isaías, que habla del Espíritu que ha enviado al profeta a anunciar la buena noticia a los pobres y “el año de gracia del Señor”. Tras realizar la lectura, Jesús se dirige a las personas que hay en la Sinagoga y afirma: “hoy se cumple esta Escritura”. Hoy, o sea, aquí y ahora. En Jesús se cumple esta Escritura. Él es quién trae buenas noticias para los pobres y anuncia el amor gratuito e incondicional de Dios para todos y cada uno de los seres humanos.

El evangelista narra luego la reacción de la gente. Es una pena que la traducción que hemos leído no mantenga la ambigüedad de los dos verbos griegos que describen esa reacción. Son verbos que pueden entenderse en un doble sentido. En realidad, habría que traducir que la gente “daba testimonio” y estaba “extrañada”. Se puede dar testimonio a favor o en contra; y estar extrañado agradable o desagradablemente.  La conclusión del relato (los nazarenos, furiosos, pretenden despeñar a Jesús) nos obliga a pensar que la gente daba testimonio contra él, porque se quedó desagradablemente sorprendida de lo que estaba ocurriendo. Lo que ocurría es que Jesús había manipulado la lectura del texto del profeta Isaías, que los oyentes conocían muy bien.

El texto de Isaías después de hablar del año de gracia del Señor, habla del “día de la venganza de nuestro Dios”. Por eso los nazarenos se extrañaban de que Jesús solo hubiera pronunciado las palabras sobre la gracia. Ellos esperaban la frase de Isaías que venía a continuación del texto que Jesús leyó: “el día de la venganza de nuestro Dios”. Este deseo de venganza encajaba perfectamente con la situación que aquella gente vivía, pues el imperio romano ocupaba el país y les oprimía. Pero en el mensaje de Jesús no tiene cabida la idea del castigo ni el deseo de venganza.

También hoy nosotros debemos estar atentos a nuestros deseos de venganza, a nuestros rencores, rencores que, a veces, son muy lógicos y comprensivos. Pero un cristiano no puede vivir con un corazón lleno de odio. Entre otras cosas porque el odio a quién hace daño, en primer lugar, es al que odia. El primer beneficiario del perdón es el que perdona. Pero la razón principal está en que un cristiano quiere identificarse con Cristo. Por eso la norma de su vida es el perdón y la misericordia. Así se realiza lo que hemos escuchado en la segunda lectura: el amor disculpa sin límites, aguanta sin límites.

El final del evangelio debería hacernos pensar. Jesús, cuando la gente furiosa pretende despeñarlo, “se abrió paso en medio de ellos y se alejaba”. Cuando no acogemos el mensaje de la gracia, cuando no vivimos en el amor, cuando la misericordia desaparece de nuestro corazón, Jesús se aleja de nosotros. Porque Jesús resucitado sólo se hace presente dónde hay perdón, misericordia y amor. Eso no significa que aprobemos la injusticia o la mentira. Significa que nosotros actuamos siempre desde la verdad, la justicia y el amor, hagan lo que hagan los demás. Para un cristiano, la verdad y la justicia pasan por encima de su comodidad. Eso puede hacerle sufrir, pero en este sufrimiento, llevado por amor, manifiesta tener una gran esperanza, la gran esperanza, la esperanza de que el amor no pasa nunca, porque donde hay amor, allí está Dios.

El amor es la madurez y la perfección de la vida cristiana; es la única realidad humana que trascenderá este mundo pasajero: el amor no pasa nunca.

Fray Martín Gelabert Ballester

Comentario – Lunes III de Tiempo Ordinario

Mc 3, 22-30

Ya hemos señalado cómo Marcos pone en evidencia, por medio de frecuentes repeticiones un aspecto dramático de la vida de Jesús que conducirá a la Pasión, considerada netamente por El como la cumbre de esta vida.

Tres grupos se enfrentan como los lados de un triángulo…

«Jesús y sus discípulos», «la muchedumbre», «los adversarios».

Ahora bien, es notable que Marcos intercale una escena violenta de discusión con los «escribas venidos de Jerusalén», ciudad donde Jesús sufrirá la Pasión, en una escena de discusión con su familia: en ambos casos, es objeto de acusaciones malévolas. «Esta fuera de sí», decían los parientes… «Está poseído del demonio», decían los escribas…

Así Jesús es rechazado «por los suyos», y «por las autoridades religiosas».

Permanezco unos instantes contemplando este misterio siempre actual: Jesús rechazado… Jesús desconocido, ignorado…

Jesús contestado… Jesús no escuchado… Jesús no seguido… Jesús dejado de lado… ¡Por mí, el primero! Busco con calma mi manera personal de rechazar a Jesús en mi propia vida y sobre ello hago mi oración.

Los escribas, que habían bajado de Jerusalén, decían de Jesús: Está poseído por Belcebú, príncipe de los demonios.» Llamóles a sí y les dijo en parábolas: «¿Cómo puede Satanás expulsar a Satanás? Si un reino está dividido no puede durar. Si una casa está dividida no puede subsistir. Si Satanás se levanta contra sí mismo… ha llegado su fin…» 

Jesús pone en evidencia el lógico ridículo de los escribas: son ellos los que han perdido la cabeza proponiendo tales argumentos Jesús, tiene muy sana su razón. Su demostración es sencilla, pero rigurosa.

Nadie puede entrar en la casa de un hombre fuerte y saquearla, si primero no ata al fuerte… 

Es la primera y corta parábola relatada por Marcos: ¡La imagen de un combate rápido y decisivo! Para dominar a un «hombre fuerte», se precisa a uno «más fuerte» que él. Jesús presenta su misión como un combate, el combate contra Satán, la lucha contra el «adversario de Dios» (es el sentido de la palabra «Satán» en hebreo).

Contemplo este misterio siempre actual:

Jesús combatiendo… Jesús luchador… Jesús entablando batalla contra todo mal… Jesús «más fuerte» que cualquier mal…

La mayoría de los grandes sistemas de pensamiento, en todas las civilizaciones, han personificado el «mal»: El hombre se siente a veces «dominado» como por «espíritus» El hombre occidental moderno se cree totalmente liberado de estas representaciones; pero, nunca tanto como hoy el hombre se ha sentido «dominado» por «fuerzas alienantes»: espíritu de poder, de egoísmo, etc.

Jesús ha puesto fin a este dominio; pero a condición de ¡que se le siga!

En verdad os digo que todo les será perdonado a los hombres, los pecados y aun las blasfemias; pero quien blasfeme contra el Espíritu Santo… no tendrá perdón jamás… 

«Jesús habla así porque ellos decían: Tiene espíritu impuro.

Para participar en la victoria de Cristo sobre las «fuerzas que nos dominan» hay que ser dóciles al Espíritu Santo… Hay que reconocer el poder que actúa en Cristo. Decir que Jesús es un «Satán», un «Adversario de Dios», es cerrar los ojos, es blasfemar contra el Espíritu Santo, es negar la evidencia: este rechazo es grave… bloquea todo progreso en el futuro.

Noel Quesson
Evangelios 1

Semana de oración por la unidad de los cristianos

DÍA 8

“Regresaron a su país por otro camino” (Mt 2, 12)

De las rutas usuales de la separación a los nuevos caminos de Dios

Lecturas

Jr 31, 31-34: Pactaré una nueva alianza con Israel y con Judá.
Sal 16: Tú me muestras el camino de la vida.
Ef 4, 20-23: Dad lugar a la renovación espiritual de vuestra mente.
Mt 11, 25-30: Porque has ocultado todo esto a los sabios y entendidos y se lo has revelado a los sencillos.

Reflexión

No sabemos lo que pensaron los Sabios -expertos en astronomía y travesías- cuando se les advirtió que regresaran por otra ruta. Probablemente quedaran confundidos, pero la misma luz que iluminó su viaje les mostró que había otro camino, otra posibilidad. Estaban llamados a cambiar de dirección.

Nosotros nos sentimos a menudo encorsetados por una determinada manera de hacer las cosas o por nuestra visión particular del mundo. Cuando nos damos cuenta de que estos caminos o “rutas” están cerrados, nos preguntamos cómo actuar y continuar con nuestro viaje. La providencia de Dios siempre sale a nuestro encuentro para mostrarnos que hay otro rumbo posible preparado para nosotros. Dios está ahí para renovar su alianza y sacarnos de la frustración que experimentamos ante los obstáculos. Solo tenemos que confiar en que el Eterno que nos dio la luz, siempre nos muestra una nueva manera de avanzar cuando nuestros caminos se bloquean. Siempre es posible un nuevo comienzo cuando estamos dispuestos y abiertos a la acción del Espíritu. Como Iglesias, miramos al pasado para encontrar la iluminación necesaria, y miramos al futuro para buscar nuevos senderos por los que la luz del Evangelio siga brillando con una energía renovada, y así podamos acogernos unos a otros como el mismo Cristo nos acoge para mayor gloria de Dios.

Por nuestros antiguos caminos las comunidades cristianas han acabado separadas unas de otras. En los nuevos caminos a los que Dios nos llama, los cristianos han de caminar juntos y descubrirse compañeros de peregrinación. Encontrar estos nuevos caminos exige discernimiento, humildad y coraje. Ahora es el momento de la conversión y la reconciliación.

Oración

Dios misericordioso, tú sales a nuestro encuentro cuando nosotros nos obstinamos en seguir un camino a pesar de saber que está bloqueado, cayendo en la desesperación. Eres el Dios de las promesas renovadas. Te encontramos inventando un nuevo sendero que para nosotros era impensable. Te damos gracias porque continuamente superas nuestras expectativas. Te damos gracias por tu infinita sabiduría que sobrepasa nuestra inteligencia. Te damos gracias porque tus caminos creativos que nos abren a posibilidades imprevistas. Sigue siendo, Señor, nuestro guía cuando en nuestros mapas no encontremos rutas por las que avanzar. Te lo pedimos por medio de Jesucristo nuestro Señor, en la comunión del Espíritu Santo, que una y otra vez nos hace retornar a ti. Amén.

Homilía – Domingo IV de Tiempo Ordinario

LA VERDAD OS HARÁ LIBRES

CONTEXTO SOCIAL Y RELIGIOSO

Lucas presenta el comienzo ministerial de Jesús en un contexto litúrgico. Jesús, como todo judío piadoso, participa en la celebración sinagogal del sábado en su pueblo. El relato es vivo y tenso. Mientras está hablando, sus convecinos acogen voraces y asombrados sus palabras. Tienen una increíble vibración de vida y sinceridad. Pero sus palabras entrañan conversión y un gran compromiso; y por eso, los mecanismos de defensa, consciente o inconscientemente, empiezan a racionalizar resistencias.

Jesús (o Lucas) ha detenido intencionadamente la lectura antes de las palabras que anunciaban el juicio de las naciones: «y un día de venganza de nuestro Dios» (Is 61,2), para insistir exclusivamente en la gracia de Dios. Estas palabras de «gracia» provocan el asombro de la asamblea y esta manera de proponer una gracia universal es el origen de los incidentes narrados en los vv. 25-30. Precisamente para reforzar la idea de que su misión es toda de gracia y no de condenación, Cristo (o Lucas) ha añadido dentro de la cita de Isaías un versículo, tomado de Is 58,6, sobre la libertad ofrecida a los prisioneros. Cristo define de una vez su misión como una proclamación del amor gratuito de Dios a todo hombre. Esto no puede sino producir escándalo pues los judíos esperan la escatología con ardor y odio a los paganos ya que esperan el aplastamiento de todos sus enemigos (los de Dios).

Y empiezan a funcionar los mecanismos de resistencia al mensajero. El mensaje no gusta. Y se desata la envidia pueblerina: ¿Por qué el hijo de María y de José va a ser más que los nuestros? Sí, el hijo de María y de José habla encendidamente; pero, ¿qué garantías tiene su mensaje si el mensajero es el hijo de un carpintero, si no ha pasado por las escuelas rabínicas, si no tiene prestigio social, si se ha criado entre nosotros? ¿Qué puede enseñar? ¿Qué garantías ofrece su discurso si va en contra del mensaje tradicional de los rabinos, de los escribas y fariseos, que anuncian la ira apocalíptica de Dios para los pueblos que han asolado a «su» pueblo? ¿Cómo puede igualar el pueblo de la elección con el resto de los pueblos paganos?

Su rabia se enardece todavía más cuando les recuerda que Dios había hecho prodigios en favor de los paganos que no había hecho en favor de Israel por culpa de su protervia y les evoca a la viuda de Sarepta y al sirio Naamán. Citando un refrán, les señala: «Ningún profeta es bien recibido en su tierra». Estas increpaciones colmaron la ira de sus convencidos. A empujones le llevan hacia el barranco de las afueras del pueblo para despeñarlo, castigo reservado a los blasfemos; pero Jesús se abrió paso entre ellos y se escabulló.

Estamos ante un relato significativo que preanuncia la misión y el destino de Jesús; es como un adelanto que sintetiza su programa, su ministerio y el desenlace. Los vecinos de Nazaret encarnan a todo el pueblo judío, que globalmente rechaza al Enviado de Dios, y por eso serán los paganos los que, sobre todo, integrarán el pueblo de la Nueva Alianza.

¿En qué consistió, sobre todo, el pecado del pueblo judío? En el afán de traducir los mensajes divinos a sus ambiciones humanas. No se ajustaban a la Palabra de Dios, sino que ajustaban la Palabra de Dios a sus ambiciones. No dejaban a Dios ser Dios.

 

AMORDAZAR AL PROFETA

Israel perdió su gran ocasión. Jesús lo lamentará con lágrimas en los ojos: «¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que se te envían!» (Le 13,34). Juan escribe con el alma dolorida: «Vino a su casa (a Israel la Luz), pero los suyos no la recibieron» (Jn 1,11).

Todos y siempre sentimos un primer impulso a rechazar la verdad o las verdades que nos resultan intranquilizadoras. Decía atinadamente Bernanos: «Los hombres buscan verdades tranquilizadoras, pero la verdad no tranquiliza a nadie». Y para evitar el cosquilleo de la conciencia, los remordimientos que comporta el traicionarla, se echa mano de un mecanismo de defensa que los psicólogos llaman racionalización. «Nos asisten sobradas razones para rechazar lo que es un error manifiesto»… Exactamente lo mismo que a los nazarenos: Se ponen etiquetas descalificadoras al mensajero, se siembran sospechas sobre su vida, sobre su preparación, sobre su posible extremismo.

Un seglar, cristiano intachable, empleado de la construcción naval, se levanta un día en medio de una asamblea heterogénea: «Yo creo que estamos olvidando el tema de los pobres», comienza diciendo con palabras de fuego. Son palabras de un auténtico profeta, del que todos saben que dedica enteramente sus horas libres a ayudar a los necesitados, a los ancianos con problemas. Con sus palabras de fuego hace enardecer a la asamblea de forma increíble. Nunca jamás lo olvidaré. En varias ocasiones me había testificado su párroco: «Es un verdadero santo». «¿Qué sabe ese pobre hombre -me susurra al oído un profesor que colabora en pastoral familiar- si el pobre no pasó de los estudios primarios?». Por detrás oigo a una religiosa de un sanatorio que comenta: «A ese pobrecito le ha dado por la manía de los pobres, y no hay quien le apee de ella». Cuando terminamos la reunión me comenta un compañero sacerdote: «¿Qué te ha parecido el seglar? ¡Pobre! Se cree un iluminado para dar lecciones… No tiene preparación y no ve más»… Naturalmente, otros salimos entusiasmados y más comprometidos. Michel Quoist vivió la misma experiencia en un templo de París con respecto a un sacerdote joven: «Me sentía encantado por su palabra profética, justa, firme y, al mismo tiempo, unciosa. Cuando terminó la celebración procuré pegar la oreja a los distintos comentarios. La gente sencilla, los de corazón sincero, estaban entusiasmados; la ‘gente bien’ salía echando pestes: ‘¿No te parece que despide un tufillo a socialistón, a un cura muy izquierdoso? No me ha gustado nada. Ya le he oído otras veces; pero no vuelvo más'»… ¿No es ésta la mismísima reacción de los convecinos de Jesús?

Todos tenemos la tentación de manipular la verdad. Dice el refrán: «No hay verdad ni mentira, todo presenta el color del cristal con que se mira». La primera parte del refrán es una gran mentira; la segunda una gran verdad.

 

DEMAGOGIA POR PROFECÍA

Pablo alerta a Timoteo del peligro de que las comunidades, de las que es obispo, repitan el error del pueblo judío de conceder credibilidad y aceptar el mensaje de los «profetas» halagadores. «Pues vendrá el tiempo en que los hombres no soportarán la sana doctrina, sino que, llevados de sus caprichos, buscarán maestros que les halaguen los oídos; se apartarán de la verdad y harán caso de los cuentos» (2Tm 4,3-4).

Jonás intuía que le podía pasar como a otros profetas por decir la verdad al pueblo. Y por eso se negaba a ir a Nínive. Creo que, por cobardía de los «profetas», por su miedo a las reacciones agresivas o a perder «clientela», el mensaje evangélico se traduce en mediocridad. Se dispensa al pueblo «demagogia» en lugar de «profecía». Pocos se atreven a elevar una voz que pueda parecer contraria al pueblo. Los mensajeros (los predicadores) brindan sus mensajes a la carta, a gusto de los oyentes. Pero cuando un pueblo reduce a silencio a estos hombres y mujeres, se empobrece y queda sin luz para caminar hacia un futuro más humano.

El relato evangélico de hoy viene a decirnos: «Si oyerais la voz del Señor, no endurezcáis el corazón» como lo hicieron vuestros padres. Hay que dejar a Dios que nos hable por los mensajeros que Él quiera y nos diga los mensajes que Él quiera. Hay que dejar a «Dios que sea Dios» y al maestro Jesús que sea de verdad «el Maestro», sin querer darle lecciones como Pedro (Mt 16,22-23).

El gran sabio R Lacordaire, en su búsqueda apasionada por la verdad, venga de donde viniere, llegó a decir: «Todos los hombres son mis maestros». Todos le enseñaban algo. Conozco comunidades y grupos cristianos que invitan a exponer su pensamiento y a dialogar con ellos a personas de diversas tendencias para acoger la parte de verdad de cada una. Helder Cámara decía: «Si no estás de acuerdo conmigo, me enriqueces». Tener junto a nosotros a un hombre que siempre está de acuerdo de manera incondicional no es tener un compañero, sino una sombra.

Hoy la Palabra del Señor nos invita a revisar nuestras actitudes ante la verdad. ¿Me dejo llevar de prejuicios a la hora de escuchar mensajes de personas o grupos? ¿Busco la verdad esté donde esté y la testifique quien la testifique? ¿Callo la verdad por cobardía, guardo un silencio cómplice ante situaciones injustas?

A nivel psicológico ocurre lo mismo que ocurre a nivel médico: si alguien se empeña en ignorar la verdad, no vivirá en paz y está perdido. Quien es despiadadamente sincero consigo mismo acogiendo la verdad, goza de una gran paz que nace de la fidelidad a sí mismo y vivirá una vida de plenitud. Jesús afirma taxativamente: Si el Hijo os libera, seréis de verdad libres (Jn 8,36). Rabindranat Tagore afirma sabiamente: «No cierres la puerta al error, no sea que dejes fuera la verdad».

Atilano Alaiz

Lc 4, 21-30 (Evangelio Domingo IV de Tiempo Ordinario)

El evangelio liberador, palabra de gracia

“Esta escritura comienza a cumplirse hoy” (v. 21). Así arranca el texto del evangelio que complementa de una forma práctica el planteamiento que se hacía el domingo pasado sobre la escena-presentación de Jesús en su pueblo, donde se había criado, en Nazaret. Esta escena prototipo de todo lo que Jesús ha venido a hacer presente, apoya que las palabras sobre la gracia, exclusivamente las palabras liberadoras, se convierten en santo y seña de su vida y de su muerte. El “hoy”, el ahora, es muy importante en la teología de evangelio de Lucas. Lo que Jesús interpreta en la sinagoga es que ha llegado el tiempo (cf Mc 1,14) de que las palabras proféticas no se queden solamente “escritura sagrada”. De eso no se vive solamente. Son realidad de que Dios “ya” está salvando por la palabra de gracia.

El v.22 ha sido objeto de discusiones exegéticas, que actualmente apuntan claramente a entenderlo de la manera siguiente: todos lo criticaban (daban testimonio de él, -martyréô- pero en sentido negativo), a causa de las palabras sobre la gracia. ¿Por qué? Precisamente porque en la cita del texto de Is 61,1-2 (Lc 4,18) han desaparecido aquellas palabras que hacían mención de la ira de Dios contra los paganos. El testimonio de sus paisanos de Nazaret, pues, no es favorable sino adverso. Y es contrario porque Jesús se atreve a anunciar la salvación, no solamente de su pueblo, sino del hombre, de cualquier hombre, de todos. Los ejemplos posteriores –después del reproche “médico cúrate a ti mismo”-, de Elías y Eliseo en beneficio de personas paganas (no de Israel) vienen a iluminar lo que Jesús ha querido proclamar en la sinagoga de Nazaret. La consecuencia de todo ello no es otra que el intenta de apedrear a Jesús. ¿Por qué? ¿Porque les ha puesto el ejemplo de los profetas abiertos al mundo pagano? ¡Sin duda! Porque ha proclamado el evangelio de la gracia.

Se ha dicho, con razón, que este es un relato programático. No quiere decir que no sea histórico, que no haya ocurrido una escena de rechazo en Nazaret (así lo muestra Marcos 6,1-6). Pero en Lucas es una escena que quiere concentrar toda la vida y toda la predicación de Jesús hasta el momento de su rechazo, de su juicio y de su muerte. Nazaret no es solamente su patria chica; en este caso representa a todo su pueblo, sus instituciones, su religión, sus autoridades, que no aceptan el mensaje profético de la gracia de Dios que es y debe ser don para todos los hombres. Lucas ha puesto todo su genio literario, histórico y teológico para darnos esta maravilla de relato que no tiene parangón. Todo lo que sigue a continuación, la narración evangélica, es la explicitación de lo que sucede en esta escena.

Jesús, como Jeremías, ha sido llamado para arrancar de la religión de Israel, y de toda religión, la venganza de Dios, y para plantar en el mundo entero una religión de vida. Los ejemplos que Lucas ha escogido para apoyar lo que Jesús hace –lo del gran profeta Elías y su discípulo Eliseo-, muestran que la religión que sigue pensando en un Dios manipulable o nacionalista, es una perversión de la religión y de Dios mismo. El itinerario vital de Jesús que Lucas nos describe en esta escena, muestra que el Reino que a partir de aquí ha de predicar, es su praxis más comprometida. La salvación ha de anunciarse a los pobres, como se ve en la primera parte de esta escena de Nazaret, y ello supone que Jesús, en nombre de Dios, ha venido a condenar todo aquello que suponga exclusión y excomunión en nombre de su Dios. Lucas, pues, sabe que era necesario presentar a Jesús, el profeta de Nazaret, en la opción por un Dios disidente del judaísmo oficial. Eso será lo que le lleve a la muerte como compromiso de toda su vida. Y así se pre-anuncia en el intento de apedreamiento en Nazaret. Pero no es la muerte solamente lo que se anuncia; también la resurrección: “pero él, pasando por medio de ellos, se marchó” (v.30). Esta no es una huida cobarde, sino “entre ellos”, pasando por la entraña de la muerte… se marchó… a la vida nueva.

Fray Miguel de Burgos Núñez

1Cor 12, 31-13, 13 (2ª lectura Domingo IV de Tiempo Ordinario)

El amor será lo eterno

La segunda lectura es probablemente una de las páginas más bellas que jamás se hallan escrito en la historia de la humanidad, sobre la experiencia más determinante y decisiva de la vida de todo hombre: amar y ser amado. No podemos olvidar que no se habla del amor bello y hermoso de la amistad (filía), cantado por los griegos y todos los poetas. Es una expresión que el cristianismo ha rescatado como algo propio (ágape, de agapáô) y que se ha plasmado con el término “caridad”, una de las virtudes teologales. Y aunque suena mejor el término “amor”  y el verbo “amar” (pues para caridad no existe un verbo directo adecuado), no deberíamos renunciar los cristianos a ese sentido de “caritas”, que está cargado de originalidad. Es el ágape y no solamente la filía, sencillamente porque es un amor sin medida: todo lo perdona y siempre se entrega, aunque no haya respuesta. Por eso, como se lee en la Vulgata “caritas numquam excidit”, el amor no pasa nunca (v.8a). Pablo quiere mostrar el “camino más excelente”, en realidad el “carisma” al que todos deberían aspirar. Ese es el camino, el sendero por el que hay que marcar los criterios de los dones espirituales.

El apóstol nos habla del amor en el contexto de los carismas de la comunidad de Corinto, que le ha planteado la cuestión de una praxis personal y comunitaria: ¿cuál es el carisma que se debe preferir? ¿qué servicio es el más perfecto en la comunidad? Pablo está hablando a una comunidad donde existe un problema bien manifiesto: el desprecio de los débiles, de los que no valen, de los que no tienen altos vuelos. Por eso mismo el campo de acción del amor en una comunidad cristiana es ejemplificador. Podemos presumir de educación, cultura, intelectualidad, pero eso, que sin duda perfecciona al hombre, no le da los quilates verdaderos para ser más humano y, desde luego, para ser mejor cristiano. Y no se puede pretender ser cristiano para uno mismo y en uno mismo. Eso está descartado previamente. Se es cristiano desde la comunidad y en la comunidad, en la ekklesía o de lo contrario no se es cristiano para nada. Y es precisamente en ella donde no tiene sentido la forma más sutil de egoísmo espiritual. El amor es la fuerza de la comunidad, pero también lo es para que uno mismo sea comunidad. Lo es de cualquier comunidad, pero muy especialmente se debe entender de cualquier tipo o variante de comunidad cristiana. No podemos, pues, menos de pensar que esto que se dice muy en concreto para la comunidad de Corinto, se debe aplicar a la comunidad cristiana matrimonial, que es todo un símbolo y realidad de la comunidad eclesial. Es más, es ahí donde se gesta muy concretamente una de las experiencias más íntimas de la comunidad eclesial.

Fray Miguel de Burgos Núñez

Jer 1, 4-5. 17-19 (1ª lectura Domingo IV Tiempo Ordinario)

Llamada y misión profética

La primera lectura de hoy nos refiere la vocación del profeta Jeremías de Anatot en el s. VII a. C. Era un hombre de descendencia sacerdotal, de los sacerdotes de Anatot o levitas, un pequeño pueblo a unos cinco km. al norte de Jerusalén. Jeremías mismo profetizó contra su pueblo (11,21-23), donde compró un campo, que era todo un signo en la situación por la que pasaba el profeta (Jr 32,7-9). Senaquerib lo había conquistado antes de rodear Jerusalén (Is 10,30).. Hoy el texto del libro nos habla de la vocación (vv.4-5) y de la misión (vv.17-19). Era un muchacho cuando sintió la “llamada” de Dios para ser profeta de los pueblos, de los gentiles. La vocación profética es un desafío, y en el caso del profeta Jeremías se hace más palpable por la situación tan contradictoria que tuvo que vivir existencialmente ante la catástrofe que se veía venir sobre Judá. Aunque al principio pudiera estar de acuerdo con el joven rey Josías para impulsar la reforma necesaria después de más cincuenta años de abandono y opresión por parte de su abuelo Manasés, Jeremías es un hombre que siente en su vida la fuerza de la palabra de Dios por encima de cualquier proyecto político. El mismo Pablo se inspira en estas palabras de profeta para ilustrar su llamada a ser apóstol de los gentiles (Gal 1,15).

Un profeta lo es a pesar de él mismo; siente miedo por lo que tiene que vivir en su interior y lo que tiene que comunicar en nombre de su Dios. Sin duda que debe ser así, porque no podrá regalar el oído a nadie. Si fuera verdad que su primera actuación, como defienden algunos, hubiera sido el discurso contra el templo (Jr 7), comprenderíamos la experiencia tan intensa y determinante de su vida. Dios, sin embargo, no admite excusas; llama a quien tiene que llamar, a quien le va ser fiel hasta el final: lo llama para “arrancar y destruir, edificar y plantar”. El profeta no destruye por destruir, sino para convertir. Es un hombre próximo a la teología de Oseas. Jeremías ha sido llamado para entregarse a los demás, o si queremos, para sentir la pasión de la palabra de Dios y entregarla a los demás.

Fray Miguel de Burgos Núñez

Comentario al evangelio – Lunes III de Tiempo Ordinario

En el ministerio de Jesús hubo momentos mejores y peores. La primera época es llamada por algunos “primavera galileana”: Jesús percibe el alborear del Reino de Dios y felicita a los pobres, hambrientos y afligidos porque se ha cumplido el tiempo y Dios va a dar un vuelco a la situación. De mil maneras da a entender que los tiempos mesiánicos han llegado. Y muchos de los oyentes se sitúan en esa onda: le siguen con entusiasmo gentes de Galilea, Judea, Idumea, de la Transjordania, de Tiro y de Sidón… (Mc 3,7s).

El entusiasmo es tal que algunos le confunden con un líder político y pretenden hacerle rey. Pero Jesús es un mesías extraño; ante tales éxitos y aclamaciones, despide y disuelve a la multitud, obliga a los discípulos a marchar, y él se va solo al monte, a orar (Jn 6,15; Mc 6,45s). Pretendiendo deshacer malentendidos, crea quizá mayor confusión.

Progresivamente, ante la libertad y originalidad de Jesús, muchos se plantean la cuestión de si será el mesías o un falso mesías, un profeta o un pseudoprofeta. Las curaciones son signos del Reino, del Dios salvador; pero siempre hubo magos y brujos que pretendieron hacer prodigios invadiendo el campo de lo divino; los signos pueden resultar ambiguos, al mismo tiempo consoladores e inquietantes. En los líderes religiosos crece la duda y el desconcierto en relación con Jesús. Quizá de aquí surge la petición de signos legitimadores, petición que Jesús interpreta como desafío o como señal de impenitencia: “dando un profundo gemido en su interior dijo: no se dará un signo a esta generación” (Mc 8,12).

El actúa con una gran sencillez, con claridad, y ofrece signos espontáneamente, como volcar una mesa en el templo; pero los signos no sirven para los “ciegos voluntarios”. Tras el signo de templo, le interrogan los “sumos sacerdotes, escribas y ancianos” (Mc 11,27), los “entendidos”, los intelectuales… Jesús pudo recordar aquello de “buscar al Señor con sencillez de corazón, que se deja hallar de los que no exigen pruebas, pero los razonamientos retorcidos alejan de él” (Sab 1,1-2).

Particularmente fustiga Jesús a quienes, por comodidad e inmovilismo, malinterpretan su actuar y se resisten a dejarse interpelar. Mientras que él lo explica como signo de la vuelta del Espíritu de Dios a la tierra, señal de estar en los tiempos mesiánicos, los opositores lo atribuyen a connivencia con Satanás, que es tanto como nigromancia, hechicería… siempre prohibidas en Israel e incluso castigadas con la muerte (Deuteronomio 18,10s). Jesús reduce al absurdo la acusación que le hacen los escribas y aduce una parábola muy en sintonía con la visión del mundo de entonces, sometido a las potencias del mal. La aplicación de la parábola queda implícita: Jesús es “el más fuerte” que ata al fuerte, a Satanás. Él introduce la salvación en el mundo; pero quien opte por la ceguera voluntaria y no se acoja a su acción benéfica está destruyéndose a sí mismo.

Pidamos hoy a Jesús unos ojos limpios, un espíritu sencillo para acoger su presencia como una hermosa primavera que rejuvenezca nuestro pensar y actuar.

Severiano Blanco cmf

Liturgia – San Francisco de Sales

SAN FRANCISCO DE SALES, obispo y doctor de la Iglesia, memoria obligatoria

Misa de la memoria (blanco)

Misal: Oraciones propias, antífonas del común de pastores (para un obispo) o de doctores. Prefacio común o de la memoria.

Leccionario: Vol. III-par

  • 2Sam 5, 1-7. 10. Tú pastorearás a mi pueblo Israel.
  • Sal 88. Mi fidelidad y misericordia lo acompañarán.
  • Mc 3, 22-30. Satanás está perdido.

O bien: cf. vol IV.


Antífona de entrada             Cf. Eclo 15, 5
En medio de la asamblea le abrió la boca, y el Señor lo llenó del espíritu de sabiduría y de inteligencia, lo revistió con un vestido de gloria.

Monición de entrada y acto penitencial
Hoy es la memoria de san Francisco de Sales, obispo de Ginebra y doctor de la Iglesia, que nació en Saboya en 1567. Verdadero pastor de almas, consiguió que muchos hermanos que se habían separado volvieran a la comunión católica, y con sus escritos enseñó a los cristianos la devoción y el amor de Dios. Fundó, junto con santa Juana de Chantal, la Orden de la Visitación, y en Lion entregó humildemente su alma a Dios el 28 de diciembre de 1622. Fue sepultado en Annecy, en Francia, tal día como hoy.

Yo confieso…

Oración colecta
OH Dios,
tú has querido que el santo obispo Francisco de Sales
se hiciera todo para todos por la salvación de las almas,
concédenos, en tu bondad, a ejemplo suyo,
manifestar siempre la dulzura de tu amor en el servicio a los hermanos.
Por nuestro Señor Jesucristo.

Oración de los fieles
Invoquemos, hermanos, con corazón unánime, a Dios Padre todopoderoso, fuente y origen de todo bien.

1.- Por la santa Iglesia católica, extendida por todo el universo. Roguemos al Señor.

2.- Por nuestro santo Padre el papa Francisco, por nuestro obispo, por lo sacerdotes y demás ministros de Dios. Roguemos al Señor.

3.- Por esta ciudad, por su prosperidad y por todos los que en ella habitan. Roguemos al Señor.

4.- Por lo que sufren, por nuestros hermanos enfermos o encarcelados. Roguemos al Señor.

5.- Por los que cuidan de los ancianos, pobres y atribulados. Roguemos al Señor.

6.- Por todos nuestros difuntos: para que Dios los reciba en su reino de luz y de paz. Roguemos al Señor.

Dios todopoderoso y eterno, que gobiernas cuanto existe en el cielo y en la tierra: escucha las oraciones de tu pueblo y concede a nuestro tiempo la paz. Por Jesucristo nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
POR este sacrificio de salvación que te ofrecemos, Señor,
enciende nuestro corazón en el fuego del Espíritu Santo,
con el que inflamaste admirablemente
el alma llena de ternura de san Francisco de Sales.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona de comunión          Cf. Lc 12, 42
Este es el siervo fiel y prudente a quien el Señor ha puesto al frente de su servidumbre para que reparta la ración de alimento a sus horas.

Oración después de la comunión
DIOS todopoderoso,
por estos sacramentos que hemos recibido,
concédenos que, imitando en la tierra el amor
y mansedumbre de san Francisco de Sales,
alcancemos también la gloria del cielo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.