Fanatismo: el peligro de absolutizar las creencias

Más allá de que algún redactor mezcló aquí dos textos que no guardaban relación entre sí -solo así se explica la contradicción manifiesta que, sin solución de continuidad, transforma la aprobación en escepticismo e incluso en furia-, resulta llamativa la reacción de sus paisanos: les bastó que Jesús manifestase una actitud “universalista” para que quisieran despeñarlo.

En la etapa mítica de la humanidad -y en las personas que viven en ese nivel de consciencia-, el propio grupo y la propia creencia se absolutizan: el propio punto de vista se identifica con la verdad y el propio grupo (tribu, pueblo, raza, partido político, comunidad religiosa…) es el único portador de la misma.

La absolutización de la creencia se halla en el origen de todo dogmatismo, fundamentalismo y fanatismo excluyente. Quien se cree poseedor de la verdad apenas podrá tolerar a quien piensa diferente. De hecho, a lo largo de la historia, la pretensión de poseer la verdad se ha traducido en amenaza para todos aquellos que no compartían las creencias del grupo dominante. Una amenaza que iba desde el afán de convencerlos (“convertirlos” a la verdad) a la eliminación o la condena de quienes eran tachados de “herejes”.

Apenas tomamos un poco de distancia y conocemos mejor cómo funciona nuestra mente, unido a la capacidad de relativizar la propia perspectiva, nos hacemos conscientes de que toda creencia es solo un constructo mental -una creación de la mente- en el que intentamos plasmar nuestra particular lectura de la realidad. En ese sentido, se trata apenas de un “mapa” que, en el mejor de los casos, puede orientarnos en la búsqueda del “territorio”.

El problema surge siempre que el mapa se absolutiza, hasta el extremo de confundirlo con el propio territorio. Una vez generada la confusión, el sufrimiento será inevitable: la creencia se habrá convertido en un arma arrojadiza contra cualquier persona discrepante. En ese mismo instante, deja de interesar la verdad; lo que se busca es la imposición a cualquier precio.

Se ha olvidado que el mapa no es el territorio, la miel no es el dulzor y la creencia no es la verdad.

¿Soy capaz de relativizar mis puntos de vista?

Enrique Martínez Lozano

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II Vísperas – Domingo IV de Tiempo Ordinario

II VÍSPERAS

DOMINGO IV de TIEMPO ORDINARIO

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme. 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Cuando la muerte sea vencida
y estemos libres en el reino,
cuando la nueva tierra nazca
en la gloria del nuevo cielo,
cuando tengamos la alegría
con un seguro entendimiento
y el aire sea como una luz
para las almas y los cuerpos,
entonces, sólo entonces,
estaremos contentos.

Cuando veamos cara a cara
lo que hemos visto en un espejo
y sepamos que la bondad
y la belleza están de acuerdo,
cuando, al mirar lo que quisimos,
lo vamos claro y perfecto
y sepamos que ha de durar,
sin pasión sin aburrimiento,
entonces, sólo entonces,
estaremos contentos.

Cuando vivamos en la plena
satisfacción de los deseos,
cuando el Rey nos ame y nos mire,
para que nosotros le amemos,
y podamos hablar con él
sin palabras, cuando gocemos
de la compañía feliz
de los que aquí tuvimos lejos,
entonces, sólo entonces,
estaremos contentos.

Cuando un suspiro de alegría
nos llene, sin cesar, el pecho,
entonces —siempre, siempre—, entonces
seremos bien lo que seremos.

Gloria a Dios Padre, que nos hizo,
gloria a Dios Hijo, que es su Verbo,
gloria al Espíritu divino,
gloria en la tierra y en el cielo. Amén.

SALMO 109: EL MESÍAS, REY Y SACERDOTE

Ant. Yo mismo te engendré, entre esplendores sagrados, antes de la aurora. Aleluya.

Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies.»
Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.

«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora.»

El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec.»

El Señor a tu derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.
En su camino beberá del torrente,
por eso levantará la cabeza.

Señor, mis ojos están vueltos a ti,
en ti me refugio, no me dejes indefenso;
guárdame del lazo que me han tendido,
de la trampa de los malhechores.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Yo mismo te engendré, entre esplendores sagrados, antes de la aurora. Aleluya.

SALMO 111: FELICIDAD DEL JUSTO

Ant. Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados.

Dichoso quien teme al Señor
y ama de corazón sus mandatos.
Su linaje será poderoso en la tierra,
la descendencia del justo será bendita.

En su casa habrá riquezas y abundancia,
su caridad es constante, sin falta.
En las tinieblas brilla como una luz
el que es justo, clemente y compasivo.

Dichoso el que se apiada y presta,
y administra rectamente sus asuntos.
El justo jamás vacilará,
su recuerdo será perpetuo.

No temerá las malas noticias,
su corazón está firme en el Señor.
Su corazón está seguro, sin temor,
hasta que vea derrotados a sus enemigos.

Reparte limosna a los pobres;
su caridad es constante, sin falta,
y alzará la frente con dignidad.

El malvado, al verlo, se irritará,
rechinará los dientes hasta consumirse.
La ambición del malvado fracasará.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados.

CÁNTICO del APOCALIPSIS: LAS BODAS DEL CORDERO

Ant. Alabad al Señor, sus siervos todos, pequeños y grandes. Aleluya.

Aleluya.
La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios,
porque sus juicios son verdaderos y justos.
Aleluya.

Aleluya.
Alabad al Señor, sus siervos todos,
los que le teméis, pequeños y grandes.
Aleluya.

Aleluya.
Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo,
alegrémonos y gocemos y démosle gracias
Aleluya.

Aleluya.
Llegó la boda del Cordero,
Su esposa se ha embellecido.
Aleluya.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Alabad al Señor, sus siervos todos, pequeños y grandes. Aleluya.

LECTURA: Hb 12, 22-24

Vosotros os habéis acercado al monte Sión, ciudad del Dios vivo, Jerusalén del cielo, a millares de ángeles en fiesta, a la asamblea de los primogénitos inscritos en el cielo, a Dios, juez de todos, a las almas de los justos que han llegado a su destino y al Mediador de la nueva alianza, Jesús, y a la aspersión purificadora de una sangre que habla mejor que la de Abel.

RESPONSORIO BREVE

R/ Nuestro Señor es grande y poderoso.
V/ Nuestro Señor es grande y poderoso.

R/ Su sabiduría no tiene medida
V/ Es grande y poderoso.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Nuestro Señor es grande y poderoso.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Querían matar a Jesús, pero él se abrió paso entre ellos y se alejaba.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Querían matar a Jesús, pero él se abrió paso entre ellos y se alejaba.

PRECES

Alegrándonos en el Señor, de quien viene todo don, digámosle:

Escucha, Señor, nuestra oración.

Padre y Señor de todos, que enviaste a tu Hijo al mundo para que tu nombre fuese glorificado, desde donde sale el sol hasta el ocaso,
— fortalece el testimonio de tu Iglesia entre los pueblos.

Haznos dóciles a la predicación de los apóstoles,
— y sumisos a la verdad de nuestra fe.

Tú que amas a los justos,
— haz justicia a los oprimidos.

Liberta a los cautivos, abre los ojos a los ciegos,
— endereza a los que ya se doblan, guarda a los peregrinos.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Haz que los que duermen ya el sueño de la paz
— lleguen, por tu Hijo, a la santa resurrección.

Unidos entre nosotros y con Jesucristo, y dispuestos a perdonarnos siempre unos a otros, dirijamos al Padre nuestra súplica confiada:
Padre nuestro…

ORACION

Oh Dios, creador y dueño de todas las cosas, míranos y, para que sintamos el efecto de tu amor, concédenos servirte de todo corazón. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

Una larga tradición profética que llega hasta hoy

Jesús ofrece su enseñanza en diferentes lugares. A veces enseña en la montaña o en lugares abiertos. Otras veces, como en este caso (Lc 4,21-30), enseña en la sinagoga. Sigue los métodos de enseñanza de los judíos, que proclaman un texto profético y lo explican. Lo que dice Jesús es que los textos no son algo del pasado. La acción de Dios, al igual que aconteció en tiempos de los profetas, sigue estando vigente: “Hoy se ha cumplido esta Escritura”. Esta no es una enseñanza solo para el tiempo de los profetas o para el tiempo de Jesús. El hoy es siempre actual. Hoy, podemos decir también nosotros los habitantes del año 2022, que se cumple la palabra de Dios anunciada por los profetas y recordada y enseñada por Jesús.

Los oyentes, según el relato, no entienden esto y creen que la cuestión se centra solo en Jesús. Para ellos él es un judío normal, el hijo de José. Pero Jesús vuelve a indicar que se trata de una larga tradición de profetas, de la que él es parte, y que la profecía es también actual. Pero que, en esa misma línea, los profetas fueron rechazados y, por lo tanto, él también lo será. En principio no parece que nadie lo rechace. Sin embargo, al advertirles Jesús de una actitud de no aceptación, se muestra la verdadera intención de los oyentes. Quieren signos y milagros que muestren la autenticidad de sus palabras, que corroboren lo que dice. Pero las acciones de Jesús nunca responden a reclamos soberbios, sino que son acciones de misericordia ante los sencillos y necesitados. Jesús no va a acceder a sus pedidos. Y eso genera rechazo. Al igual que todos los profetas, Jesús será rechazado porque muestra la misericordia de Dios para con los humildes y rechaza a los que se creen dueños de la verdad.

La larga tradición profética sigue vigente hoy. Las acciones de misericordia de Dios siguen siendo percibidas entre los necesitados y los que tienen una fe confiada. Por el contrario, quienes reclaman signos, no los verán. El hoy de la salvación está en juego.

Paula Depalma

La verdadera salvación no vendrá de fuera, ya la tenemos dentro

Seguimos con el tema del domingo pasado. “Hoy se cumple esta escritura”, pero no va a ser como esperan los de su pueblo. En todos los evangelios se habla de los milagros de Jesús como manifestación de su divinidad pero, a la vez, se critica que pretendan poner en las curaciones la salvación ofrecida por Jesús. Una salvación por el poder de Dios, directo o a través de un intermediario, no tiene sentido. Seguimos arrastrando la idea de un dios todopoderoso que pondrá su poder a mi servicio si cumplo unos requisitos.

Hoy se cumple esa Escritura en cada uno de nosotros. Dios la cumple siempre sin tener que hacer nada. Que se cumpla hoy depende exclusivamente de mí. Por no tener en cuenta estos dos planos, la religión nos ha metido por un callejón sin salida y nos ha hundido en la miseria. Seguimos esperando que Dios haga que me toca hacer a mí. Soy yo el que tengo que preguntarme: ¿cumplo yo hoy esa escritura que acabáis de oír?

La Iglesia, ya desde muy pronto, prefirió potenciar en Jesús la idea de Hijo de Dios y se olvidó de la de Mesías; aunque está claro que en los orígenes querían decir lo mismo. Así, la salvación que se pensaba como acontecimiento que debía darse en la historia, se convirtió en la salvación trascendente y ahistórica para el más allá. El mordiente que encerraba la imagen del Mesías se disolvió como un azucarillo. Jesús ya no necesita hacer presente la liberación desde la historia sino desde la estratosfera de su divinidad.

Hemos leído: “todos le daban su aprobación y se admiraban”. Pero hay una alternativa: El verbo (martyreo) = dar testimonio, que se traduce por “dar su aprobación”, cuando está construido con dativo, significa “testimoniar en contra”. Por otra parte, (thaumazo) = Admirarse, significa también extrañarse. La traducción sería: “todos se declaraban en contra, extrañados del discurso sobre la gracia (para todos) que salía de sus labios”. Así cobra sentido la respuesta de Jesús, que de otro modo, parece que inicia él la gresca.

La importancia de suprimir la última frase del texto de Isaías queda más clara con la explicación que da hoy Jesús. Tiene que rectificar el texto de Isaías, pero menciona a otros dos profetas que avalan esa aparente mutilación. Elías y Eliseo son ejemplos de cómo actúa Dios con relación a los no judíos. Para entenderlo hoy, podíamos decir que Elías atendió a una viuda libanesa y Eliseo a un general sirio. ¡Qué poco han cambiado las cosas! La atención a la viuda de Sarepta y Naamán el sirio deja en evidencia la pretensión de salvación exclusiva que los judíos, como pueblo elegido, pretendían.

El evangelista quiere subrayar que este argumento contundente, no solo no les convence, sino que provoca la ira de sus vecinos que se sienten agredidos porque les echa en cara su ceguera. La tradición de Mc, que copia Mt, no hace alusión ni al texto de Isaías ni a Elías y Eliseo. Esto indica la intención de recalcar la oposición de sus paisanos. Los primeros cristianos se esforzaron por proponer a Jesús como continuación del AT aprovechando cualquier resquicio para demostrar que en él “se cumplen las Escrituras”. Jesús sobrepasó, con mucho, todo lo que pudieron insinuar las Escrituras.

¿No es este el hijo de José? La razón para rechazar las pretensiones de Jesús es que es uno del pueblo, conocido de todos. La grandeza de Jesús está en que, siendo uno de tantos, fue capaz de descubrir lo que Dios esperaba de él. Jesús no es un extraterrestre que trae de otro mundo poderes especiales, sino un ser humano que saca de lo hondo de su ser lo que Dios ha puesto en todos. Habla de lo que encontró dentro de sí mismo y nos invita a descubrir y vivir en nosotros lo mismo que él descubrió y vivió.

El primer rechazo que sufre Jesús en Mateo no viene de los sumos sacerdotes ni de los escribas o fariseos, sino del pueblo sencillo. Sus paisanos ven que no va a responder a las expectativas del judaísmo oficial, y se enfadan. Cualquier visión que vaya más allá de los intereses del gueto (familia, pueblo, nación) será interpretada como traición a la institución. Las instituciones tienen como primer objetivo la defensa de unos intereses frente los intereses de los demás. Incluso nuestra manera de entender el ecumenismo responde, la mayoría de las veces, a esta dinámica contraria al evangelio.

No pueden aceptar un mesianismo para todos. Ellos esperaban un Mesías poderoso que les iba a librar de la opresión de los romanos y a solucionar todos los problemas materiales. Si Jesús se presenta como tal liberador, ellos tenían que ser los primeros beneficiarios de ese poder. Al darse cuenta de que no va a ser así, arremeten contra él. El odio es siempre consecuencia de un amor imposible. El evangelista echa mano del AT para demostrar que los profetas ya habían manifestado esa actitud de Dios a favor de los extranjeros. Quiere decir que su mensaje no es contrario ni ajeno a la Escritura.

El Dios de Jesús no puede tener privilegios, ama a todos infinitamente. Dios no nos ama por lo que somos o por lo que hacemos. Dios nos ama por lo que Él es. Ama igual al pobre y al rico, al blanco y al negro, al cristiano y al musulmán, a la prostituta y a la monja de clausura, a Teresa de Calcuta y a Bin Laden. En algún momento de esta escala progresiva nos patinarán las neuronas. Es más de lo que podemos aguantar. Nos pasa lo que a los paisanos de Jesús. Mientras sigamos pensando que Dios me ama porque soy bueno, nadie nos convencerá de que debemos amar al que no lo es.

Jesús viene a anunciar una salvación de todas las opresiones. Pero esa salvación no depende de Dios ni de un intermediario sino de cada uno de nosotros. Su salvación no va contra nadie, sino a favor de todos. Ahora bien, no debemos ser ingenuos, lo que es buena noticia para los oprimidos, es mala noticia para los opresores. De ahí que, en tiempo de Jesús, y en todos los tiempos, los que gozan de privilegios se opongan a esa práctica liberadora. Si no estamos dispuestos a liberar al oprimido, somos opresores.

Tenemos que comprender que el opresor no hace mal porque daña al oprimido, sino que hace mal porque se hace daño a sí mismo. El que explota a otro le priva de unos bienes que pueden ser vitales, pero lo grave es que él mismo se está deteriorando como ser humano. El daño que hace le afecta al otro en lo accidental. El daño que se hace a sí mismo le afecta en lo esencial. El que muere por mi culpa puede morir repleto de humanidad; pero yo, al causar su muerte, me hundo en la más absoluta miseria.

¿Hemos caído en la cuenta de que lo único que puede garantizar mi religiosi­dad es el servicio a los demás? ¿Nos hemos parado a pensar que sin amor no soy nada? Ahora bien, el único amor del que podemos hablar es el amor a los demás. Sin éste, el amor que creemos tener a Dios, es una falacia. La única pregunta a la que debo contestar es esta. ¿Amo sin exclusión? Sin amor, nuestra vida cristiana se convertirá en un absurdo.

Fray Marcos

Comentario – Domingo IV de Tiempo Ordinario

(Lc 4, 21-30)

Aquí se nos muestra toda la sencillez de Jesús, que por una parte es admirado, pero por otra parte es rechazado. La gente de Nazaret, la ciudad donde creció, estaba admirada por la belleza de su predicación, per no podía aceptarlo como maestro, y mucho menos como el Mesías, porque era uno del montón, era el hijo del pobre José, pertenecía a una familia humilde del pueblo, no era un personaje prestigioso ni uno de los poderosos de la alta sociedad.

Jesús compartió hasta tal punto la vida de los pobres que fue despreciado igual que ellos, que se lo relegaba igual que a ellos, que se le negaba un lugar en la sociedad igual que a ellos. Por más atractiva que fuera su persona y por más bellas que fueran sus palabras, eso no bastaba para que lo aceptaran. Y Jesús renunciaba a deslumbrarlos con su poder, porque sabía que si no creían en su palabra “no creerán aunque resucite un muerto” (Lc 16, 31).

Jesús imagina un reproche por esa ausencia de prodigios, suponiendo que le dicen el refrán “médico, cúrate a ti mismo”, y les responde con otro refrán conocido en su pueblo “nadie es profeta en su tierra”.

A través de este refrán Jesús no está diciendo que los profetas siempre son rechazados en su tierra, como si fuera una ley inamovible; simplemente pretende mostrarles lo que de hecho estaba sucediendo con él a partir de ese refrán que ellos usaban frecuentemente en las conversaciones cotidianas. Pero en el fondo ese refrán está mostrando la dificultad que tenemos para descubrir la presencia de Dios en las cosas simples y normales de nuestra vida.

Oración:

“Señor Jesús, libérame del orgullo y de la vanidad, de pretender convencer a los demás con manifestaciones de poder. Ayúdame a aceptar con sencillez mi lugar en el mundo buscando más el servicio humilde que las grandezas y el prestigio de la imagen”.

VÍCTOR M. FERNÁNDEZ
El Evangelio de cada día

Fracaso de Jesús en Nazaret

Como en una serie de televisión, el evangelio de este domingo comienza recordando lo último contado en el anterior. Jesús ha leído en la sinagoga de Nazaret un texto de Isaías que proclama una buena noticia a los pobres, ciegos, prisioneros, oprimidos. Cuando termina, afirma: «Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír». ¿Cómo reaccionará el auditorio a estas palabras? Es lo que se cuenta en el evangelio de hoy, en el que podemos distinguir tres momentos: la reacción inicial del auditorio, un ataque desconcertante de Jesús, y la reacción final de los nazarenos.

El relato de Lucas

Aparte de leer a Isaías, Jesús no ha dicho prácticamente nada. Sin embargo, Lucas indica de inmediato la triple reacción de los presentes: aprobación, admiración y desconcierto. Al parecer, les gusta lo que han oído, pero no comprenden que lo diga alguien a quien conocen desde pequeño.

Si Jesús hubiera sido un político, habría aprovechado la ocasión para ganarse más aún al auditorio, solventando las posibles dudas sobre su autoridad. Sabe lo que esperan de él: no que lea textos de la Biblia sino que haga milagros. Le bastaría realizar algunos parecidos a los que ha hecho en Cafarnaúm para que todos le aplaudan y crean en él.

Sin embargo, se niega a ello e incluso adopta una postura agresiva. Sin que los nazarenos hayan dado motivo, Jesús da por supuesto que lo van a rechazar. No se basa en nada concreto que hayan hecho o dicho, sino en un proverbio: “Ningún profeta es bien mirado en su tierra”. En consecuencia, tampoco él mira bien a los nazarenos y no hará allí ningún milagro. Igual que Elías fue enviado por Dios a ayudar a una viuda fenicia, y Eliseo a un leproso sirio, él también se siente enviado a los paganos.

¿Cuál sería la reacción lógica de los nazarenos? Levantarse e irse de la sinagoga, soltando probablemente bastantes maldiciones contra Jesús. Sin embargo, lo que cuenta Lucas es mucho más fuerte: se sienten tan irritados que deciden matarlo, despeñándolo. 

Un relato desconcertante

Cuando se lee con atención el relato de Lucas surgen varias preguntas:

¿Por qué adopta Jesús una postura tan agresiva?

¿Por qué da por supuesto que lo van a rechazar?

¿Por qué compara su actitud con la de Elías y Eliseo, enviados a los paganos, cuando reconoce haber hecho milagros en Cafarnaúm, que no es una ciudad pagana sino israelita?

¿Por qué reaccionan los nazarenos de forma tan terrible, queriendo matarlo?

Para responder a estas preguntas conviene recordar cómo cuenta Marcos la visita de Jesús a Nazaret.

La versión de Marcos

Marcos cuenta la visita de forma muy distinta. Jesús ya es bastante conocido cuando vuelve a Nazaret con sus discípulos. Y ocurre lo siguiente:

“Un sábado se puso a enseñar en la sinagoga. Muchos al escucharlo comentaban asombrados: ¿De dónde saca éste todo eso? ¿Qué clase de sabiduría se le ha dado? Y, ¿qué hay de los grandes milagros que realiza con sus manos? ¿No es éste el artesano, el hijo de María, el hermano de Santiago y José, Judas y Simón? ¿No viven aquí, entre nosotros, sus hermanas? Y esto lo sentían como un obstáculo. Jesús les decía: “A un profeta sólo lo desprecian en su tierra, entre sus parientes y en su casa”. Y no pudo hacer allí ningún milagro, salvo sanar a unos pocos enfermos a quienes impuso las manos. Y se asombraba de su incredulidad.”

Las diferencias son claras. En Marcos, la reacción del auditorio no es de aprobación, admiración y desconcierto, sino de desconcierto y rechazo. Entonces es cuando Jesús recuerda que “a un profeta solo lo desprecian en su tierra”. Pero nadie intenta matarlo. Simplemente, no creen en él ni en su poder. Y Jesús se admira de su incredulidad.

Nazaret como símbolo

¿Por qué ha escrito Lucas un relato tan distinto? Porque él no ha pretendido contar lo ocurrido, sino convertir la visita de Jesús a Nazaret en símbolo de la relación de Jesús con el pueblo judío y con los paganos.

Para ello, lo primero que hace es comenzar la actividad de Jesús con esta visita. Mientras Mateo y Marcos dicen que Jesús comenzó predicando por los pueblos y aldeas de Galilea, sin concretar cuáles, Lucas nos sitúa en la sinagoga de Nazaret. Sabe que Jesús no fue aceptado por los nazarenos, ni tampoco por su familia, que lo consideraba medio loco. Recoge y lleva al límite ese rechazo, convirtiéndolo en símbolo de la oposición de la mayor parte del pueblo judío, que terminó provocando su muerte.

En el Nuevo Testamento se indican distintos motivos por los que Jesús entró en conflicto con las autoridades judías: por no observar el sábado, por ser un peligro desde el punto de vista político… En el relato de Lucas, el motivo principal de conflicto es el nacionalismo de los que quieren un Mesías al servicio exclusivo de Israel, mientras que Jesús se ve enviado a toda la humanidad. Pero nadie debe escandalizarse de eso, mucho menos los judíos: también Elías y Eliseo fueron enviados por Dios a los paganos en unos momentos en que los israelitas estaban muy necesitados de ayuda.

La primera lectura (Jeremías 1,4-5. 17-19)

Ha sido elegida para demostrar que “ningún profeta es bien visto en su tierra”. Las palabras finales “Lucharán contra ti, pero no te podrán, porque yo estoy contigo para librarte” coinciden muy bien con el final del evangelio, donde Jesús pasa serenamente entre quienes intentan matarlo y se aleja. Con una gran diferencia: Jeremías se verá libre gracias a la compañía de Dios; Jesús tiene en sí mismo el poder para enfrentarse al enemigo. Cuando muera será porque él lo acepta libremente.

Reflexión final

El evangelio de hoy podría interpretarse como un ataque al nacionalismo político. En parte lo es, porque los judíos identificaban religión y política. Pero el ataque de Jesús se dirige sobre todo al “nacionalismo” religioso. Aplicándolo a nuestros días, a los cristianos que pensasen que son los elegidos de Dios y los únicos que merecen su atención. Cabe el peligro de parecernos a los nazarenos, de pecar de exclusivistas al hablar de la salvación de Dios.

José Luis Sicre

Lectio Divina – Domingo IV de Tiempo Ordinario

Jesús, como Elías y Eliseo, no solo es enviado a los judíos

INTRODUCCIÓN

“El humilde carpintero de Nazaret se sabe elegido y consagrado para una misión de alcances universales. Frente a las expectativas que lo pretenden constreñir a una acción en favor de sus paisanos, Jesús deja saber que no puede ser así. Su envío no es solo para Nazaret, ni siquiera solo para Israel, sino para todas las naciones incluidas Sidón y Siria. No está ahí solo para los varones, porque las mujeres, como la viuda de Sarepta, están incluidas en su misión. No va a predicar solo a los sanos, porque los enfermos, como el leproso Naamán, también deben oír la Buena Nueva. Se debe a los que tienen, pero más todavía a los que carecen de pan y pasan hambre. No se puede ser profeta para satisfacer y tener contentos a los propios y olvidarse de que Dios es Dios de todos”. (Sergio César Espinosa).

TEXTOS BÍBLICOS

1ª lectura: Jr. 1,4-5.17-19.           2ª lectura: 1Cor. 12,31– 13,13

EVANGELIO

Lc. 4,21-30.

Y él comenzó a decirles: «Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír». Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de su boca. Y decían: «¿No es este el hijo de José?». Pero Jesús les dijo: «Sin duda me diréis aquel refrán: “Médico, cúrate a ti mismo”, haz también aquí, en tu pueblo, lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaún». Y añadió: «En verdad os digo que ningún profeta es aceptado en su pueblo. Puedo aseguraros que en Israel había muchas viudas en los días de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías sino a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, sin embargo, ninguno de ellos fue curado sino Naamán, el sirio». Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo echaron fuera del pueblo y lo llevaron hasta un precipicio del monte sobre el que estaba edificado su pueblo, con intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y seguía su camino

REFLEXIÓN

1.– JESUS DEFRAUDA A SUS PAISANOS. A todos nos gusta tener un personaje famoso en nuestro pueblo. Y esa idea se habían forjados los paisanos de Nazaret sobre Jesús. Habían oído que había hecho cosas maravillosas en otros lugares y esperaban que, en su pueblo, haría las mismas y aún mayores. Este profeta iba a engrandecer Nazaret, a hacerlo famoso, de modo que vendrían a visitarlo de todas partes. Por fin había llegado el momento en que Nazaret iba a dejar de ser un pueblo insignificante “del cual no podía salir nada bueno”. (Jn. 1,46). Pero estos sueños pronto van a desvanecerse porque está haciendo cosas que no les gusta. Ya el Domingo anterior habíamos visto el disgusto de sus paisanos al no citar completo el texto de Is. 61,1-2. Había suprimido   el “día de ira y de venganza”.  Pero este malestar fue creciendo a medida que iba hablando. Ahora cita a personas que no pertenecen al territorio de Israel. Nombra a Naamán el Sirio y a una viuda de Sarepta. Este nuevo profeta tiene la osadía de decir que Yahvé ya no es sólo del pueblo de Israel sino también de otros pueblos. Esto es intolerable. Por eso, se ponen furiosos y lo llevan hasta un precipicio con intención de despeñarle. Y es que aquel que no es de los nuestros, que no opina como nosotros, hay que echarlo fuera. ¿No nos está pasando a nosotros lo mismo? ¡Qué malas consecuencias traen los nacionalismos exagerados!  Y esto en el mundo político y en el religioso. Frente a esta manera tan estrecha de ver la vida y la religión, el profeta Jesús trae un programa maravilloso: Dios es el Padre de todos y hace salir el sol sobre buenos y malos. Y este Padre tiene una casa grande, muy grande, donde caben todos.

2.– JESÚS DEFRAUDA TAMBIEN A SUS DISCÍPULOS. Los discípulos siguieron a Jesús, incluso con alegría y entusiasmo; pero llevaban muy metida en sus cabezas la idea de un mesianismo político y triunfalista. Estaban felices con un Jesús que curaba enfermos, multiplicaba los panes en el desierto y hasta resucitaba muertos. Este era el Mesías “poderoso” que ellos necesitaban para derrocar a los romanos y levantar la choza de David. Pero todo ese prestigio se les viene abajo cuando les habla de un Mesías que tiene que padecer e ir a la Muerte. San Pedro lo aparta para hablarle a solas y decirle que eso de sufrir y morir ¡ni hablar!  El Mesías no puede terminar de esa manera. Jesús reacciona y le llama “Satanás”. Tampoco lo entendieron los “hijos del Zebedeo” que mientras Jesús iba camino de Jerusalén, ellos están hablando de “los primeros puestos”.  Es muy significativa esa frase corta y tajante del evangelio de Marcos: “Y todos los discípulos le abandonaron y huyeron” (Mc. 14,50). Sabemos que, en este evangelio, los discípulos no dejan a Jesús ni a sol ni a sombra. “Siempre están con Jesús”.

3.– HAY ALGUIEN A QUIIEN JESÚS NUNCA DECEPCIONA.  A DIOS, SU PADRE. Nada destaca tanto el pincel de los evangelistas como el encendido y apasionado amor de Cristo al Padre. El Padre es su ilusión, su obsesión, su locura, la razón última y suprema de su vida. Donde está el Padre, allí se siente fuertemente arrastrado. En la alegría y en el dolor; en las horas de oración o de trabajo; en el ajetreo del día o en el silencio de la noche, su único placer es el Padre. «Había en Jesús algo íntimo, un «sancta sanctorum”, al que no tenía acceso ni su misma madre, sino únicamente su Padre. En su alma humana había un lugar, precisamente el más profundo, completamente vacío de todo lo humano, libre de cualquier apego terreno, absolutamente virgen y consagrado del todo a Dios. El Padre era su mundo, su realidad, su existencia, y con él llevaba en común la más fecunda de las vidas» (K. Adán).  La norma del obrar de Jesús es ésta: “Yo hago siempre lo que al Padre le agrada” (Jn. 8,29) Jesús entra en este mundo diciendo un sí rotundo y sonoro a Dios. Este sí lo va a continuar a lo largo de toda su vida. Al final de su existencia inclinará la cabeza para pronunciar, por medio de este gesto, su último sí: «E inclinando la cabeza entregó su espíritu» (Jn 19, 30).

PREGUNTAS

1.- Como sacerdote, religioso(a), laico, ¿me siento defraudado por Jesús?  ¿Ha colmado todas mis aspiraciones?  En caso negativo, ¿a qué se debe?  ¿A mi tibieza?  ¿A mis expectativas mundanas?  ¿A mi falta de fe?

2.- ¿Le creo a Jesús capaz de hacerme plenamente feliz? ¿Qué medios voy a usar para lograrlo?

3.- Como Teresa de Jesús, ¿Me encantaría contentarme con solo contentar a Dios?

Este evangelio, en verso, suena así

Recordamos que Jesús,

en Nazaret, en su aldea,

propone un “Año de Gracia”

para “TODOS”, sin reservas.

Sus paisanos, ofendidos,

reaccionan con violencia.

Se cumple: “Ningún profeta

es bien mirado en su tierra”.

Son fanáticos y, a Dios,

le piden con exigencias:

“premio” para su nación,

“castigo” a las extrajeras

Rechazan al Mensajero

con prejuicios y sospechas.

Duele siempre la “Verdad”,

al que no quiere acogerla…

También nosotros, Señor,

obramos de igual manera:

No nos gusta vivir juntos

en Comunidad fraterna.

Orgullosos, preferimos

las clases y diferencias:

para nosotros, “ternura”,

para los demás. “dureza”.

Pero Tú, Padre de todos,

a nadie cierras la puerta.

Que también, Señor, nosotros

la dejemos siempre abierta.

(Compuso estos versos José Javier Pérez Benedí)

Amor y audacia

1.- Habréis observado, mis queridos jóvenes lectores, que mi mensaje semanal, acostumbra a ser un comentario a la lectura evangélica. No será una excepción hoy, pero me resisto a omitir algunas advertencias, respecto a la segunda lectura, de la misa de este domingo.

Ya sabéis que se dice comúnmente: “tradutore, traditore”, es decir, el traductor es, de alguna manera, traidor. Si esto es verdad, en algunos casos, no es por la mala fe del que la efectúa. El lenguaje tiene sus dificultades e incluso sus incapacidades de expresión. En lengua castellana utilizamos la palabra amor con diversas acepciones, lo que lleva a equívocos. En el texto griego del Nuevo Testamento, lengua en la que se redactó, existen tres conceptos del amor que, olímpicamente, los transcribimos con la misma palabra. Cuando se trata de amor a un amigo, a las verdades, a las ciencias o las artes, se le llama: philia. La amistad y las aficiones, se incluirían en este vocablo. Cuando el amor es de enamoramiento, es decir, entre un hombre y una mujer que concuerdan en pasiones, emociones, gustos y atractivos personales, se le llama eros. Finalmente, si se trata de un supremo amor, sacrificado, altruista, respuesta al que se recibe de Dios y, movido por este impulso, en el texto aparece la palabra: agapé. Muchas veces llamamos a este último concepto: caridad, pero resulta que, con frecuencia caridad, entre nosotros, significa filantropía, conmiseración…y no se trata solo de esto. El amor de caridad es el de Jesús, el que han copiado los santos, dando su vida por los hombres, santos que pueden ser el esposo que acompaña a su mujer en los momentos que sufre el mal de alzheimer, y, por fidelidad, se desvive por ella, cuando hablarla, acompañarla, perece no tener ningún sentido. La monja de clausura que reza y reza por los hombres, sin saber el resultado de sus plegarias. Me alargaría… y no puedo abusar del espacio virtual cibernético. Pero quisiera que reflexionaseis un momento, vosotros que seguramente vais a bodas, en las que se lee este texto, que cae muy bien y queda muy bonito, que habla de amor-caridad, pero que, sinceramente, no tiene nada que ver con el atractivo que sienten entre sí, la pareja que matrimonia. El Papa Benedicto XVI, en su encíclica, se expresa con extraordinaria elegancia, belleza y sencillez, sobre este tema.

2.- El texto del evangelio es la narración del final del encuentro que leímos el domingo pasado. Había expectación entre los asistentes. María, su madre, en un rincón, esperaría entusiasmada a que su Hijo hablase en público, en su pueblo. Contra todo lo previsto, el Maestro, se expresó con dureza. Pero vayamos por partes. Vosotros sabéis, mis queridos jóvenes lectores, que cuando una persona alcanza un alto cargo, un puesto en el que se ejerce el poder, o fluye con facilidad el dinero, a su alrededor, se congregan como moscas, los de su tribu, sus familiares, sus amigos. Todo el mundo quiere chupar del bote, como se dice vulgarmente. Los vecinos de Nazaret, no eran excepción. Lo que, por desgracia, era excepción, es que Jesús no pensaba como acostumbra la gente. Para Él no había, no hay, favoritismos. Quiso proclamarlo con valentía y claridad. Puso ejemplos antiguos para que se enterasen que su proceder tenía precedentes: los contemporáneos del profeta Elías, el leproso Naamán etc. Y a aquella gente galilea, no les sentó bien. Se enfadaron al ver que no podrían sobornarlo y quisieron acabar con aquel convecino que no seguía antiguas reglas. En otro momento lo tomaron por loco y quisieron encerrarlo, nos lo cuenta el mismo Texto sagrado.

3.- He de ser sincero con vosotros, mis queridos jóvenes lectores. Leyendo este episodio, recordándolo en algún momento de vuestra vida, en que las cosas no os van bien, existe el peligro de que penséis: a mí me está pasando lo mismo que le ocurrió a Jesús. Mis compañeros se portan conmigo como con Él sus vecinos. Rápidamente os sentís mártires, quedáis satisfechos y no examináis si es cierta la comparación. Uno no puede sentirse mártir a la ligera. Fracasamos, somos despreciados o abandonados, a veces, justamente. Y entonces hay que arrepentirse, cambiar de conducta y no obrar a la ligera. Sería una cosa fácil, sería hacer trampa si pensáramos siempre: nadie es profeta en su tierra y prosiguiéramos con nuestros errores, nuestras imprudencias y nuestros egoísmos disfrazados. Pero os conviene recordar el episodio, ya que os puede ocurrir como a Jesús. Sufrís vosotros desprecio, ninguneo, olvido, injustamente. Pensad entonces en Jesús, tendréis consuelo y no caeréis en depresión.

Cuando visitamos Nazaret, con una pizca de morbosidad, buscamos por donde podía estar el precipicio del que se nos habla y no lo encontramos. El Evangelio no se encarniza con aquella gente y no da detalles. No os puedo ocultar que, lo que no explica el texto revelado, nos lo dice la historia. Los parientes, pasados aquellos días de estupor, llegada la muerte y resurrección del Maestro, supieron aceptar su mensaje, su salvación, y convirtieron aquellos lugares que estaban legados a su vida, en centros de reunión, de bautismo, primeras sinagogas-iglesias. Sabemos que uno de ellos, que se llamaba Konon, ante un tribunal romano proclamó valientemente su Fe y añadió que era pariente del Señor. Como es de suponer tal valentía le llevó al martirio. Al ladito de la casa de Santa María, hicieron un bello monumento en su honor y un viajero, que le era tocayo, le dedico un mosaico, que todavía se conserva. Aquel pueblecito perdido en la alta Galilea, ignorado de los poderosos, fue una de las primeras comunidades de la nueva y salvífica Fe

Pedrojosé Ynaraja

Nadie es profeta en su tierra

1. – Es impresionante. En el Evangelio del domingo anterior –este de hoy es la continuación del texto de San Lucas– se narra como Jesús aprovecha su presencia en la sinagoga de su pueblo, en Nazaret, para revelar su misión refiriéndose a un texto de Isaías: «El Señor me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad». Y con ello sus paisanos podrían haber demostrado agradecimiento, por el contrario deciden arrojarle por un barranco. Se pueden hacer muchas lecturas de ese Evangelio, pero se nos ocurre que es un aviso directísimo contra los prejuicios. La ecuación de la gente de la Nazaret es simple: si Jesús era hijo del carpintero en modo alguno podía ser profeta y muchos menos Mesías. Le conocían «bien» y, por tanto, no podían aceptar el cambio.

También nosotros mismos, con nuestros planteamientos preconcebidos para siempre, damos pocas oportunidades de mejorar a nuestros vecinos. Y mucho menos de perdonarles o de mejorar nuestro concepto. El niño torpe ya no podrá ser jamás un adulto convertido en ilustre profesor. La mujer que de jovencita parecía un poco atrevida, no le va a ser posible optar a una vida normal y virtuosa. Hay demasiadas posiciones inmutables y falsas que no nos atrevemos a modificar por pereza o soberbia.

Resulta, pues, terrible que quienes fueron próximos a la infancia y a la juventud de Jesús no fueran capaces de intuir que alguien notable estaba a su lado. Nunca hemos sabido como fueron los años ocultos de Jesús en Nazaret. Pero la personalidad del Salvador aún eclipsada voluntariamente tendría que filtrarse de alguna manera. Sin embargo, nadie le consideró otra cosa que el hijo del carpintero.

2. – Nosotros tenemos la obligación de encontrar la verdadera naturaleza de los nuestros seres próximos. Escuchándoles sería más que suficiente para descubrir unas capacidades que al poco tiempo van a aflorar. Pero como en las escenas matutinas en el ascensor del domicilio o del trabajo hay solo gestos obstinados y forzados para no mirarse, para no reconocerse, para no dejar un ligero atisbo de amor. Y el amor es el contenido principal del singular texto de San Pablo en su Primera Carta a los Corintios. En ninguna parte de las Sagradas Escrituras se habla así de la esencia de Dios que es el amor. Deberíamos aprender de memoria ese texto y ponerlo siempre delante de nosotros cuando aparezca la menor duda, el más mínimo aliento de desamor o de odio. Y es que lo contrario de Dios –ya se sabe—es el odio, porque Dios es amor. Y la mentira, porque Dios es la Verdad.

3. – En la primera lectura, sacada del capítulo del Libro de Jeremías, se dice: “Mira: yo te convierto hoy en plaza fuerte, en columna de hierro, en muralla de bronce, frente a todo el país” Y esta, sin duda, referido al Mesías y “casa” muy bien con el texto del evangelio de hoy, en el que los paisanos de Jesús le rechazan. Pero también es aplicable a nosotros si en nuestra misión permanecemos firmes en el amor hacia nuestros hermanos. No se trata de que seamos muy sabios y que recitemos de carrerilla los textos sagrados. Se trata de que tengamos amor y si lo tenemos nadie nos apartará de nuestro camino. Pidamos, hoy, a Pablo, el Apóstol de los Gentiles, que interceda por nosotros para que Dios nos dé su mejor don: el amor.

Ángel Gómez Escorial

Seguir nuestro camino

Una experiencia muy común entre quienes se toman realmente en serio la fe cristiana es la del rechazo que ésta produce en su entorno, ya sea familiar, laboral, amistades, etc. Un rechazo que va desde la indiferencia hasta la oposición franca y declarada, y que tiene una de sus causas en que la fe cristiana no es algo intimista y privado, sino que tiene repercusiones en lo concreto de la vida, porque ahí, en las situaciones que nos presenta la vida familiar, laborar, etc., nos lleva a adoptar criterios y tomar decisiones que, por coherencia, debemos mantener aunque no gusten a los demás. Pero ese continuo luchar contra el rechazo provoca mucho cansancio emocional y espiritual, y sentimos deseos de rendirnos y vivir la fe de un modo oculto para no entrar en más conflictos.

El Evangelio de hoy continúa el del domingo pasado. Jesús fue a Nazaret, donde se había criado, y comenzó a decir en la sinagoga: “Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír”. Al principio, lo que Jesús dice es bien recibido, porque es lo que quieren oír acerca del cumplimiento de las profecías acerca del Mesías esperado, y por eso todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de su boca. Pero empiezan a desconfiar de Él (¿no es éste el hijo de José?) y le exigen pruebas y que actúe: Sin duda me diréis… haz también aquí, en tu pueblo, lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaún”.

Pero una fe que exige pruebas no es verdadera fe, y por eso Jesús se niega a complacerles; más aún, les recuerda dos casos en los que la acción de Dios se dirige a personas ajenas al pueblo de Israel (una viuda de Sarepta y Naamán, el sirio), que no exigieron nada a Dios sino que tuvieron fe en Él.

El hecho de que Jesús no se pliegue a sus exigencias provocó que todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo echaron fuera del pueblo y lo llevaron a un precipicio… con intención de despeñarlo.

Pero lo que llama la atención es la reacción de Jesús: se abrió paso entre ellos y seguía su camino. Ante el rechazo que despierta entre aquéllos con quienes se había criado, Jesús se siente dolido: ningún profeta es aceptado en su pueblo, pero no se acobarda ni tampoco entra en conflicto: sigue su camino.

El actuar de Jesús es una llamada a todos nosotros, cuando experimentamos el rechazo que provocan nuestras palabras y obras por nuestra fe en Él. Como indica el material de Acción Católica General “Llamados y enviados a evangelizar” (2013): “No debemos situarnos en posiciones de permanente condena, que genera una sensación en los demás de que siempre estamos enfadados. Pero tampoco en un cristianismo claudicante, rebajando el mensaje cristiano para que sea digerible por el mundo actual, al mismo tiempo que somos aceptados y así ‘aliviamos’ nuestra tensión”. También nosotros debemos “seguir nuestro camino”, como Jesús.

Y para seguir nuestro camino, la Palabra de Dios hoy nos ofrece varias pistas. La primera, precisamente, es sabernos y sentirnos “llamados y enviados a evangelizar”, como Jeremías en la 1ª lectura: Antes de formarte en el vientre, te elegí… prepárate para decirles todo lo que yo te mande. Nuestras palabras y acciones no deben transmitir nuestros pensamientos y proyectos, sino los de Dios. Y, cuando transmitimos el proyecto de Dios, experimentamos que Él nos convierte en plaza fuerte frente a los demás, que lucharán contra ti, pero no te podrán, porque yo estoy contigo para librarte.

De este modo podemos seguir nuestro camino, seguir a Jesús, hablando y actuando para que hoy se siga cumpliendo la Escritura, aunque eso a veces no guste o nos acarree confrontaciones. Pero, como decía la 2ª lectura, siempre por y con amor. Seguir nuestro camino tras Jesús es exigente, tiene mucho de entrega, de paciencia, de no irritarse, de no llevar cuentas del mal… pero si no tengo amor… de nada me serviría, porque el amor todo lo espera, todo lo soporta. El amor no pasa nunca.

¿He experimentado en mi entorno más cercano algún tipo de rechazo por mi fe cristiana? ¿Cómo reaccioné? ¿Me siento llamado y enviado por el Señor a evangelizar? ¿Qué hago para que “hoy” se cumpla la Escritura? ¿Mis palabras y acciones están motivadas por el amor de Dios?

La experiencia de no ser “profetas en nuestra tierra”, del rechazo por parte de nuestro entorno más cercano, va a estar siempre presente, ya lo advirtió el Señor: No está el discípulo sobre su maestro, si bien, cuando termine su aprendizaje, será como su maestro (Lc 6, 40). Que sepamos ser como Jesús, nuestro Maestro, y abrirnos paso y seguir nuestro camino sin entrar en confrontaciones inútiles, para que “hoy”, con amor y por amor, se cumpla también la Escritura, el plan de Dios para todos.