Comentario – Jueves VI de Tiempo Ordinario

Mc 8, 27-33

Llegamos hoy a un viraje en el evangelio de san Marcos -y de los otros-: Después de largas vacilaciones e incomprensiones, Pedro, en nombre del grupo de los Doce, «reconoce» a Jesús por lo que El es. Son ya varias las semanas y los meses que le observan, que están «con El»… para ellos, como para el ciego de Betsaida, sus ojos se han abierto progresivamente.

Iba Jesús con sus discípulos a las aldeas de Cesarea de Filipo…

Marchan hacia países paganos, lejos de las muchedumbres de Galilea. Jesús sabe lo que quiere hacer: someter a prueba la Fe de sus discípulos.

Caminando les hizo esta pregunta «¿Quién dicen las gentes que soy yo».

¡No es que quiera saber lo que dicen de El! Debe saberlo ya. Le consideran un gran hombre: Juan Bautista, Elías, un profeta… un «portavoz de Dios»… es también lo que siguen diciendo, de modo equivalente muchos hombres de hoy: hoy se reconoce habitualmente que Jesús es un hombre excepcional.

¿Y vosotros? ¿Quién decís que soy?

-Pedro, tomando la palabra, responde «¡Tú eres el Mesías!» -Cristo, en griego-.

Así, el grupo de los Doce va mucho más allá de las respuestas corrientes de las gentes. El título de «Xristos» que Pedro otorga a Jesús, es el que Marcos había puesto delante de su evangelio (Mc 1, 1). Se trata pues del reconocimiento de la identidad profunda de Jesús: Jesús no es solamente «uno de los profetas», por los cuales Dios conducía la historia a su término… El es el término, el fin mismo, «aquel que los profetas anunciaban», el Mesías, el Ungido, el «Xristos».

y les encargó muy seriamente que no hablaran a nadie de El.

El «secreto mesiánico». No es una desaprobación de este título, pero sí un evitar su divulgación prematura. Nos encontramos siempre ante el mismo problema que el de aquellos fariseos que pedían una «señal del cielo». La espera mesiánica es tan ambigua en los medios judíos -y en los nuestros también hoy- que será necesario que Jesús pase por la muerte y la resurrección para que su identidad sea manifestada.

Y por primera vez comenzó a enseñarles cómo era preciso que el Hijo del hombre padeciese mucho y que fuese rechazado por los ancianos y los príncipes de los sacerdotes y los escribas, y que fuese muerto y resucitase después de tres días.

Jesús decía todo esto claramente.

Hasta la «pasión» de Jesús, tendremos tres relatos parecidos y los tres añaden cada vez el anuncio de la «muerte y resurrección»: fue el primer «credo primitivo» de las comunidades cristianas. Estos tres anuncios forman un crescendo: en el último, Jesús dará todos los detalles…. esto sucederá «en Jerusalén», será «entregado a los paganos», «le escupirán» y «le flagelarán»… (/Mc/10/33). En fin, cada anuncio de la cruz va seguido de una instrucción a los discípulos.

Pedro, tomándole aparte, se puso a reprenderle. Pero Jesús, volviéndose reprendió severamente a Pedro: «Quítate allá Satanás, porque tus pensamientos no son los pensamientos de Dios, sino los de los hombres.

¡La consigna del secreto no es pues inútil! Por de pronto Pedro no ha comprendido nada, a pesar del hermoso título que acaba de dar a Jesús. El también espera un mesías glorioso.

Y Jesús acaba de anunciar «un mesías que va a morir». Sí, el Mesías que los discípulos esperan es un mesías humano, visto con ojos de hombre, un mesías político, un liberador de aquí abajo. Y Jesús una vez más experimenta esta sugestión como una tentación satánica. Y yo, ¿qué es lo que espero de Dios, de la Iglesia?

Noel Quesson
Evangelios 1

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