Mc 9, 30-37
Jesús y sus discípulos atravesaban la Galilea, queriendo que no se supiese. Pues les enseñaba diciendo: «El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres.»
Como Jesús no quiere que se utilice el titulo de «Hijo de Dios» utiliza constantemente el de «Hijo del hombre».
Contrariamente a lo que, a primera vista, podría creerse, no se trata de una insistencia sobre la «humanidad» de Jesús.
De hecho, los primeros cristianos procedentes del judaísmo y el mismo Jesús, daban a este título un significado muy denso: era para ellos una evocación del Mesías anunciado por Daniel, 7-13-l4, y que subraya muy fuertemente su origen celeste y la obra divina que debía llevar a cabo. Pero este título de «Hijo del hombre» era menos provocativo que el de «Hijo de Dios» pues significando más o menos lo mismo, lo decía algo más veladamente.
Le darán muerte y al cabo de tres días resucitará.
Es el segundo anuncio de la Pasión.
Todo el evangelio de san Marcos nos encamina hacia esa cumbre. Curiosa biografía de un hombre: no es su vida lo que parece importante, sino su muerte… Es verdad que ese hombre anuncia a la vez siempre e imperturbablemente «¡que revivirá… después!». Es como si su vida primera no fuera la más importante.
¿Estamos efectivamente convencidos de que Jesús vive hoy? El misterio pascual es lo esencial de nuestra Fe.
Este es el privilegio único y radical de Jesús; ningún otro gran hombre ha tenido la pretensión de liberar al hombre de esta última fatalidad que es la muerte. Ni Buda, ni Mahoma ni ninguna ideología humanista han propuesto solución alguna a esta gran angustia del hombre que sabe que morirá.
Solamente Jesús, serenamente, sencillamente dijo: «le darán muerte y ¡tres días después resucitará!» Jesús es aquel que se dirigía hacia la muerte en medio de una gran paz total… porque sabía que, detrás de la puerta sombría, le esperaba: no la nada desesperante, sino los brazos del Padre.
La nueva liturgia de difuntos canta: «En el umbral de su casa, nuestro Padre te espera, y los brazos de Dios se abrirán para ti.
Y los discípulos no entendían esas palabras y temían preguntarle.
El evangelio no embellece en absoluto a los apóstoles. Son pobres gentes como todos nosotros. Más bien insiste en calificarles de mente obtusa, limitada, estrecha. Ciertamente nos representan bien cerca de Jesús. Es una buena muestra de humanidad corriente, más bien mediana. Verdaderamente uno se pregunta de qué modo la Iglesia, y todo su inmenso movimiento histórico, hubiese podido surgir únicamente de sus imaginaciones o de sus proyectos, como a veces se dice. Verdaderamente sucedió algo. Efectivamente fueron transformados por un acontecimiento… fueron levantados por encima de sí mismos, e investidos de una fuerza y de una inteligencia que no venía de ellos. Siempre es así hoy en la Iglesia: no se la puede juzgar simplemente desde un punto de vista estrictamente humano.
¿Qué discutíais en el camino? Ellos se callaron porque habían discutido entre sí sobre quién sería el mayor.
He aquí su nivel de reflexión y de ambición. ¡Humanidad corriente, mediana!
Si alguno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos.
En su Pasión, a la que alude, Jesús se hizo el último, el servidor. Así, el anuncio de la Cruz, no es sólo para El, sino también para nosotros. No hay otro camino para seguir a Jesús, que el de pasar por la muerte para llegar a la vida.
¿Es esto, desde ahora, mi vida cotidiana?
Noel Quesson
Evangelios 1