Vísperas – Jueves VII de Tiempo Ordinario

VÍSPERAS

JUEVES VII DE TIEMPO ORDINARIO

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. 
Como era en el principio, ahora y siempre, 
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Éste es el día del Señor.
Éste es el tiempo de la misericordia.

Delante de tus ojos
ya no enrojeceremos
a causa del antiguo
pecado de tu pueblo.

Arrancarás de cuajo
el corazón soberbio
y harás un pueblo humilde
de corazón sincero.

En medio de las gentes,
nos guardas como un resto
para cantar tus obras
y adelantar tu reino.

Seremos raza nueva
para los cielos nuevos;
sacerdotal estirpe,
según tu Primogénito.

Caerán los opresores
y exultarán los siervos;
los hijos del oprobio
serán tus herederos:

Señalarás entonces
el día del regreso
para los que comían
su pan en el destierro.

¡Exulten mis entrañas!
¡Alégrese mi pueblo!
Porque el Señor que es justo
revoca sus decretos:

La salvación se anuncia
donde acechó el infierno,
porque el Señor habita
en medio de su pueblo. Amén.

SALMO 131: PROMESAS A LA CASA DE DAVID

Ant. Que tus fieles, Señor, vitoreen al entrar en tu morada.

Señor, tenle en cuenta a David
todos sus afanes:
cómo juró al Señor
e hizo voto al Fuerte de Jacob:

«No entraré bajo el techo de mi casa,
no subiré al lecho de mi descanso,
no daré sueño a mis ojos,
ni reposo a mis párpados,
hasta que encuentre un lugar para el Señor,
una morada para el Fuerte de Jacob.»

Oímos que estaba en Efrata,
la encontramos en el Soto de Jaar:
entremos en su morada,
postrémonos ante el estrado de sus pies.

Levántate, Señor, ven a tu mansión,
ven con el arca de tu poder:
que tus sacerdotes se vistan de gala,
que tus fieles vitoreen.
Por amor a tu siervo David,
no niegues audiencia a tu Ungido.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Que tus fieles, Señor, vitoreen al entrar en tu morada.

SALMO 131

Ant. El Señor ha elegido a Sión, ha deseado vivir en ella.

El Señor ha jurado a David
una promesa que no retractará:
«A uno de tu linaje
pondré sobre tu trono.

Si tus hijos guardan mi alianza
y los mandatos que les enseño,
también sus hijos, por siempre,
se sentarán sobre tu trono.»

Porque el Señor ha elegido a Sión,
ha deseado vivir en ella:
«Ésta es mi mansión por siempre,
aquí viviré, porque la deseo.

Bendeciré sus provisiones,
a sus pobres los saciaré de pan,
vestiré a sus sacerdotes de gala,
y sus fieles aclamarán con vítores.

Haré germinar el vigor de David,
enciendo una lámpara para mi Ungido.
A sus enemigos los vestiré de ignominia,
sobre él brillará mi diadema.»

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. El Señor ha elegido a Sión, ha deseado vivir en ella.

CÁNTICO del APOCALIPSIS: EL JUICIO DE DIOS

Ant. El Señor le dio el poder, el honor y el reino, y todos los pueblos le servirán.

Gracias te damos, Señor Dios omnipotente,
el que eres y el que eras,
porque has asumido el gran poder
y comenzaste a reinar.

Se encolerizaron las gentes,
llegó tu cólera,
y el tiempo de que sean juzgados los muertos,
y de dar el galardón a tus siervos, los profetas,
y a los santos y a los que temen tu nombre,
y a los pequeños y a los grandes,
y de arruinar a los que arruinaron la tierra.

Ahora se estableció la salud y el poderío,
y el reinado de nuestro Dios,
y la potestad de su Cristo;
porque fue precipitado
el acusador de nuestros hermanos,
el que los acusaba ante nuestro Dios día y noche.

Ellos le vencieron en virtud de la sangre del Cordero
y por la palabra del testimonio que dieron,
y no amaron tanto su vida que temieran la muerte.
Por esto, estad alegres, cielos,
y los que moráis en sus tiendas.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. El Señor le dio el poder, el honor y el reino, y todos los pueblos le servirán.

LECTURA: 1P 3, 8-9

Procurad todos tener un mismo pensar y un mismo sentir: con afecto fraternal, con ternura, con humildad. No devolváis mal por mal o insulto por insulto; al contrario, responded con una bendición, porque para esto habéis sido llamados: para heredar una bendición.

RESPONSORIO BREVE

R/ El Señor nos alimentó con flor de harina.
V/ El Señor nos alimentó con flor de harina.

R/ Nos sació con miel silvestre.
V/ Con flor de harina.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ El Señor nos alimentó con flor de harina.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. El Señor derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El Señor derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes.

PRECES

Invoquemos a Cristo, pastor, protector y ayuda de su pueblo, diciendo:

Señor, refugio nuestro, escúchanos.

Bendito seas, Señor que nos has llamado a tu santa Iglesia;
— consérvanos siempre en ella.

Tú que has encomendado al papa la preocupación por todas las Iglesias,
— concédele una fe inquebrantable, una esperanza viva y una caridad solícita.

Da a los pecadores la conversión, a los que caen, fortaleza,
— y concede a todos la penitencia y la salvación.

Tú que quisiste habitar en un país extranjero,
— acuérdate de los que viven lejos de su familia y de su patria.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

A todos los difuntos que esperan en ti,
— concédeles el descanso eterno.

Ya que por Jesucristo hemos llegado a ser hijos de Dios, oremos con confianza a Dios, nuestro Padre:
Padre nuestro…

ORACION

Dios todopoderoso, te damos gracias por el día que termina e imploramos tu clemencia para que nos perdones benignamente todas las faltas que, por la fragilidad de la condición humana, hemos cometido en este día. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

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Lectio Divina – Jueves VII de Tiempo Ordinario

“Que haya sal entre vosotros mismos y viváis en paz unos con otros»

1.-Oración introductoria.

Señor, las personas somos capaces de todo: de lo mejor y de lo peor. Podemos ser altruistas, generosos, desinteresados hasta ir entregando la vida por los más pobres y desgraciados, como nuestra santa moderna, Santa Teresa de Calcuta. Pero también podemos manchar el alma limpia y pura de los niños. Dame, Señor, la gracia de vivir siempre siendo sal, que no estropee su efecto de conservar y dar sabor a este mundo tan triste y tan soso.

2.- Lectura reposada del evangelio. Marcos 9, 41-50

Les aseguro que no quedará sin recompensa el que les dé de beber un vaso de agua por el hecho de que ustedes pertenecen a Cristo. Si alguien llegara a escandalizar a uno de estos pequeños que tienen fe, sería preferible para él que le ataran al cuello una piedra de moler y lo arrojaran al mar. Si tu mano es para ti ocasión de pecado, córtala, porque más te vale entrar en la Vida manco, que ir con tus dos manos a la Gehena, al fuego inextinguible. Y si tu pie te está haciendo caer, córtatelo; porque más te vale entrar lisiado en la Vida, que ser arrojado con tus dos pies a la Gehena. Y si tu ojo prepara tu caída, sácatelo; pues es mejor para ti entrar con un solo ojo en el Reino de Dios que ser arrojado con los dos al infierno, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga. Porque cada uno será salado por el fuego. La sal es una cosa excelente, pero si se vuelve insípida, ¿con qué la volverán a salar? Que haya sal en ustedes mismos y vivan en paz unos con otros».

3.- Qué dice este texto del  evangelio.

Meditación-reflexión.

Las palabras del evangelio de hoy son muy duras. Si tu mano, si tu pie, son  ocasión de escándalo, ¡Córtalos! La dureza de sus palabras está en consonancia con la gravedad del pecado. Jesús defiende a todos, pero especialmente a “sus pequeñitos”.  El Papa Francisco es un luchador contra aquellos que abusan de los niños. Para prevenir, ahí están las palabras del Señor a todos los cristianos: Si alguna vez pasa por vuestra mente alguna idea  de este tipo, hay que pedirle al Señor antes de cometer tal crimen, ¡Que me corten las venas! ¡Que me mutilen! ¡Que me maten!,  Incluso aquí se habla de la Gehena, del infierno. El infierno comienza ya aquí. Y la mejor manera de ir al cielo es ser ya desde aquí un cielo para los demás. La sal es buena, sirve para evitar la corrupción y dar sabor a la vida. Pero si se vuelve insípida, ¿Para qué sirve? Cuando los cristianos perdemos el sabor a evangelio, ya no servimos para nada. Sólo para ser despreciados por la gente.  Hay que recuperar “las manos”, “los ojos” y “ los pies” para poner nuestras acciones al servicio del evangelio.

Palabra del Papa.

“Sabemos que [a la Iglesia] no le faltan hijos reacios e incluso rebeldes, pero es en los santos donde la Iglesia reconoce sus propios rasgos característicos y, precisamente en ellos, saborea su alegría más profunda. Todos tienen en común el deseo de encarnar el Evangelio en su existencia, bajo el impulso del eterno animador del Pueblo de Dios, que es el Espíritu Santo. Al fijar la mirada sobre sus propios santos, esta Iglesia particular ha llegado a la conclusión de que la prioridad pastoral de hoy es hacer de cada hombre y mujer cristianos una presencia radiante de la perspectiva evangélica en medio del mundo, en la familia, la cultura, la economía y la política. Con frecuencia nos preocupamos afanosamente por las consecuencias sociales, culturales y políticas de la fe, dando por descontado que hay fe, lo cual, lamentablemente, es cada vez menos realista. Se ha puesto una confianza tal vez excesiva en las estructuras y en los programas eclesiales, en la distribución de poderes y funciones, pero ¿qué pasaría si la sal se volviera insípida?” (Benedicto XVI, Homilía, Terreiro do Paço de Lisboa, 11 de mayo de 2010).

4.- Qué me dice hoy a mí este texto ya meditado. (Guardo silencio)

5.-Propósito. Me comprometo a luchar junto al Papa Francisco, para erradicar de la Iglesia y del mundo este  horrible pecado de los abusos a los niños.

6.- Dios me ha hablado hoy a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.

Señor, hoy me has hablado de un tema muy actual, de un pecado muy horrible: el hacer daño a los niños, “tus predilectos”. Quiero unirme al Papa Francisco para que en la Iglesia de Jesús no se den ya más este tipo de pecados, especialmente entre los clérigos.  Limpia, purifica, a tu Iglesia.  Que brille el rostro bello de una Iglesia, esposa de Cristo, “sin mancha, sin arrugas”.

Comentario – Jueves VII de Tiempo Ordinario

Las palabras de Jesús referidas al escándalo son tan tajantes que cortan hasta la respiración. Oigámoslas una vez más: El que escandalice a uno de estos pequeñuelos que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar.

Se trata del escándalo de los pequeños que creen, pero a los que un simple mal ejemplo o una mala experiencia puede quitarles la fe. Escándalo es siempre una «piedra de tropiezo» en el camino del bien; es una incitación al mal o al pecado. Por eso, la conducta desviada de un creyente puede resultar realmente escandalosa en la medida en que interfiere como un obstáculo en el camino del bien o de la fe de otros muchos.

Y los más expuestos al escándalo (lo mismo que a la mala influencia) son los más débiles, tanto religiosa como moralmente, esos pequeñuelos que creen a los que alude Jesús. Son pequeñuelos seguramente en el sentido de ser muy influenciables por los buenos y los malos ejemplos de aquellos a quienes conceden autoridad moral; y creen, pero su fe es todavía muy frágil o muy tierna, como esa planta a la que el clima y el tiempo no ha curtido aún.

Pues bien, al que escandalice a uno de estos pequeñuelos les espera una pena aún peor que la que sufren los que son arrojados al mar con una piedra de molino al cuello para que no emerjan a la superficie. La severidad de la condena denota la gravedad de la falta a los ojos del juez.

Pero Jesús no se detiene aquí; habla también de otro tipo de escándalo que no rebasa el perímetro personal. Es el que provoca en cada uno el uso que hace de sus órganos sensoriales. Si tu mano te hace caer –dice-, córtatela; más te vale entrar manco en la vida que ir a parar con las dos manos al abismo, el fuego que no se apaga. Y si tu pie te hace caer… Y si tu ojo de hace caer, sácatelo. Más te vale entrar tuerto en el Reino de Dios, que ser echado con los dos ojos al abismo.

Aquí no son otros los que escandalizan, sino nuestras propias manos y ojos. Pero lo que incita al mal, a la comisión de un pecado de robo, homicidio o adulterio, no son las manos, los ojos o los pies –aun teniendo estos parte en la acción-, que carecen de autonomía para el obrar, sino la intención con que se mira o se toca eso que, ante tales manos, ojos o pies, se convierte en «objeto» de codicia, de avaricia o de lujuria. Lo que nos escandaliza no es siquiera ese «objeto» que nos incita al mal, sino el encuentro del objeto con la codicia. Es la codicia o la lujuria que habitan en nosotros lo que hace de un determinado objeto (cosa o persona) objeto de codicia.

El escándalo se produce, por tanto, cuando se produce el encuentro de la codicia o la lujuria con un cierto objeto; y ese encuentro acontece de ordinario por la vía sensorial. Lo que no se ve, no se desea; es verdad que puede desearse también lo imaginado, pero la imaginación ya es un cierto modo de visión. Si cortamos esta vía sensorial (la de las manos, pies u ojos) reducimos enormemente el poder de atracción del mal presente en un determinado objeto.

Sin manos y sin pies es más difícil robar; sin ojos es más difícil desear a una mujer o dejarse arrastrar por el incentivo de la lujuria. Aun así, mientras haya lujuria o codicia en el corazón humano, éste podrá buscar el modo de encontrar satisfacción. No bastará, por tanto, con cortarse las manos o sacarse los ojos para frenar el flujo de la codicia o la lujuria.

Cuando Jesús usa expresiones tan radicales, que algunos consideran hiperbólicas, no pretende otra cosa que proponer un remedio, también radical, frente al poder de arrastre que tiene el mal en personas en las que pervive la concupiscencia. Para hacer frente al mal que nos atrae, Jesús no está proponiendo como parece la medida quirúrgica de la amputación de manos, pies u ojos.

Este procedimiento vale para frenar una gangrena que, empezando por los pies, puede extenderse a todo el cuerpo y provocar la muerte. Aquí la amputación puede ser el único remedio medicinal para atajar una enfermedad. Pero en el terreno moral las amputaciones han de ser de otro tipo, como el de cortar una relación personal, o el de abstenerse de ver ciertas imágenes o espectáculos, o el de no pisar o frecuentar ciertos lugares que pueden resultar muy nocivos para la salud espiritual y psíquica, ya que en tales circunstancias no seríamos capaces, o sólo lo seríamos con extrema dificultad, de poner freno a nuestros bajos instintos o de detener el empuje de nuestra codicia.

Más te vale entrar manco (o tuerto) en la vida que ir con las dos manos (o los dos ojos) al abismo, al fuego que no se apaga. La gravedad de la acción se mide por el valor de aquellas cosas de que somos privados. Ir a parar al abismo es vernos privados de la vida o de los bienes del Reino, vida o bienes de los que se podría gozar sin manos o sin ojos, puesto que tales órganos ya no serían necesarios para esa vida. Pero, como ya he indicado, no se trata de cortarse las manos o de sacarse los ojos, sino de amputar esas vías por las que seríamos presa fácil del mal con manos y ojos o sin ellos.

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en Teología Patrística

Comentario – Jueves VII de Tiempo Ordinario

Mc 9, 41-50

El que os diere un vaso de agua…

«Un vaso de agua»… Casi nada.

Es el símbolo del más pequeño servicio que pueda hacerse a alguien: ¡tan solo un vaso de agua.

En razón de pertenecer a Cristo…

Jesús subraya la dignidad extraordinaria del «discípulo»: pertenece a Cristo. El más pequeño de los creyentes, el más humilde discípulo de Jesús, ¡representa a Jesucristo! Jesús se identifica con el menor de los cristianos.

En verdad os digo que no será defraudado de su recompensa

Es una verdad sorprendente que Jesús repetirá y desarrollará a lo largo de su discurso sobre el Juicio final (Mateo, 25, 31-45). Lo que hicisteis con alguno de mis hermanos más pequeños conmigo lo hicisteis».

Importancia de los menores gestos. Nada es pequeño.

¡Cuántas ocasiones dejo que se pierdan!

Y al que escandalizare a uno de esos pequeñuelos que creen en mí, mucho mejor le fuera que le ataran al cuello una de esas muelas de molino que mueve un asno y ¡le echaran al mar!

Después del consejo «positivo» -dar un vaso de agua-, la puesta en guardia «negativa» -no escandalizar-. Pero de hecho es la misma conducta: ¡la atención a los demás! Descubrimos aquí un nuevo aspecto de Jesús: su violencia interior, su capacidad de vehemencia. Me imagino que no pronunció estas palabras ¡de un modo dulzón y azucarado! Y la imagen que utiliza hace temblar: «¡más le valiera que le echaran al mar atado a una muela de molino!» ¿De quién se trata? ¿Quién es el hombre que merece tal suerte? El que ha arrastrado a otro al pecado.» ¡Señor! ¡Señor! Ten piedad de nosotros.

Si tu mano te «escandaliza», te arrastra al «pecado», córtatela…

Si tu pie te «escandaliza’, córtatelo…

Si tu ojo te «escandaliza, arráncatelo…

Sólo Jesús tiene derecho a decir palabras semejantes: Sólo El sabe, verdaderamente, qué es el «pecado». ¡Es algo muy serio! ¡Es dramático!

Mejor te será entrar tuerto al reino de Dios, que con ambos ojos ir a la gehena.

La vida eterna merece todos los sacrificios. Ayúdanos, Señor.

¿Somos capaces de esa elección radical, absoluta? ¡Nuestra libertad no es un juego… para hacer como si…!

Buena es la sal; pero si la sal se hace sosa, ¿con qué se la salará? Tened sal en vosotros y vivid en paz unos con otros.

Marcos ha agrupado aquí una serie de consejos de Jesús sobre la vida fraterna: nada de querellas sobre prelaciones entre vosotros, sed servidores los unos de los otros, dejad a todo el mundo hacer el bien, ayudaros unos a otros, no seáis escándalo para nadie, vivid en paz…

Y todo esto, después que les anunciara su propia Pasión: la moral cristiana está, por entero, ligada a Jesús. ¡Si por lo menos en nuestras familias, en nuestras comunidades cristianas se tuvieran esas exigencias profundas!

Noel Quesson
Evangelios 1

Comentario – Jueves VII de Tiempo Ordinario

(Mc 9, 41-50)

Jesús nos invita a revisar nuestra escala de valores y a descubrir que el Reino tiene tanto valor que justifica renuncias y sacrificios. El que busca la vida mejor que Jesús propone no puede dar rienda suelta a todas sus inclinaciones, sobre todo cuando las propias acciones hacen daño a los demás (v. 42). El evangelio exige un nuevo estilo de vida marcado sobre todo por una sincera preocupación por el bien del otro, por un delicado temor que nos lleva a revisar nuestras acciones para evitar que hagan daño a los demás. Vale la pena leer 1 Cor 8,8-13 para descubrir una vez más que nuestra libertad está al servicio del amor al hermano y de su bien.

El mismo sentido aparece en el tema de la sal. La sal representa todo ese conjunto de características que distinguen a los cristianos y que deben contagiarse cada vez más al mundo (Mt 5, 13).

Pero la sal también era usada en las alianzas como señal de amistad. Por eso el texto dice «tengan sal y estén en paz con todos». Esto implica que esas características distintivas de los cristianos son ante todo las actitudes buenas para con el prójimo.

El amor al prójimo da sabor a la vida, hace que la existencia tenga un sentido luminoso y que valga la pena vivirla: «Con un poco de amor sobrevivo… Con un poco de amor yo me salvo. Sólo un poco de amor, y soy algo» (Silvio Rodríguez).

Oración:

«Señor, no quiero que mi vida pierda su sabor; quiero una vida que valga la pena, un corazón abierto al hermano, cuidadoso para no dañar a nadie, deseoso de hacer el bien, amante de la paz y la unidad, generoso y paciente».

VÍCTOR M. FERNÁNDEZ
El Evangelio de cada día

Los frutos de nuestra vida

Después de escuchar el pasado domingo la llamada de Jesús acerca del amor a todos, incluso a los enemigos, y a punto de celebrar el Miércoles de Ceniza y con él dar comienzo a la Cuaresma, la liturgia de la palabra nos invita hoy a preguntarnos si los frutos que estamos dando en nuestra vida son los frutos que espera Dios de nosotros, y a tomarnos en serio el camino de conversión y de preparación a la Pascua que comenzaremos el próximo miércoles con la imposición de la ceniza.

1. La verdadera justicia comienza por uno mismo. Después de las exigencias del amor a los enemigos que escuchábamos en el Evangelio del pasado domingo, hoy Jesús nos invita a revisarnos a nosotros mismos. Es fácil pensar que los demás son los que no hacen bien las cosas. Cuántas veces leemos en la Escritura algún texto, o escuchamos la homilía de un sacerdote, y pensamos: qué bien le vendría a fulanito escuchar esto… Por eso hoy Jesús nos llama la atención y nos dice que no es posible que podamos ver la mota de polvo que tiene el otro en su ojo cuando intentamos quitársela, si no nos quitamos nosotros primero la viga que tenemos en el nuestro. Es decir, que hemos de empezar por juzgarnos a nosotros mismos antes de juzgar a los demás, que hemos de corregirnos a nosotros mismos antes de pretender corregir a los demás. No está el discípulo por encima de su maestro, dice Jesús en el Evangelio de hoy, y esto se completa cuando nos damos cuenta de que hemos de considerar a los demás como maestros, como superiores a nosotros. Hemos de abrir bien los ojos, pero no para fijarnos en las faltas y en los defectos de los demás, sino para ver primero nuestras faltas y defectos, para sacarnos las “vigas” de nuestros ojos, y entonces, cuando veamos con claridad, poder guiar a otros, poderles ayudar a quitarse la mota de polvo que tienen en su ojo. Qué fácil es exigir a los demás, cuando nosotros no hacemos muchas veces ni la mitad de lo que exigimos a otros. Si queremos que las cosas vayan bien, si deseamos que el mundo o la misma Iglesia funcionen mejor, comencemos por cambiarnos a nosotros mismos y pongámonos en camino de conversión, y después estaremos en disposición de ayudar a otros a que se corrijan.

2. ¿De qué tenemos lleno el corazón? Jesús, a continuación, nos invita a preguntarnos qué tenemos en nuestro interior, en nuestro corazón. Pues “de lo que rebosa el corazón habla la boca”. Si queremos un criterio que nos ayude a conocer qué tenemos en nuestro corazón, fijémonos en las cosas que decimos. ¿De qué cosas solemos hablar?, ¿cuáles son nuestros temas habituales de conversación? Así es como sabremos si nuestro corazón está lleno de amor y de compasión hacia los demás o más bien está lleno de juicios; o si en verdad está lleno de Dios o más bien está lleno de las cosas del mundo. Jesús nos recuerda que cada árbol da el fruto que le corresponde, y que de un árbol bueno se espera que dé fruto bueno, mientras que de un árbol malo se espera que de fruto malo. Del mismo modo, de un hombre que tiene un buen corazón, lleno del amor de Dios, saldrán frutos de bondad, de amor y de misericordia hacia los demás, mientras que un corazón lleno de maldad, de rencor y de juicios hacia los demás sólo podrá dar furos de odio, de división y de maldad. Por ello, hoy es un buen día, cercanos ya a la Cuaresma, para que nos preguntemos: ¿cuáles son los frutos que estoy dando?

3. Dios nos da la victoria sobre el mal y sobre la muerte. Pero no hemos de olvidar que quien llena nuestro corazón de la bondad y del amor es Dios. Él es quien nos da la salvación y quien es capaz de convertir nuestro corazón de piedra por un corazón de carne. Es importante recordar esto: que no somos nosotros quienes podemos cambiar nuestro corazón, por mucho que nos esforcemos en ello. Es Dios, como nos dice san Pablo en la segunda lectura, quien nos da la victoria sobre el mal y sobre la muerte, es Él quien ha vencido a la muerte con su propia muerte. Así, si deseamos dar los buenos frutos que Dios espera de nosotros, lo primero que hemos de hacer es acercarnos a Él, con un corazón sencillo y humilde, para que Él llene nuestro corazón de la bondad y del amor. Demos gracias a Dios que nos da la victoria por medio de Jesucristo, como nos invita san Pablo, conscientes de que no somos nosotros, sino que es Dios quien vence a la muerte. Ya no hay nada que pueda con nosotros si estamos con Él y en Él.

Este tiempo de Cuaresma, que estamos ya cercanos a comenzar, es un tiempo propicio de conversión para acercarnos de nuevo a Dios y dejar que Él nos transforme, que nos ayude a quitar las “vigas” que tenemos en nuestros ojos, que llene nuestro corazón de amor y de misericordia, pues es Él quien ha muerto por nosotros en la cruz y es Él quien nos da la salvación.

Francisco Javier Colomina Campos

Tiempo malgastado

¡Cuánto tiempo y energía gastamos, Señor,
en hablar de los defectos del hermano!
Y necesitamos encontrarle fallos,
para así poder soportar los nuestro propios…
¡Somos tan frágiles, Dios nuestro!
Somos como niños malcriados,
celosos, inseguros, necesitados de aprobación.

Gracias por hacernos caer en la cuenta
de nuestra fragilidad. Eso nos hace grandes,
porque caemos en la cuenta de que eres Tú
quien nos magnifica, partiendo
de nuestra pequeñez.

No nos permitas malgastar palabras
en desamor,
no nos dejes hablar mal de nadie,
enséñanos a decir el Amor,
a expresar la ternura y el cariño,
a elegir las palabras más dulces
y generadoras de fraternidad.

Haznos constructores
de la gran familia humana,
siendo hermanos de todas las personas,
creando calidez alrededor
y calor de mesa camilla en el trabajo,
en la calle, en la familia y en la sociedad.

Esta es la revolución del Evangelio
que Tú nos propones
y nos invitas a inventar.
En ello queremos gastar la vida, Señor.

Mari Patxi Ayerra

Notas para fijarnos en el evangelio

• Jesús se dirige a los discípulos con la misma frase, la de versículo 39, que aplica a los fariseos en Mt 15,14. “¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego?”

• Con la expresión «ciego» (39), Jesús se refiere a la persona que no tiene la luz de la Palabra de Dios.

• «Guiar» (39) es una alusión directa a los que tendrán la misión de guiar a la comunidad cristiana, misión que consiste en transmitir esta luz de la Palabra de Dios.

• Toda persona está llamada a ser guía de la comunidad, por tanto, necesita dejarse llenar ella misma de la luz de la Palabra. Una Palabra que se ha hecho carne en Jesús (Jn 1,14). El guía tiene que llenarse de Jesucristo.

• Con la afirmación de que «un discípulo… cuando termine su aprendizaje, será como su maestro» (40), Jesús, que es el Maestro, está diciendo que nos quiere como Él mismo. Todos los discípulos estamos llamados a ser otro Cristo. Es la vocación que hemos recibido por el Bautismo y lo que ya somos por el Bautismo.

• «La mota y la viga» (42-43): la «viga», imagen de lo que nos impide «ver»: nos impide recibir la luz de la Palabra y descubrir el don de Jesús, la vocación. Nos impide ver al hermano correctamente y lo juzgamos. Sin la Palabra de Dios no nos vemos bien ni a nosotros mismos ni a los demás.

• La Palabra de Dios nos sitúa en la humildad de reconocer que las cualidades y virtudes, propias y de los demás, son don de Dios. Y la humildad de reconocer que de los defectos que vemos en los demás también nosotros participamos.

• El «árbol» (44): la persona enraizada en el corazón de Dios, en su Palabra, producirá las obras, «frutos», de Dios. Y no sólo las obras, también las palabras de su boca (45) serán expresión de la Palabra de Dios.

Comentario al evangelio – Jueves VII de Tiempo Ordinario

Se lee hoy en la liturgia una recopilación de varios dichos de Jesús. De todos y cada uno se puede aprender, porque la Palabra es siempre viva y eficaz. En el fondo, se trata de entender cómo tenemos que vivir, en todos los momentos de nuestra vida.

Desde la clave de la primera lectura, donde se critica a los que solo viven para el dinero, a cualquier precio, incluso pasando por encima de los demás y abusando de ellos, podemos entender la llamada a ser generosos, aunque sea solo un vaso de agua. Ninguna de las buenas obras que hacemos queda sin recompensa. Que no seamos idólatras del dinero. No hace falta ser millonario para caer en esta trampa. Revisa hoy si te cuesta mucho dejar tus cosas o dar una pequeña ayuda, cuando te lo piden. A lo mejor no somos tan pobres de espíritu como deberíamos.

Los siguientes consejos nos recuerdan que debemos siempre estar alerta, para evitar los motivos de escándalo que provienen de dentro de cada persona. Está muy claro que no hay que amputar nada (el filósofo Orígenes, en el siglo segundo, se lo tomó al pie de la letra, el pobre), sino que se trata de intentar controlar las ganas de dominar a los demás, como sugieren las referencias al pie o a la mano, o los malos deseos y los planes egoístas, que se insinúan en la imagen del ojo. Sabemos que por la vista entran muchos de los malos deseos que después se alojan en nuestros corazones, querámoslo o no.

Ser luz del mundo y sal de la tierra. “Eres del mundo la sal”, decía una canción del musical “Godspell”, hace algunos años. Una sal mojada ya no sirve para nada. La sal es una sustancia que, en su momento, fue muy valiosa, para conservar los alimentos. Nos ha llegado, incluso, la palabra “salario”. Ser la sal de la tierra no es tarea fácil. He conocido a mucha gente que, al comenzar el camino de la fe, arranca con mucha fuerza, pero va perdiendo fuerza poco a poco, hasta que, ante las primeras frustraciones, renuncian a seguir. Su sal se ha mojado, ya no sirve para nada.

Es un riesgo que nos puede afectar a todos, incluso a los religiosos: el cansancio, el pensar que lo que hacemos no tiene mucho sentido, no verle fruto a lo que hacemos. Pero, a pesar de todo, somos la sal de la tierra. Si se nos olvida echar sal en la comida, nos sabe rara. Se echa de menos. Sin nuestra aportación, el mundo será más soso. Se echará de menos, y, cuando llegue el momento de encontrarnos con el Hacedor, tendremos que responder también. Ojalá hayamos repartido toda la sal que llevamos dentro, y hayamos vivido en paz con todos los que nos rodean. Que no es un mal propósito.

Alejandro Carbajo, cmf

Meditación – Jueves VII de Tiempo Ordinario

Hoy es jueves VII de Tiempo Ordinario.

La lectura de hoy es del evangelio de Marcos (Mc 9, 41-50):

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Todo aquel que os dé de beber un vaso de agua por el hecho de que sois de Cristo, os aseguro que no perderá su recompensa. Y al que escandalice a uno de estos pequeños que creen, mejor le es que le pongan al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos y que le echen al mar. Y si tu mano te es ocasión de pecado, córtatela. Más vale que entres manco en la Vida que, con las dos manos, ir a la gehenna, al fuego que no se apaga. Y si tu pie te es ocasión de pecado, córtatelo. Más vale que entres cojo en la Vida que, con los dos pies, ser arrojado a la gehenna. Y si tu ojo te es ocasión de pecado, sácatelo. Más vale que entres con un solo ojo en el Reino de Dios que, con los dos ojos, ser arrojado a la gehenna, donde su gusano no muere y el fuego no se apaga; pues todos han de ser salados con fuego. Buena es la sal; mas si la sal se vuelve insípida, ¿con qué la sazonaréis? Tened sal en vosotros y tened paz unos con otros».

Hoy, el Evangelio proclamado se hace un poco difícil de entender debido a la dureza de las palabras de Jesús: «Si tu mano te es ocasión de pecado, córtatela (…). Si tu ojo te es ocasión de pecado, sácatelo» (Mc 9,43.47). Es que Jesús es muy exigente con aquellos que somos sus seguidores. Sencillamente, Jesús nos quiere decir que hemos de saber renunciar a las cosas que nos hacen daño, aunque sean cosas que nos gusten mucho, pero que pueden ser motivo de pecado y de vicio. San Gregorio dejará escrito «que no hemos de desear las cosas que sólo satisfacen las necesidades materiales y pecaminosas». Jesús exige radicalidad. En otro lugar del Evangelio también dice: «El que quiera ganar la vida, la perderá, pero el que la pierda por Mí, la ganará» (Mt 10,39).

Por otro lado, esta exigencia de Jesús quiere ser una exigencia de amor y de crecimiento. No quedaremos sin su recompensa. Lo que dará sentido a nuestras cosas ha de ser siempre el amor: hemos de llegar a saber dar un vaso de agua a quien lo necesita, y no por ningún interés personal, sino por amor. Tenemos que descubrir a Jesucristo en los más necesitados y pobres. Jesús sólo denuncia severamente y condena a los que hacen el mal y escandalizan, a los que alejan a los más pequeños del bien y de la gracia de Dios.

Finalmente, todos hemos de pasar la prueba de fuego. Es el fuego de la caridad y del amor que nos purifica de nuestros pecados, para poder ser la sal que da el buen gusto del amor, del servicio y de la caridad. En la oración y en la Eucaristía es donde los cristianos encontramos la fuerza de la fe y del buen gusto de la sal de Cristo. ¡No quedaremos sin recompensa!

Rev. D. Xavier PARÉS i Saltor