Lc 6, 36-38
Ser bueno “sin medida”, como Dios
Sed misericordiosos…
Es una palabra intraducible que hoy corre el riesgo de ser mal comprendida. Que cada uno según su modo de ser se ejercite en encontrarle sinónimos.
— Compartid las penas de los demás…
— Sed indulgentes…
— Dejaos conmover…
— Excusad…
— Participad en las tribulaciones de vuestros hermanos…
— Olvidad las injurias…
— Sed sensibles…
— No guardéis rencor…
— Tened buen corazón…
Así como también vuestro Padre es misericordioso.
La moral cristiana, a menudo tan próxima a una simple moral humana, se caracteriza por el hecho de que es, habitualmente, una imitación de Dios.
San Juan dirá «Dios es amor», Lucas dice: «Dios es misericordia.» Jesús ha insistido a menudo sobre este punto. El mismo era una perfecta «imagen de Dios», que modelaba su comportamiento según el del Padre.
En mi oración, evoco las escenas en las que Jesús ha mostrado especialmente su misericordia…
¿Y yo? A menudo, por desgracia, no me asemejo ni al Padre, ni a Jesús. Desfiguro la imagen de Dios en mí. Doy una mala idea de ti, Señor, cada vez que falto al amor. Cada una de mis palabras duras, de mis acritudes, de mis malas intenciones… cada una de mis indiferencias a las preocupaciones de mis hermanos… ¡es lo contrario de Dios! Perdón, oh Padre, por deformar, a veces, el espejo que yo debería ser de ti.
Y me dejo captar por este pensamiento: Tú esperas, Señor, que yo me parezca a ti, que sea el representante de tu amor cerca de mis hermanos. Ser el corazón de Dios, ser la mano de Dios… ser «como si» estuviese Dios presente cerca de un tal… o un cual… Cada una de mis tareas humanas de hoy tiene un valor infinito, un peso de eternidad: es Dios mismo el que actúa en y por mí, en mis afectos.
¡Sed como Dios!
No juzguéis, y no seréis juzgados… No condenéis, y no seréis condenados… Perdonad, y seréis perdonados.
Dad, y se os dará…
Hay que dejarse interpelar e interrogar por estas frases.
Hay que escucharlas de la boca misma de Jesús, como si hubiéramos estado presentes en su auditorio cuando él las pronunciaba. ¿A propósito de qué detalles concretos de mi vida, de qué personas… Jesús me repite esto, a mí:
No juzgues a un tal… un cual…
No condenes a un tal… una cual…
Perdona a… a…
Da…
Y todo ello no es propio en primer lugar de la «Moral»: es hacer como Dios.
Jesús nos dice que Dios es así.
Una buena medida, llena, apretada, colmada.
Noel Quesson
Evangelios 1