Lectio Divina – Jueves II de Cuaresma

El rico epulón y el pobre Lázaro

1.- Introducción.

Señor, hoy vengo a la oración a pedirte que cambies mi corazón de piedra en un corazón de carne. A veces yo también me hago insensible ante tantos hermanos nuestros que mueren en el mar o en las playas; que van huyendo del infierno de sus países de origen y van buscando simplemente “poder vivir”. Yo quiero ser más sensible a estos problemas humanos, que sepa vivirlos en mi propia piel.  Haz que se me rompa el corazón ante tantos dramas tan duros de mis hermanos.

2.- Lectura reposada de la palabra del Señor. Lucas 16, 19-31

En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos: Había un hombre rico que vestía de púrpura y lino, y celebraba todos los días espléndidas fiestas. Y uno pobre, llamado Lázaro, que, echado junto a su portal, cubierto de llagas, deseaba hartarse de lo que caía de la mesa del rico… pero hasta los perros venían y le lamían las llagas. Sucedió, pues, que murió el pobre y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. Murió también el rico y fue sepultado. Estando en el infierno entre tormentos, levantó los ojos y vio a lo lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. Y, gritando, dijo: «Padre Abraham, ten compasión de mí y envía a Lázaro a que moje en agua la punta de su dedo y refresque mi lengua, porque estoy atormentado en esta llama». Pero Abraham le dijo: «Hijo, recuerda que recibiste tus bienes durante tu vida y Lázaro, al contrario, sus males; ahora, pues, él es aquí consolado y tú atormentado. Y además, entre nosotros y vosotros se interpone un gran abismo, de modo que los que quieran pasar de aquí a vosotros, no puedan; ni de ahí puedan pasar donde nosotros». Replicó: «Con todo, te ruego, padre, que le envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les dé testimonio, y no vengan también ellos a este lugar de tormento». Le dijo Abraham: «Tienen a Moisés y a los profetas; que les oigan». Él dijo: «No, padre Abraham; sino que si alguno de entre los muertos va donde ellos, se convertirán». Le contestó: «Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán, aunque un muerto resucite».

3.- Qué dice el texto.

Meditación-Reflexión.

Una de las consecuencias más terribles del dinero es que “endurece el corazón de las personas”. Según los comentaristas, en aquella época las comidas se servían en un solo plato y éste se limpiaba con la miga del pan, de modo que pudiera servir para el resto de la comida. Pues bien, esas migas sucias, que habían servido para limpiar el plato, se tiraban al suelo para que las comieran los perros. Y aquel ricachón ni siquiera eso le daba al pobre Lázaro.  Me impresionan mucho las palabras de este evangelio: “Entre vosotros y nosotros se abre un gran abismo”. Ese abismo existe entre el primer mundo y el tercer mundo. Ese abismo existe cuando según las estadísticas, los ricos son cada vez más ricos y los pobres son más pobres. Y lo más grave es que ese abismo que comienza en este mundo se prolongará para siempre en el otro. Y es que, cuando el hombre endurece su corazón, ya no hace caso a nadie ni siquiera a un muerto que vuelva de otro mundo. Jesús no ha venido a este mundo para abrir fosos que nos separan sino para tender puentes que nos unen. El evangelio nos pide un cambio. Es pecado el dejar todo como está sin intentar mejorar este mundo. El pobre fue llevado por los ángeles sin más título que su pobreza y sufrimiento. Y yo, ¿con qué credenciales pienso presentarme delante de Dios?

Palabra del Papa.

“Tal vez ese rico era un hombre religioso, a su manera. Rezaba, quizás, alguna oración y dos o tres veces al año seguramente iba al Templo a hacer sacrificios y daba grandes ofrendas a los sacerdotes, y ellos con aquella pusilanimidad clerical se lo agradecían y le hacían sentarse en el lugar de honor. Pero no se daba cuenta de que a su puerta estaba un pobre mendigo, Lázaro, hambriento, lleno de llagas, símbolo de tanta necesidad que tenía. El hombre rico tal vez el vehículo con el que salía de casa tenía los cristales polarizados para no ver fuera… tal vez, pero no sé… Pero seguramente, sí, su alma, los ojos de su alma estaban oscurecidos para no ver. Solo veía dentro de su vida, y no se daba cuenta de lo que había sucedido a este hombre, que no era malo: estaba enfermo. Enfermo de mundanidad. Y la mundanidad transforma las almas, hace perder la conciencia de la realidad: viven en un mundo artificial, hecho por ellos… La mundanidad anestesia el alma. Y por eso, este hombre mundano no era capaz de ver la realidad. Muchas personas que llevan la vida de modo difícil; pero si tengo el corazón mundano, nunca entenderé eso. Con el corazón mundano no se puede entender la necesidad y lo que hace falta a los demás. Con el corazón mundano se puede ir a la iglesia, se puede rezar, se pueden hacer tantas cosas. Pero Jesús, en la Última Cena, en la oración al Padre, ¿qué ha rezado? ‘Pero, por favor, Padre, custodia a estos discípulos para que no caigan en el mundo, que no caigan en la mundanidad’. Es un pecado sutil, es más que un pecado: es un estado pecador del alma”. (Cf Homilía de S.S. Francisco, 5 de marzo de 2015, en Santa Marta).

4.- Qué me dice hoy a mí este texto. (Guardo silencio).

5.-Propósito: Haré un rato de oración para que nunca se me endurezca el corazón.

6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.

Hoy quiero acabar esta oración dándote gracias por haber comprendido las graves consecuencias que se derivan de tener el corazón endurecido.  Las personas, dejamos de ser personas, cuando en vez de un corazón de carne ponemos en el pecho un corazón de piedra. Una persona sin emociones, sin sentimientos, sin capacidad de cambio, ha dejado de ser persona. Lázaro era pobre, pero era una persona con toda su dignidad y con todos sus derechos. Epulón era un rico tan pobre que dejó de ser persona. Sólo tenía dinero.

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San José, el justo

1.- Cuando uno, visitando Nazaret, llega a la iglesia llamada de la nutrición y desciende hacia la cripta, ve una vidriera, de no exagerada belleza, que representa la muerte de José, el padre de familia, de aquella singular Familia, en la que él precisamente no era padre biológico. La escena refleja serenidad, el patriarca está en el decisivo momento de su fin histórico, acompañado de Jesús, a quien amó, protegió y enseñó a vivir, como el más querido de los hijos adoptivos. Al otro lado de la escena está su amada esposa. La compañera de fatigas, confidencias y conflictos. La con él protectora de aquel chiquillo misterioso, afable y sincero, que iba desvelando su realidad divina más sublime. José seguramente no sabía la teología que pueda almacenar cualquiera de nuestros profesores de seminario. Si alguien le hubiera preguntado sobre Cristología o Mariología, hubiera contestado, seguramente, con la misma extrañeza que cualquiera de vosotros, mis queridos jóvenes lectores, pudiera responder. Para ser santo no es preciso ser teólogo. Nos han dicho siempre que es el patrono de la buena muerte y uno que teme como el que más este momento, se encomienda mentalmente a él.

A muy corta distancia de esta iglesia, existe una pequeña zona sepulcral, custodiada por una congregación religiosa. Quien desea visitarla es recibido con exquisita amabilidad y, acompañado personalmente, observa y recibe las pertinentes explicaciones. El lugar guarda, según explican ellas, la antigua tradición llamada de la “tumba del justo” o también de la “tumba luminosa”. El sepulcro que nos muestran es uno de los mejores ejemplares que pueda uno ver en Tierra Santa. ¿Fue allí donde enterraron a José? Se nos ocurre pensar de inmediato. Séalo este u otro, se nos ocurre pensar que María, Santa María de Nazaret, se quedo muy triste al abandonar un sepulcro y encontrarse viuda. Jesús, adulto ya, perfeccionado en el oficio que le permitiría proporcionar ayuda y descanso a José, se quedó sin su compañía. ¡tanto esfuerzo que había puesto para sacar adelante a la familia, para enseñar el oficio al Chico, para proporcionarle ayuda! Cuando esperaba Jesús devolverle, con su trabajo, un poco de lo que había recibido, su Padre, el Padre Eterno, determinaba que se alejase de Él. Jesús se quedó sin compañero-padre. Empezaba a gustar la amargura de las ausencias, era, la muerte de José, el prologo de la soledad de Getsemaní.

2.- José, el Justo, una especie de titulo “honoris causa”, sin la brillantez de los que obtienen un disco de platino, medalla olímpica o un triunfo en Eurovisión. Un título, el de justo, que le otorga el evangelio, que nadie, ni siquiera en la Eternidad, le podrá arrebatar, ya que está grabado en las lápidas indelebles de la Biblia. A los que de entre vosotros, mis queridos jóvenes lectores, os falte el padre, los que tal vez por dejadez o infidelidad os veáis privados de su compañía, los que lo tenéis enfermo, os recomiendo que no dejéis de pensar en José, solicitar su compañía y sentir por él admiración. Que más vale tener “ídolos” de estos, que derretirse en gritos histéricos ante un cantante o un futbolero.

Pedrojosé Ynaraja

Comentario – Jueves II de Cuaresma

Lc 16, 19-31

La vida de aquí abajo no es el todo del hombre

Un hombre rico… vestido de púrpura y lino finísimo… tenía cada día espléndidos banquetes.

Jesús ha visto esto en su tiempo. Se daban ya muchas desigualdades, injusticias… gentes demasiado ricas y gentes demasiado pobres. Este rico puso toda su confianza en lo humano, solamente: Lo apostó todo a la riqueza, al placer, a lo terrestre. Disfrutar.

Consumir. Sacar provecho.

Un mendigo… yacía a su puerta… cubierto de llagas, deseando saciarse con las migajas que caían de la mesa del rico… Pero los perros venían y le lamían las llagas.

Es Jesús quien usa estas palabras y hace esta descripción. La misma situación existe siempre. Hay siempre grandes fortunas, gentes que gastan de un modo escandaloso… y a la vez pobres que no tienen lo necesario para vivir humanamente.

Esto es hoy terriblemente irritante, entre pueblos ricos y pueblos pobres. ¡Jesús nos señala con el dedo esta situación! Nos pide que no nos habituemos a ella.

Hay que tener los ojos muy abiertos sobre estas desigualdades. La Cuaresma es el momento de una cuestación mundial «contra el hambre y a favor del desarrollo». Se la suele llamar «colecta de cuaresma».

¡Pero no se trata de una limosna! Sólo es una gota de agua en un inmenso problema, y es de estricta justicia.

Murió el mendigo y se lo llevaron los ángeles… Murió también el rico y estaba en los tormentos…

Se cambiaron las situaciones. Al pobre se le promete la felicidad; al rico, el castigo. La vida humana no se «juega» totalmente en la tierra.

Tú recibiste bienes durante tu vida, y Lázaro, al contrario, males. Y así éste es ahora consolado, y tú atormentado.

Jesús expresa aquí la rebelión elemental y muy natural de tantos hombres escarnecidos, aplastados. Esta suerte injusta no durará siempre: Jesús anuncia un día, un porvenir en el que los egoísmos y las opresiones ya no existirán…

No puede decirse que la riqueza sea un mal en sí, para Jesús; pero lleva en sí misma dos riesgos trágicos:

1º La riqueza comporta el riesgo de «cerrar el corazón a Dios». Uno se contenta con la felicidad de esta vida. Se olvida la vida eterna, se olvida de lo que es esencial. 2º La riqueza comporta el riesgo de «cerrar el corazón a los demás». Ya no se ve al pobre tendido delante de nuestra puerta.

Señor, haz que yo vea las cosas que me apartan de ti y que me apartan de mis hermanos.

Aun cuando uno de los muertos resucitara, no quedarían convencidos.

La puesta en escena final, el choque de la parábola a partir del episodio de los cinco hermanos del hombre rico… es en extremo dramático. Queda reforzada la idea ya expresada al comienzo de la parábola: las más firmes advertencias son impotentes para despertar a los «malos ricos» de sus ilusiones.

El egoísmo de muchos ricos, su seguridad, su irreligiosidad, su cerrazón del corazón… acaban por hacerles «incapaces de leer los signos de Dios». La muerte no les dice nada; ni la resurrección de un muerto llegaría a convencerles. Han perdido el hábito de ver los «signos» que Dios les hace en su vida ordinaria. El hecho de reclamar «signos» es un falso pretexto… Que escuchen la «palabra de Dios», la ordinaria, la que los profetas no cesan de repetir.

¿Qué me dices hoy a mí, por medio de esta parábola? Señor, ¡que ninguna riqueza -material, intelectual, espiritual- cierre mi corazón! Consérvame abierto, disponible… pobre.

Noel Quesson
Evangelios 1

¿Para qué ocupamos lugar?

1.- “Jesús les dijo esta parábola: Un hombre tenía una higuera plantada en su viña. Fue a buscar fruto en ella y no lo encontró. Entonces dijo al mayordomo: Córtala. ¿Para qué va ocupar terreno en balde?”. (San Lucas, Cáp. 13.) Según la tradición, Buda se sintió iluminado mientras meditaba a la sombra de una higuera. Por lo cual sus discípulos la llamaron el árbol de la sabiduría. Se cultiva en el Oriente Medio desde tiempos antiguos y sus frutos, que además tienen virtudes curativas, se comen frescos o conservados en miel. En tiempos de Jesús, todo israelita acomodado poseía una higuera en su huerta. Mientras otras crecían entre los viñedos.

Jesús nos cuenta, en una corta parábola, la desilusión de un granjero al no encontrar frutos en su higuera. “Ya ves, le dice al mayordomo. Tres años llevo viniendo a buscar fruto y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde?”. Sin embargo aquel mayordomo, hombre de experiencia, intercedió a favor de la inútil: “Señor, déjala todavía este año. Yo cavaré a su alrededor”. Abono del aprisco, mezclado con ceniza de ramas secas no le vendrían mal. “Si no, el año que viene la cortarás”.

2- Tal vez aquí el Maestro se quedaría mirando a sus oyentes en silencio. Cada uno empezaba a aplicar la lección a sus propias circunstancias: ¿Cómo toca mi vida esta parábola? ¿Qué significa dar fruto? ¿Cómo abonar mi higuera? ¿Sobre qué calendario se marca ese año entrante? Sobre la superficie del planeta: 510.101.000 kilómetros cuadrados, hay un pequeño espacio que cada quien llamaría mi lugar. ¿Lo estaré yo ocupando en balde? Motivado por su administrador, el dueño del campo ejercita su paciencia. Al igual que nuestro Dios, “clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad…Cariñoso con todas sus creaturas”. Sin embargo esta condición del Señor exige de parte nuestra, una fe viva y responsable. Un examen sereno, pero a la vez realista de nuestras buenas obras.

Los apicultores nos explican la labor de las abejas en el panal, y también la triste vida de los zánganos. Algunos de ellos se aparean con la reina, pero la mayoría muere, sin haber dado ningún aporte a la colmena. Pero dar frutos, según el Evangelio, no siempre equivale a crear de inmediato una empresa, inventar una urgente vacuna, o descubrir la estrella más lejana. Se trata ante todo de cumplir con esmero nuestro deber, de tal manera que el Señor esté contento y se beneficien nuestros prójimos.

Cierto hombre, cuenta Segundo Galilea, rogó a un Ángel le concediera realizar cosas extraordinarias. Obtuvo este favor, pero con una condición: Todas sus actividades deberían resultar fuera de serie. Y aquel hombre se creyó feliz. Adivinaba el pensamiento, ganaba mucho dinero, toda la ciencia estaba a su servicio. Sin embargo, cuando una humedad le socavó su casa, no supo hacer nada. Cuando enfermó su esposa, no pudo acompañarla al médico. Cuando su hijo le pidió ayuda en las tareas, fue incapaz de responder. Otro creyente, en cambio, pidió también al Ángel realizar bien sus deberes ordinarios. Se sintió entonces igual que antes, frente a su modesto trabajo, con su familia y los amigos. Pero su vida fue agradable a Dios y comenzó a ser feliz.

Gustavo Vélez, mxy

San José, la fiesta de la alegría

1. – En medio de la cuaresma se presenta la fiesta de San José, esposo de la Virgen María y padre adoptivo de Jesús, que es una explosión de alegría en medio de la austeridad cuaresmal. En todo el mundo hispánico, es patrón de numerosas ciudades y de muchas personas. Los nombres de José, Josefa, Pepe, Pepita y todas sus variantes son, sin duda, los más frecuentes de los censos de los hispanohablantes. En España, por ejemplo, Valencia celebra la Fiesta de las Fallas, donde arden a las doce de la noche de la festividad unos peculiares monumentos de madera y cartón piedra, y que sin duda tienen una interpretación finalista y penitencial. Se queman los malos modos, se incendian los viejos pecados…

Esta es, si se quiere, la parte habitual, mundana, alegre que nos rodea en torno a la fiesta del esposo de la Virgen. Pero en su aspecto trascendente debemos decir que la figura de San José contiene un principio de amor y de servicio. Los primeros momentos, cuando sabe del embarazo de María, lo pasó mal, como cualquier hombre enamorado que duda de la fidelidad de su enamorada. Pero tras la explicación del ángel José emprende el difícil camino de formar una familia que de cobijo al Salvador del mundo. Será útil en un día como el de hoy profundizar un poco más en la descripción del ambiente donde creció y se educó Nuestro Señor Jesús

2. – Hay una tradición que supone que José ya era un hombre maduro cuando se casó con María. Y, sin embargo, el conocimiento sociológico del pueblo judío en aquellos tiempos indica que los esponsales se hacían entre parejas muy jóvenes. Esa antigua tradición prefirió hacer a José viejo para justificar su desaparición temprana. De hecho, cuando se inicia la vida publica de Jesús, su padre adoptivo ya no aparece. Suponer su fallecimiento es lógico, pero no así su edad avanzada. En esos tiempos, la mortalidad era muy fuerte y, probablemente, la edad media de los judíos no pasaba de los 30 años. Por tanto, no es arriesgado pensar que José, el carpintero, fuese un joven de unos 20 años cuando se enfrentó al dilema planteado por el misterioso embarazo de María. Y por ese camino –con esa idea– queremos contemplar la ternura joven de ese matrimonio y la generosidad, tal vez ingenua, de José en los primeros momentos, premiada después con la revelación de la existencia de su cercanía al Mesías. Después aparece, asimismo, la enorme responsabilidad de cuidar del Niño Dios en, sin duda, unas condiciones adversas y peligrosas. Está ahí el viaje a Belén y luego la huida a Egipto. El premio terrenal estuvo en la vida plácida de Nazaret de los primeros años y que se desprende el relato en que se habla del Niño perdido y hallado en el Templo. Meditar en torno a la Sagrada Familia puede ser un buen «trabajo» para este día de San José. Nuestras familias de hoy viven con cada vez mayores problemas y el ejemplo del hogar de Nazaret nos puede ser muy útil.

3. – San José es el Patrono de la Iglesia universal. Ese patronazgo lo instituyó el Papa Pío IX, en 1870. Más recientemente, el admirado pontífice Juan XXIII introdujo su nombre en el Canon romano, que es un parte de la misa que se reza igual en todos los países y en todos los idiomas. En las lecturas lo que se refleja fundamentalmente es que Jesús pertenece al linaje de David a través de su padre adoptivo, José, que pertenecía a esa Casa. Y por ello se produce el Nacimiento de Jesús en Belén. La pequeña ciudad de Judea era la patria del Rey David. En el Segundo Libro de Samuel se refleja la promesa de reino perpetuo que Dios ofrece a la descendencia de David. En el Salmo 88 que acabamos de proclamar se confirma ese mismo linaje perpetuo. San Pablo menciona a Abrahán como padre de todas las descendencias. Hemos recordado al Patriarca en la misa de ayer, Segundo Domingo de Cuaresma, pero la promesa de Dios para Abrahán es similar a la realizada con David. Jesús es “primero de todos”, el primogénito de dicha descendencia.

Mateo nos cuenta que fue Jacob quien engendró a José y así Jesús recibe la herencia antigua. Y nos relata el mundo de dudas en el que se vio inmerso San José ante la futura maternidad de la Virgen. Para sacarle de dudas se le parece un ángel en sueños que, además, la llama “José, Hijo de David, confirmándose una vez más el linaje que es portador de la promesa divina. Y esa visita del ángel del Señor es paralela y coincidente con la presencia de Gabriel ante la Virgen María en el momento de la Anunciación. El fruto del vientre de María procede del Espíritu Santo y vendrá al mundo para salvar al pueblo de su pecado.

Salgamos hoy del templo con alegría. Como se decía al principio la Solemnidad de San José es un golpe de júbilo en medio de la Cuaresma. Muchos celebran hoy su onomástica y numerosas ciudades nuestras están de fiesta. No desaprovechemos esa invitación a la alegría al festejar al San José, a la cabeza de la mejor familia de la historia de la humanidad. Y salgamos también con el propósito de mejorar nuestra realidad familiar, nuestras relaciones familiares. ¡Que la intercesión de José de paz y alegría a todas las familias del mundo!

Ángel Gómez Escorial

Déjala un poco más

No es la primera vez que vienes
y que la higuera muestra sus hojas arrogante
-verdes, grandes, ásperas, sin fruto-,
engañándote.

Sabes que ocupa terreno fértil,
que sudaste y te deslomaste cuidándola
para que diera los higos mejores,
inútilmente.

Y aunque tienes ganas de cortarla
tu corazón hortelano se resiste.
Le cavarás la tierra, le echarás abono
nuevamente…

Hablo robándote las palabras
que me dijiste al encontrarme
e invitarme a tu causa y buena nueva
urgentemente.

Déjala un poco más.
Déjanos un poco más.
Déjame un poco más, Señor,
y cuídame.

Florentino Ulibarri

Notas para fijarnos en el Evangelio

• Jesús da la vuelta a la visión simplista e injusta que hay, a menudo, sobre las desgracias: “os aseguro que no” (3 y 5). Dios no actúa con este chip. La manera de actuar de Dios no pasa por castigar los unos, enviándolos desgracias, y premiar los otros, protegiéndolos de cualquier mal.

• Jesús presenta la necesidad de conversión que tiene toda persona en este mundo: “si no os convertís…” (3 y 5).

• Con Jesús aprendemos que si hay que hurgar en injusticias, en accidentes, en cualquier desgracia, debe ser con intención de buscar las causas, no las culpas: si encontramos las causas, quizás podremos trabajar por cambiar las cosas y evitar que vuelva a suceder. Buscar culpas y culpables sólo sirve para linchar el presunto culpable, y esto no cambia nada, a excepción de provocar más dolor. Con el linchamiento sólo se asegura que, en el futuro, otros inocentes morirán, porque las causas reales continuarán allá, provocando nuevamente el mal.

• Con “la parábola” de la “higuera” (6-9) Jesús coteja nuestra propia responsabilidad. La responsabilidad que cada persona tiene sobre la propia vida. Es decir: si no damos “fruto”, quienes los esperan tomarán nuestra vida por muerta (7). [En el AT, la “viña” (6) es uno de los símbolos usados para habla del pueblo de Israel (Is 5,1); a veces, junto con la viña, aparece también la higuera (Os 9,10).]

• Pero ante una persona la vida de la cual no da “fruto” (6-7), Dios tiene una actitud de paciencia activa: sabe que, si se trabaja, si se cuida, si se ponen medios para transformar, esa realidad estéril se puede “convertir” (8). Dios ve “frutos” dónde no los vemos nosotros. Por esto Dios nunca da a nadie por perdido.

• Al fin y al cabo, el mensaje de este Evangelio está claro:

– la llamada de Jesús es para todo el mundo

– todo el mundo tiene necesidad de convertirse, de cambiar

– y toda persona puede convertirse; esto sí, tendrá que poner medios. [La conversión es un tema frecuente en las dos obras de Lucas: el Evangelio (Lc 5,32; 13,5; 15,7.10; 16,30; 24,47) y el libro de los Hechos de los Apóstoles (Hch 2,38; 3,19.26; 5,31; 10,43; 13,38)].

• Otra cosa importante: las desgracias no se pueden manipular (ni religiosamente, ni políticamente…).

• Y otra, todavía: Dios se identifica con aquellas personas que el colectivo castiga. Dios envía su Hijo, el Único Justo, al cual convertimos en culpable. Jesús es castigado como culpable (Heb 7,26-27). Eso pone en evidencia cualquiera injusticia. Es uno de los aspectos importantes de la Cuaresma.

• Con la venida del Hijo al mundo, Dios da a cada hombre y a cada mujer una nueva oportunidad de convertirse. Vale la pena de tomar buena nota: siempre podemos volver a empezar.

Comentario al evangelio – Jueves II de Cuaresma

Decimos que no hay infierno, porque la infinita misericordia de Dios no lo permite. Pero esta parábola del hombre rico y Lázaro nos recuerda que el apego a la riqueza y la insolidaridad con el pobre es tan grande y brutal, que el infierno ya está presente en el corazón de las personas que actúan como este hombre rico. En la primera lectura hemos escuchado al profeta Jeremías: “Yo, el Señor, penetro el corazón, examino las entrañas, para pagar al hombre su conducta, lo que merecen sus obras.”

Hay en esta parábola un claro juicio sobre lo que está bien y lo que está mal en nuestra sociedad. Es un juicio muy serio ante la insensibilidad humana. Sería lamentable que el texto  no tiene nada que ver con nosotros, que los malos y abusadores son los demás, porque “yo no soy como ese hombre rico, que vestía de púrpura y de lino y todos los días hacía espléndidos banquetes”. Si no soy capaz de criticarme y exigirme a mi mismo, cómo puedo criticar a otros. ¿Cómo reacciono ante las necesidades de los demás?

El reproche que se hace al rico es  no saber compartir lo que tiene con los más necesitados. Y ha perdido incluso una oportunidad de conversión  por no haber escuchado a Moisés y los profetas, que nos hacen continuos pedidos de solidaridad con los pobres. Su gravísimo pecado consistió en haber hecho de las riquezas su dios.

El egoísmo humano es tan cruel que pasa por encima y olvida las más mínimas relaciones de justicia.

¿Cómo podemos pensar que el infierno no existe ante tan inmensa y permanente injusticia?

Ciudad Redonda

Meditación – Jueves II de Cuaresma

(Lc 16, 19-31): En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos: «Era un hombre rico que vestía de púrpura y lino, y celebraba todos los días espléndidas fiestas. Y un pobre, llamado Lázaro, que, echado junto a su portal, cubierto de llagas, deseaba hartarse de lo que caía de la mesa del rico pero hasta los perros venían y le lamían las llagas.

»Sucedió, pues, que murió el pobre y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. Murió también el rico y fue sepultado. Estando en el Hades entre tormentos, levantó los ojos y vio a lo lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. Y, gritando, dijo: ‘Padre Abraham, ten compasión de mí y envía a Lázaro a que moje en agua la punta de su dedo y refresque mi lengua, porque estoy atormentado en esta llama’. Pero Abraham le dijo: ‘Hijo, recuerda que recibiste tus bienes durante tu vida y Lázaro, al contrario, sus males; ahora, pues, él es aquí consolado y tú atormentado. Y además, entre nosotros y vosotros se interpone un gran abismo, de modo que los que quieran pasar de aquí a vosotros, no puedan; ni de ahí puedan pasar donde nosotros’.

»Replicó: ‘Con todo, te ruego, padre, que le envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les dé testimonio, y no vengan también ellos a este lugar de tormento’. Díjole Abraham: ‘Tienen a Moisés y a los profetas; que les oigan’. Él dijo: ‘No, padre Abraham; sino que si alguno de entre los muertos va donde ellos, se convertirán’. Le contestó: ‘Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán, aunque un muerto resucite’».

Hoy, Jesús ha presentado como advertencia la imagen de un alma arruinada por la arrogancia y la opulencia, que ha cavado ella misma un foso infranqueable entre sí y el pobre: el foso de su cerrazón en los placeres materiales, el foso del olvido del otro y de la incapacidad de amar.

En esta parábola, Jesús no habla del destino definitivo después del Juicio universal, sino que se refiere a una de las concepciones del judaísmo antiguo, es decir, la de una condición intermedia entre muerte y resurrección, un estado en el que falta aún la sentencia última. Ahí las almas no se encuentran simplemente en una especie de recinto provisional, sino que padecen ya un castigo o que por el contrario gozan ya de formas provisionales de bienaventuranza.

—En este estado se pueden dar también purificaciones y curaciones, con las que el alma madura para la comunión con Dios. La Iglesia primitiva ha asumido estas concepciones, de las que después se ha desarrollado paulatinamente la doctrina del purgatorio.

REDACCIÓN evangeli.net

Liturgia – Jueves II de Cuaresma

JUEVES DE LA II SEMANA DE CUARESMA, feria

Misa de la feria (morado)

Misal: Antífonas y oraciones propias. Prefacio Cuaresma.

Leccionario: Vol. II

            La Cuaresma: Confiar en los verdaderos valores.

  • Jer 17, 5-10. Maldito quien confía en el hombre; bendito quien confía en el Señor.
  • Sal 1. Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor.
  • Lc 16, 19-31. Recibiste bienes, y Lázaro males: ahora él es aquí consolado, mientras que tú eres atormentado.

Antífona de entrada          Sal 138, 23-24
Oh, Dios, ponme a prueba y conoce mis sentimientos; mira si mi camino se desvía y guíame por el camino eterno.

Monición de entrada y acto penitencial
Hoy, más que nunca, resuenan las palabras de Jeremías en este mundo a la deriva. Detrás de una guerra cruel y cada una de sus víctimas, clama la voz del profeta advirtiendo la desdicha. Tal vez, la raíz del mal esté en confiarnos demasiado los unos de los otros. Poner el norte en el hombre nunca garantiza estar a buen recaudo, cuando sople fuerte el viento.

  • Señor, ten misericordia de nosotros.
    — Porque hemos pecado contra Ti.
  • Muéstranos, Señor, tu misericordia.
    — Y danos tu salvación.

Oración colecta
OH, Dios, que amas y devuelves la inocencia,
atrae hacia ti los corazones de tus siervos
para que, llenos del fervor de tu Espíritu,
permanezcamos firmes en la fe
y eficaces en las obras.
Por nuestro Señor Jesucristo.

Oración de los fieles
Oremos al Señor, nuestro Dios. Bendito quien confía en él.

1.- Por la Iglesia, llamada a anunciar a todos de palabra y de obra el Evangelio de Cristo. Roguemos al Señor.

2.- Por los que se encierran en sí mismos, insensibles al sufrimiento ajeno. Roguemos al Señor.

3.- Por los que se encierran en sí mismos, insensibles al sufrimiento ajeno. Roguemos al Señor.

4.- Por los que gritan en su dolor sin ser oídos. Roguemos al Señor.

5.- Por los que se dedican al cuidado de los más necesitados. Roguemos al Señor.

Señor, Dios nuestro, tú penetras nuestros corazones para darnos según nuestra conducta; perdónanos y escúchanos. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
SANTIFICA, Señor, por este sacrificio,
nuestra observancia cuaresmal,
para que las prácticas externas
transformen nuestro espíritu.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio de Cuaresma

Antífona de comunión          Sal 118, 1
Dichoso el que, con vida intachable, camina en la ley del Señor.

Oración después de la comunión
TE pedimos, Señor,
que el fruto de este sacrificio
permanezca en nosotros
y se manifieste siempre en nuestras obras.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Oración sobre el pueblo
ASISTE, Señor, a tus siervos
que imploran el auxilio de tu gracia,
para que obtengan la defensa
y la guía de tu protección.
Por Jesucristo, nuestro Señor.