Comentario – Jueves III de Cuaresma

Lc 11, 14-23

El combate espiritual contra las fuerzas del mal… con Cristo.

Jesús estaba expulsando a un demonio. El poseso era mudo.

En cuanto salió el demonio, el mudo habló.

Cada vez que se habla de demonios en el texto evangélico, nos sentimos incómodos.

Ciertamente un cristiano moderno debe desembarazarse de imágenes grotescas. No obstante, el mal no se explica totalmente en razón de la libertad humana. Estamos a veces obligados a constatar que el mal tiene raíces extremadamente profundas, y que no alcanzamos… Nos sentimos ser el juguete de fuerzas más fuertes que nuestra voluntad. Y por otra parte la amplitud del mal parece orientarnos hacia una dimensión cósmica, radical, colectiva, del imperio de Satán; hay violencias, corrientes oscuras, fuerzas destructoras que trabajan y que ningún hombre parece poder dominar.

Jesús ha venido a combatir esas fuerzas malhechoras.

Y, por ahí, devolvía al hombre su dignidad: el mudo empezó a hablar normalmente. La creación ha sido restaurada.

Señor, sálvame de mis demonios… líbranos del mal.

Es por el príncipe de los demonios que expulsa a los demonios, decían algunos.

A Jesús se le ha calumniado, se le ha acusado.

¡Es el colmo! El demonio es capaz de dar estos golpes: de enmascararse hasta el punto de llegar a decir que, ¡el Santo por excelencia está poseído por el demonio!

Todo reino, dividido en partidos contrarios, quedará destruido

El buen sentido popular que Jesús hace suyo. La unidad es una fuerza. La desunión es un fermento maléfico y destructor. Uno de los signos de Satán es la división y el no entenderse. El mundo de hoy está trágicamente marcado por este tipo de espíritu que impide a los matrimonios, comprenderse; a padres e hijos, hablarse; a grupos humanos enteros, reconocerse.

Pero si expulso a los demonios por el dedo de Dios, sin duda que el reino de Dios ha llegado a vosotros.

El dedo de Dios está ahí, cuando el mal retrocede. Yo, ¿lo sé ver? ¿Cuál es mi colaboración a ese «dedo de Dios»? ¿Pongo yo mi dedo en ello?

Cuando un hombre fuerte y armado guarda su casa, seguros están sus bienes; pero si llega uno más fuerte que él, le vencerá y le quitará todas sus armas.

Una imagen de la vida cristiana en forma de parábola breve.

Un combate, un cuerpo a cuerpo rápido, dos hombres peleándose, uno es más fuerte que el otro y lo derriba.

Jesús se presenta como este «segundo hombre», más fuerte, que viene para triunfar sobre Satán.

Evoco mis propios combates. ¿Sobre qué puntos la lucha resulta más difícil? Ven Jesús a combatir conmigo.

Una verdadera imagen dinámica y fuerte… para una cuaresma dinámica y fuerte.

No quedarme solo en el plano individual e íntimo. La dimensión del combate contra el mal es hoy colectiva: hay que combatir con otros, en equipo, y para los otros… Volvemos a encontrar aquí la dimensión cósmica de las fuerzas malhechoras, que pide una acción de envergadura.

El que no está conmigo, está contra mí, y el que conmigo no recoge, derrama.

Fórmula intransigente. Un cierto estilo de vida: todo lo contrario del remilgo y de las medias tintas. Pero a menudo me comporto como un cristiano a medias. Escucho esta palabra tuya fuerte y abrupta: Cuaresma = energía.

Noel Quesson
Evangelios 1

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