Lectio Divina – Miércoles IV de Cuaresma

Yo no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado

1.- Oración introductoria

                  Señor Jesús, hoy vengo a la oración a pedirte lo mismo que el Apóstol Felipe: “Muéstranos al Padre y nos basta”. Y es que la palabra “Padre” no caía nunca de tu boca. El Padre alimenta los pájaros del cielo y viste los lirios del campo;el Padre manda la lluvia y el sol; el Padre tiene contados hasta los cabellos de nuestra cabeza. Hoy te pido que me hagas comprender lo maravilloso que es ese Padre al que tantas veces te dirigías.

2.- Lectura reposada de la palabra del Señor. Juan 5, 17-30

En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: Mi Padre trabaja hasta ahora, y yo también trabajo. Por eso los judíos trataban con mayor empeño de matarle, porque no sólo quebrantaba el sábado, sino que llamaba a Dios su propio Padre, haciéndose a sí mismo igual a Dios. Jesús, pues, tomando la palabra, les decía: En verdad, en verdad os digo: el Hijo no puede hacer nada por su cuenta, sino lo que ve hacer al Padre: lo que hace él, eso también lo hace igualmente el Hijo. Porque el Padre quiere al Hijo y le muestra todo lo que él hace. Y le mostrará obras aún mayores que estas, para que os asombréis. Porque, como el Padre resucita a los muertos y les da la vida, así también el Hijo da la vida a los que quiere. Porque el Padre no juzga a nadie; sino que todo juicio lo ha entregado al Hijo, para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo no honra al Padre que lo ha enviado. En verdad, en verdad os digo: el que escucha mi Palabra y cree en el que me ha enviado, tiene vida eterna y no incurre en juicio, sino que ha pasado de la muerte a la vida. En verdad, en verdad os digo: llega la hora (ya estamos en ella), en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que la oigan vivirán. Porque, como el Padre tiene vida en sí mismo, así también le ha dado al Hijo tener vida en sí mismo, y le ha dado poder para juzgar, porque es Hijo del hombre. No os extrañéis de esto: llega la hora en que todos los que estén en los sepulcros oirán su voz y saldrán los que hayan hecho el bien para una resurrección de vida, y los que hayan hecho el mal, para una resurrección de juicio. Y no puedo hacer nada por mi cuenta: juzgo según lo que oigo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado.

3.- Qué dice el texto bíblico.

Meditación-Reflexión

Si hay algo que destacan los evangelistas es la fuerte atracción que Jesús sentía por Dios, su Padre. San Marcos nos narra una especie de “jornada-modelo” es decir, lo que solía hacer Jesús un día normal. Y nos da esta pincelada: “De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se levantó, salió a un lugar solitario y allí se puso a hacer oración” (Mc. 1,35). Jesús, cuando todavía estaba oscuro, se ponía a rezar a Dios, su Padre; tenía necesidad de estar con Él. Salía de la noche, “tiempo de soñar”, y se internaba en el día “tiempo de trabajar”. “Su Padre trabaja y Él también trabaja”. ¿Con quién soñaba Jesús? Soñaba con su Padre. Su oración primera, con la frescura de la mañana, era como el primer beso, que le dirigía a Dios. Después vendrá el día, el trabajo del día, la preocupación por las cosas, y dentro de ese trabajo intenso, el esfuerzo, la fatiga, el cansancio. Pero todo se alivia con la emoción de la primera caricia del día. Y todo se compensa con la plegaria a la puesta del sol, al poder ofrecerle a su Dios, el haber hecho durante el día “todo lo que al Padre le agrada” En Jesús, el día y la noche no lo marca el sol ni la luna. Jesús vive “día y noche” al ritmo de la ternura de Dios, su “Abbá”.  Lo que nosotros debemos hacer es ser “continuadores” de la persona y de la misión de Jesús. Hoy Jesús sigue hablando a través de mis labios; y sigue ayudando a través de mis manos; y sigue caminando a través de mis pies; y sigue amando a través de mi corazón. Yo llenaré mi vida dando un espacio y un tiempo para Jesús en este momento de la historia que me toca vivir.

Palabra del Papa.

“La obediencia a la voluntad de Dios. Este es el camino de la santidad, del cristiano, es decir, que se realice el plan de Dios, que la salvación se cumpla […] ¿Yo rezo para que el Señor me dé las ganas de hacer su voluntad, o busco compromisos porque tengo miedo de la voluntad de Dios? Rezar para conocer la voluntad de Dios sobre mí y sobre mi vida, sobre la decisión que debo tomar ahora… muchas cosas. Sobre la forma de gestionar las cosas… La oración para querer hacer la voluntad de Dios. Y cuando conozco la voluntad de Dios, también necesito la oración, para cumplir esa voluntad, que no es la mía, es la suya. Y no es fácil. (Cf Homilía de S.S. Francisco, 27 de enero de 2015, en Santa Marta).

4.- Qué me dice hoy a mí este texto. (Guardo silencio).

5.- Propósito: Levantarme pronto para refrescar la memoria de lo que el Padre me ama.

6.-Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.

Señor Jesús, te doy gracias, a boca llena, porque Tú me has revelado el verdadero rostro de Dios. Me habían dicho que era un Señor Poderoso, Justo, Sabio, pero has tenido que venir Tú a decirnos que Dios es, ante todo, un Padre maravilloso. Y está tan cercano a nosotros que hasta le podemos llamar “Abbá-Papá”. Gracias por esta revelación tan fantástica.

Oración por la paz.

«Señor Jesús, Príncipe de la Paz, mira a tus hijos que elevan su grito hacia ti: Ayúdanos a construir la paz. Consuela, oh Dios misericordioso, los corazones afligidos de tantos hijos tuyos, seca las lágrimas de los que están en la prueba, haz que la dulce caricia de tu Madre María caliente los rostros tristes de tantos niños que están lejos del abrazo de sus seres queridos. Tú que eres el Creador del mundo, salva a esta tierra de la destrucción de la muerte generalizada, haz que callen las armas y que resuene la dulce brisa de la paz. Señor Dios de la esperanza, ten piedad de esta humanidad sorda y ayúdala a encontrar el valor de perdonar». (Parolín, Secretario del Estado Vaticano).

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Comentario – Miércoles IV de Cuaresma

Jn 5, 17-30

“¡Vivir!” Hasta resucitar -vida sin muerte-:
es lo propio de la vida de Dios.

El evangelio de san Juan no se contenta con relatar los milagros de Jesús, nos da su «significación», su dimensión invisible. El paralítico acaba de abandonar esta piscina, a la que venía desde tanto tiempo, con la esperanza de una vida nueva. De ahí nace enseguida una controversia. Y Jesús aclara el sentido de su gesto.

Los judíos acusaron a Jesús de violar el sábado. El les respondió: «Mi Padre sigue obrando todavía, y por eso obro yo también.»

Revelación sorprendente. Palabra que debe seguir resonando en nosotros.

¡Dios «trabaja»! ¡Dios está «a la obra»! La palabra «sabbat», sábado, significa «reposo» en hebreo. Y acusaban a Jesús de no respetar el reposo del sábado. Respuesta de Jesús: Dios no cesa nunca de obrar.

Sí, hay que ejercitarse en saber contemplar «lo que Dios está obrando en el mundo».

En un acontecimiento. En mi vida. En los que me rodean…

«En este momento» ¿qué hace Dios?

Sí, en verdad os digo: no puede hacer el Hijo nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre.

Porque lo que el Padre hace, lo hace igualmente el Hijo.

El secreto de la vida de Jesús es pasar todo su tiempo «reunido» con su Padre que trabaja y en el mismo «taller» donde el Padre «está haciendo» algo. Jesús y Dios forman un todo.

Jesús es el Hijo por excelencia, vuelto sin cesar hacia el Padre, cooperando continuamente en la obra de su Padre.

Jesús no está centrado en sí mismo… no «hace nada de sí mismo».

El Padre ama al Hijo, y le muestra todo lo que él hace y le mostrará aún mayores obras que éstas de suerte que vosotros quedéis maravillados.

El milagro del paralítico curado anuncia algo mejor.

Como el Padre resucita a los muertos y les da vida, así también el Hijo da la vida a los que quiere.

Lo esencial que la humanidad espera es esto. Ahora bien, si la muerte forma parte de la condición humana, Dios sólo puede darnos una vida-sin-muerte.

¡Tal es la obra de Dios! ¡Y trabaja en ello! Dar la vida.

Sí, en verdad os digo: El que escucha mi palabra y cree en el que me envió tiene la vida eterna… porque pasó de la muerte a la vida.

Es la fe la que hace esto.

La fe hace «vivir».

El que «escucha» a Dios, que «cree» en él, está injertado en Dios, viviendo de Dios, participando de Dios: éste tiene ya la vida de Dios, la vida eterna.

Así como el Padre tiene la «vida» en Sí mismo, así también otorgó al Hijo tener la «vida» en Sí mismo…

Recibir. Acoger. Ser hijo.

Hazme vivir de esta misma vida.

Noel Quesson
Evangelios 1

¿Qué me quiere decir hoy Jesús?

La mujer pecadora – Juan 8, 1-11

En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo y todo el pueblo audía a él, y, sentándose, les enseñaba. Los letratos y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron: – Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagante adulterio. La Ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras: tú, ¿qué dices? Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo. Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: – El que esté sin pecado, que tire la primera piedra. E inclinándose otra vez, siguió escribiendo. Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos, hasta el último. Y quedó solo Jesús, y la mujer en medio, de pie. Jesús se incorporó y le preguntó: – Mujer, ¿dónde están tus acusadores?, ¿ninguno te ha condenado? Ella contestó: – Ninguno, Señor. Jesús dijo: – Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más.

Explicación

Jesús tuvo enemigos que procuraban dejarle en ridículo y, siempre que podían, le ponían zancadillas, para verle por los suelos. Un día le llevan a una mujer casada a quien pillaron por sorpresa manteniendo relaciones íntimas con otro hombre, distinto de su marido. Por su mal comportamiento la podían condenar a morir apedreada, según la Ley de Moisés. Y por eso le preguntan a Jesús : ¿Cuál es tu opinión? ¿Qué dices de esto? Y Jesús contestó: El que de vosotros esté sin pecado, que tire la primera piedra contra ella. Nadie dijo nada. Y todos se fueron marchando, poco a poco, hasta quedar solos la mujer y Jesús. Jesús libró a la mujer de morir y además hizo comprender que nadie debe matar a otro pensando que así arregla algo. ¡Qué majo Jesús, que suspendió la pena de muerte contra esta mujer! Por cierto, ¿no os habéis preguntado nunca dónde estaría el varón con el que pillaron a esta mujer teniendo relaciones íntimas?. Ese trato distinto al hombre y a la mujer a Jesús no le gustaba ni un pelo. A vosotros, ¿qué os parece?

Evangelio dialogado

Te ofrecemos una versión del Evangelio del domingo en forma de diálogo, que puede utilizarse para una lectura dramatizada.

5º Domingo de Cuaresma “C”. Evangelio según Juan 8,1-11

Narrador: Jesús se fue orar al monte de los Olivos. Pero de madrugada se presentó otra vez en el Templo, y todo el pueblo acudía a él. Entonces se sentó y se puso a enseñarles.

Niño 1: Jesús, ¿qué sucede? Viene hacia aquí mucha gente y traen cara de pocos amigos.

Jesús: No te preocupes. Estos maestros de la ley y fariseos solo quieren que se cumpla la ley y no se fijan en lo que la gente sencilla necesita.

Narrador: Los maestros de la ley y los fariseos le llevan una mujer sorprendida en adulterio, la ponen en medio y le dicen a Jesús:

Fariseo: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida cometiendo el pecado de adulterio. Moisés nos mandó en la Ley apedrear a estas mujeres. ¿Tú qué dices?»

Narrador: Esto lo decían para tentarle, para tener de qué acusarle. Pero Jesús, inclinándose, se puso a escribir con el dedo en la tierra. Pero, como ellos insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo:

Jesús: «Aquel de vosotros que esté sin pecado, que le arroje la primera piedra.»

Narrador: E inclinándose de nuevo, escribía en la tierra.

Niño 1: Jesús ¿qué sucede? Se están marchando todos. ¡Y me estoy dando cuenta que los que primero se van son los más viejos!

Narrador: Y Jesús se quedó solo con la mujer, que seguía en medio. Incorporándose Jesús le dijo:

Jesús: Mujer, ¿dónde están los que te condenaban? ¿Te ha condenado alguien?

Mujer: Nadie, Señor.

Jesús: Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más.

Fr. Emilio Díez Ordóñez y Fr. Javier Espinosa Fernández

Comentario al evangelio – Miércoles IV de Cuaresma

Los que escuchan la Palabra vivirán

La grandiosidad de las promesas divinas y de la misión profética que las anuncia puede chocar y choca con frecuencia con el desaliento del profeta, que no acaba de ver el cumplimiento de lo que él mismo anuncia. Igual nos puede pasar a nosotros, los creyentes en Cristo: llamados a anunciar y testimoniar la buena noticia de la muerte y la resurrección de Cristo, de una muerte que ha sido vencida y ya no tiene poder sobre nosotros, podemos darnos de bruces con una realidad que habla más de muerte que de vida, más de derrota que de victoria. La fe no puede siempre evitar la sensación psicológica de que “estamos dejados de la mano de Dios”. Recordando los textos evangélicos de estos últimos días, nos encontramos con que los niños siguen muriendo, los enfermos siguen prostrados, la guerra sigue escupiendo su mensaje de muerte, las injusticias siguen campando por sus respetos. Se nos llama a la fe-confianza, pero, ¿dónde está la eficacia de la Palabra de Dios? La respuesta al desaliento profético y creyente es una palabra que habla de un amor entrañable, materno, de un Dios que se preocupa por nosotros, más aún incluso de lo que haría una mujer por su niño de pecho.

Este amor divino, materno, entrañable y cercano de Dios lo descubrimos en Jesús. Él es el Hijo de Dios porque, como los hijos se parecen a sus padres, así Jesús se parece a Dios, lo refleja y lo hace presente. Y si Dios no descansa y trabaja siempre, así hace Jesús, que se ocupa y se preocupa por nosotros. Esa preocupación y cuidado no puede detenerse a causa de leyes, que, si han sido creadas para bien del hombre (como la ley del sábado, que se preocupa de que tengamos el merecido descanso, de que no seamos esclavos de nuestras necesidades), es absurdo que se conviertan en un obstáculo para hacer el bien. El amor verdadero no sabe de horarios. Una madre no dejaría de atender a su hijo en necesidad a causa de una estrecha interpretación de la ley. Dios renuncia a su descanso tras el trabajo creador, para responder al que lo invoca, para auxiliar, defender, restaurar, liberar, iluminar. Si en momentos de cansancio y desaliento nos asaltan las dudas sobre la acción salvífica de Dios, es a Cristo al que debemos dirigir la mirada: es en él en donde se hace visible su preocupación materna sobre el mundo, y es aceptándolo a él en fe cómo podemos descubrir aquella acción salvífica: en Cristo Dios juzga al mundo con misericordia y le da la posibilidad de pasar de la muerte a la vida, del pecado y el egoísmo a la gracia y el amor. Los muertos que han escuchado su voz y han resucitado ya (por el bautismo) a una vida nueva somos nosotros, debemos ser nosotros, si es que de verdad creemos en Cristo. Esto significa que también nosotros tenemos que trabajar continuamente, dar testimonio por medio de las obras del amor, para visibilizar en nuestro mundo y en nuestro entorno ese cuidado paternal y maternal de Dios por sus criaturas, encarnado en su Hijo Jesucristo y que se prolonga en los que somos miembros vivos de su cuerpo.

José M. Vegas cmf

Meditación – Miércoles IV de Cuaresma

Hoy es miércoles IV de Cuaresma.

La lectura de hoy es del evangelio de Juan (Jn 5, 17-30):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Mi Padre trabaja hasta ahora, y yo también trabajo» Por eso los judíos trataban con mayor empeño de matarle, porque no sólo quebrantaba el sábado, sino que llamaba a Dios su propio Padre, haciéndose a sí mismo igual a Dios.

Jesús, pues, tomando la palabra, les decía: «En verdad, en verdad os digo: el Hijo no puede hacer nada por su cuenta, sino lo que ve hacer al Padre: lo que hace Él, eso también lo hace igualmente el Hijo. Porque el Padre quiere al Hijo y le muestra todo lo que Él hace. Y le mostrará obras aún mayores que estas, para que os asombréis. Porque, como el Padre resucita a los muertos y les da la vida, así también el Hijo da la vida a los que quiere. Porque el Padre no juzga a nadie; sino que todo juicio lo ha entregado al Hijo, para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo no honra al Padre que lo ha enviado. En verdad, en verdad os digo: el que escucha mi Palabra y cree en el que me ha enviado, tiene vida eterna y no incurre en juicio, sino que ha pasado de la muerte a la vida.

»En verdad, en verdad os digo: llega la hora (ya estamos en ella), en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que la oigan vivirán. Porque, como el Padre tiene vida en sí mismo, así también le ha dado al Hijo tener vida en sí mismo, y le ha dado poder para juzgar, porque es Hijo del hombre. No os extrañéis de esto: llega la hora en que todos los que estén en los sepulcros oirán su voz y saldrán los que hayan hecho el bien para una resurrección de vida, y los que hayan hecho el mal, para una resurrección de juicio. Y no puedo hacer nada por mi cuenta: juzgo según lo que oigo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado».

Hoy, centramos nuestra atención en la imagen de Jesús según el cuarto Evangelio. En el «Jesús de los sinópticos» (primeras tres semanas de Cuaresma) el misterio de su unidad con el Padre está siempre presente y lo determina todo, pero permanece oculto bajo su humanidad. De esto se percataron progresivamente (también de forma inesperada en algunos momentos) sus discípulos y sus adversarios.

En el Evangelio según san Juan —donde no oímos parábolas sino grandes sermones centrados en imágenes, y donde el escenario principal de la actuación del Señor se ha trasladado de Galilea a Jerusalén— la divinidad de Jesús aparece sin tapujos. Sus disputas con las autoridades judías del Templo constituyen ya en su conjunto, por así decirlo, el futuro proceso de Jesús ante el Sanedrín, un episodio éste que Juan, contrariamente a los sinópticos, ya no lo considera después como un juicio propiamente dicho.

—Jesús, Tú nos das a conocer a Dios porque eres el Hijo Unigénito que está en el «corazón» del Padre (cf. Jn 1,18).

REDACCIÓN evangeli.net

Liturgia – Miércoles IV de Cuaresma

MIÉRCOLES DE LA IV SEMANA DE CUARESMA, feria

Misa de la feria (morado)

Misal: Antífonas y oraciones propias. Prefacio Cuaresma.

Leccionario: Vol. II

            La Cuaresma: Escuchar al Hijo y creer en el Padre es obtener la luz y la vida.

  • Is 49, 8-15. Te he constituido alianza del pueblo para restaurar el país.
  • Sal 144. El Señor es clemente y misericordioso.
  • Jn 5, 17-30. Lo mismo que el Padre resucita a los muertos y les da vida, así también el Hijo da vida a los que quiere.

Antífona de entrada          Sal 68, 14
Mi oración se dirige a ti, Señor, el día de tu favor; que me escuche tu gran bondad, que tu fidelidad me ayude.

Monición de entrada y acto penitencial
Cuando los judíos cuestionan a Jesús y le echan en cara por curar a un paralítico en sábado, les responde que él actúa junto con su Padre. Sí, después de la obra de la creación Dios descansó al séptimo día. Ambos continúan la misión de liberación, confortando y amando, proporcionando abundante alimento al pueblo escogido, dando nueva vida a los cojos y a los muertos, expresiones todas ellas de la obra de salvación. Jesús es el signo palpable del amor de Dios. Él es la fuente de vida ahora entre nosotros. Con y como Jesús, tenemos que buscar la voluntad del Padre.

  • Señor, ten misericordia de nosotros.
    — Porque hemos pecado contra Ti.
  • Muéstranos, Señor, tu misericordia.
    — Y danos tu salvación.

Oración colecta
OH, Dios,
que concedes a los justos el premio de sus méritos,
y a los pecadores, por la penitencia,
les perdonas sus pecados,
ten piedad de nosotros,
para que la humilde confesión de nuestras culpas
nos obtenga tu perdón.
Por nuestro Señor Jesucristo.

Oración de los fieles
Oremos a Dios, nuestro Padre y roguémosle que escuche la oración de su pueblo, que camina hacia la Pascua.

1.- Para que ayude en su caminar en la fe a los catecúmenos que recibirán el bautismo en las próximas fiestas pascuales. Roguemos al Señor.

2.- Para que las naciones más necesitadas sean ayudadas eficazmente, y se consolide en el mundo la justicia, la paz y el bienestar para todos los hombres. Roguemos al Señor.

3.- Para que cuantos están tentados reciban el auxilio de la gracia de Dios y de la oración de la Iglesia. Roguemos al Señor.

4.- Para que los cristianos lleguemos a compartir nuestros bienes con los pobres y necesitados, viviendo así la auténtica penitencia cuaresmal. Roguemos al Señor.

Escucha, Señor, la oración de tu Iglesia, que se humilla en tu presencia; y haz que cuantos celebramos con fe la Cuaresma nos preparemos dignamente a las fiestas pascuales. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
TE pedimos, Señor,
que la eficacia de este sacrificio
borre nuestra condición antigua con la misericordia
y nos haga crecer en la novedad de la salvación.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio de Cuaresma

Antífona de comunión          Jn 3, 17
Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.

Oración después de la comunión
DESPUÉS de recibir los dones del cielo,
te pedimos, Señor,
que no sean motivo de juicio para nosotros,
pues los instituiste como medicina para tus fieles.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Oración sobre el pueblo
QUE tus siervos, Señor,
se sientan protegidos por tu amor,
para que, haciendo el bien en este mundo,
logren llegar a ti, suma bondad.
Por Jesucristo, nuestro Señor.