Lectio Divina – Lunes V de Cuaresma

“YO SOY LA LUZ DEL MUNDO”

1.-Oración introductoria.

Señor, me gusta rezar por la mañana, con la luz madrugadora de la aurora, con los primeros rayos del sol mañanero. Con la primera brisa del día, con la sensación de estar asomado al día primero de la creación donde todo es nuevo, todo es hermoso.  Mi oración es de alabanza, de acción de gracias. Hoy esta oración quiero que sea más intensa. Hoy la luz no viene del oriente cósmico, viene de Jesús, la verdadera luz que ilumina a todo el mundo. Sin esta luz, toda la creación seguiría en tinieblas. “Tu luz nos hace ver la luz”.  Gracias, Señor.

2.- Lectura reposada del evangelio. Juan 8, 12-20

En aquel tiempo dijo Jesús a los judíos: «Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida». Los fariseos le dijeron: «Tú das testimonio de ti mismo: tu testimonio no vale». Jesús les respondió: «Aunque yo dé testimonio de mí mismo, mi testimonio vale, porque sé de dónde he venido y a dónde voy; pero vosotros no sabéis de dónde vengo ni a dónde voy. Vosotros juzgáis según la carne; yo no juzgo a nadie; y si juzgo, mi juicio es verdadero, porque no estoy yo solo, sino yo y el que me ha enviado. Y en vuestra Ley está escrito que el testimonio de dos personas es válido. Yo soy el que doy testimonio de mí mismo y también el que me ha enviado, el Padre, da testimonio de mí». Entonces le decían: «¿Dónde está tu Padre?» Respondió Jesús: «No me conocéis ni a mí ni a mi Padre; si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre». Estas palabras las pronunció junto al arca de las ofrendas, mientras enseñaba en el Templo. Y nadie le prendió, porque aún no había llegado su hora.

3.- Qué dice el texto.


Meditación- reflexión

Jesús se define como “luz del mundo”. El evangelio utiliza la palabra “Kosmos” que, según H. Balz quiere decir  “universo”. Es una luz “que viene de lo alto” y alumbra a todos los pueblos  y naciones. Esa Luz no es patrimonio de un pueblo ni de una religión. San Juan nos dirá que “de su plenitud, hemos participado todos”. (Jn. 1,16). Con la venida de Cristo a nuestro mundo, las cosas no pueden seguir como antes. Hay en el mundo “una luz potente” que nos hace ver las cosas de una manera nueva, distinta. Si no ponemos obstáculos, si no cerramos puertas ni ventanas, esa luz nos inundará de modo que la vida sea más bonita, incluso lleguemos a  sentirla y a gustarla. Jesús siempre hablaba del Padre. Por eso los judíos le llegan a decir: ¿Dónde está tu Padre? Y es una buena pregunta para los cristianos de hoy. ¿Dónde está ese Dios tan cercano, tan maravilloso del que nos habló Jesús? ¿Dónde está ese Dios-Padre que  hace salir el sol todas las mañanas sobre buenos y malos y manda la lluvia sobre justos y pecadores? (Mt. 5,45). ¿Dónde está ese Padre que sale todos los días en busca de ese hijo que se le ha perdido, y que, cuando lo encuentra, no le hace ningún reproche, sino que le besa, le abraza y le empuja a la fiesta? ¿Dónde está ese “Dios-Abbá”, Dios-papá, que nos mira como niños y se enternece cuando nos ve sufrir?

Lo más urgente en nuestra nueva evangelización es recuperar el verdadero rostro del Padre, revelado por Jesús.

Palabra  del Papa

“La coherencia de vida nos aleja de la mundanidad espiritual. Tú finges ser así, pero vives de otra forma. Es la mundanidad que se introduce en el espíritu humano y poco a poco va tomando posesión de él: es difícil identificarla desde el comienzo porque es como la polilla que lentamente destruye, carcome la tela y luego esa tela es inutilizable. Así el hombre que se deja llevar por la mundanidad pierde la identidad cristiana, la arruina, llegando a ser incapaz de coherencia…Y es precisamente la mundanidad la que conduce a la doble vida, la que es apariencia y la que es verdadera, y te aleja de Dios y destruye tu identidad cristiana. Por esto Jesús es tan fuerte cuando pide al Padre: Padre, no te pido que los quites del mundo, sino que los salves, que no tengan el espíritu mundano, es decir ese espíritu que destruye la identidad ¡cristiana! (Cf Homilía de S.S. Francisco, 20 de noviembre de 2015, en Santa Marta).

4.- Qué me dice hoy a mí este texto ya meditado. (Silencio)

5.- Propósito. Descubrir hoy, sin esperar a mañana, el gozo de sentirme hijo amado de mi Padre Dios.

6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.

Señor, me siento culpable de no haber sabido presentar el rostro maravilloso de ese Padre del que Tú siempre nos has hablado. Me veo responsable de tanta gente que hoy se siente tan lejos de Dios, que ya lo han perdido de vista. Te prometo, que los días que me queden de vida, los voy a emplear en mostrar al mundo a ese Dios Padre con quien Tú hablabas por la mañana, lo recordabas durante el día y lo soñabas por la noche. ¡Muéstranos al Padre y eso nos basta!

ORACIÓN POR LA PAZ

«Señor Jesús, Príncipe de la Paz, mira a tus hijos que elevan su grito hacia ti: Ayúdanos a construir la paz. Consuela, oh Dios misericordioso, los corazones afligidos de tantos hijos tuyos, seca las lágrimas de los que están en la prueba, haz que la dulce caricia de tu Madre María caliente los rostros tristes de tantos niños que están lejos del abrazo de sus seres queridos. Tú que eres el Creador del mundo, salva a esta tierra de la destrucción de la muerte generalizada, haz que callen las armas y que resuene la dulce brisa de la paz. Señor Dios de la esperanza, ten piedad de esta humanidad sorda y ayúdala a encontrar el valor de perdonar».

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Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu

La primera lectura tomada del libro profeta Isaías tiene ciertamente el objetivo de mostrar que lo que anunció el profeta Isaías en el s.V a.C. tuvo su cumplimiento en Jesús. Estas palabras tal y como las leemos nosotros, las leyó Jesús. Estas mismas palabras fueron luz para Jesús para comprender su propia misión esencial. Jesús asumió que su misión era llevar a plenitud estas palabras del profeta Isaías.

El mismo Jesús, tal y como nosotros leemos hoy esta lectura, pudo haber leído e interpretado estas palabras del profeta Isaías como si fueran directamente dirigidas para él: “Dios me ha dado una lengua de discípulo; para saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los discípulos.Dios me abrió el oído; yo no resistí ni me eché atrás. Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no escondí el rostro ante ultrajes ni salivazos. Dios me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado”.

La segunda lectura contiene una de las primeras descripciones de la persona de Jesús como Dios. El problema para los primeros cristianos se encontraba en reconocer en Jesús al mismo Dios puesto que lo conocieron en la carne, es decir, vivieron con él; lo escucharon hablar no sólo de lo divino sino también de lo humano; lo vieron reírse de las cosas cotidianas de la vida, lo vieron enfadarse, lo vieron serio, lo vieron preocupado, lo vieron enfermo… Los primeros cristianos conocieron su finitud y, por consiguiente, era prácticamente imposible reconocer al Infinito en aquella finitud tan evidente.

Los primeros cristianos que recibieron esa nueva luz (la luz que viene con la Resurrección) para ver en la persona finita de Jesús al Infinito, que es Dios, no tuvieron mejor forma de expresar semejante experiencia con cantos e himnos. Eso es precisamente lo que tenemos en la segunda lectura de hoy: una obra maestra de los primeros cristianos para expresar que Jesús es Dios.

Cuando Pablo escuchó por primera vez este cántico, que hoy leemos, de los labios de los que conocieron a Jesús, describiendo precisamente la persona de Jesús, quedó ciertamente tocado interiormente. Aquel himno entró en la persona de Pablo, lo arrebato: Pablo lo integró haciéndolo único contenido de su predicación. Y esto, casi sin ningún aditamento, fue lo que les predicó a los cristianos de Filipo, una comunidad bien lejana de Jerusalén y cuya líder era Lidia.

Cristo Jesús, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios; al contrario, se despojó de si mismo tomando la condición de esclavo, hecho semejante a los hombres.Y así, reconocido como hombre por su presencia, se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz.

Una vez que uno reconoce en Jesús a propio Dios, uno se da cuenta de que en las palabras de Jesús es Dios quien habla; en las acciones de Jesús es Dios quien actúa. Y cuando nos damos cuenta que podemos escuchar, ver, imaginar, recrear a Dios por medio de Jesús, entonces con Pablo quedamos maravillados cantando:
Dios lo exaltó sobre todo y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre

El evangelio del Domingo de Ramos siempre es el relato de la Pasión de Jesús de uno de los tres evangelios sinópticos. El Viernes Santo siempre se lee de nuevo el relato de la Pasión pero la versión de Juan. Este año se nos propone la versión de Lucas de los días finales de Jesús.

Por desgracia, los liturgistas que hicieron el leccionario optaron por dejar fuera los primeros 14 versículos del relato de la Pasión de Lucas donde aparece no el protagonista, que es Jesús, pero principal personaje tras el protagonista: Satanás.

Es eclesialmente incorrecto plantear una predicación hoy en estos términos de Satanás; pero no soy quien escribió el evangelio de Lucas. Lo siento.

Lucas nos has presentado durante su evangelio a Jesús sembrando el bien como forma de acabar contra el mal en la vida. Sin embargo, el mal siempre tiene una última carta guardada: la muerte. La muerte es un enemigo constante del ser humano porque quiere imponernos su ideología y su miedo: ¡vive y disfruta sin mirar a tu lado! ¡a vivir que son dos días, aunque haya que pisar a otros! ¡no plantes el bien, no vivas tu bondad… al final todo se acaba conmigo, la muerte! ¡al final, yo acabo con todo con las relaciones, con las personas! ¡Morirás y nadie se acordará de ti!

El relato de la Pasión nos narra como Jesús afronta la batalla decisiva contra el mal y su brazo intimidante que es la muerte. Jesús lo dice lacónicamente con palabras saturadas de divinidad:nadie me quita la vida, sino que yo la entrego porque quiero (Jn 10,18).Sí, Jesús se lo dice al mal y a su muerte arrasadora. Se lo dice a descaro: ¡yo entrego mi vida; tú no me la quitas! Estas palabras son el resumen de todo el relato de la Pasión en el cual se va desvelando el misterio de la muerte en cada una de las escenas. El relato de la pasión es un paulatino desprendimiento de Jesús.  Cada escena del relato de la Pasión es un despojamiento que hace Jesús de algo voluntariamente; se despoja de defenderse, de la palabra, de las vestiduras, de protegerse de los latigazos, de no sufrir…. De todo se desprende, de todo se despoja, de todo se desnuda porque Él quiere. Y finalmente, se desprende de la Vida. En ese momento, el miedo que infunde la muerte llega a fin, ha cumplido su tarea…. La muerte finalmente también pudo con Jesús…

Querido predicador o lector, no te olvides de ir a misa el sábado por la noche… no todo está perdido…. quizás allí encuentres una nueva Luz…. La luz de la Vida… Allí encontrarás el poder de Dios sobre la muerte. Allí sentirás que Dios es nuestro valedor delante de la muerte.  O como le dijo Pablo a los cristianos de Roma: Si Dios está con nosotros, ¿quién puede estar contra nosotros? (8,39)

¡Feliz Semana Santa!

Fray José Rafael Reyes González

Comentario – Lunes V de Cuaresma

Comentario, Lunes V de Cuaresma

Jn 8, 1-11

Dejarse amar por Dios, tal como uno es, es decir “pecador”

Los escribas y los fariseos trajeron a Jesús a una mujer sorprendida en flagrante delito de adulterio.

De mañana, Jesús está sentado en el patio del Templo, rodeado de mucha gente allí reunida. Jesús habla y enseña.

Más allá se forma un tumulto. Unos hombres traen arrastrando a una mujer. La muchedumbre se aparta y forma un círculo: «ha engañado a su marido… merece la muerte, según la Ley de Moisés…» Escucho los comentarios malévolos de la multitud.

¡Cuál no ha de ser su vergüenza, así desenmascarada, sorprendida en flagrante delito!

Jesús, indignándose, se puso a escribir con el dedo en la tierra.

Esta es tu actitud ante nuestros pecados. Con delicadeza, no levantas tu mirada hacia ella, porque sabes su vergüenza…

Bajas los ojos al suelo.

Tú, Señor, eres el único que no la juzgas. Te compadeces de ella. Dentro de un instante, tomarás posición contra toda la opinión pública… y contra la Ley oficial. Ciertamente, es necesaria la Ley: unas reglas generales de la vida en sociedad.

Pero Tú, en este caso, miras el corazón de esta mujer.

Como ellos insistieran en preguntarle, se incorporó y les dijo: «El que de vosotros esté sin pecado… arrójele la piedra el primero .

Son ellos los que insisten. Querían que Tú la condenaras.

No, Tú los remites a su propia conciencia. Mirad pues dentro de vosotros. Cuando me siento tentado de juzgar duramente, es también conveniente que busque en mí, para ver si yo mismo estoy «sin pecado». ¿Hay quizás en mí pecados equivalentes o peores… o por lo menos, raíces de esas mismas tendencias que condeno en los demás? Mis propias debilidades deberían hacerme indulgente para con las debilidades de los demás.

Jesús quedó solo con la mujer. Se incorporó y le dijo: «Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado?» Dijo ella «Nadie, Señor».

Jesús dijo: «Ni yo te condeno tampoco…».

Este es un diálogo todo belleza y todo delicadeza. Lo vuelvo a escuchar como si me encontrase en él. Imagino tus gestos sucesivos. Tus ojos se dirigen por fin a ella, ahora que estáis solos. La tranquilizas sugiriéndole esta frase: «nadie te ha condenado…» a la que hay que contestar «nadie»… Eres Tú quien le sugieres su primera frase. Quieres levantarla a sus propios ojos, en su honor.

En el límite, son los otros los que se han condenado públicamente al confesar sus propios pecados, con su fuga. «Ni yo… te condeno tampoco». Los favoreces para no aplastar a esa pobre mujer. Habría que haber dicho: «Yo solo no te condeno». Tú solo Jesús, eres enteramente puro, totalmente santo y sin pecado. Tú solo conoces verdaderamente lo que es el «pecado»… no porque tengas de él experiencia, sino porque lo has tomado sobre ti, y has pagado por él, en nuestro lugar. Has adquirido muy caro el derecho para decir «Yo no te condeno» pues has derramado tu sangre por su adulterio…

Tú eres el-que-carga-sobre-sí-los-pecados-del- mundo.

Me quedo un buen rato contemplando este misterio.

Vete, y no peques más

Dejo que esta palabra resuene en mí. Tú me la repites en el día de hoy.

Es así como acoges a los pecadores, a mí el primero. Eres bueno, Señor. ¿Me dejaré, por fin, amar por ti, tal como soy? para llegar a ser, con el tiempo, poco a poco, lo que Tú quieres que yo sea.

Noel Quesson
Evangelios 1

Música – Domingo de Ramos

Nota.- Conviene ambientar musicalmente estos días con las obras clá­sicas.. Sería conveniente  invitar a diver­sas personas para preparar los  cantos de las diferentes celebraciones. En estos días la gente suele estar más dispuesta a colaborar.

Bendición de Ramos y Procesión: Qué alegría cuando me dijeron CLN 525; Lauda lerusalem (Cantos varios); Alabaré, Alabaré CLN 612; Hosanna Al Hijo de David” CLN. 161, Pueblo de reyes CLN 402
Salmo y aclamación antes del Evangelio:Dios mío, Dios mío  (Propio)
Lectura de la Pasión: Convendría intercalar algunas aclamaciones:
Antes de la salida de Getsemaní, (El les contestó Basta) se canta el estribillo de A ti levanto mis ojos CLN 526; Pueden sentarse. Despues de las negaciones de Pedro al decir: “lloró amargamente: se canta: ;  Perdona a tu pueblo CLN 104 ; Antes de empezar el camino del Calvario, al decir: “lo entregó a su arbitrio se canta la 1ª estrofa de Ved la cruz de salvación CLN 103 ; y se invita a ponerse de pie.  Al terminar, se canta Victoria, tu reinarás CLN 106;
Ofertorio:  Señor del universo CLN H 7  
Comunión: Desde lo hondo CLN 529;  Sí me levantaré CLN 107Cerca de Ti, .Señor CLN 702; Gustad y ved. CLN 035
Final: Cristus Vincit (Cantos varios)

Lc 22, 14 – 23, 56 (Pasión de nuestro Señor Jesucristo)

Todos los años, durante la Semana Santa, la liturgia de la Iglesia nos invita a introducirnos en el misterio de la pasión y la muerte de Jesús. En este Domingo de Ramos leemos el relato de la Pasión de Lucas, como corresponde al año litúrgico. Es una narración que ha venido precedida por la importancia que Jesús comunicó a los suyos de ir a Jerusalén, porque un profeta no puede morir fuera de Jerusalén (Lc 13,33), la ciudad santa donde se decidían todas las cosas importantes de la religión judía.

Es necesario que el pueblo cristiano escuche la “proclamación” de la Pasión como lo hacían los primeros cristianos. El texto es lo primero. Si fueran necesarias algunas palabras, aquí ofrecemos ciertas claves de la teología de Lucas sobre la Pasión del “profeta” de Galilea. Pues como profeta fue a la muerte, por su vida y por sus palabras.

Un profeta no puede morir fuera de Jerusalén

Algunos rasgos de la teología de la Pasión de Lucas

El relato de la pasión de San Lucas tiene como fuente el texto más primitivo de Marcos, o quizás también un “primer relato” que ya circulaba desde los primeros años del cristianismo para ser leído y meditado en las celebraciones cristianas. A eso se añaden otras escenas y palabras de Jesús que completan una “pasión” profunda y coherente, en la que si bien los datos históricos están más cuidados que en Marcos y en Mateo, no faltan los puntos teológicos claves.

Se pretende explicar, no solamente por qué mataron a Jesús, sino el sentido que el mismo Jesús dio a su propia muerte, como sucede en el relato de la última cena con sus discípulos. Lucas nos ofrece la tradición litúrgica de las palabras eucarísticas en esa cena, que son muy semejantes a las de Pablo en 1 Corintios 11, pero además presenta las palabras de Jesús sobre el servicio en las que considera que su muerte “es necesaria” para que el Reino de Dios sea una realidad más real y efectiva.

El evangelista se ha cuidado de poner en relación muy estrecha al Señor con sus discípulos y con el pueblo, mientras que deja bien claro que son los dirigentes, los jefes, los que han decidido su muerte. Ni siquiera nos relata la huida de los discípulos, quizás porque quiere preparar el momento de las apariciones del resucitado que tienen lugar en Jerusalén.

Por lo mismo, en este relato de Lucas sobre la pasión del Señor, debemos leer algunas escenas especiales con interés, como corresponde al cuidado que ha puesto el evangelista y al sentido catequético que tienen ciertos episodios de la narración. La cena de Jesús es más personal, más testimonial: se pide el servicio, la entrega, como Jesús va a hacer con los suyos.

Una pequeña estructura de Lc 22-23, podía ser esta:

I.- Introducción y preparación (22, 1-13)

II.- La última cena y despedida de Jesús (22, 14 -38)

III.-  Getsemaní: oración y prendimiento (22, 39-53)

IV.- Las negaciones de Pedro (22,54-62)

V.- El juicio religioso (22,63-71)

VI.- El juicio político ( 23,1-25)

VII.- Crucifixión, muerte y sepultura de Jesús (23,33-48)

En la cena de Jesús con sus discípulos, Lucas sigue una línea bastante libre con respecto a los otros dos evangelios sinópticos: vemos las diferencias en unos versículos que introducen la bendición del pan y de la copa (22,14-18); además pospone el texto de la traición de Judas hasta después de las palabras de bendición (22,21-23)  y lo ensambla con el testimonio del servicio (22,24-27), la promesa del banquete en el Reino (22,28-30), el anuncio de la traición de Pedro (22,31-34), y el anuncio de su fin (22,35-38). En esto podemos notar que Lucas narra la traición de Pedro durante la cena, mientras que Mateo y Marcos después de la cena (Mt 26, 30-35; Mc 14,26-31). Pero lo más específico: Lucas menciona una copa más que los otros dos sinópticos antes de las palabras de bendición (22,17), además agrega las palabras “por vosotros” (22,19b.20c) que Marcos no apunta, mientras Mateo dice “por muchos” (Mt 26,28), y cambia por “Nueva Alianza”(22,20) en lugar de simplemente “alianza” (Mc 14,24; Mt 26,28). Por otra parte, tenemos las semejanzas con el texto de Juan: la actitud de los apóstoles ante el anuncio de la traición de Judas (Lc 22,23; Jn 13,22), un discurso de despedida muy breve (Lc 22,24-38; Jn 14-17), y la costumbre que tenía Jesús de orar en un huerto (Lc  22,39; Jn 18,2).

El episodio de Jesús en el huerto de Getsemaní nos ofrece el consuelo que supone para Jesús la presencia misma de Dios, simbolizada por el ángel, con objeto de poner de manifiesto que Dios no lo entrega a la pasión ignominiosa, que son los hombres los que quieren deshacerse de él, a causa de la provocación de su mensaje sobre la misericordia y la gracia de Dios. Jesús lucha en su agonía como un atleta que debe cruzar la meta y saldrá victorioso. Debemos resaltar, como sucede en la Transfiguración, la oración de Jesús. Había pedido a los suyos que oraran también, pero… Así, desde la oración entra en “agonía”; todo es bien distinto de la escena de la Transfiguración. Es como si desde la oración viviera todo su sufrimiento. Pero en realidad, este momento en Lucas  no es “gore” (sangre coagulada) como ahora está de moda  decir, después de esa película reciente que ha leído la Pasión sin elementos críticos y sin llegar al “alma” y a la teología. En realidad es una escena fuerte, pero armoniosa. Cuando Jesús acaba este momento, siempre en oración, sale fortalecido y dueño de todas las situaciones que han de venir. El “trance” de la pasión lo ha vivido en esta escena extraordinaria.

El juicio de Jesús se nos presenta en dos momentos, ante Pilato y ante su señor galileo, Herodes Antipas. En realidad, el Prefecto romano no debería haber enviado a Herodes a Jesús; jurídicamente no tiene sentido. ¿Qué busca Lucas con esta escena? Él nos ha descrito la presencia de Jesús ante Herodes Antipas, el Tetrarca de Galilea, con el simbolismo del vestido blanco para burlarse del nazareno. El silencio de Jesús se hace palabra, quizás evocando el texto de Is 53,7 del Siervo de Yahvé y del Sal 39,10: es un silencio de radicalidad ante la maldad de los poderosos. Jesús dueño de su silencio ante los que está acostumbrados a arrancar las palabras y las entrañas de la gente. Por eso se hacen amigos los que se odian (23,12). Los injustos se “juntan” en la injusticia; el justo vive su injusticia en la dignidad de su silencio.

Los poderosos se burlan de él, pero los sencillos, como las mujeres, le acompañan hasta el lugar donde se revelará el misterio de nuestra salvación y redención. El camino de la cruz está contemplado no desde la soledad de Jesús, sino que acuden las mujeres de Jerusalén, las madres, para compadecerse de aquél  que, como en el caso de sus hijos, es injustamente tratado por los poderes religiosos y políticos. Así se cumplen aquellas palabras suyas en las que da gracias a Dios porque ha revelado su proyecto salvador a las gentes sencillas. No podía pasar por alto Lucas esta actitud de las mujeres que han tenido tan gran relevancia en su obra. Y, por otra parte, porque así hubo de suceder en Jerusalén aquél día de la condena a muerte: las mujeres, las madres, tuvieron que llorar por la dureza y la vesania de los poderosos.

La escena de la crucifixión y muerte, en Lucas, es, con respecto a Marcos y Mateo, mucho más humana. De ahí que las palabras de Jesús sean: “Padre en tus manos encomiendo mi espíritu” (23,46), tomadas del Salmo 31; quizás para que no se interprete que Dios pueda abandonar a nadie que sufre, ya que Marcos había usado las palabras del Sal 22: “Dios mío ¿por qué me has abandonado?”, que, no obstante, son de plena confianza. Pero Lucas considera que otras palabras de más confianza cuadraban mejor con su oración primera en la cruz: “Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen” (23,34), que es un texto que faltan en buenos manuscritos, pero que encaja perfectamente con la teología de Lucas, como una síntesis de su verdadera teología: ¡no debe desaparecer de nuestras traducciones!

En la escena de la crucifixión sobresale muy especialmente el diálogo de Jesús con el buen ladrón. Esta narración de los dos malhechores con Jesús es un desarrollo del versículo de Marcos y Mateo: “también le injuriaban los que con él estaban crucificados” (Mt 27,44; Mc 15,32). Es uno de los momentos culminantes de la pasión en nuestro evangelista que refleja muy bien su teología: Jesús está siempre abierto a comunicar la misericordia divina. Por eso ha sido considerado como el evangelista de la misericordia. Y además, con la propuesta del “hoy” de la salvación que es también muy determinante en Lucas: “hoy estarás conmigo en el paraíso”. Tiene ese sentido escatológico inmediato para mostrar que la salvación de Dios no está a la espera del fin del mundo. Desde la misma muerte estaremos en las manos salvadoras de Dios.

Pero no habría que olvidar las palabras de perdón a los ejecutores, la confianza que Jesús muestra en Dios en ese momento de la muerte. El evangelista va buscando poner de manifiesto que aquello fue un “espectáculo” (23,48) para el pueblo, porque es allí donde han visto, con sus ojos, que el Dios salvador se revela no desde el poder, sino en la debilidad. El malhechor que supo percatarse de ello le pidió la vida, la vida para siempre, y Jesús, desde su patíbulo de condenación se la ofreció para aquél mismo momento. Es por ello que el pueblo bajo del Calvario arrepentido.

Como decíamos, pues, se ha logrado con este relato explicar, en una catequesis muy apropiada a su comunidad, que la Pasión del Señor no es una tragedia, sino el acontecimiento que imprime a la historia la fuerza necesaria del proyecto salvador para todos los hombres. A la vez, nos explica que Jesús dio a su muerte un sentido de entrega y de fidelidad a Dios, pero para que Dios fuera siempre el Dios de los hombres.

Fray Miguel de Burgos Núñez

Comentario al evangelio – Lunes V de Cuaresma

Europa está conmocionada por la guerra en Ucrania, y sabemos que hay otros muchos los lugares asolados también por una guerra crónica en los que ya no se sabe cual fue el origen de la contienda, lo único que queda es el odio y el miedo que se ha ido instalando en el corazón de las pèrsonas, generación tras generación. asesinado tras asesinato, injusticia tras insjusticia, pero, dejemos que la Palabra nos abra horizontes de esperanza.

Exceptuando los relatos de la pasión que leemos en Semana Santa, creo que la historia de Susana, es el texto más largo de la liturgia de la palabra. ¿Por qué la Iglesia nos propone esta interminable y un poco picante leyenda popular incluida en el libro de Daniel? Es una manera de acentuar el mensaje contenido en el nombre del profeta. Daniel significa, en efecto, “Dios hace justicia”. Y hoy, en un mundo injusto, estamos necesitados de esta “justicia divina”.

¿Cuántas veces hemos deseado que Dios desenmascare las mentiras que cubren en ocasiones a las personas socialmente honorables? ¿Cuántas veces hemos sentido verdadera indignación ante las injusticias que quedan impunes porque nadie se atreve a denunciarlas? La leyenda de Susana es como un símbolo de muchas historias actuales de explotación económica, de abuso sexual, de acoso psicológico, de negación de la libertad de expresión.

¿Cómo actúa Dios? En el salmo 22/23 y en el evangelio encuentro un atisbo de respuesta. Jesús dice: El que me sigue no camina en tinieblas. Y el salmista canta: Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo porque tú vas conmigo. La justicia de Dios es luz en la oscuridad de nuestros caminos. No es un ajuste de cuentas sino una linterna que nos ayuda a ver. Pone la verdad al descubierto para que todos, los que producen las injusticias y los que las padecen, podamos ver con claridad y, de esta manera, emprendamos el camino que conduce a la vida. Porque, al final, se trata de esto: de que todos encuentren el camino de la vida, no simplemente de sufrir una pena por el mal cometido.

Ciudad Redonda

Meditación – Lunes V de Cuaresma

Hoy es lunes V de Cuaresma.

La lectura de hoy es del evangelio de Juan (Jn 8, 1-11):

En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba. Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?». Le preguntaban esto para comprometerloy poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo. Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: «El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra». E inclinándose otra vez, siguió escribiendo. Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos. Y quedó solo Jesús, con la mujer en medio, que seguía allí delante. Jesús se incorporó y le preguntó: «Mujer, ¿dónde están tus acusadores?;¿ninguno te ha condenado?». Ella contestó: «Ninguno, Señor». Jesús dijo: «Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más».

Ya de cara a la Pascua, terminando la Cuaresma como camino en el que se nos invita a transitar la conversión del conversión y la transformación de la mente, la liturgia nos regalauno de los textos más paradigmáticos del evangelio. Porque es de esos que como pocos, sintetizan el espíritu religioso que Jesús habría vivido, y que permaneció, como modo de vivir la fe, en la memoria de las primeras comunidades. El relato nos pone de lleno frente a un Dios que es todo Él Reconciliación y Perdón, todo Ternura y Misericordia. Así, los gestos, silencios y palabras de Jesús ante la mujer, difieren absolutamente de los nuestros, tanto en el plano personal como en el comunitario. Jesús es el Maestro Profético de una Buena Nueva que en lo referente a lo íntimo y personal, antepone a cualquier concepción humana, la propia libertad y la propia conciencia. Jesús se opone a la dureza antievangélica de los letrados y fariseos, a los corazones enquistados sobre sí mismos. Y se pone del lado de las víctimas. Quien será víctima en el calvario se pone en el lugar de todas las víctimas, por Él mismo se hace víctima por nosotros. Y esto lo hace para ponerse del lado de la Vida. En este caso es la vida de una mujer. Ya no importa si es o no inocente, pero que sí, está siendomaltratada por un sistema de dominación, el de los hombres. Y para colmo, de un sistema que se autoproclama en el nombre de Dios.

Podemos decir qué hay un doble juicio de Jesús. A los acusadores que ya recogieron sus piedras les devuelve su pecado: “Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra…” Y por eso, su sistema, el de la Misericordia, contempla el mal sobre todo por el lado de las víctimas, termina haciendo -su otro juicio- de la acusada, una víctima. Entonces podríamos preguntarnos. ¿A la salvación que trae Jesús de parte de Dios, no le interesa la justicia? ¿Deja inmune a los culpables? Una cuestión compleja ante la que quizás tengamos que aventurar como respuesta que la lógica de Dios pasa por otro lado, precisamente no por el castigo, sino por la salvación de todos: víctimas y culpables a la vez. Por eso el texto termina siendo tan bestial en sus consecuencias.

En efecto, la Misericordia del Evangelio -esa de la que como Iglesia a veces permanecemos tan lejos porque preferimos seguir tras modelos éticos y morales de convivencia cerrados, acabados, sin posibilidades para los desafíos de la propia libertad y de la propia conciencia-al tener una lógica que no es la nuestra, evidentemente tira abajo todos nuestros parámetros de moralidad. Y ni qué decir de esa religiosidad tan de nuestras comunidades, que nos ha hecho caer en la ética religiosa como absoluto, cuando el Evangelio no se reduce a una ética, es más que eso. El mensaje de hoy también exige a nuestras comunidades tener la suficiente honestidad de superar las propias hipocresías: su tirar piedras donde quizás no tenga sentido hacerlo, y reconocer de una vez por todas que lo quesepara de Dios y nos aísla de los hermanos no pasa por los comportamientos de índole sexual. Así, los gestos de Jesús, pedagógicamente nos invitan a la acogida, a llamar a las cosa por su nombre y a obrar con misericordia: dando al otro la posibilidad de la responsabilidad según la propia conciencia y libertad. Una conciencia y libertad que la Iglesia, debe asumir con respeto. Esto en orden a que existen múltiples criterios y ámbitos de formación de lo humano, con lo cual debe dejar de insistir en querer seguir siendo una super conciencia desde unos criterios de autoridad y verdad que ya no son, de sus fieles y el mundo. Hoy, muchos en la Iglesia, e infinidad fuera de ella, no necesitan piedras, sino corazones misericordiosos, manos amigas, que signifiquen incondicionalidad ante la propialibertad y la propia conciencia. Los dibujos de Jesús en el suelo crearon ante la mujer y sus acusadores un silencio penetrante e inquietante. Un silencio capaz de poner en evidencia la trágica parodia que, desde la falsa fe, vivimos cuando nos creemos diferentes y queremos meter a todo el mundo en nuestro propio saco. Que el significado de esos dibujos entre entonces en nuestros corazones y nos renueve en lo personal y eclesial, en este final de Cuaresma.

P. Sebastián García

Liturgia – Lunes V de Cuaresma

LUNES DE LA V SEMANA DE CUARESMA, feria

Misa de la feria (morado)

Misal: Antífonas y oraciones propias. Prefacio I Pasión del Señor.

Leccionario: Vol. II

            La Cuaresma: Dios salva, no condena.

  • Dan 13, 1-9. 15-17. 19-30. 33-62. Ahora tengo que morir, siendo inocente.
  • Sal 22. Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo.
  • Jn 8, 1-11. El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra.

O bien: Jn 8, 12-20. Yo soy la luz del mundo.


Antífona de entrada          Sal 55, 2
Misericordia, Dios mío, que me hostigan, me atacan y me acosan todo el día.

Monición de entrada y acto penitencial
Cuando miramos con reverencia a Jesús vemos que dio sentido al sufrimiento convirtiéndolo en forma de servir a Dios y a la gente. Él venció a nuestro fundamental enemigo, la muerte, regresando de nuevo a la vida, resucitando de entre los muertos. En el evangelio de hoy le vemos derrotando a la muerte no sólo a sí mismo sino en otra persona, resucitando a su amigo Lázaro.

  • Señor, ten misericordia de nosotros.
    — Porque hemos pecado contra Ti.
  • Muéstranos, Señor, tu misericordia.
    — Y danos tu salvación.

Oración colecta
OH, Dios, por tu gracia inefable
nos sentimos enriquecidos con toda bendición;
haz que pasemos de la corrupción del hombre viejo
a la novedad de vida,
de modo que nos preparemos para la gloria del reino celestial.
Por nuestro Señor Jesucristo.

Oración de los fieles
Oremos a Dios, nuestro Padre, confiando en su misericordia.

1.- Para que guíe a su Iglesia por el sendero justo, por el honor de su nombre. Roguemos al Señor.

2.- Para que salve a los inocentes condenados injustamente por la sociedad. Roguemos al Señor.

3.- Para que muestre su amor compasivo a los pecadores tratados con dureza. Roguemos al Señor.

4.- Para que nos juzgue con misericordia, y así caminemos en paz. Roguemos al Señor.

Te lo pedimos, Padre, por Jesucristo, tu Hijo, que no vino a condenarnos, sino a salvarnos. Él vive y reina contigo por los siglos de los siglos.

Oración sobre las ofrendas
TE pedimos, Señor,
que, al disponemos a celebrar los santos misterios,
te presentemos, como fruto de la penitencia corporal,
una gozosa pureza de corazón.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio I de la Pasión del Señor

Antífona de comunión           Jn 8, 10-11
Mujer, ¿ninguno te ha condenado? Ninguno, Señor. Tampoco yo te condeno. En adelante no peques más.

Oración después de la comunión
FORTALECIDOS con la gracia de tus sacramentos,
te pedimos, Señor,
ser purificados siempre por ellos de nuestros pecados,
y avanzar presurosos hacia ti en el seguimiento de Cristo.
Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.

Oración sobre el pueblo
LIBRA, Señor, de sus pecados al pueblo que te suplica,
para que, llevando una vida santa,
no se vea afligido por adversidad alguna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.