¿Creemos en la resurrección o no creemos?

1. – Desde que nuestra sociedad comenzó a darse cuenta de que no éramos libres, que andábamos reprimidos, se empezó a hablar y a trabajar en contra de todo tabú: el tabú del sexo, el tabú del porro y las drogas, el tabú de los padres y maestros…

Pero ha quedado un tabú, del que es tabú hablar y es el tabú de la muerte. Digo, de él también se habla, pero no para librarnos de él, sino para, por eutanasia, poner la pesada losa de la muerte cuanto antes sobre los que no tienen remedio.

2.- Sólo ha habido un hombre en la Historia que se ha atrevido a hablar en contra del tabú de la muerte. El que se ha llamado a sí mismo: verdad y vida. Resurrección y vida. El que ha prometido vida eterna a los que creen en Él.

Jesús Dios es el único que puede prometer, sin aplicaciones políticas ni concesiones a la galería, que puede acabar con el tabú de la muerte con la idea de que pasaremos de esta vida, a través de la muerte, a una vida inacabable.

Jesús no escamotea la muerte. Pasa por ella, pero la vence.

Jesús no nos enseña a morir dignamente y a quedarnos en la tumba. Nos enseña que la muerte es un dintel oscuro entre dos habitaciones llenas de vida; que la muerte es una frontera entre dos vidas, que la muerte es un puente que une la orilla de la vida mortal con la orilla de la eternidad; que la muerte es el traqueteo del tren al entrar en esa estación del Reino de la Vida y de la vida eterna y que es una mera transformación del grano de trigo en la vitalidad pujante de la espiga.

3.- Jesús Dios no es dios de muertos, sino de vivos. Por eso los ángeles no comprenden que los discípulos busquen entre los muertos al que vive:

—No es en el sepulcro sellado.

—No es en la oscuridad de la tumba.

—No es en la tristeza y las lágrimas.

—No es en caras amargas y alargadas.

—No es en todo aquello que paraliza al hombre, donde Dios está:

—A Dios se le encuentra, no en la inmovilidad de un cadáver, sino en la agitación de aquellas mujeres que huyen del sepulcro vacío.

—A Dios lo encuentra María, no en las tinieblas de la tumba, sino en medio de una explosión de flores y plantas en el jardín.

—A dios se lo tropiezan al aire libre los caminantes de Emaús.

—A Dios lo palpan los Apóstoles en una reunión de amigos en el Cenáculo.

Dios es vida y está donde hay vida, no entre crespones de luto.

4.- Este es el mensaje de la Resurrección:

Que Dios no ha hecho al hombre para la muerte sino para la vida y que en la misma muerte hay vida:

—Como en la muerte de la semilla está la fecundidad vital de toda planta.

—Como en la explosión de una estrella del cielo nace una luz por millones de años.

Así en la muerte de Jesús, y en la nuestra, hay una explosión de vitalidad que tiende al infinito.

¿Creemos en la Resurrección o no creemos? Si no creemos es natural la tristeza de tantos cristianos. Es natural que nos aburra la religión. Es natural que, a veces, hasta deseásemos no haber tenido esa Fe. Es natural que llevemos a rastras nuestra vida cristiana.

El que cree tiene la vitalidad del salmón que nada contracorriente río arriba para dejar, allá en lo alto, un nuevo principio de Vida.

El que ni cree se deja empujar como canto rodado río abajo. Vivirá como pez en pecera respirando malamente hasta que una mañana lo encuentren panza arriba, sin vida.

José María Maruri, S. J.

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