Lectio Divina – Jueves de la Octava de Pascua

“Les abrió sus inteligencias para que comprendieran las Escrituras”

1.-Oración introductoria.

Al principio de esta oración te pido, Señor, que me abras mi inteligencia para entender tu palabra y así descubrir el significado profundo de la Resurrección como fuente inagotable de gracia y salvación que no cesa de manar. Hoy quiero beber del agua cristalina de esa fuente.

2.- Lectura reposada de la Palabra (Lc.24, 35-48).

Ellos, por su parte, contaron lo que había pasado en el camino y cómo le habían conocido en la fracción del pan. Estaban hablando de éstas cosas, cuando él se presentó en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros». Sobresaltados y asustados, creían ver un espíritu. Pero él les dijo: «¿Por qué os turbáis, y por qué se suscitan dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo. Palpadme y ved que un espíritu no tiene carne y huesos como veis que yo tengo». Y, diciendo esto, les mostró las manos y los pies. Como ellos no acabasen de creerlo a causa de la alegría y estuviesen asombrados, les dijo: «¿Tenéis aquí algo de comer?» Ellos le ofrecieron parte de un pez asado. Lo tomó y comió delante de ellos. Después les dijo: «Estas son aquellas palabras mías que os hablé cuando todavía estaba con vosotros: «Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos acerca de mí.»» Y, entonces, abrió sus inteligencias para que comprendieran las Escrituras, y les dijo: «Así está escrito que el Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos al tercer día y se predicara en su nombre la conversión para perdón de los pecados a todas las naciones, empezando desde Jerusalén. Vosotros sois testigos de estas cosas.

3.- Qué dice el texto.

Meditación-Reflexión

Jesús Resucitado se puso en medio de ellos. Él es el vencedor de la muerte, el Viviente, el Cristo, el Señor. Y esto tiene unas consecuencias para todos los cristianos. Él es el Señor de nuestras vidas y a él le entregamos las riendas de nuestra existencia. Y así lo entendieron los primeros mártires de los tres primeros siglos. En Roma se les obligaba a reconocer a los Emperadores como dioses a quienes tenían que ofrecer incienso y sacrificios. Y ellos se negaron porque sólo reconocían como Señor al que había muerto en la Cruz.

Cristo se puso en medio. Es su puesto, en su sitio. Y si Cristo no está en el centro no está en ninguna parte. Cristo no es un simple paralelo en nuestra vida sino un meridiano que atraviesa todos los paralelos de nuestra existencia. Este cambio esencial no lo podemos hacer nosotros por nuestra cuenta. Por eso necesitamos que Cristo Resucitado nos «abra la inteligencia» como se les abrió a sus primeros discípulos. De este modo ejercerá su soberano señorío sobre los cristianos de todos los tiempos.

Tu presencia abarcó “sentimientos”, poniendo paz y alegría en sus corazones. Les “abriste la inteligencia” para comprender tu palabra. Y pusiste toda tu santa “humanidad” a su servicio: manos, pies, huellas y el gesto tan cercano de “compartir la mesa”. ¡Gracias, Señor!

Palabra del Papa

“Él, la tarde de Pascua, abre la mente de los discípulos al misterio de su muerte y resurrección y les dice: “Vosotros sois testigos de todo esto”. Los Apóstoles, que vieron con los propios ojos a Cristo resucitado, no podían callar su extraordinaria experiencia. Él se había mostrado a ellos para que la verdad de su resurrección llegara a todos mediante su testimonio. Y la Iglesia tiene la tarea de prolongar en el tiempo esta misión; cada bautizado está llamado a dar testimonio, con las palabras y con la vida, que Jesús ha resucitado, que Jesús está vivo y presente en medio de nosotros. Todos nosotros estamos llamados a dar testimonio de que Jesús está vivo. El contenido del testimonio cristiano no es una teoría, no es una ideología o un complejo sistema de preceptos y prohibiciones o un moralismo, sino que es un mensaje de salvación, un acontecimiento concreto, es más, una Persona: es Cristo resucitado, viviente y único Salvador de todos. Él puede ser testimoniado por quienes han hecho una experiencia personal de Él, en la oración y en la Iglesia, a través de un camino que tiene su fundamento en el Bautismo, su alimento en la Eucaristía, su sello en la Confirmación, su continúa conversión en la Penitencia”. (Homilía de S.S. Francisco, 19 de abril de 2015).

4.- Qué me dice hoy a mí este texto meditado. (Guardo silencio)

5.- Propósito: En todo lo que haga en este día, observaré dónde Jesús no es el centro.

6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.

Gracias, Señor, por las luces que me has dado en esta oración. He descubierto la fuerza de la Resurrección en tu Palabra y en mi vida.  Yo no soy seguidor de un Cristo muerto sino de un Cristo vivo, presente y operante dentro de mi corazón. Quiero que resucites dentro de mí lo que ha muerto o está a punto de fenecer. Dame alegría, ilusión, esperanza, ganas de vivir y de trasmitir esta vida a los demás.

ORACIÓN POR LA PAZ.

«Señor Jesús, Príncipe de la Paz, mira a tus hijos que elevan su grito hacia ti: Ayúdanos a construir la paz. Consuela, oh Dios misericordioso, los corazones afligidos de tantos hijos tuyos, seca las lágrimas de los que están en la prueba, haz que la dulce caricia de tu Madre María caliente los rostros tristes de tantos niños que están lejos del abrazo de sus seres queridos. Tú que eres el Creador del mundo, salva a esta tierra de la destrucción de la muerte generalizada, haz que callen las armas y que resuene la dulce brisa de la paz. Señor Dios de la esperanza, ten piedad de esta humanidad sorda y ayúdala a encontrar el valor de perdonar» (Parolín, Secretario del Estado Vaticano).

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Comentario – Jueves de la Octava de Pascua

Lc 24, 35-39. 41-48

Mientras estaban hablando con los once, se presentó Jesús en medio de ellos.

¡Por cuántos acontecimientos dramáticos pasaron estos pobres hombres!: La última cena, el jueves ultimo… el arresto en el jardín de Gethsemaní… la muerte en la cruz de su amigo… Judas, uno de ellos, ahorcado. El grupo de los «doce» pasa a ser los «once».

En este contexto tiene lugar la desconcertante «resurrección».

En lo más hondo de su desesperación Tú vienes a decirles: ¡”no temáis”!

En mi vida personal, en la vida del mundo, de la Iglesia, evoco, hoy, una situación en la que falta la esperanza. Pero Tú estás aquí, Señor, «en medio de nosotros».

Aterrados y llenos de miedo, creían ver un espíritu. Jesús les dijo. «¿Por qué os turbáis y por qué suben a vuestro corazón estos pensamientos? Ved mis manos y mis pies, ¡que soy Y o! Palpadme y ved que el espíritu no tiene carne ni huesos…» En su alegría no se atrevían a creerlo. Jesús, les dijo: «¿Tenéis aquí algo que comer? Le dieron un trozo de pescado asado, y tomándolo lo comió delante de ellos.

Evidentemente, los «once» como todos los demás hasta aquí, fueron incrédulos. Todos los relatos subrayan esa «duda».

Para esos semitas que ni siquiera tienen idea de una distinción del «cuerpo y del alma’, si Jesús vive, ha de ser con toda su persona: quieren asegurarse de que no es un fantasma, y para ello es necesario que tenga un cuerpo… La resurrección no puede reducirse a una idea «de inmortalidad del alma». Todos los detalles quieren darnos la impresión de una presencia real.

Incluso si resulta difícil imaginarlo, hay que afirmar que la resurrección no es solamente una supervivencia espiritual: el Cuerpo de Jesús ha resucitado y, a través de Él, toda la Creación, todo el Cosmos quedan transfigurados. El mismo universo material, ha sido asumido, penetrado por el Espíritu de Dios. «Nosotros esperamos como salvador al Señor Jesucristo, que transfigurara el cuerpo de nuestra vileza conforme a Su Cuerpo glorioso, en virtud del poder que tiene para someter a Si, todas las cosas», dirá san Pablo (Filipenses, 3-21).

En la Eucaristía, una parcela del universo, un poco de pan y de vino, es así asumida por Cristo, «sumisa a Cristo» como dice san Pablo, para venir a ser el Signo de la Presencia del Resucitado, y transformarnos poco a poco a nosotros mismos, en Cuerpos de Cristo.

¡He aquí el núcleo del evangelio! ¡He aquí la «buena nueva»! ¡He aquí la feliz realización del plan de Dios! ¡He aquí el fin de la Creación! ¡He aquí el sentido del universo!

Si nos tomamos en serio la Resurrección, esto nos compromete a trabajar en este sentido: salvar al hombre, salvar el universo, sometiéndolo totalmente a Dios.

Les dijo: Esto es lo que Yo os decía estando aún con vosotros… Entonces les abrió la inteligencia para que entendiesen las Escrituras, los sufrimientos del Mesías, la resurrección de los muertos, la conversión proclamada en su nombre para el perdón de los pecados… A todas las naciones, empezando por Jerusalén. Vosotros daréis testimonio de esto.

Jesucristo es ahora realmente el Señor, que tiene poder sobre todo el universo, sobre todos los hombres, y que da a los hombres la misión de ir a todo el mundo.

En cierto sentido, todo está hecho en Cristo.

Pero todo está por hacer. ¿Trabajo yo en esto? ¿Doy testimonio de esto?

Noel Quesson
Evangelios 1

Tomás tuvo un mal día

1. Tomás tuvo un mal día, pero luego… No le faltaban razones lógicas a Tomás, el Mellizo, para desconfiar de las palabras de sus compañeros. Sí, todos, incluido él mismo, habían estado convencidos de que el Maestro, antes de morir, iba a restaurar el reino de Israel, todos ellos habían llegado a creer que el Reino de Dios, el Reino de los cielos estaba a punto de llegar. Sin ir más lejos, unos días antes, el domingo de los famosos ramos, la multitud entera, y ellos a la cabeza, habían gritado entusiasmados: bendito el que viene en nombre del Señor, y el Rey de Israel, ¡Hosanna! (Jn. 12). Pero, después… ¡qué tristeza, qué desastre, qué desilusión! Le habían condenado y matado como a un vil asesino e intrigante político, le habían colgado de un madero, le habían dado muerte en una ignominiosa cruz. Es verdad que algunas piadosas mujeres, las que más le habían seguido y las que más le habían amado, habían contado no sé qué visiones, que si se les había aparecido, que estaba vivo, que le esperaran en tal o cuál sitio. Y ahora eran sus mismos compañeros los que se habían atrevido a decirle, con los ojos abiertos como platos: hemos visto al Señor. Ya era casualidad que tuviera que ser precisamente en esa ocasión, cuando él no estaba entre ellos, cuando se hubiera presentado, vivo, exhalando paz y repartiendo bendiciones, el mismo Señor Jesús. Nada, esta vez no le engañaban, si él mismo no veía en las manos del Maestro la señal de los clavos, si no metía el dedo en el agujero de los clavos y no metía la mano en su costado, no lo creía.

2. Pero, luego, a los ocho días, qué inmensa emoción, qué detalle de ternura y generosidad por parte del Maestro; había sido el mismo Maestro en persona el que se le había acercado, el que le había dicho, sin reprocharle nada, sin querer avergonzarle ante sus compañeros: trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente. ¡Creyente!. Sí, era la palabra; él había querido ser lógico, racionalistamente lógico, pero no había sido creyente. No se había fiado de la Palabra del Maestro, había querido verlo todo con los ojos materiales del cuerpo, había pensado, ¡pobre ingenuo!, que sólo los sentidos del cuerpo pueden dar razón suficiente de las verdades del espíritu. Probablemente es porque le había faltado amor, porque no había sabido mirar a su maestro con los ojos del corazón, con los ojos del alma. ¡Ah, las mujeres, siempre nos llevan la delantera porque aman mejor! Pero ahora también él lo tenía muy claro: ¡Señor mío y Dios mío! A partir de ahora también comenzaba para él un tiempo nuevo, un tiempo quizá de muerte, pero seguro que también de resurrección.

3. En la primera lectura, en el capítulo 5 de los hechos, se nos dice que los apóstoles hacían muchos signos y prodigios en medio del pueblo. Entre ellos estaba, evidentemente, Tomás, el Mellizo. La fe y el amor le habían transformado. El pueblo que le oía percibía en sus palabras, veía en sus ojos la chispa y el fuego de la fe y del amor, el sello de la verdad. Ya no hablaba con la lengua del cuerpo, hablaba con las lenguas del Espíritu, ya no miraba a la gente y a las cosas con los ojos materiales, lo miraba todo con los ojos de Dios. Y crecía el número de los creyentes, hombres y mujeres, que se adherían al Señor.

4. Tomás, el apóstol Tomás, puede ser, debe ser hoy para nosotros un ejemplo de persona creyente. Con los ojos del cuerpo miramos a nuestro alrededor y sólo vemos materialismo y ansias de dinero y de poder. Los caminos de Dios no son nuestros caminos. Vamos a creer, con fe y amor, que Dios, a través de estas pobres criaturas humanas que somos nosotros, es capaz de reconducir este equivocado mundo en el que vivimos. Ahora es tiempo de resurrección y de vida. Seamos nosotros, cada uno de nosotros, instrumentos de Dios para acelerar la venida del Reino, un Reino de justicia, de vida, de paz y de amor. Qué por nosotros no quede.

Gabriel González del Estal, OSA

Signos pascuales

Abramos puertas y ventanas,
oremos nuestras estancias,
expongámonos a la brisa que pasa,
sintamos su roce y gracia…

Y nuestras entrañas cerradas
se llenaron de risas y cantos,
luces, gritos y danzas,
se sintieron fecundadas…

Porque Tú, Señor crucificado,
estabas, en medio, resucitado,
dándonos tu paz y Espíritu,
quitándonos miedos y fantasmas…

Inundándonos de misericordia,
de ternura y esperanza
nos invitas a vivir tu Pascua
saludando y perdonando
a los hermanos.

Florentino Ulibarri

Notas para fijarnos en el Evangelio

 • Los discípulos están reunidos en un mismo lugar (19 y 26). Una manera de decir que son comunidad eclesial. También el «domingo» es expresión del mismo -las dos aportaciones (19 y 26) se producen en domingo-: es el día en que nos reunimos como Iglesia para celebrar que el Resucitado está en medio de nosotros.

• En el evangelista Juan encontramos, otras veces, que los seguidores de Jesús tenían «miedo de los judíos» (19): en el relato del ciego de nacimiento (Jn 9, 22).

• Hace falta tener bien presente que en el Evangelio de Juan la expresión «los judíos» no tiene un sentido étnico, no designa el pueblo de Israel como tal, sino que toma un sentido religioso y se refiere concretamente a los dirigentes religiosos del pueblo. En el momento que estamos viviendo, conviene ser delicados con denominaciones como esta.

• También va bien saber que la comunidad a la que va destinado el Evangelio de Juan había vivido la dura experiencia que, a partir del año 70 dC, el judaísmo fue dominado por los fariseos, que provocaron una ruptura total con los cristianos: habían acordado expulsar de la sinagoga todo el mundo quien confesara que Jesús era el Mesías (Jn 9, 22).

• Pese al «cierre» (19), el Resucitado toma la iniciativa y se hace presente en medio de los discípulos.

• En esta iniciativa, Jesús da «la paz» (19), su paz, la que el mundo no da (14, 27), tal y como lo había anunciado.

• Mostrar «las manos y el costado» (20), que son los lugares con las marcas de la muerte en cruz, es una manera de incidir en que el Resucitado es el mismo que fue Crucificado.

• La expresión «como el Padre» (21) o, en otros lugares, tal y como yo os lo he hecho (Jn 13, 15) indica como tiene que ser la vida del discípulo: dejarse modelar según Jesús, como Él se ha dejado modelar por el Padre.

• Aquello que define Jesús es la misión, el ser «enviado». También sus discípulos, y la Iglesia como tal, serán definidos por la misión que Él los da (21): Tal y como tú me has enviado al mundo, yo también se los he enviado (Jn 17, 18).

• La Iglesia reunida, la paz, la misión… todo arranca de la Pascua. Será el don del Espíritu quien lo active. El soplo (22) de Jesús sobre los discípulos expresa que su Resurrección abre el paso a una creación nueva: Entonces el Señor-Dios modeló al hombre con barro de la tierra. Le infundió el aliento de vida, y el hombre se convirtió en un ser vivo (Gn 2, 7). Jesús había rogado al Padre que diera un Defensor a los discípulos (Jn 14, 16), es decir, quien pueda ser invocado para auxiliar, acompañar y ayudar, pero también para aconsejar y consolar, y para interceder. Es el Espíritu Santo. Con Él llegan el recuerdo y el conocimiento (Jn 14, 26) que marcan el comienzo de la fe (Jn 7, 39). El Espíritu es, en Juan, un maestro que ilumina. Y es quien da al creyente su identidad propia de testigo de Jesús (Jn 15, 26-27). Podríamos decir que el Espíritu es el verdadero autor del Evangelio, porque de Él viene el recuerdo de aquello que Jesús hizo y dijo, y al comprensión de este recuerdo.

• Las palabras de Jesús sobre el perdón (23) nos recuerdan las que recoge Mateo dirigidas a Pedro (Mt 16, 19) y a toda la comunidad (Mt 18, 18). Palabras en las que «atar y desatar» significa excluir o admitir en la comunidad. El Resucitado deja este don precioso y tan delicado en manos de la propia comunidad de los discípulos, portadora para el mundo de la vida nueva. Una grande responsabilidad.

• La finalidad de la evangelización es que quienes no conocen a Jesús sean «felices» conociendo, sean «felices» con la fe.

• Los vv. 30-31 expresan, precisamente, que la finalidad del Evangelio escrito es esta: «para que creáis en Jesús y tengáis vida en Él».

Comentario al evangelio – Jueves de la Octava de Pascua

La novedad de la resurrección no cabe el en lenguaje corriente; no se puede ver con la mirada habitual y con la lógica de lo sensible. La resurrección de Jesús es un acontecimiento inédito, desborda hacia delante y hacia  la vida anterior del Mesías. Pero no es un milagro aislado; está dentro de la lógica de la Escritura: “resucitará de entre los muertos al tercer día”.

El resucitado no es un fantasma. Es el mismo Jesús crucificado; lleva las señales de cuerpo; “soy yo en persona”. Desde esa necesidad de afirmar la identidad entre el crucificado y el resucitado se explica la insistencia del evangelio de hoy en el carácter material del resucitado. Tiene manos y pies, se le puede tocar, come pez asado delante de ellos. Teniendo en cuenta el conjunto de los datos del NT, estas expresiones quieren decir simplemente que no es un fantasma, que es el mismo Jesús encarnado. No se pueden interpretar como afirmación directa sobre el carácter material, histórico y mortal del cuerpo resucitado de Jesús.

El discurso de Pedro nos trasmite el primitivo kérigma cristológico. El Dios de nuestros padres ha glorificado a su siervo Jesús. Son significativos los nombres que se dan a Jesús: justo, siervo, santo, pionero de la vida…La  glorificación por parte de Dios se contrapone a la acción destructora de los judíos al entregar y rechazar a Jesús. La segunda antítesis contrapone a Jesús y a Barrabás: los judíos renegaron de Jesús y pidieron el indulto de un asesino. La tercera antítesis: matasteis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos.

Lucas insiste en la continuidad de la historia de la salvación según la Escritura: somos los hijos de los profetas, los hijos de la alianza.

Ciudad Redonda

Meditación – Jueves de la Octava de Pascua

Hoy es Jueves de la Octava de Pascua.

La lectura de hoy es del evangelio de Lucas (Lc 24, 35-48):

En aquel tiempo, los discípulos de Jesús contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan. Estaban hablando de estas cosas, cuando él se presentó en medio de ellos y les dice: «Paz a vosotros». Pero ellos, aterrorizados y llenos de miedo, creían ver un espíritu. Y él les dijo: «¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un espíritu no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo». Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Pero como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo: «¿Tenéis ahí algo de comer?». Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos. Y les dijo: «Esto es lo que os dije mientras estaba con vosotros: que era necesario que se cumpliera todo lo escrito en la Ley de Moisés y en los Profetas y Salmos acerca de mí». Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y les dijo: «Así está escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se proclamará la conversión para el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto».

¡Feliz Pascua de Resurrección para todos! ¡De verdad que todos estamos de fiesta porque volvemos a fortalecer nuestra fe en que Jesús vive!!! ¡Si Jesús Vive y este en medio nuestro! Élah vencido todo lo que tenga que ver con lo más doloroso de la vida; ¡Él padeció toda clase de dolores, incluso la muerte, por amor a nosotros… y ahora vive!!! Disfrutemos de los Evangeliosde estos días que nos hablan del encuentro de Jesús vivo con los suyos; En primer lugar vemos cómo Jesús realiza gestos de cercanía para mostrarse naturalmente ante ellos, escuchemos sus palabras y veamos sus gestos. Jesús hoy pregunta ¿Por qué están turbados y se le presentan esas dudas? Miren mis manos y mis pues, soy Yo. Y come con ellos y les abre la inteligencia para fortalecerlos, para hacerles ver que ellos son testigos de todo esto para después anunciarlo. Después tenemos a los Discípulos que poco a poco van asimilando la Resurrección y que es normal que al principio tengan miedo o no estén seguro. Pero observemos que después ellos no se quedan en la duda sino que asumen con certeza y convicción que Jesús vive, y que después no tendrán miedo a nada al anunciarlo; después nadie los detiene. Tomemos un tiempo para meditar el Evangelio y la contemplemos… y vamosa ver como Jesús Vive y está cerca nuestro, y vamos a ver como Jesús nos abre la inteligenciay nos fortalece en la fe; ¡y después vamos a ver cómo nosotros seremos unos discípulos convencidos por nosotros mismos y anunciaremos a todos con nuestras vidas que no tenemos miedo y que Jesús está y es nuestra felicidad! ¡Que tengan una bendecida jornada!

P. David Pintos

Liturgia – Jueves de la Octava de Pascua

JUEVES DE LA OCTAVA DE PASCUA

Misa del jueves de la Octava (blanco)

Misal: Antífonas y oraciones propias. Gloria. Sin Credo. Prefacio Pascual I «en este día», embolismos propios en las Plegarias Eucarísticas. No se puede decir la Plegaria Eucarística IV. Despedida con doble «Aleluya».

Leccionario: Vol. II

  • Hch 3, 11-26. Matasteis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos.
  • Sal 8.¡Señor, Dios nuestro, qué admirable es tu nombre en toda la tierra!
  • Secuencia (opcional). Ofrezcan los cristianos.
  • Lc 24, 35-48.Así está escrito: el Mesías padecerá y resucitará de entre los muertos al tercer día.

Antífona de entrada             Sab 10, 20-21
Celebraron a coro tu mano vencedora, Señor, porque la sabiduría abrió la boca de los mudos y soltó la lengua de los niños. Aleluya.

Monición de entrada y acto penitencial
Nos reunimos con frecuencia para la celebración de nuestra eucaristía porque creemos firmemente que Cristo murió por nosotros y resucitó de entre los muertos. Nos juntamos como hermanos en torno al Señor Resucitado, para abrir nuestras mentes y corazones a su palabra, y para dejarle que nos llene con su presencia viva. Él nos dice, como les dijo a sus apóstoles: “Miren, soy yo mismo; escúchenme; tóquenme en la comida y en la bebida de la eucaristía”. 

Así pues, en nuestras asambleas proclamamos a Cristo Resucitado y damos testimonio de él. Pero esta fe ha de encontrar expresión visible en nuestra vida cristiana de cada día: Ya que Cristo ha resucitado, tiene que resucitar también en nosotros; tenemos que llegar a ser nuevas personas y nuevo pueblo en los que Cristo vive. Tenemos que dar testimonio de él con toda nuestra vida.

• Tú, Víctima propicia de la Pascua. Señor, ten piedad.
• Tú, Cordero sin pecado que a las ovejas salva. Cristo, ten piedad.
• Tú, que has unido a Dios y a los culpables con nueva alianza. Señor, ten piedad.

Se dice Gloria
En este día de gozo y de gloria, recitemos el himno de alabanza, invocando a Jesucristo, nuestro mediador, sentado a la derecha del Padre.

Oración colecta
OH, Dios,
que has reunido pueblos diversos
en la confesión de tu nombre,
concede a los que han renacido
en la fuente bautismal
una misma fe en su espíritu
y un mismo amor en sus obras.
Por nuestro Señor Jesucristo.

Oración de los fieles
Jesucristo, el Señor, vive para siempre e intercede por nosotros ante el Padre. Oremos con toda confianza.

1.- Para que la fe en la resurrección de Jesucristo llene de gozo a toda la Iglesia. Roguemos al Señor.

2.- Para que los gobernantes trabajen constante y eficazmente por la paz y la justicia. Roguemos al Señor.

3.- Para que Cristo resucitado reavive la esperanza de todos los que sufren enfermedad, pobreza o cualquier tipo de injusticia. Roguemos al Señor.

4.- Para que nuestra fe en la resurrección de Cristo haga de nosotros una verdadera comunidad unida y apostólica. Roguemos al Señor.

A ti, Padre todopoderoso, te suplicamos que acojas benigno las oraciones que te presentamos unidos a Jesucristo resucitado, Señor nuestro, que vive y reina contigo por los siglos de los siglos.

Oración sobre las ofrendas
RECIBE Señor, en tu bondad
las ofrendas que te presentamos con gratitud
por los nuevos bautizados,
y para apresurar la ayuda del cielo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio pascual I

Antífona de comunión          Cf. 1 Pe 2, 9
Pueblo adquirido por Dios, anunciad las proezas del que os llamó de las tinieblas a su luz maravillosa. Aleluya.

Oración después de la comunión
ESCUCHA, Señor, nuestras oraciones
para que el santo intercambio de nuestra redención
nos sostenga durante la vida presente
y nos dé las alegrías eternas.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Bendición solemne
QUE os bendiga Dios todopoderoso

en la solemnidad pascual que hoy celebramos
y, compasivo, os defienda de toda asechanza del pecado.
R/. Amén.

El que os ha renovado para la vida eterna,
en la resurrección de su Unigénito,
os colme con el premio de la inmortalidad.
R/. Amén.

Y quienes, terminados los días de la pasión del Señor,
habéis participado en los gozos de la fiesta de Pascua,
podáis llegar, por su gracia, con espíritu exultante
a aquellas fiestas que se celebran con alegría eterna.
R/. Amén.

Y la bendición de Dios todopoderoso,
Padre, Hijo † y Espíritu Santo,
descienda sobre vosotros.
R/. Amén.

Despedida
Hermanos, anunciad a todos la alegría del Señor resucitado. Podéis ir en paz, aleluya, aleluya.