Mc 16, 9-15
Hoy leemos la «conclusión» del evangelio según san Marcos… muy probablemente no escrita, por la misma persona que escribió el resto del evangelio. Esta conclusión es una especie de resumen del conjunto de las apariciones relatadas por los otros tres evangelistas y que hemos leído esta semana.
Resucitado Jesús la mañana del primer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena, de quien había echado siete demonios. Ella fue quien lo anunció a los que habían sido sus compañeros y que estaban sumidos en la tristeza y el llanto.
El autor subraya que la «pecadora» era ahora la favorecida. En casa de Simón el fariseo, Jesús ya lo había dejado entrever: «aquél a quien poco se le perdona, poco ama.»
Así el pecado puede llegar a ser el inicio de una gran aventura espiritual.
«Feliz falta, que nos ha valido un tal Redentor», canta la liturgia de la noche pascual, a propósito del pecado de Adán. Esto puede ser también verdad de nuestras faltas.
Pero ellos, oyendo que vivía y que había sido visto por ella, no lo creyeron.
El autor subraya la incredulidad de los Once.
He aquí una insistencia que jamás será del todo explorada. Eran Doce discípulos. Abandonaron a su maestro. Lo negaron. Uno de ellos lo traicionó y se ahorcó. Después de su muerte todos quedaron desanimados y entristecidos se dirigían a sus casas…
Al poco tiempo se les encuentra formando una comunidad ferviente, que proclama con valentía en Jerusalén e incluso delante del sanedrín que le condenó, que Jesús vive. Evidentemente no han exagerado. Necesariamente algo ha de haber pasado.
Después de esto se mostró en otra forma dos de ellos que iban de camino y se dirigían al campo. Estos, vueltos, dieron la noticia a los demás; ni aún a éstos creyeron.
Decididamente eran duros de mollera.
Al fin se manifestó a los once, estando recostados a la mesa, les reprendió su incredulidad y su terquedad por cuanto no habían creído a los que le habían visto resucitado.
Feliz duda que nos proporciona una mayor certeza. No se trata pues de personas ingenuas o de iluminados… sino de gentes concretas, de inteligencia roma.
Ayúdanos, Señor, en nuestras búsquedas y nuestras dudas, a conservar en nosotros una disponibilidad, una abertura… Los evangelistas no nos dejan saciar nuestra curiosidad cuando sentimos la tentación de hacerles preguntas indiscretas: ¿Cómo se realizó la resurrección? ¿Qué fue de su cadáver? ¿Qué es un cuerpo resucitado?
Solamente nos han dicho «lo que ellos han visto» Modestia admirable de los apóstoles que no hacen sino balbucear ese algo que sucedió, y que les constriñe a «cambiar de opinión…» cómo humildemente reconocen.
Después les dijo: «Id por todo el mundo y predicad la buena nueva a toda criatura.”
El envío a la misión. Hay que dar crédito a las maravillas de Dios… mientras esperamos verlas con toda claridad, al final.
Noel Quesson
Evangelios 1