Lectio Divina – Miércoles IV de Pascua

No he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo

1.- Introducción.

Señor, hoy vengo a rezar teniendo en mis manos el evangelio de tu discípulo Juan, el discípulo amado, el que quiere que vayamos a ti por el camino del amor. Ya desde el principio te pido que me des un corazón grande para poder entender sus palabras que son tuyas. Dame la fuerza de tu Espíritu para poder llegar a la verdad plena.

2.- Lectura reposada de tu evangelio. Juan 12, 44-50

          En aquel tiempo Jesús exclamó: El que cree en mí, no cree en mí sino en aquel que me ha enviado; y el que me ve a mí, ve a aquel que me ha enviado. Yo, la luz, he venido al mundo para que todo el que crea en mí no siga en las tinieblas. Si alguno oye mis palabras y no las guarda, yo no le juzgo, porque no he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo. El que me rechaza y no recibe mis palabras, ya tiene quien le juzgue: la Palabra que yo he hablado, ésa le juzgará el último día; porque yo no he hablado por mi cuenta, sino que el Padre que me ha enviado me ha mandado lo que tengo que decir y hablar, y yo sé que su mandato es vida eterna. Por eso, lo que yo hablo lo hablo como el Padre me lo ha dicho a mí.

3.- Qué dice el texto.

Meditación-reflexión

“El que me ve a mí ve al Padre”. Jesús es la cara de Dios vuelta al hombre, manifestación de Dios, espejo de Dios, epifanía de Dios. Toda la vida de Jesús sólo tuvo una intención: revelarnos el rostro del Padre. Si acaricia a los niños, es para decirnos: así de cariñoso es el Padre. Si mira a los jóvenes con amor, es para indicarnos: así de bondadoso es el Padre. Si cura a un enfermo, si perdona a un pecador, si resucita a un muerto, siempre es para gritarnos: Así de bueno, así de cariñoso, así de derrochador de amor es el Padre. Jesús no ha venido a este mundo para juzgarnos, ni menos para condenarnos, sino para enseñarnos el verdadero rostro del Padre que nosotros, los hombres, teníamos desdibujado. Y esa hermosa tarea de Jesús, debemos continuarla hoy nosotros, los cristianos. A través de nuestras palabras, nuestros gestos, nuestros silencios, debemos trasparentar el rostro maravilloso del Padre, tal y como lo hizo Jesús. Por eso cabe preguntarnos: Nosotros, con nuestras palabras y acciones, ¿“revelamos” o más bien “velamos” “ocultamos” “estropeamos” el rostro de Dios?  Hoy nos dice Jesús: “Yo os he escogido y os he destinado para que vayáis y deis fruto y vuestro fruto dure”. Debemos dar lo que hemos recibido y debemos anunciar el evangelio que hemos creído. No basta con saber cosas sobre Dios, hay que vivirlas, gustarlas, hacerlas vida en nosotros.

Palabra del Papa

“Caminad cada día en la luz de Cristo mediante la fidelidad a la oración personal y litúrgica, alimentados por la meditación de la Palabra inspirada por Dios. […] Que la plegaria y la meditación de la Palabra de Dios sean lámpara que ilumina, purifica y guía vuestros pasos en el camino que os ha indicado el Señor. Haced de la celebración diaria de la Eucaristía el centro de vuestra vida. En cada Misa, cuando el Cuerpo y la Sangre del Señor sean alzados al final de la liturgia eucarística, elevad vuestro corazón y vuestra vida por Cristo, con Él y en Él, en la unidad del Espíritu Santo, como sacrificio amoroso a Dios nuestro Padre. (Benedicto XVI, 19 de julio de 2008).

4.- Qué me dice hoy a mí este texto. (Guardo silencio)

5.-Propósito. Durante todo este día me estaré preguntando: esto que estoy haciendo, ¿“revela” o “vela” el rostro de Dios?

6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.

Señor, quiero agradecerte, un día más, la luz que siempre me arroja tu evangelio. Procuraré durante este día y durante toda la vida, manifestar lo mejor que pueda, el rostro del Padre. Te pido, Señor, para ello, que me envíes la fuerza de tu Espíritu para que haga de mí otro Cristo.

ORACIÓN DEL PAPA FRANCISCO POR UCRANIA

Tú que nos enseñaste que a la diabólica insensatez de la violencia se responde con las armas de Dios, con la oración y el ayuno, ten piedad de nosotros, aleja la guerra y demás violencias malignas y permítenos llegar a soluciones aceptables y duraderas a esta crisis, basadas no en las armas, sino en un diálogo profundo.

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Comentario – Miércoles IV de Pascua

Jn 12, 44-50

Este pasaje, en el evangelio de san Juan, sigue a la resurrección de Lázaro y a la unción en Betania. Es una colección de palabras muy características de Jesús que parecen haber sido agrupadas aquí para «concluir» la primera parte del evangelio, antes de abordar la segunda, que es la Pasión y la Resurrección.

El que cree en mí, no es en mí en quien cree

Jesús no atrae a sí, remite a otro.

Sino en el que me ha enviado.

Jesús se define a menudo como «el enviado» = missus, en latín… apóstoles, en griego…

Jesús, misionero del Padre.

Jesús, «apóstol» del Padre, «enviado» por el Padre.

Humildad profunda del misionero: no es nada por sí mismo… está allí en nombre de Otro… quiere conducir a los demás a descubrir a este Otro. Conducir a Dios. Llevar a nuestros amigos a experimentar su relación con Dios.

Pero en primer lugar tener nosotros esta experiencia: ¿cómo pretender ser misionero si uno mismo no vive su profunda relación con Dios? La «misión» no es ante todo una empresa, ni una cuestión de métodos… es un «envío»

El que me ve, ve al que me ha enviado

Sin palabras, sin «empresas», el verdadero misionero «hace que vean» a Dios… así sencillamente, a través de su propia persona. ¡Quien, ve a Jesús, ve al Padre!

¡Qué exigencia extraordinaria y maravillosa! ¡Qué Gracia! Oh, Señor, hazme transparente, como Tú lo eras. «Vosotros sois el Cuerpo de Cristo» traducirá san Pablo. Debo ser el rostro de Cristo, como Jesús era el rostro del Padre. A través de mi vida, hacer ver a Dios.

Yo he venido como luz al mundo, para que todo el que cree en mí no permanezca en tinieblas.

Transparencia… luz… belleza… seguridad… Opacidad… tinieblas… miedo…

Evocar imagen de sol… de día… e imágenes de noche…

Si alguno escucha mis palabras y no las guarda, yo no le condeno, porque no he venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo… El que me rechaza y no recibe mis palabras, tiene ya quien le juzgue: La palabra que Yo he hablado, esa le juzgará en el ultimo día.

Jesús sabe que llega el fin de su vida: es una especie de balance negativo. Los hombres no han querido la luz, no han escuchado sus palabras. Es el fracaso, globalmente… a parte el pequeño núcleo de discípulos, unos pocos en número. Pues bien, ¡Jesús reafirma que no condena!

Que ha venido para salvar.

Son solamente los hombres los que se condenan, cuando rehusan escuchar. La condenación no es obra de Dios. La «salvación» ofrecida se transforma en «juicio», no por voluntad de Dios, sino por las opciones negativas de los hombres. Todo está ahora a punto para la Pasión.

Las palabras que Yo hablo, las hablo según el Padre me ha dicho.

Siempre la profunda dependencia y humildad del misionero. Jesús no ha inventado lo que nos ha dicho.

¿Y yo? ¿Digo las palabras del Padre, o las mías?

Noel Quesson
Evangelios 1

¿Qué me quiere decir hoy Jesús?

Mandamiento nuevo – Juan 13, 31-33a. 34-35

Cuando salió Judas del Cenácuo, dijo Jesús: – Ahora es glorificado el Hijo del hombre y Dios es glorificado en él (si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará). Hijos míos, me queda poco de estar con vosotros. Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros como yo os he amado. La señal por la que conocerán que sois discípulos míos, será que os amáis unos a otros.

Explicación

Hoy sólo un telegrama. Algo muy corto. Breve. Inolvidable. Lo más importante que dijo Jesús: QUE OS AMÉIS UNOS A OTROS COMO YO OS HE AMADO. ¡ Practicadlo !.

Evangelio dialogado

Te ofrecemos una versión del Evangelio del domingo en forma de diálogo, que puede utilizarse para una lectura dramatizada.

QUINTO DOMINGO DE PASCUA –C- (Jn 13, 31-33a.34-35)

Jesús: Judas, lo que has de hacer, hazlo pronto.

discípulo1: ¿Dónde va Judas? ¿Falta alguna cosa para la cena?

Jesús: Judas y yo sabemos a dónde va. Los demás debéis escuchar con atención lo que voy a deciros.

discípulo2:Habla, Maestro, que te escuchamos.

Jesús:Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él.

discípulo1: Si Dios ha sido glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo.

Jesús: Y lo glorificará pronto. Hijos míos, me queda poco, muy poco para estar junto a vosotros.

discípulo2: ¡No!, ¡No puede ser! ¡Tú no te irás nunca!

Jesús: Os doy un mandamiento nuevo. Que os améis unos a otros como yo os he amado.

discípulo1: Maestro, ¿qué señal nos darás para que los demás sepan que somos tus discípulos?

discípulo2:Sí, sí, ¿cómo podrán reconocernos?

Jesús: La señal por la que conocerán que sois discípulos míos, será que os améis unos a otros.
 

Fr. Emilio Díez Ordóñez y Fr. Javier Espinosa Fernández

Comentario al evangelio – Miércoles IV de Pascua

Hay que estar un poco trastornado para anunciar en una sinagoga judía que Jesús ha resucitado; es lo que hacen Bernabé y Saulo en la primera lectura de hoy. ¿De dónde les viene esa alegría? En una ciudad de costumbres judías donde nunca habían oído hablar de Jesucristo, ellos dan testimonio de Él. ¿Son bien recibidos? No creo que les resultara fácil esta misión. ¿Se arrepintieron de su osadía evangelizadora? No, porque fueron enviados por el Espíritu Santo, leemos en el texto. Me detengo en este hecho porque es una muestra muy evidente de que el Espíritu de Jesús Resucitado estaba moviendo con mucha fuerza el corazón de estos hombres y cuando esto sucede, la acción evangelizadora es imparable.

A menudo topamos con dificultades en nuestro caminar diario: no salen los planes tal y cómo habíamos previsto, no encontramos la comprensión merecida entre los que nos rodean, tenemos la sensación de que al otro lado del túnel no hay ninguna luz porque no vemos un futuro esperanzador… En momentos así por los que todos atravesamos de vez en cuando, no podemos olvidar lo que el Espíritu Santo, el “Defensor”, es capaz de hacer si lo dejamos habitar en nosotros. Fuerte como un movimiento de tierra que hace temblar los cimientos, capaz de romper las cadenas más robustas. Miremos a aquellos que, como Bernabé y Saulo, han confiado, en medio de las adversidades, en la promesa que Jesús nos recuerda hoy en el Evangelio: “el que cree en mí no quedará en tinieblas”.

Oír la Palabra y cumplirla para obtener esa confianza y paz interior nos permiten mirar la realidad de otra manera. Claro que tenemos derecho a protestar y a desahogarnos, pero un creyente no puede derrumbarse porque no está solo. Tenemos que creer siempre en la asistencia amorosa de Dios a través de su Espíritu, porque incluso en medio de las oscuridades y cárceles de nuestra vida, aunque no la veamos, la acción del Defensor está actuado, no se detiene.

Jesús ha venido al mundo como luz, leemos en el Evangelio de hoy. Dejemos que esta claridad ilumine nuestras sombras, disipe nuestras tinieblas y nos permita fijar el rumbo en Jesús Resucitado, guía de nuestro caminar.

 Juan Lozano, cmf

Meditación – Miércoles IV de Pascua

Hoy es miércoles IV de Pascua.

La lectura de hoy es del evangelio de Juan (Jn 12, 44-50):

En aquel tiempo, Jesús gritó diciendo: «El que cree en mí, no cree en mí, sino en el que me ha enviado. Y el que me ve a mí, ve al que me ha enviado. Yo he venido al mundo como luz, y así, el que cree en mí no quedará en tinieblas. Al que oiga mis palabras y no las cumpla, yo no lo juzgo, porque no he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo. El que me rechaza y no acepta mis palabras tiene quien lo juzgue: la palabra que yo he pronunciado, esa lo juzgará en el último día. Porque yo no he hablado por cuenta mía; el Padre que me envió es quien me ha ordenado lo que he de decir y cómo he de hablar. Y sé que su mandato es vida eterna. Por tanto, lo que yo hablo, lo hablo como me ha encargado el Padre».

Siempre que queremos emprender una excursión a la montaña o un viaje, buscamos el GPS, el mapa para mirar por donde tenemos que caminar o andar para llegar bien a la meta, anotamos rutas, grabamos puntos de referencia para no perdernos ni perder el tiempo. ¡Que bueno que la Palabra sea nuestro GPS diario y en este día nos muestre las referencias para orientar nuestra vida hacia lo esencial! Algunas referencias del Evangelio para experimentar y llegar a la Vida en abundancia: «Quien cree en mi y me ve, Cree y ve al Padre” Mirar, escuchar, vivir la Vida de Jesús nos lleva siempre a la Vida del Padre. “Yo he venido al mundocomo Luz para que no vivan en las tinieblas” Él es lampara para tus pasos, Luz en mi sendero, nos dice tambien el salmo Jesús es ruta iluminada, camino claro, caminar en Él es garantía de Vida, separarnos de Él es perderse, es no ver claramente, caminar inseguro. «Se que sus mandamientos llevan a la vida Eterna” Vivir la Vida que Jesús nos propone en toda sus dimensiones es garantía de fecundidad, de Vida Plena, de cumbre alcanzada. Pensaba que nos cuesta mucho, casi siempre, aceptar que el otro me diga como tengo que vivir, hacerle caso pero a la vez necesitamos siempre que nos orienten y marquen sendero, porque muchas veces equivocándonos, erramos el camino, nos perdemos y entristecemos. Por eso, pidamos: Padre que siempre busque a Jesús, dejándome iluminar por su luz, que siempre escuche y haga caso a su Palabra para no perder la Vida Eterna que me preparaste. Señor Jesús, en este acontecimiento que que hoy vivo, que en este día, pueda descubrir tu Presencia, tu Luz, tu Palabra y pueda seguirla. Y diria nuestro Papa Francisco “Si escuchas otra propuesta no la escuches”. Solo Él es garantía de Vida Plena. Buen día, Dios te bendiga.

P. Cristian Salomón

Liturgia – Miércoles IV de Pascua

MIÉRCOLES IV DE PASCUA, feria

Misa de la feria (blanco)

Misal: Antífonas y oraciones propias. Prefacio Pascual.

Leccionario: Vol. II

  • Hch 12, 24 – 13, 5a. Apartadme a Bernabé y a Saulo.
  • Sal 66.Oh, Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.
  • Jn 12, 44-50.Yo he venido al mundo como luz.

Antífona de entrada           Cf. Sal 17, 50; 21, 23
Te daré gracias entre las naciones, Señor; contaré tu fama a mis hermanos. Aleluya.

Monición de entrada y acto penitencial
“Vine no a juzgar al mundo, sino a salvarlo”, nos dice Jesús hoy. Él vino para traernos vida, vida sin límite, vida eterna. Él viene como luz para nuestro mundo. Si creemos en él,  iluminados con su luz lograremos percibir dónde nos falta amor que mueva el mundo, dónde nuestro sentido de justicia es sólo pálido y sin ilusión. A su luz aprenderemos a ver cómo podemos servirnos unos a otros y llegar a ser ricos y maduros como seres humanos. Entonces, nosotros también nos convertiremos al menos en diminutas luces que lleven un poco de claridad y calor a nuestro mundo frío y oscuro.

• Tú, que has venido al mundo como luz. Señor, ten piedad.
• Tú, que riges el mundo con justicia. Cristo, ten piedad.
• Tú, que hablas lo que te ha ordenado el Padre. Señor, ten piedad.

Oración colecta
OH, Dios, vida de los fieles,
gloria de los humildes
y felicidad de los justos,
escucha con bondad nuestras súplicas,
para que se vean siempre colmados de tus dones
los que tienen sed de las promesas de tu generosidad.
Por nuestro Señor Jesucristo.

Oración de los fieles
Invoquemos a Dios Padre, que por la resurrección de su Hijo de entre los muertos nos ha abierto el camino de la vida eterna.

1.- Por los pastores de la Iglesia, para que sean iluminados y confortados en su servicio. Roguemos al Señor.

2.- Por los jóvenes, para que aumenten entre ellos los llamados a una entrega más radical al servicio de Cristo y de los hombres de hoy. Roguemos al Señor.

3.- Por los gobernantes, para que busquen siempre el bien de los pueblos y de los hombres, a pesar de las dificultades. Roguemos al Señor.

4.- Por todos nosotros, para que sigamos dócilmente a Jesucristo, luz del mundo. Roguemos al Señor.

Ten piedad, Señor, de todos los hombres, redimidos con la sangre de Cristo, y derrama sobre nosotros los dones de tu Espíritu. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
OH, Dios,
que nos haces partícipes de tu única y suprema divinidad
por el admirable intercambio de este sacrificio,
concédenos alcanzar en una vida santa
la realidad que hemos conocido en ti.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio pascual I

Antífona de comunión          Cf. Jn 15, 16. 19
Dice el Señor: «Yo os he escogido sacándoos del mundo y os he destinado para que vayáis y deis fruto y vuestro fruto permanezca». Aleluya.

Oración después de la comunión
A
SISTE, Señor, a tu pueblo
y haz que pasemos del antiguo pecado
a la vida nueva
los que hemos sido alimentados
con los sacramentos del cielo
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Oración sobre el pueblo
TE pedimos, Señor,
que guardes a tu familia concédele en tu bondad
la abundancia de tu misericordia,
para que se multiplique con las enseñanzas
y los dones del cielo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.