Lectio Divina – Jueves IV de Pascua

Sabiendo esto, dichosos seréis si lo cumplís

1.- Introducción.

Señor, déjame hoy ponerme de rodillas para hacer mi oración pues el gesto tuyo de ponerte de rodillas y lavar los pies a los me enternece y me estremece. Dame la suficiente humildad para no creerme nunca más que nadie, que no ponga dificultades a la hora de lavar los pies a mis hermanos ya que tus mandatos para mí son sagrados y quiero cumplirlos.

2.- Lectura del Evangelio según san Juan 13, 16-20

Después que Jesús lavó los pies a sus discípulos les dijo: En verdad, en verdad os digo: no es más el siervo que su amo, ni el enviado más que el que le envía. Sabiendo esto, dichosos seréis si lo cumplís. No me refiero a todos vosotros; yo conozco a los que he elegido; pero tiene que cumplirse la Escritura: El que come mi pan ha alzado contra mí su talón. Os lo digo desde ahora, antes de que suceda, para que, cuando suceda, creáis que Yo Soy. En verdad, en verdad os digo: quien acoja al que yo envíe me acoge a mí, y quien me acoja a mí, acoge a Aquel que me ha enviado.

3.-Meditación-Reflexión

“Sabiendo esto, seréis dichosos si lo cumplís”. La verdad es que sabemos muchas cosas, demasiadas cosas, sobre Jesús y su Evangelio, pero no pasamos a la acción, nos quedamos en la pura doctrina. Y ésa es nuestra gran equivocación. ¿De qué me sirve a mí saber cosas excelentes del amor si no lo llevo a la práctica? Como dice San Pablo, el amor cuando es pura teoría se convierte en “un metal que resuena o un címbalo que aturde” (1Cor. 13,1). El Señor nos habla muchas veces de felicidad, pero no la fundamenta en saber las cosas sino en “cumplirlas”. Las teorías sobre el amor, la humildad, el servicio, no nos hacen felices. Sólo si las cumplimos nos llenamos de una felicidad honda que nadie nos puede arrebatar.

Bonita la definición que se da Jesús de sí mismo: YO SOY. Indica plenitud, profundidad, estabilidad, eternidad. Sólo cuando nosotros, apoyamos nuestra debilidad, nuestra precariedad, nuestra fragilidad en Jesús, comenzamos a ser nosotros mismosEstamos llamados a vivir para siempre en comunión con Él. Y esto por pura gracia, por puro regalo de Dios.

Palabra del Papa

“Es doloroso constatar cuando se cree que solo algunos tienen necesidad de ser lavados, purificados, no asumiendo que su cansancio y su dolor, sus heridas, son también el cansancio y el dolor, las heridas de toda una sociedad. El Señor nos lo muestra claro por medio de un gesto: lavar los pies y volver a la mesa. Una mesa en la que Él quiere que nadie quede fuera. Una mesa que ha sido tendida para todos y a la que todos somos invitados”. (Homilía de S.S. Francisco, 27 de septiembre de 2015).

4.- Qué me dice hoy a mí este texto ya meditado. (Guardo silencio)

5.-Propósito.  Voy a pasar hoy un día feliz haciendo todo lo que Dios me pide.

6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra y ahora yo le respondo con mi oración.

Señor, no sé qué sería de mí si no acudiera al Evangelio cada día. Mi vida sería vacía, superficial, tibia hasta el extremo de dar nauseas a Dios. Pero gracias al encuentro con tu Palabra, me voy renovando día a día. Hoy he aprendido dónde está la raíz de la profunda alegría: en el cumplimiento de tu evangelio. Y porque quiero ser plenamente feliz, desde hoy, voy a pasar del saber al practicar; de la teoría a la acción; de la ciencia a la experiencia. Éste es mi deseo, pero necesito tu ayuda.

ORACIÓN DEL PAPA FRANCISCO POR UCRANIA Tú que nos enseñaste que a la diabólica insensatez de la violencia se responde con las armas de Dios, con la oración y el ayuno, ten piedad de nosotros, aleja la guerra y demás violencias malignas y permítenos llegar a soluciones aceptables y duraderas a esta crisis, basadas no en las armas, sino en un diálogo profundo.

Comentario – Jueves IV de Pascua

Jn 13, 16-20

Entramos en las ultimas reuniones de Jesús con sus discípulos, conversaciones habidas en el marco mismo de su Pasión… las últimas confidencias, podría decirse, de alguien que sabe que se va.

Antes de la fiesta de Pascua, Jesús lavó los pies a sus discípulos y les dijo: «Sí, en verdad os digo: No es el Servidor mayor que su Amo, ni el Enviado mayor que Aquel que le envía.»

Subrayamos, una vez más, prescindiendo de la diferencia de estilo, la profunda correspondencia entre el evangelio de Juan y los sinópticos. «El discípulo no está por encima de su maestro, ni el siervo por encima de su señor» (Mateo 10, 24). Y las disputas de los apóstoles sobre sus prelaciones están en la memoria de todos: «Llegaron a querellarse para saber cuál de ellos había de ser tenido por mayor. Yo, dijo Jesús, estoy en medio de vosotros como quien sirve.» (Lucas, 22, 24)

Jesús, sin duda, ha insistido a menudo sobre este tema: servir.

Hacer a menudo revisión de vida sobre este asunto. ¿De qué modo mi vida es un «servicio»? ¿De qué modo soy «servidor»? ¿De quién soy el «servidor ‘? ¿Hasta adonde llega mi servicio? La palabra «ministro» es latina y se traduce por servidor .

Los «ministerios», en la Iglesia, son servicios: el Concilio Vaticano II ha insistido mucho sobre esta noción, que viene en línea recta del evangelio.

Si sabéis esto, seréis «dichosos» si lo practicáis.

¡Seamos dichosos imitando a Jesús-servidor!

Y Jesús, una vez más, no se fía de bellas teorías, e insiste en la práctica humilde: estar en estado de servicio vale más que mil hermosas discusiones sobre el servicio. ¡Hay que lanzarse!

No lo digo de todos vosotros: Yo sé a quienes escogí. Mas lo digo para que se cumpla la Escritura: El que come mi pan, levantó contra mi su calcañar». Desde añora os lo digo, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis que «Yo soy»

Jesús piensa en Judas que va a dejar el grupo dentro de pocos minutos…

Piensa quizá también en todos aquellos que rehusarán seguirle en el camino del servicio.
Jesús quiere prevenir a sus amigos contra el escándalo provocado por el abandono de uno de ellos. “Yo os lo digo por adelantado… habrá quienes fallarán… será un golpe duro para vosotros, hasta el punto de estremeceros… hay que aguantar, sin embargo…”

Lo que Jesús espera de sus apóstoles no es un afecto infantil y gregario. Es suficiente hacer como todo el mundo. Es necesario sobre todo ser capaz de no dejarse influir por los abandonos de cualquier clase.

El «Yo soy» que termina esta frase es la definición misma de Dios, la Roca sólida, ¡aquel que existe!

Sí, en verdad os digo: Quien recibe al que Yo enviaré, a mí me recibe; y el que me recibe, recibe a Quien me ha enviado.

Hay aquí una cascada de meditaciones.

Recibir a un «enviado» de Jesús, es recibir a «Jesús», y es recibir a «Dios»

Es todo el misterio de la Iglesia.

Jesús ha escogido no ser ya alcanzado «en directo» sino sólo por la mediación de «hermanos», de «ministros». Cuando Pedro bautiza, es Jesús quien bautiza.

Noel Quesson
Evangelios 1

El amor, piedra de toque

1.- «En aquellos días, volvieron Pablo y Bernabé a Listra, a Iconio y a Antioquia, animando a los discípulos exhortándolos a perseverar en la fe, diciéndoles que hay que pasar mucho para entrar en el Reino de Dios» (Hch 14, 21-22) Pablo y Bernabé, dos grandes misioneros de la Iglesia primitiva, dos enviados de Dios para que vayan sembrando por vez primera la semilla del evangelio. Ahora vuelven a los mismos lugares por donde pasaron antes, confirmando en la fe a los cristianos… No era fácil perseverar en la fe entonces, ni hoy tampoco lo es. Nunca puede ser fácil creer y vivir según las exigencias últimas de la fe. Los apóstoles se hacen eco de las palabras del Señor. Os perseguirán, os calumniarán, tendréis que negaros a vosotros mismos, habréis de cargar con la cruz de cada día y caminar cuesta arriba.

Sólo así se puede entrar en el Reino de Dios; sólo siguiendo la ruta marcada por el caminar de Cristo, esa difícil ruta… Señor, ayúdanos. Somos unos comodones; por naturaleza nos inclinamos a lo más fácil, huimos de lo que suponga lucha y esfuerzo. Y corremos el peligro de destruirnos a nosotros mismos a fuerza de confort, a fuerza de no combatir.

«En cada iglesia designaban presbíteros, oraban, ayunaban y los encomendaban al Señor, en quien habían creído» (Hch 14, 23) Iban pasando la antorcha, iban encendiendo nuevas lámparas, transmitían los poderes que habían recibido. Poder de perdonar los pecados, poder de ~ consagrar el Cuerpo y la Sangre del Señor. Y nuevos hombres iban asumiendo, con generosidad y con audacia, la misión de continuar alargando la presencia humilde de Cristo, la tarea de servir con desinterés y continuidad a los hijos de Dios. Por eso oraban al Señor y ayunaban. Elevaban a Dios fervientes súplicas por los elegidos, por los designados para ser presbíteros. Rezaban para que fueran fieles, para que fueran santos, para que se entregaran día a día a la gozosa crucifixión con Cristo Jesús… Orar, rezar, pedir, suplicar, rogar a Dios. Y ayunar y sacrificarse. Hoy también. Sí, hoy también. Los presbíteros, Señor, los sacerdotes. Los curas, que sean santos, que cumplan con su misión, que traduzcan con exactitud tu mensaje de salvación. Que no caigan en la tentación de tergiversar el verdadero sentido de tus palabras.

2.- «El Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad» (Sal 144, 10) Aunque no lo dijera el salmista, tendríamos que reconocer la gran paciencia de Dios, su clemencia, su piedad y su misericordia… De no ser así, sería imposible que Dios existiera y no hubiese castigado ya tanta maldad y pecado, tanto desacato a la divina voluntad, tanto desprecio a su santa Ley. Quizás alguien pueda tacharme de pesimista o de exagerado. Es verdad que hay mucha gente buena, pero la verdad es que se está perdiendo la vergüenza. La pornografía nos invade en lo más íntimo de nuestros hogares a través de la radio y la televisión, que siempre condimenta sus menús con un poco o un mucho de porquería, a veces en los anuncios más inocuos. Nuestras calles están salpicadas por doquier de suciedades.

Se repiten con desfachatez inaudita calendarios provocativos, anuncios indecorosos, gestos obscenos, escenas y palabras de doble sentido o de claro sentido lujurioso… Y si pasamos al campo del séptimo mandamiento otro tanto de lo mismo, o más si cabe. Se roba sin el menor reparo. No me refiero a los atracos a mano armada, sino a esos otros que se realizan más o menos solapadamente. Se cobra más de lo debido sin el menor escrúpulo, se engaña dando gato por liebre, se suben los precios sin el menor control, se paga por bajo de lo estipulado, se trabaja lo menos posible, se exige más de lo justo…

«Tu reinado es un reinado perpetuo, tu gobierno va de edad en edad » (Sal 144, 13) Si no fuera por tu inmensa capacidad de aguante, nos parecería que estas palabras sobre tu reinado son una burla. No te hacemos caso, nos importas poco, hemos perdido el temor de Dios. Pienso, por poner otro ejemplo, en el cuarto mandamiento. Los hijos se rebelan, desobedecen, olvidan a sus padres, los abandonan cuando más necesidad tienen de cariño, los arrinconan en asilos que llaman pomposamente residencias… Cómo es posible que no te hayas hartado con nosotros, que no hayas dado suelta a los jinetes de tu ira, a la muerte y el exterminio, a los odios y las guerras.

De ninguna manera pueda alguien hoy pensar que estamos pidiendo a Dios justicia y venganza -ya llegará- contra tanto desafuero. No, de lo que se trata es de comprender y venerar la tremenda paciencia del Señor, y de golpear en la conciencia de todos que comprendamos que estamos llegando demasiado lejos. Que cesemos, cada uno, de provocar la ira de Dios que, aunque lento a la cólera, puede encolerizarse y descargar sobre nosotros el poder de su brazo.

3.- «Yo, Juan, vi un cielo nuevo y una tierra nueva…» (Ap 21, 1) Sigue la proclamación del «Apocalipsis», sigue la revelación de los misterios divinos, la manifestación de las visiones sobrenaturales de san Juan, el águila de la Isla de Patmos. Por encima de la bruma del mar, sobre las tinieblas de un injusto destierro, la mirada del evangelista penetra en las inmensidades del más allá. Ahora nos habla de un cielo nuevo y de una tierra nueva, de la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo, enviada por Dios, arreglada como una novia que se adorna para su esposo…

El tema de los cielos nuevos y de la tierra nueva ya lo había tratado el profeta Isaías al anunciarnos esa nueva situación en la que todo lo pasado se olvidará, en donde el gozo y la alegría serán permanentes. Por su parte, san Pablo, y san Pedro repetirán el tema en algunos de sus escritos. El Apóstol de los gentiles habla de que la creación está ahora esclavizada, gimiendo con dolores de parto, en actitud de esperanza hacia esa liberación gloriosa de los hijos de Dios. Por su parte, el Príncipe de los Apóstoles confiesa su propia esperanza, de la que hace partícipes a todos los cristianos; también hace profesión de fe en esos cielos nuevos y en esa tierra nueva en la que tiene su morada la justicia.

«Ya no habrá muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor» (Apc 21, 4) También Isaías habla en este tono: Y será Jerusalén mi alegría, y mi pueblo mi gozo, y no se oirán en ella llantos ni clamores. Ellos serán su pueblo -dice Juan- y Dios estará con ellos. Enjugará las lágrimas de sus ojos… Una nueva etapa comenzará para el hombre, una nueva época que jamás pasará. Entonces todas las ansias y los anhelos del corazón humano serán plenamente saciados. Ya no habrá dolor, ni desilusión, ni amarguras, ni tristeza, ni odios, ni envidias, ni desprecios, ni fracasos, ni muerte.

Todo este mundo pasará, envejecerá hasta caducar del todo. Vendrá el día del Señor –dice san Pedro– como un ladrón, y en él pasarán con estrépito los cielos y los elementos se disolverán, y asimismo la tierra con las obras que hay en ella. Pues si todo ha de disolverse de este modo -continúa el autor sagrado-, ¿cuáles debéis ser vosotros en vuestra santa conducta y en vuestra piedad, esperando y acelerando el advenimiento del día de Dios cuando los cielos, abrasados, se disolverán, y los elementos, en llamas, se derretirán. Por eso sabiendo todo esto vivamos en actitud vigilante, luchemos con diligencia para ser hallados en paz, limpios e irreprochables ante Él.

4.- «Os doy un mandamiento nuevo…» (Jn 13, 34) Cuando Judas abandonó el Cenáculo, comenzaba la hora de la Pasión, se iniciaba la noche más triste de la historia. Y, sin embargo, en ese preciso momento empezaba también la glorificación de Jesucristo. Él mismo nos lo dice en el pasaje evangélico de hoy: Ahora es glorificado el Hijo del Hombre y Dios es glorificado en Él. Los sufrimientos que le hicieron sudar sangre y angustiarse hasta casi morir, eran el camino obligado para llegar al destino inefable de la gloria. Y no sólo para Jesús sino también para todos y para cada uno de nosotros. El Señor fue el guía, el primero que pasó por esa ruta, marcando a golpe de sus pisadas el sendero que nos ha de llevar a nuestro propio triunfo.

Tengamos en cuenta, además, que como en el caso de Cristo, el sufrimiento soportado por amor a Dios no sólo glorifica al justo que lo sufre, sino que también es motivo de gloria para el mismo Dios. En efecto, al ver cómo sufrió Jesús por amor al Padre, no podemos menos de pensar que el Padre es digno de una veneración y un amor sin límites. Dios se nos presenta así tan grande que la vida misma es poco para entregarla en su servicio. Por otra parte, vemos que el Padre corresponde al Hijo con un amor semejante y lo eleva a la más alta gloria que imaginarse pueda. De la misma forma, el hombre que por amor a Dios cumple con su deber de cada instante, se empeña en todo momento por agradar al Señor, ése recibirá también un día la gloria de los que triunfan, la corona de la vida que se promete a los que sean fieles hasta la muerte.

En ese momento que recordamos bajo la luz de la Pascua, les dice Jesús a los suyos. que ya le quedaba poco tiempo de estar con ellos. Sus palabras son, prácticamente, las últimas que les diría. Por eso tienen un relieve peculiar, una fuerza mayor. Hay como un cierto énfasis y solemnidad cuando les dice: Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros como yo os he amado. Son estas palabras el testamento espiritual de Jesucristo, la última recomendación que venía a resumir y a culminar todo cuanto les había dicho a lo largo de su vida pública.

Que nos amemos unos a otros. Y además, de la misma forma como Él nos amó, con la misma intensidad, con el mismo desinterés, con la misma constancia, con idéntica abnegación… A los discípulos, como a nosotros, debió parecerles excesivo los que Jesús les pedía. Pero el Señor no aminora su exigencia. Para que no les quede la menor duda, añade: La señal por la que conocerán que sois discípulos míos, será que os amáis unos a otros. Por eso si no queremos de verdad a los otros no somos discípulos de tal Maestro. Tendremos quizás otras cualidades, pero de nada nos servirán si nos falta el amor y la comprensión para los demás. No lo olvidemos nunca, el amor es la piedra de toque para un seguidor de Cristo.

Antonio García Moreno

Con amor

Si trabajas, trabaja con amor.
Si hablas, habla con amor.
Si callas, calla con amor.
Si corriges, corrige con amor.
Si ayudas, ayuda con amor.

Si cantas, canta con amor.
Si descansas, descansa con amor.
Si gritas, grita con amor.
Si perdonas, perdona con amor.
Si te entregas, entrégate con amor.

Si te arrodillas, arrodíllate con amor.
Si abrazas, abraza con amor.
Si compartes, comparte con amor.
Si escuchas, escucha con amor.
Si lees, lee con amor.

Si vives, vive con amor.
Si das, da con amor.
Si creas, crea con amor.
Si te abres, ábrete con amor.
Si acoges, acoge con amor.

Si oras, ora con amor….

Me lo dijiste Tú,
y aquí estoy así, Señor,
con amor.

Florentino Ulibarri

Notas para fijarnos en el Evangelio

• Jesús interpreta la salida de Judas (31) como había interpretado el lavatorio de los pies (13,12). Ha puesto libremente su vida en manos de los hombres por amor y para salvarlos. Así se manifiesta al máximo su GLORIA/amor, y el amor manifestado es el de Dios mismo, tan grande que, traducido por Jesús en términos humanos, llega al don de la propia vida por la humanidad.

  • Al traidor le ofrece su amistad… el amor es más fuerte que el odio… Excluye toda violencia; Dios no se impone ni coacciona, es puro amor que se ofrece… No existe más juicio que el que el hombre da de sí mismo con sus opciones.

• La GLORIA, es una interacción que existe entre el deseo salvador de Dios, la manifestación eficaz del Hijo y la adhesión del creyente. Cuando estos tres elementos funcionan es cuando brilla la gloria. Así, en v.31 ocupa el primer plano la manifestación de la gloria/amor de Dios a través del de Jesús; en el v.32 se trata de la comunicación a los hombres de ese amor/gloria de Dios, el Espíritu, a través de Jesús. La gloria/amor de Jesús se manifiesta en dar su vida y expresar el amor de Dios al hombre (en el don del Espíritu que se hace por medio de Jesús).

• “Hijos míos” (v.33), termino de afecto desde donde anuncia algo importante: su próxima partida, y así se convierte lo que sigue en Testamento (cfr. 8,21). En su itinerario nadie le puede acompañarlo; nadie puede aún comprender la magnitud de su amor ni asociarse a Él.

• Ellos se quedan y Él va a constituirlos en comunidad, dándoles un estatuto: el mandamiento nuevo (34) sustituye a la Ley antigua (1,17). Es nuevo por:

  • por la norma que propone es el amor del Hijo («igual que yo os he amado») y cesa por insuficiente la antigua norma: «amarás al prójimo como a ti mismo» (Lev 19, 18). Es lo que hoy se llama amor asimétrico. Los humanos parece que no podemos amar sin que, de alguna manera, se nos corresponda (recibir algo a cambio). Pues, como se dice en Romanos 5, Jesús ha amado sin esperanza de recobrar nada a cambio (en total asimetría); nosotros no podíamos aportar a su acto de amor más que nuestro desamor.
  • por el contenido: en la antigua Ley el hombre tenía que amar a Dios sobre todas las cosas (Dt 6, 4), pero con amor y fidelidad humanos (Dios estaba separado del hombre y podía ser objeto de amor); ahora Jesús comunica el Espíritu, la fuerza de amor de Dios mismo… Dios no exige que el hombre se entregue a Él, Él se entrega al hombre como fuerza de amor… por la que nosotros podemos entregarnos a los demás. no hay que amar «a Dios» o «a Jesús», sino amar a los hombres «con y como Dios», «con y cómo Jesús».

• Amar con y como Jesús, ese es el verdadero distintivo que desvela la realidad última de quien es creyente (35). Así, la especificidad de la fe no es un elemento religioso sino un elemento social… de ahí que nosotros tenemos que hacer realidad ese amor asimétrico (en contraposición a unas relaciones egoístas). La visibilidad de la fe no es distinguirnos por un saber particular o por comunicar una especulación novedosa de Dios sino por un comportamiento: el amor. La Resurrección de Jesús es el triunfo del amor en la asimetría de la vida.

Comentario al evangelio – Jueves IV de Pascua

Cuando leemos y meditamos la labor misionera de San Pablo que nos propone la Palabra de hoy en el libro de los Hechos, nos damos cuenta de que nada es imposible para Dios. Este bello relato nos recuerda que mientras haya vida hay posibilidad de cambiar la mirada, de nacer de nuevo de modo absoluto, de que la vida de un giro radical. San Pablo pasó de perseguidor de Cristo, a ser perseguido por su causa hasta dar la vida, y hoy lo anuncia sin temor en Antioquia.

Con frecuencia constatamos con tristeza que la gente a la que queremos no disfruta del don de la fe, no creen. Madres y padres que se lamentan de que sus hijos no tienen fe a pesar de todos los esfuerzos que hicieron; parejas que desearían que sus respectivos compartieran con ellos esta dimensión para acrecentar su amor; familias que no pueden celebrar juntos porque no todos comparten este tesoro… Las cosas pueden cambiar y las personas también, como le ocurrió a San Pablo; nunca es tarde para la esperanza.

Nadie ha dicho que la fe en Jesucristo sea fácil. La fe es una batalla en dos frentes principales: interior, contra nosotros mismos en nuestras inclinaciones más egoístas, destructivas u oscuras; exterior, contra las circunstancias, situaciones y personas que, en ocasiones, tratan de obstaculizar nuestro camino de seguimiento. Para mantener y avanzar en el camino de la fe hay que luchar. San Pablo libró esa batalla en su interior, pero una vez que vio y comprendió, fue fiel hasta el final.

El Evangelio de hoy nos muestra el breve discurso que Jesús hace nada más terminar de lavar los pies a sus discípulos, donde nos vuelve a hablar del servicio para poder recibirle a Él.  Hoy le pedimos al Señor en nuestra oración, que no nos falte el alimento de su carne y sangre, de la eucaristía, para nuestros combates interiores y rogamos por todos aquellos que amamos y no conocen al Señor, para que algún día puedan encontrarse con el Pan Vivo bajado del cielo.

Juan Lozano, cmf

Meditación – Jueves IV de Pascua

Hoy es jueves IV de Pascua.

La lectura de hoy es del evangelio de Juan (Jn 13, 16-20):

Cuando Jesús terminó de lavar los pies a sus discípulos les dijo: «En verdad, en verdad os digo: el criado no es más que su amo, ni el enviado es más que el que lo envía. Puesto que sabéis esto, dichosos vosotros si lo ponéis en práctica. No lo digo por todos vosotros; yo sé bien a quiénes he elegido, pero tiene que cumplirse la Escritura: “El que compartía mi pan me ha traicionado”. Os lo digo ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis que yo soy. En verdad, en verdad os digo: el que recibe a quien yo envíe me recibe a mí; y el que me recibe a mí recibe al que me ha enviado».

La Palabra de Dios, en a liturgia, nos vuelve el corazón al momento de la ultima cena, después del lavatorio de los pies. Jesús después de explicar lo que había realizado, les sigue hablando a los discípulos, afirmándoles, que el siervo no puede ser más que su señor y el enviado más que quién lo envía, esta afirmación se las dice para que puedan ponerlo en práctica y de este modo ser dichosos, y los prepara, poniéndolos en aviso respecto a la traición de judas y lo que van a vivir y experimentar. Ser discípulo de Jesús, seguir sus huellas, es don y tarea, es una gracia que nos viene de lo alto y también un camino, un estilo de vida que estamos llamados a vivir. Asi como Él se arrodillo ante los discípulos y se abaja hasta nosotros, nosotros estamos llamados a poder también abajarnos, arrodillarnos ante los hermanos, reconociéndonos hijos amados y por tanto también hermanos entre nosotros. El servicio, la fraternidad, la humildad, tendrían que ser las características más sobresalientes de todos aquellos que queremos seguir a Jesús, en primer lugar, porque, Él nos dejó su ejemplo, dando la vida, y además porque Él mismo no los deja como tarea. ¡Sin embargo, cuanto nos falta!!, seguimos como sociedad, todavía, buscando no tanto servir, sinomostrar que somos más que tal o cual, seguimos enfrentados, sin poder reconocernos hermanos. Incluso en nuestras comunidades cristianas, pasa a veces, que queremos ser o nos creemos más que los demás, y lo manifestamos no en el servicio, sino en el poder y/o seudo autoridad. “Ningún siervo, puede ser más que su señor, ni el enviado más que quien lo envía” dice también Jesús, “y ustedes son todos hermanos” Mt. 23, 8 Dios nos regale la gracia, por medio de Jesús y de María de poder siempre reconocernos necesitados y servidores enviados, seguimos a Jesús porque necesitamos de Él, siempre sirviendo en la humildad a los hermanos, porque dándonos nos hacemos dichosos, porque Él nos llena de Vida. Danos Señor un corazón grande para amar, danos un corazón humilde para servir siguiendo tu ejemplo. Que tengas lindo día, Dios te bendiga.

P. Cristian Salomón

Liturgia – Jueves IV de Pascua

JUEVES IV DE PASCUA, feria

Misa de feria (blanco)

Misal: Antífonas y oraciones propias. Prefacio de Pascua

Leccionario: Vol. II

  • Hch 13, 13-25. Dios sacó de la descendencia de David un salvador: Jesús.
  • Sal 88.Cantaré eternamente tus misericordias, Señor.
  • Jn 13, 16-20. El que recibe a quien yo envíe me recibe a mí.

Antífona de entrada          Cf. Sal 67, 8-9
Oh, Dios, cuando salías al frente de tu pueblo, guiándolos y acampando con ellos, la tierra tembló, el cielo destiló. Aleluya.

Monición de entrada y acto penitencial
En su predicación, Pablo presenta a Cristo como la personalidad hacia cuya venida iba orientado todo el Antiguo Testamento, y Juan el Bautista se presenta como el mensajero inmediato que anuncia el cumplimiento de las promesas al aparecer Jesús. Jesús había dicho a sus discípulos con mucho énfasis e insistencia que ni el poder terreno ni el rango social habría de ser la señal del discípulo, sino el servicio: el amor servicial. Ahora, en la Última Cena muestra eso claramente con su mismo ejemplo, cuando él, el Señor y Maestro, lava los pies de sus apóstoles. Éstos, los siervos, no son mayores que su Maestro; sus mensajeros no serán mayores que Jesús mismo, que les envía.

Yo confieso…

Oración colecta
OH, Dios, que has restaurado la naturaleza humana
por encima de su dignidad original,
dirige tu mirada hacia el sacramento de tu amor inefable
y conserva los dones de tu continua gracia y protección
en aquellos que te has dignado renovar
por el sacramento de la regeneración.
Por nuestro Señor Jesucristo.

Oración de los fieles
Oremos confiados a Dios Padre, que ha resucitado a Jesucristo rompiendo las ataduras de la muerte.

1.- Por la Iglesia, para que, mediante el testimonio de todos sus miembros, haga presente a Cristo entre los hombres de hoy. Roguemos al Señor.

2.- Por los que tienen cargos de responsabilidad al servicio de los demás, para que busquen siempre el bien, el progreso y la paz. Roguemos al Señor.

3.- Por todos los que sufren y los marginados, para que encuentren alivio y el apoyo generoso de sus hermanos. Roguemos al Señor.

4.- Por nosotros y por nuestra comunidad cristiana, para que, bajo el cayado de Cristo y de los pastores de la Iglesia, vivamos en la unidad de una sola fe y de un solo amor. Roguemos al Señor.

Señor, Dios nuestro, a quien podemos llamar Padre, aumenta en nuestros corazones el espíritu filial, para que merezcamos alcanzar la herencia prometida. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
SUBAN hasta ti, Señor, nuestras súplicas
con la ofrenda del sacrificio,
para que, purificados por tu bondad,
nos preparemos para el sacramento de tu inmenso amor.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio pascual

Antífona de comunión          Mt 28, 20
Sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin de los tiempos. Aleluya.

Oración después de la comunión
D
IOS todopoderoso y eterno,

que en la resurrección de Jesucristo
nos has renovado para la vida eterna,
multiplica en nosotros los frutos del Misterio pascual
e infunde en nuestros corazones
la fortaleza del alimento de salvación.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Oración sobre el pueblo
S
EÑOR,

protege con tu mano poderosa a este pueblo suplicante;
dígnate purificarlo y orientarlo para que,
consolado en el presente,
tienda sin cesar hacia los bienes futuros.
Por Jesucristo nuestro Señor.