La señal del amor

Es habitual que cada grupo trate de identificarse a través de algunos signos concretos: una bandera, un escudo, un hábito, un eslogan, un color, una actividad… En la sociedad de Jesús, los fariseos se distinguían por las filacterias de sus mantos, los esenios por vivir retirados en el desierto, los discípulos de Juan por la práctica del bautismo…

El Jesús del cuarto evangelio propone una “señal” universalmente válida, porque constituye la expresión más acertada de aquello que somos en nuestra identidad profunda. La certeza de no-separación (o no-dualidad) se plasma en la vivencia del amor. De ahí que la señal más característica de la comprensión o sabiduría sea justamente el amor desapropiado, gratuito e incondicional, que se traduce en compasión.

Se trata de una señal con validez universal, porque no nace de una creencia ni de una ideología, sino de la comprensión de lo que somos, o más aún, de la comprensión de lo que es la realidad.

No es, por tanto, una señal “religiosa” ni exclusiva de un grupo determinado, que con ella se diferenciaría de otros. Conecta con la sabiduría atemporal y señala un horizonte inclusivo, donde nadie queda fuera. Es una propuesta que propugna el final de todo sectarismo y enfrentamiento, que invita a desarrollar una mirada que sabe ver al otro en profundidad y que aboga por la fraternidad universal.

Con esta propuesta resulta fácil descubrir a Jesús de Nazaret como un hombre sabio, que sabe trascender cualquier tipo de particularismo social, cultural o religioso. No funda una “nueva religión” ni pretende poner en marcha una institución religiosa más -todo ello serán “creaciones” posteriores-, sino mostrar el camino de la sabiduría que ilumina la existencia humana y se plasma en la vivencia del amor. A partir de ahí, no resulta exagerado afirmar que Jesús no fue un hombre “religioso”, sino radical, universal y profundamente “humano”.

¿Cuál es la “señal” de mi vida?

Enrique Martínez Lozano

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II Vísperas – Domingo V de Pascua

II VÍSPERAS

DOMINGO V DE PASCUA

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

¿Qué ves en la noche,
dinos, centinela?

Dios como un almendro
con la flor despierta;
Dios que nunca duerme
busca quien no duerma,
y entre las diez vírgenes
sólo hay cinco en vela.

Gallos vigilantes
que la noche alertan.
Quien negó tres veces
otras tres confiesa,
y pregona el llanto
lo que el miedo niega.

Muerto le bajaban
a la tumba nueva.
Nunca tan adentro
tuvo al sol la tierra.
Daba el monte gritos,
piedra contra piedra.

Vi los cielos nuevos
y la tierra nueva.
Cristo entre los vivos
y la muerte muerta.
Dios en las criaturas,
¡y eran todas buenas! Amén.

SALMO 109: EL MESÍAS, REY Y SACERDOTE

Ant. Resucitó el Señor y está sentado a la derecha de Dios. Aleluya.

Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies.»
Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.

«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora.»

El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec.»

El Señor a tu derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.
En su camino beberá del torrente,
por eso levantará la cabeza.

Señor, mis ojos están vueltos a ti,
en ti me refugio, no me dejes indefenso;
guárdame del lazo que me han tendido,
de la trampa de los malhechores.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Resucitó el Señor y está sentado a la derecha de Dios. Aleluya.

SALMO 113A: ISRAEL LIBRADO DE EGIPTO: LAS MARAVILLAS DEL ÉXODO

Ant. Nos ha sacado del dominio de las tinieblas, y nos ha trasladado al reino de su Hijo. Aleluya.

Cuando Israel salió de Egipto,
los hijos de Jacob de un pueblo balbuciente,
Judá fue su santuario,
Israel fue su dominio.

El mar, al verlos, huyó,
el Jordán se echó atrás;
los montes saltaron como carneros;
las colinas, como corderos.

¿Qué te pasa, mar, que huyes,
y a ti, Jordán, que te echas atrás?
¿Y a vosotros, montes, que saltáis como carneros;
colinas, que saltáis como corderos?

En presencia del Señor se estremece la tierra,
en presencia del Dios de Jacob;
que transforma las peñas en estanques,
el pedernal en manantiales de agua.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Nos ha sacado del dominio de las tinieblas, y nos ha trasladado al reino de su Hijo. Aleluya.

CÁNTICO del APOCALIPSIS: LAS BODAS DEL CORDERO

Ant. Aleluya. Reina nuestro Dios, gocemos y démosle gracias. Aleluya.

Aleluya.
La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios,
porque sus juicios son verdaderos y justos.
Aleluya.

Aleluya.
Alabad al Señor, sus siervos todos,
los que le teméis, pequeños y grandes.
Aleluya.

Aleluya.
Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo,
alegrémonos y gocemos y démosle gracias
Aleluya.

Aleluya.
Llegó la boda del Cordero,
Su esposa se ha embellecido.
Aleluya.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Aleluya. Reina nuestro Dios, gocemos y démosle gracias. Aleluya.

LECTURA: Hb 10, 12-14

Cristo ofreció por los pecados, para siempre jamás, un solo sacrificio; está sentado a la derecha de Dios y espera el tiempo que falta hasta que sus enemigos sean puestos como estrado de sus pies. Con una sola ofrenda ha perfeccionado para siempre a los que van siendo consagrados.

RESPONSORIO BREVE

R/ Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya, aleluya.
V/ Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya, aleluya.

R/ Y se ha aparecido a Simón.
V/ Aleluya, aleluya.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ Verdaderamente ha resucitado el Señor. Aleluya, aleluya.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. «Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros como yo os he amado», dice el Señor. Aleluya.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. «Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros como yo os he amado», dice el Señor. Aleluya.

PRECES

Oremos a Cristo, el Señor, que murió y resucitó por los hombres, y ahora intercede por nosotros, y digámosle:

Cristo, Rey victorioso, escucha nuestra oración.

Cristo, luz y salvación de todos los pueblos,
— derrama el fuego del Espíritu Santo sobre los que has querido fueran testigos de tu resurrección en el mundo.

Que el pueblo de Israel te reconozca como el Mesías de su esperanza
— y la tierra toda se llene del conocimiento de tu gloria.

Consérvanos, Señor, en la comunión de tu Iglesia
— y haz que esta Iglesia progrese cada día hacia la plenitud que tú le preparas.

Tú que has vencido la muerte, nuestro enemigo, destruye en nosotros el poder del mal, tu enemigo,
— para que vivamos siempre para ti, vencedor inmortal.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Cristo Salvador, tú que te sometiste incluso a la muerte y has sido levantado a la derecha del Padre,
— recibe en tu reino glorioso a nuestros hermanos difuntos.

Llenos de fe, invoquemos juntos al Padre común, repitiendo la oración que Jesús nos enseñó:
Padre nuestro…

ORACION

Señor, tú que te has dignado redimirnos y has querido hacernos hijos tuyos, míranos siempre con amor de padre y haz que cuantos creemos en Cristo, tu Hijo, alcancemos la libertad verdadera y la herencia eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

El amor recíproco en la comunidad no es la meta

El texto de hoy está sacado de un discurso de Jesús en el evangelio de Juan; el último y más largo después de la última cena y el lavatorio de los pies. Es un discurso que abarca cinco capítulos y es una verdadera catequesis que trata de resumir las más originales enseñanzas de Jesús. Como podéis comprender, no se trata de un discurso de Jesús, sino de una cristología elaborada por aquella comunidad a través de muchos años de experiencia cristiana. En el momento de la cena, los discípulos no hubieran entendido ni palabra.

El mandamiento del amor sigue siendo tan nuevo que está aun sin estrenar. No se trata solo de algo muy importante; se trata de lo esencial. Sin amor, no hay cristiano. Nietzsche llegó a decir: «solo hubo un cristiano, y ese murió en la cruz»; precisamente porque nadie ha sido capaz de amar como él amó. Como decíamos el domingo pasado, solo el que hace suya la Vida de Dios será capaz de desplegarla en sus relaciones con los demás. La manifestación de esa Vida es el amor efectivo a todos, sin excepción alguna.

Seguimos presentando el amor como un precepto. Así enfocado, no puede funcionar. Amar tiene que ser un acto libre de la voluntad, a quien solo mueve el bien; no una obligación que viene impuesta. Esto es muy importante, porque si no descubro la razón de bien en el objeto amado, la voluntad no puede ser motivada. Si me limito a cumplir un mandamiento, no tengo necesidad de descubrir la razón de bien en lo mandado, sino solo obedecer al que lo mandó. Aquí está el error. El que una cosa esté mandada me tiene que llevar a descubrir por qué está mandada; me tiene que llevar a ver en ella, la razón de bien. Si no doy este paso, será para mí una programación sin consecuencias en mi vida.

En la perícopa del evangelio que acabamos de leer, hay gato encerrado. “Que os améis unos a otros” se ha entendido a veces como un amor a los nuestros. Eso se quedaría en egoísmo amplificado. Algunas formulaciones del NT pueden dar pie a esta interpretación. En Juan 17, 21 se dice: te pido que todos sean uno, lo mismo que tú estás en mí y yo en ti. En otros textos del evangelio de Jn se apunta en la misma dirección. Debemos tener mucho cuidado a la hora de interpretar los textos, porque podría parecer que nos invita a amar solo a los que son de los nuestros, cosa que iría en contra del mensaje de Jesús.

En griego el texto dice: “agapate allelous” y en latín: “diligatis invicem”. En los dos casos se expresa con toda claridad que se trata de un amor entre los miembros de la comunidad. Esta interpretación está directamente en contra de lo que dice el evangelio en Mateo 5,44 y en Lucas 6,27 amad a vuestros enemigos como vuestro Padre del cielo, que hace salir el sol sobre buenos y malos; y manda la lluvia sobre justos e injustos. En este texto está claro que nos manda amar como dios nos ama. Y los remata diciendo: si amáis a los que os manan, ¿qué mérito tendréis, no hacen eso también los gentiles?

No, desde cada comunidad cristiana, el amor tiene que llegar a todos. No se trata de amar a los que son amables (dignos de ser amados), sino de estar al servicio de todos como si fueran yo mismo. Si dejo de amar a una sola persona, mi amor evangélico es cero. No se trata de un amor humano más. Se trata de entrar en la dinámica del amor-ágape. Esto es imposible, si primero no experimentamos ese AMOR. ¡Ojo! Esta verdad es demoledora. No se trata de una programación sino de una vivencia que se manifiesta en la entrega.

El “igual que yo” nos puede ayudar a entender bien el texto, porque no se trata solo de una comparación con Jesús sino de descubrir el amor de Jesús como originante de nuestro propio amor. Debéis amaros porque yo os he amado, y tanto como yo os he amado. El Amor-Dios no se puede ver, pero se manifiesta en las obras. Es la seña de identidad del cristiano. Es el mandamiento nuevo, opuesto al antiguo, la Ley. Queda establecida la diferencia entre las dos Alianzas. La antigua, basada en una relación jurídica. En la nueva, lo único que importa es la actitud de servicio a los demás. No se trata de una ley, sino de una respuesta personal a lo que Dios es en nosotros. “Un amor que responde a su amor”.

Jesús no propone como primer mandamiento el amar a Dios, ni el amor a él mismo. Dios es don total y no pide nada a cambio. Ni él necesita nada de nosotros, ni nosotros le podemos dar nada. Dios es puro don. Se trata de descubrir en nosotros ese don incondicional de Dios que, a través nuestro, debe llegar a todos. El amor a Dios sin entrega a los demás es pura farsa. El amor a los demás por Dios y no por ellos mismos, es una trampa que manifiesta egoísmo. El amar para que Dios me lo pague, no es más que una programación calculada. La exigencia de Jesús no es con relación a Dios, sino al hombre.

Jesús se presenta como “el Hijo de Hombre” (modelo de ser humano). Es la cumbre de las posibilidades de plenitud humanas. Amar es la única manera de ser plenamente hombre. Él ha desarrollado hasta el límite la capacidad de amar, hasta amar como Dios ama. Jesús nos propone un principio teórico y después dice: tenéis que cumplirlo todos. Jesús comienza por vivir el amor y después dice: ¡imitadme! El que le dé su adhesión quedará capacitado para ser hijo, para actuar como el Padre, para amar como Dios ama.

En esto conocerán que sois discípulos míos. El amor que pide Jesús tiene que manifestarse en todos y cada uno de los aspectos de la existencia. La nueva comunidad no se caracterizará por doctrinas, ritos, o normas. El distintivo será el amor manifestado. La base y fundamento de la nueva comunidad será la vivencia, no la programación. Jesús no funda un club cuyos miembros tienen que ajustarse a unos estatutos, sino una comunidad que experimenta a Dios como Padre y cada miembro lo imita, haciéndose hijo y hermano de todos los seres humanos sin excepción. Hacer un gueto es lo contrario del amor.

La pregunta que debo hacerme hoy es: ¿Amo de verdad a los demás? ¿Es el amor mi distintivo como cristianos? No se trata de un amor teórico, sino del servicio concreto a todo aquel que me necesita. La última frase de la lectura de hoy se acerca más a la realidad si la formulamos al revés: La señal, por la que reconocerán que no sois discípulos míos, será que no os amáis los unos a los otros. Hemos insistido demasiado en lo accidental: en el cumplimiento de normas, en la creencia en verdades y en la celebración de unos ritos. Todo esto debía ser la consecuencia de un verdadero amor.

Después de todo lo comentado en esta pascua, podemos hacer un resumen. La Vida, que se manifestó en Jesús, es el mismo Dios-Vida que se le había entregado absolutamente. Ese Dios-Vida, que también se da a cada uno de nosotros, nos lleva a la unidad con Él, con Jesús y con todos los hombres. Esa identificación absoluta, que se puede vivir pero que no se puede ver, se manifiesta en la entrega y la preocupación por los demás, es decir, en el amor. El amor evangélico no es más que la manifestación de la unidad vivida. Lo que vivió Jesús nos debe interesar solo como ejemplo de lo que debo vivir yo.

Fray Marcos

Jesús y Dios. Jesús, nosotros y los otros

El domingo pasado leímos que las ovejas seguían al pastor. Hoy el pastor abandona temporalmente a su rebaño, dejándole un encargo de última hora. Las dos primeras lecturas hablan de las persecuciones presentes y de la gloria futura.

Lectura del evangelio (Juan 13, 31-33a. 34-35)

El evangelio de hoy, tomado del discurso de Jesús durante la última cena, aborda brevemente dos temas: a) Jesús y Dios; b) Jesús, nosotros y los otros. En realidad, el texto del cuarto evangelio incluye entre estos dos temas un tercero: Jesús y los discípulos. Los responsables de la selección no desaprovecharon la ocasión de suprimirlo, a pesar de su importancia.

Jesús y Dios. (Puede extrañar que no escriba “Jesús y el Padre”, pero en esta primera parte Jesús usa tres veces la palabra “Dios” y ninguna “Padre”). Estamos en la noche del Jueves Santo. Judas acaba de salir del cenáculo para traicionar a Jesús y este pronuncia unas palabras desconcertantes. “Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él.”

¿Qué quiere decir Jesús? La primera dificultad está en que usa cinco veces el verbo “glorificar”, que nosotros no usamos nunca, aunque sepamos lo que significa. Nadie le dice a otro: “yo te glorifico”, o “Pedro glorificó a su mujer”. Sólo en la misa recitamos el Gloria, y ahí el verbo va unido a otros más usados: “te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos”. Pero, en el fondo, después de leer la frase diez o doce veces, queda más o menos claro lo que Jesús quiere decir: ha ocurrido algo que ha redundado en su gloria y, consiguientemente, en gloria de Dios; y Dios, en recompensa, glorificará también a Jesús.

¿Qué es eso que ha ocurrido ahora y que redunda en gloria de Jesús? Que Judas ha salido del cenáculo para ir a traicionarlo. Parece absurdo decir esto. Pero recuerda lo que dice la primera lectura: “hay que pasar mucho para entrar en el reino de Dios”. A través de la pasión y la muerte es como Jesús dará gloria a Dios, y Dios a su vez lo glorificará.

Jesús, nosotros y los otros. Esta parte es muy conocida, fácil de entender y muy difícil de practicar. El amor al prójimo como a uno mismo es algo que está ya mandado en el libro del Levítico. La novedad consiste en amar “como yo os he amado”. La idea de que Jesús amaba sólo a uno de los discípulos (“el discípulo amado”) no es exacta. Amaba a todos, y si a ellos les hubieran preguntado en aquel momento cómo los había amado Jesús dirían que eligiéndolos y soportándolos. Es mucho, pero hay una forma más grande de demostrar el amor: dando la vida por la persona a la que se quiere, como el buen pastor que da la vida por sus ovejas.

Cabe el peligro de concluir: “Si Jesús nos ha amado tanto, también nosotros debemos amarlo a él”. Sin embargo, el mandamiento nuevo no habla de amar a Jesús, sino de amarnos unos a otros. Esto supone un cambio importante con respecto al libro del Deuteronomio, donde el mandamiento principal es “amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser”. Jesús, de forma casi polémica, omite la referencia a Dios y habla del amor al prójimo. Y lo mismo que a los israelitas se los reconocía por creer en un solo Dios dentro de un ambiente politeísta, a los cristianos se nos debe reconocer por amarnos unos a otros.

Sin embargo, cuando se conoce la historia de la Iglesia, queda claro que los cristianos nos distinguimos, más que por el amor mutuo, por la capacidad de pelearnos, no solo entre diversas confesiones, sino dentro de la misma. Curiosamente, la situación ha mejorado mucho entre las distintas confesiones, mientras los conflictos abundan dentro de la misma iglesia. Lo cual es comprensible. Es más fácil pelearse con el hermano que vive contigo que con el que ha formado su propia familia y está más lejos.

Lectura de los Hechos de los apóstoles 14, 21b-27

Contiene el final del primer viaje apostólico de Pablo y Bernabé, indicando la conducta que siguieron los apóstoles. En todas las comunidades hacen lo mismo durante la vuelta:

1) Confortar y exhortar a perseverar en la fe. “Confortar” es un verbo exclusivo del libro de los Hechos (14,22; 15,41; 18,23) y siempre tiene por objeto a los discípulos o a las comunidades (no a individuos). ¿Cómo se conforta y exhorta? Advirtiéndoles de la realidad: “hay que pasar mucho para entrar en el Reino de Dios”. Igual que Pablo y Bernabé han tenido que sufrir para anunciar el evangelio; igual que Esteban fue apedreado hasta la muerte (11,19). Las persecuciones y tribulaciones forman parte esencial de la vida cristiana.

2) Designar responsables. La palabra presbiteros etimológicamente designa al “anciano”; en la práctica se aplica a los responsables de la comunidad y terminará adquiriendo un matiz muy concreto: sacerdote. Pero no es eso lo que designan los apóstoles, sino simples encargados de dirigir la comunidad, las asambleas litúrgicas, etc.

3) Celebrar liturgias de oración y ayuno, en las que encomiendan a la comunidad al Señor.

Finalmente, cuando llegan a Antioquía de Siria, pueden dar la gran noticia: Dios ha abierto a los paganos la puerta de la fe. Ha comenzado una etapa nueva en la historia de la iglesia y de la humanidad.

Lectura del Apocalipsis 21, 1-5a

Si la primera lectura se fija sobre todo en las tribulaciones por las que hay que pasar para entrar en el reino de Dios, la del Apocalipsis habla de ese reino de Dios, del mundo futuro maravilloso. No es literatura de ficción, aunque lo parezca. Los cristianos del siglo I estaban sufriendo numerosas persecuciones, y la certeza de un mundo distinto era el mayor consuelo que podían recibir.

 Aunque el lenguaje es muy distinto, la idea de fondo es la misma en Apocalipsis y Hechos: ahora la comunidad padece grandes tribulaciones (Hch), hay lágrimas, muerte, luto, llanto, dolor (Ap); pero todo esto llevará al reino de Dios (Hch) y a un mundo maravilloso (Ap).

José Luis Sicre

Comentario – Domingo V de Pascua

(Jn 13, 31-35)

Aquí comienzan los discursos de despedida de Jesús. Llama la atención que Jesús diga que ya ha sido glorificado, porque tendríamos que decir que la glorificación de Jesús se produjo en su muerte y en su resurrección.

Pero esto se explica porque la decisión firme de Judas de traicionarlo es como el comienzo de la pasión de Jesús, como si comenzara a cargar la cruz con su dolor interior. En la angustia de la traición de Judas, Jesús comienza a dar la vida para salvarnos.

De hecho, en el versículo 32 se aclara que esta primera glorificación que se realiza por la traición de Judas es sólo una parte. Falta que se realice la glorificación plena, cuando el Padre lleve a Jesús con él después de su muerte, cuando finalmente pase «de este mundo al Padre» (13, 1).

En el v. 33 Jesús anuncia su partida para ir allí donde nadie más puede ir: al Padre (14, 12). Sin embargo, dice a Pedro que podrá seguirlo más tarde (13, 36), porque Pedro también entregará su vida.

Y en 13, 34-35 deja su mandamiento, el que nos identifica como discípulos suyos, la verdadera «señal de los cristianos». Sin embargo, como ese mandamiento ya aparecía en el Antiguo Testamento (Lev 19, 18), nos preguntamos por qué dice Jesús que es «nuevo». Y es nuevo por dos motivos: porque sólo gracias a Cristo, a su entrega total, podemos saber todo lo que significa amar al hermano, amarlo hasta las últimas consecuencias; y también es nuevo porque gracias a la vida interior que él nos comunica podemos tener la fuerza para cumplirlo sinceramente y de verdad.

Oración:

«Señor, yo sé que sólo puedo amar a los demás como tú lo hiciste si tu amor sobrenatural se hace presente en mi vida, si me transformas y me movilizas con la fuerza de tu amor. Por eso te ruego, enséñame a cumplir tu mandamiento de amor».

VÍCTOR M. FERNÁNDEZ
El Evangelio de cada día

Hijitos

“Hijitos”… ¡Cómo me gustaría poder escribir esta escueta palabra con el sonido con el que fue dicha!

“Hijitos”… ¡Me lanza hacia atrás, al Jueves con mayúsculas, al momento donde el tiempo estaba en contra y las palabras habrían de sonar a suave melodía para nunca olvidar!

“Hijitos”… Me gusta esta traducción del texto, un toque tierno que sabe a minoría de edad, a curvatura protectora, a caricia de lo pequeño.

“Hijos míos”… es más vertical, tiene un no sé qué de preparación a la audiencia, de edad adulta.

“Hijitos, me queda poco de estar con vosotros”. Cabezas gachas. Respiración contenida.

“Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también unos a otros”. Silencio. Atención. Confusión.

Sigue cálido e imperturbable: “Todos conocerán que sois discípulos míos en una cosa: en que os tenéis amor los unos a los otros”. De golpe los recuerdos acecharon en todas las cabezas. Envidias, recelos, primeros puestos…

Un solo mandamiento, nuevo, flamante… que translucirá al exterior. Porque el amor de verdad, el amor del bueno, no necesita espectáculo.

Algo no está funcionando… y han pasado unos añitos desde aquel “hijitos” primero pronunciado para ser universal y eterno.

Antes de acabar, es justo no olvidar un detalle: que en el entrañable “hijitos” estaban las“hijitas”. Cuidando. Escuchando atentamente para no olvidar nunca el suave susurro del silencio interior desde donde salió la pequeña palabra y el gran mandamiento.

Permanezcamos atentos, es también para nosotros.

Mari Paz López Santos

Lectio Divina – Domingo V de Pascua

Amaos unos a otros como yo os he amado

INTRODUCCIÓN

A Jesús le va lo nuevo. El evangelio de Juan está lleno de “impactos de novedad”.  Con Jesús llega un “Vino Nuevo”, un “Templo Nuevo”, un “Nacimiento Nuevo”, “un Agua Nueva”, un “Nuevo Pan”, una “Nueva Luz”, un “Nuevo Pastor”, un “Nuevo Mandamiento”. Con Jesús cesa lo viejo, lo cansado, lo aburrido, lo repetido. Con Jesús, el agua se convierte en vino, las redes revientan de peces, los ciegos ven, los sordos oyen, los cojos comienzan a caminar, y hasta los muertos resucitan. ¿Qué son los milagros de Jesús sino la reivindicación del hombre al derecho a ser feliz?  Con Jesús comienza el gozo, la fiesta, el gusto por la vida. Con Jesús llega el estreno, el asombro, la sorpresa. JESUS ES LA ALEGRIA DE LA VIDA.

LECTURAS DEL DÍA

1ª lectura: Hech, 14,21b-27               2ª lectura: Apo. 21,1,-5ª

 EVANGELIO

Jn. 13,31-35

Cuando salió, dijo Jesús: «Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará. Hijitos, me queda poco de estar con vosotros. Me buscaréis, pero lo que dije a los judíos os lo digo ahora a vosotros: «Donde yo voy no podéis venir vosotros». Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también unos a otros. En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os amáis unos a otros». 36Simón Pedro le dijo: «Señor, ¿adónde vas?». Jesús le respondió: «Adonde yo voy no me puedes seguir ahora, me seguirás más tarde». Pedro replicó: «Señor, ¿por qué no puedo seguirte ahora? Daré mi vida por ti». Jesús le contestó: «¿Conque darás tu vida por mí? En verdad, en verdad te digo: no cantará el gallo antes de que me hayas negado tres veces.

REFLEXIÓN

El centro del mensaje de este día se podría condensar en esta frase: DIOS ES NOVEDAD.

1.– JESÚS NOS DA UN MANDAMIENTO NUEVO (Evangelio). Es interesante conocer el contexto inmediato. Las palabras que anteceden son éstas: “Hijitos míos, qué poco me queda de estar con vosotros”.  Sabemos que, en arameo, la lengua que hablaba Jesús, no había diminutivos. ¿Cómo se puso esta palabra en diminutivo al traducirla al griego? Dicen los comentaristas: Juan, el testigo de los hechos, no sólo quiso traducir la palabra sino el tono, la emoción, la ternura que puso al pronunciarla. Jesús, en estos momentos tan emocionantes se sintió de una manera especial, “Revelador del Padre”.  Y, en los últimos instantes de su vida, quiso entregarnos todo el cariño del Padre que tenía acumulado a lo largo de su existencia. En este mandamiento nuevo se concentran y se funden el mandamiento del amor al Padre y el mandamiento del amor a los hermanos. La muerte de Cristo es “para demostrar al mundo que yo amo al Padre” (Jn. 14,31). Y para demostrar al mundo lo que yo amo a los hombres: «Nadie ama más al amigo que aquel que da la vida por él” (Jn. 15,13).  La novedad consiste en que debemos amarnos con este mismo amor que Cristo nos ama. Aquí está la gran revolución del mundo. La energía, la fuerza de este amor es irresistible ante cualquier obstáculo.

2.– JESUS NOS ABRE UN CAMINO NUEVO PARA LA FE (1ª lectura). Después de la Resurrección, los apóstoles, en especial Pablo, caen en la cuenta de que esta “maravillosa noticia” no se podía quedar sólo para el pueblo judío. Y abrieron la puerta de la fe a todos los paganos. Jesús había dicho: «Cuando yo sea levantado en alto, atraeré a todos hacia mí” (Jn. 12,32).  Cristo, muriendo en la Cruz, ha escrito en la cima de ese monte la carta más bella sobre el amor. No se trata de un amor sentimental, pasajero, superficial. Se trata del amor de donación, del amor gratuito, del amor de excelencia. Los primeros cristianos fueron creadores, fueron capaces de traspasar la fe a un mundo pagano. La razón es que creyeron “en la fuerza del amor”.  El amor auténtico siempre es atractivo, seductor. Y los primeros cristianos, entusiasmados por ese amor, supieron seducir y atraer a los paganos al mundo fascinante del amor de Jesús. ¡Mirad cómo se aman! La gente se quedaba embelesada por esa nueva manera de amarse. Los cristianos del siglo XXI, ante el paganismo reinante, ¿qué hacemos? ¿En qué nos entretenemos? ¿Por qué no vamos a la raíz de nuestros males y estrenamos el maravilloso camino que Jesús nos dejó? ¡AMAOS COMO YO OS HE AMADO!

3.– JESÚS NOS ANUNCIA UN NUEVO CIELO, UNA NUEVA CIUDAD, BELLA COMO UNA NOVIA QUE SE ADORNA PARA SU NOVIO (Segunda lectura). Lo peor que nos está pasando a esta generación es que, con el apagón de la fe, se nos está eclipsando la esperanza en un mundo futuro.  Hay muchos cristianos, incluso que van a Misa, y tienen muchas dudas en su futura resurrección. San Juan, cuando describe la Nueva Jerusalén con esas imágenes tan vivas, tan evocadoras, tan sugerentes, está copiando lo que sucede en la liturgia de la tierra, con esas celebraciones tan vivas, tan alegres, tan radiantes, tan entusiastas. En cada celebración recordaban la Resurrección del Señor y avivaban su esperanza con un grito MARANATHA=VEN, SEÑOR JESUS.  Para San Juan de la Cruz, lo que separa el cielo de la tierra no es un muro sino “una tela transparente”. No se ve todavía el cielo, pero se trasparenta. Y la muerte sólo consiste en “romper la tela de ese dulce encuentro”. Hemos vaciado de contenido nuestra fe y nuestra esperanza. Hay que volver a un encuentro vivo con Jesús y con la mejor tradición. Así acaba San Agustín su famoso libro de la Ciudad de Dios: “Allí veremos, alabaremos, amaremos, gozaremos, en un fin que no tendrá fin.  

PREGUNTAS

1.- ¿Vivo mi fe cristiana con gozo, con ilusión, con esperanza? ¿O estoy contagiado de pesimismo, amargura, cansancio, con ganas de tirar la toalla? ¿Cómo volver al amor primero?

2.- ¿Me siento motivado a llevar la Buena Noticia de Jesús a los paganos del mundo de hoy? ¿Con qué armas? ¿Estoy convencido que sólo el amor nos puede salvar?

3.- ¿Le creo a Jesús capaz de hacerme feliz en esta vida? ¿Y le creo a Jesús Resucitado capaz de darme una felicidad para siempre?

Este evangelio, en verso, suena así:

Jesús, en su despedida,
nos dio un mandamiento nuevo:
“Amaos unos a otros,
como Yo os amé primero”.
Jesús nos amó hasta dar,
en la cruz, su Sangre y Cuerpo.
La medida del amor
es amar como el Maestro.
En el campo del amor,
Jesús es nuestro “modelo”.
El amor es nuestra gloria,
nuestra señal, nuestro sello.
Jesús nos pide un amor
de amigos y no de siervos:
Amar hasta dar la vida,
sin poner plazos de tiempo.
La señal de los cristianos
es siempre el amor fraterno.
El amor es un lenguaje,
que entiende muy bien el pueblo.
El amor no tiene precio,
no se compra con dinero.
Como Dios, lo damos “gratis”,
sin esperar ningún premio.
Tú, Señor, que eres Amor
y quieres que nos amemos,
danos amor y tendremos,
en la tierra, nuestro cielo.

(Compuso estos versos José Javier Pérez Benedí)

ORACIÓN DEL PAPA FRANCISCO POR UCRANIA

Tú que nos enseñaste que a la diabólica insensatez de la violencia se responde con las armas de Dios, con la oración y el ayuno, ten piedad de nosotros, aleja la guerra y demás violencias malignas y permítenos llegar a soluciones aceptables y duraderas a esta crisis, basadas no en las armas, sino en un diálogo profundo.

Hambre de doctrina

Cuando faltan diez días para la Ascensión del Señor, la Iglesia nos hace leer este pasaje de San Juan. Palabras de Jesús en la última Cena, que tienen su sentido más pleno ahora, cuando se hace ya inminente la entrada gloriosa de Cristo en los cielos para sentarse a la derecha del Padre. “Me voy a aquel que me envió…” Después, el Espíritu Santo, enviado por Jesús, llenará la Iglesia y será como su alma.

“Ninguno de vosotros me pregunta: quo vadis? ¿a dónde vas?” Es esta breve exclamación del Señor la que orienta hoy nuestra reflexión en torno a la Palabra. El reproche amable de Jesús, su extrañeza, tienen una gran actualidad: parece que fuera a los cristianos de nuestro tiempo a quienes el Señor inmediatamente se dirige. Porque el cristianismo –que es en esencia seguimiento de Cristo–, son muchos los que hoy lo viven como una rutina, sin norte, porque no saben a dónde va el Señor y, por tanto, a dónde hemos de seguirle nosotros. Las cuatro ideas vagas de que se alimentan tantos que se dicen cristianos no dan, porque no pueden dar, profundidad ni sentido a esa vida que Dios nos ha dado, única e irrepetible. De ahí que en la última curva asome a muchos labios un pensamiento parecido a este del libro de la Sabiduría (5, 6-7): “Hemos errado el camino. Nos cansamos de andar por desiertos y el camino del Señor no lo atinamos…”.

Una rutina no puede llenar nunca. La pura pasividad no es cristiana. Para que el Señor se nos manifieste hay que preguntarle. Ese “quo vadis” que Cristo quiere oír de nosotros nos habla de la necesidad que tenemos de conocerle para hacer coincidir nuestros andares con su camino. Él ya lo había dicho de manera radical: Hay que conocer a Cristo, su vida y su doctrina. Hay que conocer nuestra condición de miembros del “Cuerpo de Cristo” que es la Iglesia. “Y, sin embargo, ninguno de vosotros me pregunta: ¿A dónde vas?…”.

Nos va en ello la vida. Y no es metáfora, sino palabra de Yahvé al profeta Oseas (4, 6): “Se muere mi pueblo por falta de conocimiento”. Se anquilosa la vida cristiana por no conocer el amor y los caminos del Señor, y así la vida puede llegar a ser un desierto: “no hay ya en nuestra tierra —dice de nuevo el Profeta (Oseas 4, 1)— fidelidad ni amor, ni conocimiento de Dios”

“Quo vadis?” Es urgente, pues, que los católicos sintamos hambre de doctrina, de luz, de conocimiento de nuestra fe. No podemos estar pasivos. La doctrina del Señor es del Cielo pero no viene “caída del cielo”. El don de Dios llama al ejercicio de nuestra libertad. Cada uno ha de poner todos los medios a su alcance para acogerlo: escuchar y meditar la palabra de Dios, participar en cursos de formación religiosa, leer libros de calidad espiritual y teológica, etc. Y, luego, hacer que el “conocimiento de Dios” se extienda a nuestro alrededor con el empuje de la piedra caída en el lago.

Nadie ama lo que no conoce. “Si conocieras el don de Dios…”, decía Jesús a aquella mujer samaritana (Juan 4, 10). En la medida en que los cristianos tengan formación, doctrina clara, “conocimiento”, se hará una realidad la petición que la Iglesia eleva hoy al Señor en l colecta de la Misa: “Concede a tu pueblo amar lo que mandas y desear lo que prometes”. Es ésta, incluso, una verdad elemental en la psicología humana. Sin conocimiento no hay amor.

Pedro Rodríguez

Amar, amor y amar, proteger y conservar, el amor

1.- Por desinteresado que uno quiera estar y no pretenda entretenerse en frivolidades, a poco que le pasen por las manos algún periódico o revista, o vea de soslayo la pantalla de TV, no puede dejar de escuchar, en algún momento, comentarios sobre el amor. Puede tratarse de técnicas o manipulaciones para conseguir disfrute de lo que se llama imprudentemente amor. Tal vez sean consejos de competentes sicólogos, que dicten hábiles criterios y advertencias, para que la pareja perdure. En otros casos se dictaminan las maneras de romper con lo que empezó con imprudente rapidez. Mis queridos jóvenes lectores, aún sin conoceros, no os creó ajenos a este chaparrón de dudosos consejos, que tratan de imbuiros. Se habla de amor, como si fuera pura proximidad física, salir juntos, se le llama. Abundan los consejos, recomendaciones y también, más aun, las noticias de desavenencias y rupturas.

2.- Cambiando de tercio. De cuando en cuando, se menciona la amistad. Uno constata que nuestro mundo está inclinado a establecer múltiples relaciones humanas débiles. Que lo que se llama amistad, a penas llega a puro compañerismo, o secreta complicidad. En consecuencia, de una u otra manera, a partir de los 13 0 14 años, se empieza a experimentar que la envidia roe el corazón como la carcoma y que la traición de los que habíamos creído eran amigos, nos llega por sorpresa y amenaza hundirnos y perder nuestra autoestima. ¡Que berrinches empezamos a experimentar ya desde jóvenes! En consecuencia, pensáis a veces, que es mejor encerrarse en casa y entretenerse en hacer puzzles, o pasar el tiempo con video-juegos. No os alarméis, la cosa viene de antiguo, ya se pensaba cuando se hablaba en latín, decían entonces: «homo homini lupus», el hombre es para los otros, un lobo. ¡cuantas veces lo habréis pensado, mis queridos jóvenes lectores aunque no sepáis esta lengua!

3.- Y viene el evangelio de este domingo y escuchamos que Jesús nos dice que nos amemos los unos a los otros. ¿no os parece que es atrevida ironía? Que ayudéis a los pobres del Tercer Mundo, os parecería una buena recomendación. Que reciclarais estorbos y cachivaches, prudente consejo. Que organizarais en el barrio bailes de salón o campeonatos de fútbol sala, vale, de acuerdo, diríais. Pero hablar y recomendar amar, ¿a quien se le ocurre? No obstante os digo: reflexionad un momento y examinad vuestro interior. Encontraréis en él un espacio grande y central, que reclama se llene de amor, pero ¿dónde encontrarlo, si estamos tan dolidos o si a esta palabra, le damos un valor inferior al que tiene un cenicero, en un área de no fumadores?

Encontraréis gente, tal vez mayor, de aquellos que en sus tiempos se sentían progres, que os dirán que lo único seguro del Evangelio, la única verdad, es la exigencia de amor. Todo lo demás sobra ¡y se quedan tan tranquilos y os dejan indecisos! No os turbéis, vosotros sabéis que si pusierais en una gran pancarta: lo más importante es amar, nadie os la destrozaría, pero, sinceramente, tampoco cambiaría ninguna costumbre, de los que la leyeran al pasar.

4.- Mis queridos jóvenes lectores, lo que Jesús dice es que nos amemos a la manera que Él ama. No de cualquier modo. Creo que la frase es de un gran hombre, que ahora celebramos los cien años de su gran invento: el movimiento scout, se llamaba Baden Powell. Dice él: cuando en una circunstancia no sepas qué es lo que debes hacer, imagínate que eres Jesús y pregúntate entonces: ¿qué haría Él, si se encontrase en mi situación? No dudes en ser fiel a la respuesta, la que lealmente te des a ti mismo. Pero, para que esta valga, es preciso, conocerle.

El amor de los primeros cristianos, vivido con autenticidad, cantando abrazados mientras eran conducidos al circo. Compartiendo sus bienes y ayudando, cambio muchas costumbres inapropiadas del mundo clásico. ¿Sabéis que en las antiguas casas de reposo de viajeros, además de comida, dormitorio y lugar para los animales, el caminante disponía del correspondiente ámbito, destinado a la prostitución? La hospitalidad practicada con ilusión cristiana, eliminó estas situaciones comprometidas, amén de enriquecer con las novedades que aportaban los que llegaban de otras comunidades, a la casa donde era acogido. Hoy no sabemos amar hospitalariamente y decimos que para estos menesteres, están los hoteles. Este es uno de los criterios que aumenta nuestra pobreza espiritual.

5.- Amar como amo Jesús a su Madre, como amó a Juan y a Pedro, como amó a la de Magdala. Como amó a Lázaro, llorando primero, salvándolo de la descomposición después. Como amó a la chiquilla, que resucitó contra todo pronóstico y que se preocupó de que le ofrecieran comida, pues estaba en la edad de necesitar alimentarse mucho. Como amaron las gentes de Joppe, que mandaron llamar a Pedro, enseñándole las ropas que la difunta había hecho para los pobres, hablándole de su caridad y él no escurrió el bulto y la resucitó. O los apóstoles dando agilidad a aquel tullido de la puerta de Jerusalén. O dedicándole horas de su noche a dialogar con un notable interesado, pero miedoso, como hizo Jesús con Nicodemo. O, como cuando se las ingenió el Señor para que Pedro encontrara en la boca de un pez, eso sí después de haber echado el anzuelo, la moneda que debería haber llevado consigo, para cumplir su deber cívico. Muchos, muchos, son los ejemplos que nos dio el Maestro y sus más íntimos y próximos amigos, antes del más expresivo, ejemplar y supremo, de ofrecer su vida al Padre, en el doloroso trance del Calvario, por todos nosotros.

6.- Es necesario leer, meditándolo, el Evangelio, tal vez cambiando la letra, conservando el contenido. Es posible, según donde vivas, que la fuerza pública no te permita entretenerte para auxiliar al herido en la carretera. Pero, en cambio, puedes servir como voluntario en la Cruz Roja. Es sólo un ejemplo.

Conocer a Jesús y amar como Él amó, es un imperativo, pero no te lo tomes como penosa obligación. Amar así, hace crecer espiritualmente, da agilidad espiritual, convierte la vida en apasionante aventura (y perdonadme que os lo repita tanto, es mi más íntima convicción)

Pedrojosé Ynaraja

¡Nuevo!

En general a las personas nos atrae lo nuevo. Como explica la psicología, nuestro cerebro está diseñado para prestar más atención a los nuevos estímulos que a los que ya nos son familiares, porque nos acostumbramos a “lo de siempre” y necesitamos algo diferente. Y de esto se aprovechan para incitarnos al consumo. Periódicamente encontramos en comercios, en publicidad, etc. la palabra: “¡Nuevo!”, referida a productos de todo tipo, muchos de ellos de uso cotidiano. A menudo, estos productos apenas se diferencian de los anteriores, sólo son “nuevos” en un aspecto, pero esto ya es suficiente para captar nuestra atención y que deseemos adquirirlo.

Sabemos que un peligro que corremos, como dijimos en Semana Santa, es acostumbrarnos a los gestos, signos y símbolos de nuestra fe, incluso a la Palabra de Dios. Como siempre han estado ahí, como siempre los hemos tenido cerca, como los vemos tan a menudo, hemos dejado de captar su significado, ya no “nos dicen” nada, no nos “estimulan”.

Quizá nos está pasando lo mismo con el tiempo de Pascua: llevamos ya cuatro semanas y ya nos hemos acostumbrado de tal modo que ni siquiera nos fijamos en el Cirio Pascual y lo que representa. Por eso hoy el Señor nos ha dado un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros.

Pero podemos preguntarnos si el mandamiento del amor es realmente algo nuevo. Sabemos que el amor forma parte de la condición humana y, con diferentes modos de manifestarse, siempre ha estado presente en las relaciones humanas, está en nuestra vida. Incluso desde el punto de vista de la fe, sabemos que Dios es amor y que hemos sido creados a Su imagen, por lo que ese amor debe reflejarse en nuestra vida y acción. Por tanto, ¿por qué Jesús llama “nuevo” a lo de siempre?

Lo nuevo está en el matiz que ha añadido: como yo os he amado. Jesús, como hombre verdadero y Dios verdadero, con sus palabras y obras, con su Pasión, Muerte y Resurrección, imprime al amor un carácter nuevo, y que siempre será novedad, porque va mucho más allá de lo humano. Sólo tenemos que repasar algunas de las características del amor que Jesús vivió y enseñó:

Es un amor gratuito, que da el primer paso, que no espera reciprocidad, que no pone condiciones.

Es un amor a todos, a los “míos” y a los “extraños”, a los conocidos y a los desconocidos, a los que me caen bien y a los que no, incluso a los enemigos.

Es un amor abierto, sin fronteras ni físicas ni afectivas, misionero, que se anuncia y propone más allá del círculo de mi familia, amigos y parroquia, asociación, movimiento o grupo, como hicieron Pablo y Bernabé, en la 1ª lectura, viajando a Pisidia, Panfilia, Perge, Atalía…, porque ¿qué amor es ese que no siente la necesidad de hablar del ser amado, de mostrarlo, de hacerlo conocer? (EG 264)

Es un amor entregado hasta el extremo (Jn 13, 1), no está limitado a un tiempo, no es un voluntariado, sino que implica a toda la persona en todo momento, en un servicio “24/7”.

Es un amor concreto, en acción, no se queda en teorías y bellas palabras sino que se compromete sobre todo con los últimos, que enjuga lágrimas, que acompaña en el dolor, para anticipar el cielo nuevo y la tierra nueva, como hemos escuchado en la 2ª lectura.

Con esta forma de vivir el amor, Jesús hace nuevas todas las cosas. Por eso, el amor “de siempre´”, si lo vivimos como Él nos ha amado, siempre será nuevo, siempre nos aportará novedad.

¿Me atrae lo nuevo, me gusta renovar lo que forma parte de mi vida cotidiana? ¿Me he acostumbrado a lo que forma parte de la fe cristiana? ¿La Pascua está siendo una novedad para mí? ¿Cómo vivo el mandamiento del amor? Si me confronto con el amor que Jesús vivió y enseñó, ¿qué semejanzas y diferencias descubro? ¿Qué debo cambiar para amar como Él nos ha amado?

Hoy el Señor, ante el peligro de acostumbrarnos a “lo de siempre”, incluso a Él, nos propone el mandamiento nuevo: como yo os he amado, amaos también unos a otros. Si en general nos atrae lo nuevo, pidámosle que sepamos descubrir lo nuevo que este mandamiento nos aporta para hacer nuevas todas las cosas y así cumplirlo, no por obligación, sino como dice el Papa Francisco, como respuesta a su amor, donde se destaca, junto con todas las virtudes, aquel mandamiento nuevo que es el primero, el más grande, el que mejor nos identifica como discípulos (EG 161).