Lectio Divina – Lunes XXI de Tiempo Ordinario

¡Ay de vosotros que cerráis a los hombres el Reino de los Cielos!

1.- Oración introductoria

Señor, hoy te quiero pedir por la limpieza y transparencia de la Iglesia. Jesús, tú  no toleras algunos comportamientos de los fariseos que hacen daño al rebaño de las comunidades cristianas. Jesús, tú  no toleras la arrogancia, la hipocresía, la intolerancia. Jesús tú quieres comunidades vivas que sirvan de espejos donde se transparente la comunidad de la Trinidad.

2.- Lectura reposada del evangelio Mateo 23, 13-22

En aquellos días, dijo Jesús: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que cerráis a los hombres el Reino de los Cielos! Vosotros ciertamente no entráis; y a los que están entrando no les dejáis entrar. «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que recorréis mar y tierra para hacer un prosélito, y, cuando llega a serlo, le hacéis hijo de condenación el doble que vosotros! «¡Ay de vosotros, guías ciegos, que decís: «Si uno jura por el Santuario, eso no es nada; mas si jura por el oro del Santuario, queda obligado!» ¡Insensatos y ciegos! ¿Qué es más importante, el oro, o el Santuario que hace sagrado el oro? Y también: «Si uno jura por el altar, eso no es nada; mas si jura por la ofrenda que está sobre él, queda obligado.» ¡Ciegos! ¿Qué es más importante, la ofrenda, o el altar que hace sagrada la ofrenda? Quien jura, pues, por el altar, jura por él y por todo lo que está sobre él. Quien jura por el Santuario, jura por él y por Aquel que lo habita. Y quien jura por el cielo, jura por el trono de Dios y por Aquel que está sentado en él.

 3.- Qué dice el texto.

Meditación-reflexión

Aquí lo más importante que recrimina Jesús a los jefes del pueblo no es tanto el que ellos no quieran entrar en el nuevo camino traído por Él, sino el que “cierren la puerta para que otros entren”. Y esto es muy actual en nuestros días. El Papa Francisco nos está invitando todos los días a “entrar por el camino del Evangelio”. Todos los días nos pone en contacto con la frescura del evangelio, con la verdad del evangelio, con la belleza del evangelio. Y algunos se empeñan en ponerle zancadillas a esta hermosa renovación que está llevando en la Iglesia. Otro tanto sucede con el tema de la ceguera. No es lo más grave que esos jefes fariseos sean ciegos; lo grave es que se conviertan en “guías del pueblo”. La ceguera consiste fundamentalmente en que no saben distinguir entre lo “esencial y lo accidental”.   Dan más importancia al “oro del templo” que al mismo Templo. Y más importancia a la ofrenda que hay en el altar que al propio altar.  También en nuestra Iglesia Católica tenemos que entonar un “mea culpa” por haber tolerado, a veces,  tanta “mercancía” en los lugares sagrados.  Y lo que es peor: hay jefes dentro de la Iglesia que dan más importancia a una moral  tradicional  que al misterio de un Dios-Amor que se deshace en ternura, compasión y misericordia con todos sus hijos.

Palabra del Papa.

¡Qué corrección la que les has dado a los fariseos y escribas de tu tiempo, el Señor! Pero cuánto amor se descubre detrás de estas correcciones que buscaban la conversión. La corrección me demuestra que una persona de verdad se interesa por mí. No le es indiferente si estoy o no en el mal camino, si estoy malogrando mi existencia, si estoy haciendo las cosas de la manera incorrecta. Esto es lo que me demuestras hoy. Tú eres un Dios que se interesa por mi bien. Tú siempre buscas lo mejor para mí aunque a veces me cueste descubrirlo y aceptarlo. No eres el prohibidor absoluto, eres el consejero perfecto… «La corrección es un estímulo cuando también se valoran y se reconocen los esfuerzos y cuando el hijo descubre que sus padres mantienen viva una paciente confianza. Un niño corregido con amor se siente tenido en cuenta, percibe que es alguien, advierte que sus padres reconocen sus posibilidades.» (S.S. Francisco, Exhortación apostólica Amoris Laetitia, n. 269).

4.- Qué me dice hoy a mí este texto ya meditado. (Silencio)

5.- Propósito: Vivir todo el día “en verdad”. No aceptar ni un átomo de hipocresía dentro de mí.

6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.

Señor, Tú estuviste muy pendiente de que, en las primeras comunidades cristianas, no se filtraran doctrinas falsas, que pusieran en peligro la verdad del evangelio. El agua, en la medida que se aparta del manantial es más turbia. Que yo   beba siempre  agua de manantial y no de pozo; agua limpia y saltarina y no agua  estancada. Haz que yo siempre beba de la fuente del evangelio tal y como salió de tus labios.

ORACIÓN POR LA PAZ.

Señor Jesús, ten piedad de nosotros y concédenos la paz y la unidad, no permitas que nos soltemos de tus manos y danos un corazón capaz de amar como tú nos amas. María Madre nuestra, auxílianos en estas difíciles horas de la tribulación, se nuestra fuerza y consuelo. Cúbrenos con tu manto y que la sangre de tu bendito Hijo nos proteja de todo mal.

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Comentario – Lunes XXI de Tiempo Ordinario

Mt 23, 13-22

Seguimos con las invectivas de Jesús contra los fariseos. Siete veces dijo Jesús: «¡ Ay de vosotros escribas y fariseos hipócritas!»

¡Ay de vosotros!…

La palabra griega «Quai!» es una onomatopeya que el español traduce bien por la exclamación «Ay» -en castellano resulta intraducible y se la sustituye por ¡ «Desgracia» a vos!-. No es pues una maldición, expresa más bien un profundo dolor, una indignación, una amenaza profética. Jesús está triste e indignado. Explota.

Es seguro que no la pronunció en tono dulzón.

Cuando se trata de defender un cierto número de valores esenciales Jesús se hace violento, El, el «manso y humilde de corazón». Hay que escuchar…

Vosotros que cerráis a los hombres el Reino de los cielos. Vosotros ciertamente no entráis; y a los que están entrando no les dejáis entrar.

La tensión con los responsables del pueblo… que impiden a la «gente sencilla» seguir a Jesús, ha llegado ahora a su punto culminante.

En lugar de «abrir las puertas., las cerráis»…

Las llaves del Reino, que reteníais hasta aquí por vuestra ciencia y vuestro conocimiento de la Ley os serán quitadas. Otros responsables las recibirán. «Pedro, te daré las llaves del Reino de Dios» (Mateo 16, 19).

Ruego por los que tienen responsabilidades en la Iglesia, en la sociedad civil.

Vosotros que recorréis mar y tierra para hacer un prosélito, y cuando llega a serlo, le hacéis hijo de perdición, dos veces peor que vosotros.

Jesús describe, aquí, a los que están, por así decir, al acecho para ganar nuevos partidarios para su propia causa… y lanzados sobre las gentes para hacer que sean unos fanáticos más sectarios que ellos.

Existen estilos de «propaganda» contrarios al espíritu de Jesús: una cierta insistencia en convertir a los demás a cualquier precio… insistencia que no respeta la libertad del acto de fe…

¡Señor, haz que seamos testigos de los apóstoles! ¡Guárdanos para no ser partidarios ni sectarios!

¡Ay de vosotros, guías ciegos, que decís: «Si uno jura por el Santuario, eso no es nada: mas, si jura por el oro del Santuario, queda obligado!» ¡Insensatos y ciegos! ¿Qué es más importante, el oro, o el Santuario que hace sagrado el oro?

Jesús tiene en cuenta aquí la casuística formal y jurídica… la de las personas que ponen toda la importancia de su religión en detalles insignificantes. Recordemos que, a propósito del ayuno eucarístico, se decía, no hace aún muchos años: si os laváis los dientes antes de la misa… si tragáis una gota de lluvia caída en los labios al ir a la iglesia… (?) ya no podéis comulgar. Los formalismos renacen sin cesar, bajo nuevas formas. Las invectivas de Cristo no pasan de moda.

Si uno jura «por el altar», eso no es nada… Mas, si jura «por la ofrenda que está sobre el altar», queda obligado.

No olvidemos que esos eran los «casos» sobre los que discutían los rabinos de la época.

HOY, en la evolución de la liturgia o de la vida de la Iglesia… ¿no hay quizá también cuestiones concretas que suscitan tomas de posición tan ridículas como aquellas de las que habla Jesús?

Señor, danos la virtud de la humildad. Sana nuestros formalismos. Ayúdanos a estar atentos a lo que es esencial en lugar de perdernos en bagatelas y en controversias estériles.

Noel Quesson
Evangelios 1

El que se humilla será enaltecido

Una sociedad narcisista

No son pocos los autores que nos advierten de que una sociedad como la nuestra, estructurada en torno al consumo y la competencia, ha devenido en personalidades narcisistas, obsesionados por aquello que entienden como el éxito personal.

Parece fuera del tiempo la persecución de causas comunitarias o simplemente colectivas, en las que dejando de lado el puro interés individual, podamos caminar juntos hacia el bien común.

En defensa del tiempo presente, sin embargo, podríamos afirmar que algo de esto ha debido estar presente en toda época en el corazón del ser humano.

Es a esta realidad a la que hoy el Señor viene a contraponer nuevamente la dinámica del Reino.

La advertencia contra búsqueda del poder o la notoriedad nace de la misma lógica que en otros pasajes del Evangelio le ha llevado a decir “Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos.” (Marcos 9, 35).

Porque es precisamente en el servicio y la entrega desinteresada, que hoy la palabra traduce como humidad y amor gratuito, donde encontramos el camino que nos conduce al núcleo de la vivencia evangélica.

Llamados a la humildad

La humildad cristiana no puede entenderse únicamente como una virtud moral. No se trata, desde luego, de la negación de sí mismo. Menos aún, de la renuncia a explorar las potencialidades que como seres humanos albergamos.

Ser humilde, desde la mirada del Reino, tiene que ver más bien con el vaciarnos de nosotros mismos, para llenarnos de Dios. Esto es, con la escucha atenta a la voluntad del Padre, que en tantas ocasiones poco tiene que ver con lo que nuestra propia voluntad nos sugiere. El seguimiento evangélico se nos presenta siempre con esa gran dosis de “Kénosis” personal que hoy el Señor nos invita a vivir.

En palabras del Papa Francisco:

“También para nosotros, la humildad es el punto de partida, siempre, es el comienzo de nuestra fe. Es esencial ser pobre de espíritu, es decir, necesitado de Dios. El que está lleno de sí mismo no da espacio a Dios,… pero el que permanece humilde permite al Señor realizar grandes cosas.”

Desde este punto de vista, la humildad solamente se entiende como virtud en la medida en que se convierte en un camino para abrirse al amor gratuito. Volviendo a la imagen de la sociedad narcisista, se trata de restar espacio al Yo individual, para abrirnos al Nosotros en el que reconocemos la alteridad de Dios y de los hermanos.

Los que no pueden pagarte

Es aquí donde las palabras del Señor transcienden el ámbito de la virtud personal, para volver una vez más nuestra mirada hacia los hermanos. Y de entre ellos a los más vulnerables.

La llamada a invitar a “pobres, lisiados, cojos y ciegos” es un convite al reequilibrio de las relaciones humanas, en el que son enaltecidos aquellos a quienes el mundo ha orillado. No para que ese nuevo orden genere una realidad equivalente a la actual, pero de signo contrario, sino para que desaparezca de entre nosotros el privilegio y podamos experimentar la igualdad radical de los hijos de Dios.

En un mundo en el que “muchos son los altivos e ilustres”, se trata de reconocer el valor del otro, comprometidos en la edificación de una nueva realidad en la que se desvanezcan la arrogancia y el desprecio, un horizonte de fraternidad universal, un banquete de vida al que toda la humanidad se sienta invitada.

Es en este camino en el que alcanzamos a vislumbrar esa “asamblea festiva” de la que nos habla la carta a los Hebreos y reconocemos en Jesús al mediador de esa nueva alianza.

Fray Juan Antonio Terrón Blanco

Lc 14, 1. 7-14 (Evangelio Domingo XXII de Tiempo Ordinario)

La humildad ofrece dignidad a los otros

Nos encontramos con dos parábolas del buen comportamiento en la mesa. El texto de Lucas está bien construido. En la primera Jesús se dirige a los comensales a propósito del puesto que deben ocupar cuando son invitados (vv. 7-11) y en la segunda se dirige a quien invita para que haga una buena elección de los invitados (vv.12-14). Claro, que nada es lógico en estas parábolas, porque sucede que cuando somos invitados nos gustaría ser de los principales; y cuando invitamos nos gustaría hacerlo teniendo en cuenta la importancia de los mismos. No es eso lo que se propone en este conjunto, que toma la “mesa” como símbolo casi religioso. Las famosas “comunidades” fariseas (havurah/havurot, de haver, amigo), tenían cuidado de no invitar a nadie que no cumplieran con normas estrechas de comportamiento, de preceptos, de comidas kosher, etc.. No era admitido cualquiera a estas havurot. Por eso tiene mucho sentido las propuestas “alternativas” de Jesús a los suyos. En la mesa se compartía amistad e ideas, y por eso tenía tanta importancia.

El evangelio, como ya se ha puesto de manifiesto, se nos propone la humildad. ¿Por qué, para ser un buen seguidor de Jesús es necesario ser el último, el servidor de todos? ¿No es una falsedad aparentar lo que no se es? Aquí no cabe otra explicación que el mismo misterio de la condescendencia divina, que siendo poderoso, se ha hecho como uno de nosotros. La parábola de los primeros y los últimos puestos en un banquete le sirve a Jesús para poner de manifiesto la humildad. El marco de esta parábola es la de un sábado en que Jesús es invitado a casa de un fariseo. Los fariseos, sus escribas, no gozan de buen nombre en el evangelio (Lc 20,46-47). ¿No es bueno aspirar a ser el primero, el mejor, el más perfecto? Si lo miramos desde la perspectiva de los deportistas en las Olimpiadas parecería que no es muy acertada la proposición de Jesús, aunque hoy sabemos que solamente gana uno; y muchos deportistas nos dan la lección de que es tan importante participar como ganar.

De alguna forma este ejemplo lo podíamos aplicar a la vida cristiana: todos valen en una comunidad, todos tienen algo positivo, todos tienen algo bueno. No importa ser los primeros si ser el primero nos lleva a ser arrogantes e inmisericordes. Por eso la segunda parábola de la lectura de hoy pide que no invitemos o compartamos nuestra amistad con los que nos van a pagar, sino con aquellos que no pueden responder a nuestra generosidad. Y es que el tema de la humildad, cristianamente hablado, se resuelve en la generosidad. El que es humilde es generoso, misericordioso con los otros. Esa es la razón por la que la humildad cristiana es actitud sabia y principio de amor.

Fray Miguel de Burgos Núñez

Heb 12, 18-19. 22-24 (2ª lectura Domingo XXII de Tiempo Ordinario)

Se prosigue con la alta teología de la carta a los Hebreos sobre la fe. Esta exhortación fervorosa a una comunidad judeo-cristiana que está pasando por un mal momento, por dificultades internas y externas, pone de manifiesto la obra redentora de Cristo, el Sumo Sacerdote, en comparación con la liturgia, ya muerta e irreversible, del antiguo templo de Jerusalén. Ahora la liturgia que se propone es de tipo celeste, vital, existencial.

Se quiere subrayar que la comunidad cristiana, llamada a la santidad, no tiene que tener miedo, porque puede entrar en el misterio de la santidad divina, ya que Jesucristo ha hecho posible que nuestros pecados se borren. No tenemos que tener miedo a la santidad (como les sucedía a Moisés y a los israelitas en el Sinaí frente a la santidad de Yahvé). Ahora con Jesucristo, la santidad de Dios es cercanía, misterio curativo que humaniza la misma religión. Los ángeles, los cielos, la Jerusalén celeste, son los signos para hablar de una experiencia que no debemos perder de vista, una nueva alianza.

Fray Miguel de Burgos Núñez

Eclo 3, 19-21. 31.33 (1ª lectura Domingo XXII de Tiempo Ordinario

La humildad para dejar vivir a los otros

Este último domingo se nos presenta enmarcado en planteamientos muy humanos de la vida; se propone a la comunidad la praxis de la humildad, una de las virtudes que menos estima recibe en este mundo de competencias infernales, de luchas a muerte por los primeros puestos, por las grandes producciones, por los estilos arrogantes de comportamiento. Quien carezca de este estilo, hoy, parece que no tiene futuro.

La primera lectura , del Sirácida, es una colección de dichos y refranes de sabiduría, como casi todo el libro, en que se hace el elogio de la humildad, la reflexión y la limosna. Si tienes conciencia de ser grande, de valer algo, procura manifestarte ante los otros con humildad. Es una virtud ésta, no para aparentar lo que no se es, sino para no apabullar a los otros.

Fray Miguel de Burgos Núñez

Comentario al evangelio – Bienaventurada Virgen María, Reina

Ser digno

Pablo elogia a la Iglesia de Tesalónica por su fe, su amor y su resistencia en medio de las persecuciones. Ha vivido bien su fe. Sin embargo, también reza para que Dios la haga digna de su llamada. Esta es la naturaleza de la llamada de Dios: Nos llama cuando todavía somos indignos; a pesar de nuestra indignidad y no por nuestra valía. Dios, pues, sigue trabajando en nosotros -siempre que nos abramos a su gracia- para hacernos dignos de la llamada que ya nos había hecho gratuitamente. Somos una obra inacabada hasta nuestro último aliento y hasta que lleguemos a Él. La Madre María, cuya reinado celebramos hoy, es nuestro principal ejemplo del destino que nos espera si cooperamos con la Gracia de Dios en su obra de hacernos dignos. Y si nos resistimos, lo hacemos por nuestra cuenta y riesgo: los males pronunciados por Jesús serían entonces nuestro destino.

Paulson Veliyannoor, CMF

Meditación – Bienaventurada Virgen María, Reina

Hoy celebramos la memoria de Bienaventurada Virgen María, Reina.

La lectura de hoy es del evangelio de Lucas (Lc 1, 26-38):

En aquel tiempo, fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Y entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo. 

El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin». María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?». El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, porque ninguna cosa es imposible para Dios». Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Y el ángel dejándola se fue.

Hoy, la Iglesia nos invita a mirar a Nuestra Señora como Reina. Pero no como reina con corona de oro, con un séquito distinguido y señorial. Esta Reina es la primera en servir. Como podemos leer en Lucas, a pesar de no comprender totalmente las palabras del Ángel, María dice: «He aquí la esclava del Señor» (Lc 1,38). La Virgen es una señal de cómo Dios mira a la humanidad: la humildad es el primer y último criterio a seguir. Encontramos en su Hijo, Jesucristo, Aquél que vive mejor esta humildad, hasta el punto de entregar su propia vida.

Hoy, al contemplar a María como Reina, también cada uno de nosotros ha de tratar de imitarla en aquel “sí” que Ella dio y que, a su vez, nos invita a dar. El camino de María no fue fácil; el camino del discípulo nunca es fácil. Sin embargo, el discípulo nunca está solo y Dios acompaña a los que confían en Él. Ésta es la certeza que Santa María recibe desde el primer momento y que nos da a cada uno de nosotros, para que —como Ella— seamos capaces de decir “SÍ”.

En la palabra del Ángel, María debe alegrarse, pues le dijo: «El Señor está contigo» (Lc 1,28). ¡He aquí el gran secreto de María! Ella es una mujer feliz, pues no se siente sola (la soledad es un momento oportuno para que el maligno ataque). María es bienaventurada, con un gozo fundado en Cristo, manifestado en todos los momentos de tensión: desde la Anunciación hasta el Calvario, Nuestra Señora se entrega sin temor ni miedo. La alegría expresa el sentimiento de quien vive en comunión con Cristo, que María experimentó desde el primer momento, y cuya expresión más alta se encuentra en la Eucaristía.

Celebrando este día precioso, también cada uno de nosotros recibe la llamada de confiar en el Señor y, así, ser testimonio de la “Alegría encarnada” que es Cristo Jesús. No siempre somos capaces de confiar, por esto, procuraremos en la oración Salve-Regina, de San Bernardo de Claraval, alcanzar fuerza y cercanía con María Reina: «Salve Reina, Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra, Dios te salve…!».

P. Joel PIRES Teixeira

Liturgia – Bienaventurada Virgen María Reina

BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA REINA, memoria obligatoria

Misa de la memoria (blanco)

Misal: Antífonas y oraciones propias, Prefacio I de la Bienaventurada Virgen María (en la fiesta).

Leccionario: Vol. III-par

  • 2Tes 1, 1-5. 11b-12. El nombre del Señor será glorificado en vosotros y vosotros en él.
  • Sal 95. Contad las maravillas del Señor a todas las naciones.
  • Mt 23, 13-22. ¡Ay de vosotros, guías ciegos!

o bien: cf. vol. IV.


Antífona de entrada          Cf. Sal 44, 10. 14
De pie, a tu derecha está la Reina, vestida de oro, rodeada de esplendor.

Monición de entrada y acto penitencial
Hoy es la memoria de la bienaventurada Virgen María Reina, título atribuido por la tradición cristiana a María desde comienzos del siglo IV. Ella engendró al Hijo de Dios, Príncipe de la paz, cuyo reino no tendrá fin, y es saludada por el pueblo cristiano como Reina del cielo y Madre de misericordia. Hace ocho días, celebramos su Asunción a los cielos, que inaugura lo que conmemoramos hoy: si a los cristianos se nos promete la herencia del reino de Dios, María ha conseguido ya ésta corona de gloria, que es el premio o conclusión de la fidelidad a Cristo y del amor de Dios.

Yo confieso…

Oración colecta
OH, Dios,
que nos has entregado como Madre y como Reina
a la Madre de tu Hijo,
concédenos por tu bondad que, ayudados por su intercesión,
alcancemos la gloria de tus hijos en el reino de los cielos.
Por nuestro Señor Jesucristo.

Oración de los fieles
Oremos a Dios Padre.

1.- Por los pastores de la Iglesia. Roguemos al Señor.

2.- Por los gobernantes de las naciones. Roguemos al Señor.

3.- Por los que no tienen trabajo. Roguemos al Señor.

4.- Por nosotros, aquí reunidos. Roguemos al Señor.

Socórrenos, Señor, para que podamos alegrarnos con tus beneficios. Por Jesucristo nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
TE presentamos, Señor, nuestras ofrendas
en la memoria de la bienaventurada Virgen María,
y te pedimos que venga en nuestra ayuda
aquel que se ofreció a sí mismo en la cruz,
como hostia inmaculada.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio I de la bienaventurada Virgen María: en la fiesta, o II-V.

Antífona de comunión          Cf. Lc 1, 45
Bienaventurada tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.

Oración después de la comunión
DESPUÉS de recibir este sacramento del cielo,
te suplicamos humildemente, Señor,
que cuantos hemos celebrado la memoria
de santa María Virgen
merezcamos participar en el banquete eterno.
Por Jesucristo, nuestro Señor.