Lectio Divina – Lunes XXIII de Tiempo Ordinario

¿Es lícito hacer el bien en vez de hacer el mal?

1.- Oración Introductoria

Señor, hoy al leer el evangelio, aprecio dos sensaciones bien distintas: una buena y otra mala. Siento una gran admiración por tu persona que cada día me parece más fantástica. A Ti, Señor, te interesa la salud, la vida, el que la gente deje de sufrir, más aún: te interesa que la gente se lo pase bien.  Pero siento una sensación de repulsa ante esos escribas y fariseos que se indignan porque tú, Jesús, has sanado a uno en sábado. ¿Hasta dónde puede llegar el endurecimiento de las personas? Somos capaces de lo mejor y de lo peor.

2.- Lectura atenta del evangelio: Lucas 6, 6-11

Sucedió que entró Jesús otro sábado en la sinagoga y se puso a enseñar. Había allí un hombre que tenía la mano derecha seca. Estaban al acecho los escribas y fariseos por si curaba en sábado, para encontrar de qué acusarle. Pero Él, conociendo sus pensamientos, dijo al hombre que tenía la mano seca: «Levántate y ponte ahí en medio». Él, levantándose, se puso allí. Entonces Jesús les dijo: «Yo os pregunto si en sábado es lícito hacer el bien en vez de hacer el mal, salvar una vida en vez de destruirla». Y mirando a todos ellos, le dijo: «Extiende tu mano». Él lo hizo, y quedó restablecida su mano. Ellos se ofuscaron, y deliberaban entre sí qué harían a Jesús.

3.- Qué dice el texto.

Meditación-Reflexión

Curar a una persona de cualquier dolencia siempre es bueno. Curar a uno la “mano derecha” la que normalmente usamos para comer, para trabajar, todavía debería ser mejor. Pero hay gente tan retorcida que no lo ve así. Y se enfadan con Jesús, y deliberan a ver qué se puede hacer con un hombre que sólo piensa en hacer el bien desde el amanecer hasta el ocaso. Esos hombres no son ateos, incrédulos… ¡No!… son gente religiosa, se pasa la vida con la Biblia en la mano, son doctores de la Ley… son los encargados de enseñar al pueblo llano y sencillo. Jesús les desenmascara su malicia y la cerrazón de su corazón. Es cierto que Jesús podría haber dicho a aquel hombre: Como es sábado, vas a esperar un día más, y te curo. ¡Y así habrá paz!… Jesús no acepta este tipo de componendas. Y les hace una pregunta genial: ¿Es lícito en sábado hacer el bien o el mal? ¿Salvar una vida o destruirla? Con esa pregunta, Jesús pone el sábado en su lugar, según la intención que Dios, desde el principio, le quiso dar. El sábado es de Dios y no de los hombres. El sábado está destinado a hacer el bien a los hombres, que es la mejor manera de agradar a Dios. Y el no hacer el bien en sábado, ya es un mal. Hacer sufrir a una persona un día más, no se puede tolerar. Así es Jesús.

Palabra del Papa

“A Jesús sólo le interesa la persona, y Dios. Jesús, quiere que la gente se acerque, que le busque y se siente conmovido cuando la ve como oveja sin pastor. Y toda esta actitud es por lo que la gente dice: ‘¡Pero, esta es una enseñanza nueva!’. No, no es una enseñanza nueva: es nuevo el nodo de hacerlo, Es la transparencia evangélica. Pidamos al Señor que esta lectura nos ayude en nuestra vida de cristianos a todos. Nos ayude a no ser legalistas puros, hipócritas como los escribas y los fariseos, a ser como Jesús, con ese celo de buscar a la gente, de curar a la gente, de amar a la gente y con esto decirle: ‘¡Pero si yo hago esto así, piensa cómo te ama Dios, cómo es tu Padre!’ Esta es la enseñanza nueva que Dios nos pide. Pidamos esta gracia”. (Cf. S.S. Francisco, 14 de enero de 2014, homilía en Santa Marta)

4.- Qué me dice hoy a mí esta palabra ya meditada. (Silencio)

5.- Propósito: Dedicar un rato del domingo a hacer el bien visitando a un enfermo.

6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.

Señor, hoy quiero darte gracias por tu bondad, por tu apuesta por hacer la vida más agradable a los hombres, por disfrutar haciendo el bien. Y también quiero darte gracias por tu valentía para desenmascarar la mentira, el orgullo, la falsedad, la falsa piedad. Ya lo habías dicho Tú, Señor: “Llegará un día en que os matarán y creerán que han dado culto a Dios” (Jn. 16,2). Gracias, por ser como eres. Cada día estoy más contento contigo.

ORACIÓN POR LA PAZ

Señor Jesús, ten piedad de nosotros y concédenos la paz y la unidad, no permitas que nos soltemos de tus manos y danos un corazón capaz de amar como tú nos amas. María Madre nuestra, auxílianos en estas difíciles horas de la tribulación, se nuestra fuerza y consuelo. Cúbrenos con tu manto y que la sangre de tu bendito Hijo nos proteja de todo mal.

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Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores

¿Qué podemos saber de Dios?

¿Acaso cabe decir que Dios “se conmueve”? Aún más, ¿tiene sentido decir que Dios “se arrepiente”? Nuestra conceptualización occidental de Dios como omnipotente, omnisciente, omnipresente y, particularmente, inmutable nos induce a rechazar como posibles esos interrogantes. Sin embargo, la Escritura utiliza estas expresiones: Dios “, se conmueve”, “se compadece”, se arrepiente”,… para referirse a Dios, lo cual nos deja en una situación que nos cuestiona nuestra noción de Dios: o bien una de las dos descripciones de Dios – o las dos – no es correcta o bien nos negamos a abordar el problema y lo calificamos de situación paradójica, insoluble.

Si optamos por esta última solución, al final, como tantas veces, acabaremos hablando del misterio de Dios, que en el fondo es un reconocimiento de que no podemos saber nada de Dios en sí – el mismo Jesús en el evangelio de Juan nos recuerda que “nadie conoce al Padre sino el Hijo” -, pero, siendo esta una posición legitima, nos arriesgamos a quedarnos en la “fe del carbonero”, y no todos nos sentimos cómodos en esa situación, pues la condición humana es inquisitoria por naturaleza: buscamos conocer.

Si nos planteamos entrar en el debate, podemos pensar que la confrontación entre ambas nociones de Dios nos lleva a rechazar o cuestionar una de ellas como no correcta, y podemos hacerlo desde posicionamientos apriorísticos. En este sentido, es fácil que partamos de la idea de que las nociones de la Escritura tienen preferencia sobre la noción de inmutabilidad de Dios, que procedería, más que de revelación, del pensamiento humano – más concretamente de la filosofía griega con que se cimentó la teología cristiana-. Esta opción parecería más coherente con la descripción – también escrituristica – de Dios como Padre: un padre se conmueve, se arrepiente de sus amenazas porque ama a sus criaturas, todo lo cual parece tener perfecto sentido.

Pero no puede olvidársenos que si esta posición nos resulta no solo coherente y legitima sino también más atractiva, sin embargo, puede aplicársele la misma objeción que a la noción mas filosófica de Dios. En efecto, también las Escrituras son lenguaje humano y contienen una carga metafórica y simbólica muy notable, lo cual no es de extrañar, pues todas las religiones utilizan categorías antropológicas que atribuyen a sus concepciones de la divinidad para hacerlas asequibles a la mente humana. Así, cuando atribuimos a Dios la condición paterna, cuando decimos que Dios “se conmueve” o que “se arrepiente”, ¿estamos en verdad diciendo algo de Dios, el cual sigue siendo inaccesible a la mente humana, como nos recuerdan los místicos y los teólogos de la teología negativa? Si para hablar de Dios, utilizamos categorías humanas, que a su vez nos sirven para aplicarlas al hombre, entonces entramos en una situación de “bucle”.

Nuestras experiencias del bien y del mal

La posible respuesta a esta aporía parecería que debería pasar – en lo cual estarían de acuerdo tanto muchas de las hermenéuticas bíblicas como muchas posiciones filosóficas – por lo experiencial, por lo vital humano, por lo que de hecho vive el hombre en su experiencia vital. Y si cabe destacar alguna experiencia vital de la persona – individual y en conjunto como humanidad – es la experiencia del bien y el mal, recibidos como sujeto pasivo o causados como sujeto activo. No cabe duda de que el bien y el mal son experiencias humanas por excelencia.

Es común una noción de Dios como agente de bien – le atribuimos la categoría de Bien como definidora de la divinidad – y la teodicea, por su parte, con su problematicidad, se pregunta acerca de Dios como responsable último del mal. Pero, junto a esto, nos preguntamos si Dios puede o no ser sujeto pasivo del bien y del mal, es decir, si puede recibir bien o mal, especialmente cuando mantenemos concepciones como la inmutabilidad de Dios. Desde nuestra perspectiva de lo experiencia humana todos estos cuestionamientos están pidiendo una noción de Dios que sea convergente con la experiencia humana en plenitud; y aquí entra de lleno la relación de la persona con la noción humana de Dios que es Jesús, el de Nazaret, la experiencia más concreta, humana y vital del hombre con respecto a Dios. Más allá de cualquier categoría, la experiencia del cristiano acerca de la divinidad – abierta a todo hombre –es Jesús de Nazaret, quien en su vida terrena “paso haciendo al bien y liberando a los oprimidos por el mal”. De Jesús bien podemos afirmar que experimentó en su vida el bien y el mal a nuestro nivel, tanto como agente activo (la doctrina afirma que no en cuanto al mal) como pasivo.

La experiencia de Pablo

Pues bien, hoy contamos con una fuente experiencial y vital de particular fuerza: el testimonio del hombre Pablo con respecto a sí mismo y a Jesucristo. Pablo, vinculando ambas experiencias, a saber, la suya personal, su consciencia del mal cometido, y la de Jesús, su consciencia de bien recibido, nos dibuja una noción de divinidad que vehicula ambas experiencias humanas en una frase: “Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores”; y, desde ahí, expresa su personal experiencia vital de la divinidad, a saber, el que “Dios tuvo compasión de mí”.

Pablo no habla desde una concepción abstracta ni desde una teología apriorística, sino desde lo que vive, que está totalmente configurado por su experiencia primaria: su experiencia de Jesús (él, como nosotros, no tuvo experiencia del Jesús histórico, pero su experiencia jesuana coincide con lo que revelan los testimonios evangélicos); y, desde ahí, formula su teología, esto es, su concepción de Dios desde la hermenéutica cristológica: el que Jesús, que conoció y sufrió en su carne el mal, manifiesta y realiza en y para el ser humano el bien incondicionalmente, superando el mal más allá de las posibilidades humanas. El Bien abstracto de las categorías a priori del pensamiento humano se materializa en medio del mal que experimenta el hombre a fin de que este pueda vivenciar como sujeto pasivo el bien que no está a su alcance (razón por la que idealiza el bien o lo proyecta trascendentemente en la divinidad) y, a su vez, como sujeto activo.

En definitiva, lo que permite conciliar la experiencia de lo humano y la noción de lo divino, con sentido y en lo concreto de la vida, es la misericordia – hipóstasis de lo divino en tanto que  expresión de lo mejor humano -, que no conoce límite ni condición y que encarna privilegiadamente, en medio de la realidad ambigua de lo humano (el bien y el mal) el Jesús de los evangelios. Y con él y desde él, también nosotros.

Fr. Ángel Romo Fraile

Lc 15, 1-32 (Evangelio Domingo XXIV de Tiempo Ordinario)

Jesús habla de Dios

El evangelio del día nos lleva a lo que se ha llamado, con razón, el corazón del evangelio de Lucas (c. 15). Tres parábolas componen este capítulo. Hoy, a elección, se puede o no leer la última también, sin duda la más famosa y admirada, la parábola conocida como la del “hijo pródigo”. Pero en realidad esa parábola se lee mejor en el tiempo de Cuaresma como preparación a la Pascua. En todo caso queda de manifiesto que Lucas 15 es un capítulo clave en la narración de este evangelista. Como corazón, es el que impulsa la vida, el ardor, la fuerza del evangelio o de la predicación de Jesús. Es un capítulo que se confecciona para responder a las acusaciones críticas de los que escuchan y ven a Jesús actuar de una forma que pone en evidencia su concepción de Dios y de la religión.

Las dos parábolas “gemelas” (de la oveja y la dracma perdidas, respectivamente), que preceden a la del hijo pródigo (que debería llamarse del padre misericordioso), vienen a introducir el tema de la generosidad y misericordia de Dios con los pecadores y abandonados. En los dos narraciones, la del pastor que busca a su oveja perdida (una frente a noventa y nueva) y la de la mujer que por una moneda perdida (que no vale casi nada), pone patas arriba toda la casa hasta encontrarla, se pone de manifiesto una cosa: la alegría por el encuentro. Estas parábolas, junto a la gran parábola del padre y sus dos hijos, intentan contradecir muchos comportamientos que parecen legales o religiosos, e incluso lógicos, pero que ni siquiera son humanos. El Reino de Dios llega por Jesús a todos, pero muy especialmente a los que no tienen oportunidad de ser algo. Jesús, con su comportamiento, y con este tipo de predicación profética en parábolas, trasmite los criterios de Dios. Los que se escandalizan, pues, no entienden de generosidad y misericordia.

Comienza todo con esa afirmación: “se acercaba a él todos los publicanos y pecadores”. Es muy propio de Lucas subrayar el “todos”, como en 14,33 cuando decía que quien no se distancia (apotássomai) de todos los bienes… Y también merece la pena tener en cuenta para qué: “para escucharle”. Escuchar a Jesús, para aquellos que todo lo tienen perdido, debe ser una delicia. También se acercaban, como es lógico, los escribas de los fariseos, pero para “espiar”. Serían éstos, según las palabras de Is 6,9-10, los que escuchaban pero no podían entender, porque su corazón estaba cerrado al nuevo acontecimiento del Reino que Jesús anunciaba en nombre de su Dios, el Dios de Israel. Con esas palabras se despide Pablo del judaísmo oficial romano de la sinagoga en Hch 28. No debemos olvidar que en las tres parábolas de Lc 15 se quiere hablar expresamente del Dios de Jesús. Por tanto, no solamente en la parábola del padre de los dos hijos (entre ellos el pródigo), sino también en la del pastor y en la de la pobre mujer que pierde su dracma.

Así, pues, se acercaban a él, para escucharlo, los publicanos y pecadores, porque Jesús les presentaba a un Dios del que no les hablaban los escribas y doctores de la ley. Un Dios que siente una inmensa alegría cuando recupera a los perdidos es un Dios del que pueden fiarse todos los hombres. Un Dios que se preocupa personalmente de cada uno (como es una oveja o una dracma) es un Dios que merece confianza. El Dios de la religión oficial siempre ha sido un Dios sin corazón, sin entrañas, sin misericordia, sin poder entender las razones por las cuales alguien se ha perdido o se ha desviado. Es curioso que eso lo tengan que hacer ahora las terapias psicológicas y no esté presente en la experiencia religiosa oficial. No se trata de decir que Dios ama más a los malos que a los buenos. Eso sería una infamia del un fundamentalismo religioso irracional. Lo que Dios hace, según Jesús, según el evangelista Lucas, es comprender por qué. La terapia del reino debería ser la clave del cristianismo. Y la mejor manera para abandonar la vida sin sentido no es hablar de un Dios inmisericorde, sino del Dios real de Jesús que espera siempre sentir alegría por la vuelta, por la recomposición de la existencia y de la dignidad personal.

Fray Miguel de Burgos Núñez

1Tim 1, 12-17 (2ª lectura Domingo XXIV de Tiempo Ordinario)

Apóstol, para predicar la gracia

La segunda lectura es una densa presentación de la vocación apostólica de Pablo, el que persiguió a la Iglesia, por ignorancia de que en Cristo Jesús estaba la salvación del hombre y la suya propia. El autor de esta carta, identificándose con Pablo hasta los tuétanos, resalta una cosa muy particular y que no debemos olvidar nunca en la proclamación del mensaje cristiano: que Cristo vino al mundo para salvar a los pecadores. Es lo que se ha llamado siempre, y muy especialmente en la Orden de Predicadores y de su fundador Santo Domingo, la “predicación de la gracia”. Eso es lo que siempre debe proclamar la Iglesia y tenemos que tener presente continuamente los evangelizadores.

Fray Miguel de Burgos Núñez

Ex 32, 7-14 (1ª lectura Domingo XXIV de Tiempo Ordinario)

No nos hagamos un dios inferior a nosotros

En esta lectura podemos percibir resonancias especiales. Moisés está en la montaña del Sinaí dialogando con Dios y recibiendo instrucciones para desarrollar el código de la Alianza, y esas resonancias son valoradas de forma variada en una lectura crítica del texto. En realidad desde el c. 24 del Éxodo hasta este capítulo 32 que leemos hoy, se nos ofrece un ciclo sobre el culto que deja al pueblo sin el apoyo del profeta Moisés. Entonces el pueblo, alentado por Aarón, se hace un becerro de oro. Ya es significativa esa separación, ese momento de Moisés lejos del pueblo; sin la voz profética que le señale el camino, el pueblo se pierde.

Dios le reprocha a Moisés la actitud del pueblo, y Moisés, sin bajar a conocer la realidad, intercede ante Dios y éste perdona al pueblo de la Alianza. ¿Qué significa todo esto? Son muchas las corrientes y actitudes que se quiere representar en esta lectura. ¿Quién es el Dios de Israel? ¡Un ser libre, absolutamente libre! El pueblo se hace un dios a su antojo, recurre a un dios tangible, manipulable, como una estatua, para poderlo manejar. Cuando no se escucha la voz de Dios cercana, el hombre se pierde. Se hace un dios, pero un dios que ni siente ni padece. Sin duda que todo esto está presente en esa escena famosa del becerro de oro. Este fue el primer pecado del pueblo de la Alianza, después de ese gran acontecimiento liberador del Éxodo. Pero el Dios de Israel sabe perdonar, aunque exija fidelidad.

Fray Miguel de Burgos Núñez

Comentario al evangelio – Lunes XXIII de Tiempo Ordinario

Cuando el amor supera a la ley

En agosto de 2020, una edición dominical del diario español El País publicó un reportaje de dos páginas sobre cómo, entre 1940 y 1944, en la Francia ocupada por los nazis, cuatro misioneros claretianos de una misión española en París falsificaron documentos de bautismo y matrimonio para ayudar a 155 judíos en Francia a hacerse pasar por católicos para escapar de ser capturados y deportados a campos de concentración por los nazis. (Lea la historia aquí: http://lightoftruth.in/coverstory/lying-for-the-gospel/). Si los misioneros hubieran sido descubiertos haciendo eso, habrían puesto en peligro no sólo sus propias vidas, sino también las relaciones diplomáticas franco-españolas, y probablemente habrían desencadenado reacciones nazis contra el Vaticano y contra los católicos (como los nazis hicieron con la Iglesia holandesa). También violaron las leyes de la Iglesia. Pero lo hicieron a instancias del Evangelio. Tony de Mello observó una vez: «La obediencia mantiene las reglas; el amor sabe cuándo romperlas». Jesús estaría de acuerdo.

Paulson Veliyannoor, CMF

Meditación – Lunes XXIII de Tiempo Ordinario

Hoy es lunes XXIII de Tiempo Ordinario.

La lectura de hoy es del evangelio de Lucas (Lc 6,6-11):

Sucedió que entró Jesús otro sábado en la sinagoga y se puso a enseñar. Había allí un hombre que tenía la mano derecha seca. Estaban al acecho los escribas y fariseos por si curaba en sábado, para encontrar de qué acusarle. Pero Él, conociendo sus pensamientos, dijo al hombre que tenía la mano seca: «Levántate y ponte ahí en medio». Él, levantándose, se puso allí. Entonces Jesús les dijo: «Yo os pregunto si en sábado es lícito hacer el bien en vez de hacer el mal, salvar una vida en vez de destruirla». Y mirando a todos ellos, le dijo: «Extiende tu mano». Él lo hizo, y quedó restablecida su mano. Ellos se ofuscaron, y deliberaban entre sí qué harían a Jesús.

Jesús sigue peguntando cosas difíciles, y nuestras respuestas pueden ser muy variadas. ¿Qué podemos hacer en el día santo? Es obvio que podemos hacer el bien o el mal, ¿pero, por cuál nos decantamos?

Es posible que, por una interpretación literal y rigorista de la ley, pensando que el bien es el seguimiento estricto, hagamos realmente un mal. El Maestro sigue enfrentándose a unas castas religiosas, en las que la caridad, el amor, está ausente, y elijen la escusa de un cumplimiento riguroso de la ley para olvidar que el hombre es hijo de Dios y que sus derechos están sobre el sábado. Recordemos que Jesús ha sido contundente: “El sábado se hizo para el hombre, no el hombre para el sábado” y vivamos en consecuencia con ello.

Es posible que estemos mirando atentamente lo malos que son escribas y fariseos sin tener en cuenta que lo somos nosotros en no pocas ocasiones. La idea de estos personajes es mantener el poder de la Ley sobre el hombre aplicando la máxima fidelidad en la interpretación literal de los mandatos, sean de origen divino o hayan sido añadidos después, aunque para dar un barniz de autoridad a normas puramente higiénicas, coyunturales, le echemos las culpas a Dios de su autoría, y les concedamos la misma importancia que a los mandamientos mosaicos. Exigimos respetar el sábado, pero nos olvidamos de amar a Dios y al prójimo en primer lugar, y después seguir con el resto de los preceptos, pero siempre supeditados a los dos primeros y principales.

Respetemos el sábado, para nosotros el domingo, siempre en servicio de las necesidades humanas. Hagamos el bien sea el día que sea.

D. Félix García O.P.

Liturgia – Lunes XXIII de Tiempo Ordinario

LUNES DE LA XXIII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO, feria

Misa de feria (verde)

Misal: cualquier formulario permitido. Prefacio común.

Leccionario: Vol. III-par

  • 1Cor 5, 1-8 Barred la levadura vieja; porque ha sido inmolada nuestra víctima pascual: Cristo.
  • Sal 5. Señor, guíame con tu justicia.
  • Lc 6, 6-11. Estaban al acecho para ver si curaba en sábado.

Antífona de entrada          Cf. Lc 4, 18
El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar a los pobres, sanar a los contritos de corazón y poner en libertad a los oprimidos.

Monición de entrada y acto penitencial
En esta misa pediremos especialmente por los sacerdotes, que participan en el único sacerdocio de Cristo, para que sigan siempre el ejemplo del Buen Pastor, que no vino a ser servido, sino a servir, y a dar la vida por las ovejas, como acto supremo de servicio.

• Tú, que te has entregado en manos de los hombres. Señor, ten piedad.
• Tú, que te has hecho el servidor de todos. Cristo, ten piedad.
• Tú, que has resucitado al tercer día. Señor, ten piedad.

Oración colecta
OH, Dios,
que constituiste a tu Unigénito sumo y eterno sacerdote,
te rogamos que cuantos él eligió como ministros y administradores de tus misterios,
sean hallados fieles en el cumplimiento de su servicio.
Por nuestro Señor Jesucristo.

Oración de los fieles
Jesucristo, el sumo Sacerdote de la nueva Alianza, presenta al padre nuestras oraciones. Nos unimos a él, y decimos:

1.- Por la Iglesia, para que no le falten nunca sacerdotes que hagan presente a Cristo en las parroquias y demás comunidades cristianas, y atiendan con celo apostólico y caridad pastoral las necesidades de los hermanos. Roguemos al Señor.

2.- Por nuestro obispo N. y por todos los sacerdotes, para que el Señor conserve en ellos la gracia del Espíritu Santo, para que sirvan con fidelidad a la Iglesia y cuiden del pueblo que tienen encomendado. Roguemos al Señor.

3.- Por los sacerdotes que sufren por la enfermedad o por otros motivos, para que crezcan en la esperanza en Cristo muerto y resucitado. Roguemos al Señor.

4.- Por los alejados, para que encuentren sacerdotes que los ayuden a descubrir a Cristo. Roguemos al Señor.

5.- Por nuestra comunidad cristiana, para que colaboremos con nuestros pastores en el anuncio del Evangelio y en el servicio de la caridad. Roguemos al Señor.

Dios todopoderoso, atiende las oraciones de tus fieles y concede a los sacerdotes la abundancia de tu gracia sacerdotal para el servicio de la Iglesia. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
OH, Dios,
tú has querido que tus sacerdotes sean ministros del santo altar y del pueblo,
concede propicio, por la eficacia de este sacrificio,
que el ministerio de tus siervos te sea siempre grato y dé,
en tu Iglesia, frutos que siempre permanezcan.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona de comunión          Cf. Jn 17, 17-18
Padre santo, santifícalos en la verdad: tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así yo los envío también al mundo, dice el Señor.

Oración después de la comunión
TE pedimos, Señor,
que el sacrificio santo que te hemos ofrecido y recibido en comunión
llene de vida a tus sacerdotes y a tus fieles, para que,
unidos a ti por un amor constante,
puedan servir dignamente a tu majestad.
Por Jesucristo, nuestro Señor.