Vísperas – Jueves XXVII de Tiempo Ordinario

VÍSPERAS

JUEVES XXVII DE TIEMPO ORDINARIO

INVOCACIÓN INICIAL

V/. Dios mío, ven en mi auxilio
R/. Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Éste es el día del Señor.
Éste es el tiempo de la misericordia.

Delante de tus ojos
ya no enrojeceremos
a causa del antiguo
pecado de tu pueblo.

Arrancarás de cuajo
el corazón soberbio
y harás un pueblo humilde
de corazón sincero.

En medio de las gentes,
nos guardas como un resto
para cantar tus obras
y adelantar tu reino.

Seremos raza nueva
para los cielos nuevos;
sacerdotal estirpe,
según tu Primogénito.

Caerán los opresores
y exultarán los siervos;
los hijos del oprobio
serán tus herederos:

Señalarás entonces
el día del regreso
para los que comían
su pan en el destierro.

¡Exulten mis entrañas!
¡Alégrese mi pueblo!
Porque el Señor que es justo
revoca sus decretos:

La salvación se anuncia
donde acechó el infierno,
porque el Señor habita
en medio de su pueblo. Amén.

SALMO 131: PROMESAS A LA CASA DE DAVID

Ant. Que tus fieles, Señor, vitoreen al entrar en tu morada.

Señor, tenle en cuenta a David
todos sus afanes:
cómo juró al Señor
e hizo voto al Fuerte de Jacob:

«No entraré bajo el techo de mi casa,
no subiré al lecho de mi descanso,
no daré sueño a mis ojos,
ni reposo a mis párpados,
hasta que encuentre un lugar para el Señor,
una morada para el Fuerte de Jacob.»

Oímos que estaba en Efrata,
la encontramos en el Soto de Jaar:
entremos en su morada,
postrémonos ante el estrado de sus pies.

Levántate, Señor, ven a tu mansión,
ven con el arca de tu poder:
que tus sacerdotes se vistan de gala,
que tus fieles vitoreen.
Por amor a tu siervo David,
no niegues audiencia a tu Ungido.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. Que tus fieles, Señor, vitoreen al entrar en tu morada.

SALMO 113

Ant. El Señor ha elegido a Sión, ha deseado vivir en ella.

El Señor ha jurado a David
una promesa que no retractará:
«A uno de tu linaje
pondré sobre tu trono.

Si tus hijos guardan mi alianza
y los mandatos que les enseño,
también sus hijos, por siempre,
se sentarán sobre tu trono.»

Porque el Señor ha elegido a Sión,
ha deseado vivir en ella:
«Ésta es mi mansión por siempre,
aquí viviré, porque la deseo.

Bendeciré sus provisiones,
a sus pobres los saciaré de pan,
vestiré a sus sacerdotes de gala,
y sus fieles aclamarán con vítores.

Haré germinar el vigor de David,
enciendo una lámpara para mi Ungido.
A sus enemigos los vestiré de ignominia,
sobre él brillará mi diadema.»

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. El Señor ha elegido a Sión, ha deseado vivir en ella.

CÁNTICO del APOCALIPSIS: EL JUICIO DE DIOS

Ant. El Señor le dio el poder, el honor y el reino, y todos los pueblos le servirán.

Gracias te damos, Señor Dios omnipotente,
el que eres y el que eras,
porque has asumido el gran poder
y comenzaste a reinar.

Se encolerizaron las gentes,
llegó tu cólera,
y el tiempo de que sean juzgados los muertos,
y de dar el galardón a tus siervos, los profetas,
y a los santos y a los que temen tu nombre,
y a los pequeños y a los grandes,
y de arruinar a los que arruinaron la tierra.

Ahora se estableció la salud y el poderío,
y el reinado de nuestro Dios,
y la potestad de su Cristo;
porque fue precipitado
el acusador de nuestros hermanos,
el que los acusaba ante nuestro Dios día y noche.

Ellos le vencieron en virtud de la sangre del Cordero
y por la palabra del testimonio que dieron,
y no amaron tanto su vida que temieran la muerte.
Por esto, estad alegres, cielos,
y los que moráis en sus tiendas.

Gloria al Padre al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.

Ant. El Señor le dio el poder, el honor y el reino, y todos los pueblos le servirán.

LECTURA: 1P 3, 8-9

Procurad todos tener un mismo pensar y un mismo sentir: con afecto fraternal, con ternura, con humildad. No devolváis mal por mal o insulto por insulto; al contrario, responded con una bendición, porque para esto habéis sido llamados: para heredar una bendición.

RESPONSORIO BREVE

R/ El Señor nos alimentó con flor de harina.
V/ El Señor nos alimentó con flor de harina.

R/ Nos sació con miel silvestre.
V/ Con flor de harina.

R/ Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
V/ El Señor nos alimentó con flor de harina.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. El Señor derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El Señor derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes.

PRECES

Invoquemos a Cristo, pastor, protector y ayuda de su pueblo, diciendo:

Señor, refugio nuestro, escúchanos.

Bendito seas, Señor que nos has llamado a tu santa Iglesia;
— consérvanos siempre en ella.

Tú que has encomendado al papa la preocupación por todas las Iglesias,
— concédele una fe inquebrantable, una esperanza viva y una caridad solícita.

Da a los pecadores la conversión, a los que caen, fortaleza,
— y concede a todos la penitencia y la salvación.

Tú que quisiste habitar en un país extranjero,
— acuérdate de los que viven lejos de su familia y de su patria.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

A todos los difuntos que esperan en ti,
— concédeles el descanso eterno.

Ya que por Jesucristo hemos llegado a ser hijos de Dios, oremos con confianza a Dios, nuestro Padre:
Padre nuestro…

ORACION

Dios todopoderoso, te damos gracias por el día que termina e imploramos tu clemencia para que nos perdones benignamente todas las faltas que, por la fragilidad de la condición humana, hemos cometido en este día. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

Amén.

CONCLUSIÓN

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

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Lectio Divina – Jueves XXVII de Tiempo Ordinario

¡Cuánto más el Padre el cielo dará el Espíritu Santo!

1.- Oración introductoria.

Hoy, Señor, te pido más que nunca que me envíes tu Espíritu Santo. Sin Él yo no puedo rezar la oración del Padre Nuestro. Es verdad que en este día nos hablas de la necesidad que tenemos de rezar; pero déjame que te agradezca especialmente el detalle que has tenido de dejarnos esa maravillosa oración del Padre Nuestro. Es el compendio de la vida cristiana. Lo que caracteriza nuestra vida de cristianos es el sentirnos  amados, atraídos, abrazados, envueltos en la ternura de un Dios que es Amor. Gracias, Señor, por tu desmedida, por tu despilfarro.

2.- Lectura reposada del evangelio: Lucas 11, 5-13

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Si uno de vosotros tiene un amigo y, acudiendo a él a medianoche, le dice: «Amigo, préstame tres panes, porque ha llegado de viaje a mi casa un amigo mío y no tengo qué ofrecerle», y aquél, desde dentro, le responde: «No me molestes; la puerta ya está cerrada, y mis hijos y yo estamos acostados; no puedo levantarme a dártelos», os aseguro, que si no se levanta a dárselos por ser su amigo, al menos se levantará por su importunidad, y le dará cuanto necesite. Yo os digo: Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿Qué padre hay entre vosotros que, si su hijo le pide un pez, en lugar de un pez le da una culebra; o, si pide un huevo, le da un escorpión? Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan!

3.- Qué dice el texto.

Meditación-reflexión

Es interesante conocer los tres verbos que usa Jesús para la oración. El que ora pide, busca y llama. En este pasaje no se dice qué es lo que se pide, qué es lo que se busca, por qué y dónde se llama. Lo importante es la actitud de pedir, de buscar, de llamar. El hombre recurre a Dios como un pobre, que necesita de la riqueza de Dios; como extraviado, que necesita volver al verdadero camino; como un descartado, sin techo y sin hogar, que necesita volver a la casa del Padre donde encuentra: comprensión, ternura, y lo que no podía imaginar: banquete, alegría, música, fiesta. Notemos la diferencia de este evangelio con relación a la versión de Mateo. Aquí se dice: “Cuanto más el Padre dará cosas buenas a los que se lo pidan” (Mt. 7,11). Lucas, ha cambiado el “cosas buenas” por el Espíritu Santo. La comunidad de Lucas ha descubierto que, entre las cosas buenas que el Padre nos puede dar, nada mejor que el Espíritu Santo. Hay una verdadera unión entre el Espíritu Santo y la auténtica oración. Nosotros no sabemos pedir. Es el Espíritu de Jesús, que habita dentro de nosotros, el que clama desde nuestro interior y nos ayuda a decir ABBA-PAPA (Ro. 8,15). Es el Espíritu Santo el que nos lleva a la auténtica y verdadera oración: la de sentir el gozo, el estremecimiento, de poder hablar con Dios como un niño pequeño con su papá. Sin la ayuda del Espíritu Santo, incluso la oración del Padre Nuestro se puede convertir en una oración más, sin profundizar en la novedad que le dio Jesús.

Palabra del Papa

“Porque todo el que pide recibe, y el que busca encuentra y al que llama, se le abrirá’. Pero se necesita, buscar y tocar a la puerta. Nosotros, ¿nos involucramos en la oración? ¿Sabemos tocar el corazón de Dios? En el evangelio Jesús dice: ‘Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más su Padre celestial dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan!’ Esto es algo grande. Cuando oramos valientemente, el Señor nos da la gracia, e incluso se da a sí mismo en la gracia: el Espíritu Santo, es decir, ¡a sí mismo! Nunca el Señor da o envía una gracia por correo: ¡nunca! ¡La lleva Él mismo! ¡Él es la gracia! Lo que pedimos es un poco como el papel en que se envuelve la gracia. Pero la verdadera gracia es Él que viene a traérmela. Es Él. Nuestra oración, si es valiente, recibe lo que pedimos, pero también aquello que es lo más importante: al Señor”. (Cf. S.S. Francisco, 10 de octubre 2013, homilía en Santa Marta).

4.- Qué me dice hoy a mí este texto que acabo de meditar. (Silencio)

5.- Propósito: Hoy rezaré un Padre Nuestro, como si fuera la primera vez que lo hago. Y para ello, invocaré antes al Espíritu Santo.

6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.

Hoy, Señor, te quiero agradecer el haber entendido la necesidad que tengo del Espíritu Santo para rezar. Los judíos no se atrevían a rezar el Padre Nuestro. Esa familiaridad con Dios, era inaceptable para ellos. Fue necesaria  la fuerza del Espíritu Santo para poder hablar con Dios como un niño: con esa sencillez, con esa cercanía, con ese encanto. Nunca te daremos gracias suficientes por el inmenso regalo de habernos revelado el verdadero rostro de Dios.

Reconocer a Cristo

1. – Es terrible pensar que Cristo pueda volver a la tierra y que ninguno de los que nos llamamos católicos le reconozcamos. Solo un samaritano, un extranjero, un alejado de la fe fue capaz de volver para glorificar a Dios, tal como dice el Evangelio de San Lucas que leemos hoy. El resto de los leprosos curados retornó a sus compromisos con la religión oficial. Jesús regresa todos los días y todas las horas y su rostro es el de muchos hermanos que sufren y nos necesitan, pero nosotros tampoco reconocemos en sus caras el rostro de Jesús. Es cierto que las exigencias del Señor son «muy fuertes». A veces parece que es imposible ser cristiano. Muy pocos de nosotros hemos vendido todo y le hemos seguido. La mayoría, ni siquiera lo ha intentado. Y solo ha repartido entre los hermanos minucias de poco valor como medio para acallar la conciencia.

Y vamos a callar cuando nos cure. No seremos capaces de exhibir como mercancía de conversión todo lo que ha hecho por nosotros y que, asimismo, puede hacer por los demás. Prestaremos más atención a cualquier charlatán que ofrezca ventajas para mejorar los brillos económicos de nuestras vidas. Y lo que es seguro es que seremos uno de los nueve leprosos que jamás volvieron, porque, hoy por hoy, no es «políticamente correcto» dar grandes gritos para demostrar nuestro agradecimiento a Dios. Pero ni tampoco lo haremos en voz baja para fuera El solo quien nos oyera.

2. – Hemos de abrir mucho los ojos para no dejar pasar de largo a Cristo. Y aunque suponemos interiormente que ya, más de una vez, se ha cruzado con nosotros, no vamos a ser capaces de volver sobre los pasos andados para darle alcance. Dice el «Principio y Fundamento» de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola que el hombre ha sido creado para glorificar a Dios y haciendo eso salvar su alma y que todo lo demás a nuestro alrededor solo tiene importancia si nos sirve para el fin por el que fuimos creados. Cristo es la imagen del Dios invisible y Él nos mostró la manera de conocerle y glorificarle. Pero, además, recordó algo olvidado por el hombre contemporáneo de Jesús: la ternura de Dios respecto a sus criaturas. No podemos ignorarlo. Su dedicación a nosotros nos hará sentir que deseamos agradecerle sus dones, de manera inmediata e instintiva. ¿O no es así? ¿O no ha sido suficiente el testimonio de Cristo? Esa sospecha se cierne sobre nosotros muchas veces. Y es lo que tendríamos que evitar.

3. – En la primera lectura se refleja la curación de Naamán, el Sirio, por Elíseo. Responde, también, al ejemplo puesto por el mismo Cristo («Había muchos leprosos en Israel») en el capítulo 4 de San Lucas (Lc 4,27) y se incluye en ese contexto de cerrazón del pueblo judío respecto a las enseñanzas del Mesías. Es, pues, un complemento para conseguir ordenar coherentemente el mensaje de la Palabra en este domingo. San Pablo en su Segunda Carta a Timoteo va a seguir pidiendo a uno de sus discípulos más queridos –a Timoteo– que no olvide el camino de Redención realizado por Jesús: murió y resucitó para salvarnos. Es Pablo el mejor ejemplo de impregnación total de la figura de Cristo. No vive él, vive en él Cristo. Si morimos con él, viviremos con él. Pero la reflexión que nos debe acompañar toda la semana en curso es la capacidad de reconocimiento público desagradecimiento por el efecto curativo de Jesús en nuestros cuerpos y nuestras almas. Hemos de volver, como el leproso de Samaría, a glorificar a Dios.

Ángel Gómez Escorial

Comentario – Jueves XXVII de Tiempo Ordinario

Lc 11, 5-13

Si uno de vosotros tiene un amigo…

«¿Sabéis qué es la amistad? ¿Sabéis qué es tener un amigo?» La enseñanza de Jesús es a menudo interrogativa. ..

que llega a mitad de la noche para pedirle: «Préstame tres panes.»

Es concreto. Sencillo. Jesús acaba de aconsejarnos «pedir a Dios el pan nuestro de cada día», el necesario.

«… un amigo mío ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle.» y si, desde dentro, el otro le responde: «¡Déjame en paz! la puerta está cerrada; los niños y yo estamos acostados: no puedo levantarme a darte el pan.»

Escena viva. El visitante llegó tarde; aprovechó el fresco de la noche para viajar; hace calor en Palestina. Las viviendas de entonces, en el país de Jesús, constaban de una sola pieza; eran casas sencillas para gente sencilla. Todo el mundo duerme en el suelo, sobre una alfombra o una estera. Levantarse supone molestias para todos ¡y es complicado! Dejadnos en paz.

Yo os digo: que acabará por levantarse y darle lo que necesita, si no por ser amigos, al menos para librarse de su importunidad.

El amigo no ha cedido por amistad, sino para que le deje en paz, como el juez del que hablará Jesús más tarde. (Lucas 18, 4-5) Eso no significa que Dios sea así, que ceda por cansancio: pero esta conducta pone de relieve «con mayor razón» la actitud del Padre que es bueno. «Si pues vosotros, que sois malos, sabéis dar cosas buenas… cuánto más vuestro Padre del cielo…»

Pedid y se os dará. Buscad y encontraréis. Llamad y se os abrirá.

Jesús afirma solemnemente que ¡Dios atiende la oración!

Lo repite incansablemente y de diferentes modos.

El que pide recibe. El que busca encuentra. Al que llama le abren.

Hay que ir a Dios como pobre en la necesidad. La plegaria es ante todo una confesión de la propia indigencia: Señor, yo a eso no alcanzo… Señor, ando buscando… Señor, no comprendo… Señor, te necesito…

¿Qué padre, si su hijo le pide pescado, le ofrecerá una culebra? y si le pide un huevo ¿le dará un alacrán? Pues si vosotros, malos como sois, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos…

Sería impensable que una madre no reaccionara así. Siguiendo la invitación de Jesús, voy a contemplar detenidamente el amor del corazón de las madres y de los padres de la tierra: tantas «cosas buenas» son «dadas» cada día, por millones de padres y madres, bajo el cielo de todo el orbe de la tierra.

El calificativo «malos» no parece ser usado aquí para subrayar la corrupción del hombre, sino para valorar, a fortiori, la «bondad» de Aquel que da tantas «cosas buenas» a sus hijos.

¡Cuánto más vuestro Padre del cielo dará Espíritu Santo a los que se lo piden!

Mateo solamente hablaba de «cosas buenas» (Mateo 7,11) Lucas se atreve a hablar del «don del Espíritu», que es para él, el don por excelencia, ese don maravilloso del cual tanto hablará en su libro Hechos de los Apóstoles (53 citas). La mejor respuesta a nuestras oraciones, es recibir todo un Espíritu Santo.

¡Ah, no! Dios no se mofa de nosotros. ¡Nos da, nada menos que su propio Espíritu! El que pide, recibe. Pedid y recibiréis.

Noel Quesson
Evangelios 1

Comentario – Jueves XXVII de Tiempo Ordinario

Ya comentamos en su momento el pasaje paralelo del evangelio de Mateo. El de Lucas es mucho más escueto y pobre en detalles explicativos. Quizá esté más próximo al arameo de origen. Jesús solía retirarse a orar con cierta frecuencia, al menos en esta etapa de su actividad misionera. Y sus discípulos, sus acompañantes más asiduos están al tanto de este hábito oracional. En una de esas ocasiones –nos dice el evangelista- estaba Jesús orando en cierto lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos».

A esta petición Jesús responde de inmediato proponiéndoles un modelo de oración: Cuando oréis –les dice- decid: «Padre, santificado sea tu nombre, venga tu Reino, danos cada día nuestro pan cotidiano (πιούσιον), perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe algo (παντι φειλοντι), y no nos dejes caer en la tentación». He aquí el Padre nuestro en la versión de san Lucas.

Resulta una evidencia que estamos ante una oración de carácter filial en la que Jesús, el Hijo por excelencia, deja su impronta personal, pues a ella traslada sus centros de interés: el Reino, el perdón de los pecados, la tentación.

¿Quién más plenamente que él puede decir: Abba, Padre? ¿Quién mejor que él puede desear que el nombre del Padre sea reconocido en toda su santidad por todos? ¿Quién puede anhelar más que él que venga su Reino, crezca, se implante y alcance su plena realización? ¿Qué persona puede haber más indicada para pedir el pan nuestro de cada día que el que sació el hambre de toda una multitud multiplicando unos cuantos panes y que se ofrece a sí mismo como pan para la vida del mundo? ¿Quién mejor que el que vino como Cordero de Dios que quita el pecado del mundo y que perdonó pecados puede decir en nombre de todos los pecadores: perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe algo, instándonos de este modo a perdonar a nuestros deudores u ofensores? ¿Y quién mejor que el que sufrió y venció tentaciones podrá expresar en nombre de todos sus seguidores este deseo: no nos dejes caer en la tentación?

Luego la fórmula oracional que él ofrece como un modelo a seguir no deja de ser el fruto de una experiencia personal de relación con su Padre. Jesús quiere estar en el corazón de todos los creyentes que experimentan la necesidad de elevar su plegaria al Dios de cielos y tierra. Se trata de ese Padre que no va a dar una piedra al hijo que le pide pan, ni una serpiente al que le pide pescado: el Padre bueno que sabe dar cosas buenas a los que le piden. Y nada hay más bueno que el Reino deseable y deseado o que el perdón que da acceso a ese Reino; y nada hay más necesario para mantenerse en esta vida de lucha contra las tentaciones que el pan cotidiano que la sostiene tanto en su dimensión corporal como espiritual. Tampoco hay nada más conveniente para seguir avanzando por el camino del Reino que la superación de esos obstáculos que son las inevitables tentaciones que nos salen al paso en nuestro recorrido existencial.

Pedir al Padre todo esto es pedir su auxilio para la vida presente y la futura; pero en ningún caso es pedir que nos supla en aquello que nos incumbe hacer a nosotros: trabajar, luchar, esforzarse, orar, querer, perdonar, pedir perdón, poner todas nuestras energías, inteligencia y voluntad, al servicio del bien y de la verdad.

JOSÉ RAMÓN DÍAZ SÁNCHEZ-CID
Dr. en 
Teología Patrística

Nuestros dobles del evangelio

1.- Alguien ha dicho que todos tenemos un doble entre los personajes del Evangelio. Lo malo es que los comentaristas se fijan solo en los grandes: Pedro, Juan, Santiago… y, entre líneas, se pierden esos pequeños entre los que nos encontraríamos a gusto. Los camareros de las bodas de Caná de Galilea, aquel muchacho que prestó sus panes y dos peces al Señor, la eficaz suegra de Pedro, los camilleros que bajaron al paralítico por el agujero de la terraza.

¿No sería una bonita historia de la Iglesia? Reunión del pueblo pequeño de Dios, la historia que no nos contase la vida de sus grandes, sino de los pequeños: de los cocineros del Vaticano, del chofer del Papa, del dentistas de nuestro Cardenal, de la madre, viejecita y piadosa, de esos mismos grandes. Sería una historia más real, mucho más emotiva y más cercana a nosotros. Y entre ellos encontraríamos a nuestro doble.

2.- Pues este leproso de hoy, el que vuelve, el que se le olvida presentarse a la administración central religiosa y prefiere correr a los pies de Jesús y darle gracias a Dios, es uno de esos pequeños.

Un hombre que fue niño, que corrió tras los ovejas asustándolas, que tiró del rabo al perro pastor que se volvía a lamerle la cara con cariño, que tenía sus mejores sueños en los brazos de una madre joven, hasta que unas pequeñas pústulas le acusaron de leproso. Y se vio abandonado de sus padres, hermanos, vecinos, representantes de la religión, que le borraron de todo registro civil o religioso y hasta del libro de la vida.

3.- Este hombre al verse curado comprendió que más importante que presentarse a la administración religiosa que, en su día, le había marginado, era el correr a tirarse a los pies del Señor, en el que encontraba una acogida, una sociedad nueva que le recibía, una administración religiosa desadministrada que le aceptaba.

Y Jesús no le vuelve a decir que se presenta a los sacerdotes. Sólo de dice: “Tu fe te ha salvado”.

–No te ha salvado tu partida de bautismo,

–no te ha salvado estar casado por la Iglesia

–no te ha salvado la rutina en los sacramentos

–no te han salvado los sabios consejos de los administradores de la religión oficial, ni los

círculos de estudio, ni la formación permanente.

Te ha salvado tu fe.

Porque hay sacramentos de puro trámite social, bodas pagano-católicas, bautizos civiles, primeras comuniones verbeneras, funerales de cumplimiento.

Tu Fe te ha salvado.

Los otros nuevos leprosos se perdieron en fárrago de la administración y olvidaron lo más importante, el agradecimiento al que les curó. Fe en Él y en el Dios que predicaba. Ellos, que cumplieron un trámite, perdieron una fe.

Cuando el cumplir sustituye a la fe, se pierde la fe. Y no pocas veces somos los administradores religiosos los que ahogamos la fe bajo el peso de los legajos y documentos que exigimos para cumplir.

Cuando se cae en la rutina administrativa de la fe, pasa lo del sacristán, que empieza temiendo a Dios, sigue sin temer a Dios y acaba Dios temiendo al sacristán. Cuantas veces Dios temerá nuestra administración religiosa…

Que sea la fe la que nos salve, porque la administración no lo va a hacer.

José María Maruri, SJ

Dar gloria a Dios

Y si en nuestro camino
se hace presente la ternura,
la solidaridad,
la acogida,
la gracia,
la curación anhelada…
lo primero, aunque no esté prescrito,
dar gloria a Dios.

Y cuando lo que acontece
rompe las líneas rojas
que nos encierran y marginan,
las barreras que nos separan,
las leyes que nos discriminan,
los títulos, privilegios y castas…
lo primero, aunque no esté prescrito,
dar gloria a Dios.

Y cuando lo que Tú nos ofreces
nos devuelve la dignidad,
nos limpia de toda enfermedad,
nos introduce de nuevo en la sociedad,
nos libera de normas serviles
y alegra nuestro corazón…
lo primero, aunque no esté prescrito,
dar gloria a Dios.

Y si nos encontramos
caminando hacia la felicidad,
y empezamos a sentirla en el cuerpo,
y nuestros sueños se quedan pequeños
porque lo que sentimos y tenemos,
o lo que se nos ha dado gratis,
los supera con creces…
lo primero, aunque no esté prescrito,
dar gloria a Dios.

Y si los tópicos se mantienen
y nos consideran samaritanos,
o nos tratan como leprosos,
o nos discriminan por el género,
o nos clasifican como quieren,
o intentan que sigamos como dicen…
lo primero, tú sé libre, aunque no se estile,
y darás gloria a Dios como Él quiere.

Florentino Ulibarri

Notas sobre el texto, contexto y pretexto

• Tercera etapa del camino de Jesús (17, 11-19, 28) hacia Jerusalén, continúa la instrucción sobre algunos aspectos importantes de la vida cristiana: la llegada de Reino de Dios y la venida del Hijo del hombre (17, 20-37), la importancia de la oración (18, 1-14), el seguimiento y la riqueza (18, 15- 19, 28); y al final el tercer anuncio de la Pasión (18, 31-34).

• Se trata de la subida hacia el lugar del sacrificio y ascensión (Pascua). Esta en camino porque su obra no está aún acabada. En este contexto, Lucas nos va a instruir sobre el alcance universal de la salvación que ofrecerá su Muerte y Resurrección.

Comentario al evangelio – Jueves XXVII de Tiempo Ordinario

Oración de intercesión

Si al «amigo» de la parábola le costaba levantarse y compartir unos trozos de pan en medio de la noche, ¡imagínate el sacrificio del que había venido buscando pan! No pedía pan para sí mismo: intercedía por otro que acudía a su casa en plena noche, buscando refugio. El «pedid y recibid, buscad y encontrad, y llamad y entrad» del que habla hoy Jesús tiene un gran poder de actualización cuando pedimos, buscamos y llamamos en favor de los necesitados. Como observa el Catecismo de la Iglesia Católica, «desde Abraham, la intercesión -pedir en favor de otro- ha sido característica de un corazón en sintonía con la misericordia de Dios». En la época de la Iglesia, la intercesión cristiana participa de la de Cristo, como expresión de la comunión de los santos […] La intercesión de los cristianos no reconoce fronteras»

Paulson Veliyannoor, CMF

Meditación – Jueves XXVII de Tiempo Ordinario

Hoy es jueves XXVII de Tiempo Ordinario.

La lectura de hoy es del evangelio de Lucas (Lc 11, 5-13):

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Si uno de vosotros tiene un amigo y, acudiendo a él a medianoche, le dice: ‘Amigo, préstame tres panes, porque ha llegado de viaje a mi casa un amigo mío y no tengo qué ofrecerle’, y aquél, desde dentro, le responde: ‘No me molestes; la puerta ya está cerrada, y mis hijos y yo estamos acostados; no puedo levantarme a dártelos’, os aseguro, que si no se levanta a dárselos por ser su amigo, al menos se levantará por su importunidad, y le dará cuanto necesite.

»Yo os digo: Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿Qué padre hay entre vosotros que, si su hijo le pide un pez, en lugar de un pez le da una culebra; o, si pide un huevo, le da un escorpión? Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan!».

Hoy vemos cómo al hombre, después de perder la trascendencia, le resta sólo el grito, porque sólo quiere ser tierra e intenta convertir el cielo y la profundidad del mar en tierra suya. La liturgia rectamente entendida (identificación con Cristo para alabar al Padre siendo hijos en el Hijo) devuelve la integridad al hombre.

En el mar viven los peces y callan; los animales de la tierra gritan; pero las aves, cuyo espacio vital es el cielo, cantan. Lo propio del mar es el silencio; lo propio de la tierra es el grito; lo propio del cielo es el canto. Pero el hombre participa en las tres cosas: lleva en sí la profundidad del mar, la carga de la tierra y la altura del cielo, y por eso le pertenecen la tres propiedades: el callar, el gritar y el cantar. 

—Jesús, tu llamada nos invita de nuevo a callar y a cantar. Tú en la acción litúrgica nos devuelves la profundidad y la altura, el silencio y el canto.

REDACCIÓN evangeli.net