Lectio Divina – Lunes XXVIII de Tiempo Ordinario

Aquí hay algo más que Jonás”

1.- Introducción.

Señor, hoy vengo a la oración a no pedirte nada. Demasiadas oraciones he hecho en mi vida de súplica, de petición. Hoy vengo a escucharte, a estar contigo, a sentir tu cercanía y tu amistad, a disfrutar al caer en la cuenta de que aquí mismo, junto a mí hay Alguien que es más que Jonás y más que Salomón.  Aquí estás Tú, mi Señor. Te entrego las riendas de mi vida.

2.- Lectura reposada del Evangelio: Lucas 11, 29-32

En aquel tiempo, la gente se apiñaba alrededor de Jesús y Él se puso a decirles: Esta generación es una generación malvada; pide una señal, y no se le dará otra señal que la señal de Jonás. Porque, así como Jonás fue señal para los ninivitas, así lo será el Hijo del hombre para esta generación. La reina del Mediodía se levantará en el Juicio con los hombres de esta generación y los condenará: porque ella vino de los confines de la tierra a oír la sabiduría de Salomón, y aquí hay algo más que Salomón. Los ninivitas se levantarán en el Juicio con esta generación y la condenarán; porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás, y aquí hay algo más que Jonás.

3.- Qué dice el texto.

Meditación-reflexión

El vientre del pez sumergido en lo profundo del mar es un símbolo precioso de todas nuestras situaciones límite: violencias, atropellos, sufrimientos, enfermedades, incluso muerte física. El salto del pez a la playa de la vida es signo de victoria. El que nos saca de lo más hondo, es Alguien que es más que Jonás y más que Salomón. Es Jesús, el Hombre-Dios. Él es el que “muriendo por nosotros”, ha bajado a los infiernos, a lo profundo de la miseria humana y “resucitando por nosotros” nos ha elevado a lo más alto de los cielos. Es verdad que Jesús ha anunciado su muerte en varias ocasiones, pero nunca ha hablado de su muerte sin hablar también de resurrección. “Mirad que el Hijo del Hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas; lo condenarán a muerte, y lo entregarán a los gentiles, se burlarán de él, le escupirán, lo azotarán y lo matarán, pero a los tres días, RESUCITARA” (Mc. 10,33-34). Después de que Cristo ha vencido todas las situaciones de muerte, ya nadie nos puede quitar la esperanza. Por más hundidos que nos encontremos, siempre podremos decir: “esto tiene que tener salida”. La Resurrección de Cristo “nos ha abierto una puerta que ya nadie nos puede cerrar” (Ap. 3,8).

Palabra del Papa

“Realmente hace un milagro, porque en este caso él [Jonás] ha dejado de lado su terquedad y ha obedecido a la voluntad de Dios, y ha hecho lo que el Señor le había mandado.  Nínive se convierte y ante esta conversión, Jonás, que es el hombre que no es dócil al Espíritu de Dios, se enfada: Jonás sintió una gran tristeza y se desdeñó. E, incluso, reprende al Señor. La historia de Jonás y Nínive se articula en tres capítulos: el primero es la resistencia a la misión que el Señor le confía; el segundo es la obediencia, y cuando se obedece se hacen milagros. La obediencia a la voluntad de Dios y Nínive se convierte. En el tercer capítulo, hay una resistencia a la misericordia de Dios. Esas palabras: ‘Señor, ¿no era esto quizás lo que yo decía cuando estaba en mi pueblo? Porque Tú eres un Dios misericordioso y clemente, y yo he hecho todo el trabajo de predicar, he hecho mi trabajo bien hecho, ¿y Tú les perdonas? Y el corazón con esa dureza que no deja entrar la misericordia de Dios. Es más importante mi sermón, son más importantes mis pensamientos, es más importante toda esa lista de mandamientos que debo observar, todo, todo, todo que la misericordia de Dios. Y este drama también Jesús lo ha vivido con los doctores de la Ley, que no entendía por qué Él no dejó que lapidaran a aquella mujer adúltera, cuando Él iba a cenar con los publicanos y pecadores: no lo entendían. No entendían la misericordia. Hay que esperar en el Señor, porque en el Señor hay misericordia, y en Él hay abundante redención”. (Cf Homilía de S.S. Francisco, 6 de octubre de 2015, en Santa Marta).

 4.- Qué me dice hoy a mí este texto ya meditado. (Guardo silencio)

5.- Propósito. Con la presencia de Cristo Resucitado yo ya no me hundo por nada.

6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.

Señor, Dios mío, si hubieras muerto en una Cruz y no hubieras resucitado, hubieras sido un fracasado. Todos tus bellos sueños, tus hermosas palabras, tu vida intachable, todo habría quedado sepultado en una tumba. Ya nadie se acordaría de Ti. Pero has resucitado y estás vivo, y nos das también a nosotros la posibilidad de vivir y soñar y la viva esperanza de “unos cielos nuevos y una nueva tierra”. ¡Gracias, Señor!

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Comentario – Lunes XXVIII de Tiempo Ordinario

Lc 11, 29-32

Como sea que el gentío se apiñaba a su alrededor, Jesús se puso a decirles:…
Un gentío cada vez mayor. Una gran aglomeración de personas… en la acera. ¿Qué es lo que pasa? Unos recién llegados, curiosos, se unen a los que ya están allí estacionados.

Se puso a decirles: «Esta generación es mala. Pide una señal…

La razón de esa aglomeración, es el deseo de lo maravilloso.

Algo sorprendente va a pasar. Hará algún milagro.

Las muchedumbres están siempre ávidas de lo sensacional. ¿Y yo? ¿Espero también que Dios se me manifieste más?

Y no se le dará otra señal, excepto la señal de Jonás.

Jesús claramente rehúsa hacer esa «señal» maravillosa que se le pide. Y a los que se lo piden ¡les califica como «malos»! Esa generación es mala.

Es curioso que los contemporáneos hayan podido pedir una señal, siendo así que Jesús había hecho tantos milagros ante sus propios ojos. Pero nunca es bastante.

Señor, danos humildad de corazón para aceptar la acción de Dios en el mundo que de ordinario es gris, sin relieve. Pues, si bien el mundo entero está penetrado de la Presencia y de los signos de Dios, sin embargo no son presencias ni signos esplendorosos. Es preciso que nuestros ojos tengan más luz, para que sepamos ir discerniendo más y más «lo que Tú, Señor, estás obrando» en los acontecimientos, en las personas que me rodean, en los grupos donde convivo, en los que trabajo, en mí…

En efecto, igual que Jonás fue una señal para los habitantes de Nínive así va a serlo el Hijo del hombre para la gente de esa generación.

El «signo de Jonás» Muy simplemente, un hombre que recorre las calles de Nínive gritando que hay que convertirse ! He ahí el único y pobre signo que tuvieron los habitantes de Nínive.

¿El «signo» de Dios?

Es la llamada a la conversión que percibimos a veces:

esa vocecita tímida que alguna vez nos habla en el fondo de nuestras conciencias y que nos repite: «cambia de vida».

ese vozarrón del evangelio que nos sacude a menudo y que nos increpa: «cambia de vida»

Los ninivitas se levantarán en el Juicio contra esta generación y la condenarán; porque ellos se convirtieron con la predicación de Jonás, y aquí hay algo mayor que Jonás.

Tal era sin duda el sentido original de las palabras de Jesús. Jesús, como Jonás, por su palabra y por su persona, anuncia el Juicio e incita a la conversión. Lucas sólo relató esta interpretación, sencilla y exigente.

La reina de Saba se pondrá en pie en el Juicio para carearse con esa generación y la condenará, porque ella vino desde los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón y hay más que Salomón aquí.

Ser capaz de «venir desde los confines de la tierra». Para escuchar a un «sabio».
¡Qué aventura! ¡Qué decisión!

A esta reina pagana no la arredraron las dificultades ni las molestias, ciertamente.

Más que buscar lo excepcional… hay que atender a las llamadas de mi vida cotidiana… tener confianza en los que han recibido la gracia de anunciar el evangelio… no ahogar con hermosos pretextos la Palabra de Jesús que nos invita a la revisión y a la conversión.

Noel Quesson
Evangelios 1

Orar siempre, sin desfallecer

En la primera lectura, tomada del libro del éxodo, se nos narra una disputa del pueblo de Dios durante la peregrinación en el desierto. Israel en su camino hacia la tierra prometida tuvo que ir haciendo frente a muchas dificultades, defendiéndose de muchos enemigos y purificando su idea de Dios. Los versículos que hemos leído este domingo son especialmente incesantes, pues nos hacen notar que Israel obtiene la victoria sobre los amalecitas no solo porque Moisés busca el auxilio de Dios en la oración, sino también por la determinación y las habilidades guerreras de Josué. En efecto, el hecho de ser persevantes en la oración, no nos dispensa de nuestro compromiso. Es con el esfuerzo y con la responsabilidad humana como Dios nos hace justicia.

Los discípulos de Cristo, al igual que el pueblo Israel en su peregrinar hacia la tierra prometida, en nuestro caminar cristiano también tenemos que enfrentarnos con muchos obstáculos y combatir a muchos “Amalecs” que nos seducen con sus propuestas engañosas y disfrazados de existo y felicidad, desviándonos así del camino que Dios nos invita a seguir.

Para la perseverancia y la victoria en nuestro combate contra los “Amalecs”, Jesús nos dejó un arma poderosa: la oración sin desfallecer. La oración nos conforta y revitaliza en todo momento. Ella despierta nuestra alma y nos impulsa con una fuerza siempre renovada. Eso es lo que necesitamos en cada momento.

Lucas es ciertamente el evangelista de la oración. Son muchos los textos de Lucas que nos hablan de oración. En una serie de ocasiones nos muestra a Jesús orando. Hace oración en los momentos más decisivos de su misión: al empezar la vida pública, al escoger a los Doce, en la Pasión. A la luz de la experiencia orante de Jesús, el cristiano entiende que está invitado a orar siempre, con persistencia ¿Por qué? ¿cuál es la razón de esta persistencia?

La perseverancia en la oración es la actitud que posibilita al creyente mantenerse fiel en medio de las dificultades del día a día. La oración confiada y persistente es la forma de enfrentar toda adversidad. Es evidentemente que la oración que no nos quita los obstáculos del camino, sino que nos da la fuerza para superarlos. La oración fortalece nuestra esperanza.

La esperanza cristiana no es una simple espera de algo que podría realizarse, sino la consecuencia de la fe. La esperanza cristiana no es mera quimera o fantasía, su fundamento real reside en Dios mismo, en su amor, en su poder y en su fidelidad. Eso es lo que engendra en nosotros la seguridad de que todo lo que esperamos, lo que deseamos, se verá realizado por eso podemos vivir confiados incluso cuando experimentamos una tribulación, un fracaso en un proyecto… o simplemente cuando lo que vemos, tocamos u olemos es una negación de lo que esperamos. Porque el fundamento de nuestra esperanza no somos nosotros, ni lo que creemos o sentimos. El fundamento de nuestra esperanza es solo Dios. Y solo la perseverancia en la oración a la que nos invita Cristo puede prepararnos y abrirnos a la confianza en este Dios que siempre defiende el derecho del débil frente a los que lo vulneran o trasgreden.

Esta actitud de perseverancia en la oración es la que Jesus nos invita a practicar. Jesús quiere que oremos por encima de cualquier sensación de fracaso. Jesús nos insta a tener una obstinación semejante a la de la viuda de la parábola. Pues si el sólo hecho de pedir con insistencia ya obliga al inicuo y corrupto juez que ni temía a Dios ni le importaba los hombres a acceder a hacer justicia a la pesada viuda, con mucho más motivo Dios, que es su esencia es amor, se compadecerá y atenderás las suplicas de los que acudimos a él día y noche. Ahora bien, esto no significa que hemos de cruzarnos los brazos y esperar que Dios haga lo que hemos de hacer nosotros. Dios no puede remplazarnos en nuestro compromiso y nuestra responsabilidad. Ya lo dice el dicho popular: “a Dios rogando y con el mazo dando”.  

Fr. Jesús Nguema Ndong Bindang

Lc 18, 1-8 (Evangelio Domingo XIX de Tiempo Ordinario)

Dios sí escucha a los desvalidos

El evangelio de Lucas sigue mostrando su sensibilidad con los problemas de los pobres y los sencillos. En el Antiguo Testamento, las historias entre jueces y viudas, especialmente en los planteamientos de los profetas, se multiplican incesantemente. Son bien conocidos los jueces injustos y las viudas desvalidas (Am 5,7.10-13; Is 1,23; 5,7-23; Jer 5,28; Is 1,17; Jer 22,3). El mismo Lucas es el evangelista que más se ha permitido hablar de mujeres viudas en su evangelio (Lc 2,36-38;4,25-26;7,11-17;20,47; 21,1-4). En lo que se refiere a la parábola que nos propone, no hay por qué pensar que se tratara de una viuda vieja. Eran muchas las que se quedaban solas en edad muy joven. Su futuro, pues, lo debían resolver luchando. Si a ello añadimos que la mujer no tenía posibilidades en aquella sociedad judía, entenderemos mejor los propósitos de Lucas, que es el evangelista que mejor ha plasmado el papel de la mujer en la vida de la comunidad cristiana primitiva y de la misma sociedad.

Nos podemos preguntar: ¿quién es más importante aquí, el juez o la viuda? Por una parte la mujer que no se atemoriza e insiste para que se le haga justicia. Pero también es verdad que este juez, a diferencia de los que se presentan en el Antiguo Testamento, llega a convencerse que esta mujer, con su insistencia, puede llegar a hacerle la vida muy incómoda o casi imposible. Lo hace desde sus armas: su palabra y su constancia o perseverancia; no usa métodos violentos, pero sí convicción de que tiene derechos a los que no puede renunciar. Por eso al final, sin convencimiento personal, el juez decide hacerle justicia. La comparación es más o menos como en la parábola del amigo inoportuno de medianoche (Lc 11, 5-8): la perseverancia puede conseguir lo que parece imposible. Pero si eso lo hacen los hombres injustos, como el juez, ¿qué no hará Dios, el más justo de todos los seres, cuando se pide con perseverancia? Es esa perseverancia lo que mantiene la fe en este mundo hasta que sea consumada la historia.

Lo que busca la parábola, pues, es comparar al juez con Dios. El juez, en este caso, no representa simbólicamente a Dios, sería absurdo. Pero es de Dios de quien se quiere hablar como co-protagonista con la viuda. Indirectamente se hace una crítica de los que tienen en sus manos las leyes y las ponen al amparo de los poderosos e insaciables. De esto sabe mucho la historia. Dios, a diferencia del juez, es más padre que otra cosa; no tiene oficio de juez, ni ha estudiado una carrera, ni tiene unas leyes que cumplir a rajatabla. Dios es juez, si queremos, de nombre, pero es padre y tiene corazón. De esa manera se entiende que reaccionará de otra forma, más sensible a la actitud de confianza y perseverancia de los que le piden, y especialmente de los que han sido desposeídos de su dignidad, de su verdad y de su felicidad.

¿Tiene que ver algo en este texto el tema de la plegaria, de la oración perseverante? Todo depende del tipo de lectura que se haga y habrá variantes de ello. La verdad es que no podemos reducir el texto y la parábola a una cuestión reivindicativa de justicia. El final del texto es sintomático: “Dios hará prontamente justicia a los que le piden” (v.8). Dios no dilatará el concedernos lo que le pedimos, Dios sí tendrá el corazón abierto a ello. Es una parábola para inculcar la “confianza” en Dios más que en los hombres y sus leyes. ¿Se puede ir por el mundo con esa confianza en Dios? ¡Claro que sí! La respuesta debemos ofrecerla desde nuestra experiencia personal, desde nuestra experiencia cristiana. Y tendrá pleno sentido esta acción de Dios frente a muchas situaciones que debemos vivir en la más íntimo, sabiendo que mientras otros nos despojan de nuestra justicia, de nuestra dignidad y de nuestros derechos, Dios está con nosotros. A muchos es posible que no les valga esta experiencia personal en la que Dios “nos hace justicia”, pero en otros muchos casos será una victoria interior y dinámica de la verdad que buscamos.

Fray Miguel de Burgos Núñez

2Tim 3, 14 – 4, 2 (2ª lectura Domingo XIX de Tiempo Ordinario)

El Espíritu inspira nuestra vida

Este es un texto bien explícito que muestra una de las afirmaciones más importantes en lo que se refiere a la Sagrada Escritura. Es un texto clásico que siempre se ha tenido en cuenta para hablar de la «inspiración divina» de la Biblia, de las Escrituras. Esto es verdad, tanto para los judíos como para los cristianos. Pero volviendo sobre el fundamentalismo, esa inspiración no se entiende como si Dios o el Espíritu hubieran “dictado” el texto. Se trata del resultado de unas experiencias religiosas, personales o comunitarias, que se han plasmado en la Biblia. Conviene que tengamos una idea lógica y moderna de la inspiración, sin negar algo fundamental: la inspiración de Dios se hace en la vida y en la historia de los hombres o de las comunidades y ellos las plasman en su texto. Ahí es donde Dios, por el Espíritu, actúa. No en pergaminos o pellejos muertos, aunque esos libros merecen respeto.

Esas experiencias de inspiración divina se han vivido en la historia del pueblo de Israel y de las comunidades cristianas primitivas. El autor de la carta a Timoteo (que según la tradición es Pablo, aunque hoy ya no hay ninguna razón para unir inspiración y autenticidad de un texto) exhorta para que al leer las Escrituras se vea en ellas la mano de Dios con objeto de exhortar, educar y conducir a la salvación que nos ha manifestado Jesucristo. Esta exhortación de la epístola de hoy es una llamada para que todos los predicadores, catequistas y educadores cristianos tengan como base de su acción y compromiso la Sagrada Escritura.

Fray Miguel de Burgos Núñez

Ex 17, 8-13 (1ª lectura Domingo XIX de Tiempo Ordinario)

La victoria no está en las armas, sino en Dios

Esta lectura puede resultar demasiado extraña para los tiempos que vivimos. La historia, en este caso, salta por los aires en cuanto que la victoria del pueblo en el desierto, contra las tribus beduinas de los amalequitas, depende de un gesto casi mágico en que el caudillo Moisés levantaba su brazo bendiciendo sus tropas para que la consigan. Sabemos que Dios no entregó la tierra prometida a Israel de esa manera, sería absurdo. Pero las leyendas y los mitos se fundamentan en algo extraño o extraordinario que sucede de vez en cuando. Israel no hace simplemente historia, sino historia sagrada, y en ésta el protagonista principal es Dios.

Nuestra visión, pues, de estos acontecimientos no debe ser fundamentalista, como puede dar a entender el texto de la Escritura. Lo que se quiere resaltar es que los objetivos del pueblo de la Alianza no se consiguen con la fuerza, las armas y la guerra. Aquí sí que deberíamos escuchar la Escritura con reverencia. A veces la victoria y la salida de lo imposible dependen de valores de confianza en el bien y en Dios. Es verdad que se trata de un texto a purificar en lo que se refiere a la unión entre religión y guerra; pero también es verdad que es una tradición en la que se pone de manifiesto que si el pueblo no hubiera contado con Dios, en su paso por el desierto, nunca habría llegado a la tierra prometida.

Fray Miguel de Burgos Núñez

Comentario al evangelio – Lunes XXVIII de Tiempo Ordinario

Signo de Jonás

Pedir una señal es un esfuerzo por eludir el necesario y laborioso camino de la fe. La fe consiste en confiar en las palabras de Dios y caminar por el valle de las tinieblas. Es dejar que el grano de mostaza crezca en la oscuridad y profundidad de nuestro interior. Por otro lado, la insistencia en signos y milagros (que abunda entre los fieles de cualquier religión) es un cortocircuito en el camino de maduración en la fe. Jesús se niega a dar otro signo que no sea el de Jonás, que trata del viaje de Jonás, a través del vientre de la ballena, hacia una mayor fe. Aunque sin quererlo, Jonás se deja nacer a la fe. Es un bautismo, un misterio pascual, que cada uno de nosotros debe sufrir, a su manera y con la ayuda de la gracia, para llegar a la fe auténtica. Y, una vez que lleguemos, como Job, no pediremos nada, sino que sólo adoraremos con asombro y amor.

Paulson Veliyannoor, CMF

Meditación – Lunes XXVIII de Tiempo Ordinario

Hoy es lunes XXVIII de Tiempo  Ordinario.

La lectura de hoy es del evangelio de Lucas (Lc 11, 29-32):

En aquel tiempo, habiéndose reunido la gente alrededor de Jesús, Él comenzó a decir: «Esta generación es una generación malvada; pide una señal, y no se le dará otra señal que la señal de Jonás. Porque, así como Jonás fue señal para los ninivitas, así lo será el Hijo del hombre para esta generación. La reina del Mediodía se levantará en el Juicio con los hombres de esta generación y los condenará: porque ella vino de los confines de la tierra a oír la sabiduría de Salomón, y aquí hay algo más que Salomón. Los ninivitas se levantarán en el Juicio con esta generación y la condenarán; porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás, y aquí hay algo más que Jonás».

Hoy todavía los hay que —en nombre de la «objetividad» del saber— pretenden de Dios «un signo». La raíz de esta equivocada exigencia no es otra que el egoísmo, un corazón impuro, que únicamente espera de Dios el éxito personal, la ayuda necesaria para absolutizar el propio yo («yo Le puedo medir»). Esta forma de religiosidad representa el rechazo fundamental de la conversión («Él debe ser mi medida»). 

La humildad del silencio —¡Job!— es muy importante como primer paso en la sabiduría. Resulta sorprendente que las quejas contra Dios sólo en una mínima parte procedan de los dolientes de este mundo; mayormente provienen de «espectadores saturados» que nunca han sufrido. ¡Los dolientes han aprendido a ver! En este mundo, la alabanza sale de los «hornos» donde tantos se abrasan: el relato de los «tres jóvenes» en el horno encendido contiene una verdad más profunda que la que se expresa en los tratados eruditos.

—Jesús, ¡cuántas veces pedimos un signo y nos cerramos a la conversión! ¡La Cruz es el signo!

REDACCIÓN evangeli.net

Liturgia – Lunes XXVIII de Tiempo Ordinario

LUNES DE LA XXVIII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO, feria

Misa de feria (verde)

Misal: Para la feria cualquier formulario permitido; Prefacio común.

Leccionario: Vol. III-par

  • Gál 4, 22-24. 26-27.31 – 5, 1. No somos hijos de la esclava, sino de la libre.
  • Sal 112. Bendito sea el nombre del Señor por siempre.
  • Lc 11, 29-32. A esta generación no se le dará más signo que el signo de Jonás.

Antífona de entrada          Col 3, 14-15
Por encima de todo esto, el amor, que es el vínculo de la unidad perfecta. Que la paz de Cristo reine en vuestros corazones

Monición de entrada y acto penitencial
Hoy vamos a ofrecer la Eucaristía de una forma muy especial por los religiosos, esos hombres y mujeres que, fieles a la llamada de Dios, se han consagrado por entero al Señor siguiendo los consejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia; para que perseveren en vivir plenamente su consagración bautismal mediante la práctica de estos consejos, y sigan siendo, desde su actividad en el mundo, o retirada en el claustro, un don divino que ha recibido la Iglesia.

Comencemos pues la celebración de la Eucaristía poniéndonos en la presencia del Señor, y pidiéndole humildemente perdón por todos nuestros pecados.

  • Tú que te has hecho pobre por amor. Señor, ten piedad.
  • Tú que has obedecido en toda la voluntad del Padre. Cristo, ten piedad.
  • Tú que has vivido castamente en el cuerpo y en el espíritu. Señor, ten piedad.

Oración colecta
SEÑOR, guía y protector de tu Iglesia,
infunde en tus siervos el espíritu de inteligencia,
de verdad y de paz,
para que conozcan de todo corazón lo que te agrada,
y, una vez conocido,
lo pongan por obra con toda energía.
Por nuestro Señor Jesucristo.

Oración de los fieles
Presentemos ahora nuestra oración confiada a Dios Padre, pidiéndole que nos haga cada vez más fieles a su amor.

1.- Por la Iglesia; para que sea siempre un signo transparente de la Buena Noticia de Dios. Roguemos al Señor.

2.- Por los jóvenes, para que no tenga miedo y sigan a Jesucristo sin regatearle amor, entrega y firmeza. Roguemos al Señor.

3.- Por los gobernantes de nuestro país y de todos los países; para que tengan como objetivo hacer posible la paz y una justa distribución de la riqueza. Roguemos al Señor.

4.- Por las familias que sufren divisiones y rupturas; para que se esfuercen por superar los rencores y los agravios mutuos. Roguemos al Señor.

5.- Por nosotros; para que abramos nuestros corazones para recibir el amor y la gracia del Señor. Roguemos al Señor.

Oh Dios, Creador y Padre de todos, atiende nuestra plegaria y danos la luz de tu gracia, para que no sólo de palabra, sino con las obras, demostremos ser discípulos del único maestro que se hizo hombre por amor. Por Jesucristo nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
MIRA compasivo, oh Dios,
la ofrenda de tus siervos,
y concédeles la gracia de tu luz,
para que comprendan lo que es recto en verdad
ante tus ojos y lo pongan en práctica fielmente.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio II del Espíritu Santo: La acción del Espíritu Santo en la Iglesia

Antífona de comunión
Donde hay caridad y amor, allí está Dios. El amor de Cristo nos ha congregado en la unidad.

Oración después de la comunión
TE rogamos, Señor misericordioso,
que el alimento santo que hemos recibido
confirme en la verdad a tus siervos
y los mueva a procurar la gloria de tu nombre.
Por Jesucristo, nuestro Señor.