Lectio Divina – Martes XXVIII de Tiempo Ordinario

Un fariseo le rogó que fuera a comer con Él

1.- Oración introductoria.

Señor, en el evangelio de este día nos pides que vivamos en verdad, que nunca aparentemos lo que no somos, que vivamos  una espiritualidad del corazón y no de ritos externos. Dame esa coherencia, esa transparencia, esa sinceridad contigo, con los demás y conmigo mismo.

2.-Lectura reposada del evangelio. Lucas 11, 37-41

En aquel tiempo, después de que Jesús hubo terminado de hablar un fariseo le rogó que fuera a comer con Él; entrando, pues, se puso a la mesa. Pero el fariseo se quedó admirado viendo que había omitido las abluciones antes de comer. Pero el Señor le dijo: ¡Bien! Vosotros, los fariseos, purificáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis llenos de rapiña y maldad. ¡Insensatos! el que hizo el exterior, ¿no hizo también el interior? Dad más bien en limosna lo que tenéis, y así todas las cosas serán puras para vosotros.

3.- Qué dice el texto.

Meditación-reflexión

Para Jesús, las comidas son muy importantes. Son momentos de encuentro, de diálogo, de ocasión propicia para entrar en comunión con las personas. Lo más importante en una comida no es lo que se come o se bebe, sino lo que se celebra, lo que se comunica. Jesús aprovecha las comidas con los hermanos de Betania (Lc.10,38,16) para descansar, para abrirles a la Palabra de Dios, para celebrar la vuelta de Lázaro ya muerto, a la vida. En las bodas de Caná, Jesús ofrece un vino nuevo, abundante y exquisito, para decirles que con Jesús ha llegado la alegría de vivir en amor y libertad. No interesan los ritos externos sino la fiesta del corazón. Por eso las primeras comunidades cristianas vieron una estrecha vinculación entre el banquete Eucarístico y la celebración de la Resurrección. “Las frecuentes menciones del banquete sugieren que la liturgia Eucarística fue la ocasión del encuentro del Resucitado con los discípulos” (L. Dufour).  Ojalá sintiéramos también nosotros esa presencia del Resucitado en cada “banquete eucarístico” que celebramos. Nuestras Misas tendrían sabor a fiesta. No vamos a la Eucaristía a atarnos con normas y leyes litúrgicas sino a disfrutar de un banquete, de una gran fiesta que organiza el Señor para nosotros.

Palabra del Papa

“¿Nuestra vida es una vida cristiana de cosmética, de apariencia o es una vida cristiana con la fe que trabaja por la caridad? Jesús dice de ellos «sepulcros blanqueados» para pisar ciertas actitudes, definidas por Él duramente como inmundicia, podredumbre. También Pablo discute con los Gálatas por el mismo motivo, por su apego a la ley. La ley por sí sola no salva. Lo que vale es la fe. ¿Qué fe? La que trabaja por medio de la caridad. El mismo discurso de Jesús al fariseo. Una fe que no es solamente recitar el Credo: todos nosotros creemos en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo, en la vida eterna… ¡Todos creemos! Pero esta es una fe inamovible, no trabajadora. Lo que vale en Cristo Jesús es su labor que viene de la fe o mejor la fe que se hace trabajadora en la caridad, es decir, vuelve a la limosna. Limosna en el sentido más amplio de la palabra: desprenderse de la dictadura del dinero, de la idolatría del dinero. Toda codicia nos aleja de Jesucristo”. (Cf Homilía de S.S. Francisco, 14 de octubre de 2014, en Santa Marta).

4.- Qué me dice hoy a mí este texto que acabo de meditar. (Silencio)

5.- Propósito. Me acercaré a la Eucaristía como aquel que va a celebrar una fiesta.

6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.

Señor, Tú no hacías ni caso de las críticas, sino que ibas a lo tuyo. Porque aceptabas las invitaciones que te hacían cuando querían compartir una comida contigo. Te llamaban “comilón y bebedor”. Pero Tú aprovechabas esas comidas para hablar de Dios, de su Reino, de lo maravilloso que es el Padre. Ojalá que yo también aproveche toda ocasión para hablar con la gente de lo que llevo dentro, de lo que a mí me hace feliz.

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Constancia hasta que nos oigan

1. – Lo que el Señor nos quiere enseñar con la parábola del Juez Injusto está claro porque lo dice el mismo Evangelio: “quería explicar como tenían que orar siempre sin desanimarse”. Lo cual supone una parte fuerte que puede acceder a los ruegos, y una parte débil que pide. Y el que pide siempre es débil.

La parte fuerte es el juez que ni teme a Dios ni le importan los hombres. La parte débil es una viuda que exige justicia sin tener más armas que su debilidad, pero que conoce la única debilidad del juez: su egoísmo, que le dejen en paz.

En la gran Historia del mundo, lo mismo que en la pequeña historia de cada día hay ejemplos de una parte fuerte vencida por la debilidad. Ghandi venció con su debilidad al Imperio Británico, consiguiendo la independencia de la India, gracias a su constancia.

2. -Pues esta constancia es la que nos pide el Señor. Constancia hasta que nos oigan. Creo que no es falsear la parábola si pensamos que la viuda estuvo muchas veces a punto de tirar la toalla por cansancio. Lo mismo que el juez antes de tomar su decisión estuvo muchas veces dispuesto a ceder. ¡Os imagináis si el día que el juez le dice al alguacil que traiga a la viuda para hacerla justicia hubiera resultado que la viuda hubiera desaparecido!

Y nosotros que acusamos al Señor de que no nos oye, cuántas veces hemos dejado al Señor con la pluma en la mano cuando se disponía a firmar el decreto de concesión de lo que pedíamos.

Como el juez injusto tenía un punto débil por donde la viuda le atacó. También el Señor tiene un punto débil. Al juez no le importaban los hombres, por eso podía despreciarlos.

Al Señor le importan los hombres. Al Señor le importan tanto los hombres, le parece tan maravilloso ser hombre que Él mismo se ha hecho uno de nosotros.

–le importan tanto los hombres que ha hecho por cada uno de nosotros lo que sólo un gran amigo hace por otro y es dar su vida por él.

–al Señor le importamos tanto que se ha quedado con nosotros hasta el fin de los siglos.

Por eso nos dice Jesús: “¿Ese Señor os dará largas? ¿Dejará de hacer justicia?”

4. – Nos os parece un maravilloso símbolo ese Moisés de la primera lectura con los brazos abiertos en oración pidiendo por su pueblo. No os recuerda a esas personas queridas de nuestras familias; tal vez la abuela, tal vez la madre, que han volcado sus corazones delante del Señor pidiendo por cada uno de nosotros y a cuyas oraciones deberemos, sin saberlo, nuestro encuentro con el Señor en tanto momentos de nuestra vida.

Moisés ayudado por los suyos para que no desfalleciera. Padres y madres de familia a los que agobian los problemas de los hijos, ayudaos el uno al otro para perseverar en esa oración hasta que lo consigáis, no tiréis la toalla en el momento en que el Señor os va a escuchar.

José María Maruri, SJ.

Comentario – Martes XXVIII de Tiempo Ordinario

Lc 11, 37-41

Un fariseo invitó a Jesús a comer a su casa. Jesús entró y se puso a la mesa.

Jesús era «invitado» a menudo y El aceptaba.

Veremos que no por eso se sometía a todas las costumbres sociales o religiosas de la época.

El fariseo se extrañó al ver que no se lavaba antes de comer.

Había que lavarse las manos antes de ponerse a la mesa (Marcos 7, 2). Esa ablución ritual tenía mucha importancia para los doctores de la Ley. Era necesario hacer ese gesto para ser considerado como persona verdaderamente piadosa. Ahora bien, Jesús la omite (Mateo 15, 20), y sus discípulos le siguen (Mateo 15, 2)

He ahí que la comida empieza ya por una tensión un conflicto: Jesús no está de acuerdo con la postura tomada por su anfitrión y a éste le choca la actitud desenvuelta de Jesús.

Pero, evidentemente, Jesús lo ha hecho exprofeso; y explicará por qué no quiso hacer ese gesto.

Vosotros, los fariseos, limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis repletos de robos y maldades.

¿Quién es «puro» delante de Dios?

Para los fariseos, es puro el que practica minuciosamente las prescripciones rituales. Para Jesús, es puro aquel cuya conciencia es pura: lo que ensucia al hombre no es el polvo, sino el «robo y la maldad».

Jesús va directamente a lo esencial.

Jesús opone la religión «exterior» de los fariseos a la religión «del corazón» la única que agrada a Dios. (Lucas 6, 45; 10, 27; 12, 34; 21, 34; 24, 25; 16, 15). En todos estos pasajes se trata del «corazón». En toda la Biblia, el corazón es el «centro profundo del hombre»; más allá de los impulsos superficiales y ocasionales hay en nosotros una especie de opción decisiva que constituye verdaderamente nuestra personalidad y que las ciencias humanas llaman hoy «el proyecto fundamental del hombre»… un poco como en la expresión corriente «lo que me embarga el corazón». Esto es lo que cuenta para Dios.

¿Cuál es mi opción, mi proyecto fundamental? ¿qué es lo que quiero más hondamente?

¡Insensatos! El que hizo el exterior, ¿no hizo también el interior?

Dios no es solamente el creador de las cosas visibles exteriores, es también, y ante todo, el que ha hecho el corazón humano, la conciencia.

A invitación del mismo Jesús, convendría que cada vez estuviera yo más atento a lo que pasa en este «interior» profundo.

Y rehusando lavarse las manos en la casa de ese fariseo, Jesús quería acentuar esto: es desconocer a Dios el hecho de dar tanta importancia a la pureza exterior… siendo así que lo que cuenta es la pureza «interior»… Pero veamos ¿qué es esta pureza interior?

Dad más bien en limosna lo que tenéis, y así todas las cosas serán puras para vosotros.

¡La pureza interior es el resultado del amor a los demás!

¡El amor fraterno y la limosna hacen puro nuestro corazón! Confesemos que no esperábamos esta definición de la pureza. El proyecto fundamental del hombre es amar. El término «limosna» no debe engañarnos. Como ocurre con el término «caridad», que hoy es desvalorizado y rechazado por muchos. Pero no debemos detenernos en las palabras. Es la realidad lo que cuenta y Lucas lo ha tratado muchas veces como un tema importante: Lucas 12, 33; 16, 9; 19, 8; Hechos 9, 36; 10, 2-4-31; 11, 29; 24, 17.

Escuchemos de nuevo esa frase sorprendente, y tomémosla muy en serio: «daos como limosnas…» y todo será puro para vosotros.

Noel Quesson
Evangelios 1

Pedir con confianza

1.- Si el domingo pasado Jesús nos recordaba que tenemos que dar gracias en nuestra oración por los dones que Dios nos regala, hoy nos recuerda que también es bueno pedir. La verdad es que no hace falta que nos recuerde que pidamos, pues es lo que hacemos habitualmente, más difícil nos resulta dar gracias. Sin embargo, también es bueno pedir, por eso Jesús cuenta la parábola del juez inicuo para explicar cómo tenemos que orar siempre sin desanimarnos. Al pedir reconocemos nuestra limitación y ponemos nuestra confianza en Dios. Como dice San Agustín «la fe es la fuente de la oración, no puede fluir el río cuando se seca el manantial del agua». Es decir, quien pide es porque cree y confía. Pero, al mismo tiempo la oración alimenta nuestra fe, por eso le pedimos a Dios que «ayude nuestra incredulidad».

2.- Ocurre que frecuentemente no sabemos pedir y nos decepcionamos si Dios no nos concede lo que pedimos. No puede ser que Dios conceda a todos acertar el número de la lotería y es imposible que conceda a la vez la victoria a dos aficionados de dos equipos distintos que se enfrentan entre sí. Dios no es un talismán, o un mago que nos soluciona los problemas. Cuando pedimos algo nos implicamos en eso que pedimos y nos comprometemos con lo que suplicamos.

Por ejemplo, si pedimos por la paz nos estamos comprometiendo nosotros mismos en ser pacíficos y constructores de paz. Lo otro es pedir a Dios que nos saque las castañas del fuego sin mover nosotros un solo dedo. Jesús nos anima a perseverar en la oración con insistencia, pues entonces estamos demostrando nuestra total confianza en Dios. Pero no pidamos imposibles, no podemos obligar a Dios a alterar el ritmo de la naturaleza. Pidamos mejor que sepamos aceptar nuestras limitaciones y sobre todo sabiduría para asumir lo que no podemos cambiar. Cuando llega el dolor o la enfermedad tan importante es pedir la curación como aceptación y confianza serena ante la enfermedad.

3. – No cabe duda de que la oración en común tiene más sentido y me atrevería a decir que más fuerza. En el momento de las preces de la Eucaristía alguien lee o presenta la petición y todos nos unimos a él/ella diciendo «¡Te rogamos óyenos!». Hemos de pedir no sólo por nosotros o por los nuestros, sino también por todos los que lo necesitan. No olvidemos que somos el cuerpo de Cristo y cuando un miembro sufre, todo el cuerpo sufre. A veces las peticiones que hacemos en la Eucaristía resultan demasiado formalistas o rutinarias. Deberíamos dejar campo a la espontaneidad y dar oportunidad para que el que quiera exprese su necesidad para unirnos en su oración. Es verdad que Dios conoce lo que necesitamos antes de que se lo pidamos, también un padre sabe lo que necesita su hijo, pero le gusta que se lo diga, pues es señal de confianza en él. Dios te dice cada día: «si me pides soy don para ti, si me necesitas, te digo: estoy aquí, dentro de ti».

En la era del teléfono móvil te voy a mostrar ocho reglas para hablar con Dios:

*1.- Marca el prefijo correcto, no a lo loco.

*2.- Una conversación telefónica con Dios no es un monólogo. No hables sin parar, escucha al que te habla desde el otro lado.

*3.- Si la conversación se interrumpe, comprueba si has sido tú el causante del «corte».

*4.- No adoptes la costumbre de llamar sólo en casos de urgencia. Eso no es trato de amigos.

*5.- No seas tacaño. No llames sólo a horas de «tarifa reducida»; es decir, cuando toca o en fines de semana. Una llamada breve en cualquier momento del día sería ideal.

*6.- Las llamadas son gratuitas y no pagan impuestos.

*7.- No olvides decirle a Dios que te deje en el contestador todos los mensajes que quiera o cuando quiera.

*8.- Toma nota de las indicaciones que El te diga para que no las eches en olvido.

José María Martín OSA

Música – Domingo XXIX de Tiempo Ordinario

Entrada: Alabanza a Jesucristo CLN A 17; Cantando la alegría CLN 410; Iglesia peregrina CLN 408
Introito en latin: Ego  clamavi
Salmo y Aleluya: El Auxilio me viene del Señor… (Propio)
Ofrendas: Tú, Señor, me llamas (1CLN-412).
Santo: I.10
Comunión: Cerca de ti, Señor (1CLN-702); Antes de ser llevado a la muerte (Cantos varios); Donde hay caridad CLN 026;  En la fracción del pan CLN 05;   Gustad y ved (Cantos varios)
Final: El Señor es mi fuerza CLN 717

Oración de los fieles – Domingo XXIX de Tiempo Ordinario

Señor, para ser constantes en nuestra vida de fe, necesitamos que ésta sea fuerte. Ante nuestra debilidad te pedimos:

SEÑOR, AUMENTANOS LA FE.

1. – Señor acompaña la labor de nuestro Santo Padre, el Papa Francisco, guardándolo de todo mal y no permitas que resbale su pie. OREMOS.

2. – Señor que todos los dirigentes de las naciones vean que en la Sagrada Escritura pueden encontrar la sabiduría para guiar a su pueblo. OREMOS

3. – Señor fortalece con tu fe las manos temblorosas y las piernas vacilantes, los cuerpos enfermos y las almas angustiadas, para que sintiendo tu fuerza enderecen su rumbo hacia Ti. OREMOS

4. – Señor te pedimos por aquellas personas que dedican su vida a la oración, para que como Moisés sean constantes hasta el final de sus días. OREMOS

5. – Señor te pedimos por los misioneros que dedican su vida a proclamar el evangelio que siguiendo las palabras de Pablo, lo hagan a tiempo y a destiempo con toda compresión y pedagogía. OREMOS

6. – Señor, y para nosotros, presentes en la Eucaristía, fortalece nuestra fe alienta nuestra esperanza y acrecienta nuestra caridad para que un día lleguemos a compartir todos los frutos de tu Salvación. OREMOS

Atiende con generosidad infinita estas suplicas que tu pueblo con insistencia te presenta. Por Jesucristo Nuestro Señor.

Amén


Por la enseñanza de tu Hijo Único, Nuestro Señor, te pedimos que nos hagas insistentes en la oración, que nuestra plegara confinada esté siempre en nuestros labios y en nuestro espíritu. Y con confianza total hacia tu gracia y amor te pedimos:

1.- Por el Papa Francisco, por el éxito de su misión y también de su libro que contiene muchas ideas nuevas para mejor entenderte a Ti y al Nuestro Señor Jesús. OREMOS

2.- Por el obispo de nuestra diócesis (…) y por todos los obispos, descendientes de los apóstoles, para que sigan con fidelidad la Palabra del Evangelio y su celo apostólico sirva para construir una vida mejor en todas las diócesis del mundo. OREMOS

3.- Por todos los sacerdotes y diáconos, muy especialmente, aquellos que trabajan en comunidades pobres o perseguidas, para que encuentren el apoyo de sus fieles y la solidaridad de todos los cristianos de la tierra. OREMOS

4.- Por los misioneros y misioneras, sacerdotes, religiosas y religiosos, laicos y voluntarios para que el Señor Resucitado les de fuerzas para cumplir con su difícil misión y los hermanos de todo el mundo les apoyen con su oración frecuente y su donativo generoso. OREMOS

5.- Por los organismos internacionales encargados de fomentar la paz en el mundo –especialmente por la ONU—para que nunca sean portadores de mensajes de muerte y destrucción. OREMOS

6.- Por los pobres, los marginados, los inmigrantes y aquellos que la vida ha maltratado, para que encuentren en los hermanos ayuda personal y económica. OREMOS

7.- Por nosotros, presentes en la Eucaristía, para sepamos ser insistentes en la oración y generosos con nuestros hermanos, en cualquier momento o vicisitud. OREMOS

Escucha Padre de Amor estas súplicas que con fe y humildad te presentamos. Por Jesucristo Nuestro Señor.

Amen.

Comentario al evangelio – Martes XXVIII de Tiempo Ordinario

Educar el interior

El ateo Alain de Botton cree que «el cristianismo se centra en ayudar a una parte de nosotros que el lenguaje secular tiene dificultades incluso para nombrar, […] el alma. La tarea esencial de la máquina pedagógica cristiana ha sido nutrir, tranquilizar, confortar y guiar nuestras almas». Pero, ¿están nuestras instituciones educativas actuales a la altura de esta expectativa? He aquí un ejercicio: Visita las páginas web de algunas instituciones educativas católicas de tu país. Revisa el plan de estudios de los cursos que se ofrecen. Me temo que, utilizando el lenguaje evangélico del momento, nuestros planes de estudio se dedican a limpiar el exterior mientras descuidan el interior, por diseño o por defecto. Tenemos que recuperar el objeto de la educación, que es «hacer seres humanos capaces y cultivados» (John Stuart Mill) que tendrán «amor al prójimo, deseo de aclarar la confusión humana y de disminuir la miseria humana» (Matthew Arnold) y amor a Dios, para rematar.

Paulson Veliyannoor, CMF

Meditación – Martes XXVIII de Tiempo Ordinario

Hoy es martes XXVIII de Tiempo Ordinario.

La lectura de hoy es del evangelio de Lucas (Lc 11, 37-41):

En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba, un fariseo le rogó que fuera a comer con él; entrando, pues, se puso a la mesa. Pero el fariseo se quedó admirado viendo que había omitido las abluciones antes de comer. Pero el Señor le dijo: «¡Bien! Vosotros, los fariseos, purificáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis llenos de rapiña y maldad. ¡Insensatos! el que hizo el exterior, ¿no hizo también el interior? Dad más bien en limosna lo que tenéis, y así todas las cosas serán puras para vosotros».

Hoy —escuchando el reproche de Jesús a los fariseos— comprobamos cómo la idea de Dios puede instrumentalizarse y volverse «mortífera»: éste es el peligro que corre la religión. Pero también una razón que se separa completamente de Dios y quiere confinarlo al ámbito de lo puramente subjetivo pierde el norte y da lugar a fuerzas destructivas.

Si la ilustración fue en busca de los fundamentos morales válidos «etsi Deus no daretur» (como si Dios no existiese), hoy debemos invitar a los agnósticos a que se abran a una moral «si Deus daretur». Sin este punto absoluto de referencia (Dios), el obrar humano se pierde en la incertidumbre. Los cristianos estamos llamados no ciertamente a poner límites a la razón, sino más bien a negarnos a que se la reduzca al ámbito del hacer.

—Señor, me esforzaré para afirmar la capacidad de nuestra razón para percibir lo que es bueno y a Aquel que es Bueno. Sólo así libraremos la auténtica batalla a favor del hombre y contra la inhumanidad.

REDACCIÓN evangeli.net

Liturgia – Martes XXVIII de Tiempo Ordinario

MARTES DE LA XXVIII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO, feria

Misa de la feria (verde).

Misal: cualquier formulario permitido, Prefacio común.

Leccionario: Vol. III-par.

  • Gál 5, 1-6. Nada vale la circuncisión, sino la fe que actúa por el amor.
  • Sal 118. Señor, que me alcance tu favor.
  • Lc 11, 37-41. Dad limosna, y lo tendréis limpio todo.

Antífona de entrada          Cf. Est 4, 17
A tu poder, Señor, está sometido el mundo entero; nadie puede oponerse a ti. Tú creaste el cielo y la tierra y las maravillas todas que existen bajo el cielo. Tú eres Señor del universo.

Monición de entrada y acto penitencial
Hermanos, al comenzar la celebración de la Eucaristía, abramos las puertas de nuestro corazón al amor y la gracia de Dios, reconociendo que tenemos necesidad de Él, ya que todos somos pecadores. (Breve silencio)

• Señor Jesús, fundamento de nuestra fe. Señor, ten piedad.
• Señor Jesús, fuerza de nuestra esperanza. Cristo, ten piedad.
• Señor Jesús, alimento de nuestro amor. Señor, ten piedad.

Oración colecta
MUEVE, Señor,
los corazones de tus hijos, para que,
correspondiendo generosamente a tu gracia,
reciban con mayor abundancia la ayuda de tu bondad.
Por nuestro Señor Jesucristo.

Oración de los fieles
Oremos ahora, hermanos, confiadamente a Dios Padre, que en Jesucristo nos ha dado al único Maestro que no defrauda.

1.- Para que la Iglesia nazca y se desarrolle en aquellos lugares donde aún no existe. Roguemos al Señor.

2.- Para que Dios conceda a la Iglesia vocaciones sacerdotales y religiosas que vivan para alabarlo y extender su Reino. Roguemos al Señor.

3.- Para que inspire pensamientos de paz, de justicia y libertad a los gobernantes de las naciones. Roguemos al Señor.

4.- Para que consuele a los que sufren y dé la salud a los enfermos. Roguemos al Señor.

5.- Para que despierte en nosotros el amor a los pobres y el deseo del cielo. Roguemos al Señor.

Señor y Dios nuestro, escucha la oración que te hemos dirigido, y ayúdanos a alejar de nuestras vidas toda conducta reprochable e hipócrita. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
ACEPTA, Señor,
los dones que te ofrecemos en este tiempo de peligro;
y haz que, por tu poder,
se conviertan para nosotros en fuente de sanación y de paz.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona de comunión          Cf. Lam 3, 25
El Señor es bueno para quienes esperan en él, para quien lo busca.
O bien:          Cf. 1 Cor 10, 17
Porque el pan es uno, nosotros, siendo muchos, formamos un solo cuerpo, pues todos comemos del mismo pan y participamos del mismo cáliz.

Oración después de la comunión
DIOS todopoderoso,
ya que nos has alegrado
con la participación en tu sacramento,
no permitas que nos separemos de Ti.
Por Jesucristo, nuestro Señor.