Lectio Divina – Jueves XXVIII de Tiempo Ordinario

¡Ay de vosotros, porque edificáis los sepulcros de los profetas que vuestros padres mataron!

1.-Oración introductoria.

Señor, al leer el evangelio de este día me lleno de tristeza. Los escribas y fariseos de entonces no te comprendieron. Tú venías con aires nuevos, querías implantar entre los hombres un estilo nuevo, una manera nueva de ver las cosas; pero ellos querían seguir siempre con lo mismo. Estaban embriagados con el vino viejo y no  quisieron gustar el nuevo, que era infinitamente mejor. El vino nuevo de Jesús tiene sabor a libertad, a fraternidad, a gozo en el Espíritu. Señor, en este momento de oración, dame la gracia de saborear este vino.

2.- Lectura reposada del Evangelio: Lucas 11, 47-54

En aquel tiempo, dijo el Señor: ¡Ay de vosotros, porque edificáis los sepulcros de los profetas que vuestros padres mataron! Por tanto, sois testigos y estáis de acuerdo con las obras de vuestros padres; porque ellos los mataron y vosotros edificáis. Por eso dijo la Sabiduría de Dios: Les enviaré profetas y apóstoles, y a algunos los matarán y perseguirán, para que se pidan cuentas a esta generación de la sangre de todos los profetas derramada desde la creación del mundo, desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, el que pereció entre el altar y el Santuario. Sí, os aseguro que se pedirán cuentas a esta generación. ¡Ay de vosotros, los juristas, que os habéis llevado la llave de la ciencia! No entrasteis vosotros, y a los que están entrando se lo habéis impedido. Y cuando salió de allí, comenzaron los escribas y fariseos a acosarle implacablemente y hacerle hablar de muchas cosas, buscando, con insidias, cazar alguna palabra de su boca.

3.- Qué dice el texto.

Meditación-reflexión

No cabe duda de que Jesús fue un gran profeta, el mayor de todos los profetas de Israel. Y el profeta hace dos cosas: anuncia la Buena Nueva de Dios y denuncia las situaciones de injusticia y de pecado. Jesús anunció el Reinado de Dios. En el mundo, desde que reinaron los hombres, todo fue de mal en peor. Por eso Dios envió a su propio Hijo para hacer una revolución en nuestra manera de pensar y actuar. El camino para la felicidad no es el del poder, el saber o el poseer, sino el de la humildad, la sencillez, el compartir  y el servir. Pero tampoco es camino de felicidad el de  los escribas y fariseos que interpretaban las leyes y las tradiciones judías sin tener en cuenta el amor y el servicio a los demás. Jesús nos deja un precioso testamento antes de morir: “Amaos unos a otros como Yo os he amado”. En el cumplimiento de este mandamiento pone Jesús la auténtica felicidad: gustar la  libertad, el servicio al hermano por amor, la alegría de vivir  y la esperanza cierta de una vida en plenitud  más allá de esta vida. “A esta generación se le pedirá cuenta”.  Y a esta generación pertenezco yo. Se me pedirá cuenta de mi orgullo, mi vanidad, del creerme más que los demás. Se me pedirá cuenta  de tantas obras que he hecho en mi vida que no estaban motivadas por el amor. Se me pedirá cuenta de lo poco que he amado, de lo mal que he amado y, sobre todo, de lo mal que he respondido al inmenso amor de Dios para conmigo. Sí, se me pedirá cuenta…

Palabra del Papa

“Jesús recuerda a los doctores de la ley, que Abrahán exultó en la esperanza al ver su día y se llenó de alegría. Esto es lo que no entendían los doctores de la ley. No entendían la alegría de la promesa; no entendían la alegría de la esperanza; no entendían la alegría de la alianza. ¡No entendían! No sabían ser felices, porque habían perdido el sentido de la felicidad, que solamente viene de la fe. Por eso, nuestro padre Abraham ha sido capaz de ser feliz porque tenía fe: se ha hecho justo en la fe. Estos habían perdido la fe. ¡Eran doctores de la ley, pero sin fe! Y aún más: ¡habían perdido la ley! Porque el centro de la ley es el amor, el amor por Dios y por el prójimo. Solamente tenían un sistema de doctrinas precisas y que precisaban cada día más que nadie las tocara. Hombres sin fe, sin ley, sin ley, unidos a doctrinas que también se convertían en una actitud casuística: ¿se puede pagar la tasa al César, no se puede? Esta mujer, que se ha casado siete veces, ¿cuándo vaya al cielo será mujer de esos siete? Esta casuística… Este era su mundo, un mundo abstracto, un mundo sin amor, un mundo sin fe, un mundo sin esperanza, un mundo sin confianza, un mundo sin Dios. ¡Y por esto no podían ser felices!” (Cf Homilía de S.S. Francisco, 26 de marzo de 2015, en Santa Marta).

4.- Qué me dice hoy a mí este texto del evangelio ya meditado. (Silencio)

5.-Propòsito. Lo que hoy debo hacer lo haré motivado por el amor.

6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.

Señor, reconozco que tengo mucho de fariseo: obro por cumplir leyes, normas, costumbres, pero no me detengo a pensar desde dónde estoy haciendo estas cosas. También caigo en la cuenta de que, en aquellas obras buenas que realizo, se cuela el orgullo, la vanagloria, el deseo de complacencia. Dame, Señor, la gracia de obrar con la única finalidad de agradarte a ti y hacer el bien a mis hermanos.

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Orad sin desfallecer

Lecturas: Éxodo 17,8-13; 2 Timoteo 3,14-4,2 y Lucas 18,1-8

Mientras Moisés oraba, vencía Israel

En la batalla contra los enemigos, Moisés oraba a Dios pidiéndole su ayuda. Mientras él mantenía los brazos elevados, los israelitas llevaban las de ganar; si él aflojaba en su oración, sucedía al revés.
No es un gesto mágico. Es un símbolo de que la historia de este pueblo no se puede entender sin la ayuda de Dios. No nos resulta muy espontánea esta convicción, porque el hombre de hoy aprecia la eficacia, los medios técnicos, el ingenio y el trabajo humano, y no parece necesitar de Dios para ir construyendo su mundo. Pero Jesús nos avisó que el que no edifica sobre la roca de Dios, está edificando en falso.
Y nos dijo: «Sin mí no podéis hacer nada».

Orar siempre sin desanimarse

En su parábola, el juez no tiene más remedio que conceder a la buena mujer la justicia que reivindica. No se trata de comparar a Dios con aquel juez, que Jesús describe como corrupto e impío, sino nuestra conducta y nuestra oración con la de la viuda. Orar pidiendo a Dios no significa tratar de convencerle, sino motivar nuestra visión de la historia: Dios quiere nuestro bien y el del mundo, más que nosotros mismos, y lo quiere con mayor profundidad.
La oración nos ayuda a sintonizar con la longitud de onda de Dios y, desde ese mismo momento, ya es eficaz.

No es una invitación a la pereza

La oración no conlleva dejarlo todo en las manos de Dios. Moisés, aunque hoy aparezca orando con los brazos elevados, no es ciertamente una persona sospechosa de pereza y alienación; era el líder del pueblo, pero daba a la oración una importancia decisiva.
Tampoco Jesús nos invita a la pereza; con la parábola de los talentos nos dirá cómo hemos de trabajar para hacer fructificar los dones de Dios para bien de todos.
Lo que quiere recordarnos hoy es que la actitud de un cristiano debe ser claramente de apertura a Dios, y no de confianza en sus propias fuerzas.
¡La oración y el trabajo! Así, la oración estará coloreada de compromiso, y el trabajo estará enfocado desde la mirada de Dios.
Y «cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?»

Tal como camina nuestra vida de fe, en un mundo cada vez más encerrado en su propia visión de las cosas, hay exigencias en el evangelio que sin fe y oración difícilmente seremos capaces de asumir. Tenemos que purificar nuestras intenciones y crecer en una actitud de humilde confianza, la actitud de los que saben orar su vida ante Dios.

Isidro Lozano

Comentario – Jueves XXVIII de Tiempo Ordinario

Lc 11, 47-54

«¡Ay de vosotros que edificáis mausoleos a los profetas después que vuestros padres los mataron! Por tanto sois testigos y estáis de acuerdo con las obras de vuestros padres; porque ellos los mataron y vosotros edificáis…»

Cuan fácil es de hecho referirse al pasado con buena conciencia y decir: «nuestros padres, nuestros abuelos, sí eran buenos cristianos… por lo menos se confesaban a menudo… iban a vísperas… y eran muy bonitas las fiestas en la Iglesia de aquel tiempo… Los profetas de antaño, ¡ah! eran verdaderos profetas, se comprometían y fustigaban el mal… los papas de antaño, los obispos de antaño…» Pero nosotros, ¿escuchamos a los profetas de hoy? Participamos en los sacramentos que están siempre a disposición nuestra?

¿Respondemos a las invitaciones de la Iglesia de hoy que, como la de todos los tiempos, nos propone algunas fiestas ? ¿Quizá nos contentamos también nosotros con «edificar mausoleos» a los hombres del pasado, a las costumbres del pasado en lugar de vivir hoy las numerosas exigencias de la Iglesia de nuestros días?

¿Es la Iglesia un «mausoleo», un museo, un «cementerio»? ¿O bien es un proyecto de futuro?
¿Tengo quizá nostalgia de los profetas de antaño?

Por eso dijo la Sabiduría de Dios: «Les enviaré Profetas y Apóstoles; a unos los matarán, a otros los perseguirán.»

En tiempo de Jesús se tenía nostalgia de los antiguos profetas y Jesús se encontraba allí. El, el gran y único profeta. Y no se le reconocía ¡y aun se estaba dispuesto a matarlo para impedir que profetizara!

Señor, haznos pequeños y humildes, a la escucha de los «signos de los tiempos».

Líbranos de nuestros sectarismos y seguridades excesivamente absolutas: ¡Quién sabe si no hay profetas entre aquellos a quienes se hace callar, a quienes no se quiere escuchar… porque estorban! En toda época los profetas son molestos. Habitualmente se desea suprimirlos.

¿A quién quisiera yo suprimir? ¿Qué voz desearía que se callase?

También se pedirán cuentas a esta generación, de la sangre de todos los profetas derramada desde la creación del mundo, desde la sangre de Abel…

Es cierto que esta advertencia va dirigida muy particularmente a los contemporáneos de Jesús que llevaron a la muerte al Justo por excelencia.

Pero, desconfiemos, una vez más, de quedarnos con nuestra buena conciencia, porque podría ser el resultado de esta hipócrita tendencia nuestra de buscar fuera de nosotros la responsabilidad de todos los males de la «sociedad» o de la «Iglesia».

¡Cada generación participa en el mal del mundo!

¡Cada generación ha condenado a Jesucristo!

¡A cada generación se le pedirá cuenta de la sangre de Jesucristo derramada!

«Desde Abel», hijo del primer hombre, hasta Hoy corre la sangre de los profetas sobre la tierra.

Cuando Jesús salió de allí -según san Lucas, todo eso se dijo en casa de un doctor de la Ley- los escribas y los fariseos comenzaron a acosarlo implacablemente sobre muchas cuestiones, estando al acecho para atraparlo con sus propias palabras.

Sí, Jesús ha sido rechazado, rehusado.

¿Cómo es posible, Señor? El más grande entre los profetas. Aquel que llevó a la perfección la enseñanza religiosa. El mundo, en todo tiempo, rehusa la revelación de Dios.

«Yo», soy de los que rehusan la revelación de Dios ¡ Señor, ten piedad del mundo! ¡Ten piedad de todos aquellos que rehusan, ten piedad de mí!

Noel Quesson
Evangelios 1

Creer es esperar

1. – Creer es esperar y confiar. La simple creencia racional de que Dios existe no tiene fuerza suficiente para hacer saltar la chispa de la esperanza en un Dios que puede salvarnos. El Dios de los filósofos no hace creyentes vivos; Pascal no empezó a vivir su fe hasta que se encontró con el Dios de los patriarcas, con el Dios de la fe. Un Dios con el se podía entrar en diálogo, a quien se le podía descubrir la profundidad de la herida, a quien se le podía confiar el secreto más hondo del corazón. Creer en el Dios cristiano, en el Dios de Jesucristo, es creer en un Dios que me ama, en un Dios que está más dentro de mí que yo mismo, en un Dios católico y universal que se ha acercado hasta nosotros, para salvarnos a todos. Creer en él es esperar que cumpla su palabra, creer que está siempre esperando al hijo pródigo y desagradecido, buscando entre las zarzas espinosas a la oveja perdida, curando al poseso y al paralítico, defendiendo a la mujer pecadora, amando y perdonando a todos hasta el extremo. Sólo a este Dios se le puede rezar, se le puede abrir el corazón, se le puede llamar Padre y se le puede decir: hazme justicia frente a mi adversario. El lema de este domingo del DOMUND es: dichosos los que creen. La pregunta que podemos hacernos nosotros, los burgueses de esta Europa capitalista, es: ¿cómo van a poder creer en el Dios de los cristianos tantos millones de personas a quienes los cristianos, con nuestro monstruoso egoísmo, estamos abandonando a la miseria y a la muerte? ¿Pueden confiar en nuestro Dios y esperar algo de nosotros, los cristianos, aquellos que sólo nos ven como a sus explotadores y comerciantes aprovechados? Si no esperan nada bueno de nosotros, si no confían en nosotros, ¿cómo van a creer en el que decimos que es nuestro Dios?

2. – Aarón y Jur le sostenían los brazos, uno a cada lado. Moisés rezaba por el pueblo, mientras Josué peleaba con la espada contra los enemigos del pueblo. Es cierto que hoy no podemos pedirle a nuestro Dios que derrote a nuestros enemigos, a filo de espada. Nos lo impide nuestra sensibilidad religiosa y nuestro amor a un Dios que es padre de todos y que quiere salvarnos a todos. Pero la insistencia de Moisés en la oración, que sostuvo las manos en alto hasta la puesta del sol, mientras Josué peleaba valientemente, sí nos hablan del valor de la oración comunitaria y del trabajo comunitario como valores cristianos de todos los tiempos. El ora et labora de San Benito, el “reza y trabaja”, sobre todo cuando se hace comunitariamente, a favor del pueblo de Dios, sigue siendo hoy un consejo y una práctica cristiana de gran valor. Unir trabajo y oración, tiempos de actividad y tiempos de ocio, de diálogo, de lectura, de contemplación, es algo necesario para mantener el buen tono físico, psíquico y espiritual de la persona.

3. – Toda Escritura inspirada por Dios es útil para… educar en la virtud. Educar en las virtudes humanas, en las virtudes cardinales y en las virtudes teologales, en el perfeccionamiento progresivo y continuado de nuestro ser humano. La escritura que no sirve para educar en la virtud no puede ser una escritura inspirada por Dios, por muy dicha y escrita que esté en lugares y libros llamados santos. Educar en la virtud era ya el máximo ideal de los filósofos griegos de los siglos cuarto y quinto antes de Cristo, pero que, desgraciadamente, no es el máximo ideal de la mayor parte de los padres de familia y gobernantes de este tiempo en el que nosotros vivimos. Sobre todo, si, como nos dice el autor de la carta a Timoteo, el educar en la virtud supone proclamar la palabra, insistir a tiempo y a destiempo, reprender, reprochar, exhortar, con toda paciencia y deseo de instruir. Educar en la virtud supone mucho en el que educa; supone paciencia, fortaleza, sabiduría y, sobre todo, mucho verdadero amor. Virtudes que, por desgracia, no abundan hoy mucho en los que tenemos la sagrada misión de educar.

4. – Hazme justicia frente a mi adversario. Más de una vez, el mayor adversario de cada uno es uno mismo. Ese yo egoísta, vanidoso y ambicioso, que vive dentro de cada uno de nosotros. Lo llevamos siempre dentro de nosotros mismos, tentándonos y empujándonos hacia el mal camino, hacia la deificación del yo y hacia el desprecio o la indiferencia frente al hermano. También hay adversarios externos, personas, instituciones, cosas, que nos tientan, o nos deslumbran, o nos atontan, o nos apartan del verdadero camino de la justicia, de la paz y del amor. De todos los adversarios quiere librarnos el Señor bondadoso y bueno, el Padre que sabe mejor que nosotros lo que necesitamos y que conoce nuestras debilidades y nuestras equivocaciones. Vamos a pedirle al buen Dios que nos ayude a librarnos de todos nuestros adversarios. Poniendo de nuestra parte todas nuestras escasas fuerzas y confiando, teniendo fe, en la misericordia de nuestro Dios, de un Dios que, antes que juez, es Padre misericordioso.

Gabriel González del Estal

Escucha mi clamor

Mi garganta está reseca de tanto gritar,
mis ojos hinchados de tanto llorar,
mis labios agrietados de tanta sal,
mi corazón roto de tanto dolor.
Mi cuerpo y espíritu debilitados,
y nadie escucha mi clamor.
Me siento desatendido,
pobre, marginado y sin amparo
en este mundo que se lava las manos, que mira a otra parte
y que apenas nos deja acunar las penas.
A diario alzo mis ojos y mi voz al cielo y la tierra,
y nadie escucha mi clamor.
¡Cuánto me cuesta seguir en pie y aguantar!
¡Qué penosa se me hace la vida
aunque la mire con ternura!
¡Tener que renovar el esfuerzo cada día, cada hora,
y tener que sostenerme y sostener estas tareas!
Tengo las espaldas dobladas
y el horizonte se me nubla,
y nadie escucha mi clamor.
Dios bueno y justo,
hay días y noches en que Tú mismo pareces fallar.
Te quedas lejos, lejos de mí y de mis problemas;
y la vida parece un enorme desierto
de soledad y esfuerzo.
Aunque clame a Ti con voz entrecortada,
el eco me devuelve sólo dolor y silencio.
Te alojaste en la debilidad, y no te entiendo.
Oigo tu llamada en la lejanía de la duda,
en la jungla de la huida,
en ese azotar del aire que trae brisa de vida;
y a todo ello me agarro y aferró,
pero nadie se acerca para decirme: Estoy contigo.
Aquí tienes, Dios, Padre bueno,
esa carga que es mi vida entera;
no quiero sucumbir bajo ella;
por eso, a Ti alzo mi clamor.
No quiero confundir debilidad con paciencia;
por eso, a Ti alzo mi clamor.
No quiero aparentar lo que no tengo;
por eso, a Ti alzo mi clamor.
No quiero derrumbarme;
por eso, a Ti alzo mi clamor.
Soy pobre y marginado,
y hasta entiendo mal tus bromas y cariños;
por eso, a Ti alzo mi clamor.
Aunque no sé cómo, sé que quieres ayudarme;
por eso, a Ti alzo mi clamor.

Florentino Ulibarri

Notas sobre el texto, contexto y pretexto

• Jesús está hablando de la venida del Reino. El texto anterior nos habla del retraso en la venida del Hijo del Hombre… los cristianos necesitamos orar para no caer en la desesperanza.

• Lucas narra esta parábola del juez injusto (que no tiene paralelo en ningún otro Evangelio) para explicar a sus discípulos cómo tenemos que orar sin desanimarnos. Es verdad que tiene una cierta semejanza con la del amigo que viene a media noche (Lc 11,5-8).

• Ya antes habla a sus discípulos de la oración (Lc 11, 1-5)… aquí se recoge la oración de petición (la petición insistente) pero más adelante presenta dos formas opuestas de orar la del fariseo y la del recaudador (18,9-14). La oración es uno de los temas propios del Cristo lucano.

• El domingo pasado el Evangelio terminaba con una felicitación por la fe de un hombre (Lc17,19). Hoy termina en pregunta: “Cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?” (cuestiona la fe de los discípulos – Lc17,22- y la nuestra).

• En el intervalo entre los dos textos ha habido un debate con los fariseos (Lc 17,20-21) y unas palabras dirigidas a los discípulos (Lc 17,22-37), cuya continuación leemos hoy. La temática era la venida del Reino de Dios (Lc 17,20). Jesús es claro: El Reino de Dios no vendrá espectacularmente, ni anunciarán que está aquí o está allí; porque mirad, el Reino de Dios está dentro de vosotros (Lc 17,20-21).

Comentario al evangelio – Jueves XXVIII de Tiempo Ordinario

Rezar por los líderes

Estos días hemos escuchado unas palabras bastante fuertes de Jesús dirigidas específicamente a los fariseos y a los maestros de la ley. Jesús conocía lo que había en sus corazones (cf. Jn 2,24-25) y, por tanto, era un perfecto juez de almas. Fue aún más severo con ellos porque, como líderes del pueblo, tenían la mayor responsabilidad de vivir según el corazón de Dios y ser una inspiración para el pueblo, pero eligieron lo contrario. No es de extrañar que se pusieran a la defensiva ante unas palabras tan duras, sobre todo cuando se hacían en público. Sin embargo, en la cámara sagrada de sus almas, deberían haber reconocido la verdad de las palabras de Jesús y haberse arrepentido; en cambio, endurecieron sus corazones, negándose a aceptar su culpa y decidiendo eliminar a Jesús. Eso es lo que hace el poder: silenciar la voz de la verdad. Recemos hoy para que nuestros dirigentes -en la Iglesia y en el mundo secular- tengan un corazón como el del Buen Pastor.

Paulson Veliyannoor, CMF

Meditación – Jueves XXVIII de Tiempo Ordinario

Hoy es jueves XXVIII de Tiempo Ordinario.

La lectura de hoy es del evangelio de Lucas (Lc 11, 47-54):

En aquel tiempo, el Señor dijo: «¡Ay de vosotros, porque edificáis los sepulcros de los profetas que vuestros padres mataron! Por tanto, sois testigos y estáis de acuerdo con las obras de vuestros padres; porque ellos los mataron y vosotros edificáis sus sepulcros. Por eso dijo la Sabiduría de Dios: ‘Les enviaré profetas y apóstoles, y a algunos los matarán y perseguirán’, para que se pidan cuentas a esta generación de la sangre de todos los profetas derramada desde la creación del mundo, desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, el que pereció entre el altar y el Santuario. Sí, os aseguro que se pedirán cuentas a esta generación. ¡Ay de vosotros, los legistas, que os habéis llevado la llave de la ciencia! No entrasteis vosotros, y a los que están entrando se lo habéis impedido».

Y cuando salió de allí, comenzaron los escribas y fariseos a acosarle implacablemente y hacerle hablar de muchas cosas, buscando, con insidias, cazar alguna palabra de su boca.

Hoy —ante tantos contrasentidos de nuestra historia— los cristianos debemos procurar que nuestra noción de Dios (Razón y Amor) orqueste el debate sobre el hombre. Primero, Dios mismo es el «Logos», el origen racional de toda la realidad, la razón creadora de la que ha nacido el mundo y que se refleja en el mundo: por eso el hombre se adhiere a Él mediante la apertura y la defensa de una razón que no puede permanecer ciega ante las dimensiones morales del ser.

Segundo, «Logos» significa una razón que no es sólo matemática, sino fundamento y garantía del bien. Es propio de la fe cristiana reconocer que Dios —la Razón eterna— es Amor (no es un ser carente de relaciones, que gira en torno a sí mismo). Precisamente porque es soberano y creador que lo abarca todo, es Relación y Amor.

—Mi fe en la encarnación, pasión y muerte de Jesucristo, por los hombres, es la expresión más alta de que el núcleo de toda la moral es Amor.

REDACCIÓN evangeli.net

Liturgia – Jueves XXVIII de Tiempo Ordinario

JUEVES DE LA XXVIII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO, feria

Misa de la feria (verde)

Misal: Para la feria cualquier formulario permitido. Prefacio común.

Leccionario: Vol. III-par.

  • Ef 1, 1-10. Él nos eligió en Cristo antes de la fundación del mundo.
  • Sal 97. El Señor da a conocer su salvación.
  • Lc 11, 47-54. Se le pedirá cuenta de la sangre de los profetas, desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías.

Antífona de entrada          Jn 3, 16
Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna.

Monición de entrada
La Iglesia siempre ha mantenido una gran veneración por los difuntos, orando por ellos, especialmente en la celebración de la eucaristía, donde rogamos al Señor de la Vida que tenga misericordia de ellos y los admita en el banquete del reino de los cielos. Por eso, en esta eucaristía, imploramos humildemente a Dios, que mire benignamente a nuestros hermanos, para que gocen eternamente de la compañía del Señor.

            Yo confieso…

Oración colecta
TE encomendamos, Señor,
a tus siervos [N. y N.], para que,
muertos en este mundo, vivan para ti,
y que tu inmenso amor misericordioso
perdone los pecados que cometieron,
por fragilidad humana,
en su peregrinar sobre la tierra.
Por nuestro Señor Jesucristo.

Oración de los fieles
Oremos, hermanos, a Dios nuestro Padre, a fin de que todos los hombres experimentemos su bondad y misericordia.

1.- Por la Iglesia, para que sea signo de paz y reconciliación entre los hombres. Roguemos al Señor.

2.- Por los pueblos de la tierra, para que superen todo lo que los desune y promuevan todo cuanto los acerca. Roguemos al Señor.

3.- Por los que odian, por los resentidos y amargados, para que descubran que la felicidad se encuentra en el perdón. Roguemos al Señor.

4.- Por todos nuestros fieles difuntos. Roguemos al Señor.

5.- Por todos nosotros, para que sepamos perdonar como Dios mismo nos perdona. Roguemos al Señor.

Padre nuestro, que nos has enseñado a perdonar para recibir tu perdón. Haz que siempre observemos esta ley y así merezcamos ser llamados y ser, en verdad, hijos tuyos. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
TEN misericordia, Señor,
de tus siervos [N. y N.] 
por quienes te ofrecemos este sacrificio de reconciliación;
y ya que en esta vida fueron fieles a ti,
reciban contigo una piadosa recompensa.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona de comunión          Flp 3, 20-21
Aguardamos un Salvador: el Señor Jesucristo. Él transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso.

Oración después de la comunión
TE pedimos, Dios todopoderoso,
que, por la eficacia de este sacramento,
concedas a tus siervos difuntos
participar de la eterna bienaventuranza
en la asamblea de los justos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.