Lc 12, 39-48
Si el dueño de la casa supiera a qué hora va a llegar el ladrón… Estad también vosotros preparados: pues cuando menos lo penséis llegará el Hijo del hombre.
Para el creyente, la historia no es un perpetuo volver a empezar; sigue una progresión que jalonan unas «visitas» de Dios, unas «intervenciones» de Dios, en días, horas y momentos privilegiados: el Señor ha venido, continúa viniendo, vendrá… para juzgar el mundo y salvarlo.
Es verdad que los primeros cristianos esperaron, casi físicamente, la última venida -la Parusía de Jesús… la deseaban con ardor y rogaban para adelantar esa venida: «Ven, Señor Jesús» (I Corintios 16, 22; Apocalipsis 22, 17-20). Las nuevas plegarias eucarísticas, desde el Concilio, nos han retornado esa bella y esencial plegaria: «Esperamos tu venida gloriosa… esperamos tu retorno… Ven, Señor Jesús». Pero, ¿puede decirse que esas plegarias han entrado efectivamente en nuestras vidas?
Por otra parte, no debemos estar solamente a la espera de la última venida de Jesús, la de nuestra propia muerte, la del fin del mundo. Porque, nunca se repetirá bastante, que las «venidas» de Jesús son múltiples, y nada ostentosas… incluso ¡podemos no verlas! podemos ¡rehusarlas! «Vino a su casa y los suyos no lo recibieron» (Juan 1, 11) y Jesús lloró sobre Jerusalén «porque la ciudad no reconoció el tiempo en que fue «visitada» (Lucas 19,44). El Apocalipsis presenta a Jesús preparado a intervenir en la vida de las
Iglesias de Asia si no se convierten (Apoc. 2, 3). Y cada discípulo es invitado a recibir la «visita íntima y personal» de Jesús: «He ahí que estoy a la puerta y llamo: si uno me oye y me abre, entraré en su casa y tomaremos la «cena» juntos» (Apocalipsis 3, 20)
«Llegará cuando menos lo penséis…»
Oh Señor, ayúdame a pensarlo. Despierta mi corazón para esos encuentros contigo.
Pedro le dijo entonces: «Señor, ¿has dicho esa parábola por nosotros o por todos en general?» El Señor responde: «¿Dónde está ese administrador fiel y sensato a quien el Amo va a encargar de repartir a los sirvientes la ración de trigo a sus horas? Dichoso el tal empleado si el Amo al llegar lo encuentra en su trabajo.
Después de invitar a cada cristiano a la vigilancia, Jesús, contestando a Pedro, hará una aplicación particular de la parábola o los «responsables de comunidades», que deben ser «fíeles y sensatos». Sí, el servidor de los sirvientes es solamente un administrador, no es el amo… llegará el día en que tendrá que rendir cuentas. Su papel esencial es «dar a cada uno el alimento a sus horas»
Así pues, toda la Iglesia tiene que estar en actitud de «vigilancia»… cada cristiano, pero también y ante todo cada responsable. El Reino de Dios ya está inaugurado. Referirse a ese Reino -que ciertamente no estará «acabado» más que al Fin- no supone para la Iglesia un proyectarse en un futuro de ensueño, sino aceptar el presente
como esperanza, y contribuir a que ese presente acepte y reciba el Reino que ya está aquí.
«Dichoso el servidor si su amo al llegar le encuentra en su trabajo.»
Ayúdame, Señor, a estar en mi trabajo cada día y a captar tu presencia.
Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá; al que mucho se le confió, más se le pedirá.
La pregunta de Pedro podía quizá significar que, en su interior, se sentía muy seguro del Reino, y que no tenía nada que temer ya que había sido elegido responsable… La respuesta de Jesús va enteramente en sentido contrario: cuando mayor sea la responsabilidad, tanto más serán también las cuentas a rendir. Notemos, empero, la sutileza del pensamiento: el juicio dependerá del grado de culpabilidad… se puede ser inconsciente del daño causado y eso disminuye nuestra responsabilidad, dice Jesús. Ayúdanos, Señor.
Noel Quesson
Evangelios 1