Lectio Divina – Jueves XXX de Tiempo Ordinario

¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como la gallina reúne a sus pollitos bajo las alas, pero tú no has querido!

1.- Oración introductoria.

Señor, hoy tu evangelio ha calado muy hondo dentro de mí. A veces me he conmovido ante tus palabras; otras veces, ante tus gestos; hoy ante tus palabras y tus gestos. El gesto de la gallina cobijando y defendiendo a sus polluelos me enternece. Y las palabras de queja ante nuestra ingratitud es como una espina de dolor clavada en el corazón. Sólo cabe decir con San Pablo: ¿Qué quieres que yo haga? No quiero que mi vida se llene de palabras. Que sean mis obras de ternura y delicadeza las que den pleno sentido a mi existencia.

2.- Lectura reposada del Evangelio. san Lucas 13, 31-35

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos fariseos y le dijeron: “Vete de aquí, porque Herodes quiere matarte”. Él les contestó: “Id  a decirle a ese zorro que seguiré expulsando demonios y haciendo curaciones hoy y mañana, y al tercer día terminaré mi obra. Sin embargo, hoy, mañana y pasado mañana tengo que seguir mi camino, porque no conviene que un profeta muera fuera de Jerusalén. Jerusalén, Jerusalén, que matas y apedreas a los profetas que Dios te envía! ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como la gallina reúne a sus pollitos bajo las alas, pero tú no has querido! Así pues, vuestra casa quedará abandonada. Yo les digo que no me volverán a ver hasta el día en que digan: ‘¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!’”

3.- Qué dice el texto.

Meditación-reflexión.

Recuerdo que cuando estuve en Tierra Santa en mis bodas de plata sacerdotales  me emocionó el lugar donde Jesús pronunció estas palabras. Era una capilla curiosa: No tenía retablo sino un cristal desde donde se divisa la ciudad de Jerusalén. ¿Puede haber retablo mejor?  Allí Jesús se enterneció, allí Jesús lloró. Qué bien me cae este Dios tan cercano, tan íntimo, tan verdadero. Tiene cercanía, cariño, ternura, sufrimiento, compasión. Un Dios así me conmueve, me incentiva, me motiva a seguirle, aunque haya que ir a Jerusalén. Lo que más le duele a Jesús es que el maravilloso proyecto de su Padre de “pasar por la vida haciendo el bien” sea rechazado. Uno se pregunta: Pero ¿qué quieren los hombres y mujeres de este mundo? Jesús elegirá la muerte antes que dejar de cumplir su misión. Hay algo que vale más que la misma vida: la misión que Dios nos ha encomendado a cada uno. Haz que yo ame mi tarea, mi vocación, mi misión. Es verdad que da miedo, pero Dios no nos abandona. El mismo que dice: “Como el Padre me ha enviado así os envío” (Juan 20,21), también nos dice: “Como el Padre me ha amado a mí así os he amado yo” (Juan 15,9).  Las locuras de Jesús sólo se entienden desde el amor.

Palabra del Papa.

“Dios el poderoso, el creador lo puede hacer todo; sin embargo Dios llora y en esas lágrimas está todo su amor. Dios llora por mí, cuando yo me alejo; llora por cada uno de nosotros; Dios llora por los malvados, los que hacen muchas cosas malas, mucho mal a la humanidad… Él, en efecto, espera, no condena, llora. ¿Por qué? ¡Porque ama!” (Homilía de S.S. Francisco, 29 de octubre de 2015, en Santa Marta).

4.- ¿Qué me dice hoy a mí este texto que acabo de meditar. (Silencio)

5.- Propósito: Hoy voy a hacer las cosas con un “plus”, es decir, con un amor de excelencia.

6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.

Todos los días abrimos y cerramos la Lectio con una breve oración. Pero ocurre como en algunos salmos: diciendo las mismas palabras, se expresan cosas distintas. Las palabras, a lo largo de la oración se llenan de sentimientos, emociones y vivencias. Por eso en esta última oración de este día me gustaría decirte, Señor, aunque no estemos a tu altura, aunque no seamos finos y delicados contigo, no te canses nunca de querernos. Yo sólo te pido una cosa: me encantaría hacer siempre lo que a ti te gusta.

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Comentario – Jueves XXX de Tiempo Ordinario

Lc 13, 31-35

Algunos fariseos se acercaron a Jesús para decirle: «Vete, márchate de aquí, que Herodes quiere matarte.»

Ya hemos observado que Lucas, a diferencia de Mateo, no parece tener ningún a priori contra los fariseos. Anota aquí un paso que ellos hicieron para salvar la vida de Jesús. Y todo ello, no lo olvidemos, es revelación del clima dramático en el que vivía Jesús: ¡quieren su muerte! Los poderosos de este mundo lo consideran un hombre peligroso al que hay que suprimir. Herodes sería capaz… ya había hecho decapitar a Juan Bautista, unos meses antes, solamente (Lucas 3, 19).

Quiero compartir contigo, Señor, esa angustia de tu muerte que se avecina.

Jesús les contestó: «Id a decir a ese zorro…»

Jesús no se presta a dejarse influenciar por Herodes. Es Jesús quien decide su camino a seguir.
Jesús responde a esa amenaza de Herodes con el desprecio: el «zorro» es un animal miedoso que sólo caza de noche y huye a su madriguera al menor peligro… ¡ Herodes, ese zorro, ese cobarde! ese hipócrita que no se atreverá siquiera a tomar sobre sí la responsabilidad de la muerte de Jesús y la endosará a Pilato (Lucas 23, 6-12).

«Mira, hoy y mañana seguiré curando y echando demonios; y al tercer día acabo.»
La expresión «el tercer día» es usual en lengua aramea para significar «en plazo breve»

«Acabo»… estoy llegando al final, o bien «he logrado mi objetivo»…

Jesús sube a Jerusalén. Sube hacia su muerte. Pero no es un condenado a muerte ordinario. Es consciente de ir hacia un cumplimiento. Jesús conoce perfectamente a lo que va. No morirá el día que Herodes decida, sino ¡el día que El decida!

Pero hoy, mañana, y el día siguiente es preciso que prosiga mi camino, porque no cabe que un profeta muera fuera de Jerusalén.

¡Palabras misteriosas!

El profeta Oseas había escrito esas otras palabras misteriosas «Dentro de dos días, el Señor nos dará la vida y al tercer día, nos levantará y en su presencia, viviremos» (Oseas 6,2)

Jesús, caminando hacia Jerusalén, caminando hacia su muerte, pone en manos de Dios el cuidado de prolongar su misión.

¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que se te envían!…

Jerusalén, ciudad de los dones de Dios, ciudad de la «proximidad de Dios…»

Jerusalén, ciudad de la revuelta contra Dios, del rechazo a Dios… Pero, la tierra y la humanidad entera están simbolizadas en esa ciudad: la historia de los rechazos hecho a Dios por tantos hombres, alcanzará aquí, su punto culminante… ¡los hombres van a juzgar a Dios! Y eso continúa también hoy.

¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como la clueca a sus pollitos bajo las alas… pero no habéis querido! Imagen de ternura. Imagen maternal. El pájaro que protege a sus polluelos (Deuteronomio 32, 10; Isaías 31, 5, Salmo 17, 8; 57, 2; 61, 5; 63, 8; 91,4).

La oferta de la salvación, de la protección, de la ternura de Dios… ha sido rehusada. «¡No habéis querido!».

Pero Yo os digo: «No me volveréis a ver hasta el día que exclaméis: Bendito el que viene en nombre del Señor.» Jesús sabe que hay un más allá después de su muerte… Día vendrá en el que se le saludará exclamando: «Bendito el que viene.»

Noel Quesson
Evangelios 1

Reconocer con humildad que hemos fallado y confiar en la misericordia de Dios

1.- Los cumplidores orgullosos Los fariseos exigían el cumplimiento estricto de las leyes religiosas: la observancia del sábado, la pureza en los alimentos y en las relaciones con las personas y cosas, el pago de los diezmos. La obsesión por el cumplimiento preciso de la Ley daba lugar a que los fariseos se separaran del resto de la gente. La palabra fariseo significa precisamente “separado”. Querían ser escrupulosos en el cumplimiento de las leyes, pero se olvidaban de dar sentido a su “cumplimiento”. Su vida espiritual tendía a quedarse en lo exterior. Se creían superiores a los demás y despreciaban al resto de la población, a la que tenían por inculta e impía.

2.- Los pecadores públicos rechazados. Los publicanos eran los encargados de cobrar los impuestos. Habitualmente exigían a la gente más de lo debido con la finalidad de enriquecerse a sí mismos. Contaban con el respaldo militar, con el que podían extorsionar a las gentes. Un publicano era un pecador que maltrataba al pueblo cobrando impuestos excesivos; era un colaboracionista del poder romano, con lo que ayudaba a la continua erosión y decaimiento de la fe judía. El pueblo aborrecía a los publicanos por su actitud injusta. No les estaba permitido participar en la Sinagoga, ni en las fiestas religiosas de la fe israelita.

3.- Dos personajes, dos actitudes. La actitud de la plegaria del fariseo se caracteriza por su autosuficiencia y se dirige en dos direcciones: hacer notar las faltas de los demás y destacar las obras de piedad externa que él mismo realiza. Es un autosuficiente: “Dios mío, te doy gracias por no ser como los demás.” Esta oración refleja un orgullo muy refinado; podríamos parafrasearla diciendo: “Dios mío, te doy gracias porque yo mismo, sin necesitarte a ti para nada, y únicamente con mi esfuerzo ascético personal, he conseguido a llegar a ser lo que soy”. Este fariseo ha llegado a ser perfecto exteriormente, pero no se ha convertido interiormente. Contempla a los otros como competidores en el camino de la perfección y los desprecia porque son ladrones, adúlteros e injustos. Lucha por la perfección pero su corazón está cerrado a la misericordia de Dios. Se constituye orgullosamente en un ser aparte. Las palabras del publicano son más escuetas, pero más sinceras que las del fariseo. Se muestra consciente de su culpabilidad personal. El publicano no rechaza su responsabilidad frente a la situación de dolor que el sistema impositivo ha generado en todo Israel. El publicano siente respeto y miedo ante Dios, sabe que Dios no permanece indiferente ante el mal que causamos culpablemente a los hombres. Al abrir su corazón descubre un pecado muy profundo. Las leyes humanas justificaban el proceder de los recaudadores, pero el publicano sabe que su conducta ante Dios no tiene justificación alguna. Pide a Dios lo único capaz de cambiar radicalmente su existencia: la misma misericordia. Él no puede por sí solo romper el círculo vicioso en que se encuentra: necesita abrir su corazón a Dios y que Él intervenga.

4.- El publicano era humilde, el fariseo no. Sólo quien abre su corazón a Dios puede recibir su misericordia. La gracia de Dios no suple la responsabilidad humana. Dios siempre está a nuestro lado, dispuesto a derramar su misericordia en nuestra vida, pero de nosotros depende abrir confiadamente nuestro corazón a su Palabra. Eso significa “el que se humilla será ensalzado”, el que abre su vida sinceramente ante Dios, recibe su perdón. La expresión “el que se ensalza será humillado” denota a aquella persona que vive cerrada, tanto en sí misma como respecto de Dios no experimenta el perdón de Dios y como consecuencia no puede convertirse. La parábola del fariseo y el publicano pretende enseñarnos la naturaleza de la humildad cristiana. Esta humildad sólo crece y se desarrolla cuando estamos en contacto con los pobres y débiles de nuestro mundo. Ellos nos hacen tener los pies en el suelo y ser realistas ante la vida. La verdadera humildad es lo único que permite el crecimiento personal. El humilde, al contemplar la interioridad de su vida, descubre siempre dos cosas: aquéllas de las que debe convertirse y aquéllas en las que debe aceptarse. Cuando nos damos cuenta de eso, nuestro corazón está ya abierto a Dios y presto a participar de su ternura; podemos encontrar al Dios de la misericordia que sale a nuestro encuentro. Además, la humildad es el “suelo”, la “tierra”, donde pueden crecer las demás virtudes (humildad procede del latín “humus”, que significa “tierra”). Lo opuesto a la humildad es el orgullo. Ser orgulloso es sinónimo de ser necio. Implica tomar una actitud irreal ante la vida, y pasar toda la existencia sin llegar a conocerse a sí mismo ni a los demás. Y esto, tristemente, cierra nuestro corazón al Dios de la misericordia.

José María Martín OSA

Levantó los ojos…

Un día cualquiera,
cuando menos lo esperas
porque es tanto el tiempo
que llevas soñándolo,
y has previsto todos los detalles
y preparado todos los pasos, sin resultado,
resulta que Él pasa a tu lado.

Un día cualquiera,
en el que repetías, otra vez,
tus costumbres y monotonías
como quien respira sin darle importancia,
resulta que Él levanta la vista,
te ve, te llama por tu nombre,
y se te abre el horizonte…

Tu vida, tan llena y tan vacía, no te satisfacía;
no acostumbrabas a estar en calles y plazas
y, menos, subido a higueras
que te exponían a comentarios y risas;
pero aquel día rompiste todas las rutinas…
y resulta que Él levantó la vista.

Ya en tu casa,
en la intimidad con quien se había invitado
a hospedarse y comer contigo,
te desahogas, pones sobre la mesa
tus miserias y tus promesas;
y Él levanta la vista,
te mira y te abraza.

Tú te sientes renovado,
con la vida y el destino en tus manos,
y Él levanta los ojos al Padre,
sonríe, le da gracias…
y continúa por otras calles y plazas
en busca de más hermanos y hermanas.

Y tú, no lo retienes
pero te haces discípulo
en tu pueblo, profesión y casa..
Por eso, quizá hoy Él levante su mirada,
nos vea y llame por nuestro nombre
y descubramos todo lo que Dios nos ama,
porque, aunque pecadores,
nos quiere en su casa.

Florentino Ulibarri

Notas sobre el texto, contexto y pretexto

● Entramos en la etapa final del viaje: Subida a Jerusalén (18, 31-19,46). Pero entre el Evangelio del domingo pasado (Lc 18, 9-14) y éste de hoy hallamos cuatro pasajes que hay que tener en cuenta antes de entrar en la historia de Zaqueo: Jesús con los niños (18, 15-17), Jesús con el hombre rico (18, 8-30), el tercer anuncio de la muerte y resurrección a los Doce (18, 31-34) y la curación de un ciego (18, 35-43).

● La subida a Jerusalén comienza con la tercera y última predicación, hecha a los doce, de la muerte-resurrección (18, 31-34); en Jericó se encuentra con el mendigo ciego (18, 35-42) y se pone de manifiesto la incomprensión de los discípulos-ceguera; en Jericó se encuentra con Zaqueo revelándonos un Jesús amigo de publícanos y pecadores; y termina con la entrada y denuncia del templo (casa de oración). El gran viaje concluye para Lucas y la misión de Jesús aparece con nitidez, a modo de recapitulación de todo lo dicho en el camino y, además, anticipo de lo que está por suceder: “El Hijo del hombre ha de venir a buscar y salvar lo que estaba perdido” (10).

Comentario al evangelio – Jueves XXX de Tiempo Ordinario

El valor profético de Cristo

Jesús se niega a acobardarse ante las amenazas de Herodes, pues está totalmente centrado en su Padre y en la misión que le ha sido encomendada. Y sabe que nadie puede hacerle daño hasta que llegue la «hora». Esa confianza proviene de una confianza absoluta y radical en el amor de su Padre y en la sumisión a su voluntad. Pablo nos invita a enfrentarnos a los retos y peligros que nos rodean poniéndonos la armadura de Dios: de la verdad, la justicia, el celo, la fe, la salvación y la palabra de Dios. En otras palabras, la invitación de Pablo es a «revestirse de Cristo» (Rom 13:14) y «tener la mente de Cristo» (Fil 2: 5), lo que garantiza que vivamos y respondamos a los desafíos como él lo hizo. Esa armadura sólo la podemos recibir por la gracia de Dios; no podemos fabricarla por nuestra cuenta. Por eso, «reza en todo momento» para recibir el Espíritu de Cristo. Es en la oración donde crecemos a imagen y semejanza de Cristo.

Paulson Veliyannoor, CMF

Meditación – Jueves XXX de Tiempo Ordinario

Hoy es jueves XXX de Tiempo Ordinario.

La lectura de hoy es del evangelio de Lucas (Lc 13, 31-35):

En aquel tiempo, algunos fariseos se acercaron a Jesús y le dijeron: «Sal y vete de aquí, porque Herodes quiere matarte». Y Él les dijo: «Id a decir a ese zorro: ‘Yo expulso demonios y llevo a cabo curaciones hoy y mañana, y al tercer día soy consumado. Pero conviene que hoy y mañana y pasado siga adelante, porque no cabe que un profeta perezca fuera de Jerusalén’.

»¡Jerusalén, Jerusalén!, la que mata a los profetas y apedrea a los que le son enviados. ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como una gallina su nidada bajo las alas, y no habéis querido! Pues bien, se os va a dejar vuestra casa. Os digo que no me volveréis a ver hasta que llegue el día en que digáis: ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!».

Hoy Jesucristo denuncia al «rey», de quien cabría esperar la promoción de la paz vinculada a la justicia. La política es el ámbito de la razón: no de una razón técnico-calculadora, sino «moral», ya que el fin último del Estado y de toda política es de naturaleza moral (la paz, la justicia…). La restitución de la «razón moral» (lo razonablemente bueno para el hombre) exige depurar lo «no-razonable». 

Habiendo caído las ideologías, urge desmitificar aquellos valores que se han desvirtuado al otorgarles un carácter absoluto: progreso, ciencia, libertad… ¡También, la «mayoría»! Ninguno de éstos constituye, en sí, un criterio último sobre el bien del hombre. Existen valores que ni las mayorías pueden poner en discusión. Pero, ¿cuáles? Una primera respuesta nos la ofrece el «Decálogo», considerando que éste no es propiedad privada de cristianos y judíos.

—El «Decálogo» es una expresión altísima de razón moral que, como tal, coincide ampliamente con la sabiduría de las otras grandes culturas. La fe no sustituye a la razón, pero puede contribuir a resaltar valores esenciales.

REDACCIÓN evangeli.net

Liturgia – Jueves XXX de Tiempo Ordinario

JUEVES DE LA XXX SEMANA DE TIEMPO ORDINARIO, feria

Misa de la feria (verde)

Misal: Cualquier formulario permitido. Prefacio común

Leccionario: Vol. III-par.

  • Ef 6, 10-20. Tomad las armas de Dios para poder manteneros firmes.
  • Sal 143. ¡Bendito el Señor, mi alcázar!
  • Lc 13, 31-35. No cabe que un profeta muera fuera de Jerusalén.

Antífona de entrada          Sal 109, 4
El Señor lo ha jurado y no se arrepiente: «Tú eres sacerdote eterno según el rito de Melquisedec».

Monición de entrada y acto penitencial
El sacerdote, en su entrega y servicio a Dios y a la Iglesia, es mediador entre Dios y los hombres. Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, ha ejercido esta mediación sacerdotal de forma plena y perfecta, a través de su vida y, sobre todo, en su muerte y resurrección. A través de los tiempos, la Iglesia actualiza en el sacramento del orden, este único e irrepetible sacerdocio de Cristo.

Yo confieso…

Oración colecta
OH Dios,
que para gloria de tu nombre y salvación del género humano
quisiste constituir a Cristo sumo y eterno sacerdote,
te suplicamos que el pueblo, adquirido para ti con su sangre,
consiga, por la participación en este memorial,
la fuerza de su cruz y Resurrección.
Por nuestro Señor Jesucristo.

Oración de los fieles
Por medio de Jesucristo, nuestro sumo Sacerdote y mediador entre Dios y los hombres, elevemos nuestras peticiones al Padre, que dirige todas las cosas según su voluntad.

1.- Para que la Iglesia celebre siempre el memorial de la pasión de Cristo, enriquecida por la fe y la devoción de todos sus miembros. Roguemos al Señor.

2.- Para que la acción sacerdotal de Jesucristo continúe dando la salud espiritual y la vida eterna a los hombres. Roguemos al Señor.

3.- Para que la vida de los sacerdotes sea fiel reflejo de la ofrenda que realizan sacramentalmente en el altar. Roguemos al Señor.

4.- Para que todos los hombres, especialmente los alejados y los no creyentes, encuentren en Cristo el camino que conduce hacia la salvación. Roguemos al Señor.

5.- Para que el Espíritu Santo mueva los corazones de quienes tomamos parte en el sacrificio eucarístico para ofrecernos juntamente con Cristo oferente y Hostia inmaculada. Roguemos al Señor.

6.- Para que los frutos de esta eucaristía lleguen también a nuestros hermanos difuntos para que puedan gozar de la gloria eterna. Roguemos al Señor.

Movidos por el Espíritu eterno, en el que tu Hijo Jesucristo consumó su oblación sacerdotal en la cruz, te pedimos, Padre de bondad, que santifiques a tu pueblo y escuches nuestra oración. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
CONCÉDENOS, Señor,
participar dignamente en estos sacramentos,
pues cada vez que se celebra el memorial del sacrificio de Cristo,
se realiza la obra de nuestra redención.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona de comunión          Cf. 1Cor 11, 24-25
Esto es mi Cuerpo, que se entrega por vosotros; este cáliz es la nueva alianza en mi, dice el Señor; haced esto, cada vez que lo bebáis, en memoria mía.

Oración después de la comunión
LA participación en este sacrificio que tu Hijo
nos ha mandado ofrecer en conmemoración suya,
nos convierta, Señor,
en ofrenda perpetua para ti juntamente con él.
Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.