Lectio Divina – Viernes XXXI de Tiempo Ordinario

“Dame cuenta de tu administración”

1.- Introducción

Señor, mi gran pecado es la rutina, la pereza, el poco entusiasmo que pongo en tus cosas, mi falta de creatividad, mi tendencia a lo fácil, a lo que siempre se ha hecho, aunque ahora ya no sirva para nada. Dame espíritu de lucha, de esfuerzo, de ingenio, de inquietud. Haz que no entierre el talento que me has dado. Haz que deje ya de ser masa y me convierta en levadura.

2.- Lectura reposada del Evangelio Lucas 16, 1-8

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Era un hombre rico que tenía un administrador a quien acusaron ante él de malbaratar su hacienda; le llamó y le dijo: «¿Qué oigo decir de ti? Dame cuenta de tu administración, porque ya no podrás seguir administrando.» Se dijo a sí mismo el administrador: «¿Qué haré, pues mi señor me quita la administración? Cavar, no puedo; mendigar, me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer, para que cuando sea removido de la administración me reciban en sus casas.» Y convocando uno por uno a los deudores de su señor, dijo al primero: «¿Cuánto debes a mi señor?» Respondió: «Cien medidas de aceite.» Él le dijo: «Toma tu recibo, siéntate en seguida y escribe cincuenta.» Después dijo a otro: «Tú, ¿cuánto debes?» Contestó: «Cien cargas de trigo.» Dícele: «Toma tu recibo y escribe ochenta.» El señor alabó al administrador injusto porque había obrado astutamente, pues los hijos de este mundo son más astutos con los de su generación que los hijos de la luz.

3.- Qué dice el texto.

Meditación-reflexión

Es importante saber que Jesús, en las parábolas, quiere resaltar “un punto esencial”, apunta a una sola dirección y no podemos pensar en que cada palabra o frase de la parábola tiene un significado. A eso se llama “alegoría” Y muchas veces, por entender las parábolas en sentido alegórico, las hemos estropeado. Ahora bien, ¿qué es lo esencial de esta parábola? Lo que Jesús alaba es la “sagacidad”. Y esto lo explica diciendo que “los hijos de las tinieblas son más astutos que los hijos de la luz”. Es una advertencia que nos viene muy bien en la situación en que está viviendo la Iglesia en España. Cada día constatamos que viene menos gente a la Iglesia; que los padres en casa ya no son trasmisores de la fe; que la Iglesia Institución cada día cuenta menos gente; que los jóvenes “pasan de lo religioso”, que los curas y monjas van desapareciendo sin dejar relevo etc. Y seguimos haciendo lo mismo. No nos paramos, reflexionamos, inventamos nuevos métodos, le damos al coco, incentivamos la creatividad… Y todos somos conscientes de que tenemos la mejor mercancía, pero no sabemos venderla. A esto va la parábola: a sacudir nuestra pasividad; a espolear nuestro ingenio; a sacudir nuestra pereza; a buscar nuevos caminos.

Palabra del Papa

“Este administrador es un ejemplo de mundanidad. Alguno de ustedes podría decir: ¡pero, este hombre ha hecho lo que hacen todos! Pero todos, ¡no! Algunas administraciones de empresas, administradores públicos, algunos administradores de gobierno… Quizá no son muchos. Pero es un poco esa actitud del camino más corto, más cómodo para ganarse la vida. En la parábola del Evangelio el patrón alaba al administrador deshonesto por su ‘astucia’. La costumbre del soborno es una costumbre mundana y fuertemente pecadora. Es una costumbre que no viene de Dios: ¡Dios nos ha pedido llevar el pan a casa con nuestro trabajo honesto! Y este hombre, administrador, lo llevaba, pero ¿cómo? ¡Daba de comer a sus hijos pan sucio! Y sus hijos, quizá educados en colegios caros, quizá crecidos en ambientes cultos, habían recibido de su padre suciedad como comida, porque su padre, llevando pan sucio a casa, ¡había perdido la dignidad! ¡Y esto es un pecado grave! Porque se comienza quizá con un pequeño soborno, ¡pero es como la droga eh! La costumbre del soborno se convierte en dependencia. (Cf. S.S. Francisco, 8 de noviembre de 2013, homilía en Santa Marta).

4.- Qué me dice hoy a mí esta palabra de Dios ya reflexionada. (Guardo silencio)

5.-Propósito. Hoy me las ingeniaré para aprovechar a tope este día.

6.-Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.

Señor, te agradezco que me eches un rapapolvo, que me des un estirón de orejas por mi pereza, mi pasividad, mi indolencia, mis pocas ganas de complicarme la vida, mi poco compromiso por llevar el evangelio a los demás. Dame fuerza para no seguir sentado, para no quedarme en casa, para salir a caminar por rutas nuevas, aunque tropiece. Sí, necesito “sagacidad”.

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Comentario – Viernes XXXI de Tiempo Ordinario

Lc 16, 1-8

Una vez más, Lucas es el único que relata la parábola siguiente.

Un hombre rico tenía un administrador… que fue denunciado por malbaratar su hacienda. «¿Qué oigo decir de ti? Dame cuenta de tu administración.»

Toda la parábola gira en torno a esa idea de gerencia. Delante de Dios no somos «propietarios», sino «gerentes». Todo lo que poseo: mis bienes, mis cualidades, mis riquezas intelectuales y morales, mis facultades afectivas, los aspectos de mi carácter… De todo ello, se me pedirá cuenta. No soy más que el gerente de todo esto que me ha sido «confiado» por Dios, y que continúa perteneciendo a Dios.

No tengo derecho a «malbaratar» los dones de Dios. Tendré que dar cuenta de las riquezas que no hubiere acrecentado.

El administrador pensó: Qué voy a hacer ahora… para que cuando me echen de la administración, haya quien me reciba…

Se trata de asegurar el futuro.

¿Tengo yo también esa preocupación.’., que evidentemente hay que referirla al «futuro escatológico»? Jesús, a menudo ha repetido la idea de que nuestra vida aquí abajo y nuestras decisiones actuales, comprometen nuestro «futuro eterno».

El gerente aprovecha el tiempo que le queda, para preparar su porvenir.

El amo alabó al administrador injusto: Efectivamente, había obrado sagazmente.

A la apreciación del amo no le falta el sentido del humor. «¡Es injusto; pero ha mostrado habilidad y astucia!»

Este elogio, procediendo de un amo corriente es muy poco verosímil.

Pero, viniendo de Jesús, ese elogio «es penetrante». Respecto a las riquezas tan codiciadas por los amos de la tierra en general, Jesús, el Mesías de los pobres, deja entrever un irónico desdén, que lleva a felicitar al intendente injusto por usarlas tan sagazmente. En el fondo, ese dinero, para aquel amo, no tiene mucha importancia.

Para Jesús, es una manera paradójica de volver a decir lo que no ha cesado de repetir: «Vended lo que poseéis y dadlo a los pobres. Haceos bolsas que no se deterioren, un tesoro inagotable en el cielo.» (Lucas12, 33)

Sin embargo, interpretemos bien ese humor. ¡Evidentemente, Jesús no puede recomendarnos ser injustos! ¡Y menos aún con el dinero de los demás!

Porque los «Hijos de este mundo» son más astutos para sus cosas que los «Hijos de la luz».

¡Desoladora constatación!

En los asuntos económicos y financieros, los hombres despliegan maravillas de ingenio y de inteligencia para asegurar el mejor rendimiento, la eficacia. El hombre moderno, sobre todo es muy sensible a ese aspecto. ¡Y Jesús no parece reprochárselo!

Jesús reprocha más bien a los cristianos el hecho de no tener el mismo ingenio ni la misma inteligencia para «sus asuntos espirituales». El Reino de Dios, en algunos aspectos, no está condenado a la ineficacia ni a la incomprensibilidad. ¿Pongo yo todas mis cualidades humanas, todo mi ingenio, al servicio del Reino?

«Hijos de la luz»

Es así como quisieras a los cristianos, Señor. Seres luminosos. Hijos de Dios-Luz. Dios es amor. Dios es luz. Dios es nuestro Padre.

Hacer en virtud de la luz, lo que otros hacen por el poder de las tinieblas.

No quedarme en los hermosos principios. Preocuparme por llegar hasta la eficacia.

Noel Quesson
Evangelios 1

Para Dios todos están vivos

Lecturas: 2 Macabeos 7,1-2.9-14; 2 Tesalonicenses 2,16-3,5 y Lucas 20,27-38

Hemos comenzado el mes de noviembre. Te ofrezco este decálogo para que vivas reconociendo que nuestro Dios es un Dios de vivos».

  1. Recuerda a los que han marchado hacia la casa del Padre; visita el cementerio. Te ayudará a relativizar muchas cosas de la vida y, sobre todo, a tener sed de eternidad. «El alma es un vaso que solo se llena con eternidad» (Amado Nervo)´
  2. Profundiza en el sentido de tu vida; elige lecturas que te aporten optimismo, serenidad, conocimiento.

«La mayoría de la gente existe, eso es todo» (O. Wilde).

  1. Por ser el undécimo mes del año, piensa en once cosas buenas que vas a realizar en los próximos días y, por otro lado, reflexiona en otras once que debieras de apartar de tu forma de ser.

«El mayor descubrimiento de la vida de una persona es que puede modificarla si cambia su actitud sobre ella» (Anónimo).

  1. El 9 de noviembre de 1989 cayó el muro de Berlín. ¿Qué otros muros te separan de Dios y de la comunidad a la que perteneces? Piénsalo.
    «El mejor modo de resolver una dificultad es no tratar de soslayarla» (Noel Clarasó).
  2. El 22 de este mes se celebra el día de Santa Cecilia, patrona de la música. ¿Es tu vida armonía y paz? ¿Eres música afinada o, por el contrario, desentonas allá donde te encuentras?
    «La música es para el alma lo que la gimnasia para el cuerpo» (Platón).
  3. La vida es un tren que pasa rápido. ¿Vives con intensidad tus días dando gloria a Dios que te ha dado la posibilidad de vivir? Regala a los demás momentos agradables.
    «A Dios le sobran propagandistas y le faltan testigos» (R. Trossero).
  4. No te conformes con aquello que ves, aspira a realidades más altas. Que la espesura del bosque no te impida ver el horizonte que se esconde detrás de él.
    «El horizonte está en los ojos y no en la realidad» (A. Ganivet).
  5. Intensifica más tu oración personal. Las personas se enriquecen y cobran fuerza con el silencio, la reflexión y la contemplación.
    «Cuando no puedes expresar tus oraciones, Dios escucha tu corazón» (P. Diario).
  6. Recuerda que tu historia es frutodel paso de otras personas por este mundo. No borres a tus antepasados; da gracias a Dios porque de ellos recibiste la fe.
    «Agradece la luz, pero no olvides el pie del candil que, constante y paciente, la sostiene en la sombra» (R. Tagore).
  7. En el mes de noviembre también se celebrael Día de la Iglesia Diocesana. Preocúpate por ella, reza por tu obispo y por sus sacerdotes. Cada parroquia no es un ente aislado: su grandeza está en la comunión con toda la Iglesia.
    «La Iglesia es la caricia de Dios al mundo» (S. Juan Pablo II).

Tiempo para profundizar en el sentido de la vida; no te conformes con lo que ves, vive el maravilloso don de la vida…, que tú también eres caricia de Dios para el mundo.

Isidro Lozano

¿Dónde, Señor, las alas de la vida?

El Libro de los Macabeos narra el martirio que siete hermanos sufrieron por confesar al único Dios verdadero (2 Mac 7,1). Los judíos creían en una resurrección que solamente alcanzaba a los justos y a los mártires, pero Jesús nos dice que todos resucitaremos, que seremos como ángeles… Jesús nos hace una promesa de eternidad que puede cambiar nuestra existencia terrena (Lc 20,36). Y Pablo sugiere, en la segunda carta a los Tesalonicenses, que el Señor que es fiel, os dará fuerzas y os librará del Maligno; el Señor dirigirá vuestro corazón para que améis a Dios (2 Tes 3,3).

Quiero, Señor, profundizar en el sentido de la vida
y descubrir las raíces del optimismo y la serenidad,
adivinar la razón de esa tenue tristeza que llamamos alegría.
Que el recuerdo de mis hermanos y familiares
que gozan de tu vida para siempre
me enseñe que el alma es un vaso que solo se llena de eternidad.

AYÚDAME, SEÑOR,
PORQUE DETRÁS DEL BOSQUE DE LA MUERTE
TÚ ESCONDES LAS ALAS DE LA VIDA.

Ayúdame, Señor, a derribar los muros que cercan mi historia:
el muro de la incomunicación y del egoísmo,
el muro de la comodidad y del silencio
el muro de la increencia y de la insolidaridad…
Que descubra la música callada de los días vividos junto a ti
y la soledad sonora de tu voz de amigo
como una música que da vida a mi vida.

AYÚDAME, SEÑOR,
PORQUE DETRÁS DEL BOSQUE DE LA MUERTE
TÚ ESCONDES LAS ALAS DE LA VIDA.

Sé, Señor, que cuando no puedo expresar mis oraciones,
tú escuchas mi corazón;
y en el silencio de mi vida, llena de paréntesis,
percibes los gritos de mi soledad, mariposa hambrienta de luz,
que te busca en la lejanía.
Tú, Señor, sabes que soy barro y distancia,
pero también soy estrella que se oculta en la oscuridad
y he aprendido que estoy llamado a ser caricia de Dios para mundo.
AYÚDAME, SEÑOR,
PORQUE DETRÁS DEL BOSQUE DE LA MUERTE
TÚ ESCONDES LAS ALAS DE LA VIDA.

Isidro Lozano

La misa del domingo

El Señor se encuentra en Jerusalén. En el Templo enseña y anuncia la Buena Nueva al pueblo (ver Lc 20,1). En esas circunstancias un grupo de saduceos se acerca para preguntarle acerca de la resurrección de los muertos.

En aquella época los saduceos y los fariseos eran los dos principales grupos religiosos dentro del pueblo judío. Ambos habían surgido a partir de los macabeos (167 a.C.), adoptando distintas posiciones ante el helenismo.

Los saduceos se llamaban así porque se consideraban seguidores de Sadoc, sacerdote ungido por el rey Salomón, cabeza de una antigua e insigne familia sacerdotal. Estaban a cargo del Templo de Jerusalén y controlaban el Sumo Sacerdocio. Sus miembros eran ricos, poderosos y amigos de los gobernantes de turno.

Para los saduceos el estatuto supremo y único que debía regir al pueblo de Israel era la Tora, es decir, la “Ley escrita” de Moisés que está conformada por los cinco primeros libros del Antiguo Testamento. Esta Ley era para ellos la única autoridad admisible, y el modo como la interpretaban era literal y riguroso. Los fariseos, en cambio, consideraban que, además de la “Ley escrita”, la “Ley oral” era tan o más importante que aquella. Esta “Ley oral” estaba constituida por innumerables preceptos acumulados en el transcurso del tiempo por la tradición rabínica. La legislación farisaica se fundaba principalmente en esta Ley oral. Por estas y otras diferencias se entiende que entre fariseos y saduceos existiese una fuerte rivalidad.

Volvamos a la escena del Evangelio: un grupo de saduceos se acerca al Señor Jesús para plantearle un problema doctrinal, que era además uno de los puntos de fuerte discusión con los fariseos. Los fariseos afirmaban la resurrección de los muertos mientras que los saduceos la negaban tajantemente, argumentando que en la Tora no había enseñanza positiva alguna sobre ella. Los saduceos sostenían que la retribución divina no sería ni futura ni ultraterrena, sino que era inmediata y material. En consecuencia, Dios bendecía en esta vida con la fecundidad, el bienestar y las riquezas a quien observaba fielmente la Ley.

Como nota aparte vemos como San Pablo, educado en la escuela farisaica de Gamaliel (ver Hech 5,34; 22,3), supo aprovecharse de esta diferencia doctrinal entre fariseos y saduceos cuando ante el Sanedrín afirmó que se le juzgaba por su esperanza en la resurrección de los muertos. En ese momento los fariseos se olvidaron de su animadversión a Pablo y se unieron para defenderlo: «se produjo un altercado entre fariseos y saduceos y la asamblea se dividió» (Hech 23,6-7).

¿Cuál era la posición de Jesús ante este tema que enfrentaba a saduceos y fariseos? Para averiguarlo los saduceos se acercan a Él y le exponen lo que Moisés había escrito sobre el caso de un hombre casado que muriese sin dejar descendencia: la “ley del levirato” (Dt 25,5-10) estipulaba que en estos casos el hermano del difunto debía casarse con la viuda (su cuñada) para dar descendencia a su hermano. El primer hijo varón de esta unión tomaría el lugar y el nombre del muerto, y de este modo su nombre no se borraría de Israel.

Luego de exponer esta ley proponen un caso que, según los saduceos, planteaba una dificultad insuperable en caso de asumirse como verdadera la doctrina de la resurrección de los muertos: si en obediencia a esta ley sucesivamente se casan los seis hermanos del primer marido con la misma mujer, ¿de cuál de los siete maridos sería mujer en la futura resurrección?

El razonamiento suponía comprender la resurrección como un volver a la misma vida, concepto aparentemente predominante entre los fariseos. La resurrección así entendida sería como el despertar de un durmiente, que se halla nuevamente en la misma condición previa al sueño, con las mismas necesidades de comer, de beber, de dormir y con la misma facultad de engendrar.

En su respuesta el Señor afirma que habrá una resurrección de los muertos y expone algunas de las características de la vida resucitada. En primer lugar revela que sólo participarán «de la vida futura y de la resurrección de entre los muertos» quienes sean hallados dignos. Añade luego que los resucitados no se casarán, y que en consecuencia, de ninguno de los siete será esposa aquella mujer. Además el Señor revela que la resurrección traerá consigo una transformación: los resucitados «ya no pueden morir, son como ángeles». La muerte habrá sido derrotada para siempre. Y añade: «son hijos de Dios, porque participan en la resurrección». No dice: serán ellos mismos Dios, o dioses, o parte de un dios etéreo, sino hijos de Dios, y como tales vivirán una relación filial con Dios Padre al participar por la resurrección de la misma comunión de amor que el Hijo unigénito vive con su Padre desde toda la eternidad.

El Señor, para dar a los saduceos una base legal a su enseñanza sobre la resurrección de los muertos recurre a un texto de la Ley de Moisés: «Y que resucitan los muertos, el mismo Moisés lo indica en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor “el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob”. No es un Dios de muertos, sino de vivos; porque para Él todos están vivos».

LUCES PARA LA VIDA CRISTIANA

Nos asusta y angustia tanto pensar que un día moriremos y pensar en lo que viene después de la muerte, que preferimos evadir ese tema a como dé lugar, “vivir” el momento presente, “no pensar” en la muerte, creer que “es para otros” pero no para mí. Pero, aunque hagamos lo imposible por olvidarla o evadirla, mi muerte llegará inevitablemente.

Experimentamos este “despertar”, chocamos con la realidad con especial dureza cuando muere un ser querido, cuando nos toca enterrar a la persona que amamos, cuando debemos afrontar la realidad de que “ya no está más” con nosotros. Sentimos un vacío inmenso, nos duele pensar que “ya no volverá más”, lo o la extrañamos tanto y nos negamos a pensar que ha desaparecido definitivamente, que se ha disuelto en la nada. ¡Deseamos tanto que esté en paz y se encuentre en algún lugar donde no haya más sufrimiento!

Los materialistas que niegan la posibilidad de un más allá, que rechazan la existencia de Dios y creen en un evolucionismo ciego producto del azar, que creen que todo el universo, la naturaleza, las plantas, los animales y los seres humanos son fruto de la sola casualidad, carecen de toda esperanza: más allá de esta vida no esperan nada. A ellos no les queda sino creer que los que murieron ya no existen más, y que una vez muertos ellos mismos, se disolverán en la nada para no volver a existir nunca jamás.

Quien se resiste a aceptar la disolución definitiva de sus seres queridos o de sí mismo, quien se aferra a la esperanza de una vida que se prolonga más allá de la muerte, cree que aunque el cuerpo físico se disuelva luego de la muerte subsistirá una parte espiritual que no muere. Sin embargo, persiste también en ellos esta pregunta: ¿cómo será la vida luego de la muerte?

El cristianismo, aleccionado por el Señor Jesús, fundado en su propia Resurrección, enseña que luego de la muerte habrá un juicio (ver Mt 25, 31ss) y que quien sea hallado digno, participará de una resurrección para la vida eterna, en la plena comunión con Dios.

La fe en la resurrección choca frontalmente con la creencia en la reencarnación, hoy cada vez más de moda. Los creyentes poco instruidos se engañan cuando piensan que esta creencia en la reencarnación es perfectamente compatible con las enseñanzas de Cristo. El Señor Jesús no enseñé que tendremos vidas sucesivas, sino que enseñó claramente que moriremos una sola vez y resucitaremos una sola vez. Cristo jamás habló de un “karma” que cada cual tiene que expiar en vidas sucesivas, sino del perdón de los pecados y de la reconciliación que Él ha venido a realizar mediante su Muerte en Cruz. Cristo jamás enseñó que cada cual “se salva” por sí mismo y que Él sólo era un “gurú”, sino que Él es el Camino que conduce al Padre, el Salvador y Reconciliador del mundo.

En resumen, no puede ser verdaderamente cristiano quien acepta la doctrina de la reencarnación (ver Catecismo de la Iglesia Católica, números: 988-1014).

Ante el hecho de nuestra propia muerte o de la muerte de nuestros seres queridos no hay que temer. La muerte para el creyente es un paso: detrás de la muerte está Cristo. Él es la Resurrección y la Vida, y Él promete la resurrección y la vida eterna, plena y feliz, a quien crea en Él (ver Jn 11,25-26).

Comentario al evangelio – Viernes XXXI de Tiempo Ordinario

Ser astuto

La parábola del hombre rico y el mayordomo ha dejado perplejos a muchos cristianos. ¿Recomienda Jesús prácticas deshonestas? Por supuesto que no. Hay que tener en cuenta que los protagonistas de las parábolas de Jesús suelen representar a Dios o al propio Cristo. Sin embargo, en esta parábola, ninguno de los personajes representa a Dios o a Cristo. Tanto el hombre rico como el mayordomo son personas desagradables, cuyas acciones no merecen ser imitadas. Sin embargo, ¡podemos aprender algo de ellos! Jesús utiliza la parábola sólo para enseñar a sus discípulos la astucia con la que la «gente del mundo» aborda sus asuntos mundanos y para reflexionar en voz alta sobre la necesidad de abordar los asuntos celestiales con mayor astucia. Si nos preocupamos tanto por la aceptación en este mundo que hacemos todo lo posible para asegurarla, ¡cuánto más deberíamos preocuparnos por la aceptación en el mundo venidero, y ordenar nuestras vidas en consecuencia!

Paulson Veliyannoor, CMF

Meditación – San Carlos Borromeo

Hoy celebramos la memoria de san Carlos Borromeo.

La lectura de hoy es del evangelio de Juan (Jn 10, 11-16):

En aquel tiempo, Jesús habló así: «Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas. Pero el asalariado, que no es pastor, a quien no pertenecen las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye, y el lobo hace presa en ellas y las dispersa, porque es asalariado y no le importan nada las ovejas. Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas y las mías me conocen a mí, como me conoce el Padre y yo conozco a mi Padre y doy mi vida por las ovejas. Tengo otras ovejas que no son de este redil, a ésas también es necesario que las traiga, y oirán mi voz y formarán un solo rebaño, con un solo pastor.

Hoy, la Iglesia celebra la santidad de un gran pastor de almas: san Carlos Borromeo, que fue obispo de la diócesis de Milán. Todos hemos de dar gracias al Buen Dios porque no ha dejado nunca de proveernos de buenos pastores. Precisamente, los tiempos de san Carlos estaban necesitados de una profunda reforma, sobre todo en el clero. El santo de hoy se implicó plenamente en el Concilio de Trento (el concilio de la “contra-reforma”) y en la aplicación de sus decretos, particularmente en su propia diócesis. 

El texto del Evangelio de hoy señala dos cualidades de quien es “buen pastor”. En primer lugar, «el buen pastor da su vida por las ovejas» (Jn 10,11). El buen pastor no se conforma con cumplir, no trabaja a destajo: las ovejas son la razón de su vida y de su actividad. Y, en segundo lugar, por este mismo motivo, conoce a sus ovejas (cf. Jn 10,14). 

San Carlos Borromeo era descendiente de una familia muy rica. Renunció a todo para dedicarse al 100% al servicio de la Iglesia (no “a destajo”). Él resistió las diversas trampas —honores, pompa, lujos…— tan frecuentes entre clérigos, obispos y cardenales de aquellas épocas. Su escudo llevaba una sola palabra: “Humilitas”. Los auténticos reformadores son santos a prueba de bomba…

San Carlos no tomó la tarea pastoral como una ocupación más entre otras: la atención de las almas y la oración fueron su vida. Y, por eso, viajó y recorrió los territorios de su inmensa diócesis (que incluía también Venecia, Suiza…) para conocer a su gente y atenderla. Y las posibles influencias debidas a su ascendencia familiar las empleó, en todo caso, para beneficiar a los más desfavorecidos. 

Todo el Pueblo fiel debe corresponder y velar por este gran don de Dios que significa el ministerio sacerdotal. Como decía Juan Mª Vianney —el santo párroco de Ars— «el sacerdocio es el amor del Corazón de Jesús».

Rev. D. Antoni CAROL i Hostench

Liturgia – San Carlos Borromeo

SAN CARLOS BORROMEO, obispo, memoria obligatoria

Misa de la memoria (blanco)

Misal: Oraciones propias, antífonas del común de pastores (para un obispo). Prefacio común o de la memoria.

Leccionario: Vol. III-par

  • Flp 3, 17 – 4, 1. Aguardamos un Salvador; él transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso.
  • Sal 121. Vamos alegres a la casa del Señor.
  • Lc 16, 1-8. Los hijos de este mundo son más astutos con su propia gente que los hijos de la luz.

O bien: cf. vol. IV.


Antífona de entrada          Cf. Lc 12, 42
Este es el administrador fiel y prudente a quien el Señor pondrá al frente de su servidumbre para que reparta la ración de alimento a sus horas.

Monición de entrada y acto penitencial
Se celebra hoy la memoria de san Carlos Borromeo, obispo. Nació en Lombardía (Italia) el año 1538. Nombrado cardenal y elegido obispo de Milán, fue un verdadero pastor preocupado por las necesidades de la Iglesia de su tiempo. Trabajó incansablemente por poner en práctica las disposiciones pastorales del Concilio de Trento: convocó sínodos, erigió seminarios para la formación del clero, visitó muchas veces toda su diócesis para confirmar la fe de sus fieles y dio muchas normas para el cuidado de la vida espiritual de estos. Murió el año 1584.

            Yo confieso…

Oración colecta
CONSERVA, Señor, en tu pueblo
el espíritu que infundiste en el obispo san Carlos Borromeo,
para que la Iglesia se renueve sin cesar
y pueda mostrar al mundo el verdadero rostro de Cristo,
configurada a su imagen.
Por nuestro Señor Jesucristo.

Oración de los fieles
Imploremos, hermanos, la misericordia de Dios Padre todopoderoso, y oremos para que escuche las peticiones de quienes tienen en él toda su esperanza.

1.- Por los obispos, sacerdotes y religiosos de la santa Iglesia, para que correspondan a su ministerio con una vida santa. Roguemos al Señor.

2.- Por la paz entre las naciones y el progreso de todos los pueblos. Roguemos al Señor.

3.- Por los enfermos, los impedidos, los ancianos y cuántos no han podido venir a nuestra celebración: para que, presentes en espíritu, obtengan los bienes de Dios. Roguemos al Señor.

4.- Por esta asamblea reunida en el nombre de Cristo: para que crezca en la fe, en la esperanza y en el amor a Dios y a los hombres. Roguemos al Señor.

Ayuda, Dios de bondad, a tu Iglesia, con tu constante misericordia, para que, en medio de las dificultades de este mundo, se alegre con tus beneficios en la tierra y alcance los dones del reino futuro. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Oración sobre las ofrendas
MIRA, Señor, los dones presentados en tu altar
en la memoria de san Carlos Borromeo,
y, así como lo glorificaste
por su celo en el ministerio pastoral y sus virtudes admirables,
concédenos, por la eficacia de este sacrificio,
abundar en frutos de buenas obras.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona de comunión           Cf. Lc 12, 36-37
Bienaventurado aquel criado, a quien el Señor, cuando venga y llame a la puerta, lo encuentre en vela.

Oración después de la comunión
TE pedimos, Señor, que los sacramentos recibidos
nos den aquella fortaleza de espíritu
que hizo a san Carlos Borromeo
fiel en el ministerio y fervoroso en la caridad.
Por Jesucristo, nuestro Señor.